4 - Ateneo de Madrid

ACDIODIA
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ANO I
ItíTItMBRt IW
c armen
"Mediodía", "Gallo", «Tobogán?, tres revistas
literarias tres campanas volteando
clamores de expansión bajo el nítido cíelo
de una.s ciudades españolas, símbolos de una
Inquietud y expresión de unas facultades
creadoras que saliéndose del reducido marco
local donde surgieron, han sabido alican»
aar en el tiempo resonancias nacionales.
I al lector no se le ha ocurrido nunca furidar
una revista de poesía, no sabe lo que es bueno.
El primero y peliagudísimo problema es
encontrarle un título grave, sonoro y significativo.
Sin título no hay manera—Don Quijote lo
sabía bien—-de lanzarse a la acción, ni siquiera de
proyectar sobre una muestra de papel convenientc-
' mente plegado la distribución, equilibrio y tipografía
del primer número. Durante sus buenos tliez
años, hasta la llegada de "Los Cuatro Vientos",
i se reunían cada otoño y cada primavera y siem-
' pre—claro está—en vestíbulos de grandes hoteles o
en confortables salones de té, donde hubiera cómodas
butacas para arrellénarse, los más conspicuos
miembros de "la -joven literatura": Pedro Salinas,
Melchor F. Almagro, Antonio Marichalar, Claudio
de la Torre, Dámaso Alonso y alguno más. Dos piovincianos,
si caíamos aquellos días por Madrid, éramos
asimismo invitados a la reunión acolchonada y
misteriosa. Jorge Guillen llegaba con frecuencia de
Valladolid o de su cátedra de Murcia con el último
número de "Commerce" o la última noticia del
más joven pintor, descubierto a orillas del Segura
o del Esgueva. Yo, menos probable, por ser el más
provinciano de todos, fatalmente y deliberadamente
provinciano ("el pobre", que dijo Juan Ramón aludiendo
a ello) en mis gustos, en mis gestos y, i»or
lo visto, hasta en mi paraguas y en mis corbatas.
Este año va de veras. Ahora sale la revista. Fiensen
ustedes un título. Ronda de propuestas, "tidas
rechazadas. "A ver, Gerardo. Piense usted lia., .título
para el domingo". Y Gerardo, sin dormir, en el
cuarto del hotel, haciendo inauditos^ .esfuerzos (le
imaginación en busca del mágico yocablo. Les presentaba
dos, tres títulos. Risa^.-'ilusiones momentáneas,
pero, al fin, también 1 rechazados. Entonces,
yo les echaba la maldición. La revista no saldrá.
Para que salga y viva siquiera seis números, es
necesario que no la haga un grupo, sino uno solo.
El día que yo saque una revista, la haré yo solo.
.' A mi entero riesgo económico, social y literario.
Y un buen día llegó a Madrid, procedente de Santander,
Federico García Lorca. Y trajo la siempre
esperada noticia-fantasía:
—¡No sabéis que Gerardo va a publicar una, mejor
dicho, dos revistas dé poesía? La una se va a
llamar "Carmen", y la otra, "Lola".
Grandes carcajadas, y, naturalmente, nadie le cree.
—Que sí, que no lo invento yo. Ya lo veréis.
Hubo que rendirse a la evidencia. Unos papelitos
rosa profusamente repartidos por mí entre ios
amigos de la poesía anunciaban el suceso. Y como
yo tenía fama de hombre serio, empezaron a. creerme.
Se anunciaba "Carmen" como una revista de
duración limitada: seis únicos números. Esta era
una primera novedad. La otra era el suplemento,
no obligatorio, "Lola".
i Cómo se me ocurrió el título? Pensé primero
en humanizar la revista, bautizándola con un nombre
de muchacha. Fatalmente y con toda felicidad
encontré el insustituible: "Carmen". La'técnica crea»
cionista de la imagen doble y múltiple me proporcionaba
cierta disposición para el hallazgo. Sólo después
me di perfecta cuenta de la "encrucijada de bellezas^—muchacha,
Virgen, poema, Granada, ópera—que
tal nombre evocaba. Sus íntimos gustába-
- mos llamarla, para quitarle toda posible reminiscencia
literaria, en , diminutivo (o plural) "Carmina".
