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Brotes Negros Número 2

Publicacón de la Biblioteca Libertaria Ferrer i Guardia

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EDITORIAL<br />

CONTENIDO<br />

4 – La sonrisa bajo el pañuelo y en la capucha libertad<br />

Tal vez sea este el momento de mirar hacia dentro y repensar ciertas cosas de las que no se<br />

suele divagar en alto. Hacer un ejercicio introspectivo de honestidad. Desnudarnos, abrir las<br />

ventanas, mirar y escuchar... exponernos al fin y al cabo.<br />

Nosotrxs aquí, en la Biblioteca Libertaria Ferrer i Guardia, otras tantas compañeras y<br />

compañeros desde sus lugares de encuentro y recogimiento, vemos como nuestro tiempo y<br />

el de la mayoría de la sociedad están descompasados. No sabemos muy bien en qué<br />

momento concreto sucedió, pero así es. Y no sólo no estamos en sincronía, sino que parece<br />

que hablamos idiomas distintos; y probablemente sea eso, una cuestión de relojes y<br />

palabras.<br />

No podemos pretender participar en un cambio colectivo sin entender el tiempo y la forma en<br />

la que la gente se ubica. No podemos pretender reproducir la dialéctica de nuestras charlas<br />

de ateneo y asamblea, a la barra del bar de barrio sin advertir desfases temporales y tics del<br />

lenguaje que nos distancian de nuestros iguales. Ignatius Reilly es un personaje excepcional<br />

y admirable, pero no hay ninguna conjura de los necios, simplemente se trata de relojes y<br />

palabras.<br />

Es más que probable que muchas de nuestras vecinas y vecinos compartan en realidad el<br />

pensamiento libertario, pero que no lo identifiquen como tal, y no por más intentar convencer<br />

a la gente de qué es lo que son, o cuál es la traducción de su ideología vamos a conseguir<br />

hacérselo ver. Y seguramente tampoco debamos hacerlo. Si la opinión y el pensamiento<br />

ideológico se nutre en el grueso social de los recursos mediáticos y audiovisuales, tu vecina<br />

no te reconocerá como anarquista sin la capucha calada y el adoquín en la mano. Es una<br />

batalla que no hemos perdido, porque ni siquiera hemos estado en ella.<br />

7 – Poema III<br />

8 – Para ti, Gabo<br />

12 – Textos de la Internacional Bovarista<br />

14 – Hamsa<br />

17 – Levantémonos<br />

18 – J.R.D.<br />

21 – Recuerdos de recuerdos<br />

22 – Marta, la brevedad del infinito<br />

24 – El fútbol es nuestro<br />

26 – Represión y control político<br />

31 – No vale más malo conocido<br />

Que son tiempos de cambio es algo que tenemos claro, lo que no hemos sabido encajar es<br />

que son tiempos de cambio para todo y para todxs. Para nosotras también, queridas y<br />

queridos, no se trata de escapar ahora de esos lugares en los que nos sentimos como en el<br />

mejor de los hogares, no, sino de confluir también fuera. Ajustar las manecillas a su debido<br />

tiempo y acoplar el discurso al entendimiento colectivo, no hemos de renegar de nuestra<br />

idiosincrasia, pero ésta no debe recluirnos en la marginalidad.<br />

Igual es el momento de hablar de todo esto, de relojes y palabras.<br />

2 3


LA SONRISA BAJO EL PAÑUELO<br />

Y EN LA CAPUCHA LIBERTAD<br />

Siempre se intenta levantar un muro impermeable entre el encapuchado que lanza piedras y<br />

el activista pacífico. Se intenta crear una división natural entre el rebelde y el ciudadano<br />

normal. Porque se supone, y conviene que se suponga, que nada tiene que ver uno con el<br />

otro. Parece que la rabia, la natural rabia que recorre las venas del testigo de una injusticia<br />

es cosa de otros. Se nos educa para que apaguemos, controlemos, domemos nuestra rabia,<br />

que tratemos de poner orden en todo lo que en nuestro corazón se revuelve ante la<br />

implacable injusticia cotidiana. Se nos ha logrado convencer de que no es humana, ni digna,<br />

ni rebelde, nuestra rabia.<br />

Es tal la magnitud del engaño, que muchos condenamos la pedrada inocua que atraviesa el<br />

cristal de un escaparate. La llama menuda e insignificante que incendia una parte del<br />

mobiliario urbano. El daño hacia lo que no es mas que cristal, plástico o hierro, fácilmente<br />

sustituible y reparable nos crea un rechazo que roza la náusea. ¿Pero es acaso<br />

incompresible la violencia de abajo cuando desde arriba se nos obliga a vivir siempre con la<br />

omnipresente presencia de la violencia de arriba? ¿Acaso los Estados llamados así mismos<br />

“civilizados” no son sino una siniestra red de violencias legitimadas por la mentira y la<br />

costumbre? Nos enseñan a respetar, glorificar, y homenajear a hombres armados. Nos<br />

hablan de la sangre derramada por los fundadores de nuestras patrias. Nos invitan a<br />

vanagloriarnos de nuestros grandes generales, soldados y ejércitos. Se nos insta a admirar y<br />

reconocer el papel de los que han convertido la violencia en su oficio. No hay patria que no<br />

añore los tiempos en que su fuerza militar la hacía permitirse el no negociar con sus<br />

enemigos.<br />

El Estado se construye de una gigantesca red de pesca que lo arrastra todo. Desde la<br />

menos visible y sutil fibra de los machismos y prejuicios cotidianos, pasando por la presencia<br />

policial perpetua y acabando por la legitimación de la guerra y los ejércitos, la violencia es el<br />

idioma del poderoso. El que mejor habla, el que más a menudo emplea, y el único que<br />

reconoce.<br />

¿Por qué entonces esta sorpresa cuando se le dirigen unas palabras, por pocas que sean,<br />

en su idioma? La reacción de los de arriba ante la violencia, casi anecdótica, ridícula en<br />

comparación con la que ellos ejercen, es la misma que tendríamos ante una aparición<br />

fantasmal. Igual que la que tiene el maltratador cuando su pareja, por primera vez, le<br />

devuelve el golpe o el grito. La misma que el terrateniente que por primera vez ve los ojos de<br />

sus esclavos clavarse en los suyos. La mirada del pastor rudo que es mordido por su propio<br />

perro, cansado de abusos.<br />

4<br />

No podemos permitir un mundo donde los perros muerdan a sus amos. Eso se repite el<br />

poder temeroso de que sus privilegios, que nacen de la obediencia ciega de sus vasallos,<br />

acaben por arrinconarse en el museo del horror de la Historia. Hay que comenzar a crear un<br />

discurso que condene al desobediente. Toca separar entre aquellas honradas personas cuyo<br />

buen comportamiento traerá (en vida o muerte) una recompensa. Una diferenciación entre<br />

usted que lee este texto, que tiene una familia, unos sueños y unas esperanzas y los otros y<br />

otras. A los que tratan de describir como perros rabiosos, deseosos de morder movidos por<br />

una sinrazón extrema. Personas que al contrario que usted no parecen tener más existencia<br />

que el odio transformado en apariciones puntuales para, encapuchados y llenos de odio,<br />

alterar la vida cotidiana y feliz. Los honrados y los obedientes están a un lado de la partida.<br />

