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El ladrón de paraguas - Anaya Infantil y Juvenil

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Raúl Argemí<br />

Ilustraciones <strong>de</strong><br />

Raúl Sagospe<br />

<strong>Infantil</strong> - <strong>Juvenil</strong>


1<br />

<strong>El</strong> caballero<br />

ante la encrucijada<br />

En todo cruce <strong>de</strong> caminos hay carteles que nos<br />

indican qué encontraremos si vamos por la izquierda,<br />

por la <strong>de</strong>recha o seguimos a<strong>de</strong>lante. Pero<br />

ese cruce <strong>de</strong> caminos era especial, por lo raro y confuso.<br />

Los letreros, clavados <strong>de</strong> cualquier manera en<br />

tres postes torcidos, le hacían un lío en la cabeza al<br />

más avisado.<br />

Como leerlos resulta más esclarecedor que hablar<br />

<strong>de</strong> ellos, veamos qué <strong>de</strong>cían:<br />

«A la China 18000 kilómetros. Si piensa en ir a<br />

pie, mejor qué<strong>de</strong>se en casa».<br />

«Lechería <strong>de</strong> Lola: a media hora <strong>de</strong> camino. Cerrada<br />

por vacaciones <strong>de</strong> la vaca».<br />

«Londres, Polinesia, Samarcanda, <strong>El</strong>sinore: ¡¡Ufff!!<br />

Muy lejos».


8 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

«Paraguas y sardinas en lata, los mejores precios.<br />

Casa La Nigro».<br />

«Hotel <strong>de</strong>l Rey Dormido. ¡<strong>El</strong> mejor hotel!» (Alguien<br />

había tachado «mejor» y escrito encima «único»).<br />

«Reino Apacible: aventuras <strong>de</strong> todas clases<br />

¡GRATIS!».<br />

«Desafíos <strong>de</strong>l caballero negro Albondigón Palperro.<br />

A todas horas. Lunes <strong>de</strong>scanso».<br />

«Hoy no fío, mañana sí».<br />

«Bando <strong>de</strong> la Alcaldía: el que tenga perro que lo<br />

ate, el que no tenga que no lo ate».<br />

Etcétera, etcétera, etcétera.


1. <strong>El</strong> caballero ante la encrucijada 9<br />

Había como mil <strong>de</strong> esos carteles clavados en los<br />

postes, y lo que queda claro es que hacerse una i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> hacia dón<strong>de</strong> ir era un verda<strong>de</strong>ro lío. Pero eso no<br />

quita que fuera un auténtico cruce <strong>de</strong> caminos, con<br />

cuatro sendas bien marcadas en la tierra y bor<strong>de</strong>adas<br />

con las piedras y los pastizales salvajes correspondientes.<br />

Solo le faltaba una cosa para ser<br />

una verda<strong>de</strong>ra encrucijada: un viajero,<br />

un caballero andante que llegara hasta<br />

allí en busca <strong>de</strong> aventuras. Pero eso tampoco<br />

era un problema, porque ese día un<br />

caballero se acercó hasta el cruce a lomos <strong>de</strong> su<br />

caballo.<br />

<strong>El</strong> hombre era muy joven, con el pelo más o menos<br />

así <strong>de</strong> largo, y los que lo conocían —que en


10 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

verdad no eran muchos— lo llamaban Pepé Levalián.<br />

Nombre que, según <strong>de</strong>cía el caballero, significaba<br />

«Pepe el Valiente» en el idioma <strong>de</strong> un país muy<br />

lejano. Pero como este no es un tratado sobre los<br />

idiomas, no lo pondremos en duda.<br />

Pepé era un caballero pobre en busca <strong>de</strong> aventuras<br />

y fortuna. Lo <strong>de</strong> pobre se veía en su coraza, algo<br />

así como un chaleco sin mangas fabricado con latas<br />

<strong>de</strong> refrescos. También se adivinaba en su espada,<br />

más alta que él y un poco más que bastante oxidada.<br />

Según la opinión <strong>de</strong> los historiadores caballerescos,<br />

lo más <strong>de</strong>stacado <strong>de</strong> Pepé Levalián era su sonrisa<br />

