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XIV Curso<br />

de Formación<br />

de Doctrina<br />

Social<br />

de la Iglesia


Programa


COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL<br />

FUNDACIÓN PABLO VI<br />

INSTITUTO SOCIAL «LEÓN XIII»<br />

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA<br />

UNIVERSIDAD PONTIFICIA SALAMANCA<br />

CAMPUS DE MADRID<br />

«LA PRESENCIA DE LA IGLESIA<br />

EN UNA SOCIEDAD PLURAL»<br />

En el 40 aniversario de la Constitución<br />

Gaudium et spes<br />

XIV Curso de Formación de Doctrina Social de la Iglesia<br />

Madrid, 12-15 de septiembre de 2005<br />

www.instituto-social-leonxiii.org<br />

www.conferenciaepiscopal.es


Programa<br />

L<strong>un</strong>es, 12 de septiembre<br />

PROGRAMA<br />

17,00 horas: Recepción y entrega de materiales.<br />

18,00 horas: Sesión de apertura y conferencia inaugural.<br />

La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> desafío.<br />

MONS. ANDRÉ LACRAMPE.<br />

Arzobispo de Besançon (Francia) y Presidente del<br />

Consejo Nacional de la Solidaridad<br />

19,30 horas: Presentación de los Seminarios<br />

SEMINARIO 1. Los protagonistas de la sociedad<br />

plural: los medios de com<strong>un</strong>icación, los<br />

poderes públicos, las Universidades, los partidos<br />

políticos...<br />

DIRECTOR: VÍCTOR RENES.<br />

<strong>Cáritas</strong> <strong>Española</strong>.<br />

Intervienen:<br />

LOURDES AZORÍN ORTEGA.<br />

Secretaria General de los Movimientos de Acción<br />

Católica.<br />

FÉLIX GARCÍA MORIYÓN.<br />

Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.<br />

16<br />

SEMINARIO 2. Escenarios de laicidad: la<br />

política, la educación, la sanidad, la cultura y las<br />

artes...


Programa<br />

20,30 horas: Eucaristía.<br />

DIRECTOR: JUAN SOUTO COELHO.<br />

Universidad Pontificia de Salamanca Campus de<br />

Madrid.<br />

Intervienen:<br />

NINFA WATT.<br />

Universidad Pontificia de Salamanca y Directora<br />

de la revista Vida Nueva.<br />

JOSÉ CARLOS BERMEJO.<br />

Director del Centro de humanización de la salud.<br />

Tres Cantos (Madrid).<br />

CARLOS ESTEBAN GARCÉS.<br />

Delegación diocesana de enseñanza de Madrid.<br />

Martes, 13 de septiembre<br />

10,00 horas: 2.ª Conferencia.<br />

Los f<strong>un</strong>damentos teológicos de la relación Iglesia-sociedad<br />

SANTIAGO MADRIGAL TERRAZAS S. J.<br />

Universidad Pontificia Comillas<br />

12,00 horas: 3.ª Conferencia.<br />

16,30 horas: Seminarios.<br />

Religión, progreso y modernidad.<br />

JOSÉ MARÍA MARDONES.<br />

Consejo Superior de Investigaciones Científicas<br />

(CSIC)<br />

17


Programa<br />

19,00 horas: 4.ª Conferencia.<br />

El silencio en torno a Dios en nuestra cultura<br />

actual.<br />

MIGUEL GARCÍA BARÓ.<br />

Universidad Pontificia Comillas.<br />

Miercoles, 14 de septiembre<br />

10,00 horas: 5.ª Conferencia.<br />

La contribución del cristianismo a la sociedad<br />

europea.<br />

DALMACIO NEGRO PAVÓN.<br />

Universidad San Pablo CEU de Madrid.<br />

12,00 horas: 6.ª Conferencia.<br />

16,30 horas CINE FÓRUM<br />

18<br />

Las relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la<br />

mutua independencia y colaboración.<br />

JOSÉ MARÍA DÍAZ MORENO S. J.<br />

Universidad Pontificia Comillas.<br />

Proyección de la película EL SÉPTIMO SELLO<br />

(1956) de INGMAR BERGMAN, y debate sobre<br />

el laicismo y laicidad en el cine.<br />

DIRIGE: JUAN ORELLANA GUTIÉRREZ.<br />

Departamento de Cine de la Conferencia Episcopal<br />

<strong>Española</strong>.