El desobediente es señalado y apartado. Al igual que en las aulas de los colegios se reserva<br />

la pared o la última fila a los inadaptados, haciendo evidente la barrera entre ellas y ellos y el<br />

resto de la sociedad.<br />

Pero no nos engañemos, los rostros sonrientes que cultivan el maíz de Chiapas y<br />

construyen la autonomía zapatista son los mismos que en el enero de 1994 se alzaron en<br />

armas. ¿Acaso lo normal hubiese sido continuar siendo ignorados 500 años más? ¿Acaso<br />

no se le habló al poder en decenas de lenguas, códigos, claves, antes de hablarle en el<br />

idioma que ellos practican? Los médicos y enfermeros jóvenes que emplean su tiempo libre<br />

en atender a los enfermos abandonados por el sistema político griego, también estuvieron<br />

tras las capuchas que surgieron de la ira por el asesinato de Alexis en Atenas. ¿Se puede<br />

condenar a quienes llevaban años sufriendo una represión física y psicológica constante por<br />

el hecho de ser inconformes? ¿Los escaparates y comercios multinacionales que ardieron<br />

esos días tenían más valor que la vida de un compañero de tan solo 16 años?. Los jóvenes<br />

y no tan jóvenes que reconstruirán Can Vies lo hacen con las mismas manos que ayer<br />

señalaban agresivamente a los Mossos en Barcelona. Se habló de todas las formas posibles<br />

para evitar el derribo de 17 años de autogestión y solidaridad barrial ¿No es curioso que al<br />

final, el poder, sólo entendiera cuando se habló en el idioma de la violencia? ¿No hubo<br />

acaso voces descontentas que denunciaron decenas de injusticias en el mundo que fueron<br />

ignoradas hasta que al final, con rabia y con impotencia, esas voces se convirtieron en grito?<br />

Un comunicado de un colectivo anarquista griego que apareció en las calles de Atenas<br />

aquella fatídica semana en que nos robaron a Alexis, venía a señalar una realidad para<br />

muchos aún incómoda. Bajo las capuchas están tus hijas, nietas, hermanas, amigas y<br />

vecinas. Aquellas cuya naturaleza es construir y soñar, pero que a veces los malos<br />

gobiernos (y la desidia de quien no alza la voz frente a ellos) obliga a tapar el rostro y<br />

mostrar los dientes.<br />

5


Hoy Can Vies vuelve a la normalidad, es decir, que frente a ese uso de la violencia puntual,<br />

desesperado, agresivo y quizás condenable, hoy vuelve a mostrar su cara real y verdadera.<br />

La de la construcción lenta, resuelta y decidida de un mundo distinto. Los zapatistas han<br />

abandonado el uso de las armas y cultivan con resolución y alegría autonomía y dignidad.<br />

En Grecia un mundo nuevo nace poco a poco, como las hierbas que crecen horadando el<br />

asfalto, entre los escombros del Estado Fallido.<br />

La capucha no tapa nuestros ojos ni silencia nuestra voz. Tristemente sí oculta nuestra<br />

sonrisa. Por eso no podemos evitar el rechazo profundo que sentimos hacia los que nos<br />

obligaron a taparlas y a gritar en vez de hablar. Por eso lamentamos tener que reconocer<br />

que han creado un mundo donde sólo nuestra cara menos agradable llama su atención.<br />

Donde debemos recurrir a su idioma para hablarles. Pero no teman ni se alarmen<br />

compañeras y compañeros que contemplan nuestra imagen enfurecida a través de su<br />

televisión.<br />

Nuestros ojos no muestran rabia sino dignidad.<br />

Tras nuestras máscaras hay y habrá siempre sonrisas<br />

POEMA III.<br />

Sangro al mirarlo y ser consciente de su certeza.<br />

Que no siempre ibas a mirarme con esa osadía tuya,<br />

que desafía mi paciencia, y me aletarga la tristeza.<br />

Que no siempre me reflejarías en tu mente<br />

como si eclipsara a la luna y su belleza.<br />

Que no ibas a ser siempre mio, ya lo sabía.<br />

Sangro por estar en este día. En esta sequía.<br />

En este oasis de insufrible agonía.<br />

Que finalmente saldrías del cielo de mi apatía.<br />

Que no siempre orbitarías en él, ya lo sabía.<br />

Sangro e inundo en carmín esas imaginarias piruetas que hicimos;<br />

esas airadas (y ventiladas) sombras de tinta china que fuimos.<br />

Sabía que caerías en unos brazos más cómodos que los mios.<br />

Más amables. Más predispuestos que esos días que mordimos.<br />

Sangro por saberlo, y negar la añoranza.<br />

Sólo poder esconderte en una poesía<br />

una realidad (estancada) plagada de celosía.<br />

6<br />

7


Para ti, Gabo.<br />

Cuando tuvo la hoja de inscripción delante, no dudó. Lo más claro que tenía en aquel<br />

instante era que el bolígrafo que apretaba entre sus manos, trazaría de manera instintiva<br />

una cruz al lado de literatura universal. Nunca imaginó que en el último trimestre de aquel<br />

curso, lloraría por haber acabado un libro y que correría a la biblioteca para renovar la ficha<br />

de préstamo. Cuando la bibliotecaria, una mujer pequeña, con gafas grandes y toda la pinta<br />

del mundo de ser una caricatura de su profesión, le dijo que no podía renovar el préstamo<br />

dos veces seguidas, a Remedios, que había llorado por primera vez al leer fin, no le quedó<br />

más opción que robar de aquella pequeña biblioteca escolar "Cien años de soledad".<br />

Remedios, que nunca fue tan bella como él la imaginó, era una chica reservada, que no<br />

acudía a las reuniones clandestinas de sus compañeras en los lavabos. Le encantaba<br />

escribir cartas, en pasado, en presente o en futuro. Y como el libro preferido de Remedios<br />

hasta ese momento tenía nombre de tango, no esperaba a un príncipe azul, sino que se<br />

entretenía con la idea de un amante lascivo y tenaz. Cabe añadir, que por aquel entonces su<br />

palabra preferida era cóncavo y se pasaba horas atribuyendo ese adjetivo a todo lo que su<br />

imaginación abarcaba. Casi 20 años después imagina esa tarde calurosa y brillante. Una<br />

tarde simple, donde el recreo en un patio cerrado ya hacia de esa hora y media un espacio<br />

de tedio. Ahora está casi segura de que esa abulia le aflojó los huesos y que por eso retrasó<br />

su entrada a clase, cuando todos sus compañeros ya habían elegido al azar el titulo de un<br />

libro para hacer el trabajo final. El último título que danzaba en la pizarra con el polvo de tiza,<br />

llevaba la palabra soledad y sólo por eso hecho a Remedios no le importó su retraso en el<br />

aula. Fue una semana en la cual se empapó de sus 546 páginas. Una semana en la que<br />

manoseó el libro de tanto mirar el árbol genealógico de los Buendía. Se perdió en esa sana<br />

que incluía a un gitano sabio, a una niña con un talego lleno de huesos humanos y hasta<br />

bebés con cola de cerdo.<br />

8<br />

Sucumbió a Macondo y lo buscó en los mapas. Estaba casi segura de que ninguna<br />

imaginación podía llegar a construir semejante mundo. Se equivocó. Copió el genograma<br />

infinito en una hoja y lo llevó pegado en la carpeta de los apuntes durante años. No supo<br />

que se podía ver espectros hasta años después, cuando le explicaron que en el realismo<br />

mágico todo era posible. Ante ella se abría una puerta, el limbo entre la fantasía y la<br />

realidad, donde los locos aún no son de atar. Se quedó tan fascinada que dejó de lado a los<br />

poetas existencialistas y sonreía pensando que era cierto que alguien podía morir de amor<br />

ante la belleza de una mujer. Y así se forjó la personalidad de Remedios. Una alma , que<br />

para su incomprensión, se alimentó de imágenes oníricas que se confunden en la<br />

duermevela, del apacible estado entre la vigilia y el sueño. Mientras un retrato fotocopiado<br />

del autor haciendo una peineta adornaba su habitación, Remedios pensaba en hacer el<br />

amor en una hamaca bajo el peso de la humedad asfixiante. Cuando supo que el autor<br />

poseía un apodo cariñoso, ya era tarde, era de manera contundente el Maestro. Remedios<br />

creció. Sus caderas maduraron y llegó el día en que pudo comprarse ella misma los libros.<br />

Estaba casi segura de que a su barrio nunca llegaría un bullicioso grupo de gitanos con<br />

imanes, alfombras voladoras o hielo ardiente. No buscaba frenética en las tiendas de<br />

abalorios pescaderos, como burda imitación del estandarte del coronel y ya entendía que por<br />

mucho que inspeccionara mapas no hallaría un pueblo llamado Macondo. Remedios, que<br />

nunca mató con su inocente belleza, no vio a un recién nacido con cola de cerdo y tampoco<br />

conoció a nadie con una mano vendada en un paño negro. Una mañana se despertó y tan<br />

perezosa estaba, que antes de llegar a la ventana, se le enredó el gato entre los pies. Tenía<br />

la boca seca y el corazón le palpitaba demasiado para tantas horas de reposo. Apartó poco<br />

a poco la cortina y chasqueó la lengua al ver que llovía. Al abrir la ventana para respirar el<br />

matinal aire, se dio cuenta de que la torrencial lluvia estaba compuesta por minúsculas<br />

florecillas amarillas, que hacían de la acera el mayor manto del mundo. Remedios supo<br />

entonces que el cielo se había unido al funeral del Maestro, pero aun así sonrió.<br />

