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Integración en psicoterapia:<br />
Integración en Psicoterapia<br />
Reflexiones y contribuciones desde la epistemología constructivista<br />
Guillem Feixas<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
Universidad de Barcelona<br />
<strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong><br />
Universidad Ramon Llull<br />
El desarrollo histórico de la psicoterapia se puede narrar como una<br />
sucesión de propuestas de enfoques teóricos que comportan visiones distintas de<br />
los problemas humanos y de la forma de abordarlos psicológicamente (Feixas y<br />
Miró, 1993). Si atendemos al contenido de la mayoría de estos enfoques<br />
podríamos llegar a creer que cada uno es único, marcadamente diferenciado de<br />
los demás y supuestamente mejor. De hecho, cada uno ha desarrollado una<br />
terminología propia, de forma que el diálogo entre ellos resulta confuso. El<br />
problema va incluso más allá de la cuestión terminológica, dado que también las<br />
diferencias epistemológicas y de visión del mundo constituyen una barrera<br />
potencial para la comunicación entre escuelas.<br />
La forma tradicional de presentar y evaluar los diferentes enfoques<br />
psicoterapéuticos se ha centrado en sus aspectos formales y teóricos, tales como<br />
conceptos básicos, estructura de la personalidad, visión de la psicopatología o<br />
concepción del cambio terapéutico. Dicha presentación fomenta la visión de los<br />
modelos psicoterapéuticos como si se tratara de descubrimientos objetivos sobre<br />
el ser humano, evaluables en cuanto a su contenido de verdad y aislados de su<br />
contexto cultural y socio-político. Sin embargo, tanto las denominadas ciencias<br />
duras como la filosofía de la ciencia hace tiempo que reconocen la influencia del<br />
contexto social sobre sus teorías (véanse por ejemplo los trabajos clásicos de<br />
Kuhn, 1970, o las propuestas aún más radicales de Feyerabend, 1976). Una<br />
forma alternativa de abordar tales enfoques es atender a su naturaleza discursiva<br />
en cuanto que construcciones sociales, preguntándose por ejemplo en qué tipo<br />
de corriente filosófica, literaria y/o cultural pueden enmarcarse o cuál es el<br />
zeitgeist que explícita o tácitamente están revelando (<strong>Botella</strong> y Figueras, 1995).<br />
También resulta relevante preguntarse cuál es el papel de la adscripción a una u<br />
1
Integración en Psicoterapia<br />
otra escuela (o a ninguna de ellas) en los procesos psicosociales de construcción<br />
y negociación de la identidad individual y colectiva del psicoterapeuta,<br />
concibiendo la identidad como un posicionamiento discursivo.<br />
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En este sentido, la pertenencia a una orientación teórica o escuela<br />
determinada deviene una importante seña de identidad para muchos<br />
psicoterapeutas. Así aparece reflejado consistentemente en la mayoría de<br />
encuestas, en las que algunos profesionales indican su adhesión a algún enfoque<br />
determinado. Esta adhesión tiene sin duda ventajas para el terapeuta. Un modelo<br />
teórico no sólo proporciona una visión determinada de los problemas humanos y<br />
de cómo intervenir psicoterapéuticamente en su resolución, sino también un<br />
lenguaje y una estructura científico-social de apoyo (congresos, revistas,<br />
sociedades, etc.) que ejerce un importante rol afiliativo en el desarrollo profesional<br />
del psicoterapeuta.<br />
Sin embargo, en las últimas décadas un número creciente de<br />
psicoterapeutas prefieren no identificarse plenamente con ninguna escuela<br />
concreta. En estos momentos parece que la tendencia de los psicoterapeutas a<br />
definirse como eclécticos supera la adscripción a cualquier otra orientación<br />
particular (véase Feixas y Miró, 1993, para una revisión de datos demográficos al<br />
respecto). En uno de los estudios que integraban los datos a los que nos<br />
referimos, Smith (1982) encontró que el 41% de los 415 psicoterapeutas<br />
encuestados se autodenominaban eclécticos. Sin embargo, al matizar su<br />
respuesta los encuestados escogían términos marcadamente dispares, lo que<br />
refleja la variedad de significados que engloba esta etiqueta. En realidad el<br />
eclecticismo puede entenderse más por lo que no es (no-adhesión a una escuela<br />
concreta) que por lo que es. Por otra parte, el término ecléctico tiene algunas<br />
connotaciones preocupantes, dado que en algunos casos implica combinar<br />
técnicas epistemológicamente incompatibles de forma incoherente. La<br />
pluralidad, no sólo de enfoques puros sino también de formas de práctica<br />
ecléctica, refleja la diversidad actual de la psicoterapia y plantea nuevos retos.<br />
Uno de tales retos es el de evolucionar hacia la exploración de un avance<br />
común. Ello implica una transición desde posturas eclécticas hacia lo que se<br />
2
Integración en Psicoterapia<br />
conoce en la actualidad como el movimiento integrador en psicoterapia; desde<br />
formas de seleccionar teorías o técnicas psicoterapéuticas hacia el esfuerzo por<br />
contribuir a una maduración y desarrollo cualitativo del campo de la psicoterapia<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
en un clima cooperativo de exploración de la integración. Nos referimos a<br />
exploración de la integración para distinguir el movimiento integrador del sueño<br />
unificacionista. En efecto, el movimiento integrador no pretende llegar a la fusión<br />
de todos los modelos en uno, pretensión científicamente ingenua y éticamente<br />
discutible por sus connotaciones totalitarias. Más bien aboga por la constitución<br />
de un marco de diálogo que sustituya la lucha de escuelas por un contexto<br />
cooperativo que permita encontrar propuestas integradoras más evolucionadas<br />
que los enfoques existentes. Por otro lado, dicho movimiento trata de fomentar y<br />
coordinar los esfuerzos por investigar los mecanismos de cambio descritos por<br />
distintos modelos terapéuticos, a menudo con terminologías diferentes.<br />
El planteamiento del reto de la integración se podría entender como una<br />
muestra de la evolución del campo de las psicoterapias hacia estadios más<br />
maduros de desarrollo. Norcross (1986) sugiere que la comunidad<br />
psicoterapéutica ha ido evolucionando de un simplismo absolutista y dogmático<br />
(Mi enfoque es el mejor por definición y los demás están equivocados) hacia el<br />
relativismo (Cada enfoque funciona según el caso), con la esperanza de llegar al<br />
compromiso ético con un enfoque desde el que evolucionar de forma no-<br />
dogmática. Es decir, la adhesión a un modelo se debería fundamentar en una<br />
elección personal y comprometida con su perfeccionamiento en lugar de en el<br />
dogmatismo.<br />
Sin embargo, a nuestro juicio tal compromiso con un modelo determinado<br />
se hace difícil después de haber reconocido sus limitaciones y su valor relativo.<br />
Una alternativa consiste en buscar soluciones más abarcadoras y evolucionadas,<br />
que pretendan integrar aspectos de distintos enfoques en un intento de ir un paso<br />
más allá que los modelos existentes. Como comentábamos en otro lugar (Feixas,<br />
1992a), este avance pasa previsiblemente por el respeto a la diversidad de<br />
concepciones del ser humano implícitas en distintos modelos terapéuticos, pero a<br />
la vez implica generar propuestas integradoras que, siendo sucesivamente<br />
3
Integración en Psicoterapia<br />
reemplazadas por nuevas alternativas, fomenten la evolución del campo de la<br />
psicoterapia. Cada nueva alternativa genera preguntas que sugieren nuevos<br />
interrogantes en lugar de respuestas definitivas. En la actualidad parece que el<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
movimiento que mejor refleja este espíritu es el que se articula alrededor de la<br />
Society for the Exploration of Psychotherapy Integration (SEPI)--que cuenta con<br />
una sección en España, la Sociedad Española para la Integración de la<br />
Psicoterapia (SEIP). Aunque se trata de un marco de confluencia de propuestas<br />
muy diversas, en su seno se promueve el diálogo y la exploración de<br />
construcciones alternativas que integren las aportaciones ya existentes, en<br />
detrimento del dogmatismo de escuela.<br />
Siguiendo a Arkowitz (1991) en su escrito inaugural del Journal of<br />
Psychotherapy Integration, entendemos que el movimiento integrador aglutina en<br />
la actualidad esfuerzos en tres grandes áreas de trabajo: el eclecticismo técnico,<br />
la integración teórica y el estudio de los factores comunes. Antes de describir la<br />
aportación constructivista a cada uno de estos enfoques, sin embargo,<br />
quisiéramos comentar brevemente los factores que han influido en la tendencia<br />
hacia el eclecticismo y la integración en las últimas décadas y, particularmente,<br />
cómo tales factores son plenamente coherentes con una concepción<br />
constructivista de la psicoterapia. Nuestro intento en la primera parte de este<br />
trabajo es demostrar como el constructivismo es perfectamente viable como<br />
marco conceptual general para la exploración de la integración en psicoterapia,<br />
dado que la actitud integradora caracteriza a la epistemología constructivista<br />
desde su misma raíz.<br />
Factores influyentes en la formación del movimiento integrador:<br />
una lectura constructivista<br />
Aunque podemos encontrar ejemplos aislados de propuestas eclécticas<br />
y/o integradoras desde los años treinta, el fenómeno del eclecticismo como hecho<br />
diferencial en psicoterapia se consolida en la década de los setenta y, como<br />
hemos comentado anteriormente, el movimiento integrador no toma forma hasta<br />
los ochenta. En esta sección comentaremos los factores que han propiciado el<br />
fenómeno contemporáneo de la exploración de la integración en psicoterapia<br />
4
Integración en Psicoterapia<br />
según Norcross (1986), examinando su compatibilidad con una perspectiva<br />
epistemológica constructivista.<br />
1. Proliferación de enfoques psicoterapéuticos.<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
La coexistencia de lo que a nuestro juicio (Feixas, 1992a) son<br />
construcciones parciales de la realidad dota al campo de la psicoterapia de una<br />
apariencia fragmentaria. Siguiendo la noción kelliana de fragmentalismo<br />
acumulativo (véase <strong>Botella</strong> y Feixas, 1998) parece como si la psicoterapia<br />
hubiese avanzado acumulando fragmentos de conocimiento parcialmente útiles y<br />
válidos, desarrollados de forma independiente y competitiva, carentes de un<br />
marco general que los hiciera compatibles. El hecho de contar en la actualidad<br />
con más de 400 formas de tratamiento da una idea de la gran capacidad<br />