Programa<br />

19,30 horas: MESA REDONDA:<br />

Confesionalidad, laicidad y laicismo: ¿colaboración<br />

o conflicto?<br />

JOSÉ LUIS BREY BLANCO.<br />

Universidad San Pablo CEU<br />

CARLOS GARCÍA DE ANDOIN.<br />

Concejal del PSOE<br />

MARÍA TERESA COMPTE GRAU.<br />

Universidad Pontificia Comillas<br />

JOSÉ PARRA JUNQUERA.<br />

Universidad Pontificia de Salamanca. Campus de<br />

Madrid<br />

Jueves, 15 de septiembre<br />

10,00 horas: Puesta en común de los Seminarios.<br />

12,00 horas: Conferencia de clausura.<br />

Actualización de la Constitución Gaudium et<br />

spes (Concilio Vaticano II) para la Iglesia y para<br />

la sociedad, hoy.<br />

P. SERGIO BERNAL RESTREPO. S. J.<br />

Universidad Gregoriana de Roma y Consultor del<br />

Consejo Pontificio Justicia y Paz<br />

19


Conferencias<br />

MONS. ANDRÉ LACRAMPE<br />

Arbispo metropolitano de Besançon<br />

Presidente del Consejo de la Solidaridad en el seno<br />

de la Conferencia de los Obispos de Francia<br />

SANTIAGO MADRIGAL TERRAZAS, S. J.<br />

Universidad Pontificia Comillas<br />

JOSÉ MARÍA MARDONES<br />

CSIC. Madrid<br />

MIGUEL GARCÍA-BARÓ<br />

Universidad Pontificia Comillas<br />

DALMACIO NEGRO PAVÓN<br />

Universidad San Pablo CEU<br />

JOSÉ MARÍA DÍAZ MORENO, S. J.<br />

Universidad Pontficia Comillas<br />

SERGIO BERNAL RESTREPO, S. J.<br />

Universidad Gregoriana de Roma y Consultor<br />

del Consejo Pontificio Justicia y Paz


LA LAICIDAD FRANCESA<br />

Y LAS RELIGIONES: UN RETO<br />

Conferencias<br />

MONS. ANDRÉ LACRAMPE<br />

Arzobispo metropolitano de Besançon<br />

Presidente del Consejo de la Solidaridad en el seno<br />

de la Conferencia de los Obispos de Francia<br />

Es <strong>un</strong> placer para mí aceptar la invitación de Monseñor<br />

Juan-José Omella, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral<br />

social de la Conferencia de Obispos de España.<br />

Al <strong>un</strong>irme a la apertura de este curso, que trata de la «Presencia<br />

de la Iglesia en <strong>un</strong>a sociedad plural», me es particularmente<br />

agradable expresarle mis más sinceros agradecimientos<br />

y dirigir <strong>un</strong> cordial saludo a la asistencia.<br />

Mi intervención, cuyo título es «La laicidad francesa y las religiones:<br />

<strong>un</strong> <strong>reto</strong>», tiene por objetivo presentarles <strong>un</strong> análisis actual<br />

de la laicidad francesa. Entendiendo «laicidad» como <strong>un</strong><br />

régimen sociopolítico conc<strong>reto</strong> diferente de <strong>un</strong> «laicismo» que<br />

es <strong>un</strong> sistema filosófico cerrado a cualquier dimensión espiritual.Tras<br />

<strong>un</strong> breve recuerdo del contexto histórico, aclararé alg<strong>un</strong>os<br />

datos inherentes a la situación presente para, posteriormente,<br />

realizar <strong>un</strong> intento de conclusión sobre su evolución<br />

en <strong>un</strong> ámbito nuevo, lo que me llevará a hacer referencia al<br />

debate que tenemos en Francia en este año del Centenario<br />

de la Ley de Separación de las Iglesias y del Estado que se<br />

votó el 9 de diciembre de 1905.<br />

Con motivo de este centenario, el Papa Juan Pablo II, en<br />

<strong>un</strong>a carta dirigida al Presidente de nuestra Conferencia y a<br />

