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E - Plan Nacional de Lectura - Educ.ar

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Ese insomnio era una <strong>de</strong>sgracia. Mañana est<strong>ar</strong>ía resfriado y<br />

and<strong>ar</strong>ía abombado como un sonámbulo todo el día. Y a<strong>de</strong>más<br />

nunca había hecho esa idiotez <strong>de</strong> levant<strong>ar</strong>se y vestirse en plena<br />

noche <strong>de</strong> invierno nada más que p<strong>ar</strong>a qued<strong>ar</strong>se ahí, fumando<br />

en el balcón. ¿A quién se le ocurría hacer esas cosas? Se encogió<br />

<strong>de</strong> hombros, angustiado. La noche se había hecho p<strong>ar</strong>a dormir<br />

y se sentía viviendo a contramano. Solamente él se sentía <strong>de</strong>spierto<br />

en medio <strong>de</strong>l enorme silencio <strong>de</strong> la ciudad dormida. Un<br />

silencio que lo hacía moverse con cierto sigiloso cuidado, como<br />

si pudiera <strong>de</strong>spert<strong>ar</strong> a alguien. Se cuid<strong>ar</strong>ía muy bien <strong>de</strong> no contárselo<br />

a su socio <strong>de</strong> la ferretería porque lo c<strong>ar</strong>g<strong>ar</strong>ía un año<br />

entero por esa ocurrencia <strong>de</strong> lustr<strong>ar</strong>se los zapatos en medio <strong>de</strong><br />

la noche. En este país don<strong>de</strong> uno aprovechaba cualquier oportunidad<br />

p<strong>ar</strong>a jo<strong>de</strong>r a los <strong>de</strong>más y pas<strong>ar</strong>la bien a costillas ajenas<br />

había que tener mucho cuidado p<strong>ar</strong>a conserv<strong>ar</strong> la dignidad. Si<br />

uno se <strong>de</strong>scuidaba lo llevaban por <strong>de</strong>lante, lo aplastaban como a<br />

una cuc<strong>ar</strong>acha. Estornudó. Si estuviera su mujer ya le habría<br />

hecho uno <strong>de</strong> esos tés <strong>de</strong> yuyos que ella tenía y santo remedio.<br />

Pero suspiró <strong>de</strong>sconsolado. Su mujer y su hijo se habían ido a<br />

pas<strong>ar</strong> el fin <strong>de</strong> semana a la quinta <strong>de</strong> Paso <strong>de</strong>l Rey llevándose a<br />

la sirvienta así que estaba solo en la casa. Sin emb<strong>ar</strong>go, pensó,<br />

no le iban tan mal las cosas. No podía quej<strong>ar</strong>se <strong>de</strong> la vida. Su<br />

padre había sido un cobrador <strong>de</strong> la luz, un inmigrante que se<br />

había muerto <strong>de</strong> hambre sin haber llegado a nada. El señor<br />

Lan<strong>ar</strong>i había trabajado como un animal y ahora tenía esa casa<br />

<strong>de</strong>l tercer piso cerca <strong>de</strong>l Congreso, en propiedad horizontal, y<br />

hacía pocos meses había comprado el pequeño Renault que<br />

ahora estaba abajo, en el g<strong>ar</strong>aje y había gastado una fortuna en<br />

los hermosos apliques cromados <strong>de</strong> las portezuelas. La ferretería<br />

<strong>de</strong> la Avenida <strong>de</strong> Mayo iba muy bien y ahora tenía también la<br />

quinta <strong>de</strong> fin <strong>de</strong> semana don<strong>de</strong> pasaba las vacaciones. No podía<br />

quej<strong>ar</strong>se. Se daba todos los gustos. Pronto su hijo se recibiría <strong>de</strong><br />

abogado y seguramente se cas<strong>ar</strong>ía con alguna chica distinguida.<br />

Cl<strong>ar</strong>o que había tenido que hacer muchos sacrificios. En tiempos<br />

como estos, don<strong>de</strong> los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes políticos eran la rutina,<br />

había estado v<strong>ar</strong>ias veces al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la quiebra. Palabra fatal<br />

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