Dunya.<br />

9


Para ti, Gabo.<br />

“ E xp l i c a r u n c o n t i n e n t e . M a c o n d o f r o n t e r a c o n l a v i d a , D e s a m o r C a p i t a l . Y a f u e<br />

m á s q u e s u f i c i e n t e e l d o l o r q u e a q u e l B u e n d í a h i z o l l o r a r . ”<br />

Estaba acariciando el borde las páginas amarillas y gastadas del libro, suaves de leer<br />

durante años. Para Álvaro poner un pie en Macondo significaba soñar despierto, era creer<br />

en lo imposible; repensar, inspirar, y luego zurcir una maraña de palabras con sabor a salitre<br />

del Caribe. Porque desde que leyó “Cien años de soledad” él siempre quiso acercarse a Él.<br />

Inventar formas alucinantes de leer la realidad, evocar paisajes que parecen sacados de<br />

algún lugar recóndito de la memoria... Escribir como si vivieras en un bolero.<br />

“ O t r a f r a s e p a r a l a h i s t o r i a , o t r a n o v e l a . O t r o r o m a n c e d e v e r d a d . Por f i n o t r a<br />

c e n a c o n C h a v e l a , o t r o b o l e r o , l a p o e s í a y l a s o l e d a d . ”<br />

En todas las mesitas de noche en las que habitó Gabo se escuchó algún crujido de dolor<br />

aquel día. Los muebles están hechos para aguantarnos, pero aquello era demasiado.<br />

“Llora t inta Lat inoa m érica, de p ueb lo, t into y guay a b era. Se marc h ó ese geni o que escribió y nos<br />

contó de rea l idades quiméricas, de l a p reci o s idad verdadera, de l a Soled ad, l a M uerte y el A mor”<br />

A la mañana siguiente Álvaro se echaba cinco cucharadas en el café en vez de dos mientras<br />

pensaba en ese duro golpe, porque hay tristezas que son dulces. Fue a su habitación y<br />

cogió de la estantería ese libro que rompió todos sus esquemas como amante de las letras,<br />

entonces se dio cuenta de que a partir de ese momento, en miles de estanterías de todo el<br />

mundo estaría “Cien años de Soledad” reposando eternidad. Como ocurre en el realismo<br />

mágico; eso de que te mueres pero no, que no te vas.<br />

Al pasar las páginas de la novela algo se deslizó y cayó al suelo, era un papel doblado, un<br />

recorte de una hoja de libreta escrita. Recordó entonces que antes utilizaba como<br />

marcapáginas trozos de cosas que escribía en esos años en los que siempre era primavera.<br />

Versos sueltos, palabras dedicadas que no llegaron a su destinatario. Casi nunca lo hacían.<br />

Álvaro pensó en todas las libretas y documentos de texto que seguirían manteniendo en<br />

silencio cosas que nunca se dijeron.<br />

Leyó el joven aquellos versos viejos riendo hacia dentro, sin duda ahora escribía algo mejor.<br />

Algo es algo.<br />

“ S i n o l o h a n l e í d o n o e n t i e n d e n , a ú n e s t á n e n l a o t r a o r i l l a . A c á t e n e m o s<br />

q u e r e n c i a , y h o y m á s q u e n u n c a , p o r l a s f l o r e s a m a r i l l a s ”<br />

“ A h o r a s a b e m o s q u e l a s m a r i p o s a s m e j o r e n e l e s t ó m a g o q u e p u l u l a n d o<br />

a l r e d e d o r . Q u e s e d i c e m á g i c o y n o a n ó m a l o , y q u e e l t i e m p o e s p e r a s i n r e l o j . ”<br />

Recordó que una vez dijo el maestro que escribía para saber qué es la soledad, pensaba el<br />

joven que debiera ser algo así como se sentían ahora las palabras, desamparadas,<br />

huerfanitas de magia.<br />

La forma en que llegó a sus manos aquella joya literaria no entraña ninguna historia<br />

especial, lo adquirió en una librería donde vendían ejemplares de segunda mano. Al joven se<br />

le pasaba el tiempo rebuscando en aquel caos de literatura amontonada sin ningún orden.<br />

Por aquel entonces estaba empezando a amar la lectura, jugaba de portero en el equipo del<br />

colegio y dejaba poesías en el estuche de Paula al volver del recreo.<br />

10<br />

A ndreu.<br />

1 1


TEXTOS DE LA<br />

INTERNACIONAL BOVARISTA<br />

Seamos ordenados y disciplinados mis pequeñas y pequeños gatos negros. Elijamos bien la<br />

música que vamos a hacer sonar. Pero tampoco olvidemos que cuando las notas empiecen<br />

a dibujar melodías en el aire... cada cual bailará como le venga en gana. La Internacional<br />

Bovarista se compromete con la improvisación de la vida cotidiana y se desvincula de la<br />

Los bovaristas a veces hablan porque sí. Lo sabemos, lo lógico es que se escriba un<br />

comunicado concreto cuando algo concreto ocurre en un momento concreto. Pero los<br />

bovaristas somos ratas de bodega, de taberna y de biblioteca. Somos animales de granja,<br />

gatos callejeros y asiduos de cafés. Y en esos sitios donde nuestra naturaleza se muestra<br />

tal como es, en contacto con camaradas y correligionarios, se habla mucho. Y se habla por<br />

hablar. Se habla por hablar por que medir las palabras es difícil. Creeré que es fácil cuando<br />

alguien me demuestre que puede hacer llover sobre un huerto sólo cuando éste lo necesita.<br />

organización vertical de la vida política. Todas las cosas bellas se hacen de forma<br />

horizontal , empezando por la construcción política de un mundo nuevo, y acabando por la<br />

siesta. Y lo hacemos público hoy, sin ser un día concreto, sin venir a ningún caso concreto,<br />

ni por ninguna razón concreta. Lo hacemos por el deseo de hablar por hablar y escupir<br />

palabras rociadas en café, licor e infusiones para templar el ánimo.<br />

Camarada Galeano. 1 de enero de 1994<br />

Sí, lo sé, hay acequias y sistemas de riego que funcionan con la precisión de un reloj. Pero<br />

incluso tras instalar el sistema de riego mecánico más complejo del que se pueda disponer,<br />

señoras y señores, lloverá si debe llover.<br />

No dudamos de que los que aspiramos a ser la Internacional de la Taberna, el Contubernio<br />

de románticos más grande del mundo, el Sindicato de bebedores de café más vanguardista<br />

del occidente y el oriente debe saber medir sus palabras. Debe saber tener una postura<br />

oficial sobre temas que sin duda alguna conciernen a las masas. Pero en las tabernas se<br />

fuma a escondidas aunque este prohibido. Se puede prohibir cualquier comportamiento que<br />

sea ofensivo para los demás, y se debe tener una postura firme sobre los asuntos que a<br />

todas y todos nos incumben. Pero no olvidemos que las acequias no evitan la lluvia. Y los<br />

discursos oficiales no evitan que a escondidas los jóvenes hagan cosas prohibidas. Un beso<br />

aquí, un grito allá, una pelea tal vez... Y cuando te quieres dar cuenta... !Oh! !La Revolución!<br />

