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Quatro - Febrero

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Adiós, Anaïs Adiós…<br />

Los romances también son adicciones.<br />

Por: Salvador López<br />

¿Qué son las despedidas si no<br />

saludos disfrazados de tristeza?<br />

Cuenta una leyenda que a principios<br />

de los sucios años treintas, en medio<br />

de la Gran Depresión, Henry Miller<br />

conoció al amor de su vida.<br />

El autor era entonces un ánima en<br />

pena consagrada a la literatura y poco<br />

menos que un vagabundo recorriendo<br />

las calles de París. En realidad era sólo un<br />

escritor mediocre buscando la inspiración<br />

para su obra.<br />

Entonces Henry conoció a Anaïs. Ella<br />

era una hermosa modelo, bailarina, esposa<br />

de un banquero y escritora accidental<br />

gracias a la inspiración de D.H Lawrence. Las<br />

vidas de los vagabundos suelen cambiar<br />

en un instante. Incluso los escritores se<br />

enamoran.<br />

Cuenta una leyenda que Miller vivía<br />

entonces con su<br />

esposa June. Él<br />

interpretaba el<br />

papel del maestro<br />

de la vida y ella, el<br />

de la apasionada<br />

amante. La llegada<br />

de Anaïs a sus vidas<br />

no interrumpió<br />

la dinámica de<br />

la relación de la<br />

pareja, se integró<br />

a ella siguiendo el<br />

libreto del destino.<br />

Apenas en un<br />

par de semanas,<br />

Henry, June y Anaïs<br />

formaron un bizarro<br />

triángulo amoroso.<br />

Qué son<br />

aquellas noches<br />

lluviosas en medio<br />

de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de<br />

nuestros pasos por la calle, en el teatro o en<br />

la sala de conciertos. Qué son los recuerdos<br />

de los celos y de tus amantes y de June y<br />

de mis amantes.<br />

Los Trópicos de Miller fueron el<br />

resultado literario de la apasionada relación.<br />

El deseo y el erotismo en ocasiones se<br />

confunden con romance. El amor y el sexo<br />

convirtieron al mediocre escritor en una<br />

leyenda censurada.<br />

El recuerdo puede ser cruel cuando<br />

estás volando febrilmente a tu próximo<br />

destino, a otros brazos que te reciban<br />

expectantes y hambrientos. El recuerdo<br />

de tu diario rojo que tirabas en la humedad<br />

de la cama entre tus labios entreabiertos<br />

y mis ganas de desearte. Te deseo. Te<br />

deseo con la desesperación y el anhelo de<br />

lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un<br />

sueño imaginativo y romántico, leerás estas<br />

palabras una y otra vez, en medio de mi

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