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Catalogo_1974-2007_01

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pronunció o escribió la palabra cielo o la palabra montaña estaba<br />

inaugurando la nueva literatura latinoamericana, ese matiz novedoso<br />

de la gran literatura castellana, porque ya ni el cielo era el de la<br />

patria lejana, ni las montañas eran las de España, ni la palabra nostalgia<br />

significaba lo mismo, ni la palabra mujer, ni la palabra soledad.<br />

Esta ambigüedad semántica que es propia de la vida y sus vicisitudes<br />

inaugura verdaderamente lo que podemos llamar literatura latinoamericana,<br />

lo que de todos modos le confiere ya varios siglos de<br />

existencia. Y la inaugura, lo que es más curioso, por obra de los propios<br />

españoles. Y esa novedad que sobre las palabras impone el nuevo<br />

paisaje y la nueva condición del europeo en América se agranda<br />

y se profundiza misteriosamente con el mestizaje, el hecho étnico de<br />

más trascendencia en la formación de nuestro Continente. Muchas<br />

veces se habló de la leyenda negra de la Conquista y de la terrible catástrofe<br />

que significó para las grandes culturas y civilizaciones autóctonas;<br />

pero aquel formidable fenómeno es infinitamente más complejo<br />

y bastaría para probar lo que digo que dos de los más grandes<br />

poetas que ha producido la lengua castellana en todos los tiempos,<br />

Rubén Darío y César Vallejo, fueron mestizos, que lejos de expresar<br />

resentimiento por la tragedia originaria cantaron en su hora admirablemente<br />

a España. Uno de los aspectos que debe señalar nuestra<br />

mayoría de edad ha de ser éste, el reconocimiento de la profundísima<br />

impronta española y la aceptación y la valorización de nuestra<br />

América como Continente híbrido, comprendiendo todo lo que tiene<br />

de grande la hibridez como en su tiempo lo tuvo en las grandes<br />

naciones que se formaron en el Mediterráneo.<br />

Cuando hablo de Confederación o de integración no quiero en<br />

manera alguna significar identificación. Las identidades sólo existen<br />

en los entes matemáticos, en el Universo de los objetos ideales, no en<br />

el turbio y complejo mundo de los hombres. Los latinoamericanos<br />

ofrecemos una infinita variedad, al mismo tiempo que formamos<br />

una unidad. Y es bueno que así sea, tal como sucede en una orquesta,<br />

donde el sonido del oboe es esencialmente diferente al del trombón<br />

o al de la viola y, sin embargo, todos tocan la misma partitura y<br />

finalmente se armoniza en una hermosa unidad. Esta es la unidad a<br />

la que debemos aspirar para Latinoamérica y no aquella identidad<br />

abstracta que alguna vez se ha preconizado a partir del Pensamiento<br />

Ilustrado, ese pensamiento que tiene la tendencia a hablarnos de<br />

Hombre con H mayúscula: los verdaderos hombres, los que tene-<br />

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