12 13


HAMSA<br />

Fátima estaba en la cocina. Hacía calor, pero aún así no dejaba de remover el puchero de<br />

sopa. Aquella mañana sofocante había salido al zoco para comprar una gallina, verduras y<br />

las mejores especias. Todo el mundo por la calle reconocía esos ojos espectaculares,<br />

agrandados gracias al khol. Unos labios carnosos, que cada minuto eran regados por una<br />

despiadada lengua, la cual los salivaba hasta que relucían. Hermosa Fátima. Mujer del imán<br />

y respetada por ello. Para ella la verdura más fresca y las especias más aromáticas. Lucía<br />

palpitante unas caderas preparadas para la maternidad, y orgullosa se decía a sí misma que<br />

la madre fertilidad este año le obsequiaría con un varón fuerte y sano.<br />

Así se encontraba delicada mujer, envuelta en los olores de incienso y los vapores de la<br />

sopa, cantando que se sentía enamorada, que su alma palpitaba y que orgullosa sería fiel a<br />

su condición de esposa. Y el caldo en el puchero que hervía. Y las burbujas de aquel<br />

estupendo brebaje estallaban nerviosas. Y ella piensa que a Alí le va encantar esa comida y<br />

huele a lo mejor del mercado. Y Alí que se descalza y entra en casa. Fátima, hija de<br />

Mahoma, respetada mujer, ojos valientes, corazón caliente. Fátima se gira y Alí, muy<br />

solemne, en el zaguán de la puerta le ordena compartir su vida con la concubina que lleva al<br />

lado. Fátima la más hermosa sólo le queda obedecer, pero antes se parte en dos. Sus ojos<br />

dejan de contar mil historia para tornarse sombríos. Ni una sola lágrima. Sus labios dejan de<br />

ser apetecibles para agrietarse. Su corazón deja de ser entero para romperse en mil, dos<br />

mil, tres mil, un millón de pedazos. Un dolor. Sólo uno.<br />

La concubina cabizbaja, la concubina más bella y Fátima pequeña, rota, partida, hundida. Y<br />

la sopa hirviendo. Y el pecho que le tiembla del dolor ¡qué joder! que le han partido en dos.<br />

Cuando Alí regresa a la cocina la concubina, apoyada en el umbral de la puerta solloza<br />

mirando el suelo y Fátima con la mano hundida hasta el fondo del puchero sólo murmura:<br />

“Me han roto el corazón”<br />

Y ésta es la leyenda que me contó un desconocido en París. Dos locos en medio de una<br />

plaza compartiendo un café con leche, que nos costaría por lo menos todos los francos de<br />

nuestro pobre jornal. Así empieza la historia histórica de la persona que me rompió las alas.<br />

Y es cierto que Fátima nunca sintió el dolor de la mano, porque el desamor pudo más.<br />

Desconocido conocido, mano amiga, amigo amado, mano rechazada, mano que acaricia,<br />

mano que toca. “Yo no te conozco, pero podemos compartir este café con leche”.<br />

14<br />

Resultó que escribía historias y que era panadero para poder pagar cafés en las terrazas<br />

más caras de París. Resultó que era de Madrid y que hablaba francés peor que yo. Cosas<br />

de la vida, que a mí no me gusta el dinero, pero me encantan el pan y las historias.<br />

Mano que remueve inquieta el azúcar en la taza de café, mano que comparte un cigarro,<br />

mano que esquiva una mirada, mano que besa. Y si en ese instante no me enamoré, es<br />

porque no conozco el amor. Las piedras, con sus corazones de piedras, grises y tristes, se<br />

hubieran enamorado de esa historia, de ese chico que sólo quería compartir una leyenda y<br />

que siempre iba con esos pantalones de pana y que había escogido París, porque en su<br />

país los cuentos estaban prohibidos.<br />

Mano que marca nerviosa el número en una cabina telefónica. Mano que tiembla porque<br />

escucha una voz. Boca que se muerde todas las uñas. Mano que se toca el pelo. “Yo no te<br />

conozco, pero podemos pasear juntos”. Resultó que apareció Cortázar y jugamos los tres a<br />

la rayuela. Y las adivinanzas las gané yo. Y el corazón se tornó rojo, porque la vida rosa ya<br />

me aburría. Porque quería jugar a jugar y con los ojos cerrados era más divertido. Y el<br />

metro, a las 10 de la noche, no era un metro, era un barco pirata, y la llovizna de un París<br />

triste el regalo de poetas muertos. Me regalaba barras de pan caliente, yo hacía café y él me<br />

contaba cuentos mientras escuchábamos casetes regrabados y leíamos a los poetas<br />

existencialistas.<br />

Mano que corre una cortina. Mano que acaricia una boca. Manos que se entrelazan. Manos<br />

que respiran juntas. Lenguas que se rozas y cuerpos que casi nunca se atreven a unirse.<br />

Abrazos desnudos mientras suena The Cure. Sonrisas cómplices y te quieros en castellano.<br />

Ropa esparcida por una habitación demasiado pequeña. Ventanuco enseñándonos<br />

Montparnasse. Y un cuerpo que empuja y unos dientes que se muerden el labio inferior. Y yo<br />

sólo quería que tú le dieras al play cada mañana, como si realmente viviéramos en el París<br />

de los 60, donde la poesía es la música y la música simplemente el aire con el que debemos<br />

bailar. Y este sería nuestro secreto. El secreto mejor guardado de todos los tiempos. Ese<br />

secreto que se esconde en la isla, y cuando lo quieres encontrar ya no te acuerdas donde lo<br />

dejaste.<br />

Mano que no te pido. Mano que te ofrezco. Mano compañera. Mano combativa. Mano que te<br />

peina. Mano que te espera. Pies que caminan cada tarde hasta encontrarte sentado en una<br />

banco, medio cansado de trabajar, medio descansado para correr descalzo. Leer desnuda<br />

en la cama, como segundo placer más inmenso del mundo, es interrumpido por una<br />

estúpida llamada.<br />

¡Qué injusto! El teléfono rojo que suena y los millones de chistes que habíamos hecho con<br />

eso. Ese ring, ese preciso, como si las paredes adivinaran, hizo temblar los afiches<br />

colgados. Una voz , de tu madre, de tu tía, de tu casera, una voz llorosa, preguntando por<br />

mí, llamándome por el apellido, como si mi nombre no fuera lo bastante solemne. Una voz<br />

que me dice que un coche rojo, como el teléfono, te ha atropellado, que has muerto en el<br />

acto y con los ojos abiertos. Una voz que me dice que me querías mucho, en pasado, como<br />

si ya no existieras. Una voz que me dice que lo siente. Como si una voz fuera una mano.<br />

15


Una mano izquierda que coge un cuchillo de deshuesar. Una mano derecha que tiembla.<br />

Una mano firme que calcula milimétricamente el corte perfecto. Un cuchillo que con todas<br />

sus fuerzas arranca de raíz una mano del nacimiento del brazo. Una mano que no siente. Un<br />

corazón partido en mil, dos mil, tres mil, un millón de pedazos.<br />

Unas alas rotas, mojadas de tantas lágrimas que unos ojos nunca vertieron.<br />

La historia de porque soy manca.<br />

La historia de cómo me partieron en dos. La historia de la mano que di.<br />

Levantémonos<br />

Levantémonos, compañerxs,<br />

golpeando la mesa injusticia,<br />

a puño cerrado.<br />

Levantémonos, compañerxs,<br />

y llenemos de odio las mochilas,<br />

y llenemos de esperanza nuestros<br />

estómagos.<br />

Ya está bien de pelar nuestras<br />

rodillas, de ajar nuestras manos,<br />

ya está bien de enriquecer a los<br />

más ricos, de jodernos entre nosotrxs.<br />

Ya está bien, compañerxs,<br />

levantémonos y entonemos viejas consignas;<br />

levantémonos y levantemos el asfalto<br />

para lanzárselo a la cara.<br />

Porque debajo del alquitrán<br />

no encontraremos arena de playa,<br />

pero de las ruinas y el polvo,<br />

construiremos nuestro porvenir.<br />

Dunya.<br />

Mistilo.<br />

16<br />

17


.J.R.D.<br />

Mirar a mi horizonte, y ver el tuyo más lejos. Paralelo al mío, mirando mis pasos de reojo.<br />

