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Nº 9 (jul. 1975) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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ca, la incita; quiere, al través de ella, hallar un vestigio de vida<br />

y de inmortalidad...<br />

Se habría hecho necesario recurrir al testimonio de sus discípulos,<br />

o a fuentes indirectas que, se supone, de alguna manera,<br />

habrían salvado el contenido <strong>del</strong> pensamiento magistral, ya que<br />

Sócrates no escribió nada.<br />

Siempre constituye un tema de interpretación y una dificultad<br />

más, la lectura de los filósofos que han escrito. Sobre todo<br />

tratándose de personalidades geniales es posible ensayar distintos<br />

modos de leerles, realizar lecturas distintas. Así tenemos figuras<br />

doctrinarias distintas de Platón, de Aristóteles. de Cartesio.<br />

Más si esto ocurre con los filósofos que han escrito, 'las dificultades<br />

aumentan en el caso de los que no han publicado su pensamiento;<br />

de los que, caso de tenerlo, lo guardan en una reserva<br />

de silencio. ¿A qué clase perteneció Sócrates? Sabemos que no escribió<br />

nada, pero podría haberse reservado una doctrina, una enseñanza.<br />

Esto parecen sostener los intérpretes. A nosotros se nos<br />

ocurre pensar que Sócrates no se reservó nada; que carecía de<br />

"doctrina". Su filosofar configura un caso de no filosofía; revela<br />

una experiencia de pensamiento que no es una mera experiencia<br />

racional ni un mero pensar en la idea.<br />

Debería insistirse a veces, aunque fuera incidentalmente, porque<br />

el tema no da mucho para lo expositivo, en esta cuestión de<br />

las filosofías perdidas. Más lo frecuente, es hablar de filosofías<br />

concebidas como doctrinas y sistemas que se han perdido, que se<br />

han, materialmente, destruído, pero que pervivien, de alguna manera,<br />

en la doctrina misma. Pero hay también otras maneras de<br />

pérdida. Supuesto un cuerpo doctrinario, una exégesis débil, una<br />

interpretación falaz, o la refracción de las ideas magistrales al<br />

través de los discípulos, han provocado la pérdida; han hecho<br />

que perdiera aquellos caracteres de autenticidad en que se guardaría<br />

en los textos magistrales.<br />

No es el caso de Sócrates. Sócrates no se ha perdido; la filosofía<br />

socrática no se ha perdido, ni estuvo nunca guardada, ni<br />

logró expresión personal, nos parece, ni se la dio él. Ni intentó<br />

Platón llevarla al ámbito de la idea y comunicarla como tal. Andan<br />

un poco más en el supuesto de una doctrina perdida, de una<br />

masofía perdida. J enofonte, y con evidente frialdad, Aristóteles<br />

y se ejercitan los que vinieron después, en prefigurarla, como si<br />

estuviese perdida, en recomponerla; en juntar los haces dispersos<br />

de una ráfaga, de una fulguración de su personalidad. En el olvido<br />

de lo más hondo, ignoran ya que sus "dichos" y sus "hechos"<br />

han vuelto al principio oscuro de donde habían nacido, y desde<br />

el cual se iniciaba una vida personal más intensa y solitaria. Y,<br />

en este sentido, no hubo pérdida. Sócrates mismo, habría trascendido<br />

el momento de la exposición...<br />

Pero puede hablarse de un Sócrates perdido. En algún sentido.<br />

Sócrates nos es desconocido; nada sabemos de é.l Sócrates<br />

constituye una de las expresiones más extrañas <strong>del</strong> "incógnito".<br />

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