TIENE RAZON
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Voces. Víctor Pintos usó el tono de las páginas escritas por Yupanqui.<br />
culturas critica de la argentina<br />
Sábado 5 de abril de 2008 33<br />
VÍCTOR PINTOS, COMPILADOR<br />
“Era un John Lennon”<br />
Trabajó con la autobiografía inconclusa que el artista comenzó a<br />
escribir a fines de los años 70 y fue encontrada en su casa de Cerro<br />
Colorado. También usó autoentrevistas y reportajes inéditos.<br />
Víctor Pintos, autor de<br />
Tanguito, la verdadera<br />
historia, retornó a principios<br />
de la década, luego de una<br />
larga carrera como periodista<br />
especializado en música a su<br />
Olavarría natal. Desde allí, habló<br />
telefónicamente con Crítica<br />
de la Argentina y dijo: “Estas<br />
memorias son, en realidad, la<br />
continuación de un trabajo que<br />
vengo haciendo desde hace poco<br />
más de diez años. Primero coproduje<br />
un disco con León Gieco<br />
sobre Yupanqui, después trabajé<br />
su correspondencia en un libro<br />
que se llama Cartas a Nenete y,<br />
cuando estaba haciendo eso en<br />
la casa del Cerro Colorado, en el<br />
año 2000, el Coya, hijo de Atahualpa,<br />
encontró un texto que<br />
era el comienzo de las memorias<br />
de su padre, escritas a fines de<br />
los setenta, y que había quedado<br />
inconcluso. Yo tuve ese inédito<br />
durante varios años, pero eran<br />
apenas las primeras páginas,<br />
pobres pero con libros”, decía papá<br />
pero con libros”. No decís “soy”,<br />
decía “somos”. La familia era así.<br />
Tenía dos caballos que quería<br />
mucho. Su mujer, dos caballos,<br />
tres hijos y cuatro baúles con libros<br />
bastante usados. Muchos<br />
de ellos yo los he visto. La Ilíada<br />
de Homero no sé hasta qué<br />
punto la leyó, hasta qué grado<br />
la habrá comprendido, no lo sé,<br />
no me atrevo a arriesgar un juicio<br />
sobre ese asunto, pero sé que<br />
no estaba ahí porque alguien la<br />
puso. Estaba bien gastadita. Ya<br />
no tenía las tapas verdes que tenía<br />
antes.<br />
Y así, El Parnaso Argentino,<br />
muy ajado, muy escuchado, muy<br />
dado vuelta. Ése me lo leí tres veces,<br />
me lo conocí de memoria.<br />
Así conocí los poetas de El<br />
Parnaso Argentino. Ahí alcancé<br />
a conocer esa inquietud.<br />
Ahí conocí al sonetista que me<br />
gustaba tanto, un entrerriano,<br />
Diego Fernández Espiro. Qué<br />
hermosos sonetos clásicos, qué<br />
seriedad, qué ortodoxia tenía.<br />
No escribía sonetos como nosotros,<br />
el grupo de jóvenes que<br />
nos equivocábamos, con cosas<br />
elementales y baratas con tal de<br />
llegar a un final que resultara<br />
interesante, que después nos<br />
dimos cuenta de que no tenía<br />
nada que ver con el desvelo, con<br />
la poesía. (...)<br />
Mi padre hablaba quechua.<br />
No era un ortodoxo, hablaba un<br />
quechua de tipo santiagueño. Y<br />
así aprendí el nombre de los árboles,<br />
de los yuyos, de los sustos,<br />
de los refranes.<br />
La duda se expresaba en quechua<br />
y eso lo oí en mi casa y yo<br />
mismo lo transmitía por ahí. Y<br />
así . Lo que se aprende oyendo<br />
porque sí. No se toman lecciones,<br />
se aprende la vida, su lenguaje,<br />
el aire.<br />
De mi padre puedo hablar todo.<br />
Era infinita la admiración<br />