<strong>de</strong> buena persona, y su caballo, un flaco pura sangre<br />

<strong>de</strong> carreras, color gris paliducho, tan viejo que podría<br />

haber sido el abuelo <strong>de</strong> Pepé, si los caballos pudieran<br />

ser parientes <strong>de</strong> los caballeros. Alguna vez, cuando<br />

corría carreras y hasta las ganaba, había sido bautizado<br />

como Viento Veloz, pero a la altura <strong>de</strong> esta historia<br />

era conocido por <strong>El</strong> Lento. En realidad, solo Pepé<br />

Levalián lo llamaba por su nombre original. Pepé era<br />

un soñador y le ilusionaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cabalgar con el<br />

viento. Pero en la mayoría <strong>de</strong> los casos era <strong>El</strong> Lento.<br />

Con tantos años sobre las patas, lo que había<br />

perdido en velocidad <strong>El</strong> Lento lo había ganado en<br />

astucia. A<strong>de</strong>más, <strong>El</strong> Lento tenía una particularidad<br />

que se hará visible en cuanto los dos lleguen ante los<br />

carteles. Paciencia que ya falta muy poco.


1. <strong>El</strong> caballero ante la encrucijada 11<br />

Primero se pudo ver una nubecita <strong>de</strong> polvo allá<br />

lejos. Luego una figura pequeña, como un ratón que<br />

caminaba un poco distraído. Algo más tar<strong>de</strong>, la figura<br />

borrosa por el calor que subía <strong>de</strong> las piedras <strong>de</strong>l<br />

camino, pudo parecerse a un perro con sombrero.<br />

En fin, que avanzaban con tanta calma y prometían<br />

tardar tanto que sería una buena i<strong>de</strong>a aprovechar<br />

el tiempo mirando el paisaje, y hacernos una<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l escenario don<strong>de</strong> suce<strong>de</strong> esta historia.<br />

Hacia don<strong>de</strong> uno volviera los ojos todo era ver<strong>de</strong>.<br />

Colinas y colinas, una <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la otra, cubiertas<br />

<strong>de</strong> plantas <strong>de</strong> todas las clases <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> que hay en<br />

el mundo. Había tanto ver<strong>de</strong> que, a cada rato, un<br />

poco <strong>de</strong> ese color cruzaba el cielo azul volando en<br />

bandada y parloteando como solo pue<strong>de</strong>n hacerlo<br />

los loros ver<strong>de</strong>s. También se podía ver una solitaria<br />

y aburrida oveja, con cara <strong>de</strong> ver pasar el tren, pero<br />

sin tren.<br />

Al fondo, hacia el punto por don<strong>de</strong> sale el sol,<br />

había una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> montañas no muy altas. Y en la<br />

cima <strong>de</strong> las colinas, cerca <strong>de</strong> las montañas, dos o tres<br />

pueblos <strong>de</strong> casas <strong>de</strong> piedra, apretadas una junto a la<br />

otra, como si no tuvieran suficiente espacio para estirar<br />

los pies.<br />

Bien, ya hemos visto el escenario y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

este momento <strong>de</strong> paciencia y paisaje, ya po<strong>de</strong>mos regresar<br />

con los que llegaban sin prisa alguna.


12 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

Caballo y caballero <strong>de</strong>tuvieron sus pasos ante los<br />

postes indicadores <strong>de</strong>l cruce <strong>de</strong> caminos.<br />

Pepé Levalián leyó todos los carteles y <strong>de</strong>spués<br />

dijo, frotándose las manos:<br />

—Huelo aventuras con las que puedo hacerme<br />

famoso.<br />

<strong>El</strong> Lento volvió la cabeza, lo miró perdonándole la<br />

vida y soltó un bufido con mucho <strong>de</strong> crítica.<br />

Pepé observó el cielo sin una nube. Un pájaro<br />

que volaba lejos. Se chupó un <strong>de</strong>do y lo expuso al<br />

viento, como para saber cuál sería su rumbo, y dijo:<br />

—Hoy es miércoles.<br />

—¿Y qué pasa con que sea miércoles? —contestó<br />

<strong>El</strong> Lento.<br />

Esta cualidad tenía Viento Veloz, conocido por <strong>El</strong><br />

Lento; hablaba. No es común, pero en esta historia las<br />

cosas no comunes suce<strong>de</strong>n con bastante normalidad.<br />

—Que hoy no es lunes, así que seguiremos por<br />

ese camino hacia el <strong>de</strong>safío <strong>de</strong>l caballero negro Albondigón<br />

