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MODERNIZACIN Y DISCURSO POLTICO EN VENEZUELA

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ResumenMODERNIZACIÓN Y <strong>DISCURSO</strong> POLÍTICO <strong>EN</strong> V<strong>EN</strong>EZUELAOmaira Peña SánchezEn este artículo se establecen algunas relaciones entre modernización y el discursopolítico venezolano, principalmente el que se elabora a finales de la pasada década delos cincuenta. Un discurso en el que las palabras pueblo, democracia y libertad hanformado parte de una retórica que ha terminado por vaciarlas de su contenido, pero queal mismo tiempo ha sido capaz de crear en el venezolano una cierta identidad política enla larga transición hacia la Modernidad. Por su parte, la modernización, una idea queestá en el nacimiento de los Estados nacionales en América Latina, sería retomada conmayor fuerza en la segunda postguerra del siglo XX, y asociada a una serie detransformaciones políticas, económicas y culturales promovidas por grupos políticosdemocráticos que, una vez en control del Estado, han derivado en fuertes maquinariaspartidistas de control social. Se trata entonces de descifrar los acontecimientos que hancontribuido a estructurar en Venezuela un discurso político demagógico y populista queha terminado por atrapar la modernización del país.Palabras claves: Modernización, Populismo, Democracia, Desarrollo.Modernization and Political Discourse in VenezuelaIn this article some relations between modernization an the Venezuelan politicaldiscourse are established. Mainly, from the one elaborated during the fifties. Adiscourse in which the words People, Democracy and Freedom have taken part in arhetoric that have emptied them of any content. But at the same time, it has been able toproduce certain Venezuelan political identity, in its transicion to Modernity.Modernization, a newly born idea in the Latin America national states, would be deeplyreconsidered during the second post-war period of the 20th century; and would berelated to a series of political, economic and cultural transformations promoted bydémocratic groups. Once these groups gained control of the state, they have becomestrong political structures of social control. Therefore, the intención is to decipher theevents that have contributed to structure in Venezuela a popular and demagogic politicaldiscourse which have blocked the modernization of the country.Key words: Modernization, Populism, Democracy, Development.Modernisation et Discours Politique au VenezuelaI1 s'agit d'établir le rapport entre la modenisation et le discours politique vénézuéliennotamment celui réalisé á la fin des années cinquante. C'est un discours dont larhétorique a fin¡ par dépouiller les mots peuple, démocratie et liberté de leur sens. Enméme temps, il a créé chez le vénézuélien une identité politique en transition vers lamodernité. Par ailleurs, 1'idée de modernisation -á 1'origine des États nationaux enAmérique latine- serait fortement reprise pendant la deuxiéme aprésguerre du XXesiécle. Elle est aussi associée aux transformations politiques, économiques et culturellesdéveloppées par les démocrates contr6lant litat qui sont devenus de forts groupes decontróle social. L'article est une analyse des événements qui ont contribué á structurer


au Venezuela un discours politique démagogique et populiste. Ce qui a fin¡ par attraperla modenisation du pays.Mots cles : Modernisation, Populisme, Démocratie, Développement.Cultura política en América LatinaEn ponencia presentada en el marco del Seminario Ciudadanía, Democracia yDiferencia, celebrado en Mérida (Venezuela), el profesor Jorge Larrosa (2000)precisaba que las palabras "pueblo, democracia y libertad son lugares comunes, piedrasopacas, con poco prestigio y desgastadas por el uso y el abuso en la retórica política".En el caso de la sociedad venezolana, esto se hizo patente, fundamentalmente, en lasucesión de gobiernos populistas que hicieron de los citados vocablos palabras huecas,demagógicas, gastadas en una infinita promoción de lo que no se es y lo que no se tiene.Lo anterior nos sirve de preámbulo para realizar algunas reflexiones en torno a lapresencia de elementos que evidencian los contenidos demagógico y populista en eldiscurso político venezolano; elementos usados en referencia y con alusión directa a lospilares necesarios para la construcción y consolidación de la modernización en lasociedad venezolana. Concepción que ha estado transversada por los cruces de lopolítico con lo cultural, en el lenguaje de los actores que han ejercido el poder en elpaís.La intención es, en cierta forma, descifrar los acontecimientos que han contribuido aestructurar un discurso político que se entrecruza con "la cultura del milagro"(Cabrujas,1987: 16 ), que le ha dado características específicas al venezolano, llegandoa constituir lo que podríamos denominar la identidad del venezolano en la etapa detransición hacia la Modernidad. Transición por cierto tan prolongada que,paradójicamente, se ha tornado perenne.La noción de Modernidad está íntimamente relacionada con el advenimiento de la faseindustrialista del capitalismo y la consolidación de la razón instrumental a través delejercicio de lo político. En América Latina, la idea de la modernización se promuevepor primera vez en la etapa de conformación de los Estados Nacionales. Esta idea seretomaría posteriormente en la década