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8<br />
cruel labor de los conquistadores?<br />
Y estas preguntas, muy relacionadas<br />
unas con otras, nos llevan a examinar una<br />
idea extendida a ambos lados del Atlántico,<br />
de enorme recurrencia en la política<br />
mundial, y que hoy se corea profusamente<br />
en los discursos que unos cuantos líderes<br />
de Nuestra América acomplejada eyaculan<br />
frente a sus multitudes, con sus<br />
ecos primermundistas y callejeros en Davos,<br />
París o Washington; idea que no representa<br />
otra cosa que un modo de percibir<br />
la realidad americana anclado en la<br />
ignorancia histórica de nuestros propios<br />
errores como personas y naciones, y en<br />
sentimientos tan indignos como el complejo<br />
de inferioridad y la envidia ante el<br />
progreso de los otros.<br />
No estamos justificando los innumerables<br />
crímenes de la conquista,<br />
no, pero el aprecio por el conocimiento basado<br />
en la verdad nos obliga a examinar todos los<br />
comportamientos, y el de los aborígenes -que<br />
no lo eran tanto, pues llegaron al continente<br />
solo unos cuantos siglos antes que los europeos-<br />
no fue menos cruel y agresivo que el de los<br />
españoles e ingleses. Por supuesto, hay matices,<br />
pues no debe echarse en el mismo saco a<br />
los siboneyes de Cuba, culpables de la muerte<br />
de unas cuantas jutías y tortugas, que a los guajiros<br />
de la selva ecuatoriana, expertos en ese<br />
folclórico arte de reducir los cráneos de sus<br />
prisioneros. Los poéticamente célebres araucanos,<br />
cuya resistencia al europeo fue inmortalizada<br />
por el conquistador Ercilla, ya estaban<br />
La Rosa Blanca<br />
entrenados en el arte de la guerra, pues hacía<br />
más de un siglo que venían batiéndose, por las<br />
mismas razones, contra el Inca del Cuzco y sus<br />
imperiales ejércitos quechuas y aymaras, algunos<br />
de cuyos descendientes, en la actual Bolivia,<br />
parece que pretenden revivir las pacíficas<br />
costumbres de sus antepasados.<br />
Y además, las ideas de Apocalipsis no son<br />
superficialidades primermundistas: Julio Cortázar,<br />
la segunda imaginación más potente de la<br />
cuentística argentina, e intelectual de izquierda,<br />
escribió La noche bocarriba, con la intención de<br />
hacernos sufrir en carne propia lo absurdo,<br />
pero real, de las guerras en la América precolombina,<br />
a través del horror de un prisionero<br />
cuyo corazón será arrancado en homenaje<br />
a la divinidad. Las imágenes de<br />
Mel Gibson parecen tomadas de esta,<br />
aún más desesperante, escena.<br />
Los apasionados defensores de las<br />
soberanías y los nacionalismos a lo<br />
Chauvin, ante estas realidades históricas,<br />
objetan que sí, que todo eso puede<br />
que sea cierto, pero al final los europeos<br />
no tenían nada que hacer en América,<br />
esos eran problemas nuestros, un nuestro<br />
que nunca he comprendido pues la<br />
inmensa mayoría de las personas que<br />
se acogen a este argumento no tienen