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mi vida como cafenauta - diasiete.com

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Mi <strong>vida</strong><strong><strong>com</strong>o</strong><strong>cafenauta</strong>Encontrarlos ya resulta extraordinario. Sobre la espalda carganun termo con agua hirviendo que pesa más de 50 kilos,además de vasos y pan. Se conocen <strong><strong>com</strong>o</strong> <strong>cafenauta</strong>s y sóloquedan unos cuantos en la capital del país, donde a diario sonperseguidos para que ya no vendan café en las calles. DíaSiete pasó un día en la <strong>vida</strong> de quienes aún ejercen este oficioen extinción. TEXTO: DAVID CORTÉS • FOTO: JUAN CARLOS REYNOSO22 DÍA SIETE 398DIASIETE.COM 23


Hace muchos años, cuandoel centro de la Ciudad deMéxico aún no recibía el nombre deCentro Histórico y el tér<strong>mi</strong>noZócalo servía para deno<strong>mi</strong>nar unaamplia extensión de calles y no sólola plancha central, era frecuenteencontrar en sus calles a unos hombresque, a la manera de los astronautas,cargaban a sus espaldas,cual si fueran mochilas, unos termoscon agua caliente de los cualessalía una pequeña manguera. En lacintura llevaban un cinturón conagitadores y ma<strong>mi</strong>las o aplicadores(cuyo contenido era café, crema yazúcar). Una pila de vasos desechablesy una caja de cartón con pan dedulce <strong>com</strong>plementaban el atuendode este pequeño ejército ambulantea quienes se les conocía popularmente<strong><strong>com</strong>o</strong> “<strong>cafenauta</strong>s”.Hoy se han vuelto algo exótico,y <strong>mi</strong>entras llevamos a cabo pesquisaspara dar con el paradero dealguno de ellos, observamos que eloficio, para la mayoría de los habitantesdel Centro Histórico, es totalmentedesconocido. Otros, <strong><strong>com</strong>o</strong>vendedores de diarios, empleadosde limpia, organilleros, expendedoresde dulces, libreros de viejo, sabíande quiénes se les hablaba, perodifícilmente podían guiarnos paraencontrar a uno. Todo parecía indicarque estos vendedores móvilesde café habían desaparecido.Luego de una semana nostopamos con un <strong>cafenauta</strong> en elbarrio de Tepito, en la calle deAztecas. Antes, al efectuar un laberínticorecorrido que inició en lacalle de Moneda, nos percatamosde que abundan muchos vendedoresde café que transportan su productoen carritos del supermercado,o en diablitos en los que hanmontado un par de termos, pero ala vista no había ninguna de esascaracterísticas mochilas metálicassiempre fáciles de identificar y alas que incluso el ingenio ha llevadoa decorar de diferentes maneraspara volverlas inconfundibles.Pero ese <strong>cafenauta</strong> resultó másvolátil de lo esperado. No obstante,1 y 2. Una bodega,en el Centro Históricodel DF, sirve de cocinaa los <strong>cafenauta</strong>s.3. El joven se preparapara iniciar su jornada,aislando su espaldadel termo en elque lleva el aguahirviendo y que pesaen promedio unos 50kilos. Su tío Víctor leayuda.4. José Alfredo Lópeztiene 17 años y dejóla escuela para seguiren el oficio.431 2un recorrido posterior por la<strong>mi</strong>sma calle nos llevó a establecercontacto con Roberto HernándezHerrera, presidente de la Unión deCafeteros del Barrio de Tepito,Morelos y Distrito Federal, AC,quien nos condujo a la “madriguera”de los <strong>cafenauta</strong>s, esos personajesque a pesar de desempeñar unoficio <strong><strong>com</strong>o</strong> cualquier otro, hanaprendido a vivir y sobrevivir en laclandestinidad.Una historia ejemplarReynaldo Vázquez Mantes tiene 42años, es oriundo de Villa de Etla,Oaxaca, y llegó a la Ciudad deMéxico hace 26 años. Sus primerostrabajos fueron en restaurantes,pero el alcohol lo obligó adejarlos. Desde hace 20 añosempezó con los aplicadores, eltermo y la caja de pan: “Comencé atrabajar con El Topo, un señor queya murió. Al parecer el termo provienede Honduras o Guatemala yde ahí se lo trajo este señor. Vivíaen Santo Tomás y él <strong>mi</strong>smo loshacía. Cuando empecé a trabajarcon él tenía <strong><strong>com</strong>o</strong> 