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contraseñas de más de 2.000 alumnos, además de los códigos de usuario y<br />
contraseñas de entre 100 y 200 profesores. Los jóvenes aprovecharon esta<br />
información para chiquilladas como espiar el contenido de exámenes, pero<br />
también para entrar en ordenadores de las universidades de Valencia, Málaga y<br />
Córdoba, ya que muchos usaban la misma contraseña en diferentes cuentas. Desde<br />
allí saltaron a sitios más “interesantes”, como el Centre de Supercomputació de<br />
Catalunya o el Registro de la Propiedad de Tarragona, donde según el sumario<br />
entraron en diversas ocasiones para coger informaciones sin pagar.<br />
Fue especialmente sonada su visita física al congreso INETCAT’96, celebrado entre<br />
el 27 de noviembre y el 1 de diciembre de 1996, que organizaba la Internet Society<br />
catalana y de donde fueron expulsados[20]. Según el sumario, habrían atacado un<br />
ordenador del congreso:<br />
J.H.R. en compañía de otras personas se hallaba en el stand de la empresa I3D, (...) a través de<br />
un ordenador de Pangea accedió a un ordenador de la Rovira i Virgili y desde allí lanzaron un<br />
ataque al ordenador del congreso ROSETTA INETCAT PANGEA ORG. Introduciendo un elevado<br />
número de conexiones para que el ordenador del Congreso se bloqueara.[21]<br />
Pero en los registros que la Guardia Civil hizo a los domicilios de los jóvenes no<br />
encontró ninguna prueba.<br />
2.2. El juicio<br />
El juicio contra J.H.R. y J.D.M. se celebró en mayo de 2005, en el Juzgado de lo Penal<br />
número 4 de Tarragona, rodeado de gran cantidad de cámaras y periodistas.<br />
Habían pasado nueve años desde las detenciones y el principal denunciante, la<br />
Universitat Rovira i Virgili, se había echado atrás. Fuentes de la universidad<br />
afirmaron a la prensa, en 1999, que no esperaban que el caso llegase a juicio<br />
cuando pusieron la denuncia:<br />
La primera intención de la universidad no iba más allá de que los jóvenes recibieran un<br />
pequeño rapapolvo académico.[22]<br />
La única parte acusadora en el juicio fue el ministerio fiscal. Un representante de la<br />
universidad, Manuel Sanromà, que habló como parte afectada, criticó la actuación<br />
de las fuerzas de la ley:<br />
Aseguró ante la juez que los hechos habían sido sólo “una gamberrada”: presuntamente,<br />
pintar cuernos a las fotografías de profesores, espiar exámenenes, copiar contraseñas o<br />
buscar información sobre libros en la biblioteca de la Universidad de Valencia. Sanromá<br />
calificó la actuación judicial de “desproporcionada”.[23]<br />
Sanromà no fue el único que criticó al Grupo de Delitos Informáticos de la Guardia<br />
Civil, que no asistió al juicio. Uno de los acusados, J.D.M., denunció que le habían<br />
prometido trabajo a cambio de su colaboración:<br />
J.D.M. aseguró haber hecho sus primeras declaraciones presionado por la Unidad de Delitos<br />
Informáticos de la Guardia Civil: “Nos habían vigilado, pinchado el teléfono y venían<br />
expresamente de Madrid. ¡Imagínese! Sugirieron que si colaboraba podría trabajar con ellos y<br />
que ya me llamarían”. Jaime Duque, uno de los abogados defensores, se quejó asimismo de