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LA BELLEZA DE LA MATEMATICA LA BELLEZA DE LA ...

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<strong>LA</strong> <strong>BELLEZA</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>MATEMATICA</strong><br />

<strong>LA</strong> <strong>BELLEZA</strong><br />

<strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>MATEMATICA</strong><br />

Indefinible. En ocasiones, innalizables. Persuasiva y subyugante. Según Platón, puede cambiar o<br />

desaparecer o, simplemente, ser patentes a unos y no a otros. Musa inspiradora de sentimientos<br />

sublimes y desinteresados, se encarna, se transfigura, ejerce un dominio, pero, en realidad, liberta<br />

a su diáfana dimensión puede trascender de lo efímero a lo imperecedero. Para Heidegger es la<br />

forma de brillar la verdad y para Kant es finalidad sin fin. Mas, sería ambicioso, si no imposible,<br />

delimitar en este breve espacio lo que se ha dicho sobre la belleza. Particularmente acerca de sus<br />

dominios, los cuales no son sólo las artes y la naturaleza en todas sus expresiones. Ella se filtra<br />

hasta en aquellos impenetrables y, para muchos, fríos edificios de las ciencias. Y de esto no<br />

escapa la matemática, que es reina y servidora de todas ellas.<br />

Sin intención de polemizar y dar pie a la exposición, aseguramos que existe belleza en la<br />

matemática. Y aún cuando no se ha establecido una estética propia de esta ciencia, se han<br />

realizado algunos intentos por clasificar dicha belleza. Una de tales clasificaciones es la realizada<br />

por Francois Le Lionnasis, quien toma en consideración que las obras de arte pueden dividirse<br />

según dos grandes rótulos: el del Clasicismo, pletórico de elegancia, orden y sobriedad, y el del<br />

Romanticismo, irrigado por sorprendentes corrientes que tienden al paroxismo. A continuación,<br />

se ofrecerá una serie de hechos matemáticos enmarcados en uno u otro marbete. Necesario es<br />

advertir que esta división es solo un medio para discurrir sobre la belleza de la matemática y de<br />

ninguna manera es una delimitación absoluta. Es factible que en algunos ejemplos coexistan las<br />

dos formas estéticas, más sobresalga una de ellas.<br />

La concepción clásica de la belleza se basa en los puntos de vista que sobre ella emitió<br />

Aristóteles (consiste principalmente en grandeza, integridad y orden), reiterados por San Agustín<br />

(es esplendor del orden) y Tomás de Aquino (consiste en integridad, proporción y claridad). Así,<br />

diremos que un hecho matemático cautiva por su clásica belleza cuando nos muestra un poder<br />

unificador y nos sorprende con un perfecto orden allí donde esperábamos encontrar un natural<br />

desorden.


Aún para un profano no es desconocido que tres puntos cualesquiera pueden estar no alineados y<br />

que tres rectas cualesquiera en un plano pueden no concurrir en un mismo punto. Sin embargo,<br />

en todo triángulo, las rectas que contienen á las medianas concurren en un punto llamado<br />

baricentro, mientras que las rectas que contienen a las alturas lo hacen en el orto centro y las<br />

mediatrices en el circuncentro. Y para coronar esta majestuosa manifestación de clásico orden,<br />

estos puntos, donde confluyen tan variados ríos geométricos, están exactamente en una recta, de<br />

forma tal que siempre el baricentro está en el circuncentro y el ortocentro y a una distancia de<br />

este último que es el doble de laque lo separa del primero.<br />

Pero no es éste el único caso del maravilloso orden que se encuentra en esa modesta rama de la<br />

matemática como lo es la geometría euclideana. Sabido es que, dados tres puntos cualesquiera no<br />

alineados, es posible construir una única circunferencia que pase por ellos (basta determinar el<br />

circucentro del triángulo cuyos vértices sean los puntos dados). Más, si se toman cuatro puntos<br />

