TIENE RAZON
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32<br />
critica de la argentina<br />
Sábado 5 de abril de 2008<br />
EL LIBRO DEL SÁBADO<br />
HERNÁN BRIENZA<br />
Recorrer el largo camino<br />
que proponen estas memorias<br />
“apócrifas” de<br />
Atahualpa Yupanqui es inmiscuirse<br />
en el mundo de sensaciones,<br />
percepciones, pensamientos<br />
y sentimientos de una personalidad<br />
hosca e intrincada, callada y<br />
de una altiva humildad. Yupanqui<br />
era un cerro encorvado sobre su<br />
guitarra y era roble al escribir y al<br />
decir sus pensamientos. Y eso se<br />
refleja en un libro necesario para<br />
la cultura popular argentina.<br />
Claro que el libro es un “engaño”.<br />
Sepa, lector, que en un preciso<br />
momento la pluma del autor<br />
de Chacarera de las piedras y El<br />
arriero, se queda quieta y deja<br />
paso a su voz y es otra la mano<br />
que mece las palabras.<br />
En un punto exacto, ya no es<br />
Yupanqui el que escribe sino<br />
el impostor de Víctor Pintos,<br />
quien hace las veces de médium<br />
de entrevistas y reportajes inéditos<br />
del compositor. Pero hay<br />
una buena noticia: es bastante<br />
difícil descubrir en qué momento<br />
del libro se produce el cambio<br />
de monta. Allí está la ductilidad<br />
del periodista para encarnar a<br />
su admirado músico.<br />
El texto es un largo recorrido<br />
por la vida de Yupanqui, en el<br />
que narra sus orígenes, la bohemia<br />
de su juventud, sus inicios en<br />
el mundo de la música, su mili-<br />
Siempre he tenido de la proyección<br />
folclórica un indefinido<br />
concepto. Y si hubiera<br />
que definirla, creo que habría sido<br />
inútil tratar con seriedad un asunto<br />
tan frívolo. No se a qué le llamarán<br />
“proyección folclórica”.<br />
La cuestión no me preocupa.<br />
Puede haber ocurrencias lindas,<br />
simpáticas, pero de ninguna manera<br />
encaminan a la obra hacia<br />
una consideración superior. A<br />
gente que sepa cuántos comprimidos<br />
se necesitan para el dolor<br />
de cabeza no se le puede decir<br />
“doctor”. Será, en todo caso, gente<br />
entendida en pastillas, pero doctor<br />
no. Lo mismo pasa con la proyección<br />
folclórica.<br />
Por ahí ocupan los treintaitantos<br />
compases de una danza, pongamos<br />
una zamba, y luego le incorporan<br />
cosas de amor, o incluso<br />
si está de moda, cosas ajenas a la<br />
zamba, como algo de García Lor-<br />
culturas<br />
ESTE LARGO CAMINO, MEMORIAS DE ATAHUALPA YUPANQUI<br />
El arriero de los recuerdos<br />
A casi treinta años de que los escribiera, se rescataron textos desconocidos del artista. Un<br />
recuento de momentos íntimos y públicos, un CD con las primeras seis canciones y un dossier de<br />
fotografías inéditas. Personajes, paisajes y objetos en la mirada irónica de un imprescindible.<br />
tancia en el Partido Comunista,<br />
con el que recorrió el mundo del<br />
otro lado de la cortina de hierro<br />
y sus opiniones, nunca exentas<br />
de ironías, de sutiles desprecios,<br />
de certezas irrebatibles. En esas<br />
páginas se narran las influencias<br />
del paisaje, de las piedras, de los<br />
Están aquí sus opiniones,<br />
nunca exentas de ironías,<br />
sutiles desprecios,<br />
certezas irrebatibles.<br />
hombres del Norte, de sus padres,<br />
y describe con exquisitez la<br />
sociología del gaucho, del futuro<br />
del folklore, la filosofía sobre la<br />
guitarra y el caballo y los encuentros<br />
vitales con Federico García<br />
Lorca, Jorge Luis Borges, el poeta<br />
cubano Nicolás Guillén, Pablo<br />
Neruda y Johan Sebastian Bach,<br />
