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"El aiario amariOo", en
el C< arlos III, Consulado,
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"J a-suní o intrigante, pleno ('e c-v-
V anjíu'ííiosí) de osí,5 pe­
lícula se cimenta sohre un inatrimonio
en trance de disolverse, porque
él ea an cantante famoso, uno de
S T R E N
esos ídolos,de las multitudes veleidosas
V furibundas — los llamados
"fans"—, que por esa causa, por su
dinero y por otras razones es envidiado.
No procede apuntar más en la trama,
para no desvelar el misterio sobre
un secuestro e incluso sobre ese
enigmático título, que parece no tener
nada que ver con todo lo que
ocurre. Pero el hecho es que el director.
Buza Kulik, consigue interesar
al público con esta historia esbozada
por el sruionista Rod Serling.
El relato cumple los fines propues-
1 os en el género, y conforme a él
maneja todos los elenténtos coadyuvantes
a intrigar, impresionar y desconcertar
al que sigue la narración
atentamente. Porque la expresividad
resulta evidente y hay otros factores
de gran persuasión.
Con lo último me refiero, por supuesto,
a los intérpretes, donde Pat
Boone y Bárbara Edén componen la
pareja principal, eje de la trama,
mientras Steve Forrest—a quien «sta
misma semana hemos visto en "La
indómita y el millonario"—completa
el trío de buenos actores que sabe
dar vigor humano a la interesante
aventura.—PEDRO RODRIGO.
"Comando de! Pacíliso",
en el Pompeya, Palace
y Rosales
Esta aventura es de unos hombres
a bordo de un velero, el "Echo", de
la Armada norteamericana, no es nin-
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25 de noviembre de 1966 M^HMIG
guna cosa cómica, ni mnciio menos.
trata de una acción bélica, cuya primera
parte se alivia en su dramático
final por algunos rasgos de humor o
peripecias cómicas que son a modo
de pinceladas marginales al asunto.
Porque es la historia de un teniente
de la Marina y sus hombres que
han de realizar una peligrosa misión
en el Pacífico en 1943, cuando los Japoneses
dominaban la mayoría de los
archipiélagos de Oceanía. Se trata de
introducirse con un desvencijado barco
en Nueva Guinea, partiendo de
Australia. Y sobre los preparativos de
las singladuras, el detalle de éstas y
la derivación vdterior insiste detalladamente
el director Kichard Murphy.
Quizá esa mixtificación, ese arranque
cómico y dilatorio del conflicto general
pese un poco en contra de la cinta,
que si entretiene en general, gravita
no pocas veces en el ánimo del
espectador.
Jack Lemmon realiza un trabajo un
tanto distinto de sus últimas creaciones,
decididamente cómicas, aunque
ya apunte alguno de los rasgos de su
arte. Ricky Nelson, John Lud y otros
buenos actores contribuyen a hacer
más compacto ese buen elemento humano
de esta producción cinematográfica.
Y la presencia de la bella
Patricia DriscoU es sólo episódica.—
P. R.
"Jugando a morir",
en el Rex
Sigue la racha... Ese afán por divulgar
cómo han llegado a la popularidad
algunas figuras taurinas del
momento. Y, tras el Cordobés, Palomo
Linares y el Monaguillo, aquí tenemos
al Platanito.
Es evidente, pues, que no se trata
sino de un íilm-docuihento, o sea.
que es un a modo de reportaje gráfico
o fílmico sobre Blas Romero, más
conocido por ese apodo tan poco taurómaco,
pero que le viene de su profesión
antes de lanzarse a los ruedos,
previo el paso por ese peregrinaje que
es ser maletilla. El ambiente familiar
y las amistades, la oportunidad para
la fama y otros factores naturales en
torno a la vida de un torero, están
ahí, sin más propósito, como he dicho,
qué ei de airear la figura del protagonista.
Todo, pues, escapa por su contextura
y exposición a un análisis cinematográfico,
ya que texto e imagen
están ausentes de toda ambición artística.
La ha dirigido José H. Gan, que ha
contado con escaso entramado útil
para algo mejor, y la fotografía, en
color, para realce de cuanto se ve,
es de Pablo Ripoll.
En la interpretación, el propio Blas
Romero (el Platanito), en la misma,
línea que todos los toreros,