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Junio: Junta Accionistas Telefónica

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Gallardón<br />

El País, Jorge M. Reverte<br />

y los tullidos<br />

Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia,<br />

nos quiere volver a llenar de tullidos las escaleras<br />

de las iglesias. Estampas que los más<br />

viejos recordamos de nuestra infancia española<br />

y los más jóvenes que han podido viajar traen<br />

incrustadas en sus retinas cuando vuelven de algún<br />

periplo por países donde reina la miseria. Niños sin<br />

piernas, sin brazos, ciegos, paralíticos cerebrales, que<br />

viven postrados y se alimentan de la caridad tintineadora<br />

de las monedas aleadas con las mezclas de los<br />

metales más ruines, las de cinco céntimos.<br />

El ministro de Justicia lo tiene claro: esos niños,<br />

a los que casi siempre se puede diagnosticar con<br />

tiempo que van a arrastrar una existencia peor que<br />

miserable, van a tener derecho y obligación de vivir<br />

esa vida, a la que les condenará, si sus proyectos salen<br />

adelante. ¿Exageración? No, ninguna, porque entre<br />

los anuncios del ministro no hay nada que se refiera a<br />

la atención a esas vidas, a la garantía a los cuidados o<br />

las rentas básicas. Más del 50% de las jóvenes españolas<br />

(que son las que presumiblemente pueden tener<br />

niños) están en paro. Si alguna de ellas comete el error<br />

de quedarse embarazada, puede encontrarse no con<br />

el derecho a parir a un hijo, sino con la obligación<br />

de hacerlo, sea cual sea su circunstancia vital. Y si el<br />

nacido tiene taras irreversibles, tendrán que arrastrar<br />

durante toda su vida esa penitencia. Porque el Estado<br />

que defiende Gallardón garantizará el derecho a nacer,<br />

pero no el derecho a vivir dignamente.<br />

El ministro declara a quien quiera escucharle<br />

que defender lo que defiende es lo más progresista.<br />

Y si uno se descuida, los tertulianos de las emisoras<br />

más rabiosas de la extrema derecha clerical le dirán, a<br />

voces, que los nazis pusieron en marcha un programa<br />

llamado Aktion 4 que consistió en matar a todos los<br />

ciudadanos alemanes, sin necesidad de que fueran<br />

judíos, que sufrieran taras físicas o mentales. Una<br />

repugnante manipulación que esconde que aquello<br />

se hizo sobre personas ya nacidas, incluso adultas.<br />

Que no tenía nada que ver con una discusión que es<br />

puramente ideológica, la de cuándo se puede considerar<br />

persona a lo concebido. Para la Iglesia española,<br />

que es la que inspira la pretensión de Gallardón, ese<br />

momento es el de la fecundación. Por eso, el aborto<br />

es un asesinato para los dignos obispos que lo combaten<br />

mientras se olvidan de la pederastia, por ejemplo,<br />

pese a que las palabras más duras que se pueden recordar<br />

de Cristo fueron aquellas que dedicó a semejantes<br />

tipos: “Al que escandalizare a un niño, más le<br />

valiera atarse al cuello una piedra de molino…”.<br />

11<br />

Muchas mujeres españolas han peleado durante<br />

años para conseguir una ley de plazos para el aborto.<br />

La única posible y objetiva para respetar los derechos<br />

de las embarazadas. Hasta que esta ley se puso en<br />

marcha, con gran oposición, por supuesto, de la Iglesia<br />

y de violentos meapilas como el ministro, tenían<br />

que fingirse enfermas mentales para abortar dentro<br />

de la ley. Los profesionales del mundo ‘psi’ tenían que<br />

decidir si su cabeza iba a poder funcionar bien o no<br />

en el caso de que llevaran hasta el final un embarazo<br />

no deseado. La sociedad española estuvo muchos<br />

años, desde 1985, viviendo una repugnante simulación,<br />

hasta que hubo ley de plazos.<br />

Desde entonces, desde que se promulgó la ley<br />

en 2010, las mujeres tienen derecho a decidir con libertad<br />

durante las 14 primeras semanas de embarazo.<br />

Sin que un cura ni un psiquiatra tengan que intervenir<br />

y sin que, ¡sorpresa!, haya aumentado el número<br />

de abortos en España. La diferencia es que las señoras<br />

que han abortado no han tenido que pasar por la<br />

prueba de fingir que sus neuronas estaban alteradas.<br />

Les ha bastado durante estos años con mostrar su<br />

decisión, con reivindicar la libertad para administrar<br />

su cuerpo. Hay más sorpresas: el 38% de los católicos<br />

practicantes aceptan esa regulación, por ejemplo. Y<br />

son mayoría los españoles que apoyan la ley de plazos,<br />

frente a la anterior, la de 1985, de “supuestos”. A esto<br />

nos quiere llevar el ministro, pero con severas correcciones<br />

que prevalgan los derechos del feto de cinco<br />

minutos sobre los de la madre adulta.<br />

Este defensor del derecho a la vida, amparado<br />

por hooligans como el ministro del Interior, Jorge<br />

Fernández, que compara el aborto con ETA, o el obispo<br />

de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, quieren llenar<br />

las escaleras de las iglesias de mujeres locas y de niños<br />

tullidos.

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