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Junio de 2013 Liahona - The Church of Jesus Christ of Latter-day ...

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CLÁSICOS DEL EVANGELIO<br />

De las Escrituras apren<strong>de</strong>mos que,<br />

como consecuencia <strong>de</strong> que el<br />

ejercicio <strong>de</strong> la fe ha sido siempre más<br />

difícil que confiar en los bienes que se<br />

encuentran al alcance <strong>de</strong> la mano, el<br />

hombre carnal ha tenido la ten<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> transferir su confianza <strong>de</strong> Dios hacia<br />

las cosas materiales. Por lo tanto,<br />

en todas las épocas <strong>de</strong> la historia,<br />

cuando los hombres han caído bajo el<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Satanás y perdido la fe, han<br />

puesto su esperanza en el “brazo <strong>de</strong><br />

la carne” y en “Dioses <strong>de</strong> plata y oro,<br />

<strong>de</strong> bronce, <strong>de</strong> hierro, <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y <strong>de</strong><br />

piedra, que ni ven, ni saben” (Daniel<br />

5:23), o sea, en ídolos. Éste es el tema<br />

predominante <strong>de</strong>l Antiguo Testamento.<br />

Cualquier cosa en la que el<br />

hombre ponga su corazón y su confianza<br />

pasa a ser su dios, y si su dios<br />

no es el Dios verda<strong>de</strong>ro y viviente <strong>de</strong><br />

Israel, esa persona se encuentra en<br />

idolatría.<br />

Creo firmemente que cuando<br />

leemos estas Escrituras y tratamos<br />

<strong>de</strong> “aplicarlas a nosotros mismos”,<br />

como lo sugiere Nefi (1 Nefi 19:24),<br />

10 <strong>Liahona</strong><br />

Por el presi<strong>de</strong>nte<br />

Spencer W. Kimball<br />

(1895–1985)<br />

Décimo segundo<br />

Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Iglesia<br />

ADOREMOS<br />

AL DIOS<br />

VERDADERO<br />

Y VIVIENTE<br />

¿A qué habremos <strong>de</strong> temer cuando<br />

el Señor está con nosotros?<br />

podremos ver muchos paralelos<br />

existentes entre la antigua adoración<br />

<strong>de</strong> ídolos y los mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> comportamiento<br />

<strong>de</strong> nuestra propia experiencia.<br />

El Señor nos ha ben<strong>de</strong>cido… Los<br />

recursos puestos a nuestra disposición<br />

son buenos y necesarios para<br />

nuestra obra aquí sobre la tierra. Pero,<br />

me temo que muchos <strong>de</strong> nosotros…<br />

hemos comenzado a adorarlos como<br />

dioses falsos y ejercen gran po<strong>de</strong>r<br />

sobre nosotros. ¿Poseemos acaso más<br />

bienes <strong>de</strong> lo que nuestra fe pue<strong>de</strong> soportar?<br />

Mucha gente <strong>de</strong>dica la mayor<br />

parte <strong>de</strong> su tiempo al servicio <strong>de</strong> su<br />

propia imagen, lo que incluye suficiente<br />

dinero, acciones, inversiones,<br />

propieda<strong>de</strong>s, tarjetas <strong>de</strong> crédito, mobiliarios,<br />

automóviles y cosas similares<br />

que les garantizan la seguridad<br />

carnal…<br />

Nuestra asignación<br />

Se olvida el hecho <strong>de</strong> que nuestra<br />

asignación es la <strong>de</strong> utilizar esa<br />

abundancia <strong>de</strong> recursos en nuestra<br />

familia y quórumes para edificar el<br />

reino <strong>de</strong> Dios: para llevar a<strong>de</strong>lante el<br />

esfuerzo misional, la obra genealógica<br />

y <strong>de</strong>l templo; para criar a nuestros<br />

hijos como siervos productivos <strong>de</strong>l<br />

Señor; para ben<strong>de</strong>cir a los <strong>de</strong>más en<br />

toda forma posible a fin <strong>de</strong> que ellos<br />

también puedan ser fructíferos. En su<br />

lugar, gastamos esas bendiciones para<br />

satisfacer nuestros propios <strong>de</strong>seos y,<br />

tal como lo dijo Moroni: “…os adornáis<br />

con lo que no tiene vida, y sin<br />

embargo, permitís que el hambriento,<br />

el necesitado, el <strong>de</strong>snudo, el enfermo<br />

y el afligido pasen a vuestro lado, sin<br />

hacerles caso” (Mormón 8:39).<br />

Como dijo el Señor en nuestros<br />

tiempos: “No buscan al Señor para<br />

establecer justicia, antes todo hombre<br />

anda por su propio camino, y en pos<br />

<strong>de</strong> la imagen <strong>de</strong> su propio dios, cuya<br />

imagen es a semejanza <strong>de</strong>l mundo y<br />

cuya substancia es la <strong>de</strong> un ídolo que<br />

se envejece y perecerá en Babilonia,<br />

sí, Babilonia la gran<strong>de</strong> que caerá”<br />

(D. y C. 1:16; cursiva agregada).<br />

Un intercambio <strong>de</strong>safortunado<br />

Cierta vez conocí a un hombre que<br />

fue llamado a ocupar una <strong>de</strong>terminada<br />

posición <strong>de</strong> servicio en la Iglesia,<br />

pero consi<strong>de</strong>ró que no podía aceptarla<br />

porque sus inversiones requerían<br />

más… <strong>de</strong>l tiempo que disponía para<br />

<strong>de</strong>dicar a la obra <strong>de</strong>l Señor. Dejó el<br />

servicio <strong>de</strong>l Señor para ir en busca<br />

<strong>de</strong> las riquezas y en la actualidad es<br />

millonario.<br />

Pero hace poco me enteré <strong>de</strong> un<br />

hecho muy interesante: si un hombre<br />

posee oro por valor <strong>de</strong> un millón <strong>de</strong><br />

dólares… poseerá aproximadamente<br />

una vigésimo séptima billonésima<br />

parte <strong>de</strong> todo el oro existente en la<br />

corteza terrestre. En proporción, esa<br />

suma es tan pequeña que es totalmente<br />

inconcebible para la mente<br />

humana. Pero hay más: el Señor,<br />

quien creó y tiene po<strong>de</strong>r sobre toda<br />

la tierra, creó muchas otras tierras o

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