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Junio de 2013 Liahona - The Church of Jesus Christ of Latter-day ...

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ILUSTRACIÓN POR ROGER MOTZKUS.<br />

UN REGALO<br />

Una simple carta para dar las gracias significó muchísimo para mi abuela.<br />

Cuando yo era pequeña, mi<br />

abuela solía tener reuniones<br />

para mis primos y para<br />

mí. Éramos unos catorce y siempre<br />

nos entusiasmaba que la abuela nos<br />

invitara a cenar, a dormir en su casa,<br />

a tener noches <strong>de</strong> juegos y a pasar<br />

juntos los días festivos. ¡La casa <strong>de</strong> la<br />

abuela era el lugar perfecto!<br />

Cada actividad en la casa <strong>de</strong> la<br />

abuela era divertida. Sin embargo,<br />

nunca me <strong>de</strong>tuve a pensar en el<br />

tiempo y el trabajo que requería cada<br />

una <strong>de</strong> ellas; simplemente consi<strong>de</strong>raba<br />

que eso era lo que hacían las<br />

abuelas, ¡y me encantaba!<br />

Después <strong>de</strong> años <strong>de</strong> recuerdos divertidos<br />

con mis primos en casa <strong>de</strong> la<br />

abuela, nuestra familia se mudó. Más<br />

a<strong>de</strong>lante, mi abuela fue a pasar un<br />

día especial con nosotros en nuestra<br />

nueva casa. Mi familia pensó mucho<br />

para tratar <strong>de</strong> encontrar el regalo<br />

perfecto para ella. La abuela tiene más<br />

cosas que cualquier persona que yo<br />

conozco; ¿qué podíamos regalarle a la<br />

abuela que lo tiene todo?<br />

Le pedí i<strong>de</strong>as a mi padre y él me<br />

dijo lo mismo que dice cada año:<br />

“¿Por qué no le escribes una linda<br />

carta?”. No se me ocurría otra cosa,<br />

así que a la mañana siguiente, antes<br />

<strong>de</strong> que los <strong>de</strong>más se <strong>de</strong>spertaran, me<br />

senté frente a la mesa <strong>de</strong> la cocina,<br />

con los pies sobre la fría baldosa, y le<br />

escribí una carta especial a mi abuela.<br />

PARA LA ABUELA<br />

Por Kimberly Sabin Plumb<br />

En un principio me preguntaba<br />

qué otra cosa podría escribirle que<br />

no fuera “¡Eres maravillosa! ¡Gracias<br />

por todo!”. Mientras miraba a través<br />

<strong>de</strong> la ventana <strong>de</strong> la cocina y veía las<br />

palmeras y el cielo, recordé las muchas<br />

cosas que la abuela había hecho<br />

por nosotros a lo largo <strong>de</strong> los años.<br />

Recordé que nunca le había dicho<br />

cuán importantes eran para mí aquellos<br />

momentos que habíamos pasado<br />

juntos, como familia.<br />

En la carta, le dije cuánto la quería<br />

y le di las gracias por todos los recuerdos<br />

especiales. Le hice saber lo importantes<br />

que seguían siendo para mí,<br />

incluso <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años. Luego<br />

coloqué la carta en un sobre, le puse<br />

una cinta roja alre<strong>de</strong>dor y regresé a mi<br />

calentita habitación alfombrada.<br />

EXPRESEN<br />

AMOR TANTO<br />

EN PALABRA<br />

COMO EN<br />

HECHOS<br />

“Con gratitud en<br />

nuestros corazones,<br />

ruego que, en todo lo posible, llenemos<br />

nuestros días con las cosas que son <strong>de</strong><br />

más importancia. Ruego que valoremos<br />

a nuestros seres queridos y les expresemos<br />

nuestro amor tanto en palabra<br />

como en hechos”.<br />

Presi<strong>de</strong>nte Thomas S. Monson, “Encontrar<br />

gozo en el trayecto”, <strong>Liahona</strong>, noviembre<br />

<strong>de</strong> 2008, pág. 87.<br />

Cuando llegó el momento <strong>de</strong> darle<br />

los regalos a la abuela, saqué mi carta<br />

lentamente. No sabía cómo sentirme<br />

con respecto a mi regalo para ella.<br />

Pareció sorprendida cuando le<br />

entregué el sobre. La observé atentamente<br />

mientras abría con cuidado el<br />

sobre y sacaba la carta escrita en un<br />

angosto papel color rosa. Mientras la<br />

leía, empezó a sonreír y se le llenaron<br />

los ojos <strong>de</strong> lágrimas; nunca había visto<br />

llorar a la abuela. Alzó la vista pausadamente<br />

y sus cálidos ojos marrones<br />

se dirigieron hacia mí: “Gracias, gracias.<br />

Pensé que nadie lo recordaba”.<br />

La abuela, que se había esforzando<br />

tanto por cultivar fuertes lazos en la<br />

familia, no se imaginaba que yo recordaba<br />

y agra<strong>de</strong>cía aquellos momentos<br />

que habíamos pasado juntos. Se secó<br />

las lágrimas y dijo: “Kimberly, gracias.<br />

Éste es el mejor regalo que alguien<br />

podría darme”.<br />

Al darle un abrazo gran<strong>de</strong> a la<br />

abuela, sentí su suave piel contra mi<br />

mejilla y su aroma a “abuela”: una<br />

mezcla <strong>de</strong> talco para bebés y perfume.<br />

Me sentí muy agra<strong>de</strong>cida por la<br />

i<strong>de</strong>a que mi padre me había dado <strong>de</strong><br />

escribirle una carta; no sabía que las<br />

palabras <strong>de</strong> gratitud y amor significaran<br />

más para la abuela que cualquiera<br />

<strong>de</strong> las chucherías, perfumes o pasteles<br />

<strong>de</strong> frutas que se podrían comprar<br />

con dinero. ◼<br />

La autora vive en California, EE. UU.<br />

<strong>Junio</strong> <strong>de</strong> <strong>2013</strong> 59<br />

JÓVENES

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