generativa de la psicoterapia, como área de conocimiento, para crear<br />
construcciones diferenciadas, pero también de la incapacidad para integrarlas<br />
que ha derivado en el actual panorama de fragmentación.<br />
Desde una perspectiva constructivista, se puede entender el desarrollo de<br />
cualquier sistema de conocimiento (personal o científico/académico) como una<br />
dialéctica entre diferenciación e integración, que conduce en el caso óptimo a una<br />
situación de complejidad, pero no de fragmentación. La excesiva diferenciación<br />
de los enfoques psicoterapéuticos actuales es comprensible como un intento de<br />
maximizar la individualidad en detrimento de la comunalidad, ligado sin duda a<br />
cuestiones económicas, socio-políticas y de divergencias ideológicas (filosóficas,<br />
epistemológicas, metodológicas) entre los proponentes de cada uno de ellos. Sin<br />
embargo, en contraste con la estrategia del fragmentalismo acumulativo, el<br />
alternativismo constructivo (Kelly, 1969; véase <strong>Botella</strong> y Feixas, 1998) nos sugiere<br />
abogar por construcciones de un nivel jerárquico superior, más amplias y<br />
evolucionadas, que no supongan un modelo más a acumular. Aunque esta nueva<br />
(re)construcción no nos aporte un nuevo fragmento de verdad terapéutica, puede<br />
proporcionar una visión alternativa de las ya existentes. Con esta esperanza se<br />
han generado la mayoría de esfuerzos en el seno del movimiento integrador.<br />
2. Inadecuación de una forma única de psicoterapia para todos los casos.<br />
5
Integración en Psicoterapia<br />
Hoy en día se da un consenso creciente acerca de que no existe un solo<br />
enfoque que podamos considerar clínicamente adecuado para todos los<br />
problemas, clientes y situaciones. De hecho, el motor que ha generado el<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
surgimiento de tantos nuevos enfoques es la insatisfacción con los modelos<br />
existentes, la conciencia sobre su inadecuación en determinados casos. Este es<br />
también el motor que mueve los esfuerzos eclécticos e integradores, aunque en<br />
una dirección diferente. Si ninguna de las 400 propuestas terapéuticas existentes<br />
ha conseguido demostrar su utilidad en todos los casos, no se trata de crear la nº<br />
401 (aunque posiblemente ya exista al publicarse este trabajo) sino de plantearse<br />
la cuestión desde otra perspectiva.<br />
En los últimos años se va popularizando la posibilidad de explorar la<br />
integración de los conocimientos y técnicas disponibles que, aunque parciales y<br />
con valor limitado, puedan ayudarnos a comprender de forma más amplia y<br />
precisa el proceso psicoterapéutico. Otra idea en el mismo sentido es la de<br />
fomentar la flexibilidad teórica y técnica para adaptarse a cada caso concreto en<br />
detrimento de la adhesión rígida a un modelo. La flexibilización que conllevan los<br />
enfoques eclécticos e integradores reporta de por sí una mayor adaptación del<br />
proceder terapéutico a las particularidades del cliente. De no ser así, en palabras<br />
de Gordon <strong>All</strong>port, "si tu única herramienta es un martillo, tratarás a todo el<br />
mundo como a un clavo".<br />
Desde una perspectiva constructivista, se puede entender la psicoterapia<br />
como la génesis intencional de significados y narrativas que puedan<br />
transformar la construcción de la experiencia de los clientes mediante un<br />
diálogo colaborativo (<strong>Botella</strong>, en prensa; Kaye, 1995). Tales sistemas de<br />
construcción de la experiencia, si bien están pautados por las formas<br />
discursivo/narrativas aceptables socialmente, revisten un componente innegable<br />
de individualidad. Así, es perfectamente previsible que ningún modelo único de<br />
psicoterapia pueda responder al cambio de todos los clientes o en todas las<br />
patologías. La psicoterapia, desde nuestra perspectiva, reúne componentes de<br />
comunalidad en cuanto a los procesos de cambio (como propone la línea de<br />
6
Integración en Psicoterapia<br />
investigación de los factores comunes) y, simultáneamente, de especificidad en<br />
cuanto al contenido de dichos cambios.<br />
3. Ausencia de eficacia diferencial entre las psicoterapias.<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
A pesar de las diferencias teóricas entre modelos psicoterapéuticos y el<br />
interés de sus proponentes por demostrar su superioridad relativa, la conclusión<br />
que se extrae de la revisión de la literatura hasta el momento es que ninguna de<br />
ellas sobresale claramente por encima de las demás (véanse Lambert y Bergin,<br />
1992; Lambert, Shapiro y Bergin, 1986; Luborsky, Singer y Luborsky, 1975;<br />
Smith, Glass y Miller, 1980). Tanto la investigación metaanalítica de Smith et al.<br />
(1980), que incluía 475 estudios con más de 78 formas de psicoterapia, como<br />
otras investigaciones más restrictivas inciden en la misma conclusión: no hay un<br />
vencedor claro en la competición entre diferentes modelos psicoterapéuticos.<br />
Resulta paradójico que modelos terapéuticos pretendidamente diferentes<br />
(e incluso opuestos) resulten igualmente eficaces. La resolución de esta paradoja<br />
pasa para muchos por la cuestión de la integración, tanto en lo que respecta a la<br />
identificación de los factores comunes que afectan al éxito terapéutico como a la<br />
complementariedad de la validez de unos enfoques con la de otros en un<br />
esfuerzo de integración teórica y técnica.<br />
Así mismo, dicha paradoja ha reorientado la investigación en psicoterapia<br />
al análisis de los factores que contribuyen al cambio terapéutico. De entre estos,<br />
Lambert (1986) cifra la contribución de las técnicas terapéuticas específicas en<br />
sólo un 15% (véase Figura 1). Este reducido porcentaje debería hacernos<br />
reflexionar sobre la importancia--quizá excesiva--atribuida a dichas técnicas en<br />
los programas de formación de psicoterapeutas, así como sobre el papel de las<br />
habilidades técnicas en la práctica clínica. En general, este énfasis en los<br />
aspectos técnicos de la psicoterapia va en detrimento de los factores<br />
relacionados con las variables del cliente, del terapeuta y de la relación<br />
terapéutica. Sin embargo, estos parecen ser los factores que más afectan al<br />
resultado global de la psicoterapia.<br />
7
Integración en Psicoterapia<br />
Figura 1. Contribución relativa de los factores que influyen en el resultado de la<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
psicoterapia (Lambert, 1986).<br />
Factores Comunes<br />
30%<br />
Cambio Extraterapéutico<br />
40%<br />
Técnicas<br />
Efecto placebo 15%<br />
15%<br />
La adopción de un marco epistemológico constructivista conlleva una<br />
serie de implicaciones acerca de la relación de ayuda, plenamente coherentes<br />
con lo antedicho. Como proponíamos en otros trabajos (<strong>Botella</strong> y Feixas, 1998)<br />
la concepción de la relación terapéutica como interacción centrada en la co-<br />
construcción de nuevos significados implica prestar mayor atención al lenguaje,<br />
las narrativas, las metáforas y los constructos personales que se generan en el<br />
diálogo entre terapeuta y cliente. De entrada, esto supone alinearse con los<br />
enfoques que rechazan la visión del profesional como experto o como<br />
administrador de técnicas, y lo destronan de su presunta posición de<br />
objetividad. El enfoque constructivista contempla tanto al cliente como al<br />
terapeuta como expertos que participan en una aventura común; el cliente tiene<br />
una mayor experiencia acerca de las ventajas y limitaciones de su sistema de<br />
significado, y el terapeuta posee más pericia en lo concerniente a las<br />
habilidades facilitadoras del cambio en general (Feixas y Villegas, 1993). En<br />
consecuencia, la terapia se convierte en una búsqueda caracterizada por la<br />
colaboración y el respeto en pos de una revisión del sistema de significado<br />
personal, que permita mantener a los clientes en su esfuerzo por anticipar y<br />
participar de un mundo social que ellos también pueden ayudar a construir<br />
8
Integración en Psicoterapia<br />
(Neimeyer y Feixas, 1997). En cierto sentido, la psicoterapia constructivista “no<br />
tiene parangón en ninguna otra perspectiva contemporánea en cuanto a su<br />
postura fuertemente autorreflexiva” (<strong>Botella</strong>, 1996, p. 246).<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
Concebir la relación de ayuda como una relación de experto a experto<br />
implica que el cambio terapéutico no se deriva directamente de la aplicación de<br />
una técnica específica, sino de la creación de una forma particular de relación<br />
humana. Las técnicas no hacen nada al cliente; es más bien el cliente quien<br />
hace uso de la técnica si ésta se ofrece en el contexto de una relación terapéutica<br />
facilitadora del cambio.<br />
En conclusión, si se adopta esta perspectiva no resulta sorprendente ni<br />
paradógica la falta de eficacia diferencial. La paradoja sólo existe si se parte de<br />
premisas opuestas a las que acabamos de exponer, como por ejemplo, que<br />
"cuanto mejor es la técnica mejores son los resultados" o que "la investigación<br />
comparativa de resultados puede determinar la técnica más eficaz para la<br />
mayoría de los casos".<br />
4. Reconocimiento de la existencia de factores comunes a las distintas<br />
psicoterapias.<br />
El reconocimiento de la existencia de factores comunes que operan en la<br />
mayoría de las psicoterapias, hayan sido o no explicitados por sus proponentes,<br />
se hace cada vez más evidente. En este sentido, se va extendiendo cada vez<br />
más la actitud de buscar los ingredientes comunes entre los enfoques en lugar de<br />
centrarse exclusivamente en sus diferencias. Frank (1961) por ejemplo, planteó<br />
que los métodos actuales de psicoterapia representan, con algunas variaciones,<br />
actualizaciones de procedimientos muy antiguos de curación psicológica. Pero las<br />
psicoterapias contemporáneas enfatizan sus diferencias para hacerse más<br />
competitivas, de acuerdo con el contexto socio-económico mercantilista y liberal<br />
de nuestra sociedad occidental, por lo que estas diferencias se exageran. En la<br />
actualidad se reconoce, en virtud de los datos disponibles, que los factores<br />
comunes explican hasta un 30% del porcentaje de la varianza del éxito<br />
terapéutico (véase Figura 1). Si tenemos en cuenta que el porcentaje atribuible al<br />
9
Integración en Psicoterapia<br />
terapeuta es sólo un poco superior al 40% constatamos el tremendo peso de<br />
estos factores comunes en su contribución al cambio terapéutico.<br />
En este sentido, cabe recordar que según la epistemología constructivista,<br />
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similitudes y diferencias son operaciones del observador, no características<br />
