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Ecología y consolación<br />
<strong>Promotio</strong> <strong>Iustitiae</strong>, n° 111, 2013/2<br />
Fundamento místico ignaciano de la opción por la ecología<br />
José García de Castro sj<br />
Universidad Comillas, Madrid, España<br />
La experiencia de Ignacio de Loyola y la espiritualidad que de ella mana ofrecen una posible<br />
interpretación del mundo y de la historia como lugares de revelación de Dios. Lo acontecido en<br />
la orilla del río Cardoner, la formulación de la Consolación o la propuesta de la “Contemplación<br />
para alcanzar amor” nos ayudan a comprender la santidad de las cosas.<br />
Consolación, el sentir mundano del don de Dios<br />
Creo que la clave de entrada más importante para comprender y justificar una opción por el<br />
cuidado del mundo, está en lo que constituye el centro hermenéutico del sistema de<br />
discernimiento de espíritus de Ignacio de Loyola y la clave de bóveda de su antropología: la<br />
CONSOLACIÓN.<br />
Ignacio, como es sabido, define la consolación en el nº 316 de los Ejercicios, la tercera de las<br />
reglas de discernimiento, aunque nos consta que fue la primera que redactó.<br />
La primera parte de la definición de consolación recoge lo que, a mi modo de ver, es la<br />
definición de la Consolación sin Causa precedente, esto es, la manera más diáfana, natural y<br />
esperable que tiene Dios de comunicarse con sus criaturas, dándose a sí mismo,<br />
esencialmente, en el Amor que “es”, no tanto que “da”: “inflamarse en amor de su Criador y<br />
Señor”.<br />
Pues bien, en el 3161, Ignacio vincula de manera muy estrecha lo que es la experiencia<br />
diáfana de Dios (moción interior que inflama la ánima en amor de su Criador y Señor) con lo<br />
que es la vinculación hacia las criaturas por el amor recibido, que “desciende de arriba”, pues<br />
afirma: [en la experiencia de consolación] “ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra puede<br />
amar en sí sino en el Criador de todas ellas”.<br />
Para Ignacio, experiencia diáfana de Dios (esto es, de Dios en nosotros) al tiempo que una<br />
experiencia de construcción de un sujeto religioso, es una experiencia del mundo, un modo<br />
de sentir el mundo en tanto que criatura como yo. Ignacio no quita importancia ni densidad<br />
a la experiencia íntima del hombre con su Criador, ni de su Criador con su criatura, pues de<br />
quitarlo estaríamos destruyendo lo nuclear de la propuesta ignaciana y su original<br />
aportación a la tradición espiritual de Occidente. Lo grande de esta experiencia es que<br />
Secretariado para la Justicia Social y la Ecología 22