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UNIDAD 1<br />

140<br />

© GRUPO ANAYA, S.A. Lengua y Literatura 3.° ESO. Material fotocopiable autorizado. L<br />

ectura complementaria 2<br />

Lee con atención el texto y responde a las preguntas.<br />

Algunos días más tarde, desde su ventana, la Reina Selva contemplaba el ir y<br />

venir de su nuera entre las flores del jardín. El aire traía, en aquellos momentos,<br />

el olor del pan reciente que acababa de cocerse en los hornos de Rago. […]<br />

Poco después, llamó a Rago. Esta vez el pobre cocinero apareció ante ella más<br />

pálido que de costumbre, y temblaba tanto que apenas podía dominarse.<br />

—Rago —dijo la Reina Selva sin compasión, mirándole tan fijamente que Rago<br />

se creyó traspasado por largas agujas—. Como las veces anteriores, cumplirás<br />

mis órdenes a rajatabla. De lo contrario, ya sabes lo que os espera a ti y a tu<br />

familia. En fin, no nos andemos con rodeos: mañana por la noche quiero que<br />

guises, con la mejor de tus salsas y aderezos, a mi nuera la Princesa.<br />

Esta vez el pobre Rago ya no sabía a qué atenerse. Corrió, como era habitual,<br />

a refugiarse en los brazos de su valerosa mujer. Al oírle, Erina no pudo ocultar<br />

su abatimiento.<br />

Hasta aquel momento habían logrado engañar a la malvada Reina, pero si con<br />

los dos niños resultó difícil, con la madre la cosa tomaba un cariz verdaderamente<br />

catastrófico. Porque, se decían, un cabritillo y una oveja bien guisados,<br />

pueden pasar por un niño y una niña, pero una mujer como la Princesa era cosa<br />

bien distinta. Aunque esta ofreciera el aspecto y lozanía propios de una joven, lo<br />

cierto era que contaba ya más de cien años, y por tanto ¿dónde encontrar una<br />

carne de apariencia tersa y rozagante1 , pero que, a la vez, tuviera la dureza y<br />

resistencia que solo dan los años, como sin duda era la carne de la Bella Durmiente...?<br />

Sus tendones, su textura, debían de ser bien diferentes a los de una<br />

jovencita, aunque su aspecto no lo indicara. Cien años son cien años, lo tomes<br />

como lo tomes.<br />

La Reina Ogresa —la llamaban en secreto de esta manera y era el título que<br />

más le convenía— no era tonta, y no se dejaría engañar con facilidad.<br />

Estaba el matrimonio lamentándose, diciéndose qué es lo que podrían hacer,<br />

y sospechando que habían llegado ya al fin de sus días, cuando apareció nuevamente<br />

el buen montero Silo y llamó quedamente a la puerta. En cuanto lo<br />

vieron, le hicieron entrar en la buhardilla con todo sigilo. Y sus corazones, nuevamente,<br />

se llenaron de esperanza.<br />

El montero Silo les tranquilizó con un ademán. Inmediatamente se acercó a la<br />

camita donde dormía Berro, acercó los labios a su oído, y el niño se incorporó.<br />

Sonámbulo, repitió y tradujo las palabras, como en las anteriores ocasiones:<br />

—No os preocupéis, yo mataré una cierva en el bosque, porque una cierva es<br />

lozana y tersa, pero su carne es dura e incluso correosa. Guísala tal y como te<br />

ha ordenado la Reina Selva y esconde a la Princesa junto a sus hijos.<br />

—¡Que Dios se apiade de nosotros… y que regrese pronto nuestro Príncipe<br />

Azul de las tierras de Zozogrino! —gimió Rago.<br />

1 rozagante: con muy buen aspecto, saludable.<br />

Ana María Matute, «El verdadero final de la Bella Durmiente»,<br />

en Todos mis cuentos, Lumen.

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