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jazz butlleti 115

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Suicidarse con estilo – Morir matando<br />

Oscar Machancoses, pianista<br />

© Héctor Pérez<br />

Una de las escenas cinematográficas que más me impactó durante mi<br />

infancia fue el final de Butch Cassidy & The Sundance Kid, traducida<br />

por estos lares como Dos hombres y un destino. Paul Newman y Robert<br />

Redford rodeados por un batallón en un cobertizo y fantaseando sobre<br />

su próxima aventura y el modo de escapar. El siguiente plano se congela<br />

cuando salen por la puerta y se funde a blanco y negro mientras se<br />

oye el ruido de un centenar de rifles disparando incesantemente. No<br />

creo que sobrevivieran pero pensé: “Hasta para morir tienen estilo”.<br />

La AMJM está herida de muerte. No es el prefacio de un thriller cinematográfico.<br />

Es un hecho. La coyuntura actual ha dejado un agujero en<br />

la tesorería de la misma que deja entrever un panorama poco halagüeño.<br />

Más gastos que ingresos y punto. Con unos conocimientos básicos<br />

de aritmética, cualquier músico puede observar que en unos meses la<br />

tesorería seguirá cayendo creando un agujero cada vez más grande. La<br />

actual junta ha decidido prescindir de los servicios de una de las dos<br />

empleadas que conformaban la estructura laboral de la asociación. No<br />

estoy de acuerdo con esta decisión pero he de aceptar que la junta la<br />

haya tomado como medida de choque para paliar urgentemente el<br />

gasto. Algo había que hacer, está claro, pero voy a echar mucho de<br />

menos a Mon por el Paseo de Colón.<br />

He estado unos tres años como vocal de la junta y si algo puedo deciros<br />

es que se trabaja mucho y muy duro ahí dentro. Jorge Rossy decía en el<br />

último boletín que no podemos presentarnos en el despacho del conseller<br />

a decirle que los músicos vivimos en precario. La AMJM, si algo es, es<br />

un agente articulador del sector. Estamos en momentos convulsos y sólo<br />

a través de entidades de representación como ésta seremos capaces de<br />

defender nuestros derechos. No podemos dejar que desaparezca.<br />

Es cierto que he sido una de las voces críticas dentro y fuera de la<br />

AMJM y no puedo enfadarme por no estar de acuerdo con las opinio-<br />

nes y decisiones de algunos de mis compañeros. Esto es democracia y<br />

toca dialogar antes de hacer las cosas. Ahora bien, mi opinión es que<br />

la AMJM no ha sabido adaptarse a los tiempos. Hago un balance del<br />

duro trabajo que amigos músicos realizan desinteresadamente allí<br />

dentro y he de decir que mi percepción es que la AMJM padece un<br />

grado de inmovilismo preocupante y carece de objetivos claros. Que<br />

nadie se enfade. Todos pasamos por allí con ganas de hacer las cosas<br />

bien, pero el día a día nos puede, y ahora mismo estamos todos sin<br />

saber muy bien hacia dónde tirar.<br />

No quiero recordar a esos músicos que se indignan de que sus proyectos<br />

no lleguen a Ressons o L’Hora del Jazz y luego son incapaces de<br />

venir a una asamblea a dar su opinión sobre esos y otros temas. Pero<br />

una de las cosas que más me ha chocado durante todo este tiempo ha<br />

sido la falta de posicionamiento en torno a temas de gravedad y el<br />

desprecio hacia algunos socios que, bien por ignorancia, miedo o penurias<br />

económicas, no acababan de encontrar el apoyo suficiente en el<br />

seno de nuestra asociación. Y creo que en ocasiones se ha tratado con<br />

desprecio a algunos de nuestros propios socios.<br />

A todo esto, os cuento que han salido recientemente publicadas las<br />

subvenciones del Ajuntament de Barcelona a proyectos artísticos y la<br />

lista es preocupante. La AMJM languidece y los estamentos políticos<br />

reparten cantidades enormes de dinero a empresas privadas del sector<br />

que ni siquiera están obligadas a contratar a los músicos que<br />