Doy dos pasos adelante, y tu horizonte se mueve. Me quedo quieta, y luego, como un<br />

cangrejo, mi horizonte se mueve hacia atrás. El tuyo me sigue tímidamente. Veo un destello:<br />

es tu pupila izquierda, rogando no perderse un paso de los mios. Me doy cuenta y paro. Te<br />

miro, y en ese preciso instante avanzas. Tu horizonte avanza, y yo no puedo hacer otra cosa<br />

que mover mis pies. Uno, dos, tres, cuatro centímetros, de forma que mi horizonte quede<br />

exactamente posicionado en el mismo lugar que el tuyo. Cruzamos una sonrisa y<br />

nerviosamente volvemos a situar la mirada recta. ¿y ahora qué? ¿Quién se mueve?<br />

Ninguno. Esperemos a que sea el momento.<br />

Sin más, las voluptuosas espirales negras que cubren tu figura se alzan y lo envuelven todo.<br />

Me envuelven a mi y a mi horizonte. Te buscamos a tí, y al tuyo, y de repente vuelves a estar<br />

ahí, en nuestro campo de visión, a la izquierda. Intentas venir a mí: no vale la pena, yo me<br />

moveré hacia tu horizonte, hacia nuestra izquierda. Y allí, ascendemos, y dejamos de estar a<br />

ras del suelo para quedar suspendidos en el aire, como halcones sonámbulos. Como ala<br />

deltas sin piloto, ni rumbo, ni aire que los empuje, simplemente una voluntad común,<br />

incorpórea, que no deja de movernos, siempre hacia la izquierda.<br />

Y así seguimos, volando por esas nubes similares a las de tu pecho. Pero no por mucho<br />

tiempo: en peso muerto caen nuestros cuerpos al vacío. Mi vestido se arremolina a mi al<br />

rededor, como una estrella cayendo del cielo, o una cigüeña abriendo las alas. Giro la<br />

cabeza y ahí sigues, cayendo a una velocidad pasmosa, pero siempre paralelo a mí. Y ahora<br />

me doy cuenta: nos hemos quedado solos. Los horizontes de ambos se han quedado arriba,<br />

muy arriba, a kilómetros ya sobre nuestras cabezas. Pero no importa, construiremos otros,<br />

con palitos y barro, como si hiciéramos un nido.<br />

Con un ruido sordo, chocamos contra la tierra. No duele, y miles de espíritus trasparentes se<br />

alzan a recibirnos. Sentaos, por favor, no queremos molestar. Pero no nos hacen caso, y<br />

siguen ahí, mirándonos y parloteando en ese idioma suyo que es como bocanadas de aire<br />

violeta exhaladas sin paciencia. Nos miramos y así nos quedamos, ni mucho ni poco,<br />

simplemente el tiempo necesario. Y ahora es de noche, y no están ni los espíritus, ni los<br />

horizontes. Nos hemos quedado solos tú y yo. ¿Nos hemos quedado? No, he utilizado mal<br />

los tiempos verbales. No nos hemos quedado solos, hace horas que estamos solos, yo en tu<br />

mente, y tú en la mia. Simplemente, ahora se han ido esas presencias que tan alegremente<br />

hemos ignorado.<br />

Se ha hecho tarde, salgamos de este desierto. Busquemos un sitio amable en el que dormir<br />

amparados por vegetación vengativa. Y caminamos hacia la izquierda, siempre de forma<br />

simétrica, paralela.<br />

Cruzamos el primer oasis, pero sus aguas están excesivamente tranquilas: sigamos<br />

avanzando, jamás he confiado en los elementos naturales que no dan señal alguna de ira.<br />

Mira ahí, a lo lejos, a nuestra izquierda. Ahí se alzan palmeras inmensas, que desafían al<br />

cielo a caer sobre ellas. Amparan un lago y helechos mullidos. Allí, vayamos allí, que se<br />

respira un aroma de plantas salvajes. Y al llegar, nos quitamos la ropa, y sin más abrigo que<br />

nuestras pieles nos abrazamos tumbados en un suelo fértil. Y yo, con ese estúpido<br />

romanticismo mío, no puedo hacer otra cosa que sonreír. Sonreír al saberte libre. Al saberme<br />

libre. Sonreír al correr sin mesuras por las desnudas llanuras de tu cuerpo, o al quedarnos<br />

quietos, como juncos naciendo en la orilla de un río.<br />

Sale el sol, y entre las hojas de las palmeras se cuelan débiles rayos. Nos tocan sin permiso.<br />

Siento celos: quería ser yo la única que te viera desnudo esta noche, o este día. Decido<br />

actuar, y con mi cuerpo tapo el tuyo. Intento cubrir con mi piel cada centímetro de la tuya.<br />

Pero con tanto moverme y recolocarme, levantas los párpados, y me miras con unos<br />

legañosos ojos de felino grande, como un tigre, o un guepardo. Te regalo la más pura de las<br />

caricias que le puedo regalar a nadie. Así, froto la punta de mi nariz con la tuya, hasta que<br />

las dos están calientes y rojas.<br />

Es hora, compañero, de seguir avanzando. Hemos de levantarnos del suelo, y continuar el<br />

camino. ¿Hacia dónde, preguntas? La respuesta es evidente, hacia esos horizontes que<br />

dejamos atrás, o hacia otros nuevos. No, tienes razón, olvidémonos de ellos. Simplemente,<br />

18<br />

19


caminemos hacia la izquierda, sigamos siempre ese camino. Intento coger tu mano, pero la<br />

tienes ocupada con algo. ¿Qué es eso? Palitos y barro. ¿Quieres un nido, o un horizonte?<br />

Hagamos ambos, y unámoslos en una misma realidad, así nos obligaremos a alcanzar<br />

siempre nuestras metas, y no podremos dormir hasta que lo consigamos, ¿no te parece una<br />

idea genial? Que nuestro horizonte sea nuestro nido.<br />

Ahora tienes dudas. Piensas que el aire destruirá esta estructura que, con palitos y barro,<br />

nos estamos esforzando en construir. No lo has dicho, pero te lo veo en los ojos. Piensas<br />

que el viento se lo llevará, y con él, nuestro hogar y nuestros sueños. Nuestro nido y nuestro<br />

horizonte. Si eso pasara, sería una gran pérdida... una doble pérdida. Pero no hemos de<br />

preocuparnos. Si quieres, podemos construir también un dique, algo que nos proteja del<br />

viento iracundo. Podemos poner cerezos a nuestro al rededor, para que no se vean nuestras<br />

metas ni nuestro lecho, y además tendríamos flores en primavera. ¿Ves? No hay nada que<br />

no tenga solución si la pasión entra en juego.<br />

Por fin, exteriorizas tus miedos. ¿Qué hacemos si el viento viene y estamos nosotros<br />

dentro? Destruirá nuestro nido, moverá de sitio nuestro horizonte, y a nosotros nos separará.<br />

Eso podría pasar, Amor, pero sigo creyendo que no hay razón para preocuparse. ¿Destruirá<br />

el nido y se llevará el horizonte? Qué más da, ya los construimos una vez, podemos volver a<br />

hacerlo. ¿Que nos separará? Te aseguro que no será definitivo. No importa si nos<br />

perdemos, siempre, siempre, siempre nos encontraremos en algún punto a la izquierda.<br />

Vicios.<br />

Recuerdos de recuerdos<br />

Había pensado en plantear una tregua<br />

la de la locura con mis ideas<br />

pero al fin y al cabo la cordura está sobrevalorada<br />

y honestamente, creo que tengo una deuda<br />

con lo que saco en la contienda de esta guerra.<br />

Por eso me pierdo en el tiempo de cualquier verbo lento<br />

y juego a palabras<br />

y dedico algún guiño a tus gestos<br />

y a cuando andas descalza.<br />

Por eso escribimos domingos en el suelo<br />

por eso el flamenco y el blues<br />

por eso el alcohol y la resaca.<br />

Por eso y sólo por eso.<br />

Estoy enganchado a la primavera<br />

así como a la botella y a tu cama.<br />

Conversaciones suicidas, filosofía inútil<br />

yonkis de Cuerda y Bertolucci<br />

(me gusta irme por las ramas)<br />

jugando con el tiempo aunque no se pueda.<br />

Sólo clica en el link que hay al final de mi espalda<br />

y descargaré alguna variante nueva de vértigo.<br />

Pero confía en mí, joder<br />

que sólo soy un accidente poético.<br />

Y ya no sé si te besé en aquel portal<br />

si dieciséis o veintidós<br />

si años, patio, polvos, o gotitas en el lagrimal.<br />

Y aunque aún palpita aquí en el lado izquierdo<br />

sólo es un reflejo visceral<br />

del recuerdo de un recuerdo.<br />

Andreu.<br />

20<br />

21


Marta, la brevedad<br />

del infinito<br />

Se escucha un ruido sordo en el silencio de mis días y sobretodo, en el de mis noches. Es<br />

un ruido que estalla en mil ruiditos más pequeños. Es insoportable. Me recuerda a mí. La<br />

lógica de este sonido que puede conmigo es aplastante; el ruido soy yo. Soy yo partiéndome<br />

en mil pedazos y estos pedazos estallando en otros mil. Soy yo queriendo sentirme un cristal<br />

que se rompe desde el tejado de uno de los edificios de Gran Vía, para intentar herir una vez<br />

más a Madrid cuando quién se hiere es el cristal mismo con su destrucción.<br />

Rota, joder, no hay otra palabra para describirme ahora mismo. Rota y más vacía que el<br />

