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5 - Ateneo de Madrid

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278 REVISTA EUROPEA.—5 DE ABRIL DE 1880. NÚM. 314..<br />

cebir y empren<strong>de</strong>r una <strong>de</strong> aquellas gran<strong>de</strong>s<br />

obras que eran su gloria.<br />

Todos sus trabajos se redujeron á poner<br />

en música la partitura <strong>de</strong>l Er/mont <strong>de</strong> Goethe,<br />

que terminó poco tiempo antes <strong>de</strong> que sus ilusiones<br />

se <strong>de</strong>svanecieran. Esta bellísima obra<br />

compren<strong>de</strong> una overtura, cuatro entreactos,<br />

dos lie<strong>de</strong>rs, dos melodramas y una marcha<br />

triunfal, y fue estrenada el jueves 24 <strong>de</strong><br />

Mayo <strong>de</strong> 1810. El papel <strong>de</strong> Clara, único canta-<br />

Ule, estaba confiado á una joven y simpática<br />

artista, Mlle. Antonina Adamberger que casó<br />

en 1810con el célebre arqueólogo, Von Arneth.<br />

Esta señora, que vivia aun en 1867, escribió<br />

en aquella época á M. Thayer una interesante<br />

carta en la que cuenta las breves relaciones<br />

que tuvo con el ilustre compositor <strong>de</strong>l Egmont<br />

á propósito <strong>de</strong> la representación <strong>de</strong><br />

dicha obra.<br />

«En aquella época, dice Mme. Arneth, joven<br />

ligera y alegre, era yo incapaz <strong>de</strong> apreciar<br />

el mérito <strong>de</strong> aquel gran<strong>de</strong> hombre;<br />

nunca me intimidó su presencia; cuando<br />

me preguntó si sabia cantar, contestó sin vacilar<br />

con un no enérgico y vigoroso.—jCómo,<br />

esclamó Beethoven sorprendido, no sabéis<br />

cantar, y sin embargo me encargan que os<br />

escriba dos lió<strong>de</strong>rs?—Contesté que no habia<br />

cantado sino cuatro meses, porque una extinción<br />

en la voz mo obligó á interrumpir mis<br />

estudios.—¡Ah diablos, pues va á ser cosa<br />

buena replicó Beethoven con acento y dialecto<br />

vienes.<br />

»Me condujo junto al piano y se puso á hojear<br />

mi música. Consistía ésta en una porción<br />

<strong>de</strong> trozos antiguos, heredados <strong>de</strong> mi padre,<br />

que habia aprendido á cantar como un<br />

loro. Al recorrerlos, encontró el célebre rondó<br />

<strong>de</strong>l Romeo y Giulietta, <strong>de</strong> Zingarelli.—¡Ah, ah,<br />

sabéis este rondó! me dijo sentándose al piano.<br />

Se lo canté con el mismo <strong>de</strong>scuido con que<br />

hablaba con él. En sus ojos se dibujó <strong>de</strong> repente<br />

una expresión <strong>de</strong> benevolencia y satisfacción,<br />

y acariciándome paternalmente la<br />

mano: «Muy bien, hija mia, me dijo: ahora ya<br />

sé lo que quería saber.»<br />

»Tres dias <strong>de</strong>spués, volvió á mi casa con<br />

las dos composiciones que había escrito para<br />

mí, y las cantó varias veces seguidas para<br />

que comprendiera su intención. Las estudié<br />

con él, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunas lecciones, se manifestó<br />

satisfecho <strong>de</strong> mis esfuerzos. «Está perfectamente,<br />

me dijo al separarse <strong>de</strong> mí. Cantad<br />

los lie<strong>de</strong>rs como acabáis <strong>de</strong> hacerlo; no<br />

hagáis caso <strong>de</strong> observaciones, cualquiera'que<br />

os las haga, y no añadáis una nota á mi música.»<br />

Después <strong>de</strong> está entrevista, la joven artista<br />

no volvió á ver al maestro sino en los ensayos<br />

en que él mismo dirigía la orquesta.<br />

Cuenta á este propósito Mlle. Adamberger,<br />

que un antiguo aficionado <strong>de</strong> bastidores,<br />

oficioso consejero <strong>de</strong> los artistas, creyó acre<br />

ditarse aconsejándola que .cantase los dos lie<strong>de</strong>rs<br />

<strong>de</strong> Clara con solo un acompañamiento<br />

<strong>de</strong> guitarra. Ahora bien; Beethoven, teniendo<br />

en cuenta la insuficiencia <strong>de</strong> su intérprete,<br />

habia puesto todo el efecto <strong>de</strong> este trozo en la<br />

orquesta. Al oir tan impertinente proposición,<br />

el maestro dio un salto y con tono incomodado<br />

le lanzó este apostrofe: «Y Vd., ¿qué<br />

entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> esto?»<br />

Después <strong>de</strong> Egmont, los trabajos <strong>de</strong>l maestro<br />

sufrieron un largo paréntesis, pues solo<br />

produjo su antigua fecundidad algunos lie<strong>de</strong>rs<br />

y otras obras <strong>de</strong> escasa importancia.<br />

Este es el período* <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad moral, cuya<br />

causa no es conocida. Tal inercia intelectual,<br />

se hubiera sin duda prolongado mucho tiempo,<br />

á no haberle felizmente sacado <strong>de</strong> ella la<br />

repentina aparición <strong>de</strong> una bella <strong>de</strong>sconocida.<br />

Un dia que el maestro estaba sentado al<br />

piano contemplando silenciosamente el manuscrito<br />

<strong>de</strong> un He<strong>de</strong>r que acababa <strong>de</strong> componer,<br />

sintió dos manos que se apoyaban en sus<br />

espaldas. Disgustado al verse interrumpido<br />

en sus meditaciones, se volvió vivamente con<br />

los ojos inflamados y la boca entreabierta,<br />

dispuesta á <strong>de</strong>jar escapar palabras <strong>de</strong> cólera,<br />

cuando vio <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él á una joven<br />

<strong>de</strong>sconocida que sonreía con la familiaridad<br />

<strong>de</strong> una antigua amiga. Al contemplarla, el<br />

rostro <strong>de</strong>l maestro cambió <strong>de</strong> expresión, tornándose<br />

repentinamente su cólera en dulzura,<br />

y más cuando la encantadora aparición,<br />

acercándose á su oído, le dijo con voz clara y<br />

vibrante:<br />

«Me llamo Bettina Brentano.»<br />

Esto fue suficiente para establecer entre<br />

los dos relaciones <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra amistad.<br />

Sin levantarse, tomó Beethoven á Bettina<br />

<strong>de</strong> la mano, y atrayéndola hacia sí, «acabóle<br />

dijo—<strong>de</strong> componer un He<strong>de</strong>r. ¿Queréis que<br />

le cante?» Y sin esperar la contestación, con<br />

voz fuerte y ruda se puso á cantar su conmovedora<br />

melodía, inspirada en los célebres versos<br />

<strong>de</strong> Goethe: «Conocéis el país don<strong>de</strong> florece<br />

el limonero.»<br />

Cuando hubo terminado, se dirigió <strong>de</strong> nue-

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