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jun.-jul. 1966 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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a pie. Ahora su sonrisa oculta otra sonrisa.<br />

Qué maravillosa. es la madurez, me dijo<br />

no hace mucho,'y esa otra sonrisa interior,<br />

la más suya, se le veía también sobre la<br />

cara.<br />

LA VOCACION DE SER<br />

Por haber empezado tan pronto, por haber<br />

sido acosado y acorralado más por las<br />

circunstancias que por los irreductibles demonios<br />

interiores, Maggi fue de los primeros<br />

en empezar aquí muchas cosas. No sólo<br />

fue de los que descubrió a Onetti (sin esperar<br />

las celebraciones <strong>del</strong> cuarto de siglo)<br />

y de los que también descubrió a Espínola<br />

(por el que ha tenido una veneración documentable<br />

en una de sus piezas teatrales,<br />

La noche de los áJngeles inciertos, ,sinQ.<br />

que ha sido de los primeros que lo intentó<br />

todo en su generación, desde el ensayo<br />

histórico de tipo revisionista hasta el humorismo<br />

tópico que tanto éxito tendría en<br />

localizar un nuevo público; desde el teatro<br />

que gusta hasta la pequeña estampa<br />

costumbrista que se lee. Fue el primer<br />

best-seller con un libro, Polvo enamorado<br />

(1951), que apareció en una época en que<br />

no había editoriales prácticamente y nadie<br />

vendia un ejemplar de autor nacional. Maggi<br />

agotó entonces una edición que sería<br />

tal vez de quinientos o mil ejemplares: cifra<br />

pequeña ahora pero fabulosa para el<br />

páramo de aquellos años. Sin embargo,<br />

sólo al triuIlfar en el teatro con un par de<br />

0b=as en 1953/59, ~ilaggi ¡:--e convierte en<br />

escritor famoso. El mismo ha señalado, con<br />

exacto sentido de la autoburla, a una periodista<br />

que venía una vez a reportear al<br />

hombre célebre: No se preocupe, aquí nadie<br />

es famoso. Es cierto. Pero si hay alguien<br />

cerca de serlo en nuestro ambiente<br />

es Carlos Maggi. La paradoja que encierra<br />

este éxito algo tardío es varia. Porque<br />

Maggi ha demorado en llegar a ser realmente<br />

famoso, a pesar de tener en sus manos<br />

desde el comienzo la clave <strong>del</strong> éxito en<br />

esta tierra.<br />

Para entender esta situación hay que<br />

volver a mirar un poco la cronología.<br />

Cuando Maggi publica su ensayo histórico<br />

sobre Artigas o cuando saca Apex, cuando<br />

entrega sus primeros cuentos a Marcha, in-<br />

cluso cuando hace humorismo en el mismo<br />

semanario, y luego agota su primer libro<br />

de ficción, su fama ti!:ne ya dos caras, muy<br />

distintas: una es la fama anónima, casi<br />

folklórica, de libretista radial; la otra es<br />

la fama personal, más literaria aunque no<br />

exquisita, de escritor conocido y fomentado<br />

por una élite. En buena medida, el éxito<br />

de Polvo enamorado lo hizo un brillante<br />

y demagógico articulo de Flores Mora<br />

que se publicó en la última página de<br />

Marcha, una de las mas leídas entonces.<br />

Como gran amigo, Flores Mora exaltó a<br />

!víaggi, y su lector acudió al libro y lo agotó.<br />

El elogio era escasamente literario pero<br />

logró su efecto. Permitió que Maggi saltara,<br />

como literato, la barrera <strong>del</strong> desconocimiento<br />

en que vivían casi todos los <strong>del</strong><br />

45. El éxito sin embargo era relativo. No<br />

existía entonces un público bastante grande<br />

para la literatura nacional, como se decía<br />

y repetía entonces cada semana desde<br />

las páginas literarias de Marcha. La prueba<br />

de que ese éxito fue solo un succes<br />

d'estime la ofrece la carrera posterior de<br />

Maggi. Polvo enam.orado no tiene secuela<br />

inmediata; por otra parte, la editorial que<br />

lJ publica (formada ad-hoc por Maggi y<br />

algunos amigos) también desaparece. Hay<br />

un hiato. Las actividades políticas (que ya<br />

se han tragado a Flores Mora) también<br />

absorben a Maggi y por un tiempo parece<br />

que aquel joven que empezó tan pronto y<br />

con tanto sentido de lo que se esperaba<br />

aquí y ahora, había sido obliterado por el<br />

abogado. Entonces aparece Mario Benedetti.<br />

En realidad, también Benedetti se había<br />

revelado antes y con cierta precocidad.<br />

Un lib¡'o de poemas a los veinticinco años;<br />

la dirección de una revista literaria, Marginalia,<br />

poco después; las colaboraciones<br />

cada vez más numerosas en Marcha y en<br />

Número (cuyo consejo de dirección integra<br />

a partir de 1950), ya habían permitido<br />

situar a Benedetti en una literatura exigente<br />

y con sus ribetes de exquisita, que<br />

la sucesión implacable y ordenada de sus<br />

libros de cuentos, ensayos y poesía no haría<br />

sino corroborar. Pero poco a poco, después<br />

de 1951, empieza a asomar en Benedetti<br />

un escritor bastante distinto: uria<br />

sección humorística que viene a sustituir<br />

precisamente en Marcha a la de Maggi y<br />

que firma con el seudónimo de Damocles;<br />

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