que teníamos por él. Era verdaderamente<br />
paisano. Un hombre<br />
de buen genio, muy decidido,<br />
de buen carácter. Carácter firme<br />
pero jovial. Muy cordial.<br />
Bien educado. Un hombre de<br />
un metro noventa de alto, morocho,<br />
de bigote.<br />
Hizo el servicio militar de granadero<br />
por su altura y su destreza<br />
en el caballo. No sé cómo<br />
fue la cuestión, pero él estuvo un<br />
año y dos meses de granadero.<br />
Después cuando salió, se fue a<br />
visitar a un tío a caballo a Neuquén.<br />
Casi sesenta días quedándose<br />
en un lado, en otro. Pobre.<br />
A visitar a don Luis Chavero, un<br />
tío suyo, un tío abuelo mío que<br />
tenía campo y ganado.<br />
Un hombre sin vicios, mi padre.<br />
Jamás fumó, jamás bebió<br />
alcohol. Una cosa le gustaba entre<br />
los entretenimientos campesinos:<br />
jugaba muy bien a la<br />
taba.<br />
Los domingos, cuando se<br />
juntaban a jugar a la taba en un<br />
monte o en la casa de un amigo,<br />
venía de vuelta a casa a las siete<br />
de la tarde. Los domingos eran<br />
los días en que las estaciones<br />
de la pampa no pasaba ningún<br />
tren, entonces estaba libre la<br />
estación, quedaba desierto el<br />
camino y el pequeño pueblo de<br />
veinticinco casas, treinta ranchitos,<br />
eso era todo el pueblo.<br />
En silencio. Era todo tierra, no<br />
había luz eléctrica.<br />
Llegaba y muchas veces le ha<br />
dicho a la mamá algo como “qué<br />
día bravo de calor, hacía tiempo<br />
“Un hombre sin vicios, mi<br />
padre. Jamás fumó, jamás<br />
bebió alcohol. Sólo le<br />
gustaba jugar a la taba.”<br />
que no bebía como hoy”.<br />
“¿Mucho? ”, le preguntaba ella<br />
con toda tranquilidad, porque<br />
sabía quién era, sabía qué hombre<br />
había en casa.<br />
“Sí, mucho, casi siete sifones”.<br />
Casi siete sifones, se tomaba siete<br />
sifones de soda y era una barbaridad<br />
de beber. Y lo decía no<br />
no estaba completo. A medida<br />
que se acercaban los cien años<br />
del nacimiento de Yupanqui, me<br />
pareció que estaba bueno ver cómo<br />
se podía terminar ese libro.<br />
Tenía mucha información sobre<br />
él, autoentrevistas grabadas en<br />
los ochenta en las que contaba<br />
su vida, reportajes inéditos, como<br />
si estuviera contándomela a<br />
mí. Entonces, me puse a escribir<br />
con su estilo y su tempo, no como<br />
él lo había escrito, sino como<br />
me lo dijo.<br />
–¿Fuiste el médium de Yupanqui?<br />
–Sí, de una parte. Las primeras<br />
páginas están escritas y corregidas<br />
por él, pero en un momento<br />
se termina eso. Y aspiro<br />
a que nadie se dé cuenta de en<br />
qué momento cambia la pluma.<br />
Yo no lo voy a decir.<br />
–¿Por qué decidiste trabajar<br />
sobre él?<br />
–Tiene que ver con mi procedencia.<br />
Soy de Buenos Aires, de<br />
con gracia sino con naturalidad.<br />
Era su manera de ser.<br />
Decía: “La fuerza está en el alma,<br />
no en la botella”. Una linda<br />
frase y a la vez un buen consejo<br />
para mucha gente.<br />
También tenía actitudes un<br />
poco agresivas. Insolentes. Alguna<br />
vez, en la estación, le dijeron:<br />
“¿Aquí hay libro de quejas?<br />
” “ Sí, señor”, contestó.<br />
“Démelo”. Se lo dijo con grosería,<br />
con torpeza. El señor pidió<br />