de los años 30 (del pasado siglo), cuando suimplantación se asume como una necesidad para la superación del atraso, fundamentalmenteeconómico. Es entonces cuando también cobra fuerza la idea de promoverel cambio en las estructuras sociales y políticas, procurando su orientación hacia eldesarrollo de condiciones que generen el crecimiento económico y, de manera especial,la industrialización, tal como lo sugerían las teorías del desarrollo (subdesarrollo,dependencia) que tuvieron una influencia trascendental tanto en los discursosacadémicos como políticos; a tal extremo que los lineamientos y políticas económicasde la mayoría de los Estados Latinoamericanos, de mediados del siglo XX, se trazaronen función de los postulados de dichas teorías.El período de la historia latinoamericana en el que se activó, de manera mucho másconcreta, la intención de modernizar las sociedades latinoamericana, fue a partir de ladécada de los 50, debido obviamente a la situación de postguerra y la necesidad deEstados Unidos y los países europeos de reconstruir sus economías a expensas delabaratamiento de los costos de producción. Ello significó que, al amparo de lamodernización, se iniciaran en Latinoamérica una serie de transformaciones políticas yculturales básicas para emprender la industrialización acelerada que exigía elreordenamiento y expansión del sistema capitalista mundial. Tales transformaciones alinterior de los países de América del Sur están asociadas al nacimiento de nuevos


liderazgos y nuevas formas de gobierno, los cuales se corresponden con lascaracterísticas que posteriormente definirían el populismo latinoamericano: gobiernosdemagógicos, plagados de corrupción y despilfarro de los dineros públicos, con apoyoincondicional por parte del pueblo al político que funge de máximo líder.En este sentido, el Estado pasa a ocupar un rol protagónico, pues las reformas socioeconómicasque se requerían para la transformación de la sociedad van a sernecesariamente emprendidasa través de las instituciones estatales y bajo los lineamientos emanados directamente delos modelos prescritos por las teorías del desarrollo vigentes. Los movimientos para elcambio que se daban, casi de manera simultánea, en los distintos países de la región,enfatizaban la puesta en marcha de la modernización de las estructuras económicas.Básicamente esto exigía, por una parte, el diseño y ejecución de planes intensivos deindustrialización como vía para el logro del desarrollo económico; y, por la otra, laconsolidación de los Estados Nacionales a través de la instauración de gobiernos que, dealguna manera, asegurasen la estabilidad socio-política que demandaban los capitalestransnacionales para la instalación de industrias en la región; requisitos estos de la faseindustrialista del sistema.Para tomar estas medidas se necesitaban gobiernos dirigidos por líderes fuertes ycarismáticos, capaces de promover la integración nacional, la ampliación de laparticipación en los mismos procesos de cambio a través de la activación de políticassociales, enmarcadas a su vez en programas de urbanización, salud y educación, ysuperación de la pobreza a través de la creación de empleos, además de una más justadistribución del ingreso. Estas intenciones serán solo aspiraciones, pues la realidadresultaría mucho más compleja de lo que estimaban los teóricos del desarrollismo y losgobiernos locales, particularmente en el caso venezolano, en el que estas aspiracionesparecen haber sido más retóricas (como dijera López Ortega: "La -al menos retórica -aspiración a Estado Moderno que subyace en la clase gubernamental venezolana" ).(1991: 37).De este modo, la modernización va a significar para Latinoamérica la búsqueda delcrecimiento económico y del bienestar de la población, a través de la puesta en prácticade una lógica racional capitalista que buscaba garantizar el engranaje de todas lasestructuras del Estado a favor del avance social y el desarrollo. Esta noción deModernidad, junto con la preeminencia de los postulados desarrollistas despertó en lamayoría de los países latinoamericanos una exacerbada esperanza, una inusitada ilusiónde grandeza, cuya materialización se le endosaba como una responsabilidad directa a lasinstituciones del Estado. Esta situación logró anidar en el colectivo la visión de unEstado omnipotente, paternalista y dadivoso, paso previo a la aparición del populismolatinoamericano, un mecanismo que pondría en marcha fuerzas expansivas que daríanlugar a nuevos escenarios y, sobre todo, a un discurso inédito que actúa como una suertede encantamiento, generador de la visión compartida de un futuro mejor, el cual esmanejado por el liderazgo formado en las filas de los partidos políticos fundados enprincipios democráticos.Los nuevos actores políticos arriban al poder en medio de un fuerte apoyo popular, yencuentran el respaldo en lo que Herlighaus (1994: 14) denomina la extensión de locultural, del cruce de lo político con lo cultural, significando rupturas, interrupciones ydesapariciones más que verdaderos cambios, por lo que paralelo a la expectativa detransformación surgió también un clima de desencanto que ha envuelto el pesadotránsito hacía la Modernidad. Según argumentos de Lechner (1994:201), en AméricaLatina la utopía es identificada con un futuro posible, con una meta factible, razón porla cual el discurso político logra una gran movilización social para procurar alcanzarla.