"objetivas" de la realidad. Así, podría parecer que los psicoterapeutas hemos<br />
empezado a desplazar nuestro punto de observación desde la defensa de las<br />
diferencias y la novedad de determinados modelos terapéuticos hacia la<br />
conciencia de los factores comunes. Este cambio no se basa en que los modelos<br />
contemporáneos se parezcan más, sino que refleja nuestro cambio de<br />
posicionamiento al observarlos. Como afirmábamos anteriormente, el énfasis en<br />
la diferencia puede responder a intereses comerciales o políticos. Este nuevo<br />
posicionamiento debería promover más la cooperación de terapeutas de distintas<br />
orientaciones en la articulación de una base común, aspecto central del<br />
movimiento integrador.<br />
5. Enfasis en las características del paciente y de la relación terapéutica<br />
como principales ingredientes del cambio.<br />
Son precisamente los datos sobre la contribución de distintos factores al<br />
éxito terapéutico los que plantean el quinto factor influyente en el auge del<br />
movimiento integrador. El reconocimiento de que la mayor proporción de<br />
variancia del éxito terapéutico se debe a factores preexistentes del cliente obliga<br />
a un replanteamiento de la cuestión. En efecto, no parece muy prudente dedicar<br />
la mayor parte de nuestros esfuerzos al desarrollo tecnológico cuando este factor<br />
explica, como hemos comentado anteriormente, un 15% del éxito terapéutico en<br />
su estimación más favorable (véase Figura 1). Resultan mucho más lógicos los<br />
esfuerzos de sistematización que permitan adaptar los recursos disponibles<br />
dentro del campo de las psicoterapias a las necesidades del cliente. En este<br />
sentido, hay que tener en cuenta, de forma preferente, cuestiones relativas al<br />
cliente tales como, estilo interpersonal, disposición al cambio, red social y<br />
afectiva, y otras variables relacionadas (véase <strong>Botella</strong> y Feixas, 1994, para una<br />
revisión exhaustiva de los resultados de la investigación de eficacia de la<br />
psicoterapia).<br />
10
Integración en Psicoterapia<br />
El hecho empíricamente demostrado de que es al cliente a quien<br />
corresponde la mayor contribución al total del resultado de la psicoterapia (véase<br />
también Lambert, 1991) avala la noción constructivista de que la psicoterapia<br />
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no es un tratamiento que un técnico experto administra a un paciente pasivo,<br />
sino una forma de relación que se ofrece al cliente para que éste se cambie<br />
(pro)activamente a sí mismo. De hecho, los enfoques terapéuticos inspirados<br />
en una epistemología constructivista parten de la premisa de que el cambio es<br />
una operación que realiza el cliente de acuerdo con su patrón de coherencia y,<br />
por tanto, dirigen sus esfuerzos a comprender dicho patrón y adaptarse a sus<br />
características. Lo que se pretende es que el espacio terapéutico sea<br />
altamente significativo para el cliente, y para ello hay que tener mucho más en<br />
cuenta sus creencias, esquemas, narrativas y constructos que los del<br />
terapeuta. Esta actitud se refleja en el hecho de que las técnicas más<br />
características de estos enfoques tales como la técnica de rejilla (véase Feixas<br />
y Cornejo, 1996), el escalamiento (véase <strong>Botella</strong> y Feixas, 1998) o la<br />
reconstrucción de la experiencia inmediata (Guidano, 1991) se centren en<br />
comprender con el mayor detalle posible la forma en que el cliente construye<br />
los acontecimientos. Otros ejemplos también paradigmáticos de este<br />
centramiento en el cliente son el análisis de la demanda (Villegas, 1992) y el<br />
hecho de dejar que sea el cliente quien proponga las técnicas o procedimientos<br />
a llevar a cabo en la terapia (p.e., Feixas y Neimeyer, 1997).<br />
6. Factores socio-políticos y económicos.<br />
Finalmente, puede verse el movimiento integrador como una respuesta a<br />
influencias sociales, políticas y económicas diversas. Especialmente en los<br />
Estados Unidos donde la psicoterapia es financiada en parte por entidades<br />
aseguradoras, existe una gran presión para mejorar la calidad y acortar la<br />
duración de los tratamientos psicológicos.<br />
Por otro lado, el hecho de que un problema pueda tratarse de formas tan<br />
distintas según qué psicoterapeuta lo atienda no aporta ningún prestigio a nuestra<br />
profesión. Si la diversidad existente en cuanto a enfoques y técnicas ya fomenta<br />
una imagen de fragmentación entre los profesionales de la psicoterapia, resulta<br />
11
Integración en Psicoterapia<br />
aún más incomprensible para el resto de la comunidad--incluyendo a los<br />
responsables de decisiones políticas en centros de salud y de investigación, y a la<br />
opinión pública en general. La imagen de una profesión donde impera la lucha de<br />
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escuelas, las descalificaciones mutuas, y en la que sus practicantes no son<br />
capaces ni tan sólo de dialogar, nos resta credibilidad ante nuestros clientes y<br />
ante la sociedad en general.<br />
El espíritu integrador pretende sustituir este clima de enfrentamiento por la<br />
cooperación entre escuelas y el esfuerzo común por hacer madurar nuestro<br />
ámbito de conocimiento y práctica no necesariamente hacia una psicoterapia<br />
unificada, pero sí hacia una coordinación más consensuada de los recursos<br />
disponibles y de la experiencia acumulada durante décadas por los practicantes<br />
de las distintas orientaciones.<br />
Hasta aquí nos hemos ocupado de los factores que han influido en la<br />
tendencia hacia el eclecticismo y la integración en los últimos años, vista desde la<br />
perspectiva de la epistemología constructivista. A continuación describiremos<br />
cada uno de los principales enfoques a los que ha dado lugar el movimiento<br />
integrador (es decir, el eclecticismo técnico, la integración teórica y el estudio<br />
de los factores comunes) haciendo hincapié en la aportación constructivista a<br />
cada uno de ellos.<br />
El Eclecticismo Técnico<br />
Esta tendencia del movimiento integrador se centra en la selección de<br />
técnicas y procedimientos terapéuticos con independencia de la teoría que los ha<br />
originado. Se caracteriza, por tanto, por un fuerte énfasis en lo técnico en<br />
detrimento de la teoría, despojando a las técnicas de los supuestos teóricos que<br />
las han generado.<br />
El primer autor en formular esta posición fue Lazarus (1967), sin embargo,<br />
a partir de los años setenta han sido varios los enfoques que han seguido esta<br />
filosofía. Lazarus (véase el debate expuesto en Lazarus y Messer, 1991)<br />
defiende este tipo de eclecticismo, entre otras cosas, porque ve en la integración<br />
teórica un esfuerzo inútil. Según él, entre dos enfoques cualesquiera se pueden<br />
encontrar similitudes, pero a costa de ignorar sus diferencias que a menudo son<br />
12
Integración en Psicoterapia<br />
fundamentales. Según Lazarus se ha hecho un énfasis desorbitado en las<br />
teorías, lo que ha conducido a una proliferación caótica de enfoques, cosa que la<br />
integración teórica aún empeora más, por lo que se necesitan "menos teorías y<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
más hechos". Su propuesta enfatiza las técnicas como expresión de lo que los<br />
terapeutas "realmente" hacen con sus clientes. Integrar técnicas permite<br />
enriquecer la práctica empleando, sin ningún recelo, los hallazgos de<br />
orientaciones teóricamente incompatibles. Para este autor existe un nivel de<br />
observación básico en el que enfoques muy distintos, después de haberlos<br />
despojado de su carga teórica, nos revelan fenómenos a considerar 1 . Es a este<br />
nivel de observaciones de hechos clínicos donde se pueden integrar los recursos<br />
técnicos disponibles.<br />
La estrategia de este tipo de integración consiste en seleccionar la técnica<br />
que se cree que funcionará mejor con un cliente o paciente concreto. La cuestión<br />
clave es saber cuáles son los criterios con los que decidir cuál es la técnica<br />
oportuna con un cliente determinado. La postura del eclecticismo intuitivo,<br />
prevalente hasta los años setenta, consistía en seleccionar técnicas de forma<br />
idiosincrásica, a juicio del terapeuta, de su intuición o experiencia anterior, o<br />
quizás en función del último libro leído o taller de fin de semana al que ha<br />
asistido. No existe en esta forma de eclecticismo ninguna base o lógica<br />
conceptual transmisible sino que la decisión de qué técnica emplear radica en la<br />
atracción subjetiva, la vivencia o la creatividad del terapeuta.<br />
Eysenck (1970), por ejemplo, criticó severamente esta práctica caótica,<br />
aún habitual en nuestros días, y que, de hecho, no forma parte de lo que<br />
llamamos integración técnica. Al no suponer ningún tipo de avance conceptual ni<br />
ninguna lógica integradora este tipo de eclecticismo no se considera parte del<br />
1 El comentario crítico de Messer a la postura de Lazarus (véase Lazarus y Messer, 1991)<br />
utiliza argumentos epistemológicos constructivistas. Concretamente, Messer rechaza la<br />
propuesta de Lazarus por considerar que se basa en la postura del realismo ingenuo y que<br />
pasa por alto la imposibilidad de la observación para producir "hechos objetivos" por sí misma.<br />
Messer utiliza el argumento constructivista de que la realidad es una creación del observador<br />
para sugerir a Lazarus que lo que éste denomina "caos" se podría redefinir como "diversidad<br />
creativa" y dar la bienvenida a la fertilidad que conlleva, en lugar de intentar reducirlo o anularlo<br />
mediante una llamada al antiintelectualismo implícito en la renuncia a teorizar a favor de los<br />
"datos objetivos".<br />
13
Integración en Psicoterapia<br />
movimiento integrador. Las propuestas de dicho movimiento integrador se<br />
diferencian del eclecticismo intuitivo por seleccionar las técnicas basándose en<br />
algún criterio definido. En nuestra visión de estos enfoques integradores de<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
carácter técnico (Feixas, 1992a) distinguimos entre los criterios meramente<br />
pragmáticos, los de orientación teórica y los sistemáticos, esquema que<br />
introducimos a continuación.<br />
El eclecticismo técnico pragmático selecciona las técnicas teniendo<br />
como criterio esencial y exclusivo el nivel de eficacia que han demostrado en su<br />
contraste empírico. La aspiración de este tipo de integración es conseguir una<br />
matriz tratamientos x problemas que dicte la técnica más eficaz a emplear para<br />
cada caso concreto. Su orientación es fuertemente empírica. El modelo que mejor<br />