imperiosamente: “Páseme el libro,<br />
pásemelo ya”.<br />
Y él le dijo: “Cómo no”. Estaba<br />
en la ventanilla, donde se<br />
entregan los boletos. Entonces<br />
abre un cajón y saca un revólver<br />
Smith & Wesson y se lo entrega.<br />
Y le dice: “Tome, quéjese”. Se lo<br />
dio y bajó la cabeza.<br />
Luego le decía a mi madre<br />
“hice como que escribía, porque<br />
no quise ver pa’ qué lado tiraba<br />
el hombre. Y cuando levanté la<br />
cabeza, medio minuto después,<br />
no estaba más el hombre. Estaba<br />
el revólver y el hombre se<br />
había ido”.<br />
“Tome, quéjese”. Con qué gesto<br />
de desafío lo habrá dicho. No sé<br />
pero lo imagino, porque alguna<br />
vez lo he visto así, enfrentando,<br />
con un discurso determinante,<br />
con una actitud parecida. Era<br />
muy decidido en esas cosas.<br />
Olavarría, de una generación<br />
que creció en los sesenta con<br />
el boom del folklore y donde se<br />
escuchaba mucha radio. León<br />
cuenta que creció oyendo a Cafrune<br />
y después se enganchó con<br />
Bob Dylan y Los Beatles, lo mío<br />
es parecido. En un momento me<br />
di cuenta de que sabía cien zambas<br />
y cien tangos sin ser parte de<br />
esa música. A mí Yupanqui me<br />
caló hondo de pibe. Siempre lo<br />
tomé muy en serio. Y en la Capital<br />
lo fui a ver tocar y me pareció<br />
increíble, un John Lennon.<br />
Siempre le tuve mucho respeto,<br />
admiración por él y para mí fue<br />
un hito personal cuando compré<br />
El Expreso imaginario y vi en la<br />
tapa a Atahualpa.<br />
–¿Te entrevistaste muchas veces<br />
con él?<br />
–La verdad: nunca. Tuve muchos<br />
lances, lo llamé y lo llamé;<br />
me dijo que me conocía, que sabía<br />
quién era, pero nunca me<br />
dio una entrevista. Me dejó con<br />
las ganas. Cuando vi las cartas,<br />
me di cuenta de que ahí tenía<br />
un libro. Yo una vez le dije al<br />
Coya que quería ir a curtir un<br />
poquito y a pedir permiso en la<br />
casa del Cerro Colorado para<br />
trabajar. Pasé mucho tiempo, y<br />
sentí que había conseguido ese<br />
permiso, entonces decidí instalarme<br />
en la casa de Cerro escribiendo<br />
el libro. A esta altura,<br />
me siento un poco autorizado<br />
para escribir sobre él.<br />
–¿Cuál es la clave del libro?<br />
–En principio, creo que estamos<br />
ante una figura mundial.<br />
Es un grosso. Muchos músicos,<br />
como Bono Vox, se sacan el<br />
sombrero cuando lo nombran.<br />
Excede por lejos al compositor<br />
de las canciones. Yupanqui fue<br />
un gran pensador, un hombre<br />
muy culto, con una cabeza cósmica,<br />
y, fundamentalmente, un<br />
tipo libre. Cabeza dura, terco,<br />
conservador en muchos aspectos<br />
pero, básicamente, un tipo<br />
libre. Y eso está en toda su obra.<br />
Y aspiro a que eso se note en el<br />
libro de las memorias. Él habla<br />
de la enseñanza del camino, él<br />
decía que vos a Bolivia podés ir<br />
en bondi o en avión. En avión<br />
llegás en dos horas, un montón<br />
de nubes, bajás y llegaste, pero<br />
en el camino no maduró nada.<br />
Pero si vos hacés el viaje a caballo,<br />
vas haciendo el camino,<br />
descubriéndolo, cada piedra,<br />
cada rancho, les ves la cara a las<br />
personas. Entonces, yo me tomé<br />
en serio ese camino. Con este libro<br />
fui a Bolivia a caballo.