Palperro. ¡Hoy no es su día <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso!<br />

—concluyó Pepé.<br />

Entonces sucedió algo extraño, porque diciendo:<br />

¡No, no y no!, el caballo se sentó sobre sus ancas cruzando<br />

las patas <strong>de</strong> atrás.<br />

Como es lógico, cuando el lomo <strong>de</strong> un caballo toma<br />

una posición parecida a un tobogán, uno tiene que<br />

agarrarse <strong>de</strong> cualquier parte para no acabar en el sue-


1. <strong>El</strong> caballero ante la encrucijada 13<br />

lo. Pero Pepé supo disimular, y con un salto al costado<br />

hizo como si se <strong>de</strong>smontara <strong>de</strong>l caballo por puro gusto.<br />

—A ver —dijo con énfasis—, ¿tenemos alguna<br />

i<strong>de</strong>a mejor?<br />

—Sí. Que también hay un Reino Apacible, y es<br />

mejor un reino con fiestas que meternos en líos don<strong>de</strong><br />

nos <strong>de</strong>n palos. Vamos al Reino Apacible, y ni una<br />

palabra más.<br />

Hay que <strong>de</strong>cir que Pepé sería un caballero, pero<br />

también era muy razonable, así que hizo como que<br />

meditaba y al fin aceptó.


14 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

—Era lo mismo que yo estaba pensando. Vamos<br />

al Reino Apacible, que los reyes siempre necesitan<br />

favores y, si tenemos suerte, hasta nos darán <strong>de</strong> comer.<br />

Así que su caballo se irguió otra vez sobre las<br />

cuatro patas y así él pudo montar con el original ruido<br />

<strong>de</strong> latas sueltas que hacía en todo momento.


2<br />

Don<strong>de</strong> se cuenta <strong>de</strong><br />

un <strong>de</strong>safío y un ciclista<br />

Cuando terminaron <strong>de</strong> trepar la loma, <strong>El</strong> Lento ja<strong>de</strong>aba<br />

como un camello con sed, mascullando<br />

protestas porque Pepé roncaba sobre la montura. La<br />

hora <strong>de</strong> la siesta es sagrada para los caballeros andantes.<br />

Solo que, <strong>de</strong> golpe, tuvo que <strong>de</strong>spertarse, porque<br />

<strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la loma el peligro tomó forma en la<br />

negra figura <strong>de</strong>l temible Albondigón Palperro.<br />

Sí, el camino pasaba por el medio <strong>de</strong> un bosque<br />

<strong>de</strong> pinos achaparrados —es <strong>de</strong>cir, bajitos y gordos—<br />

y, cerrándoles el paso, estaba Albondigón Palperro.<br />

Su armadura era <strong>de</strong> hierro negro <strong>de</strong> pies a cabeza,<br />

y también la puntiaguda lanza que sostenía en alto.<br />

Para colmo <strong>de</strong> colmos, montaba una mula negra<br />

como la noche más negra y con cara <strong>de</strong> furia rabiosa.


16 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

Como <strong>de</strong> ese lado <strong>de</strong> la loma el camino era <strong>de</strong><br />

bajada, y a <strong>El</strong> Lento le costaba frenar, todavía siguieron<br />

acercándose, hasta que lograron <strong>de</strong>tenerse cuando<br />

los separaban menos <strong>de</strong> veinte pasos.<br />

Entonces, como indica la tradición más antigua,<br />

Albondigón Palperro formuló su <strong>de</strong>safío:<br />

—¡Uñññ nij budumbá uñññ! ¡Butubooon cuso cachañán!<br />

Pepé y <strong>El</strong> Lento se miraron <strong>de</strong>sconcertados, y el<br />

otro tuvo que repetir dos veces su proclama para que<br />

al fin entendieran el problema. <strong>El</strong> casco <strong>de</strong>l caballero<br />

cerraba tan ajustado que la mitad <strong>de</strong> los sonidos se le<br />

quedaban a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>formando las palabras.<br />

