Armando Llanos Ortiz de Landaluze

estas investigaciones, a medio y largo plazo. Si bien en
algunos casos mis trabajos han incidido en varios momentos
culturales, por cuestiones puramente coyunturales,
principalmente han girado en torno a los momentos de
d e s a rrollo metalúrgico, y más concretamente en periodos de
la edades del Bronce y Hierro. Si se me preguntase el porq u é
de esta especialización en unas edades tan definidas, no
sabría responder de una forma concreta. Quizá sea por el
atractivo que para mi tienen aquellas etapas, por las
características de sus avances tecnológicos, nacimiento de
las estructuras urbanas, y campos de pensamiento, que
c o n s i d e ro que fueron el comienzo del camino hacia nuestra
sociedad actual. Lo cierto es que de aquellos momentos
seguimos manteniendo muchas características que
consideramos como propias.
Precisamente estos planteamientos programáticos citados
nacieron en 1964, tratando de aplicarlos al estudio del Bronce
Final y la Edad del Hierro. En un reconocimiento que llevamos
cabo en el Castro de Peñas de Oro, con la realización de unos
sondeos que nos permitiesen concretar la extensión del
yacimiento. Durante los tres días que dedicamos a estos
trabajos, en una Semana Santa de aquel año, en los que
trabajamos juntos José Miguel Ugartechea y yo, trazamos las
bases de una investigación en torno a estos periodos que, con
ligeras modificaciones, fruto de la lógica adaptación a los
nuevos conocimientos, se continúa en la actualidad. Yo diría
que, precisamente aquel año, se sentaron las bases de la
moderna etapa de investigaciones arqueológicas en Álava.
A lo largo de todos los años que han transcurrido desde
entonces, otro de los objetivos que me fijé, siguiendo las
directrices que me planteó en su día D. José Miguel de
Barandiarán, fue el de intentar que a estas investigaciones se
sumasen nuevas personas que diesen así continuidad a los
trabajos que hemos venido realizando. Hoy se pueden contar
por decenas las personas que de una u otra forma se
formaron con nosotros, al menos en el ejercicio de una
arqueología práctica de campo. Siempre nuestras excavaciones
y trabajos, han acogido a un buen número de personas, que
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