oct. 1942 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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24 REVISTA NACIONAL<br />
mentación mental para sus célebres Profecías, que en el porvenir ha·<br />
hían de darle tan gran notoriedad.<br />
En esos viajes entró también en contacto con elementos judíos y<br />
árabes, escapados penosamente a las persecuciones religiosas y por su<br />
intermedio conoció y se empapó de las enseñanzas de la «Kabbala»<br />
israelita y de las obras de los grandes maestros árabes: Rhazez, Avi·<br />
cena, Ahulcasis, el gran cirujano cordobés, Averrhoes, sin olvidar al<br />
gran mallorquín Raimundo Lullio. «Entretanto -dice uno de sus<br />
«biógrafos-- Paracelso buscaba la verdad en el amplio Mundo, en<br />
«la Naturaleza, en las fuerzas y en los minerales, en las plantas y la<br />
«atmósfera; he aquí por qué desdeñaba las rutas conocidas, por los<br />
« senderos ignotos. No hizo sino resbalar por las Universidades, los<br />
« centros de la prosperidad y <strong>del</strong> fausto; en una palabra, por todo<br />
« lo que la regla y la forma habían desvirtuado. Ante todo exhu·<br />
« maba los secretos <strong>del</strong> pueblo, sondando la miseria cruel, estudiando<br />
«las supersticiones de antaño, las costumbres raras o desaparecidas,<br />
«los recursos de tiempos pasados, interesándose en las cosas pros<br />
« criptas o repugnantes, como el populacho, las brujas y hasta los<br />
«verdugos. Exploraba todas las regiones y todas las capas <strong>del</strong> pueblo<br />
« en las que el sufrimiento era más violento y más primitivo y en las<br />
« que se manifestaban, todavía libremente, desdeñados por las luces<br />
« y la suficiencia de los letrados cultivados y virtuosos, un saber<br />
« instintivo y una visión divinatoria de las relaciones estrechas entre<br />
«los tres reinos de la Naturaleza».<br />
¿Cómo no iba a chocar un hombre así formado, dueño de una<br />
voluntad de hierro y de un concepto despectivo de la Escolástica,<br />
con sus colegas apegados a las polvorientas bibliotecas y a la indis·<br />
cutida opinión de los clásicos? ¿Cómo habían de perdonarle que<br />
en su prefacio <strong>del</strong> Paragranum, uno de sus libros de polémica, les<br />
dijera en su estilo agrio: «¿Quién pondrá rojo en los finos labios<br />
«de sus mujeres y sonará sus naricitas puntiagudas? El Diablo, con<br />
«el pañuelo <strong>del</strong> hambre y de la miseria».<br />
Tal sentido tenía de su grandeza que no titubeaba en escribir:<br />
«Seguidme Avicena, Galeno, Rhazes, seguidme todos, los de París,<br />
«los de Montpellier, de Colonia, de Italia, de Dalmacia; no soy yo<br />
« que debo seguiros, seguidme Arabes e Israelitas: de todos vosotros<br />
«ninguno sobrevivirá, ni en el más apartado rincón de la Tierra. Yo<br />
« seré el monarca y mía será la Monarquía que reunirá todos vuestros<br />
«países».<br />
Magnífica invectiva, orgullosa afirmación que -sin embargocontiene<br />
la V edad perdurable de la comunión internacionalista de<br />
la Medicina moderna, de la que tuvo una profética visión.<br />
Acogido siempre con entusiasmo doquiera que se presentaba, ro·<br />
deado por los jóvenes inquietos y turbulentos, pronto sus protectores<br />
se sentían molestos por las audacias de su protegtido; no todos sus<br />
alumnos eran de primera agua y más de uno -no han cambiado los<br />
tiempos-- lo renegaba porque al terminar una magnífica lección no<br />
les dictara. . . una recetita.