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Revista "Paginas Sueltas" - Potosi, mas cerca del cielo

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todo el país sus innovadoras técnicas, tanto en cirugía como<br />

los nuevos conocimientos en materia de prevención que ha<br />

adquirido en el exterior.<br />

Siendo el oriente boliviano tierra rica y fértil, de clima cálido y<br />

gente alegre y despreocupada, donde la vida transcurre casi<br />

sin sentirla, entre tertulias vespertinas y serenatas nocturnas,<br />

un médico formado en una metrópoli agitada y bullanguera no<br />

puede menos que sentirse innecesario, cuando no aburrido.<br />

Una población pequeña de no más de dos o tres decenas de miles<br />

de habitantes no le despertaba ninguna emoción. Los casos en<br />

los cuales intervenía, eran mucho menos de los que hubiera<br />

deseado. A pesar de ser el médico que más pacientes atendía,<br />

para él no eran suficientes ni sus dolencias representaban retos<br />

para su capacidad. Cuando ya pensaba en agarrar sus cosas<br />

y familia y marchar en busca de rumbos más estimulantes,<br />

surgió en el sureste <strong>del</strong> país una de las plagas más catastróficas<br />

y mortales de su historia. En toda la provincia de Cordillera se<br />

estaba extendiendo la temible peste negra y estaba diezmando<br />

poblaciones enteras, iniciaba la segunda década <strong>del</strong> siglo veinte<br />

y los conocimientos de la ciencia médica estaban comenzando<br />

a desentrañar los mecanismos más íntimos de las enfermedades<br />

infecciosas.<br />

Fue, por supuesto, el voluntario más capacitado para emprender<br />

la colosal tarea de controlar la desbastadora epidemia. Realizó<br />

los arreglos necesarios con las autoridades de salud para<br />

emprender el viaje lo antes posible. Se desarrolló una campaña<br />

nacional e internacional para aprovisionarse de las medicinas<br />

más modernas y poderosas en cantidad suficiente. Por su parte,<br />

seleccionó todo el material bibliográfico que necesitaría y todo<br />

fue cuidadosamente embalado. El convoy estaba formado por<br />

seis carretas grandes tiradas cada una por un par de los <strong>mas</strong><br />

fornidos bueyes de la región. Una carreta transportaba al doctor<br />

Parada y sus enseres personales; en la siguiente la enfermera y<br />

los alimentos necesarios para el viaje; las últi<strong>mas</strong> cuatro carretas<br />

estaban repletas de toda la medicina, los insumos e instrumental<br />

necesario para las atenciones y en la cola, cuatro bueyes que<br />

servían como relevo cuando fuere necesario.<br />

Al último momento se hubo de añadir dos carretas más, ya<br />

que cuando el doctor se despedía de Isabel y sus hijos, tuvo<br />

que enfrentar la terquedad de ésta, que estaba con todo listo<br />

para partir también. De nada valieron las explicaciones ni los<br />

ruegos en plena vía pública, ante la presencia expectante de<br />

autoridades y pobladores que en gran cantidad se habían dado<br />

cita para despedir la misión. Es más, la multitud había tomado<br />

partido y con exclamaciones los hombres aprobaban cuando el<br />

doctor hablaba; por su parte las mujeres vivaban la fortaleza de<br />

la mujer cada vez que rechazaba las explicaciones <strong>del</strong> esposo.<br />

Finalmente la balanza se inclino definitivamente a favor de las<br />

últi<strong>mas</strong> cuando Isabel comunicó, públicamente, que estaba<br />

embarazada. Después de un instante de silencio la multitud<br />

entera se regocijó en un nutrido aplauso. Sin esperar siquiera<br />

la aprobación <strong>del</strong> futuro nuevo padre, los varones comenzaron<br />

a cargar los enseres de la mujer y a ella misma en una de las<br />

dos carretas que la esposa ya tenía listas, mientras en la otra<br />

cargaron los alimentos adicionales.<br />

El viaje duró dieciocho días con sus noches. Todos mostraron<br />

entereza, aunque todos exigieron <strong>mas</strong> allá de lo normal; incluso<br />

los niños que fueron los que más sufrieron se dieron modos<br />

de encontrarle siempre a las horas momentos de distracción,<br />

cantando con la madre, jugando entre ellos o persiguiendo<br />

pequeños animales y aves en el monte.<br />

A la llegada a Cuevo, el lugar de operaciones, no hubo ningún<br />

recibimiento. Solo la autoridad <strong>del</strong> pueblo y un sanitario,<br />

