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Catalogo_1974-2007_01

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protagonista. Por eso no es excesivo decir que la literatura latinoamericana<br />

no sólo es el testimonio profundo de nuestra realidad, de<br />

nuestro drama y de nuestras esperanzas, sino que también nos ofrece<br />

el camino de nuestra salvación. Ustedes tal vez puedan decirme<br />

que este es un propósito demasiado grandioso. Pero la gran literatura<br />

siempre tuvo ese propósito. Recordemos si no aquello que sostenía<br />

Karl Jaspers sobre los trágicos griegos, cuando los consideraba<br />

como educadores de su pueblo, no en el sentido escolar, naturalmente,<br />

sino en el sentido espiritual y metafísico de la expresión. Afirmaba<br />

también que luego la literatura perdió aquella misión sagrada<br />

y trascendente para volverse meramente literaria. Comparto lo que<br />

dice de los trágicos griegos, pero no estoy de acuerdo con esta segunda<br />

parte de su pensamiento, porque no es menos grave un Kafka<br />

que un Sófocles, de ningún modo puede considerarse a la más<br />

grande literatura de nuestro tiempo inferior a la dramaturgia helénica.<br />

Esta labor de salvación que atribuyo a la literatura viene a plantearse<br />

en su exacto momento en este proyecto de la Biblioteca Ayacucho.<br />

No sólo la obra de liberación política y social ha de provenir<br />

de los libros, sino que, a mi juicio, la salvación del hombre puede<br />

provenir de nuestra literatura de ficción. No porque yo quiera sobrevalorar<br />

el oficio a que estoy condenado, sino porque las literaturas<br />

latinoamericanas, como en otro tiempo fue la rusa y luego la norteamericana,<br />

son, en sus más grandes expresiones, literaturas de salvación,<br />

ya que tratan del hombre y su destino, del sentido o sinsentido<br />

de su existencia, de la esperanza y de la muerte. Grandes y permanentes<br />

temas metafísicos que hacen la salvación de la criatura humana.<br />

Por eso, señor presidente de la República, me permito dirigirme<br />

a usted como hombre que tiene en sus manos los destinos de una nación.<br />

Porque son ustedes los que tienen que estar atentos a esos sutiles<br />

sismogramas donde verdaderamente encontrarán descritos el<br />

alma de una patria, sus secretas esperanzas y creencias, su fe, su escepticismo,<br />

o su angustia. Allí encontrarán al hombre integral de la<br />

América Latina, al hombre que deben salvar. Y salvándolo a él contribuiremos<br />

a salvar al hombre alienado de las grandes e hiperdesarrolladas<br />

civilizaciones que hoy se derrumban. Sepamos ahora correr<br />

como hijos solícitos a salvar a esas poderosas naciones que nos<br />

dieron origen, y también a los Estados Unidos, patria del rascacielos<br />

y del aire acondicionado pero también patria de espíritus nobilísimos,<br />

de grandes artistas y escritores que nos han servido de modelo.<br />

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