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Revista "Paginas Sueltas" - Potosi, mas cerca del cielo

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ElatoS mÉDiCoS y alGo mÁS…<br />

rEtratoS DE la PEStE<br />

Por: Víctor Hugo Vargas Pereira<br />

Relato inspirado en la vida y muerte <strong>del</strong> Dr. Delfín Parada.<br />

La elevada fiebre, que lleva ya varios días, no le impide tener<br />

momentos de lucidez entre los episodios <strong>del</strong>irantes, los cuales<br />

son cada vez más frecuentes y prolongados .En ellos, no hace<br />

más que nombrar a Isabel , su esposa, y uno a uno a sus cuatro<br />

hijos . Cuando nombra a la muerte y añora la compañía de su<br />

madre ya fallecida, todos saben que el fin <strong>del</strong> episodio <strong>del</strong>irante<br />

esta <strong>cerca</strong>. Es como si ella, en verdad, acudiera en su auxilio y<br />

le reconfortara. Termina siempre con la misma frase –sí madre,<br />

también yo, madre-; ensombrece la cara y continúa: - ¡claro que<br />

voy contigo madre!-, y descansa.<br />

Lo rodean en su lecho de enfermo, su familia y la gente <strong>mas</strong><br />

allegada <strong>del</strong> pueblo; se siente protegido cuando abre los ojos y<br />

reconoce las familiares caras pendientes de él.<br />

Se ven dos recipientes grandes con abundante cantidad de<br />

agua, fría en el uno y caliente en el otro. En ellos las mujeres<br />

sumergen toallas limpias que le aplican como compresas sobre<br />

la frente, los hombros y el pecho. Frías para bajarle la fiebre y<br />

calientes, sobre los pies, para entibiarlos, ya que son la única<br />

parte de su cuerpo que esta helada. Después de atender a<br />

tantos enfermos y con los conocimientos que el mismo les ha<br />

transmitido, es lógico que saben perfectamente lo que tienen<br />

que hacer.<br />

Afuera en el pequeño patio que antecede a la vivienda, se<br />

aglomera la gente que no ha podido ingresar. El pueblo todo<br />

está pendiente de su evolución y se ha volcado a la casa <strong>del</strong><br />

doctor, todos quieren ayudar, aunque sea solo con su presencia.<br />

Se improvisaron unos tablones asentados sobre piedras<br />

para usarlos como asientos, quienes no pudieron sentarse<br />

se mantienen de pie conversando en voz baja, otro grupo<br />

numeroso de gente esta reunido en la calle, ya que hasta el<br />

patio quedo chico.<br />

El doctor Parada rehusó ser internado en el hospital , por tal<br />

razón se improviso su dormitorio como sala de atención, se<br />

dejó solo una cortina entreabierta, por lo tanto la iluminación<br />

<strong>del</strong> ambiente es la estrictamente necesaria, evitando molestias<br />

adicionales al paciente. Sobre la mesa , llama la atención su<br />

maletín de cuero negro , bien lustrado; a través de su ranura<br />

entreabierta se pueden observar sus instrumentos de trabajo;<br />

un estetoscopio que lo usaba para escuchar el pecho y espalda<br />

de sus pacientes, , un tensiómetro para la toma de presión<br />

arterial y en el fondo un pequeño martillo y otros implementos.<br />

Al lado un gran libro abierto, en cuyas hojas amarillentas<br />

resaltan grandes letras negras, escritas en latín y graficadas con<br />

dibujos de la anatomía humana. Un escritorio se ha improvisado<br />

como farmacia, sobre el se ven frascos de vidrio café oscuro<br />

de diferentes tamaños, coronados con grandes tapones de<br />

corcho; lleva cada uno, escrito en una etiqueta, el nombre y la<br />

composición química <strong>del</strong> producto. Se ven también unos sobres<br />