—¡Uñññ nij budumbá uñññ! ¡Butubooon cuso cachañán!<br />

Gritó el caballero negro, agregando con un furioso<br />

golpe <strong>de</strong> lanza al aire, un amenazante:<br />

—¡Ungrrateté budumba nij!<br />

Pepé sonrió, porque no le sucedía todos los días<br />

que lo <strong>de</strong>safiaran a duelo.<br />

—¡Ah, magnífico! ¡Por fin una oportunidad para<br />

<strong>de</strong>mostrar mi valentía!<br />

Y buscando la empuñadura <strong>de</strong> su espada <strong>de</strong> larga<br />

hoja, dio la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> carga:<br />

—¡A la carga, Viento Veloz!<br />

Lo hizo con voz clara y alta, muy propia <strong>de</strong>l<br />

momento, pero <strong>El</strong> Lento tenía otra i<strong>de</strong>a sobre el


2. Don<strong>de</strong> se cuenta <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío y un ciclista 17<br />

asunto. Hay que <strong>de</strong>cirlo: <strong>El</strong> Lento no se llevaba<br />

bien con las trifulcas, luchas y <strong>de</strong>safíos. Prefería dormir<br />

a la sombra <strong>de</strong> un árbol, con la panza llena <strong>de</strong><br />

buena hierba.<br />

Por eso puso en práctica su mejor truco, galopar<br />

enérgicamente, pero hacia atrás. En los libros y libros<br />

que se han escrito con las historias <strong>de</strong> los caballeros<br />

<strong>de</strong> todo el mundo, en ninguno se pue<strong>de</strong> encontrar


18 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

caballo, mula, elefante, dragón o motocicleta que lo<br />

igualara en la habilidad <strong>de</strong> correr hacia atrás.<br />

Como parece lógico, el caballero negro Albondigón<br />

Palperro entendió que Pepé Levalián se batía en<br />

retirada, que es la manera elegante <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que escapaba<br />

muerto <strong>de</strong> miedo. Así que, ya puesto en ganar<br />

ese combate, clavó las espuelas en su mula para que<br />

embistiera con gran coraje contra el caballero que<br />

huía.<br />

Solo que la mula no era una mula cualquiera.<br />

Todo el mundo sabe que las mulas y los mulos son<br />

hijos <strong>de</strong> caballo y burro. Y los burros son burros.<br />

Hacen siempre lo que les da la gana, a<strong>de</strong>más no les<br />

gusta que los maltraten.<br />

O sea que la parte <strong>de</strong> burro <strong>de</strong> la mula, que no<br />

por casualidad se llamaba Malasangre, se reveló a las<br />

espuelas <strong>de</strong> manera poco divertida para su jinete.<br />

Arremetió hacia <strong>de</strong>lante como un cohete a la Luna y<br />

a los diez metros exactos se clavó sobre sus cuatro<br />

patas. Entonces, Albondigón Palperro salió volando<br />

por los aires, y fue a dar contra el suelo con un horroroso<br />

ruido <strong>de</strong> armadura y huesos machucados.<br />

Luego, como si festejara, que en el fondo era lo<br />

que estaba haciendo, lanzó un alarido espeluznante:<br />

una mezcla <strong>de</strong> relincho, rebuzno y carcajada. Enseguida<br />

volvió la espalda y, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> reír, se alejó<br />

por el camino trotando muy satisfecha.


2. Don<strong>de</strong> se cuenta <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío y un ciclista 19<br />

Pepé Levalián, que en el fondo era una buena<br />

persona, quiso ayudar al <strong>de</strong> la negra vestimenta, pero<br />

no fue necesario. <strong>El</strong> caballero se irguió y corrió renqueante<br />

en persecución <strong>de</strong> la mula, arrastrando la<br />

lanza mientras gritaba cosas incomprensibles porque,<br />

ya lo dijimos, las palabras se le amontonaban<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l casco y no había quien lo entendiera.<br />

A todo esto, al ver el imprevisto resultado <strong>de</strong>l <strong>de</strong>safío,<br />

<strong>El</strong> Lento abandonó su famosa «carga en retroceso»<br />

y soltó un suspiro <strong>de</strong> alivio.<br />

—¡Hum! —murmuró Pepé, que siempre <strong>de</strong>cía<br />

eso cuando quería <strong>de</strong>jar claro qué estaba pensando.<br />

—¡Hum! —dijo—. He aquí un brillante resultado:<br />

Pepé Levalián, 1; Albondigón Palperro, 0.