cualesquiera, sería realmente cabalístico lograr encontrar una única circunferencia que los<br />

contenga a todos, creciendo la improbabilidad conforme aumente el número de puntos. Sin<br />

embargo, en un triángulo cualquiera, los puntos medios de los tres lados, los pies de las tres<br />

alturas y los puntos medios de los segmentos que unen el ortocentro con los vértices, pertenecen<br />

a una misma circunferencia, llamada de los nueve puntos o Círculo de Euler en honor a quien<br />

tuvo la dicha de descubrir esa circular constelación en el cielo de la geometría. Y aún, más, el<br />

centro del Círculo de Euler es el punto medio del segmento cuyos extremos son el ortocentro y el<br />

circucentro del triángulo. Y a propósito de esto, haré un comentario personal: en mi memoria y<br />

en mi corazón siempre perdurará ese sentimiento de recogimiento espiritual yuxtapuesto al<br />

agradecimiento por haber sido favorecida con la revelación de un divino misterio cuando la tarde<br />

de un sábado me entretenía trazando triángulos de distintas clases, marcando baricentros,<br />

circuncentros y ortocentros y descubrí la inconmovible disposición de estos puntos. Tras breves<br />

instantes, me asaltó una crisis de fe a la sombra de que todo fuese producto de construcciones<br />

particulares. Mi incredulidad me hizo recurrir al arma de la geometría analítica y en un cielo de<br />

coordenadas rectangulares, al despejarse las incógnitas, el milagro cobró universalidad, tomando<br />

la categoría de ley divina y entonces la bendición fue total. Quizás, estos resultados tan sencillos<br />

yacen cuales frías tumbas como teoremas en algún texto. Lo maravilloso fue descubrir esa<br />

belleza sin que nadie me lo hubiese dicho. Es por ello, que nunca les revelo a los estudiantes de<br />

geometría a mi cargo estas maravillas; aprovisionados con regla y compás y mapas algorítmicos<br />

para hallar cada uno de estos puntos mágicos, les guío para emprender la búsqueda y he vivido la<br />

dicha de redescubrir con ellos el tesoro de la ornamentación de la geometría del triángulo.<br />

Sin embargo, no sólo en geometría se halla la clásica belleza matemática. Otro paradigma de<br />

poder unificador lo representa la llamada Fórmula Más Hermosa de la Matemática:<br />

que es un armonioso y solidario concierto ejecutado por los números más importantes: el 1<br />

(principio de todos los números), el 2 (el único número natural par y primo), π (relación entre la<br />

longitud de una circunferencia y su diámetro), i (la unidad imaginaria, la misteriosa y<br />

(base de los logaritmos neperianos).


Pero, no sólo existe esa integración esplendorosa de orden entre números para conjurar fórmulas<br />

y entre puntos para engendrar figuras. La monumental conexión entre dos ramas de la<br />

matemática como el álgebra y la geometría conforma la geometría analítica, esa hermosa<br />

traductora que nos comunica que toda ecuación se asocia a una curva y viceversa.<br />

Contrastando con la belleza clásica, existe otro tipo de belleza que ha sido denominada<br />

romántica y en cuyas aras se aviva el fuego en honor a las emociones, al inconformismo y, a<br />

veces, a lo extravagante. Iniciemos este conjunto de ejemplos con un descubrimiento que mantuvo<br />

a toda una época con la expectativa de desentrañar arcanos sacrílegos: la asíntota.<br />

Imaginemos las disonancias cognoscitivas de los primeros que la hallaron en su camino. Escribió<br />

Montaigne que Jacques Peletier le comunicó que había encontrado dos líneas que van una al<br />

encuentro de la otra para interceptarse y él mismo pudo verificar que nunca llegan a tocarse.<br />