23


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

todos los obispos del Episcopado francés, el 11 de febrero<br />

de 2005, ha emitido <strong>un</strong> juicio sobre «este acontecimiento<br />

doloroso y traumático». Pero también ha proclamado que el<br />

«principio de la laicidad a la que vuestro país está muy ligado,<br />

entiéndase bien, pertenece también a la doctrina social<br />

de la Iglesia», y no ha dejado de exhortar a los católicos franceses<br />

a practicar <strong>un</strong> «diálogo sereno y respetuoso con todos»,<br />

evocando incluso «el espíritu de los valores de libertad,<br />

igualdad y fraternidad a los que el pueblo de Francia está<br />

muy ligado». De paso subrayó que en 1980, en el aeropuerto<br />

de El Bourget, en París, y durante su viaje a Francia en<br />

1996, Juan Pablo II ya había hecho referencia al lema de la<br />

República francesa.<br />

Esta carta del Papa es la prueba de <strong>un</strong>a prof<strong>un</strong>da evolución<br />

de la Iglesia con respecto al principio de la laicidad,<br />

no sólo de la Iglesia de Francia, sino también de la Iglesia <strong>un</strong>iversal,<br />

como se expresa de modo parecido entre las Declaraciones<br />

pontificias de los dos siglos anteriores y las de hoy,<br />

«sobre objetos muy diferentes y en circ<strong>un</strong>stancias no menos<br />

diferentes», escribía ya Pío XI en su «Carta a los obispos<br />

franceses» del 24 de enero de 1924 «Maximan Gravissimamque».<br />

El centenario de la Ley de la separación es entonces la<br />

ocasión para nosotros, franceses, de hacer balance de <strong>un</strong> siglo<br />

de relaciones entre la Iglesia y el Estado, y para nuestra Asamblea<br />

Plenaria de los Obispos de Francia de poder expresar<br />

por medio de la Declaración del 15 de j<strong>un</strong>io pasado, su concepción<br />

de la laicidad, a la vez que <strong>un</strong>a invitación para que los<br />

católicos prosigan con su compromiso en la sociedad. Llegados<br />

a este p<strong>un</strong>to quisiera subrayar, brevemente, el problema<br />

crucial que constituye para toda sociedad, las condiciones de<br />

24


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

<strong>un</strong>a eficaz y exigente educación de la libertad religiosa y de la<br />

presencia de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do de este tiempo, en el espíritu<br />

del concilio Vaticano II cuyos textos como «Dignitatis humanae»<br />

y «Gaudium et spes» conservan todas sus fuerzas interrogativas<br />

e inspiradoras.<br />

La Constitución «Gaudium et spes», indisociable de la<br />

Constitución de la Iglesia «Lumen Gentium», nos da testimonio<br />

de <strong>un</strong>a Iglesia que no pretende situarse por encima de los<br />

hombres, ni al lado, quiere estar «con». La Iglesia está llamada<br />

a escudriñar los «signos de los tiempos» y a interpretarlos a la<br />

luz del Evangelio, de tal manera que de <strong>un</strong>a forma adaptada a<br />

cada generación, pueda responder a las preg<strong>un</strong>tas permanentes<br />

de los hombres sobre el sentido de la vida presente y de<br />

la vida futura, así como sobre las relaciones recíprocas.<br />

Con la Declaración «Dignitatis humanae», el Concilio Vaticano<br />

II nos ayuda a especificar las relaciones entre Iglesia, Religión<br />

y Estado, recurriendo a la garantía de la libertad religiosa<br />

f<strong>un</strong>dada en la dignidad de la persona humana, pero también<br />

en la Revelación.<br />

Lo que está aquí en juego es el devenir de la sociedad, su<br />

forma de considerar la dimensión religiosa, su capacidad de<br />

acogida de la alteridad, su respeto de la libertad de creer, su<br />

ingeniosidad para desarrollar este arte de «vivir j<strong>un</strong>tos» tan<br />