El apoyo de las mayorías a estos líderes populistas surgidos al calor del proyectomodernizador no se dio por la adopción las ideas democráticas, ni por la reflexiónfilosófica de los actores influyentes en diversos sectores, ni tampoco por la vinculacióna una ideología potenciadora de la igualdad, de los derechos de los trabajadores y lalibertad. En todo caso, las vinculaciones que se advierten se hacen efectivas por razonesmucho más urgentes como la supervivencia, las expectativas de superación de la pobrezapor medio de un trabajo urbano mejor remunerado y portador de una calidad devida superior, más digna, así como la oportunidad de un futuro mejor para lasgeneraciones futuras.La situación sirvió para que se construyeran los espacios de poder de las élites, ademásde delimitar sus particulares prácticas y discursos que dieron origen a una culturapolítica impregnada de contradicciones, como por ejemplo la estructuración de lasinstituciones públicas y la forma de administrarlas, el mismo contenido democrático delos discursos políticos, y la constitución de gobiernos personalistas, viciados por laacumulación de riquezas, el nepotismo, el tráfico de influencias y la práctica defavorecer amistades, vecinos, compañeros de partido, entre otros. De manera que lomoderno se va asociando paulatinamente con estas prácticas de estructuración de losgobiernos y con las perversidades de la administración que degeneró a través de las sucesivascrisis del Estado. Esto hace que, en la dinámica interna de las sociedadeslatinoamericanas, el discurso político sea capitalizado por este tipo de administradorespúblicos que desvirtúan el espacio natural del discurso, es decir, las instituciones delEstado, cuya descomposición deviene en una serie de discontinuidades ytergiversaciones en la percepción de la política moderna que se tiene en la vida real delos países de la región.Con base en lo anterior, es posible aseverar que el discurso político latinoamericano setransformó en una especie de opinión pública. Larrosa (2000: 8) acota: "el pueblo de lasoberanía es el modo como el conjunto de los individuos y las partes es producido,determinado, presentado y exhibido sin cesar, por la conjunción de los aparatoscientíficos y los aparatos mediáticos"; es decir, que los instrumentos más persuasivos dela Modernidad se convirtieron en los hacedores de los discursos políticos, no existiendomucha diferencia entre las élites dirigentes de cualquiera de los países y la culturapolítica constituida a partir del proceso de modernización adelantado en estassociedades.Es posible que de esta manera se haya constituido el discurso político latinoamericanode la Modernidad. Cuestión esta que nos remite a inferir que éste pudo haber sido unelemento fundamental para la formación de un colectivo identificado con una manera deinteraccionar y de comunicarse con los actores en ejercicio del poder; definiéndose asíuna cultura política latinoamericana, cuyos rasgos más sobresalientes se pueden apreciaren el transcurrir de la historia del Estado Nacional venezolano.Estado Cultura y Modernización en Venezuela.Desde el proceso independentista, Venezuela ha estado signada por los discursospolíticos portadores de promesas para lograr la modernización, de la ilusión parasuperar el atraso. En principio, es la opresión de la monarquía española que facilita lascondiciones para la construcción de un discurso político que involucra a la mayoría dela población en el proceso de independencia del centro hegemónico. En esta etapa eldiscurso adquiere ciertos elementos que le endosan una cierta particularidad al procesopolítico venezolano; entre estos, el de asignarle "al otro" la responsabilidad por lacondición de misnuvalía en que se encuentra la nación.


