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Breton y Diego Rivera el Manifiesto por
un arte revolucionario independiente,
que entre otras contundentes cosas afirmaba:
“La revolución comunista no teme
al arte”, lo que equivalía a decir que “el
arte no teme a la revolución comunista”.
Y en su obra de exilio La revolución
traicionada, el organizador del Ejército
Rojo exponía que “mientras la dictadura
tuvo el apoyo de las masas y ante ella
la perspectiva de la Revolución
Mundial no temió los experimentos, las
búsquedas, la lucha de escuelas…”
En esta lucha de escuelas, gentes
como Rodchenko-Popova, Stepanova…
Maiakosvsky desde luego, tuvieron un
papel hegemónico. Y si en principio
antes de ser constructivista Rodchenko
considerase como maestros a Kandinsky,
inventor del arte abstracto, o a Malevich
que había despojado a la pintura de toda
referencia figurativa hasta reducirla a su
“Se reacciona
contundentemente
tanto contra el icono
religioso, símbolo
del largo túnel
de opresión zarista,
como contra la pintura
de caballete,
el ilusionismo de
la perspectiva”
peso cero (‘Negro sobre blanco’), después los niega, produciéndose lo que
Federico Engels, en su Anti-Dühring denomina con la fórmula hegeliana
“negación de la negación”. Debate dialéctico permanente, que reflexiona
sobre la marcha, sin tiempo que perder. Los ismos se suceden, se enfrentan, se
reconcilian, las asociaciones proliferan –los académicos que luego habrían de
servir lacayamente a Stalin para perpetrar su ‘realismo socialista’– trabajan en
la línea de sombra de los topos. Aguardan su momento.
El Futurismo, el más madrugador de los ismos del s. XX, que en Italia se puso
al principio al lado de un ascendente Mussolini, por coincidir en sus propuestas
a favor del belicismo y la violencia y no sólo de la velocidad y la tecnología,
depara al mundo boquiabierto proyectos y realizaciones en artes plásticas,
arquitectura, diseño…que configurarían el auténtico rostro de la modernidad.
Pero las diferencias entre el futurismo italiano y el ruso no se hacen esperar, y
cuando el vate del primero Marinetti, antes de la revolución acude a Moscú a
dar una conferencia, los futuristas de Maiakovsky, van a abuchearle, porque el
futurismo ruso –años de la primera Guerra Mundial– es pacifista y lo que quiere
es que acabe cuanto antes esa sangría, mientras los vanguardistas italianos
ven en esa guerra nuevos estímulos para su ardor creativo.
El futurismo poético de Maiakovsky (“Atronando al mundo con la fuerza de
mi voz, camino gallardo con veintidós años…” (Poemas 1913-1916) tiene su
VIENTO SUR Número 108/Febrero 2010 99