su músico preferido.<br />
El libro narra la vida de este<br />
COMO CANTAR FOLCLORE<br />
“El grito no ayuda a nadie”<br />
ca o Neruda o Reynoso, le suman<br />
una metáfora y después le dicen:<br />
“Qué hermosa letra le han hecho<br />
a esto”.<br />
A eso le llaman zamba. Y si tiene<br />
mucha aceptación y difusión en la<br />
radio o en la TV, se genera la gran<br />
simpatía hacia esa música. Y se habla<br />
de proyección. La gente dice<br />
“zamba de proyección”.<br />
Después lo importante es producir<br />
el espectáculo. A veces el<br />
espectáculo es un atentado a la<br />
pureza del arte.<br />
Don García Morente decía<br />
que “cantar es rezar dos veces, al<br />
pueblo y a Dios”. Si eso es verdad,<br />
ningún rezo debe ser gritado. La<br />
persona que grita para cantar una<br />
cosa criolla porque tiene voz o decibeles<br />
en los micrófonos no tiene<br />
nada que ver con lo ritual.<br />
No creo que el grito ayude a<br />
nadie en materia de canto profundo.<br />
No se le puede cantar así<br />
a la tierra. Ningún hombre puede<br />
decir “te amo” a una mujer a los<br />
alaridos. O baja la voz o nada es<br />
cierto. Lo mismo con la guitarra,<br />
con el violín o con el charango.<br />
Hay gente que deslumbra tocando<br />
esos instrumentos. Pero de ahí<br />
a alumbrar...<br />
Lo que decís, Segovia: “Tocar<br />
mucho no es tocar bien. Hay que<br />
tocar bien la guitarra, o el piano, o<br />
lo que sea. Después, si se toca mu-<br />
argentino “cantor de artes olvidadas,<br />
que quiere expresar la<br />
voz de los tres misterios argentinos:<br />
el misterio de la pampa,<br />
el de la selva y el de los Andes,<br />
del hondo valle, de las montañas<br />
donde vagan libremente vicuñas<br />
y guanacos y el cóndor rubrica<br />
la historia de los siglos indios<br />
sobre la mañana azul del territorio”,<br />
como él mismo se define.<br />
Un hombre que lleva el destino<br />
grabado en el nombre elegido:<br />
Yupanqui significa el que ha de<br />
contar, el que narrará, en la “lengua<br />
granítica del Ande”.<br />
Quizás para entender a este<br />
hombre de cara aindiada sea necesario<br />
escuchar las palabras de<br />
su alter ego, de su impostor.<br />
Pintos asegura que la riqueza<br />
del libro es que se nota que<br />
Atahualpa “aprendió mucho<br />
de los cerros, pero mantuvo el<br />
alma de la llanura pampeana<br />
intacta. Él siempre decía que el<br />
hombre de la pampa tiene una<br />
cho, es otra cosa”.<br />
Hace unos meses estuve leyendo<br />
algo sobre la polución en las ciudades,<br />
lo que generan los autobuses<br />
que lanzan gases contaminantes,<br />
lo cual atenta contra la salud de la<br />
gente. Y el que escribía decía: “Y<br />
qué pena que la gente no se haya<br />
dado cuenta de que está padeciendo<br />
una polución mucho más<br />
grave: la polución del lenguaje”.<br />
Porque la gente habla tan mal en<br />
castellano. De hace cuarenta años<br />
a hoy, se han incorporado muchos<br />
vocablos y expresiones que no tienen<br />
nada que ver con el espíritu<br />
latinoamericano. No significan<br />
más que torpezas idiomáticas. Y<br />
se usan constantemente en la calle,<br />
en la escuela, en la universidad<br />
, en el cine, en el teatro , en el arte,<br />
en el arte popular... <br />
mirada diferente de los demás<br />
y que el problema de quien vive<br />
en la ciudad es que nunca ve el<br />
horizonte, entonces, nunca está<br />
ubicado ni tiene una dimensión<br />
real del mundo. Cuando se hace<br />
de noche en el cerro, por ejemplo,<br />
el sol desaparece temprano y empieza<br />
el misterio de luces. Y por<br />
a esa luz mortecina, el paisano<br />
