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La invasión de los hidrosimios

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Librodot <strong>La</strong> <strong>invasión</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>hidrosimios</strong> R. L. Stine<br />

Kelly se echó a reír.<br />

-Vaya dos fracasados. ¿Qué les pasa? ¿No pue<strong>de</strong>n encontrar amigos <strong>de</strong> verdad que<br />

tienen que criar<strong>los</strong>?<br />

Dejó la caja en la mesa y salió <strong>de</strong> la cocina.<br />

-Entonces qué, ¿vamos a hacer algo con esto? -preguntó Glen abriendo la caja.<br />

-Supongo que sí. -Scott se sentó y observó cómo Glen sacaba una pequeña pecera <strong>de</strong> la<br />

caja. Otro <strong>de</strong>sengaño.<br />

<strong>La</strong> pecera era mucho más pequeña que la que tenía el científico loco <strong>de</strong>l anuncio. Era<br />

pequeña incluso para un pececito <strong>de</strong> colores. Y estaba he-cha <strong>de</strong> plástico.<br />

Lo único bueno era una tapa con una luz que podías encen<strong>de</strong>r y apagar. Y el fondo <strong>de</strong> la<br />

pecera parecía la superficie <strong>de</strong> la Luna... con un gran cráter en el centro.<br />

Glen sacó una bolsa con comida para <strong>hidrosimios</strong> y un paquete <strong>de</strong> cristales mágicos. Era<br />

más pequeño que un sobre <strong>de</strong> azúcar.<br />

"Esto es un frau<strong>de</strong> como una catedral", pensó Scott.<br />

-¿Qué tamaño se supone que alcanzarán <strong>los</strong> monos? -preguntó.<br />

Glen buscó las instrucciones.<br />

-Dice que si están bien criados, <strong>los</strong> <strong>hidrosimios</strong> pue<strong>de</strong>n llegar a medir un centímetro y<br />

medio.<br />

-¿Un centímetro y medio? -gimió Scott-. Los <strong>de</strong>l anuncio eran monstruosos.<br />

- <strong>La</strong>s instrucciones dicen que necesitaremos agua <strong>de</strong>stilada -dijo Glen, leyéndolas-.<br />

¿Tienes?<br />

- No -respondió Scott-. Y no pienso gastar más dinero.<br />

- Pues no podrás criar <strong>hidrosimios</strong> -dijo Glen-. Aquí dice que tienes que utilizar agua<br />

<strong>de</strong>stilada.<br />

-Tengo una i<strong>de</strong>a -dijo Scott, sintiéndose mejor <strong>de</strong> repente-. Vayamos al bosque <strong>de</strong> Fear<br />

Street y saquemos agua <strong>de</strong>l lago.<br />

-¿Estás loco? -exclamó Glen-. ¿No has oído hablar <strong>de</strong> <strong>los</strong> horribles bichos que viven en<br />

el lago Fear? Conozco un chico que bebió agua <strong>de</strong> ese lago por una apuesta... y tuvieron que<br />

internarlo en el hospital. ¡Quién sabe lo que criaríamos si utilizáramos esa agua!<br />

- ¡Exacto! -Scott esbozó su sonrisa <strong>de</strong> científico loco.<br />

-¡Quién sabe lo que criaremos!<br />

Cuando Scott llegó al final <strong>de</strong>l paseo <strong>de</strong>l parque, su corazón empezó a latir con más<br />

fuerza. Al siguiente paso, cruzaría la frontera imaginaria y se a<strong>de</strong>ntraría en un territorio<br />

peligroso... Fear Street.<br />

Incluso a la luz <strong>de</strong>l día, Fear Street era una calle oscura y tenebrosa. Gran<strong>de</strong>s y viejos<br />

árboles flanqueaban la calle, y la luz <strong>de</strong>l sol, cuando conseguía penetrar a través <strong>de</strong> las altas<br />

ramas, dibujaba extrañas sombras en el suelo. Sombras que parecían po<strong>de</strong>r engullirte en<br />

cualquier momento.<br />

Si paseas por Fear Street sabrás que todas las siniestras historias que te han contado<br />

sobre esta calle son ciertas.<br />

-¡<strong>La</strong> aventura está a punto <strong>de</strong> empezar! -dijo Scott a Glen. Respiró hondo y se dirigió<br />

hacia el bosque <strong>de</strong> Fear Street. Era aún más siniestro que la calle. Y daba mucho más miedo.<br />

Los árboles <strong>de</strong>l bosque eran anchos y nudosos, con ramas negras y retorcidas que parecían<br />

estar esperando. Esperando para estrangularte.<br />

Glen vaciló.<br />

- Bueno, ¿vas a venir o qué?<br />

-Es una i<strong>de</strong>a estúpida -replicó Glen.<br />

- No lo es. Lo que pasa es que eres un gallina -dijo Scott; empezó a mover <strong>los</strong> brazos y<br />

a cacarear.<br />

- No soy un gallina -dijo Glen.<br />

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