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Nº 9 (jul. 1975) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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maestro Platón, es una reflexión sobre la vida, sobre la condena<br />

y la muerte de Sócrates? ¿No habría notado Aristóteles que la intensificación<br />

que va alcanzando la conciencia de su maestro, se<br />

debe a estos hechos, a que Platón va, desde su personalidad suscitada<br />

hacia la personalidad magistral?<br />

Pero todavía hay otra manera de pérdida. Es la de la exé- .<br />

gesis misma. Es un deseo legítimo éste de querer descifrar un secreto<br />

de existencia, y todos los que se acercan a Platón y lo leen,<br />

se quedan con una experiencia inolvidable, y quieren descifrar,<br />

buscar datos biográficos, antecedentes; y van creando así imágenes<br />

de Sócrates más inconsistentes, en la aparente generación de<br />

estos contornos que no cesan. Al tiempo que se alejan <strong>del</strong> modo<br />

que, diríamos, tiene Platón de búsqueda de Sócrates: que nunca<br />

desciende hacia la generación de esas imágenes, que las teme,<br />

que las evita; que asciende siempre hacia el principio activo de la<br />

exaltación <strong>del</strong> maestro. Al través de su propia exaltación, de un<br />

fervor que no se mitiga, a la búsqueda -Platón lo sabe- no de<br />

una doctrina que no se ha perdido, sino de una personalidad que<br />

se estimula en el enigma y que no se fatiga ante el enigma.<br />

y al no sentir este comportamiento de Platón, y recurriendo<br />

ya a la generación aparente de las imágenes doctrinarias, se busca<br />

a Sócrates, se busca la formulación de una doctrina de Sócrates<br />

al través de J enofonte, de Aristóteles, de Platón. Y se piensa<br />

que es doctrina perdida y que podría recomponerse al través 'de<br />

testimonios, lo que no es, según creemos, ninguna manera de doctrina.<br />

Repetimos, en su caso, no hay ninguna manera de doctrina.<br />

Platón lo supo más que nadie. Acaso también, y hasta cierto<br />

punto, lo supo J enofonte. Acaso uno y otro, pero evidentemente<br />

menos J enofonte, buscan la personalidad ideal, el yo trascendental<br />

de Sócrates; pero J enofonte, como no da con él, pues no sabe<br />

pensar con toda el alma, ni es un espíritu solicitado, vuelve haciala<br />

doctrina, se complace en el dicho, compendia, anecdotiza.<br />

y Aristóteles, ya habla de un método y nos deja el esbozo de<br />

algunas ideas. No le mueve el propósito que a su maestro estimulara.<br />

La interpretación ulterior insiste en estos tópicos y cada vez.<br />

le es menos fácil percibir esta personalidad, concebir este desarrollo.<br />

Soren A. Kierkegaard, en el dicho antecitado ha formulado<br />

una verdad para siempre.<br />

Pero habría otras fuentes para el estudio de Sócrates. Menos<br />

utilizadas por los intérpretes modernos, que han atendido menos<br />

a la generación de otras leyendas socráticas. Algunas vienen en<br />

las tradiciones que se desarrollaron inmediatamente después de<br />

su muerte y muchas de las cuales se habrían perdido. Estas, muy<br />

desatendidas, deben ser objeto de pertinaz estudio, y deben ahondarse<br />

para ver qué luz arrojan y qué relaciones podemos establecer<br />

con las leyendas anteriores formuladas, por lo menos, por J e­<br />

nofonte y Aristóteles. Pues, para nosotros, Platón, en lo princi-<br />

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