representa esta aspiración es el de la moderna modificación (o terapia) de<br />
conducta. Si bien en sus inicios la terapia conductual se identificaba con la<br />
aplicación de los principios conductistas del aprendizaje, en la actualidad admite<br />
una gran diversidad de técnicas, siempre que hayan demostrado su eficacia. Así,<br />
nos encontramos con manuales de técnicas de terapia y modificación de<br />
conducta (p.e., Caballo, 1991) que incluyen, junto a las técnicas tradicionales<br />
basadas en el condicionamiento clásico y operante, la intención paradójica, la<br />
terapia racional-emotiva, la cognitivo-estructural de Guidano y Liotti, la<br />
hipnoterapia y la técnica de la silla vacía guestáltica.<br />
En el eclecticismo técnico de orientación se seleccionan las técnicas de<br />
acuerdo con los criterios que se establecen desde una teoría concreta. Es decir,<br />
se combinan técnicas de origen diverso en función del cliente, pero siempre<br />
según su conceptualización que se hace desde una orientación teórica particular.<br />
Aunque en esta forma de integración la teoría tiene un papel determinante, no es<br />
al nivel conceptual donde se da la integración, y aunque sea un dato a tener en<br />
cuenta, tampoco es la eficacia empírica demostrada por la técnica lo que dicta su<br />
adopción. Se trata de un eclecticismo al nivel de las técnicas guiado por la<br />
coherencia con una teoría concreta en función del tipo de cliente. La terapia<br />
cognitiva de Beck constituye un buen ejemplo de este tipo de planteamiento. Si<br />
bien se dan muchos otros casos en los que los practicantes de un modelo<br />
14
Integración en Psicoterapia<br />
adoptan una actitud ecléctica en cuanto a las técnicas a utilizar sin abandonar el<br />
marco teórico de origen, en la terapia cognitiva es su propio creador quien<br />
propugna esta actitud:<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
Situándonos en la teoría de la terapia cognitiva, podemos mirar a otros<br />
sistemas de psicoterapia como una rica fuente de procedimientos<br />
terapéuticos. Puesto que gran parte de su arsenal terapéutico se basa en<br />
la sabiduría y enorme experiencia de sus creadores, estos procedimientos<br />
pueden enriquecer la forma de aplicar nuestra propia modalidad de<br />
terapia. En la medida que estos procedimientos sean congruentes con la<br />
terapia cognitiva, la mejoran y consolidan como la terapia integradora.<br />
(Beck, 1991, p. 197, cursiva en el original).<br />
En el eclecticismo técnico sistemático se seleccionan las técnicas de<br />
acuerdo con una lógica sistemática o esquema básico que indica cuáles emplear<br />
en función del tipo de clientes. Se trata de una integración de técnicas, pero<br />
guiada por unos esquemas conceptuales de carácter general acerca de la<br />
naturaleza del cambio y de cómo producirlo terapéuticamente. La elección de una<br />
técnica se hace en función del tipo de cliente, y la clasificación, tanto de técnicas<br />
como de clientes, requiere una cierta elaboración teórica. El resultado es un<br />
esquema conceptual que indica el tratamiento a elegir según el caso.<br />
Uno de los ejemplos más destacados de este tipo de eclecticismo es el<br />
trabajo de Beutler y colaboradores (p.e., Beutler, 1983; Beutler y Clarkin, 1990).<br />
Su propuesta se basa en tres ingredientes extraídos de la revisión de las<br />
investigaciones disponibles sobre las variables influyentes en el éxito terapéutico.<br />
El primer ingrediente supone una sistematización de los modelos existentes en<br />
términos de estilos terapéuticos o dimensiones bipolares de intervención:<br />
directiva/no-directiva, centrada en el síntoma/centrada en el conflicto, etc. El<br />
segundo implica una selección de variables del cliente, p.e., severidad del<br />
síntoma, estilo de afrontamiento, potencial de resistencia o reactancia (ver<br />
Beutler, 1992). El tercer componente de este modelo propone un emparejamiento<br />
de estilos terapéuticos con variables del cliente. El modelo de Selección<br />
15
Integración en Psicoterapia<br />
Sistemática de Tratamientos tal como lo proponen Beutler y Clarkin (1990) se<br />
divide en siete fases secuenciales:<br />
1. Evaluación del paciente, su contexto cultural, diagnóstico, metas del<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
tratamiento, estrategias de afrontamiento, entorno (estresores y recursos<br />
ambientales).<br />
2. Evaluación de los posibles contextos, modalidades y formatos de tratamiento,<br />
así como de la frecuencia y duración de este.<br />
3. Evaluación de la compatibilidad y "encaje" entre terapeuta y paciente.<br />
4. Métodos de inducción de rol para fomentar y mantener la alianza terapéutica.<br />
5. Selección de metas focales de cambio (tratamiento orientado al conflicto o al<br />
síntoma).<br />
6. Selección del nivel de intervención y de las metas terapéuticas a medio plazo.<br />
7. Conducción de la terapia.<br />
La aplicación de estos criterios supone, por ejemplo, proponer las terapias<br />
directivas como las más indicadas para clientes con bajo potencial de resistencia.<br />
Una aproximación a esta propuesta combinatoria de enfoques terapéuticos con<br />
tipos de cliente se presenta en la Tabla 1.<br />
Tabla 1<br />
Tipo de psicoterapia a emplear según el potencial de resistencia y estilo de<br />
afrontamiento del cliente<br />
Internalizador<br />
Externalizador<br />
Potencial de resistencia alto Potencial de resistencia bajo<br />
No-directiva<br />
Centrada en el conflicto<br />
(p.e.: psicoanalítica, rogeriana)<br />
No-directiva<br />
Centrada en el síntoma<br />
(p.e.: paradójica, autoayuda)<br />
Directiva<br />
Centrada en el conflicto<br />
(p.e.: guestáltica)<br />
Directiva<br />
Centrada en el síntoma<br />
(p.e.: conductual, cognitiva)<br />
Aportaciones Constructivistas al Eclecticismo Técnico Pragmático<br />
16
Integración en Psicoterapia<br />
Puesto que aquí el criterio que guía la selección de técnicas es la eficacia,<br />
la principal aportación del constructivismo terapéutico ha de radicar (a) en su<br />
capacidad para generar técnicas terapéuticas, y (b) en que estas técnicas<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
demuestren empíricamente su eficacia. En cuanto al primer punto podemos<br />
afirmar la fecundidad técnica del constructivismo, en cuanto a la creación de<br />
procedimientos originales. Desde las terapias cognitivo/constructivistas (véase<br />
Feixas, 1991, para las técnicas constructivistas sistémicas), se ha desarrollado la<br />
técnica de rol fijo, la técnica de rejilla, el escalamiento, la adopción de<br />
perspectivas, el análisis evolutivo, o el flujo de conciencia, entre otras. Es<br />
importante reconocer esta fecundidad técnica puesto que si tenemos en cuenta la<br />
inspiración epistemológica de los enfoques constructivistas, y su énfasis en las<br />
actitudes más que en las técnicas, su capacidad de generación de<br />
procedimientos concretos puede pasar fácilmente desapercibida.<br />
De las técnicas mencionadas la que reviste mayor solidez empírica es la<br />
técnica del rol fijo. Se trata de un procedimiento complejo diseñado por Kelly<br />
(1955) en el que el cliente escribe una descripción de sí mismo<br />
(autocaracterización) y luego el terapeuta la re-escribe de forma que permita la<br />
exploración de otros esquemas alternativos. Se pide entonces al sujeto que<br />
ejecute el nuevo rol en su vida cotidiana durante dos semanas con la debida<br />
preparación y entrenamiento. Acabado este intenso período la nueva perspectiva<br />
adquirida permite que el cliente, con la ayuda del terapeuta, reestructure algunos<br />
de sus viejos esquemas supraordenados. En la actualidad se dispone de varios<br />
estudios de caso detallados (ver Feixas y Villegas, 1993, para uno de ellos y una<br />
revisión de la literatura). Además Karst y Trexler (1970) compararon esta técnica<br />
con la terapia racional emotiva en el tratamiento de la ansiedad de hablar en<br />
público, en un formato homogéneo de diez sesiones. En este estudio controlado<br />
la técnica de rol fijo se mostró más eficaz. Aunque no dispongamos de trabajos<br />
posteriores que repliquen estos resultados ni de otros estudios comparativos con<br />
otras formas de terapia, este estudio muestra la posibilidad de investigar la<br />
eficacia de procedimientos nacidos dentro del constructivismo. De hecho, el<br />
prestigio empírico de la técnica de rol fijo se confirma por su inclusión en diversos<br />
17
Integración en Psicoterapia<br />
manuales de modificación de conducta (p.e., Rimm y Masters, 1974), enfoque<br />
que hemos considerado anteriormente como ejemplo del eclecticismo técnico<br />
pragmático.<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
Aportaciones constructivistas al eclecticismo técnico de orientación<br />
Hemos visto como en este tipo de eclecticismo se seleccionan las técnicas<br />
que convengan a cada cliente de acuerdo con un marco teórico definido. Para<br />
ello, la teoría en cuestión debe tener un alto nivel de abstracción y dejar abiertas<br />
muchas posibilidades técnicas. Un modelo teórico que se haya comprometido<br />
con un proceder técnico determinado limita enormemente las técnicas a<br />
incorporar. Una de las teorías que goza de esta amplitud de miras y que estimula<br />
la generación de alternativas es la terapia de constructos personales propuesta<br />
por Kelly (1955), y revisada durante las dos últimas décadas (véase <strong>Botella</strong> y<br />
Feixas, 1998; Feixas y Villegas, 1993; Winter, 1992) en las que ha experimentado<br />
un gran auge.<br />
La formulación de este modelo terapéutico no implica el uso de ninguna<br />
técnica específica sino que se centra en la conceptualización de los procesos de<br />
construcción del cliente. Su mayor empeño radica en describir los procesos de<br />
cambio posibles y en trazar mapas que permitan entender dónde se halla el<br />
cliente, hacia dónde quiere ir y el camino más factible a seguir. Estos mapas<br />
indican la estrategia más adecuada para generar un cambio, y la técnica se elige<br />
en función de esta estrategia. Así, en la terapia de constructos personales, las<br />
técnicas se escogen en función de estrategias de cambio que se derivan de la<br />
conceptualización clínica de los procesos de construcción de la persona.<br />
Lógicamente, esta conceptualización se basa en la teoría de constructos<br />
personales que a su vez se inspira en la epistemología constructivista, de forma<br />
que la selección de las técnicas viene determinada jerárquicamente por<br />
cuestiones clínicas, teóricas y en última instancia epistemológicas.<br />
En un sentido más específico, hemos propuesto en varias ocasiones los<br />
mecanismos de cambio postulados por la teoría de constructos personales como<br />
modelo integrador (<strong>Botella</strong> y Feixas, 1998; Feixas y Villegas, 1993). En uno de<br />