último chupito de tequila que me he hecho antes de que me echaran del bar tras perder la<br />

cuenta de no sé cuantos ya. Y mientras estoy en la puerta de ese bar con ganas de potar y<br />

de convertirme en el cristal que tengo roto al lado, me siento y pienso. Y pienso para colmo<br />

en ti. Maldigo para mis adentros la ocurrencia de que el alcohol te hace olvidar, yo te siento<br />

muy dentro, sé que estás muy cerca y lo peor, siento que estás lejos.<br />

Olvidemos la distancia que pueda separar nuestras camas en un par de calles. Olvidemos<br />

que quizás estés dentro del bar a unos siete metros de mí. Recordemos. Recordemos<br />

cuando éramos infinitos. Cuando nos creíamos uno. Cuando… Espera, otra vez<br />

confundiendo pronombres y formas verbales, maldito tequila. Recordemos cuando me<br />

hacías creer que juntos podíamos ser invencibles a nuestra extraña manera, nuestros<br />

sinvivir, nuestras rabietas, tus disculpas al poco tiempo o tu orgullo, recordemos los abrazos,<br />

las sonrisas sin forzar y los bes(no, mejor esto no, que ya me duele demasiado el pecho).<br />

Recordemos, cuando, simplemente, éramos felices juntos sin necesidad de estar atados.<br />

Y ahora, me recuerdo, y te recuerdo, como dos suspiros que se escapan seguidos por tu<br />

boca y van a parar a ninguna parte, como tú, como yo, como nuestras almas arrojadas al<br />

vacío. Ahora me vuelvo a equivocar, debo pasar esto solamente a primera persona. La única<br />

que se ha quedado vacía de los dos he sido yo, una vez más. Debería haber sabido a qué<br />

jugabas, como tantas otras veces con otras tantas personas. Y más sabiendo que yo soy o<br />

era tu juguete favorito. Siempre te ha gustado destruirme y reconstruirme de las cenizas en<br />

las que me has convertido. Me has tratado como un ave fénix y te has olvidado que soy<br />

humana, que tengo más sentimientos que tú y la piedra mal formada que dices tener como<br />

corazón. Nunca he sido una mujer de plástico, mucho menos una barbie. Sé que no soy<br />

perfecta, que habrá otras mil que me superen. Lo sé, no soy tan idiota como me hacías creer<br />

y cómo crees que soy. Solo un poco. Pero engatusarme con tus caricias no fue culpa mía,<br />

sino tuya. Más hecha polvo que la cocaína y aquí sigo, que lucharía como Che Guevara,<br />

hasta la victoria siempre, solo por verte feliz. Río, como una loca sentada en esa calle<br />

mirando los cristales rotos en los que me reflejo. Sin reflejo también me vería reflejada en<br />

ellos, soy yo. Encima son de una cerveza vacía. Vacía. Siento más afinidad con esos<br />

pedazos de cristal que con el mundo en sí en esos momentos.<br />

¿Quién coño va a quererte ahora? ¿Quiénes son esas con las que vas? ¿Le harás a alguna<br />

lo que me has hecho a mí? ¿Le dolerá tanto que una persona que conoces tanto te trate<br />

como a alguien que no ha visto en su vida? Mi cabeza va a explotar con tantas preguntas. Mi<br />

corazón, o eso que bombea la sangre y evita que me muera, explotaría, si pudiera, pero se<br />

ha parado, late pero ha muerto. Le es más dulce la muerte que admitir que ha perdido la<br />

guerra contra mis pensamientos. Cierro los ojos. Me mareo. No los abro. Cojo el trozo de<br />

cristal menos roto. “Es lo único que quedará de ti si sigues así” me digo. Abro los ojos. Arrojo<br />

el cristal. “Nadie va a quererte como yo nunca jamás en toda tu vida”. Se rompe el cristal, mi<br />

mente estalla y el mundo vuelve a hundirse tras la cortina de mi oscuridad interna y las<br />

sombras que danzan junto a mis pensamientos. Miro el cristal, vuelvo a ser yo, está<br />

totalmente roto. Lloro de impotencia al recordar tu risa y me encierro sola y ausente con la<br />

vida, en un estado que se me hace eterno con solo unos segundos. No quiero saber de<br />

nadie, excepto pese a todo, de ti.<br />

"Nadie va a quererte como yo nunca jamás en tu vida" vuelvo a pensar. Y sonrío porqué sé<br />

que tengo razón, y al menos en esto, contigo, no me equivoco.<br />

¿Amor?Ná.<br />

22 23


EL FÚTBOL<br />

ES NUESTRO<br />

Este verano se celebrará el Mundial de la FIFA 2014 con sede en Brasil. No es una<br />

información nueva. Es difícil haber permanecido impermeable a la campaña publicitaria que<br />

se ha lanzado desde los mass media para que todos recibamos la noticia y con ella las<br />

múltiples ofertas de consumo que la acompañan. Es triste pero cierto, caben las palabras<br />

“consumo” y “deporte” en el mismo párrafo. No debería ser así. No deberían poder escribirse<br />

palabras como “arte” “ciencia” o “salud” junto a palabras como “dinero”, “consumo” o<br />

“represión”. Pero es el fin y medio del capitalismo comerciar con todo cuanto se hace, se<br />

dice o se piensa. Que cada sentimiento o momento del día tenga una etiqueta con su precio.<br />

Y es que el fútbol mueve masas y pasiones, como lo hace la música o el cine.<br />

No tenemos nada que objetar a ello, más bien al contrario. Que un deporte de equipo,<br />

expresión de las masas populares de todo el mundo, practicado por personas de toda raza,<br />

género o condición sea popular no es nada de lo que lamentarse. Pero las miles de<br />

etiquetas con precio, a menudo escrito en sangre que cuelgan de este deporte hacen que<br />

merezca la pena reflexionar sobre algunos aspectos. No hace falta que profundicemos en<br />

qué es la FIFA ni cuáles son sus objetivos económicos. La información en esta era digital<br />

corre como la pólvora encendida por las protestas de un pueblo, el brasileño, que<br />

paradójicamente se rebela contra su deporte rey. Leyes aprobadas al servicio del capital<br />

patrocinador del Mundial, deshaucios y “limpieza” de favelas por parte de paramilitares al<br />

servicio del Estado, represión a manifestantes y huelguistas. Éstas son a grandes rasgos las<br />

políticas que el gobierno brasileño, de supuesta “izquierda” ha aplicado sobre su población<br />

para mantener la sonrisa en el rostro de los dueños autoproclamados de este deporte.<br />

Politizando las gradas y aprovechando el amplio tirón mediático que otorgan. Practicando el<br />

deporte de forma alternativa a la comercialización y la competición sucia que persigue la<br />

rentabilidad económica de los valores deportivos. Dejando claro que no caeremos como<br />

deportistas ni aficionados en el enfrentamiento ridículo entre pueblos por cuestiones<br />

referentes al deporte. Queremos un mundo donde todos tengamos espacio para disfrutar.<br />