después <strong>del</strong> saludo inicial, las presentaciones y las preguntas<br />

de rigor sobre el viaje, pasaron a informar sobre la situación<br />

de la población. En las calles desiertas, a pesar de la hora <strong>del</strong><br />

día, corría tan solo una leve brisa que no lograba refrescar la<br />

ardiente tarde, cuando el sol estaba dejando su punto más alto.<br />

Se podían percibir tímidas y temerosas miradas que curioseaban<br />

de sus ventanas sin atreverse siquiera a asomar la cabeza. Casi la<br />

mitad de la población había sucumbido al mal.<br />

Inmediatamente se instaló el hospital de campaña, se levantó<br />

inventario de los recursos y se realizó un recuento de la población.<br />

Se organizaron charlas informativas por grupos de treinta y<br />

cuarenta personas en diferentes horarios, a los asistentes se les<br />

proveía de elementos de limpieza y unos ingeniosos aparatitos<br />

que atrapaban y mataban a los ratones, que se enteraron, eran<br />

los causantes <strong>del</strong> mal. ¿Cómo?..no había explicación.<br />

La higiene y el aseo de las viviendas se convirtió en rutina<br />

para el pueblo. El cementerio fue trasladado mucho más lejos<br />

<strong>del</strong> pueblo, se prohibieron los velorios, y los cadáveres se<br />

enterraban inmediatamente cubriéndolos con una capa de cal.<br />

Las ratas que se eliminaban recibían el mismo tratamiento o<br />

eran incineradas.<br />

En principio los enfermos se trasladaban al hospital para ser<br />

atendidos y puestos en cuarentena, pero cuando la cantidad<br />

de enfermos sobrepasó la capacidad <strong>del</strong> mismo, a pesar de<br />

haberse habilitado incluso los ambientes destinados a la<br />

vivienda <strong>del</strong> personal, se decidió atender a los pacientes en su<br />

mismo domicilio, ya que no tenía sentido la cuarentena si el mal<br />

estaba en todo el pueblo. Entonces se llevaron al hospital solo<br />

los enfermos más <strong>del</strong>icados, en realidad los que fallecerían. La<br />

vivienda <strong>del</strong> médico que estaba contigua al hospital era la <strong>mas</strong><br />

protegida, cubiertos todos los resquicios con mallas que no<br />

permitían el ingreso de los animales <strong>mas</strong> pequeños, rodeada de<br />

una gruesa capa de cal en todo su perímetro. Fueron meses en<br />

que los niños casi no salieron <strong>del</strong> interior, hasta que la epidemia<br />

estuvo controlada. El mismo nacimiento <strong>del</strong> cuarto hijo <strong>del</strong><br />

matrimonio se produjo en la vivienda. La algarabía en el pueblo<br />

fue general, se organizó una fiesta en la plaza principal que fue<br />

la primera desde el inicio de la epidemia, pues para entonces<br />

los temores ya habían disminuido y la gente estaba intentando<br />

retomar sus actividades rutinarias. Los casos de enfermos con<br />

la peste habían disminuido muchísimo y los que enfermaban<br />

ahora tenían la posibilidad de curarse con la nueva medicina<br />

que había traído el doctor, sólo los más graves fallecían. La<br />

medicina era un polvo, que combatía la enfermedad cuando<br />

se lo tomaba, lo llamaban sulfa y debía ingerirse varias veces al<br />

día durante dos semanas. Aunque producía vómitos y dolores<br />

abdominales, era lo único capaz de salvar a un enfermo con<br />

peste.<br />

Se hicieron tres viajes durante el año para traer más sulfa de<br />

la Capital. El éxito que se estaba logrando en el control de la<br />

epidemia se propagó como reguero de pólvora y requerían el<br />

pronto regreso <strong>del</strong> doctor Parada para difundir su experiencia.<br />

Había incluso invitaciones <strong>del</strong> exterior para asesorar en otras<br />

regiones <strong>del</strong> continente con la misma plaga.<br />

Como los casos eran ya esporádicos y no había más medicina, se<br />

decidió que la labor <strong>del</strong> doctor Parada había concluido. Por lo<br />

demás el personal entrenado estaba perfectamente capacitado<br />

para controlar la situación y más aún, el mismo doctor se<br />

encargaría de realizar el siguiente envío de la medicina que<br />

ya faltaba. Así con la mayor congoja la población comenzó los<br />

,<br />

<strong>Paginas</strong>ueltas | 15

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