15 cafeteros,pero llegó a tener <strong><strong>com</strong>o</strong> 90 en lapura mañana. Él le dio al clavo,supo hacer el negocio y despuéspoco a poco le fue dando trabajo ala gente y a enseñarle. Siemprenos daba ánimos, nos decía queno nos echáramos para atrás. Porese entonces ya estaban los de VíaPública, pero los policías todavíano andaban detrás de nosotros”.Reynaldo vive en Santa Fe ysale de su casa a las 5:30 para seruno de los primeros en llegar a la“bodega” que él y ocho de sus <strong>com</strong>pañerosutilizan <strong><strong>com</strong>o</strong> base de trabajo.A las 7:15 recibe el pan.Luego, pone a hervir el agua y “leda su tiempo para que no sepa aclarasol”. Prosigue con la preparaciónde los alimentos para susclientes y a las 9 horas sale haciasu recorrido a la Plaza Mesones.Tres horas después está de regreso,toma un descanso, va al mercadoa <strong>com</strong>prar los víveres para el díasiguiente y regresa a vender sólo24 DÍA SIETE 398


Todos se apoyan cuando a algún <strong>com</strong>pañero lo re<strong>mi</strong>ten a ladelegación, cosa frecuente con los ambulantes. Los despojande toda su mercancía, acaban con la co<strong>mi</strong>da, además deque tienen que pagar una fianza de 540 pesos.café y pan. A las cinco de la tardeconcluye su jornada.El termo pesa aproximadamente30 kilos y el cilindro deacero inoxidable que contiene elagua tiene una capacidad máximade 20 litros, de los cualessalen 72 vasos grandes. En invierno,cuando la demanda de café esmayor, los <strong>cafenauta</strong>s llegan avender 60 vasos que, multiplicadospor los 5 pesos que cuestacada café, arrojan un total de 300pesos, cantidad a la cual hay querestarle los insumos y los gastosde renta, luz y agua.“Pero –dice Reynaldo– unodeja fiado y nunca falta el que ya sefue sin pagar, aquí todo eso es unalbur, hay personas a las que lesgusta estar pidiendo y a la merahora se desaparecen y el que pierdees uno, porque al panadero nole podemos decir que se llevaronsu pan, pero gracias a Dios sí sale.Hay que echarle ganas y no desanimarnos,tener buen trato conlos clientes”.En época de calor, la demandade café baja sustancialmente y apenasllegan a vender 15 ó 20 vasosde café. Esto ha llevado a los <strong>cafenauta</strong>sa ofrecer alimentos (generalmentetacos de guisado). “Lostacos son un aliviane porque conesos no importa la temporada, yuno busca la forma de ganarse eldinero. La gente se da cuenta delservicio y la calidad porque eso eslo que cuenta, si uno lleva co<strong>mi</strong>daque no les gusta no <strong>com</strong>pran, perosi les llevamos un guiso con buensazón co<strong>mi</strong>enzan a pedirnos más,a identificarnos”.Peor que delincuentesContra lo que pudiera pensarse, elarribo de las grandes franquicias decafé no es el problema principal delos <strong>cafenauta</strong>s.La clientela de éstos sonquienes trabajan en los múltiplesestableci<strong>mi</strong>entos del centro de laciudad, esas personas que no puedendescuidar el mostrador de susnegocios o abandonar sus localesde trabajo. El peor ene<strong>mi</strong>go de los<strong>cafenauta</strong>s son los empleados deVía Pública y los policías que, luegodel desalojo del ambulantaje en elCentro Histórico, los persiguencontinuamente y han propiciadoque Reynaldo y sus <strong>com</strong>pañeros yacasi no carguen el termo a susespaldas y en vez de eso utilicenunos de plástico más pequeñosque transportan en bolsas de polietilenonegro o en unas más grandesde plástico con cierre.“Cuando estaban los ambulantesera otro ambiente, no había<strong>mi</strong>edo. Para cargar el termo hay“Comencé a trabajar con El Topo, que ya murió. Al parecerel termo proviene de Honduras o Guatemala y de allí se lotrajo este señor. Vivía en Santo Tomás y él <strong>mi</strong>smo los hacía”26 DÍA SIETE 398