querido por el filósofo Paul Ricoeur. Existe <strong>un</strong> tronco común<br />

en el que creyentes y no creyentes pueden entenderse.<br />

El devenir de la Sociedad, también es el lugar de la juventud<br />

en su seno y el futuro de la Iglesia, también es la transmisión<br />

de la fe a las jóvenes generaciones. Las banderas de las<br />

Naciones del m<strong>un</strong>do entero han ondeado este mes de agosto<br />

en Alemania entera y, particularmente, en Colonia, como<br />

Conferencias<br />

25


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

signo visible de que el Evangelio ha echado raíces en todos los<br />

Continentes a lo largo de los siglos. Hemos tenido la experiencia,<br />

en estas Jornadas M<strong>un</strong>diales de la Juventud, de la vitalidad<br />

y de la juventud de la Iglesia que reúne a los hombres y<br />

a las mujeres de todas las culturas.<br />

Estos jóvenes viven en contextos políticos y económicos<br />

diferentes, en <strong>un</strong>a economía global. Conocemos las condiciones<br />

de vida de millares de seres humanos, las riquezas de los<br />

países desarrollados, las regiones del hambre, los dramas de<br />

las guerras civiles, del terrorismo. El éxito popular de las Jornadas<br />

M<strong>un</strong>diales de la Juventud no es <strong>un</strong> simple epifenómeno.<br />

Los sociólogos hablan de <strong>un</strong> nuevo periodo de «religiosidad»,<br />

hemos notado <strong>un</strong>a renovación de la fe en Cristo, Verbo de<br />

Dios Encarnado, muerto y Resucitado para la Salvación del<br />

M<strong>un</strong>do, que no hace que los jóvenes sean simples espectadores<br />

del M<strong>un</strong>do, sino artesanos de su construcción, trabajando<br />

j<strong>un</strong>tos para promover el amor en vez de el odio, la paz en vez<br />

de la guerra, el desarrollo en vez de la miseria, buscando el<br />

diálogo entre las culturas, las religiones, las civilizaciones.<br />

1. LA LAICIDAD EN FRANCIA<br />

En el marco de <strong>un</strong>a breve alusión al contexto histórico de<br />

la emergencia de la laicidad en Francia, me propongo citar tres<br />

etapas capitales de su instauración:<br />

● Primera etapa: La Revolución francesa de 1789.<br />

La «Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano»<br />

en su artículo 10 indica: «Nadie debe ser hostigado por<br />

sus opiniones incluso religiosas, con tal que su manifestación no<br />

perturbe el orden público establecido por la ley».<br />

26


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

● Seg<strong>un</strong>da etapa: Las leyes laicas de los años 1880 de las<br />

cuales:<br />

— en 1881, las de Jules Ferry instauran <strong>un</strong>a enseñanza pública<br />

gratuita y obligatoria,<br />

— en 1881, las que suprimen el carácter religioso de los<br />

cementerios,<br />

— en 1882, las que especifican que la instrucción religiosa<br />

debe ser dada fuera de los centros y de los programas<br />

escolares,<br />

— en 1884, la que restablece el divorcio,<br />

— y las de 1903 y 1904 que restringían la libertad de las<br />

congregaciones y provocaban la salida de Francia de <strong>un</strong><br />

número importante de religiosos y religiosas.<br />

● Tercera etapa: La ley referente a la separación de las Iglesias<br />

y del Estado, promulgada el 9 de diciembre de 1905, fue discutida<br />

y votada en <strong>un</strong> contexto de fuertes tensiones en el<br />

país, cuando debía ser, según sus promotores, «<strong>un</strong>a ley de<br />

pacificación», algo que se consiguió mucho más tarde tras<br />

<strong>un</strong>as modificaciones.<br />

Conferencias<br />

Por <strong>un</strong>a parte, los anticlericales preconizaban <strong>un</strong>a laicidad<br />

de combate o laicismo, por otra parte los católicos que rechazaban<br />

cualquier idea de laicidad.<br />

De <strong>un</strong>a parte, los seguidores feroces de la laicidad querían<br />

hacer de la ley <strong>un</strong>a máquina de descristianización y, del lado de<br />

la Iglesia católica, el Papa Pío X —no consultado— condenaba la<br />

ley, en 1906, en la encíclica «Véhémenter nos», en la que den<strong>un</strong>ciaba<br />