20 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

—¡Alcachofas! —masculló su caballo—. Con<br />

suerte fue un empate.<br />

—¡Jamás! En los <strong>de</strong>safíos entre caballeros no hay<br />

empate. Eso pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r en el fútbol, pero no en<br />

los duelos.<br />

—Habría que discutirlo, pero tengo hambre y<br />

pocas ganas <strong>de</strong> discutir con un cabeza hueca. Si te<br />

gusta, fue uno a cero. Pero que conste: la mula hizo<br />

todo el trabajo.<br />

—Bueno, las circunstancias a veces ayudan.<br />

—No fueron las circunstancias, fue la mula.<br />

Muy mal educada, tengo que <strong>de</strong>cirlo.<br />

—Cierto es, ¡echarlo por tierra <strong>de</strong> esa manera!<br />

—Eso es lo <strong>de</strong> menos. Si alguien que conozco<br />

me busca las pulgas con las espuelas, puedo hacer lo<br />

mismo. Lo feo es reírse <strong>de</strong> su caballero a carcajadas.<br />

—Ya… —comentó con una sonrisa—, otro que<br />

yo conozco se hubiera reído disimuladamente.<br />

—¡Hombre, es lo que cabe! Pero ya se sabe: una<br />

mula es medio burro.<br />

—Es lo que tiene.<br />

—A ver, ¿seguimos a<strong>de</strong>lante o nos vamos a quedar<br />

hablando <strong>de</strong> filosofía? Mis tripas hacen unos ruidos<br />

tremendos. ¡Necesito comer!<br />

—Sigamos a<strong>de</strong>lante. En Reino Apacible podré<br />

contar mi triunfo en este duelo, sin que nadie me<br />

contradiga.


2. Don<strong>de</strong> se cuenta <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío y un ciclista 21<br />

—Eso es más que seguro —murmuró el caballo,<br />

al tiempo que reemprendía la caminata.<br />

Lo que quería <strong>de</strong>cir era que no se ocuparía <strong>de</strong><br />

contra<strong>de</strong>cir lo que dijera Pepé Levalián, porque <strong>El</strong><br />

Lento nunca hablaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la gente. Es que había<br />

tenido una mala experiencia. Cierta vez en que<br />

se <strong>de</strong>scuidó y lo escucharon, una banda <strong>de</strong> trapecistas<br />

lo había secuestrado a medianoche para hacerlo<br />

estrella <strong>de</strong> circo. Pero como a él no le iba bien el negocio<br />

<strong>de</strong>l espectáculo, había escapado por un pelo y<br />

prefería mantener su secreto.<br />

Solo que ese día no ganaba para sustos.<br />

Había dado unos pocos pasos cuando una <strong>de</strong>lgada<br />

polvareda al fondo <strong>de</strong>l camino lo precipitó, a<br />

trote veloz, a escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unos pinos gordos.<br />

—¡Vuelven! —dijo con un temblor en la voz.<br />

—¡Un caballero no se escon<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un árbol!<br />

¡Salgamos al camino!<br />

—No nos escon<strong>de</strong>mos. Esto es una emboscada.<br />

—Ah, si es así, me parece bien…<br />

Pero nada era lo que parecía. A poco que la polvareda<br />

fue tomando forma, vieron que lo que se<br />

acercaba por el camino era un pirata en bicicleta.<br />

No había dudas. Los pantalones tajados en mil<br />

combates a sable. La camiseta a rayas horizontales.<br />

<strong>El</strong> pañuelo <strong>de</strong> lunares ciñéndole la cabeza y, para