que saber, no es lo <strong>mi</strong>smo llevarloen un diablo que llevar los aplicadoresen la cintura, porque es másrápido. Extraño que había un buenambiente y los conocía a todos,nosotros tenemos que seguir trabajandoporque el gobierno no ve sitenemos dinero o no”, dice.“A veces nos persiguen másque a los delincuentes –afirma–, nostratan peor. ¿Qué es lo que quiere elgobierno?, ¿que <strong>mi</strong> hijo sea un delincuente?No molestamos a nadie, nonos establecemos en la calle, vamosdirecto con los locatarios, siempreestamos en movi<strong>mi</strong>ento.“Los policías a veces sonmuy prepotentes, pero los entiendoporque reciben órdenes, aunquemuchas veces sí se pasan.Afortunadamente nunca me handetenido, una vez me quitarontodo en un operativo. A veces losclientes tratan de echarnos lamano, pero no pueden hacermucho porque a ellos también lespueden clausurar el negocio. Aquíentre nosotros nunca hay peleas,cada quien tiene su zona y nosechamos la mano porque el solsale para todos”.Luego de 20 años de cargar eltermo a las espaldas, las secuelasco<strong>mi</strong>enzan a aparecer en la saludde los <strong>cafenauta</strong>s. Siempre existe elpeligro de una quemada, tienenque ser muy cuidadosos porque lamanguera puede atorarse en algunaparte y el chorro de agua hirviendosale de inmediato; pero elprincipal problema de salud seregistra en los pulmones y en laespalda; el primero por los cambiosde temperatura, el segundopor el peso del termo.“Hace 20 años –cuenta Reynaldo–cargaba esto y hasta corría,ahora ya no es tan fácil”. Aún así, latrans<strong>mi</strong>sión del oficio persiste, aunquela mayoría de estos <strong>cafenauta</strong>sprocuran enviar a sus hijos a laescuela y ocasionalmente los llevana que los ayuden, siempre hay unoo dos de los vástagos queprefieren trabajar a asistir a lasaulas, <strong><strong>com</strong>o</strong> es el caso de Eduardo11. Además de destreza,el oficio requierede fuerza y rapidez.2. La clave delcapuchino o batidoes formar una pastacon un poco de agua,café y azúcar.3. El vaso se separadel surtidor de aguapara formar espuma.4. El recorrido iniciaen la calle Talavera,en el Centro Históricodel DF.23 4Vázquez, hijo de Reynaldo, quien yatiene año y medio de practicar eloficio y a quien le resulta “a vecesmás divertido que ir a la escuela”.Oficio en extinciónLentamente, el oficio del <strong>cafenauta</strong>está en proceso de extinción. En elcentro de la ciudad hay quienes nisiquiera saben de su existencia.“Nos conocen por las calles deCorreo Mayor, Regina, Mesones,Pino Suárez, 20 de Noviembre,Corregidora, Palma y parte deIzazaga, pero del otro lado del centronos conocen muy poco. Ya seacabó el negocio porque si hace dosaños habíamos <strong><strong>com</strong>o</strong> 500 u 800cafeteros, si ahorita hay <strong><strong>com</strong>o</strong> 100 esmucho”, explica Reynaldo.“Los otros se fueron a su pueblo–agrega–, otros a Estados Unidos.El termo en la espaldaJosé Alfredo López Fierros tiene 17 años y hace cuatro que ya trabaja<strong><strong>com</strong>o</strong> <strong>cafenauta</strong>. Se cuelga el termo, asegura su carrillera,coge su caja con pan y sale de la bodega. Cruza la calle deTalavera y pasa a una ferretería en donde le dicen “ahorita no,luego”. Toma Uruguay y en una mercería despacha sus primeroscafés, pero pasará más tarde o el sábado a cobrarlos. Sigue suca<strong>mi</strong>no, dobla en la calle de Jesús María y entra, seguido del fotógrafo,a un expendio de lotería en donde finalmente se “persigna”.En ese momento un policía se acerca a quien esto escribey a Roberto Hernández, presidente de la Unión de Cafeteros delBarrio de Tepito, Morelos y Distrito Federal, AC, que agrupa aunos 20 <strong>cafenauta</strong>s. El oficial dice que el problema no es con “elchavo” sino con el fotógrafo, pues siempre resulta sospechosoun individuo fotografiando los edificios, aunque el hombre de lacámara no había hecho disparo alguno a un inmueble.Mientras el guardián del orden revisa nuestras identificacionesy se <strong>com</strong>unica con sus superiores, José Alfredo me <strong>com</strong>entaque a él se lo han “cargado” dos veces por vender en la calle.