Una de las ramas más complejas de la matemática, la topología, en su génesis llamada analysis<br />

situs, es rico manantial de hecho que nos juegan escaramuzas, nos hacen ver espejismos y nos<br />

engañan con lo aparentemente obvio. Tomemos una tira de papel y peguemos sus extremos para<br />

formar un anillo, habiendo hecho girar previamente uno de los extremos de la tira. Obtendremos,<br />

así, la llamada Cinta de Móbius (Augusto Ferdinand Móbius fue un matemático alemán cuya<br />

vida estuvo comprendida entre 1.790 y 1.868 y que estudió las superficies de este tipo). Si ahora<br />

cortamos esta cinta a lo largo de su eje, ¿qué cree, estimado lector, que obtendremos?. ¿Dos<br />

cintas?. ¡No!, en lugar de obtener dos cintas; tendremos una sola tira, más angosta que la<br />

original, por supuesto. Pero aún hay más, si se repite la misma operación con este anillo, ¿qué se<br />

obtiene?. Me reservo la respuesta, para que la curiosidad espolee al lector a realizar la<br />

experiencia.<br />

Durante casi dos milenios, le geometría euclidiana se mantenía como la única geometría y se<br />

estudiaba prácticamente como Euclides la postuló. La grieta abierta por el postulado de las<br />

paralelas fue, durante muchos años, el escándalo de la geometría y la desesperación de los<br />

geómetras, como llegó a decir D'Alembert. Pareció un intolerable golpe de estado cuando el<br />

postulado en cuestión fue reemplazado por el de Lobachevski-Bolya¡ o el de Riemann, tomando<br />

el poder de la atención las llamadas geometrías no euclidianas, sin las cuales no habría podido<br />

desarrollarse la teoría de la relatividad.<br />

Quizás, para algunos será sorprendente la aparición del número π en el cálculo de probabilidades.<br />

Consideremos la experiencia denominada de la aguja de Buffon. Tracemos sobre un plano, rectas<br />

paralelas equidistantes. Si lanzamos al azar una aguja cuya longitud sea igual a la distancia entre<br />

dos rectas paralelas consecutivas, y contamos el número de veces que la aguja cae entre dos<br />

rectas sin tocarlas y el número de veces que cae interceptando a una recta, hallaremos que el<br />

cociente entre estos dos números es tanto más cercano a π cuanto mayor sea el número de<br />

experiencias realizadas. Si se reflexiona un poco, se llega a comprender que la construcción de la<br />

experiencia introduce circunferencias y su diámetro, cuyas longitudes tienen por razón a π.<br />

Para finalizar esta serie de ejemplos de la belleza romántica de la matemática, citaremos un<br />

hecho en el que la creatividad y el inconformismo alcanzaron altos grados. Riemann y<br />

Weierstrass dieron a conocer la existencia de funciones continuas sin derivadas y un grupo de<br />

matemáticos se negaban a darles la bienvenida. Es más, Charles Hermitte exclamó: "me aparto<br />

con espanto y horror de esta lamentable plaga de las funciones continuas que no tienen<br />

derivada". ¿Sería la reacción de un amante de la belleza clásica de la matemática ante el hecho de<br />

que ésta también puede sorprender con alguna extravagancia?.<br />

Independientemente de cuál sea el tipo de belleza con el que nos cautiva un determinado hecho<br />

matemático, existe una razón por la que la ciencia de las ciencias ejerce una poderosa atracción:


involucra el sentimiento y el pensamiento de quien disfruta de su belleza. Esto lo resumió en una<br />

frase el notable matemático Bertrand Russell al expresar:<br />

"La matemática, cuando se la comprende bien, posee no solamente la verdad, sino también la<br />

suprema belleza".<br />

BIBLIOGRAFIA<br />

BEARDSLEY, Monroe. Estética: Historia y Fundamentos. Madrid, 1984.<br />

CHARLTON, W. Introducción a la estética. Buenos Aires. Edit. Eudeba, 1976.<br />

LE LIONNAIS, Francois. Las grandes corrientes del pensamiento matemático. Buenos Aires.<br />

Edit. Eudeba, 1962.

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