sus trabajos, Kelly (1965/1969) apuntó ocho mecanismos implicados en el<br />
18
Integración en Psicoterapia<br />
cambio de los sistemas de construcción. Posteriormente, otros autores (p.e.,<br />
Neimeyer, 1987) han elaborado estos mecanismos como estrategias<br />
terapéuticas. La exposición detallada de estas estrategias y técnicas excede los<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
propósitos de este trabajo, pero las hemos sintetizado en la Tabla 2. Tal como se<br />
expone en <strong>Botella</strong> y Feixas (1998), existen otras estrategias terapéuticas a<br />
considerar, como la rigidificación/aflojamiento (tightening/loosening) y la inducción<br />
del rol de observador, para las que también se presentan algunas técnicas. A la<br />
vista de este planteamiento podemos estar de acuerdo con la conclusión de Karst<br />
(1980) según la cual la terapia de constructos personales es teóricamente<br />
consistente pero técnicamente ecléctica.<br />
Tabla 2<br />
Estrategias y técnicas articuladas en la propuesta integradora de Feixas y<br />
Villegas (1993) y <strong>Botella</strong> y Feixas (1998).<br />
Estrategias Técnicas<br />
1. Cambio de polo del constructo Uso de la autoridad investida (uso<br />
2. Aplicación de otro constructo del<br />
repertorio del cliente<br />
3. Articulación de constructos no-<br />
verbales<br />
19<br />
de la influencia social del terapeuta<br />
para despatologizar<br />
Uso de la experimentación<br />
(focalización verbal, dramatización,<br />
asignación de tareas)<br />
Reformulación del síntoma<br />
Reformulación del contexto del<br />
síntoma<br />
Técnicas circunspectivas (p.e.<br />
brainstorming)<br />
Rotulación<br />
Asociación libre<br />
Focalización temporal (focusing)<br />
Análisis de sueños (interpretación,<br />
integración, autoproducción)
4. Contraste de la consistencia interna<br />
del sistema de constructos<br />
Trabajo artístico creativo<br />
Confrontación<br />
Disputa racional<br />
Integración en Psicoterapia<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
5. Contraste de la validez predictiva del<br />
sistema de constructos<br />
6. Variación del ámbito de conveniencia<br />
de un constructo<br />
7. Alteración del significado de un<br />
constructo<br />
8. Creación de nuevos ejes de<br />
construcción<br />
Contraste de hipótesis<br />
Uso de la experimentación<br />
Uso de las metáforas del cliente<br />
Reconstrucción metafórica<br />
Reconstrucción cognitiva<br />
20<br />
Cambios en la red semántica de<br />
implicaciones<br />
Terapia de rol fijo<br />
Análisis existencial<br />
Aportaciones constructivistas al eclecticismo técnico sistemático<br />
En esta forma de eclecticismo se seleccionan técnicas de acuerdo con una<br />
lógica sistemática o esquema básico que indica las técnicas a emplear según el<br />
tipo de clientes. Vimos en un apartado anterior como el enfoque de Beutler se<br />
basa en resultados de investigaciones para sustentar su propuesta. Igualmente<br />
Winter (1990, 1992) ha investigado las características del cliente que hacen<br />
aconsejable aplicar psicoterapias introspectivas o bien extraspectivas. Según<br />
Rychlak (1968), mientras las primeras sitúan su énfasis en la construcción del<br />
cliente y fomentan la auto-exploración (p.e., psicoterapias dinámicas), las<br />
segundas se basan en el marco que propone el terapeuta y utilizan<br />
procedimientos directivos (p.e., terapia de conducta). Hemos resumido en el<br />
esquema que sigue los criterios que Winter propone para seleccionar a los<br />
clientes para un tipo u otro de terapia.<br />
Tabla 3.<br />
Esquema para la selección de clientes según la propuesta de Winter (1990,<br />
1992). (Tomado de Feixas, 1992a).<br />
Clientes para psicoterapias Clientes para psicoterapias
introspectivas extraspectivas<br />
sistema de constructos laxo<br />
baja consistencia lógica<br />
los constructos relacionados con los<br />
síntomas son poco centrales<br />
construyen sus problemas en<br />
términos psicológicos<br />
el terapeuta es visto como alguien<br />
distinto al médico<br />
Integración en Psicoterapia<br />
sistema de constructos rígido<br />
alta consistencia lógica<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
La Integración Teórica<br />
21<br />
los constructos relacionados con los<br />
síntomas son centrales<br />
construyen sus problemas en<br />
términos médicos o somáticos<br />
el cliente equipara el terapeuta al<br />
médico de cabecera<br />
En este enfoque se integran dos o más psicoterapias con la esperanza de<br />
que el resultado de esta fusión resulte mejor que cada una de las que se partió.<br />
Como su nombre indica, el énfasis se sitúa en la integración de los conceptos<br />
teóricos de las psicoterapias, aunque también las técnicas quedan integradas en<br />
virtud de esta síntesis teórica.<br />
Ya desde las primeras propuestas en los años treinta y cuarenta, los<br />
intentos de integración teórica se han centrado en gran medida en la combinación<br />
de los enfoques psicoanalítico y conductual. En la década de los cincuenta, en el<br />
contexto del acercamiento de algunos psicólogos académicos de Yale al<br />
psicoanálisis, se da la primera aportación realmente significativa en esta línea por<br />
parte de Dollard y Miller (1950). Estos autores presentan un ambicioso intento de<br />
sintetizar ambas teorías en cuanto a su concepción de la neurosis y de la<br />
psicoterapia con la meta de articular una teoría unificada. En su elaborada<br />
propuesta, Dollard y Miller no sólo explican el principio del placer en términos de<br />
refuerzo, y la represión en términos de inhibición de respuesta, sino que formulan<br />
una compleja teoría acerca de la dinámica del conflicto y la ansiedad en la<br />
neurosis. A su vez, proponen formas de tratamiento integradas, que se avanzaron<br />
a muchas de las propuestas posteriores, más conocidas.<br />
A pesar del enorme valor conceptual y terapéutico de esta primera gran<br />
propuesta integradora, el zeitgeist o clima de la época no permitió que se le diera
Integración en Psicoterapia<br />
una buena acogida. Al inicio de los años cincuenta no soplaban vientos<br />
favorables a la integración (como soplarían poco después) sino que, muy al<br />
contrario, la lucha de escuelas llegaba a su punto más álgido. Hubo que esperar<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
hasta los años setenta para un clima más propicio. En esa década el modelo<br />
conductual tenía ya establecida firmemente su identidad y su relevancia dentro<br />
del campo terapéutico, y además empezaba a desarrollar una apertura hacia los<br />
procesos cognitivo-simbólicos (p.e., Bandura, 1969). Por otro lado, aparecieron<br />
algunos formatos de terapia psicoanalítica que enfatizaban la fijación de metas, el<br />
trabajo sobre un foco terapéutico, así como los acontecimientos y procesos<br />
presentes. Además, los enfoques humanistas, sistémicos y los propiamente<br />
cognitivos, que entraron en la escena terapéutica en la segunda mitad de este<br />
siglo, también propiciaron propuestas integradoras. Fueron varias las que<br />
aparecieron en los 70, y muchas más a partir de los 80. A continuación<br />
comentamos un ejemplo de las que integran dos teorías, y otro de las que tienen<br />
un espectro más amplio. Al primer caso lo denominamos integración híbrida, y al<br />
segundo integración amplia (Feixas, 1992a).<br />
En la integración teórica híbrida se combinan las teorías y prácticas<br />
correspondientes a dos enfoques terapéuticos ya establecidos. Normalmente, se<br />
parte de dos enfoques que se consideran complementarios y se intenta<br />
seleccionar los aspectos teóricos y las técnicas más útiles de cada uno en un<br />
marco teórico híbrido común.<br />
En la actualidad el enfoque que mejor representa este planteamiento<br />
híbrido, quizás en parte por ser heredero de los clásicos esfuerzos citados más<br />
arriba por integrar el psicoanálisis con el conductismo, es la terapia psicodinámica<br />
cíclica de Paul Wachtel (p.e., 1977; 1992). Discípulo de Dollard y Miller, Wachtel<br />
se formó como psicoanalista y posteriormente tuvo la oportunidad de observar el<br />
trabajo de algunos de los terapeutas de conducta más reconocidos. Considera<br />
que la perspectiva psicodinámica y su énfasis en el insight como mecanismo de<br />
cambio es insuficiente en la mayoría de casos, y que hay que prestar atención a<br />
los componentes actuales que favorecen las fantasías y conflictos inconscientes.<br />
En contraste con la visión psicodinámica clásica respecto al papel causal de los<br />
22
Integración en Psicoterapia<br />
conflictos infantiles, la de Wachtel es cíclica, en el sentido de que los problemas y<br />
los síntomas son el resultado de círculos viciosos que se mantienen en la<br />
situación actual. Si bien reconoce que la experiencia temprana favorece<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
determinada predisposición (y, por tanto, aumenta la posibilidad de aparición de<br />
determinadas conductas), se centra en los aspectos actuales del círculo vicioso.<br />
Esta concepción integrada de los problemas neuróticos conlleva notables<br />
implicaciones para la práctica de la psicoterapia. Desde esta visión cíclica del<br />
problema resulta lógico pensar que hay que intervenir primero en los factores<br />
actuales que lo mantienen para producir el cambio para promover después la<br />
comprensión de la persona acerca de su conflicto, y de su participación en las<br />
condiciones actuales para su mantenimiento. Pero el mérito de la propuesta<br />
terapéutica de Wachtel no radica sólo en el hecho de combinar técnicas de<br />
acción con técnicas de insight, sino en el hecho de postular los procedimientos<br />
conductuales como fuente de nuevos insights a la vez que éstos pueden generar<br />
nuevas conductas.<br />
La integración teórica amplia se diferencia de la híbrida no sólo por<br />
contemplar más de dos teorías, sino por articular distintos aspectos del<br />
funcionamiento humano como los cognitivos, emocionales, conductuales e<br />
interpersonales. Estas propuestas integradoras combinan un amplio abanico de<br />
enfoques, y se nutren de las aportaciones de muchas psicoterapias. Muy a<br />
menudo se basan en los avances de la psicología cognitiva y/o social, lo que<br />
permite la elaboración de enfoques con mejor conexión entre psicología<br />
académica y psicoterapia. Dada su complejidad y amplitud, la descripción de<br />
alguno de estos enfoques escapa las posibilidades razonables de una descripción<br />
sintética. Sólo cabe mencionar alguno de ellos como ejemplo. La psicoterapia<br />
holista de Rosal y Gimeno (1989) cumple los requisitos de integración amplia al<br />
combinar aportaciones de autores tan diversos como Assaglioli, Berne, von<br />