de la montaña tiene una actitud<br />
distante ante lo desconocido. El<br />
hombre del campo, de la llanura,<br />
en cambio, ve caer el sol y lo ve<br />
Mi madre tenía buena preparación,<br />
pero no era en<br />
absoluto intelectual. Era una<br />
mujer de origen vasco, muy<br />
campesina. Con muchos pensamientos,<br />
muchos silencios,<br />
de mucha simpatía por la vida,<br />
mucha fuerza para vivir. De recursos<br />
rápidos.<br />
Recuerdo una vez, pobrecita,<br />
se le vino encima un caballo<br />
desbocado. Había una zanja y<br />
un camino angosto, por el camino<br />
angosto galopaba el chuzo,<br />
entonces ella hizo la cara a<br />
un lado y lo abrazó por el otro<br />
lado, le hizo una esquivada al<br />
hocico del caballo y se abrazó<br />
a él, que la arrastró como tres<br />
metros más allá, galopó con él<br />
y se frenó el caballo, entonces<br />
mamá cayó.<br />
Esa ligereza, esos reflejos rápidos.<br />
Esquivar el golpe frontal<br />
y hacer eso.<br />
Ella era un poco así. Muy decidida.<br />
Y lo mismo debe haber<br />
leído. Lo ha leído, lo ha juntado,<br />
estaba fresca en ella esa<br />
impresión. Y lo comparó con<br />
el muchachito que empezaba a<br />
tocar la guitarra y andaba por<br />
ahí. “Usted es un cantor de alta<br />
sobriedad, m’ hijo”. Casi como<br />
diciendo: “No se dé mucho corte”,<br />
un poco así.<br />
Y a mí me valió mucho eso,<br />
porque con los años eso me<br />
enseñó a ubicarme, a cuál será<br />
mi misión. Tal vez caminar por<br />
nacer, tiene una relación diferente<br />
ante los misterios. Ésa es<br />
la mirada que le permitió ser un<br />
artista tan universal”.<br />
Para un mejor conocimiento<br />
y comprensión del mundo Atahualpa,<br />
Este largo camino contiene<br />
un dossier de fotos históricas<br />
del cantante más un disco<br />
compacto con las seis primeras<br />
canciones que Yupanqui grabó<br />
en forma particular, registradas<br />
en disco de pasta en 1936 e inhallables<br />
en la actualidad. <br />
Buscando desesperadamente a don Ata<br />
Este sábado, otra vez, Crítica de la Argentina invita a buscar<br />
el libro escondido. A las 12, en la página www.críticadigital.<br />
com se podrá saber en qué lugar de la ciudad de Buenos<br />
Aires se encuentra Este largo camino más el CD de canciones<br />
inéditas. Quien lo encuentre, está convidado a escribir a<br />
cultura@criticadigital.com, como hizo María desde Rosario<br />
el último sábado.<br />
“Somos<br />
el mundo para que los demás<br />
no hagan como yo, o los demás<br />
no lleguen al olvido. El canto<br />
popular es no ir al olvido. Eso<br />
para mí significaba una cosa<br />
muy importante. Importante y<br />
definitiva. (...)<br />
En Guipúzcoa hay una canción<br />
que ya tiene más de mil quinientos<br />
años, Oñases, que tiene una<br />
dolorosa melancolía. Yo dediqué<br />
a “a la madre vasca” mi Oñases<br />
con unas palabras sobre la vieja<br />
canción: “Qué nombre tendrán<br />
las piedras que vieron caminar a<br />
mi madre cuando niña o pastorcilla<br />
quizás”<br />
“El árbol a cuya sombra descansó,<br />
¿dónde estará? ¡Qué bueno<br />
si lo encontrara para rezarle<br />
o llorar! He de llegar algún día<br />
“El árbol a cuya sombra<br />
descansó mi madre, ¿dónde<br />
estará?¡Qué bueno si lo<br />
encontrara para rezarle!”<br />
en tierra vasca a cantar...”<br />
“¡Ay, madre, desde muy lejos<br />
en mis coplas volverás! Tu sangre<br />
dentro de mis venas como<br />
un río crecerá y el viento que es<br />
generoso tu árbol me señalará.<br />
¡Qué bueno si lo encontrara para<br />
rezar o llorar!...”<br />
Mi padre decía: “Somos pobres