Sus personajes son los habitantes de cantinas y prostíbulos ...

De Geroca, monero y pintor
saltillense, se dicen muchas
cosas. Se cuenta que nunca acude
a sus exposiciones, que mientras
sus amigos y seguidores brindan
en su ausencia, él se toma una
cerveza en solitario. Que más de
una vez ha huido de los flashes
de los periodistas y de la cámara
intimidante de la televisión y que
las entrevistas lo abruman.
Sus amigos dicen que huye
de las galerías y museos oficiales.
Que todos los días, a eso de las
8 de la de la noche, sale de su
casa e inicia su recorrido por bares
y cantinas, ahí hace bocetos y observa.
Luego de unas ocho cervezas
y unas cuantas historias vuelve
caminado. La rutina es la misma
en Saltillo, Monterrey, Monclova,
Tampico, Ciudad Victoria o cualquier
otro lugar del noreste que
decida visitar. Cuentan que Geroca
deja que la historia fluya y mientras
todos hablan de él, se dibuja
a sí mismo en el rincón de la
cantina más oscura de la ciudad.
Esa timidez, ese rechazo a los
reflectores, su andar casi invisible
y ese vagabundeo por los
suburbios, han hecho del artista
una especie de mito del que todos
hablan (sobre todo en los
ambientes culturales saltillenses
y regios), pero que pocos han
logrado conocer. Durante los últimos
años su trabajo se ha extendido
por el noreste del país,
donde es considerado uno de los
artistas plásticos más importantes,
por su estilo irreverente y desenfado,
“grotesco, garabatoso y burlón”,
cómo él mismo lo define.
Gerardo Rodríguez Canales es
cartonista y pintor, nació en Saltillo,
Coahuila, en 1955. En su blog
(http://el-blog-de-geroca.blogspot.
com) se describe como “un hombre
pequeñito, 48 kilos de humanidad
metidos en una guayabera.
Nadie sabe su vida amorosa. Medio
sordo, medio mudo, medio
miope, podría pasar por autista
si no fuera porque ya entrado en
las mieles de lúpulo y cebada se
descose y despotrica en voz bajita
contra una u otra cosa”.
Geroca inició su carrera
como cartonista “por accidente”,
cuando el cronista saltillense
Armando Fuentes Aguirre, Catón,
lo invitó “a hacer monos en el
Vanguardia, cuando empezaba”
y desde entonces ha vivido de
eso. Y aunque estudió Arquitectura
nunca ejerció esa profesión
“fue un error de juventud –dice–,
mi único camino era ser artista”.
Hace más de 30 años se integró
a las filas del El Norte de Monterrey,
donde diariamente aparecen
sus “garabatos”. Durante todo ese
tiempo su vida transcurrió en los
barrios bajos de la capital regia,
buscando las historias que nadie
ve, las que no se cuentan, las
que transcurren en complicidad
con la noche, iluminadas sólo
por el neón. Sin embargo, hace
tres años decidió abandonar el
bullicio de esta ciudad, para refugiarse
en su natal Saltillo.
“Nunca perdí mi condición
de pueblerino. Las urbes me
asustan y me fastidia la contaminación
de todo tipo, la miserable
condición de peatón en la
grandes y transitadas avenidas.
La edad pide algo más tranquilo,
aunque Saltillo ya no es el de
antes, algo queda. En la zona
donde vivo se hace uno la ilusión
de que todavía es un pueblo”,
dice.
“Monero responde”
Reacio para las entrevistas como
es, Geroca sólo accede de una
sólo manera, por vía electrónica.
Así puede contestar tranquilamente
en “uno de sus lugares”
sin la mirada interrogante del
periodista ni la presencia inquietante
de la grabadora.
Con la frase “Monero responde
las preguntas” en el asunto,
Geroca regresa puntual el
cuestionario.
Sus palabras dejan ver que
su realidad no está muy alejada
del mito: sus días transcurren
“igual pero diferentes, ya que las
noticias y los años lo son. Por
las mañanas en el café haciendo
los monos para el periódico
y por las tardes pintando...
Casi toda la noche en cantinas
haciendo garabatos”. Su vida, dice
en otro correo, “es muy simple,
nada que ver con los caminos
tortuosos de otros artistas”.
Geroca es un hombre solitario
y observador, su obra se
nutre de eso. Basta que algo lo
llame, “las miserias humanas, el
coraje, la doble moral, la hipocresía,
la decadencia y la soledad”,
para recrear personajes e historias:
sexoservidoras, travestis,
cantineras, cerdos, monos, gatos
que habitan las cantinas, los bares,
prostíbulos y calles que todos
los días transita. Geroca construye
estampas y crónicas visuales
que muestran los claroscuros de
las ciudades por las que deambula,
se burla de la decadencia,
de los absurdos, a través de personajes
grotescos e irreverentes.
Creador de historias
Armando Meza, pintor saltillense,
es amigo de Gerardo Rodríguez
Canales desde hace más de tres
décadas y lo conoce bien. Son
compañeros de farra, merodean
juntos las viejas cantinas del centro,
mientras discuten ideas o se
ríen de sus andanzas.
Por eso puede decir con
todo conocimiento de causa que
Construye estampas
que
muestran los
claroscuros de
las ciudades por
las que deambula,
se burla de
la decadencia,
de los absurdos,
con personajes
grotescos...
Geroca construye su obra como
un rompecabezas: “se va a la
cantina, ve los personajes, dibuja
aquí, dibuja allá, imagina la
escena y va montando como si
fuera una obra de teatro. Dibuja
por separado todo y lo monta,
de modo que le quedan unas
perspectivas muy locas y lo hace
para que la gente sienta que está
dentro del cuadro”.
Para Meza, Geroca es un “voyeur,
un lector visual de la putrefacción
de la sociedad. Es un
pintor un tanto moralista, dice,
porque le da a su obra un sentido
crítico y social como diciendo
‘vean este mugrero’”.
La obra de Geroca está
construida con base en la disciplina,
a pesar de que su trabajo
podría pasar por desenfadado,
el monero es riguroso y preciso
con su trabajo, investiga, lee
y observa cada cosa que dibujará,
dedica prácticamente un
año a cada colección. Armando
Meza cuenta que en su casa no
tiene radio ni televisión ni estéreo.
Es vegetariano, conservador
y riguroso, tiene horarios para
pintar y los respeta.
La disciplina con que trabaja
lo lleva frecuentemente al Archivo
de Saltillo para adentrarse en la
historia de su ciudad natal. Así
armó su serie “Saltillo de antes”
(2009) en la que estampa escenas
como la construcción de la Catedral
o funerales y fiestas patronales.
En la serie “Los Comeplátanos”,
una colección que aborda
desde distintos ángulos la homosexualidad,
la historia es similar.
“Fue a bares de gays y travestis.
Se metía a ver las cosas para plasmarlas,
se compró revistas, libros
y visitó lugares”, cuenta Meza. Y el
resultado fue una serie de carnaval
grotesco y crítico, donde todas
las historias giran en torno al plátano
como elemento fálico.
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