Bertalanffy, Carkhuff, Desoille, Egan, Feldenkrais, Frankl, Gendlin, Janov, Kelly,<br />
Lowen, Maslow, May, Moreno, Perls y Rogers, entre otros. Su enfoque articula<br />
los aspectos cognitivos, emocionales y corporales de la práctica terapéutica, y<br />
23
Integración en Psicoterapia<br />
supone una alternativa al fragmentalismo acumulativo mencionado con<br />
anterioridad.<br />
Aportaciones constructivistas a la integración teórica híbrida<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
Como ejemplo constructivista de combinación de dos teorías sugerimos<br />
las aportaciones de Procter y Feixas (Feixas, 1990; 1991; 1992b; Feixas, Procter<br />
y Neimeyer, 1992; Procter, 1981, 1985) que realizan una integración de la teoría<br />
de los constructos personales con el modelo sistémico. Este esfuerzo integrador<br />
tiene un doble interés al vincular no sólo dos teorías de origen distinto, sino por<br />
articular el ámbito individual con el familiar. Así, su enfoque de la psicología de los<br />
constructos familiares permite conceptualizar tanto los fenómenos intrapsíquicos<br />
como los interaccionales/sistémicos.<br />
Procter y Feixas parten de la conceptualización kelliana del sistema de<br />
construcción como sistema jerárquico de significado formado por constructos<br />
bipolares. Sin embargo, estos autores enfatizan el hecho de que la creación y<br />
posible reconstrucción de los constructos personales se da en un contexto socio-<br />
afectivo, frecuentemente el entorno familiar, que tiene sus propias reglas de<br />
construcción. De esta forma se puede hablar de sistemas de significado<br />
compartidos, o de sistema de constructos familiares (Procter, 1981), como<br />
marcos de significado que se van negociando mediante la interacción familiar.<br />
Kelly (1955) llamó relación de rol al proceso mutuo de anticipación que un<br />
miembro de la familia hace de los procesos de construcción de otro (p.e., la forma<br />
que un padre construye cómo su hija lo ve a él). En la familia, estos procesos de<br />
anticipación mutua y su validación o desconfirmación configuran la construcción<br />
del problema y delimitan su posible solución. Al tener en cuenta las visiones de<br />
los agentes validadores del portador del síntoma se posibilita no sólo que cambie<br />
su sistema de significado personal sino también el contexto de significación<br />
familiar.<br />
Aportaciones constructivistas a la integración teórica amplia<br />
Hemos escogido la reciente propuesta de Héctor Fernández-Alvarez<br />
(1992) para ilustrar este tipo de integración, no sólo por su originalidad sino por su<br />
conocimiento de algunos de los intentos más destacados en este ámbito<br />
24
Integración en Psicoterapia<br />
(Greenberg y Safran, 1987; Guidano y Liotti, 1985; Horowitz, 1991; Mahoney,<br />
1991). Fernández-Alvarez (1992) toma como punto de referencia la psicología<br />
cognitiva atendiendo a su doble vertiente, la que considera los procesos humanos<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
como procesamiento de la información, y la constructivista (o cognitivo-social) que<br />
concibe al ser humano como agente (pro)activo en la construcción del significado.<br />
El planteamiento teórico de este autor articula las aportaciones<br />
constructivistas de Feixas y Villegas (1993), Guidano (1991) y Mahoney (1991)<br />
con el saber psicodinámico sobre el inconsciente y con el procesamiento<br />
emocional (Greenberg y Safran, 1987), a la vez que contempla algunos aspectos<br />
interaccionales. De esta forma, describe la experiencia en su carácter<br />
constructivo, es decir, como proceso en el que se elaboran una serie de<br />
estructuras de significado. Particular interés merece la descripción de la evolución<br />
de estas estructuras de significado a través del tiempo, y las influencias<br />
circunstanciales en esta evolución. Así, vemos cómo el niño se inserta dentro de<br />
un guión paterno, y que sólo posteriormente se halla enfrascado en la tarea de<br />
construir su propio guión personal, idea muy conectada al pensamiento de Adler y<br />
al de los existencialistas. Este guión personal constituye una trama en la que se<br />
forjan las estructuras de significado, y en función de la cual se van organizando<br />
jerárquicamente. Además de por la diferenciación jerárquica, las estructuras de<br />
significado se distinguen por su rigidez o flexibilidad, y por su grado de desarrollo<br />
hacia la complejidad, aspectos todos ellos ya contemplados por Kelly.<br />
La cuestión del desarrollo es central en la obra de Fernández-Alvarez, y,<br />
en consecuencia, presenta un esquema evolutivo de los niveles de complejidad<br />
del self de gran interés. Este esquema constituye una descripción de las fases del<br />
ciclo vital en términos de la evolución de las estructuras de significado. A su vez,<br />
el autor destaca el potencial teórico de este esquema para conceptualizar los<br />
problemas clínicos.<br />
En la parte más práctica de su aportación, Fernández-Alvarez (1992)<br />
describe distintas modalidades de cambio, también desde una óptica<br />
evolucionista. Todo ello le permite adentrarse en la comprensión de la vivencia de<br />
sufrimiento que tiene el paciente y en los mecanismos que le llevan a solicitar una<br />
25
Integración en Psicoterapia<br />
psicoterapia. En este terreno práctico, el análisis de la demanda constituye un<br />
elemento esencial, que permite diferenciar distintos tipos de abordaje<br />
psicoterapéutico. Dependiendo, pues, de la demanda y del tipo de problema<br />
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Fernández-Alvarez aporta elementos para proponer una tratamiento breve,<br />
intermedio o sin limite de tiempo, así como para seleccionar determinado tipo de<br />
técnicas.<br />
Los factores comunes<br />
La búsqueda de factores comunes supone la identificación de aquellos<br />
ingredientes que comparten la mayoría de las psicoterapias. En contraste con las<br />
otras formas de integración, que trabajan en la combinación de las diferencias, el<br />
enfoque de los factores comunes se centra en las similitudes que aparecen entre<br />
distintos modelos. Estas similitudes pueden ser tanto clínicas como teóricas. Los<br />
defensores de este enfoque de integración sostienen que las aparentes<br />
diferencias entre los constructos teóricos o las técnicas de las distintas<br />
psicoterapias esconden similitudes esenciales. La finalidad implícita de este<br />
enfoque es la identificación de los factores que operan en el cambio psicológico<br />
en las distintas terapias, lo que nos permitiría construir una conceptualización<br />
más amplia de la psicoterapia, más allá de posicionamientos dogmáticos y con<br />
mayor eficacia práctica. En efecto, la finalidad principal de este enfoque es<br />
identificar los factores, o combinación de ingredientes, que resulten de mejor<br />
pronóstico para el cambio terapéutico. Una vez hallados estos componentes,<br />
podrían servir como punto de partida para la elaboración teórica. El resultado<br />
final, con todo, no sería una teoría unificada, sino un marco conceptual<br />
supraordenado que permitiese dar sentido a diferentes forma de práctica que,<br />
aún así, comparten procesos comunes subyacentes.<br />
Sin duda, los hallazgos recientes de la investigación de resultados han<br />
contribuido a justificar y fomentar este enfoque. Nos referimos concretamente a la<br />
conclusión (comentada con anterioridad) de que no existe una eficacia diferencial<br />
entre las psicoterapias y a la apreciación de que los factores comunes explican el<br />
doble de varianza (30%) que las técnicas terapéuticas (véase Figura 1). De<br />
hecho, el enfoque de los factores comunes inició su desarrollo bastante antes de<br />
26
Integración en Psicoterapia<br />
la eclosión de la investigación en psicoterapia. Al igual que en la integración<br />
teórica, encontramos propuestas de factores comunes ya en los años treinta, a<br />
las que siguieron algunas aportaciones muy notables. Pero no es sino hasta los<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
años setenta y ochenta que aparecen contribuciones más sistemáticas y<br />
numerosas, a la par de un creciente interés por parte de psicoterapeutas e<br />
investigadores.<br />
Uno de los primeros artículos sobre factores comunes fue el de<br />
Rosenzweig (1936), que señalaba algunos elementos que a su juicio podían<br />
explicar la efectividad de distintas psicoterapias: la capacidad del terapeuta<br />
para inspirar esperanza y para proporcionar una visión alternativa (y más<br />
plausible) del self y del mundo. Kelly (1969) coincidió en apuntar también a esta<br />
cuestión precisando que esta visión alternativa debía (a) dar cuenta de lo que el<br />
cliente considera crucial en su visión del problema, y (b) sugerir alternativas de<br />
acción factibles.<br />
Ya en los años cuarenta, Alexander y French (1946) propusieron la<br />
noción de experiencia emocional correctiva como un proceso común a todas<br />
las psicoterapias consistente en:<br />
( ) re-exponer al paciente, en circunstancias más favorables, a<br />
situaciones emocionales que no pudo manejar en el pasado. El paciente,<br />
para que se le pueda ayudar, debe vivir una experiencia emocional<br />
correctiva adecuada para reparar la influencia traumática de las<br />
experiencias previas" (pág. 66).<br />
Este concepto básico sigue siendo central en algunas formulaciones recientes<br />
(p.e., Arkowitz y Hannah, 1989; Brady et al, 1980).<br />
Pocos años después, los estudios de Fiedler (p.e., 1950) tuvieron una gran<br />
influencia reforzante para el argumento de los factores comunes. Se pidió a<br />
terapeutas de distintas orientaciones y niveles de experiencia que describieran los<br />
componentes que consideraban ideales para una relación terapéutica. Resultó<br />
que los terapeutas expertos de distintas orientaciones coincidieron más entre sí<br />
que los principiantes de su propia escuela. En otro estudio en el que se utilizaron<br />
puntuaciones de sesiones terapéuticas Fiedler encontró resultados similares. La<br />
27
Integración en Psicoterapia<br />
relación terapéutica establecida por expertos de una orientación se asemejaba<br />
más a la de los expertos de otras orientaciones que a la de los principiantes de la<br />
propia. Aunque las psicoterapias estudiadas fueron sólo la psicoanalítica, la<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
adleriana y la no-directiva, y a pesar de que no se tuvieran en cuenta los<br />
resultados, estos estudios contribuyeron a fomentar el desarrollo del enfoque de<br />
los factores comunes.<br />
Carl Rogers contribuyó también, aunque de forma indirecta, al argumento<br />
de los factores comunes al defender que la psicoterapia era efectiva no tanto por<br />