Insisto en esto del' título, porque estoy convencido
de que casi todo el éxito de "Carmen"—tan
superior a todas mis esperanzas—estribó en su
nombre. En cuanto a lo de "Lola", fue un corolario
tan divertido como impepinable. Dos propósitos
esenciales me guiaban. Uno, el más incitante, el
de dotar a mi provincia, mejor dicho, mis provincias,
Santander (naturaleza) y Asturias (residencia)
de la revista regional, con la ilusión de descu-,
brir _ y alumbrar nuevos manantiales dé vocación
poética. Por lo demás, de localismo provinciano la
revista no iba a tener lo más mínimo. La deseaba
totalmente española—"revista chica de poesía española"
se subtitulaba—y universal y eterna de espíritu.
El otro propósito era el de lograr una revista
exclusiva y antológica de poesía. Poesía nada más,
sin cuentos, dibujos ni zarandajas, pero exigente en
los nombres y en la calidad de los originales. Que
figurar en "Carmen" se reputase en lo porvenir
y en el presente como honor, ejecutoria y medalla
de una auténtica academia viva de poesía. (Nota:
Adriano del Valle fue inyitado a colaborar y amablemente
colaboró con un alígero "poema portátil
".) Claro_ está que para tal excelencia se necesitaba
en mí una "assurance" (léase en francés y
en inglés) que me reconozco como pecado capital,
del que todavía no me he arrepentido. Cuando tenía
bastante confianza con el poeta, le pedía varios
originales para yo elegir.
Fueron invitados Antonio Machado y Juan Ramón,
o sea "K. Q. X.". Excusas corteses del primero por
falta de material, y reserva del segundo ante mis
repetidas cartas. "El Cansado de Su Nombre" no
quería entonces colaborar en revistas; ésta fue la
razón o pretexto de su negativa. Después leyó "Lo-
la", y para qué les voy a contar a ustedes. En cambio,
Unamuno autorizó la publicación de una preciosa
carta en prosa y verso, lo único que de él se
publicó en España duranle su destierro, por su negativa
a someterse a la censura. Firmaba "Un poeta
enigmático y solo", pero el estilo y la data
de Hendaya eran inconfundibles.
La revista se tiraba en "Aldus", de Santander, y
colaboro conmigo para lograr la apetecida belleza
tipográfica mi querido amigo y "descubridor" Rafael
Calleja, residente en Santander a la sazón. Y
"Carmen" salió como hermana menor de Un magnífico
"Quijote" de su editorial, bajo el madrinazgo
lV: •/Ó'
de doña Carmen G. Camino de Calleja. El nombre
tenía una razón más de ser y más espiritual y de
más bello y feliz augurio de todas. "Carmen" fue
un gran éxito. Tuvo más de trescientas suscripciones,
a pesar de su corta y voluntariamente limitada
vida. Se prometieron seis húmeros y se dieron
siete. Y el suscriptor, por primera vez en los anales
de las jóvenes revistas, no tuvo derecho a quejarse.
Colaboraron Aleixandre, Alvarez Piñer, Aub,
Cernuda, Cossío, Diego, Fernández, Lorca, Larrea,
Martín, Prados, Quiroga, Romero, Del Valle, Villa-
' lón y otros. Amén de los clásicos por mí antologizados.