También para los que gustan de practicar o ver practicar fútbol. Pero queremos que el ocio<br />

de unos pocos y las inversiones de unos menos, conviertan un país en una gran cárcel.<br />

Queremos un deporte como el que todos hemos practicado cuando eramos pequeñas:<br />

limpio de especuladores y de comerciantes, libre de represión y violencia, alejado de<br />

racismo y prejuicios.<br />

Courfeyrac.<br />

La FIFA actúa como un poder supraterrenal y autoritario. Toca vender y ganar dinero. No<br />

puede ser que la fiesta se estropee por las voces de unos parias. Y ante la protestas<br />

brasileñas no podemos sino saludar desde aquí, desde nuestro pequeño rincón de rebeldía,<br />

a las y los que dan la cara para luchar contra las imposiciones de la FIFA. Porque no nos<br />

debemos engañar, nadie en Brasil se ha rebelado contra un deporte, sino contra la mafia<br />

que pretende utilizarlo como excusa para saquear un país, y contra el gobierno que dócil y<br />

sumiso acata sus órdenes. Mandamos nuestro saludo más sincero y rebelde a esas<br />

personas que han sufrido la represión y la violencia del capitalismo en estas duras jornadas<br />

de protestas en Brasil. Asimismo queremos recordar a todas y todos los fans de este<br />

deporte, y del deporte en general para que no olviden que en esta revolución que aspiramos<br />

a construir, el deporte es un campo de batalla. El deporte es algo que no pueden robarnos.<br />

No pueden convertir la salud, el trabajo el equipo y la sana competición en monopolio de los<br />

de arriba. Debemos recuperar el deporte como ámbito combativo de nuestras vidas y luchas.<br />

24 25


REPRESIÓN Y CONTROL POLÍTICO<br />

“De lo que tengo miedo es de tu miedo”<br />

“El torturador es un funcionario.<br />

El dictador es un funcionario.<br />

Burócratas armados que pierden su empleo,<br />

si no cumplen con eficiencia su tarea.<br />

Eso, y nada más que eso.<br />

No son monstruos extraordinarios.<br />

No vamos a regalarles esa grandeza.”<br />

Eduardo Galeano.<br />

Es inevitable que al escuchar la palabra represión aparezca en un nuestro imaginario un<br />

contexto de violencia, de horror, cárcel y brutalidad. Situaciones con las que difícilmente<br />

podríamos identificarnos en primera persona, ya que solo tomar consciencia de ellas nos<br />

llevaría a paralizarnos casi inmediatamente. Y si, esa es una de las caras de la represión y el<br />

control político, quizás esa sea su expresión más dura y demoledora, pero sería muy<br />

ingenuo pesar que ese es su único rostro.<br />

La represión y el control político forman parte de nuestras vidas, permean nuestros entornos<br />

más cercanos y cotidianos, basta empezar a seguir el hilo de su “tela de araña” para darnos<br />

cuenta que no empiezan y acaban donde casi todos pensamos.<br />

Por supuesto que estas estrategias están ligadas a un sistema capitalista y neoliberal dónde<br />

las líneas de poder político y económico se unifican y fusionan. El mercado manda y la<br />

política obedece a sus intereses.<br />

Todos somos focos y objeto de esta represión, dentro de sus mecanismos más sutiles e<br />

imperceptibles está el de poco a poco ir condicionando, alterando y modificando nuestros<br />

valores. Vaciando de contenido y significado conceptos que hace pocos años absolutamente<br />

podría poner en duda o cuestión. Tan es así, que hoy en día palabras como solidaridad,<br />

amistad, libertad, incluso la tan nombrada democracia, tienen un significado condicionado al<br />

mensaje que quieran hacernos llegar y el propio que la persona quiera darle, siempre<br />

atendiendo a sus propias circunstancias personales e individuales.<br />

Habitamos sociedades donde la indiferencia, la complicidad activa o pasiva, las concesiones<br />

políticas, los intereses personales , la falta de sentido de identidad social, las traiciones, la<br />

mentira, etc… son completamente toleradas, normalizadas e incorporadas como si siempre<br />

hubiera sido así y nada se pudiera hacer para remediarlo. Por eso, no es nada raro que, al<br />

tratar asuntos sociales y políticos que debieran ser prioridad en nuestras vidas, ya que de<br />

ellos depende la construcción de la realidad social de la que todos somos responsables, lo<br />

que nos encontremos sea respuestas como: “Esto es lo que hay” o “Yo bastante tengo con lo<br />

mío”, solo por citar algunas de una muy larga lista.<br />

Precisamente eso es lo que buscan, romper el sentido de la identidad social fortaleciendo la<br />

identidad individual. Que aceptemos el lenguaje del dominador como si del nuestro propio se<br />

tratase hasta acabar completamente impregnados de él y por lo tanto incapaces de<br />

confrontarlo. Al final, difícilmente podremos defendernos de un enemigo que ni tan siquiera<br />

somos capaces de identificar o que, en el peor de los casos, ya forma parte de nosotros.<br />

La única forma de poder enfrentar a esta hidra, es conocer sus métodos y estrategias. Saber<br />

que el poder necesita de nuestra sumisión para poder imponer sus propias reglas del juego y<br />

que siempre que se generan procesos de organización este inmediatamente se va a sentir<br />

cuestionado y, por lo tanto, amenazado. En ese momento se pondrán en marcha los<br />

mecanismo de la represión política con todos los métodos a su alcance con el objetivo de<br />

romper tanto nuestras convicciones, como los procesos de organización. Lo que algunos<br />

denominan “guerra de desgaste” intentará por todos los medios que abandonemos todo<br />

intento de resistencia y que volvamos a la identidad del “derrotado” que claudica y se somete<br />

a lo que supuestamente no puede transformar.<br />

Conocer que desde cualquier posición de poder es necesaria la creación de un enemigo que<br />

pone en peligro nuestra tranquilidad y que por otro lado justifica su actuar represivo. Se<br />

encargan de crear un imaginario en el que aceptemos su violencia como forma de confrontar<br />

la violencia, la pérdida de libertades como forma de ser más libres, la “mentira<br />

institucionalizada” como la verdad incuestionable. No es para nada casual que las personas<br />

que asumen un papel claro en la lucha, que alzan la voz y denuncian, que cuestionan directa<br />

y frontalmente ese poder sean los que son considerados “el más peligroso enemigo”.<br />

Normalizar y justificar estas situaciones, repetir ese tan conocido: “si se hubiera queda en su<br />

casa, nada le hubiera pasado” o el “algo habrá hecho para que se lo lleven”, es ser<br />

cómplices y parte de estas estrategias represivas, tenemos que tenerlo claro, porque dentro<br />

de estas lógicas actuales, cualquiera que se decida a alzar la voz puede ser el siguiente.<br />

Comprender que esa impunidad, de la que parecen gozar, funciona es porque así nos lo han<br />

hecho creer y porque así lo hemos admitido. Si incorporamos y asumimos sin cuestionar<br />

26 27


que hay quien merece ser castigado y quien puede, por su condición de poder, saltarse<br />

todos los mecanismos de unas leyes que ellos mismos “fabrican”, estamos siendo una pieza<br />

de sus estrategias represivas. Es más, me atrevería a decir que algunas de las personas<br />

que normalizan esta impunidad, actuarían de la misma manera si contaran con el poder<br />

suficiente para hacerlo. Han conseguido que vivamos rodeados de un doble rasero moral, en<br />

el que cualquier cosa es válida, siempre y cuando pueda salir impune de ello y haya un<br />

discurso social que lo justifique.<br />

Solo es necesario pararse a pensar por un momento quién hace las leyes y para quién,<br />

quien las aplica y para que, y quienes son las que las acaban sufriendo y soportando para<br />

darnos cuenta de que hay muchas cosas que no funcionan porque precisamente están<br />

hechas para que así sea. El poder ejerce un control total y, con ello, nos hace creer que no<br />

nos queda de otra que acatar, colaborar y adaptarnos para poder seguir formando parte de<br />

esta juego macabro.<br />

Entender, que cuando los mecanismos represivos se ponen en marcha no solamente actúan<br />

con las personas que están siendo golpeadas, detenidas, encapsuladas, agredidas física,<br />

psicológica o sexualmente, encarceladas, desaparecidas, asesinadas… Detrás de cada una<br />

de sus forma de actuación hay un mensaje claro y directo a toda la sociedad, y ese mensaje<br />

es el miedo.<br />

Y en base a ese miedo, la represión nos va transformando, transforma nuestro actuar,<br />

nuestro lenguaje, nuestra forma de vivir, de relacionarnos, de pensar y hasta de sentir.<br />

