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8 - Salto - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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En aquel tiempo -1908- la ma­<br />

VOl' atracción infantil de Colinas<br />

éstaba en sus azoteas. Había caído<br />

en desuso el vichadero -o mangrullo-,<br />

desde cuyo punto alto dívísábanse<br />

las tropas que se acercaban<br />

al Saladero, situado en los<br />

arrabales. Los ganados se perdían<br />

entre las rícas frondas, y era la<br />

humosa polvareda lo que anuncíaba<br />

la proxímidad de las reses a faenar.<br />

Pocas casas tenían altillo o mirador.<br />

El altillo, de presuntuoso carácter<br />

español, habría sido cosa<br />

audaz en el síglo pasado, y esas<br />

muestras de distinción material<br />

fueron muy pocas. Y si por ellas se<br />

quisiera medir el carácter de los<br />

habitantes de Colinas, podríamos<br />

decir que no era el espiritu audaz<br />

o aventurero el que distinguía a<br />

sus moradores. El orgullo de un mirador,<br />

o sea de un segundo o tercer<br />

piso, no era para todos los <strong>del</strong><br />

chato poblado. Pero la azotea practicable,<br />

desde la que los níños podían<br />

venirse abajo, resultaba una<br />

atracción. Estaba vigilada; y sí<br />

durante la Semana· Santa de entonces<br />

alguno se atrevía a remontar<br />

pandorgas desde ella, tenia su<br />

merecido. [ ... ] Las casas tenían<br />

cielos rasos, es decir lienzos muy<br />

estirados que ocultaban a los tirantes<br />

gruesos y a los tírantillos, así<br />

como la tejuela, que daban feo aspecto.<br />

Aquel gotear interminable,<br />

sonoro, sobre algún mueble que lo<br />

<strong>del</strong>ataba, y más tarde en la escupidera<br />

de loza o en la vasíja colocadas<br />

estratégicamente, reunía a<br />

toda la familia. Había que pinchar<br />

la .tela <strong>del</strong> Cielo raso... y se pinchaba,<br />

para dejar caer el agua allí<br />

deposítada en noches imprevistas.<br />

El· chorro era celebrado por los<br />

niños.<br />

La vida de las azoteas era muy<br />

lítrlitada por los motivos expuestos.<br />

S\lbir a ellas y adueñarse <strong>del</strong> paisaje<br />

resultaba atrayente para unos<br />

y segura aventura canallesca al<br />

EL'<br />

LADERO<br />

FRAGMENTOS<br />

ENRIQUE AMOR1M<br />

arrojar algún objeto contundente a<br />

la cabeza <strong>del</strong> paciente vecino.<br />

¿ Quién iba a saber desde qué azotea<br />

se le apedreaba? Nadíe. Se<br />

pulsaba a la población entera. Y<br />

había la posibilidad de besar a la<br />

nodriza que amamantaba al hermanito<br />

menor, parapetados entre<br />

los limites de casa y casa. [ ... ]<br />

Los Puentes no figuraban en<br />

ninguna guia ni se les mencionaba<br />

en las crónicas y notas "sociales"<br />

de los dos diarios que se imprimían<br />

en el pueblo. Decir que "circulaban"<br />

esos diarios quizás fuese exagerado,<br />

o alarde presuntuoso. Andaban<br />

de mano en mano si alguna<br />

noticia merecia ser tenida en cuenta.<br />

Sobre las ideas que se ventilaban<br />

en algún magro semanario o<br />

en la hoja <strong>del</strong> grupo anarquista,<br />

no es el caso de hablar todavía.<br />

Las personas que pensaban por su<br />

cuenta tenian mucho que ver con<br />

las que leían, pero estas últimas<br />

estaban abonadas a folletines de la<br />

más rancia España o las remesas<br />

de ideas que llegaban de una Cataluña<br />

disolvente y tenaz. Kropotkine<br />

y el conde Tolstoi tenian lectores,<br />

pero Carolina Invernizzio los<br />

aventajaba a todos. Ni doña Carlota<br />

Braemé pudo con ella. De<br />

manera que la mentalidad femenina<br />

de Colinas no contaba para<br />

nada y se iba haciendo tradicionalmente<br />

ignorante y un peligro<br />

serio para días .que habrían de<br />

negar. La actítud más destacable,<br />

casi heroíca, era bordar una divisa.<br />

La madre de Pancho Puentes habia<br />

bordado una, para venderla a beneficio<br />

de la causa revolucionaria.<br />

Era cuanto se podia esperar como<br />

muestra de arrojo en una mujer.<br />

Los Puentes arrendaban un campo,<br />

estancia de escasa monta, en la<br />

que habían luchado duramente,<br />

pero sin método ní sentido, dos generaciones<br />

[ ...]<br />

La tierra era escasa, y las haciendas<br />

habían desaparecido a raíz<br />

de una sequía implacable. Hubo<br />

mucho ganado para cuerear. El vie_<br />

jo Puentes dijo que se iba a suicidar,<br />

'de manera que amenazar al<br />

hijo mayor porque sembraba de<br />

tajos los cueros era una bicoca.<br />

El hijo lo insultó, levantando el<br />

cuchillo. Una noche desapareció. La<br />

escena final tuvo un testigo: Pancho,<br />

de escasos nueve años. Y así<br />

empezó a liquidarse la farníliaPuentes,<br />

tan lentamente que el padre de<br />

Pancho pasó a ser capataz, y de<br />

capataz a tropero; y los hijos escaparon<br />

a la tutela <strong>del</strong> padre, a sus<br />

designios pesimistas, a sus amena-

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