Entre los originales de mayor interés pueden
contarse los de Larrea en todos los números, poeta
entonces absolutamente desconocido y, a mi juicio,
incomparable. En el primer número se publicó,
de Luis Cernuda, una "Égloga", de escuela sevillana,
larga en estancias. Cuando se la anuncié
a Federicp, me dijo: "iQué latasol". "Carmen" cele,
bró con un número doble el centenario de Fray Luis
de León. Número que, sin embargo de haber sido
enviado espontáneamente a los Agustinos del Escorial,
no mereció el' honor de ser citado en su
bibliografía del Centenario. Hicieron mal. Porque,
aparte de la poesía viva, espléndida de nuestros
pnetas, por ejemplo, la "Soledad" en liras de Lor-
ca, el bellísimo soneto de Larrea "Espina» cuándo
nieva" y—¡un—soneto- de Aleixandre," se Incluían breves
estudios en prosa de positivo interés, y una
antología de Fray Luis, con una versión, por primera
vez depurada de sus erratas, del soberbio
"Cántico de Habacuc", en la que colaboró conmigo
un especialista en Sagrada Escritura, mi hermana
el Padre Sandalio Diego, S. J.
Bueno. Y de "Lola", ¿qué? Pues que se han
acabado las seis cuartillas que se me pedían y no
quiero comprometer el equilibrio de la mesa revuelta
de revistas. De "Lola" hablaremos otro día, si
a la "Estafeta" le parece. Y, además, no hace demasiada
falta, porque ya ella se lo dijo todo, qué á
eso vino. Y a eso volverá el día menos pensado,
que a algunos ya les tiemblan las carnes y están
como Fernando Villalón ante el anuncio de los originales
de Rogelio Buendía, "que no toe (sic) se des»
pega la camisa del cuerpo".
GERARDO DIEGO.
MIGUf L PRIMO
todo-«
os "periquitos de Fernando Vi Haló
OS siete números de "PÁPSñL DE ALE-
LUYAS" florecieron eD aquel piraíso
de las autopistas y de los "firmes
especiales" qué, con ías dos -grandes Exposiciones
de Sevilla y .Barcelona, marco la
curva más alte en el dialgrama febril de
España. Había remitido la fiebre política, y
todo fue un incesante: ¡Laborar de solícitas
y pacíficas abejas en aquel panal de dulce
miel patriótica Que antee ¡había, sido un. auténtico
'"avispero" de zánganos y caciques
rurales demoliiberales y conservadores e> ul-
tranza. Si aquella fiebre hizo crisis, la juventud
española ¡vivió una convalecencia de
sanatorios poéticos. Rafael lAllbeiti plagió
los dengues y melindres ¡histéricos del gran
poetai de Maguer, reteliuyéndose en el Guadarrama.
La fiebre, poética de Sevilla, se recluyó
en la revista "Mediodía", que fun-
dó Eduardo Ulosent y Marañó»," "Su mensaje
nos llega —¡me decía Aleandfo. Odiantes
de "íerán— por el cielo alto y azul que
se columbra desde este patio sevillano que
es "Mediodía"I No tíos abandone, amigo
Adriano", Yo lies contestaba que "Mediodía*'
tenía gu Santa Sede en el patio de la
casa de Eduardo, Llosent, espléndido patio
á& marañóles blancos, al que yo llamaba "la.
Roma cuadrada de Sevilla". M equipo de,
"Mediodía" estaba formado, así: Eduardo
Llosent, Alejandro Oollantes de Terán, Joaquín
Romero Murufoe, Rafael Parlan, Rafael
(Laiffón, Juan Sierra, Pablo Sebastián,
Fernando ¡Labrador y un etcétera que, a
. manera de ómnibus con plazas escogidas »'
reservadas, ocuparon después los epígonos
Francisco Sajel, Manuel. Halcón, Antonio
QonzáieswMeneses, Garlos García Fernández
Antonio Gardillo y Manuel Díea Crespo.