En esta etapa, la gesta libertadora -Simón Bolívar mediante- asume como elementofundamental del proyecto, la necesidad de incorporar a la nación al modelo de sociedadcapitalista que la conectara con los grandes mercados internacionales. Para ello eraindispensable la ruptura con su centro de poder. La Independencia suponía la garantíade un camino hacia la modernización; una vez lograda la autonomía, se suponía lasuficiente libertad para establecer acuerdos con países y organismos internacionales queredundaran en beneficio del mercado nacional agro-exportador; es decir, lograr lapresencia de Venezuela en el mercado internacional a través de la negociación directade sus productos, sin la mediatización de la metrópoli. Posteriormente, el fracasoobtenido en la obtención de riquezas en el mercado internacional no será yaresponsabilidad de los administradores de la Colonia, se responsabilizará entonces a lospaíses más avanzados y a los vecinos que imponían obstáculos y trabas, pues se suponíaa Venezuela competida por fuertes rivales comerciales en cuanto a las riquezas de suterritorio.El arribo del nuevo siglo sorprende a Venezuela en una sucesiva cadena de luchasregionales que debilitan económica y socialmente al país. La búsqueda de una salida aesta nueva situación abre la compuerta a la sajonización de la política (GonzálezOrdosgoitti, 1991: 25). El proceso de acercamiento comercial que se inicia en estaetapa, producto de la expansión capitalista, define un discurso utilizado por la dirigenciaen el que se asocia lo moderno con el modo de vida norteamericano; esto es, el consumode bienes materiales como signo de bienestar social. Este nuevo patrón implica lacreación de una serie de infraestructuras (urbanización, vías de comunicación yejecución de proyectos de industrialización) que se suponía constituían el inicio de lamodernización en Venezuela.Indudablemente que en el discurso político comienzan a reflejarse estas expectativas,que, por lo demás, venían de afuera. Al respecto González S. (1991: 162) expone que:"La incorporación tardía a los avances que llegaron con el siglo XX, obstaculizaron lafundación de instituciones típicas de la modernidad". Esto por cuanto la formación delos partidos políticos, el proceso de formalización de las instituciones del Estado, laejecución y planeación de políticas públicas, entre otros asuntos, no se llevaron a cabosino luego de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez en 1935.Durante todo el siglo XIX y hasta finales de la década de los 30, "el pueblo o lo popularu otras modalidades 'Pseudociudadanas' se debatieron y aún se debaten para demostrardel lado de 'allá' su integridad jurídica" (González S.: 162). Esa necesidad de demostrarante el mundo que sí existía un país llamado Venezuela, condujo a la dirigencia políticaa la inscripción de una cruzada hacía el "progreso" y se intervino desde diversos ángulosdel saber a la sociedad venezolana para convencerla de la necesidad de modernizarse. Elarma más efectiva para ganarse el apoyo popular resultó ser el discurso político. A lasélites que detentaban el poder correspondería la difusión de los principiosfundamentales de la modernización, lo cual se hizo a través de las institucionesestatales.En este sentido, hacia finales de la década de los 40, y bajo la influencia de la reciéncreada CEPAL, Venezuela incorpora nuevos elementos discursivos al proyecto demodernización, inscritos en la visión democrática gestada en las filas del movimientoestudiantil conocido como la "Generación del 28". La integración de las ideassustentadoras de la modernización con principios ideológicos de la social-democracianecesitaba para concretarse un Estado Nacional cohesionado, con apoyo del "pueblo" yuna voluntad de cambio en los diferentes estratos de la sociedad (en el caso particularvenezolano esta voluntad de cambio generó, entre otras, la solidificación del Populismoejercido por la clase política nacional). La población venezolana se convierte en pueblo,


término que se utiliza con la connotación que le asigna Ortiz (2000: 53) para el discursode los actores políticos que entran en pugna por el poder. Además de la categoría"pueblo", se incorporan otros elementos al lenguaje populista de los políticosvenezolanos, lo cual le imprime rasgos propios al discurso político de la Venezuelamoderna, entre otros: democracia, pueblo, distribución de la riqueza, educación y saludque, a nuestro juicio, son los conceptos claves para entender el contexto de la sociedadvenezolana, especialmente la que se estructura a partir de los años cincuenta del sigloXX.Democracia: vía para la modernización venezolanaEl efecto causado por las propuestas democráticas del nuevo liderazgo surgido de laGeneración del 28, evidencian la fractura del régimen militar y la apertura de nuevosescenarios de discusión, entre los que se destacan los partidos políticos, cuyalegitimación marca el inicio del populismo democrático venezolano, y que a pesar de lafragmentación del poder