22 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

más datos, una tupida barba roja y un parche en el<br />

ojo tuerto. ¿Qué podía ser si no un pirata?<br />

Por un instante Pepé y <strong>El</strong> Lento pensaron que,<br />

con la velocidad que traía la bicicleta, pasaría <strong>de</strong> largo,<br />

pero no fue así.<br />

—¡Hombre a babor! —gritó el pirata.<br />

Frenó <strong>de</strong> golpe, hizo un giro enredado como un<br />

nudo marinero, y <strong>de</strong>tuvo la bicicleta junto a las patas<br />

<strong>de</strong>l caballo.<br />

—¡Ohé, gente <strong>de</strong> a bordo! —saludó con voz enronquecida<br />

por muchos mares salados, y más rones<br />

calientes.<br />

—Ohé… —atinó a respon<strong>de</strong>r Pepé.<br />

—¿<strong>El</strong> señor ha visto mi barco por aquí?<br />

Pepé se rascó la cabeza, recordó que, por lo que<br />

sabía, el mar estaba muy, muy lejos, y dijo:<br />

—Su pregunta me llena <strong>de</strong> sorpresa, porque me<br />

parece que nunca he visto un barco.<br />

—¡Trombas marinas! Eso <strong>de</strong>salienta a cualquiera.<br />

—No fue mi intención.<br />

—¡Y cuál fue su intención, insecto <strong>de</strong> tierra firme!<br />

—bramó el hombre—. ¿Quiere burlarse <strong>de</strong> Yon<br />

Milojos?<br />

—¿Milojos?<br />

—¡Sí, por qué! ¿Hay algún problema?<br />

A lo que Pepé se apresuró a contestar que ninguno,<br />

que el día estaba <strong>de</strong> lo más bonito, y que si veía


2. Don<strong>de</strong> se cuenta <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío y un ciclista 23


24 <strong>El</strong> ladrón <strong>de</strong> <strong>paraguas</strong><br />

por allí algún barco, estaría encantado en comunicárselo.<br />

Es que la mirada <strong>de</strong>l ojo único <strong>de</strong> Yon Milojos<br />

ardía tormentosa, prometía masacres, ahorcados<br />

en el palo mayor, cañonazos llenos <strong>de</strong> humo para<br />

que estornu<strong>de</strong> el enemigo, y todas esas cosas que son<br />

normales en la vida <strong>de</strong> un pirata.<br />

—Bueno, tendré que seguir buscando —dijo el<br />

hombre, y agregó tironeándose <strong>de</strong> la roja barba<br />

como si le diera vergüenza preguntar—. ¿No han<br />

visto por aquí algún poste indicador? ¿Alguna flecha<br />

marinera que apunte al mar?<br />

—Ahora que lo dice… Si sigue como venía, un<br />

poco más a<strong>de</strong>lante hay tres postes con letreros en el<br />

cruce <strong>de</strong> caminos. Quizá le sirva alguno.<br />

—Lo sabía —dijo el Yon Milojos con una gran<br />

sonrisa plena <strong>de</strong> dientes afilados—. Sabía que iba en<br />

la buena dirección. ¡Un marino no se pier<strong>de</strong> nunca!<br />

Y saltó sobre su bicicleta. Solo que antes <strong>de</strong> partir,<br />

puso cara <strong>de</strong> contarle un secreto:<br />

—Porque me cae bien, y me ha ayudado a encontrar<br />

mi barco, lo pongo sobre aviso. Por esta comarca<br />

ronda un gran peligro, el caballero negro Albondigón<br />

Palperro y su mula Malasangre. Más le<br />

digo: la gente <strong>de</strong> Reino Apacible ha puesto precio a<br />

su cabeza.<br />

—¿En serio? ¿Y cuál es el premio, si se pue<strong>de</strong> saber?<br />

—La mano <strong>de</strong> la princesa Lagrunye.


2. Don<strong>de</strong> se cuenta <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío y un ciclista 25<br />

—¿Con el reino y todo?<br />

—Eso sí que no lo sé, pero algo <strong>de</strong>be haber. Es<br />

que… ¡Rayos y centellas! No es para menos. ¡<strong>El</strong> miserable<br />

les roba los <strong>paraguas</strong>! ¡Que un vendaval le<br />

parta el casco y se hunda entre pulpos asesinos!<br />

—Ah, ya entiendo —dijo Pepé, que, por supuesto,<br />

no había entendido nada.<br />

Pero no tuvo tiempo <strong>de</strong> preguntar, porque el<br />

hombre aulló:<br />

—¡Al abordaje, mis valientes!<br />

Y salió pedaleando como si lo persiguiera un galeón<br />

con ochenta cañones por banda.<br />

Entonces, <strong>El</strong> Lento se <strong>de</strong>sinfló en un relincho<br />

carcajada.<br />

—Es lo que me faltaba ver: un pirata en bicicleta.

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