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equivalencia plástica en el Constructivismo, que en su tendencia industrialista
o de implicación del arte en la vida cotidiana y en el engranaje de la producción
encarnaría como nadie Rodchenko, el hombre que desafió todas las convenciones
y no sólo las pictóricas.
Pero la funcionalidad constructivista la ejemplifica como nada el
‘Monumento-sede a la III Internacional’, de Tatlin; monumento habitable,
como una torre de babel o un zigurat compuesto de tres cubos, cada uno
moviéndose a velocidad diferente pero constante y que iba a albergar las oficinas,
los espacios para el debate, la discusión y los trabajos de los soviets. Icono
y símbolo este monumento de Tatlin de lo que pudo haber sido y no fue. Como
tantos y tantos proyectos irrealizados por falta de medios, o cercenados después,
tanto por falta de vergüenza como de exceso de celo criminal.
Todos los géneros
Rodchenko y Popova avanzan en sus ideas constructivas mientras rechazan el psicologismo,
el subjetivismo y el simbolismo de sus maestros. Se reacciona contundentemente
tanto contra el icono religioso, símbolo del largo túnel de opresión
zarista, como contra la pintura de caballete, el ilusionismo de la perspectiva.
Matices y diferencias dentro de la vanguardia, donde el Prolekultz luchaba por
parir un arte eminentemente proletario, pero donde los Kandinsky, Malevich, El
Lissitsky y también Rodchenko desempeñaban importantes cargos rectores en las
escuelas de las artes y los oficios de la nueva Rusia.
El geómetra Rodchenko aborda con fortuna, con idéntico entusiasmo y rigor
todos los géneros de las artes plásticas: la pintura en su estado puro (evolución
de un cubismo colorista y abigarrado a superficies planas de colores únicos:
‘Negro sobre negro’); tan identificado está con Popova que resulta difícil distinguir
qué es de uno y qué es de otro. Cartelismo, decorados y vestuario teatrales,
portadas de libros, diseño de interiores, de trajes y de objetos de uso cotidiano,
fotografía, cine…. La febril obsesión por servir a la revolución de la
forma más útil, pero también más original y bella, consume a ambos. La exposición
madrileña, organizada cronológicamente a través de varias salas, recibía
al visitante con imágenes en movimiento del ‘Octubre’ de Eiseinstein y lo despedía
con más imágenes: las de ‘Moscú en octubre, 1927’, de Boris Barnet,
film realizado para conmemorar los diez años de la Revolución y en el que
Rodchenko aporta su sabiduría como fotógrafo excepcional que revolucionó
los puntos de vista y los ángulos de percepción de la realidad, profundizando
en ésta, como se pudo apreciar en la otra exposición madrileña.
Antes de terminar la incursión en la Rusia de los Soviets, el visitante podía sentarse
en las altas sillas futuristas para leer publicaciones sobre la época o jugar
una imaginaria partida de ajedrez en el ‘Club Obrero’, fielmente reproducido
sobre el diseño que Rodchenko ideó para la Exposición Internacional de Artes
Decorativas e Industriales Modernas de París, de 1925. Un año antes había muer-
100 VIENTO SUR Número 108/Febrero 2010