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un ápice de sangre indígena,<br />
y si la tienen, bastante<br />
mezclada ha de ser. Evo<br />
Morales Ayma, por ejeplo,<br />
como todos saben es<br />
primero Morales, y luego<br />
Ayma.<br />
O sea, que aquí solo<br />
tenían derecho a hacer<br />
barbaridades los hombres<br />
de taparrabo. Esa precaria<br />
defensa de los errores y<br />
crímenes propios ante las<br />
críticas extranjeras, que<br />
hoy, cuando se produce a<br />
nivel de estado, se le llama<br />
defensa de la soberanía nacional, en el siglo<br />
XV carecía siquiera de soporte legal, pues los<br />
países cambiaban de dueño, sin herir ninguna<br />
fibra popular, con un simple matrimonio entre<br />
sus soberanos, y las fronteras variaban constantemente,<br />
según la fortuna de las guerras y<br />
de los mismos enlaces matrimoniales; eso en<br />
Europa, ni hablar de América, en donde la sana<br />
costumbre de entregar una princesa al rey<br />
vecino para hacer la paz no era común: la tierra,<br />
era del que lograba degollar al otro.<br />
Además, aunque ya esto sea harina de<br />
otro costal, y mucho más fermentada, por cierto,<br />
la noción de soberanía nacional ha sido la<br />
mejor coartada para que, a lo largo del siglo<br />
XX, una veintena de tiranos y líderes iluminados<br />
hayan liquidado los asuntos terrenales de<br />
decenas de millones de seres humanos, sin darles<br />
el derecho a la última defensa, cuando las<br />
demás han fallado: la que puede llegarles desde<br />
otras naciones. Los franceses no podían meterse<br />
en la represión a los judíos alemanes, porque,<br />
según Hitler, eso era meterse en los asuntos<br />
internos del Reich; los ingleses no tenían<br />
derecho a interceder por los miles de prisioneros<br />
políticos que ejecutó el bigotudo Stalin,<br />
¡qué intromisión!; los propios soviéticos, más<br />
tarde, tampoco tendrían derecho a cuestionar<br />
las masacres anticomunistas con que inauguró<br />
su dictadura el presidente-sultán indonesio,<br />
Suharto; y ni hablar del derecho que le quedaba<br />
al mundo para protestar por las balanceadas<br />
depredaciones con que hutus y tutsis se agasajaron<br />
en la Rwanda de los ´90. La intervención<br />
cubana en el conflicto angolano-namibiosudafricano,<br />
de acogernos al principio de la no<br />
intervención en los asuntos de otras naciones,<br />
quedaría en la picota. Entonces, ¿qué es lo correcto?<br />
La soberanía nacional todo lo aguanta.<br />
Apocalipsis, en fin, enseña y hace pensar.<br />
Para ser una obra admirable no necesita más.<br />
Y es útil en América, vital para entender cómo<br />
las civilizaciones anteriores a la conquista llevaban<br />
en sí el germen del apocalipsis, ese terrible<br />
momento fatal anunciado con la frase de Durant<br />
al inicio del filme, en que los pueblos cerrados<br />
y violentos que no saben cambiar, han<br />
de caer, de cualquier modo.<br />
Henry Constantín Ferreiro.<br />
(Camagüey, 1984) Periodista, escritor y fotógrafo. Expulsado de los estudios de Periodismo en dos ocasiones, ambas por<br />
problemas políticos. Único representante de Cuba en el II Concurso Hispanoamericano de Ortografía Bogotá`2001. Graduado<br />
del Curso de Técnicas Narrativas del Centro Onelio Jorge Cardoso. Textos suyos han sido publicados en medios de prensa<br />
cubanos, incluso oficiales. Hace el weblog Reportes de viaje (www.vocescubanas.com\Reportes de viaje). Dirige la revista La<br />
Rosa Blanca. email: henryconstantin@yahoo.es Reside en Camagüey.<br />
La Rosa Blanca<br />
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