con polvos y otras sustancias de colores diversos, que van desde<br />

el amarillo, pasando por el verde y rojo, hasta el azul intenso.<br />

literatura<br />

Tisanas e infusiones de yerbas y plantas se han preparado, a<br />

cual más amarga que la otra, alineadas en un orden que solo<br />

los curanderos y matronas experimentadas conocen. De tiempo<br />

en tiempo le dan a beber en sorbos pequeños, por su elevada<br />

temperatura, las pociones.<br />

En el rincón <strong>mas</strong> alejado de la habitación, sobre unas brasas<br />

candentes, se encuentra hirviendo de manera continua una<br />

gran olla metálica con una combinación de plantas aromáticas,<br />

de entre las cuales se puede claramente distinguir el aroma<br />

fresco y descongestionante <strong>del</strong> eucalipto, que entra en todos los<br />

resquicios de la habitación y también hasta el último rincón de<br />

los pulmones. El aire enrarecido que se respira se carga aún <strong>mas</strong><br />

con el vapor de tales emanaciones, el resultado es que no sólo<br />

el paciente está húmedo y sudoroso, todos quienes acompañan<br />

al enfermo tienen un aspecto similar , sólo la palidez terrosa <strong>del</strong><br />

primero resalta a primera vista.<br />

Es el tercer día de enfermedad, y por la experiencia de ver morir<br />

a decenas por peste, se sabe que es excepcional que lleguen<br />

al cuarto día. Íntimamente todos saben que no están cuidando<br />

a un enfermo. Aunque nadie se atreve siquiera a mencionarlo,<br />

es sabido que con medicina pocos se salvan y sin ella ninguno.<br />

Esto, por lo tanto, se parece más a un velorio anticipado. Los<br />

únicos en quienes su fe aún no ha sido derrotada son Isabel,<br />

sus cuatro hijos y la criada. Por las circunstancias dramáticas y<br />

el comprensible estado de la esposa, es la criada Isaura quien ha<br />

tomado las riendas de la casa y ella determina quiénes ingresan<br />

a la habitación y qué es en definitiva lo que se suministra al<br />

enfermo.<br />

La enfermera, que fuera su brazo derecho durante los 16 meses<br />

de trabajo en el pueblo, y las madres de los dos primeros niños<br />

que se salvaron de la epidemia gracias a su intervención y que<br />

por tal razón se convertirían después en sus primeras comadres,<br />

sólo han salido de la habitación en estos tres días para asearse<br />

y realizar sus necesidades fisiológicas. Lo poco que comieron lo<br />

hicieron sentadas en el piso, al pie de la cama <strong>del</strong> enfermo.<br />

Se turnan en los quehaceres: mientras la una se ocupa de dar<br />

los brebajes cada vez que el doctor emite algún quejido, otra le<br />

frota las pantorrillas y le <strong>mas</strong>ajea las plantas de los pies con una<br />

mezcla compuesta de grasas de caimán, de víbora y de gallina,<br />

mientras la tercera aprovecha para dormitar sobre el cuero de<br />

un jaguar colocado en el rincón opuesto de donde hierve la<br />

mezcla de plantas aromáticas. El cambio de “turno” no es mayor<br />

a las tres o cuatro horas, ya que ninguna puede conciliar el sueño<br />

y el permanecer sin hacer nada las hace sentirse incómodas.<br />

Entonces la que descansaba se ocupa de los brebajes, la que<br />

realizaba esa tarea pasa a los pies y la de los <strong>mas</strong>ajes se tiende en<br />

el suelo por un momento, en una rotación en el sentido horario<br />

que se instituyo de manera natural.<br />

La esposa y los hijos pasan el tiempo de rodillas apoyando los<br />

codos en la cama <strong>del</strong> enfermo, lo rodean en actitud de oración,<br />

si alguno se queda dormido la madre lo levanta en sus brazos<br />

y lo lleva a la habitación contigua depositándolo en una de<br />

,<br />

<strong>Paginas</strong>ueltas | 13

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