De Laodicea a Babilonia... Un asunto de las profecías
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<strong>De</strong> <strong>Laodicea</strong> a <strong>Babilonia</strong>... <strong>Un</strong> <strong>asunto</strong> <strong>de</strong> <strong>profecías</strong><br />
Preparado por: Samuel Saldaña<br />
El hermano E. J. Wagonner tratando acerca <strong>de</strong>l Mensaje <strong>de</strong>l Tercer Ángel se refirió<br />
sobre este particular así:<br />
“Ningún hombre, ningún cuerpo <strong>de</strong> hombres, tiene en esta tierra el monopolio <strong>de</strong><br />
la verdad. No existe un rincón o lugar a don<strong>de</strong> tengan que acudir aquellos que <strong>de</strong>sean<br />
conocerla, a fin <strong>de</strong> recibirla <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> otros hombres. La verdad es in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong>l<br />
ser humano. Proviene <strong>de</strong> Dios, pues Cristo, quien es el resplandor <strong>de</strong> su gloria y la<br />
misma imagen <strong>de</strong> su ser real (Heb. 1:3), es la verdad (Juan 14:6). Quienquiera<br />
obtenga la verdad, habrá <strong>de</strong> obtenerla <strong>de</strong> Dios y no <strong>de</strong>l hombre. Así fue como Pablo<br />
recibió el evangelio. Dios pue<strong>de</strong> emplear, y emplea, a seres humanos como<br />
instrumentos o conductos, pero sólo Él es el dador. Ni el nombre ni el número<br />
significan nada, al efecto <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminar cuál es la verdad. Ni es más po<strong>de</strong>rosa, ni se<br />
la <strong>de</strong>be aceptar más resueltamente al ser presentada por diez mil príncipes, que cuando<br />
es un simple y humil<strong>de</strong> operario quien la sostiene. Y no hay la menor razón para<br />
suponer que hayan <strong>de</strong> ser los diez mil príncipes quienes tengan que poseerla, antes que<br />
el humil<strong>de</strong> obrero. Todo hombre sobre la tierra pue<strong>de</strong> poseer tanto <strong>de</strong> la verdad<br />
como esté dispuesto a usar, y no más (ver Juan 7:17; 12:35 y 36). El que actúa como<br />
un papa, creyendo poseer el monopolio <strong>de</strong> la verdad, y compele a los <strong>de</strong>más a que<br />
acudan a él en procura <strong>de</strong> ella, concediéndola aquí y reteniéndola allí, pier<strong>de</strong> la totalidad<br />
<strong>de</strong> la verdad que una vez pudiera poseer (si es que alguna vez tuvo algo <strong>de</strong> ella). La<br />
verdad y el espíritu papal jamás pue<strong>de</strong>n coexistir. Ningún papa, ningún hombre con<br />
disposición papal, tiene la verdad. Tan pronto como un hombre recibe la verdad, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />
ser un papa. Si el papa <strong>de</strong> Roma se convirtiese y se hiciera discípulo <strong>de</strong> Cristo, en esa<br />
misma hora quedaría vacante la silla pontificia.<br />
Lo mismo que no hay hombre que posea el monopolio <strong>de</strong> la verdad, tampoco hay<br />
lugares a los que haya necesariamente que acudir, a fin <strong>de</strong> hallarla. Los hermanos<br />
<strong>de</strong> Antioquía no necesitaban ir a Jerusalén para apren<strong>de</strong>r la verdad, ni para averiguar si<br />
lo que poseían era el artículo genuino. El hecho <strong>de</strong> que la verdad fuese primeramente<br />
proclamada en un <strong>de</strong>terminado lugar, no implica que sólo allí sea posible encontrarla.<br />
<strong>De</strong> hecho, los últimos lugares en el mundo en don<strong>de</strong> uno pue<strong>de</strong> esperar encontrar o<br />
apren<strong>de</strong>r la verdad, son precisamente <strong>las</strong> ciuda<strong>de</strong>s en <strong>las</strong> que el evangelio se proclamó<br />
primeramente en los siglos tempranos <strong>de</strong> la era cristiana: Jerusalén, Antioquía, Roma o<br />
Alejandría”.<br />
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Ministerio A la Luz <strong>de</strong> la Biblia.<br />
www.alalu<strong>de</strong>labiblia.org<br />
Febrero, 21 <strong>de</strong> 2008