partidista, se mantiene inalterable en la vida política del país.De manera que el populismo democrático se convierte en uno de los elementosdistintivos de la identidad, del "ser venezolano, que se materializó en discursos yprácticas" que sí tienen una retórica coherente expresada en una "textualidad prácticodiscursivacompuesta a la manera de un collage". (Puerta, 2000: 127)Cabe entonces confirmar que el espacio político venezolano está hecho de lenguaje, esdiscurso, en el que se mezclan una intencionalidad de buena voluntad con el más puroracionalismo instrumental, junto a lo popular con lo elitesco, todo ello a modo de unaamalgama constitutiva del común denominador del pueblo venezolano.Desde este punto de vista, el discurso político venezolano es paradójico, pues, por unaparte, es elemento unificador, al insertar en el colectivo una visión de país poseedor deuna riqueza que es de todos, pero que ha sido difícil disfrutarla debido a las malasadministraciones. Paralelamente dispara contra la pobreza, la inequidad y la injusticiasocial, y fomenta la necesidad de luchar contra el fantasma de la pobreza, que seconvierte en el emblema del discurso populista democrático, y arquitecto de lo queCabrujas denomina el "esquema de disimulos"; un complejo cultural en el que se fingeuna voluntad, una solidaridad, un esfuerzo por incorporar la sociedad al desarrollo, atodos por igual, pero donde todos saben que esa equidad no es verdad y que tampoco eslo que se quiere. El discurso y la intención revelan la paradoja en la queda atrapada lamodernización del país.El Estigma de País RicoLas sociedades construyen sus representaciones sobre la base de una trayectoria de lasrelaciones ínter-subjetivas, dentro de una praxis socio-cultural, económica y política,pero en la que además se expresa un particular intercambio con la naturaleza entérminos extractivos, que en la medida que evoluciona, modela el curso de laconstrucción de país que se conjura.La representación de sí misma que ha tenido la nación venezolana desde la etapa postgomecistaes de país rico, de naturaleza privilegiada, que posee en sus entrañassuficientes recursos para procurar el bienestar de todos sus habitantes. El discursopolítico, retoma constantemente esta representación para reafirmar en el colectivo laidea de que esa riqueza es cierta, pero los "otros", "los demás", no han sabidoadministrarla con equidad y justicia.


Es común en el discurso construido a lo largo de la historia política venezolana, desde lagesta libertadora hasta nuestros días, responsabilizar al "otro" por la malversación, porla deficiente administración, "pero aquí estamos nosotros para arreglar eso",prometiendo administrar con justicia, renovando la promesa de hacer un buen negocio,pues "el petróleo es fantástico" (Cabrujas, J. 1987, p:17 ). Con esto se crea en elimaginario colectivo la ilusión de una riqueza que los discursos populistas construyen yalimentan, fomentando la esperanza de "en cualquier momento algo de esa inmensariqueza nos tocará a nosotros, pues el petróleo es nuestro..."El cambio paradigmático y las nuevas reglas del mercado internacional produjeron enVenezuela un sismo socio-político que afectó profundamente al colectivo, no sólo desdela perspectiva económica sino también desde el punto de vista psico-social, cuando elpaís entero descubrió que no era realmente un país ni tan pródigo ni tan rico.La historia que se inicia con la llegada de las compañías extranjeras, encargadas de laexplotación del petróleo, y la discusión sobre quién y cómo administrar esa riqueza quela explotación de minas e hidrocarburos significaba para la Nación, produjo una fuertediscusión que desembocó en un primer discurso con acentuados visos demagógicos, enel que se justificó la decisión de aprobar la tesis que sostenía que el Estado venezolanoera el indicado para administrar la riqueza petrolera, puesto que la otra opción planteadaera que la administración pasara a manos de sectores terratenientes, la vieja clasedirigente, lo que hubiese significado la continuidad de una administración con mentalidadatrasada, precapitalista, en la que no figuraba ninguna intención de cambiar yadoptar los esquemas innovadores de la economía capaces de impulsar el país hacia ladiversificación y la modernización. El Estado, por su parte, entonces se adujo, comorepresentante de los intereses nacionales garantizaría tanto una buena administracióncomo una más justa distribución de esa riqueza.Así que desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presente, el Estado administradorha venido gozando de la confianza que se le asignó en la pasada década de los 30. Estopese a que los despilfarros, los actos probados de corrupción, la incapacidad manifiestade los gobernantes para aplicar políticas de distribución e inversión reproductiva delingreso petrolero, aunado a la atrofia del Estado, han sido y son los componentes delestilo de política que ha imperado en el país, y los que junto a la retórica gubernamentalpudieran considerarse