el empleo de técnicas sino por el tipo particular de relación humana que se<br />
establece con el cliente. Su trabajo con las características empáticas, la calidez y<br />
la consideración positiva incondicional de la relación ha tenido amplias<br />
repercusiones en la investigación y conceptualización posterior (p.e., Truax y<br />
Carkhuff, 1967). Hoy en día, respecto a las condiciones facilitadoras rogerianas,<br />
la investigación indica una relación compleja con los resultados de la terapia. Si<br />
bien parecen fomentar el seguimiento del tratamiento terapéutico, no queda<br />
suficientemente demostrado que contribuyan unilateralmente a la mejora del<br />
cliente. La evaluación de tales condiciones facilitadoras se complica por el hecho<br />
de que dependen de la percepción del cliente, y de que parecen ser fenómenos<br />
más complejos de lo que se tradicionalmente se ha considerado.<br />
A partir de la década de los sesenta aparecen varias obras que proponen<br />
la psicoterapia como un proceso de influencia social y de persuasión genérica, en<br />
contraste con las creencias más establecidas de la época que enfatizaban los<br />
efectos técnicos específicos. El enfoque de los factores comunes ha recibido<br />
mucha atención en las últimas dos décadas, pero el trabajo de Frank (1961)<br />
permanece como punto de referencia fundamental hasta nuestros días. Otras<br />
aportaciones han venido a complementar su trabajo, y entre ellas merece una<br />
mención especial la obra editada por Marvin Goldfried (1982) que recoge,<br />
además de su propia aportación, las de los autores más relevantes del momento.<br />
En particular, la propuesta de Goldfried sugiere que donde resulta más<br />
prometedora la búsqueda de ingredientes comunes es a un nivel intermedio entre<br />
28
Integración en Psicoterapia<br />
la teoría y la práctica, al nivel de las estrategias utilizadas por terapeutas de<br />
distintas orientaciones.<br />
La documentada revisión de Kleinke (1994) recoge nueve propuestas de<br />
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factores comunes, con un total aproximado de una treintena de tales factores,<br />
que hemos sintetizado en la Tabla 4.<br />
Tabla 4<br />
Propuestas de factores comunes (adaptado de Kleinke, 1994)<br />
Autor/es de la<br />
propuesta<br />
Factores comunes propuestos<br />
Jerome Frank Relación de confianza emocionalmente significativa<br />
con una figura de ayuda<br />
Marco de curación<br />
Fundamento racional, esquema conceptual o mito<br />
Ritual<br />
Judd Marmor Relación cliente-terapeuta<br />
Confianza del cliente en el terapeuta y expresión de<br />
sentimientos<br />
Aprendizaje cognitivo<br />
Condicionamiento operante<br />
Experiencia emocional correctiva<br />
Modelado<br />
Sugestión y persuasión<br />
Ensayo y práctica de competencias<br />
Atmósfera de apoyo<br />
Nicholas Hobbs Relación terapéutica segura<br />
Descondicionamiento de la ansiedad generada por<br />
otras figuras<br />
Transferencia<br />
Internalización del locus de control<br />
Desarrollo de un sentido aceptable de la vida<br />
29
Marvin Goldfried Experiencia correctiva<br />
Feedback<br />
John Paul Brady Relación terapéutica segura<br />
Integración en Psicoterapia<br />
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Expectativas de éxito del cliente<br />
Estrategias de incremento de la sensación de control<br />
Desarrollo de conductas adaptativas<br />
Puesta en práctica de tales conductas<br />
Autocontrol<br />
Toksoz Karasu Experiencia afectiva<br />
Dominio cognitivo<br />
Regulación conductual<br />
Hans Strupp Creación de un contexto interpersonal<br />
William Stiles,<br />
David Shapiro y<br />
Robert Elliot<br />
Lisa Greencavage<br />
y John Norcross<br />
Aprendizaje terapéutico<br />
Factores del terapeuta<br />
Conductas de participación activa del cliente<br />
Alianza terapéutica<br />
Características del cliente<br />
Cualidades de los terapeutas<br />
<strong>Procesos</strong> de cambio<br />
Estructura del tratamiento<br />
Relación terapéutica<br />
De entre todos los factores comunes propuestos, la alianza terapéutica<br />
merece un comentario más detallado. La noción de alianza terapéutica (o alianza<br />
de trabajo) tiene su origen en la obra de Freud, si bien la definición del término<br />
como tal se debe a Greenson (1965). Tal como la definió este último autor,<br />
consiste en la capacidad y motivación del cliente a trabajar en la resolución de su<br />
problema, fomentada por el terapeuta y la interacción entre ambos. Bordin (1979)<br />
amplió la definición de Greenson y sugirió tres componentes de la alianza de<br />
trabajo: (a) acuerdo respecto a las metas, (b) acuerdo respecto a las tareas, y (c)<br />
30
Integración en Psicoterapia<br />
desarrollo de un vínculo emocional entre terapeuta y cliente. Más allá del marco<br />
psicoanalítico, la alianza de trabajo se ha reconocido como factor importante en<br />
todas las modalidades terapéuticas; de hecho, hoy en día parece ser el mejor<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
predictor de cambio terapéutico identificado en la investigación en psicoterapia.<br />
El estudio metaanalítico de Hovarth y Symonds (1991) a partir de 24<br />
investigaciones, permite concluir que la alianza terapéutica está<br />
significativamente relacionada con el resultado de la psicoterapia. Los factores del<br />
cliente que afectan en mayor medida al establecimiento de la alianza de trabajo<br />
son los vinculados a la calidad de sus relaciones interpersonales. Así, los clientes<br />
con relaciones personales más conflictivas tienden a presentar dificultades en el<br />
establecimiento de una buena alianza. En cuanto a las variables del terapeuta,<br />
Kivlighan (1990) encontró que la alianza se debilita cuando el terapeuta coloca al<br />
cliente en un rol pasivo (por ejemplo solicitando información u ofreciendo apoyo<br />
emocional) y se refuerza mediante aquellas intervenciones que fomentan la<br />
confrontación con aspectos conflictivos. En cuanto a la experiencia y competencia<br />
del terapeuta, parecen mejorar la alianza terapéutica en sus aspectos de acuerdo<br />
respecto a las metas y tareas, pero no necesariamente en cuanto al vínculo<br />
afectivo con el cliente.<br />
Con todo, estas propuestas de integración a partir de los factores comunes<br />
no están exentas de críticas. Haaga (1986) examina algunas de ellas, y sugiere<br />
que cada modelo estudie la utilidad de otras técnicas para enriquecerse,<br />
fomentando así el desarrollo intra-escuela, por lo que no considera oportuno el<br />
camino hacia una integración.<br />
Aportaciones constructivistas a los factores comunes<br />
Como afirmábamos anteriormente, una de nuestras concepciones de la<br />
psicoterapia es la de la génesis intencional de significados y narrativas que<br />
puedan transformar la construcción de la experiencia de los clientes mediante<br />
un diálogo colaborativo (véase <strong>Botella</strong>, en prensa; Kaye, 1995). En este<br />
sentido, los problemas psicológicos se pueden concebir como resultado (a) del<br />
bloqueo en los procesos discursivos, narrativos y relacionales de construcción<br />
del significado de la experiencia y (b) del fracaso de las soluciones intentadas a<br />
31
Integración en Psicoterapia<br />
dicho bloqueo. Teniendo en cuenta lo antedicho, hemos formulado<br />
recientemente una propuesta de conceptualización constructivista/narrativa del<br />
proceso terapéutico inspirada en factores comunes a dicho proceso a través de<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
diferentes orientaciones (<strong>Botella</strong>, en prensa).<br />
Nuestro intento radica en la elaboración de un marco metateórico<br />
constructivista/narrativo que permita comprender el proceso terapéutico<br />
trascendiendo a la orientación teórica del terapeuta e integrando algunos de los<br />
factores comunes propuestos por autores anteriores. Este marco se basa en la<br />
investigación del proceso terapéutico que venimos llevando a cabo mediante la<br />
aplicación de metodologías cualitativas de análisis de narrativas a un tipo de<br />
episodios de cambio intra-sesión que hemos denominado Transformación<br />
Narrativa Dialógica (TND) (véase <strong>Botella</strong> y Pacheco, 1999). En términos<br />
generales, tales episodios de cambio se dan en todas las modalidades y<br />
orientaciones terapéuticas, y consisten en la siguiente secuencia:<br />
(a) Un marcador dialógico introductorio por parte del cliente, por ejemplo, "Esto<br />
me recuerda a algo" o "Te voy a contar lo que me sucedió" inicia la<br />
elicitación de la narrativa de identidad. También es habitual que el cliente<br />
explique una narrativa a solicitud del terapeuta, p.e. "Háblame de lo que<br />
ocurrió la primera vez que experimentaste ese sentimiento". Para que se<br />
considere el discurso del cliente como una narrativa de identidad, el cliente<br />
debe estar incluido en ella como personaje. Es decir, no se consideran las<br />
narrativas que explican algo sobre alguien (aunque lo explique el cliente) si<br />
él está ausente como personaje.<br />
(b) La narrativa se elabora: el cliente narra su historia y el terapeuta interviene<br />
(o no) durante este proceso.<br />
(c) Diálogo terapéutico sobre la historia que el cliente ha narrado. Este diálogo<br />
suele tomar la forma de comentarios (o preguntas, o intervenciones) del<br />
terapeuta a la narrativa del cliente, y comentarios del cliente a los<br />
comentarios del terapeuta.<br />
(d) Un cambio en el tema de la narrativa indica el final del episodio; este<br />
cambio suele adoptar una forma conversacional similar al marcador<br />
32
Integración en Psicoterapia<br />
dialógico introductorio (p.e., esto me recuerda otra cosa). Cuando una<br />
narrativa se sigue de otra que elabora el mismo punto se considera un<br />
ejemplo de narrativas encadenadas, y se analizan ambas narrativas como<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
una sola.<br />
Si bien en cada caso el contenido del episodio de TND es diferente, el<br />
proceso parece ser similar en términos genéricos. Concretamente, en la<br />
aplicación a la terapia familiar sistémico/constructivista hemos identificado un<br />
patrón consistente, formado por las siguientes etapas (véase también Fruggeri<br />
1992; Sluzki, 1992):<br />
(1) Co-construcción de la alianza terapéutica: Básicamente se trata de<br />
la fase inicial de la relación terapéutica, en la que resulta fundamental negociar<br />
un acuerdo sobre las metas y las tareas implícitas en la terapia, así como<br />
desarrollar un buen vínculo emocional con la familia.<br />
(2) Elicitación de las narrativas dominantes mediante el diálogo<br />
terapéutico o técnicas como la autocaracterización (<strong>Botella</strong> y Feixas, 1998;<br />
