EL LANDÓ DE SEIS CABALLOS - Víctor Ruiz Iriarte
EL LANDÓ DE SEIS CABALLOS - Víctor Ruiz Iriarte
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<strong>EL</strong> <strong>LANDÓ</strong> <strong>DE</strong> <strong>DE</strong> <strong>SEIS</strong> <strong>CABALLOS</strong> 21<br />
Locuras que hacen los hombres… (Margarita y Rosita ríen alegremente. Isabel,<br />
risueña, se ruboriza un poco) A mi manera, soy, a veces, muy feliz… Yo creo<br />
que la felicidad es como una gran fiesta, que tiene una víspera muy larga.<br />
Tan larga, tan larga es la víspera, que la felicidad llega demasiado tarde. Por<br />
eso, la única felicidad está en la víspera. Así vivo, soñando en la víspera de<br />
la felicidad. Y cuando cierro los ojos soy feliz…<br />
ma r g a r i ta.—(Suave) ¿Por qué ha venido usted aquí esta noche?…<br />
iS a b e l.—Porque usted no sabe lo que significa en la vida de una mujer vulgar,<br />
como yo, una llamada a lo extraordinario. Porque esto era la aventura…<br />
Porque creí que el duque se había enamorado de mí. Por todo eso. ¿No cree<br />
usted que son bastantes razones?<br />
(Transición)<br />
Naturalmente, como venía tan ilusionada, me ha molestado muchísimo<br />
encontrarme con ustedes aquí… (Amablemente) Rosita, ¿me perdonas por<br />
lo mal que te he tratado?<br />
ro S i ta.—(Muy cumplida) ¡Por Dios, señorita, es usted muy dueña!<br />
iS a b e l.—No me digas señorita. Y llámame de tú.<br />
ro S i ta.—No sé si me atreva.<br />
iS a b e l.—Atrévete, atrévete. Y dame un beso.<br />
ro S i ta.—(Besándola, radiante) ¡Sí, señorita!<br />
iS a b e l.—Claro que, eso sí, yo he venido preparada. Por si el duque era un<br />
sinvergüenza, de esos que enseguida se propasan, miren ustedes lo que he<br />
traído…<br />
(Abre su bolso y extrae del interior un antiquísimo revólver.<br />
Margarita y Rosita retroceden, empavorecidas)<br />
ma r g a r i ta.—¡Ay!<br />
ro S i ta.—¡Guarde usted eso!<br />
iS a b e l.—(Casi llorando) ¡Ay, Dios mío, qué desgraciada soy! Mire usted que venir<br />
a Ávila para contarles a ustedes todo esto.<br />
ro S i ta.—(Muy apurada, ya casi con lágrimas) ¡No llore usted, señorita, que a mí<br />
se me saltan las lágrimas enseguida.<br />
ma r g a r i ta.—No llores, Isabel. Los hombres, cuando de verdad hacen llorar es<br />
después…<br />
iS a b e l.—(Tiernamente agradecida) ¡Qué buena eres tú también, Margarita!<br />
(Cariñosísima) ¿Cómo se llama la niña?<br />
Edición dE VÍcTOR GARcÍA RUiZ