La invasión de los hidrosimios

Librodot La invasión de los hidrosimios R. L. Stine
-¿Kelly? -sugirió Glen.
-No. Kelly se ha ido. Estamos solos en casa. A Glen no se le ocurrió ninguna
explicación. Y a Scott tampoco. Miraron fijamente el acuario.
-Sabes lo que... lo que esto quiere decir, ¿no?
-No. ¿Qué? -preguntó Glen
-¡Que Mac puede salir!9
Scott tomó el folleto de instrucciones de los hidrosimios para leerlo. ¿Era posible que
los hidrosimios pudieran salir de la pecera? No lo creía.
- ¿Se refiere en alguna parte a lo que pasa cuando dos idiotas no utilizan agua destilada?
-preguntó Glen.
- ¿Qué quieres decir?
- Que no tenemos forma de saber en qué se va a convertir Mac. Y todo porque se te
ocurrió utilizar agua del lago Fear.
-Bueno, y qué. Mac es mucho mejor que esas pequeñas motas -insistió Scott-. Que
serían lo único que habríamos conseguido si hubiéramos seguido las instrucciones al pie de la
letra.
Scott miró a Mac y sus ojos se abrieron de par en par ante lo que vio.
El hidrosimio se entretenía amontonando los peniques encima del sacapuntas.
- ¡No puedo creer lo que está haciendo! -exclamó-. Pero tenemos que sacar mis cosas
del acuario.
- Las sacarás tú -dijo Glen-. ¡Son tus cosas!
Scott no quería meter la mano en el agua. No sabía lo que le haría Mac. Pero quería
sacar su reloj y su dólar de plata de allí. Así que no le que-daba más remedio.
Decidió agarrar primero el reloj. Mac no estaba muy cerca de él.
Scott respiró hondo y metió la mano. Agarró el reloj y lo sacó rápidamente.
Scott sonrió y agitó el reloj enfrente de Glen. Las gotas de agua salpicaron la cara de su
amigo.
-Tu turno -dijo-. ¡A menos que tengas mucho miedo!
Glen se secó el agua de la cara con la manga.
-Yo no soy el que quiere las cosas, así que, ¿por qué voy a agarrarlas? -preguntó.
Scott fue a sacar el dólar de plata, esta vez mucho más tranquilo.
Sumergió la mano en el agua... ¡y recibió un mordisco!
Un dolor agudo y fuerte le recorrió los dedos cuando Mac se enganchó a ellos.
Mordiéndolos.
Mordiéndolos con su afilada dentadura.
-¡Socorro! ¡Me ha atrapado! -gritó Scott.
Mac le estaba clavando los dientes en la mano. Parecía como si lo estuvieran pinchando
con agujas calientes. Pequeñas gotas de sangre salpica-ron su piel.
Scott agitó la mano de un lado a otro. Con furia. Tratando de librarse de Mac. Pero lo
único que consiguió fue que Mac le clavara los dientes más profundamente.
El mono se deslizó bajo la manga de su suéter. Scott pudo sentir cómo subía por su
brazo. Moviéndose. Dejando un rastro abrasador por donde pasaba.
-¡Socorro! ¡Sácalo de aquí! ¡Sácalo de aquí! -Scott saltaba arriba y abajo, golpeando a
Mac a través del suéter.
-¡Me está quemando!
-¿Qué te pasa? -preguntó Glen.
-¡Mac! -gritó Scott-. ¡Está debajo de mi manga!
-¿Debajo de tu manga? -preguntó Glen con incredulidad-. ¡Fantástico!
-¡Sácalo de aquí! -chilló Scott.
-Quítate el suéter -respondió Glen.
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