como los factores que han impedido consolidar la Modernidad enVenezuela.Los sucesivos gobiernos del país, desde los años cincuenta en adelante, maladministradores de una riqueza en apresurado descenso, han utilizado expresiones como"Estado Ideal Nacional", "Gobierno de Consenso", de "Amplia Base", "Gobierno de losPobres", "Construcción de la Gran Venezuela", 'Tundación de la V República", paravender un proyecto de país moderno, que, junto a la falacia del "país rico", ha hechoposible que una sociedad viva de la ilusión de una riqueza no trabajada y por lo tanto noasumida. Una riqueza supuestamente venezolana pero envuelta en una ajenidad, quesólo permanece en el discurso político, y que tiene en su haber, como uno de sus logrosmás importantes, la condena del país a una larga espera por alguien que le indique comoposesionarse de la herencia, de ese legado divino, sin sentimiento de culpa y conderecho.Segundo Estigma: Educación para un Pueblo con aspiraciones de ModernidadOtro de los elementos recurrentes en el discurso populista venezolano es la categoríaEducación, convertida en un lugar común a través de la historia socio-política del país.Además de que puede considerársele como la de mayor tradición en el discurso, pues en


ella se concentran los ideales de modernización fundados por el Iluminismo y la RazónInstrumental.En los discursos de Bolívar aparece con frecuencia, para argumentar la necesidad deinculcar en la sociedad venezolana los principios de justicia e igualdad; en especial esteúltimo, pues se entiende que es requisito para expandir los ideales de libertad, los cualesse asumían como la condición para alcanzar los avances que, en su tiempo, mostrabanya las sociedades europeas. Realizaciones estas casi siempre entendidos en términos decrecimiento económico y mercadeo; expectativas que, por cierto, se han mantenidohasta hoy en día, como sustento de los planes y programas oficiales en los que laeducación forma parte de la promesa de la modernización del país.En todos los discursos políticos, cualquiera que sea su base filosófica o su procedenciapartidista, la constante es ofrecer educación porque pueblo educado es pueblo libre,promesa que ha sido el fundamento principal en el que se apoya el sistema democrático.El fomento de la educación en Venezuela ha sido siempre obra de élites modernizadorasque creyeron tener como misión lograr que "al pueblo llegasen esas ideas demodernidad" (Piñango, 1991, p:309). Es por tanto una práctica discursiva que tienecomo compromiso la reproducción de la oferta educativa como vía para alcanzar lamodernidad ahora expresada a través de los avances científicos y tecnológicos.En Venezuela la educación ha sido un símbolo de búsqueda, optimismo y esperanza deconstruir un Estado moderno, pero ese Estado "no coincide con lo que somos"(Cabrujas, 1987: 21). Se trata de una visión que la concibe como la instancia salvadora,como el trampolín que ayudará a dar el gran salto hacia la modernización, cuando logreconcretarse.La cultura política venezolana asumió la categoría educación, junto con la riquezaproveniente de la explotación petrolera, como los factores capaces de motivar a losvenezolanos a prodigar ciertas lealtades hacia los oferentes de administrar tales patrimonios.En este sentido, ambos factores se perciben más como fetichismo que comoprocesos reales para la construcción de la democracia que se prometía amplia, deentendimiento nacional y participativa a través de la educación. Una promesa que haresultado constantemente violada en la práctica, y en ocasiones hasta con ciertodramatismo, como por ejemplo en octubre de 1970, cuando el gobierno nacional allanala Universidad Central de Venezuela, o cuando en el período de la "Gran Venezuela" sepotencia la fe de los venezolanos en el proceso educativo con la creación de laFundación Gran Mariscal de Ayacucho, que suponía la formación profesional de losjóvenes que transformarían la estructura productiva del país, pero que en verdadregresaron a engrosar las filas del desempleo.En la década de los ochenta y parte de los noventa el sector educativo no escapa a lascontradicciones en que vive la sociedad, y que son expresadas en los discursos políticos,reflejo de la decadencia y el desgaste de un esquema de funcionamiento del Estadodemocrático populista y corrompido. La oferta de educación igualitaria y gratuita sediluye con la proliferación de instituciones educativas de carácter privado, antecedentepróximo a las privatizaciones que prometían una participación en la construcción de unasociedad capaz de ser competitiva en todos los ámbitos. Paralelamente a este proceso seentonaban nuevos cantos de sirena: la educación venezolana es una de las mejores deLatinoamérica, lo que pasa es que no se ha administrado con responsabilidad. Llegadoel año 1998 reaparece la renovada falacia de la educación para todos los venezolanos,con la inauguración del programa de las "escuelas bolivarianas", que indudablementesignifica un neopopulismo en ciernes.


