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Un Tal Lucas.pdf - Textosenlinea.com.ar

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<strong>Lucas</strong>, su <strong>ar</strong>te nuevo de pronunci<strong>ar</strong> conferencias<br />

20<br />

<strong>Un</strong> <strong>Tal</strong> <strong>Lucas</strong> – Julio Cortáz<strong>ar</strong><br />

—Señoras, señoritas, etc. Es p<strong>ar</strong>a mí un honor, etc. En este recinto ilustrado por,<br />

etc. Séame permitido en este momento, etc. No puedo entr<strong>ar</strong> en materia sin que, etc.<br />

Quisiera, ante todo, precis<strong>ar</strong> con la mayor exactitud posible el sentido y el alcance<br />

del tema. Algo de temer<strong>ar</strong>io hay en toda referencia al porvenir cuando la mera noción del<br />

presente se presenta <strong>com</strong>o incierta y fluctuante, cuando el continuo espacio-tiempo en el<br />

que somos los fenómenos de un instante que se vuelve a la nada en el acto mismo de<br />

concebirlo es más una hipótesis de trabajo que una certidumbre corroborable. Pero sin caer<br />

en un regresionalismo que vuelve dudosas las más elementales operaciones del espíritu,<br />

esforcémonos por admitir la realidad de un presente e incluso de una historia que nos sitúa<br />

colectivamente con las suficientes g<strong>ar</strong>antías <strong>com</strong>o p<strong>ar</strong>a proyect<strong>ar</strong> sus elementos estables y<br />

sobre todo sus factores dinámicos con miras a una visión del porvenir de Honduras en el<br />

concierto de las democracias latinoamericanas. En el inmenso escen<strong>ar</strong>io continental (gesto<br />

de la mano ab<strong>ar</strong>cando toda la sala) un pequeño país <strong>com</strong>o Honduras (gesto de la mano<br />

ab<strong>ar</strong>cando la superficie de la mesa) representa tan sólo una de las téselas multicolores que<br />

<strong>com</strong>ponen el gran mosaico. Ese fragmento (palpando con más atención la mesa y<br />

mirándola con la expresión del que ve una cosa por primera vez) es extrañamente concreto<br />

y evasivo al mismo tiempo, <strong>com</strong>o todas las expresiones de la materia. ¿Qué es esto que<br />

toco? Madera, desde luego, y en su conjunto un objeto voluminoso que se sitúa entre<br />

ustedes y yo, algo que de alguna manera nos sep<strong>ar</strong>a con su seco y maldito tajo de caoba.<br />

¡<strong>Un</strong>a mesa! ¿Pero qué es esto? Se siente cl<strong>ar</strong>amente que aquí abajo, entre estas cuatro patas,<br />

hay una zona hostil y aún más insidiosa que las p<strong>ar</strong>tes sólidas; un p<strong>ar</strong>alelepípedo de aire,<br />

<strong>com</strong>o un acu<strong>ar</strong>io de transp<strong>ar</strong>entes medusas que conspiran contra nosotros, mientras que<br />

aquí encima (pasa la mano <strong>com</strong>o p<strong>ar</strong>a convencerse) todo sigue plano y resbaloso y<br />

absolutamente espía japonés. ¿Cómo nos entenderemos, sep<strong>ar</strong>ados por tantos obstáculos?<br />

Si esa señora semidormida que se p<strong>ar</strong>ece extraordin<strong>ar</strong>iamente a un topo indigestado<br />

quisiera meterse debajo de la mesa y explic<strong>ar</strong>nos el resultado de sus exploraciones, quizá<br />

podríamos anul<strong>ar</strong> la b<strong>ar</strong>rera que me obliga a dirigirme a ustedes <strong>com</strong>o si me estuviera<br />

alejando del muelle de Southampton a bordo del Queen M<strong>ar</strong>y, navio en el que siempre tuve<br />

la esperanza de viaj<strong>ar</strong>, y con un pañuelo empapado en lágrimas y lavanda Y<strong>ar</strong>dley agit<strong>ar</strong>a el<br />

único mensaje todavía posible hacia las plateas lúgubremente amontonadas en el muelle.<br />

Hiato aborrecible entre todos, ¿por qué la <strong>com</strong>isión directiva ha interpuesto aquí esta mesa<br />

semejante a un obsceno cachalote? Es inútil, señor, que se ofrezca a retir<strong>ar</strong>la, porque un<br />

problema no resuelto vuelve por la vía del inconsciente <strong>com</strong>o tan bien lo ha demostrado<br />

M<strong>ar</strong>ie Bonap<strong>ar</strong>te en su análisis del caso de Madame Lefèvre, asesina de su nuera a bordo de<br />

un automóvil. Agradezco su buena voluntad y sus músculos proclives a la acción, pero me<br />

p<strong>ar</strong>ece imprescindible que nos adentremos en la naturaleza de este dromed<strong>ar</strong>io<br />

indescriptible, y no veo otra solución que la de aboc<strong>ar</strong>nos cuerpo a cuerpo, ustedes de su<br />

lado y yo del mío, a esta censura lígnea que retuerce lentamente su abominable cenotafio.<br />

¡Fuera, objeto oscurantista! No se va, es evidente. ¡<strong>Un</strong> hacha, un hacha! No se asusta en lo<br />

más mínimo, tiene el agitado aire de inmovilidad de las peores maquinaciones del<br />

negativismo que se inserta solapado en las fábricas de la imaginación p<strong>ar</strong>a no dej<strong>ar</strong>la

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