“Me han llevado a la Agencia 33 que está en Pino Suárez y paradejarme salir tengo que pagar una multa de 580 pesos. Si nopago, me dejan adentro de 13 a 18 horas y de ahí me mandan a‘El Torito’, que está en Tacuba. Sigo vendiendo por la necesidad yaunque he buscado otra forma de sobrevivir no es tan fácil.”Luego de 10 <strong>mi</strong>nutos, el policía devuelve las identificacionessin decir nada, pero, asegura Roberto Hernández, enrealidad estaba dando el “pitazo” a sus <strong>com</strong>pañeros para queno se aparecieran por ahí porque la prensa está haciendo unreportaje. Continuamos detrás de José Alfredo que, a pesar desu juventud, sufre con el termo. Cuando entra a los negocios,Éramos de diferentes partes, deVeracruz, Chiapas, Guatemala, aquíhabía muchos centroamericanos,pero se fueron porque no aguantabanla presión de la policía. Si los llegabana agarrar dos o tres veces a lasemana, ahí se les iba la gananciadel mes y si hay fa<strong>mi</strong>lia o hijospequeños, ¿de dónde?”.Para los <strong>cafenauta</strong>s, vender enlas calles se ha vuelto un problema<strong>com</strong>plejo, insisten quienes aún sededican al oficio. Según RobertoHernández Herrera, el desalojo delambulantaje del Centro Históricocareció de la planeación necesariay no tomó en cuenta a quienesprestan un servicio importantea los que trabajan en la zona.El acoso del cual son objetolos <strong>cafenauta</strong>s por parte de los granaderosadscritos a la DelegaciónCuauhtémoc, les ha obligado abuscar estrategias para subsistir.A esto, agrega, hay que sumar quela “economía ha bajado mucho yesto se registra en sus ventas”.Ahora, continúa, “muchas mujeresse dieron cuenta de que esteoficio les per<strong>mi</strong>tía llevar un ingresoa sus casas, pero ellas no puedencargar el termo, por lo tantohacen uso del diablito para transportarsu mercancía. En realidad,el <strong>cafenauta</strong>, <strong><strong>com</strong>o</strong> los conocíamosantes, empieza a ser un oficioen proceso de desaparición,<strong><strong>com</strong>o</strong> muchos otros que antestenían asiento en el centro de laciudad. Si antes había 200 <strong>cafenauta</strong>sen la Unión, ahora difícilmentellegan a 20 y en el barriode Tepito sólo existe uno con sutermo al hombro”.•en donde la mayoría son mujeres, no faltan las bromas, laspreguntas de dónde se había metido y los “qué <strong>mi</strong>lagro”. Unaspiden café, otras té, algunas toman una pieza de pan. En otrolado, uno de los empleados jala un pequeño anda<strong>mi</strong>o paracubrirlo <strong>mi</strong>entras una ca<strong>mi</strong>oneta de la policía cruza lentamentepor la calle <strong>mi</strong>entras nos dice que ahora “hasta a la chavade la fonda que va a ofrecerles co<strong>mi</strong>da la pueden detener”.José Alfredo sigue con el café y el pan, cruza de unaacera a la otra y prepara un capuchino (o batido, <strong><strong>com</strong>o</strong> tambiénlo llaman los clientes) con rapidez, para lo cual hay quesaber el agitado correcto. En un lapso de casi dos horas noabandona la calle de Jesús María, <strong>mi</strong>sma que recorre en unaextensión de cinco cuadras para luego emprender el regresosobre la <strong>mi</strong>sma y llegar nuevamente a Uruguay, donde doblapara enca<strong>mi</strong>narse a la bodega.No suda, acostumbrado al peso del termo ca<strong>mi</strong>na conrapidez, aunque en su rostro se advierte el recelo de quien nose siente seguro. Antes de entrar al edificio del que salimos,nuevamente nos topamos con los policías que nos detuvieron,pero se hacen de la vista gorda.De un termo con capacidad para 50 vasos, José Alfredovendió unos 30. Lleva en la mente para descargar en un cuaderno,el nombre y el monto de aquellos a quienes les fió yhabrá de cobrarles el fin de semana. Toma un descanso y mástarde echará una mano en la limpieza de todos los utensiliosque se necesitarán el día de mañana para <strong>com</strong>enzar otra vezla jornada. Mientras tanto, la mayoría de sus <strong>com</strong>pañerosco<strong>mi</strong>enzan a llegar con el rostro cansino de quienes han ca<strong>mi</strong>nadovarios kilómetros con una carga al hombro. •28 DÍA SIETE 398DIASIETE.COM 29

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