En resumen, el proyecto a largo plazo de la modernidad venezolana encarnada en unEstado democrático basado en un modelo económico exitoso y una dimensión de losocial justa, igualitaria, administrada con sensibilidad, está irremediablemente reñidocon el discurso político que impide la construcción de instituciones sólidas que seanrepresentaciones de un colectivo constituido por sujetos pensantes, independientes,dueños de sus decisiones, capaces por tanto de ser parte importante de la construcciónde un discurso político reflejo de sus posibilidades y potencialidades de ciudadanos conideas propias sobre el progreso, el futuro y la modernidad.BIBLIOGRAFÍACABRUJAS, J. 1. (1987). "El Estado del Disimulo". En : Heterodoxia y Estado.Caracas: Edición Espacial COPRE, pp: 5-35.GONZÁLEZ O. E. (1991). Diez Ensayos de Cultura Venezolana. Caracas: FondoEditorial Tropikos.GONZÁLEZ S. B. (1991). "El Cuerpo Salvaje de la Nación. Ciudadanías Desplazadas".En: Venezuela Tradición en la Modernidad. Caracas: Ediciones de la Fundación Bigott.HERLINHAUS, H. y Mónika Walters (1991). Posmodernidad en la Periferia: enfoqueslatinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlín: Editorial Langer.LECHNER, N. (1994). "La Democratización en una cultura Postmoderna". En:HERLINHAUS, H. y Mónika Walters (1991). Posmodernidad en la Periferia: enfoqueslatinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlín: Editorial Langer.LARROSA, J. (2000). "Inventar un Pueblo que Falta". Ponencia en Seminario:Ciudadanía , Democracia y Diferencia. Mérida, enero 2000.LÓPEZ O., A. (1991). "Agentes de Intervención Cultural en Venezuela: AdministraciónPública, Sector Privado y Tercer Sector". En: Venezuela Tradición en la Modernidad.Caracas: Ediciones de la Fundación Bigott.MONETA, C. J. (1996). "La Discusión Cultural: El Eslabón Perdido de laGlobalización" En: Revista Capítulos, N° 47 Julio-Septiembre, 1996. Santiago de Chile:Editado por Sela.MORIN, E. ( 2000). "Ciencias y Pasiones". Entrevista realizada por Claudio Martyniukpara el Diario Clarín. Domingo 30/04/2000. Pag. Web. Diario Clarín.ORTIZ, R. (2000). "América Latina: De la Modernidad Incompleta a la ModernidadMundo". En : Revista Nueva Sociedad (Procesos y Transiciones En El Cambio deSiglo), N° 166, marzo-abril, 2000. Pp 45-61. CaracasPIÑANGO, R. (1991). "Notas Sobre Cultura Popular, Élites y Educación". En:Venezuela Tradición en la Modernidad. Caracas: Ediciones de la Fundación Bigott.PRECIADO C, J. A. (2000). "La Modernidad No Resuelta de América Latina". En: Redde Investigadores Latinoamericanos por la Democracia y Autonomía de los Pueblos.http// mail.ufg.edu//red /modernidad.PUERTA, J. (2000). Pistas de la Modernidad Venezolana y Otros Ensayos. Valencia:Editorial Paidos.

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