trabajan con ellos ni a ofrecer contrapartidas al sector. Los nombres<br />

están ahí y los datos son públicos. The Project, por ejemplo, ha recibido<br />

casi 14.000€ por su Festival de Guitarra de Barcelona y unos<br />

73.000€ por el Voll-Damm Jazz Festival, y no somos capaces de<br />

denunciar que los músicos locales cobran cachés irrisorios y que se<br />

les hace trabajar sin darles de alta en el sistema de la Seguridad<br />

Social. Zingaria producciones, una productora del dueño del Harlem<br />

Jazz Club, recibe diversas cantidades para organizar el Festival de<br />

Música Popular de Barcelona (19.000€) y la programación habitual<br />

del club (6.000€), cuando ha habido músicos que han ido a hacer un<br />

bolo a taquilla y en precario que ni ellos mismos sabían que estaba<br />

insertado dentro de esos festivales subvencionados.<br />

Recientemente leí un anuncio del Harlem Jazz Club en la revista de<br />

denuncia Masala y el título publicitario rezaba: “20 años de compromiso<br />

social”, cuando no conozco a nadie al que para trabajar en ese<br />

club se le ofrezca un contrato laboral legal. Apolo es una sala en la<br />

que hay que pagar por tocar asumiendo el riesgo al nivel de un promotor,<br />

pero también reciben dinero público por organizar conciertos.<br />

Heliogábal, la cuna off de la cultura gracienca, también recibe unos<br />

17.000 € anuales, y cuando vas a tocar allí no se contrata a nadie; el<br />

trato puede ser que se queden 1 € de cada entrada de 5 € y que luego<br />

les emitas una factura con IVA para justificar el gasto. La lista es muy<br />

extensa y creo que Jamboree es el único local que mantiene un criterio<br />

de relación laboral legal con los músicos que por allí pasan. Todo<br />

esto ocurre con un Código de Buenas Prácticas aprobado por el<br />

CoNCA pero que nadie ha sabido implantar como de obligado cumplimiento<br />

en los eventos culturales subvencionados. Vamos, que es<br />

como los mandamientos de la Santa Madre Iglesia: que si quieres los<br />

cumples y si no lo haces te amenazan con el infierno.<br />

La ESMUC ha recibido un recorte que puede dejar a casi la mitad del<br />

profesorado en la calle mientras suben las tasas al alumnado y les reducen<br />

horas de clases individuales. El Liceu y el Taller de Músics son<br />

escuelas privadas que reciben importantes ayudas económicas y muchos<br />

de los docentes que han intentado realizar labores sindicales dentro de<br />

ellas han visto como su lectividad se reducía casi hasta desaparecer.<br />

Sé que hay muchos músicos que por miedo a perder un bolo o un<br />

puesto de trabajo no se atreven a denunciar públicamente estas<br />

situaciones. En mi pueblo utilizaban aquel refrán de “encima de puta<br />

a poner la cama”. Yo no busco que encarcelen a estos agentes del<br />

sector cultural privado, pero creo que como músicos estamos en la<br />

obligación de ejercer nuestros derechos y que cuando haya dinero<br />

público de por medio podamos exigir un marco legal favorable para<br />

los profesionales del sector. Y que se cumpla.<br />

A los que han abierto el Jazz Butlletí y han ido corriendo a ver si su<br />

disco o su grupo sale publicado creyendo que van a conseguir bolos y<br />

no leen el resto no les puedo decir nada. Pero a los que habéis llegado<br />

hasta el final de este artículo os pediría que hagamos juntos<br />

nuestra asociación. Necesitamos un giro de timón y, sobre todo, necesitamos<br />

esta asociación. Una asociación fuerte, pobre en dinero pero<br />

fuerte en convicciones, más participativa quizás pero dura e implacable<br />

en la búsqueda de sus objetivos. Son momentos de lucha y nos<br />

toca luchar a todos, y qué queréis que os diga: prefiero acabar como<br />

Butch Cassidy & Sundance Kid que sentado en mi casa leyendo la<br />

carta de despedida de Mon, aunque sólo sea por un poco de orgullo<br />

y estética. Que somos artistas, joder.<br />

8 Article<br />

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