Vivimos en el miedo, nos relacionamos en el miedo, en el miedo educamos, amamos con<br />

miedo, en definitiva, el miedo se convierte en un eje central de nuestras vidas en el que<br />

cualquier situación o persona que se escape de esa “normalidad establecida” nos aterroriza.<br />

Y como suele suceder con todo aquello que nos aterroriza, lo que hacemos el levantar el<br />

dedo acusador ,ya que es totalmente necesario “colaborar con la seguridad y el orden<br />

establecido”.<br />

De nuevo pasamos a formar parte activa de las estrategias represivas y nos convertimos en<br />

eso que ahora se llama “el ciudadano policía”. Un ciudadano “modelo” que ha asimilado<br />

completamente el mensaje del Estado y que es incapaz de cuestionar cualquiera de sus<br />

leyes y formas, por más descabelladas, injustas, e incluso, contrarias a los propios intereses<br />

de esos mismos ciudadanos.<br />

Y así es como nos encontramos que el propio poder es el que dirige incluso la misma<br />

protesta en su contra, quien controla y direcciona el juego y quien marca las reglas de como<br />

debemos de actuar a la hora de manifestar nuestra inconformidad. Nos encontramos de<br />

nuevo ante una situación bien macabra donde el Estado controla mediante la represión<br />

“sutil” las propias efervescencias de los descontentos sociales y mediante la represión<br />

“directa” aquello que siente o sabe que no puede controlar.<br />

Después, ya se encargarán los medios de comunicación de lanzar la verdad oficial, que<br />

repetiremos hasta la saciedad sin tener la menor intención de confrontar o indagar , quizás<br />

por temor a descubrir que para que esto funcione necesitan de un alto grado de silencio y<br />

complicidad de parte del “ciudadano modelo”.<br />

Estigmatización, miedo, culpa, autoridad, ocultación, dominación y justificación.<br />

Mecanismos dirigidos a condicionarnos y contenernos a unas democracias cada vez más<br />

endebles y menos reales. Democracias que nos hacen creer que nuestra participación se<br />

limita a poner un papel en una urna cada 4 años dentro de un “binomio” partidista más<br />

simbólico que real. Incluso después de leer sus propuestas cuesta diferenciar posturas<br />

antagónicas, por simple sentido común, entre posiciones y partidos políticos. Y tampoco es<br />

casual que esto haya supuesto una separación total y absoluta entre “la clase política” y la<br />

sociedad, basta acercarse a cualquiera y preguntarle su opinión al respecto,<br />

automáticamente nos responderán que cualquiera que llegue al poder lo primero que hará<br />

será “llenarse los bolsillos y no hacer nada”. En parte nadie podría decir en los tiempos que<br />

corren la corrupción no atraviesa absolutamente casi a la totalidad de la clase política,<br />

sindical, empresarial, etc, pero en lo que respecta a no hacer nada es totalmente incierto,<br />

hacen muchísimo y sus decisiones son las que condicionan nuestros derechos laborales y<br />

sociales (entre otros).<br />

Es esta separación, que ellos mismos construyen, la que nos hace pensar que nada<br />

podemos hacer al respecto, curioso porque si nos parasemos a pensar que precisamente<br />

nuestro voto, tan reclamado en épocas electorales, es el que legitima toda esta cadena,<br />

sería asombrosamente sencillo llegar una solución rápida y efectiva para romper con este<br />

despropósito que insisten en llamar “democracia”.<br />

En resumen, nos necesitan mucho más de lo que los necesitamos. Nos necesitan para<br />

poder llevar a cabo sus políticas represivas, nos necesitan para poder mantener su sistema<br />

e incluso para financiarlo. Nos necesitan y lo saben, por eso mismo nos venden un mundo<br />

inexistente al que llegaremos después de mucho callar, colaborar y sacrificarnos. Nos<br />

venden miedo, nos bombardean continua y constantemente con mensajes que nos imponen<br />

una forma de vivir, de amar, de luchar, de soñar, de pensar, de educar, de relacionarnos. Y<br />

nosotros, sin importar el altísimo precio que pagamos por él, compramos, callamos,<br />

colaboramos y nos sacrificamos.<br />

Pero ¿qué pasaría si un día decimos basta?, ¿qué pasaría si un día decidimos dejar de ser<br />

28 29


“marionetas” del sistema y asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones<br />

cuestionando y confrontando esa manipulación?, ¿qué pasaría si un día en vez de<br />

tanto mirarnos, empezamos a vernos y a reconocernos en el otro?, ¿qué pasaría si un día<br />

valoramos la posibilidad de la desobediencia social, o la democracia horizontal?<br />

La respuesta es sencilla, a partir de ese momento, empezaríamos a recobrar los valores de<br />

los que cualquier sociedad jamás debe desprenderse: la solidaridad, el apoyo mutuo, la<br />

organización como forma de resolución a nuestras necesidades sociales e individuales, la<br />

participación social activa. En resumen, pasaríamos de una sociedad profundamente<br />

individual, egoísta, interesada y polarizada caldo de cultivo de las estrategias de represión y<br />

control social, a una sociedad humanizada donde difícilmente podrían funcionar y arraigar<br />

estas estrategias.<br />

¿Utopía?<br />

Quizás es lo primero que nos dirán, pero si queremos saber como se hace y conocer esta<br />

utopía de primera mano, solo es necesario que le preguntemos a nuestros abuelos como es<br />

que ellos resolvían ciertas cuestiones sociales y como se organizaban. Quizás si volteamos<br />

la mirada hacia formas de vida y organización de lugares no tan “desarrollados” podamos<br />

ver como lo llevan a la práctica de manera totalmente natural. Puede ser, que solo<br />

pensando como eran nuestras vidas hace no tantos años atrás, podamos ver la<br />

transformación que han sufrido nuestras sociedades y alcancemos a dimensionar como<br />

puede ser el difícil futuro que nos espera.<br />

En nuestras manos está decidir de que lado estamos, por supuesto ambos tienen un costo, y<br />

en ocasiones, difícilmente nos podemos hacer una idea de la dimensión del mismo. Pero por<br />

más que nos queramos auto engañar, por más escusas que pongamos, por más larga que<br />

sea la lista de justificaciones y exculpaciones, el silencio es complicidad, y eso hasta por sus<br />

leyes lo sabemos.<br />

Una buena fórmula es que la nos ofrece Adolfo Pérez Esquivel en el prólogo del libro<br />

Afirmación y Resistencia, lectura imprescindible para los tiempos que corren y fuente de<br />

inspiración y consulta de este escrito:<br />

“Potenciar los procesos de ayuda, reconstruir el tejido social, familiar, los afectos, la memoria<br />

histórica, la ayuda sicológica, el sentido comunitario, es un camino complejo, difícil y<br />

doloroso. De ello depende que nunca más vuelvan a producirse esos dramas en la vida de<br />

los pueblos.”<br />

No vale más malo conocido<br />

Abandonarlo todo,<br />

quedarse en nada,<br />

sin más necesidad que<br />

seguir adelante, comida,<br />

y un abrazo de vez en cuando.<br />

Abandonarlo todo,<br />

sin dejar a nadie de lado,<br />

viviendo al margen.<br />

Clandestinas, luchadoras,<br />

puño en alto,<br />

tras un pasamontañas.<br />

En el campo,<br />

en la selva,<br />

en los barrios…<br />

Abandonar el camino marcado;<br />

abandonar sus planes,<br />

sus imposiciones,<br />

métricas y rimas;<br />

abandonar el sistema,<br />

abandonar sus jornadas,<br />

sus estúpidas conversaciones,<br />

sus medios traidores.<br />

Abandonar lo viejo,<br />

recuperar lo nuevo.<br />

Carmela Dumange.<br />

Mistilo.<br />

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