Feixas, Procter, & Neimeyer, 1993; Kelly, 1955), las preguntas circulares<br />
(Selvini-Palazzoli, Boscolo, Cecchin, y Prata, 1980), el uso de metáforas o<br />
documentos escritos tales como cartas, diarios o autobiografías (White &<br />
Epston, 1980) o algunas variantes de Rejilla de constructos personales<br />
adaptadas a su uso con familias (Feixas, Procter, & Neimeyer, 1993).<br />
(3) Deconstrucción de las narrativas dominantes en cuanto a sus<br />
dimensiones de relevancia terapéutica susceptibles de transformación.<br />
(4) Fomento de la emergencia de narrativas subdominantes mediante<br />
formas de conducción de la conversación terapéutica tales como centrarse en<br />
soluciones (de Shazer, 1985; O’Hanlon & Weiner-Davis, 1989), la<br />
externalización del problema y la identificación y exploración detallada de los<br />
acontecimientos extraordinarios (White & Epston, 1990), estrategias de<br />
aflojamiento o rigidificación narrativa y de inducción del rol de observador<br />
(<strong>Botella</strong> y Feixas, 1998), técnicas de procedencia psicodinámica como la<br />
confrontación y en general cualquier estrategia que conduzca a la<br />
deconstrucción y reconstrucción de los discursos narrativos dominantes de la<br />
33
Integración en Psicoterapia<br />
familia. En algún caso, también el papel del equipo de supervisión resulta clave<br />
en cuanto a la génesis de narrativas alternativas, especialmente si se utilizan<br />
recursos técnicos como el equipo reflexivo (véase Andersen, 1991) o el uso de<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
material escrito como forma de comunicación con la familia.<br />
(5) Validación de las narrativas alternativas: Tras haber accedido a<br />
dichas narrativas subdominantes y haberlas convertido en figura (en lugar de<br />
fondo) prestándoles la atención que merecen, el proceso continúa mediante su<br />
validación en contextos diferentes y más amplios que el original. En principio,<br />
mediante la co-construcción fomentada por el diálogo terapéutico y el uso de<br />
instrumentos tales como la técnica de la moviola (véase Guidano, 1995), la<br />
técnica de la pregunta curiosa (White y Epston, 1990), o las estrategias de<br />
cambio propuestas desde la teoría de los constructos personales (<strong>Botella</strong> y<br />
Feixas, 1998) se resaltan los aspectos terapéuticos de la narrativa<br />
subdominante.<br />
(6) Práctica de las narrativas alternativas mediante el uso de tareas o<br />
prescripciones post-sesión. La finalidad de esta fase es la de resaltar la utilidad<br />
de la nueva narrativa no sólo como marco de comprensión del pasado, sino<br />
como fuente de acciones futuras.<br />
(7) Fomento de la reflexividad: Esta fase coincide con la que en terapia<br />
familiar estratégica se denomina finalización y reconocimiento de méritos. La<br />
intención es que la familia se haga consciente de hasta qué punto han sido<br />
capaces de reavivar sus procesos discursivos de atribución de significado a la<br />
experiencia precisamente al hacerse conscientes de su propia discursividad.<br />
En general, los principales objetivos terapéuticos de dicha secuencia son<br />
(a) ayudar a los clientes a introducir cambios significativos en cualquier<br />
dimensión de sus narrativas de forma que éstas reaviven su función de marcos<br />
relacionales para la búsqueda de nuevas posibilidades y significados<br />
alternativos que amplíen sus posibilidades de elección, y (b) ayudarles a<br />
hacerse conscientes de la propia naturaleza discursiva, narrativa y relacional<br />
de la experiencia humana, con la finalidad última de fomentar no una<br />
sustitución sino una trascendencia narrativa (Gergen & Kaye, 1992). Tales<br />
34
Integración en Psicoterapia<br />
objetivos se resumen en la afirmación de Mook (1992) de que las familias que<br />
acuden a terapia necesitan dos cosas: inteligibilidad y transformación.<br />
La integración metateórica: una aportación innovadora desde el<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
constructivismo<br />
Si bien el principal problema de los eclecticismos técnicos es la posible<br />
falta de coherencia entre las técnicas empleadas o las filosofías subyacentes a<br />
las mismas, el problema de la integración teórica es la dificultad de unir teorías<br />
que parten de visiones del ser humano y de sus problemas a veces radicalmente<br />
diferentes. Este tipo de integración plantea la posibilidad de articular diferentes<br />
teorías psicoterapéuticas bajo un marco común metateórico. Se trata de una<br />
modalidad integradora muy reciente de la que se habla en pocos trabajos<br />
(Villegas, 1990) y que a nuestro juicio se representa claramente en la Integración<br />
Teóricamente Progresiva (ITP) de Neimeyer y Feixas (1990; Feixas y Neimeyer,<br />
1991; Neimeyer, 1992). Esta propuesta integradora propone limitar la síntesis<br />
teórica y técnica a aquellos enfoques que sean epistemológicamente<br />
compatibles. De esta forma se restringe el intercambio y síntesis conceptual a los<br />
sistemas que tienen axiomas filosóficos compatibles. Este intento de incorporar<br />
sólo los conceptos y las heurísticas que son congruentes con su propio núcleo de<br />
presuposiciones responde a una de las más extendidas objeciones hechas contra<br />
la práctica integradora: la no explicitación de las bases epistemológicas sobre las<br />
cuales se deben integrar varias teorías o terapias (Messer, 1986).<br />
Los proponentes de la ITP sostienen que la epistemología constructivista<br />
puede ser un marco metateórico idóneo para realizar esta integración por varios<br />
motivos. En primer lugar, se puede observar una cierta tendencia constructivista<br />
en el seno de distintos modelos (especialmente el cognitivo y el sistémico aunque<br />
también en otros, véase Feixas y Neimeyer, 1991). Por otro lado, su alto grado de<br />
abstracción y flexibilidad hace que Mahoney (1988) apueste en este sentido: "El<br />
lenguaje y la estructura ofrecidos por la metateoría constructivista pueden ser<br />
especialmente adecuados para facilitar los esfuerzos hacia una convergencia<br />
transteórica" (pág. 307). Finalmente, el carácter multidisciplinar de la<br />
epistemología constructivista, basada en aportaciones de lingüistas, filósofos,<br />
35
Integración en Psicoterapia<br />
biólogos, físicos, cibernéticos, filósofos de la ciencia, además de psicólogos, sitúa<br />
al constructivismo en una buena posición para realizar esta integración<br />
metateórica. Desde nuestra perspectiva, los cambios de la psicología hacia una<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
metateoría constructivista en los últimos 20 años ofrecen condiciones favorables<br />
para el desarrollo de un modelo más abarcador del cambio psicoterapéutico, que<br />
mantenga su coherencia filosófica y técnica.<br />
Reflexiones finales<br />
Al intentar matizar las características diferenciales de los distintos tipos de<br />
propuestas eclécticas e integradoras hemos pasado breve revista a algunas<br />
propuestas representativas, sin pretender ser exhaustivos. A su vez, hemos<br />
presentado un ejemplo de propuesta constructivista para cada tipo de modalidad<br />
ecléctica e integradora (véase Tabla 5). Este esquema nos permite constatar la<br />
fertilidad de la epistemología constructivista a la hora de generar propuestas 2 .<br />
Tabla 5.<br />
Tipos de enfoques eclécticos e integradores y aportaciones constructivistas (ver<br />
referencias en el texto).<br />
Tipo de eclecticismo/<br />
integración<br />
Eclecticismo técnico<br />
pragmático<br />
Eclecticismo técnico<br />
teórico<br />
Eclecticismo técnico<br />
sistemático<br />
Ejemplo<br />
prototípico<br />
Modificación de<br />
conducta<br />
Terapia cognitiva<br />
de Beck<br />
Modelo de Beutler<br />
y cols.<br />
Aportaciones<br />
constructivistas<br />
Variedad técnica (rol fijo,<br />
rejilla, escalamiento, etc.)<br />
Terapia de Constructos<br />
Personales<br />
Propuesta de Winter<br />
Integración teórica Psicodinámica Psicologia de los constructos<br />
2 Tampoco aquí hemos querido ser exhaustivos. Para mencionar tan sólo una de las ausencias,<br />
diremos que el enfoque de los procesos de cambio humano de Mahoney (1991) nos revela<br />
también una enorme capacidad integradora teórica de gran amplitud, desde lo biológico a lo<br />
psicosocial.<br />
36
Integración en Psicoterapia<br />
híbrida cíclica (Wachtel) familiares (Procter, Feixas)<br />
Integración teórica amplia Propuesta de<br />
Rosal y Gimeno<br />
Propuesta de Fernández-<br />
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Factores comunes Propuestas de<br />
Frank, Goldfried,<br />
etc.<br />
Alvarez<br />
37<br />
Propuesta narrativa de <strong>Botella</strong><br />
Llegados a este punto nos preguntamos por qué el constructivismo resulta<br />
tan fecundo en su esfuerzo integrador, mientras que otros enfoques dedican<br />
todas sus energías al desarrollo intra-escuela. Se nos ocurren varias respuestas.<br />
Nos permitimos retomar las conclusiones de un trabajo anterior sobre este tema:<br />
Al realizar una reflexión epistemológica sobre la psicoterapia desde una<br />
óptica constructivista aparece como inevitable hablar de integración. De<br />
hecho, creemos que es en el terreno de la integración donde el<br />
constructivismo tiene más que ofrecer a la psicoterapia (Feixas, 1992a, p.<br />
106).<br />
En efecto, el respeto a la diversidad de construcciones posibles de la<br />
realidad terapéutica y, a su vez, el intento de producir construcciones cada vez<br />
más evolucionadas y abarcadoras desemboca necesariamente en los temas que<br />
caracterizan al movimiento integrador.<br />
Concluimos, pues, destacando que la adopción de una epistemología<br />
constructivista lleva a la integración con aportaciones que contribuyen<br />
cualitativamente al desarrollo de las distintas líneas del movimiento integrador. Es<br />
por ello que nos parece que la forma más coherente de ser constructivista es ser<br />
integrador, a la vez que la postura más avanzada dentro de la integración es el<br />
constructivismo. Reconociendo que lo que acabamos de decir no puede ser más<br />
que una construcción personal, se nos plantea un dilema en nuestra trayectoria<br />
profesional y epistemológica: ¿Somos constructivistas porque somos<br />
integradores o somos integradores porque somos constructivistas? En último<br />
término, probablemente ambos aspectos responden a nuestra estructura
Integración en Psicoterapia<br />
supraordenada como psicoterapeutas, que nos lleva a poner nuestras<br />
concepciones teóricas al servicio del desarrollo de nuestros clientes y no a la<br />
inversa.<br />
<strong>©</strong><strong>Luis</strong> <strong>Botella</strong>. <strong>All</strong> <strong>rights</strong> <strong>reserved</strong>.<br />
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