En aquel grupo afloró el foseóte poético que
aun mantiene en una primeria línea de?
fuego el, elogio permanente a una Sevilla
frágil y área: Joaquín Romero Murube. Pero
brotó también un íaro ejemplar de puri,
y andante vitalidad humana cuyo recuer-'
do ha sobrevivido a su propia abra: Fernán- 1
do Vlllalón-lDaoízi y Halcón, conde de Mira-
. flores d© loe Angeles.
(Cuando saltó al ruedo (hispalense aquella
cuadrilla de niños sevillanos, Villalón era
algo agí como ese picador cuarentón que ha
medido con sus fornidas espaldas de centauro
andaluz los ruedos taurinos d& todas
las plazas de España. Fernando tuvo una
ecloimiáón poética tardía. Su veíanme de San
Martín dio fru ! tos agraces. Le entró la taquicardia
de la poesía conjuntamente cuando-su
gran patrimonio familiar pericliti
ba entre el incesante trajín de sus afanes?
terrícolas. Todo él rezumaba ¡poesía popular,
como ese botijo andaiua que rezuma el
agua- fresquísima del verano. Fernando Vi-:
Halón era ájigo así como el aljibe que resjfoe
el llanto del!, cielo para después lagrimearlo
él por todos sus poros. Y lo mismo qué
rezumaba poesía, Fernando Vülalórí rezumaba,
a veces, tremendos "periquitos" blasfematorios.
Sus iracundias pedían la gran
escenografía del Vailé del Josafat. Alejandro
lüollanites de Terán, el "seise" casi angélico
de la poesía sevillana, forzosamente,
fatalmente, tuvo que mostrar su desagrado
centra aquellas iras bíblicas de Villalón. Y
así nació ;"Papel de Aleluyas", por una es-J
cisión y al borde de un par de bofetadas]
Revista Que tuvo un origen tartessio, en las
que Villalón fue él rey Argantonio, con la
plata de sus buenos veinte duros por cada:
número publicado. Formemos —me gritaba
VillaTón, a lo largo de toda la calle de
Sierpes— un "comité" de tres: Tú, Rogelio:
Buendía y yo. Y que se "mueran los íeos".¡
En "Papel de Aleluyas" publicó Fecundo
Vülalón las primicias de su ingenio ferozmente
popular. Yo fui su primer mentor li
terario. Su vitalidad epistolar se producía;
•a diario en las tres o cuatro cartas suyas ¡
que me llegaban a Huelva de una maneraj
angustiosamente Ininterrumpida. Oonferen-J
cías telefónicas, cartas y más cartas, sofla-j
mas planfletarias contra "los niños de "Me-j
diodía", accidentes y anécdotas qu© yo me]
. eratauahaba, naturalmente, entre . pecho yL
espalda, ein que vieran la luz de la publicidad.
"Joaiquinito Romero —me decía Villallón—
se tía creído que es el Víctor Hugo
del bardo de San Lorenzo".
Esta es la historia anecdótica de "Papelde
Aleluyas". El título fue mío. Villalón proi
puso que se llamase "Cartel de Feria". íbamos
algo de la mano de ese reigusto popula?
de los cuadros verbeneros de Maruja Maule
y de la película; dé "Oecé", "Esencia de
Verbena". "Vllalón, quizá, recordando el libro
'"dárteles", de Ernesto Giménez Caballero,
quise bautizar nuestra revisita con el
tituló de "Cartel de Feria".
"Papel de Aleluyas" publicó seis núme-j
- ros en Huelva, y uno en Sevilla. Ampliamente
espaciados en el tiempo, recogieron toda*
la nómina andante y sonante de la poesía
española de su época, de aquella, época en
que la espada, invicta del general primo de
Rivera, después de (hacer añicos lias urnas
electorales de, í^pafiia, se; cubrió de gloria en."
ei desembarco de Alhücemáe. Entonces o?n-|
taran largo y tendido todas las arpas esps~>
ñolas. Aun aquellas arpas que, embuidas de|
espíritu de Ckín, suenan hoy en el exilio. ¡
Y esto íué todo...
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