<strong>un</strong> verdadero apartheid religioso. Prohibía la constitución<br />

de asociaciones cultuales que no tuvieran en cuenta la jerarquía<br />

de la Iglesia. En efecto, tales «asociaciones para el ejercicio del<br />

culto» debían ser constituidas conforme a la ley del 1 de julio de<br />

27


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

1901. En las asociaciones los Obispos tendrían a los laicos que<br />

las componen como subordinados. Por esto, la Iglesia habría corrido<br />

el riesgo de fragmentarse en <strong>un</strong>a multitud de pequeñas estructuras<br />

independientes de cualquier autoridad religiosa.<br />

La Ley de separación de la Iglesia y del Estado de 1905<br />

—en el momento en que se votó— se recibió de forma dolorosa<br />

por la gran mayoría de los católicos franceses ya traumatizados.<br />

Se llegó a <strong>un</strong>a especie de paroxismo de violencia en 1906,<br />

en el momento de los «inventarios» y del rechazo por parte<br />

de la Iglesia de las asociaciones cultuales.<br />

A partir de 1914, la guerra, la defensa del territorio y la salvaguardia<br />

de los principios republicanos de libertad, de igualdad,<br />

de fraternidad fueron considerados como los tres pilares de<br />

toda carta de los «derechos del hombre». Los contactos a diferentes<br />

niveles, el diálogo, y las dificultades políticas, económicas<br />

y sociales en el intervalo de las dos guerras, han permitido apaciguar<br />

poco a poco las tensiones y conseguir <strong>un</strong> modus vivendi.<br />

Por otra parte, esta ley ha hecho que la Iglesia sea más<br />

evangélica, más pobre y más cercana a las personas humildes.<br />

El hecho de no estar financiada más por el Estado le ha dado<br />

<strong>un</strong>a gran libertad de palabra. Ferdinand Buisson, Inspector general<br />

de la Enseñanza primaria, se explicó en estos términos:<br />

«Hemos quitado a la Iglesia todo lo que le hacía fuerte: títulos,<br />

privilegios, riqueza, honores, monopolio, pero goza de <strong>un</strong>a popularidad<br />

mayor que antes». Los fieles católicos han hecho piña alrededor<br />

de su Iglesia.<br />

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas en 1921<br />

ha marcado <strong>un</strong>a primera etapa. Después los acuerdos de<br />

28


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

1923-1924 han permitido alcanzar <strong>un</strong> compromiso entre la legislación<br />

republicana y las exigencias canónicas para garantizar<br />

la libertad de la Iglesia, para organizarse según sus propios<br />

principios. Por fin, con el tiempo, <strong>un</strong>a reflexión serena ha terminado<br />

por reconciliar el concepto de separación y los de autonomía<br />

y de cooperación que el concilio Vaticano II formalizó<br />

en «Gaudium et spes»: «En el terreno que les es propio, la<br />

Com<strong>un</strong>idad política y la Iglesia son independientes <strong>un</strong>a de otra y<br />

autónomas» (GS 76,3), esta independencia no implica por ello<br />

ausencia de relaciones y de presencia de la religión en el ámbito<br />

de las convicciones íntimas.<br />

En sus inicios, la laicidad en Francia se ha caracterizado, por<br />

lo tanto, por <strong>un</strong>a doble opción.<br />

● Por <strong>un</strong>a parte, quería ser anticlerical en la medida en<br />

que se trataba de combatir a la Iglesia católica percibida<br />

como <strong>un</strong>a Institución reaccionaria, oscurantista e intolerante,<br />

que ejercía sobre la vida social e individual <strong>un</strong>a tutela,<br />

llegando a ser insoportable para muchos.<br />

● Por otra parte, era restrictiva porque, bajo el respeto de<br />

la libertad de conciencia y de la separación del privado<br />

y del público, pretendía limitar toda creencia religiosa a<br />

la única esfera de lo privado.<br />

● En la actualidad, la laicidad francesa, que ha evolucionado<br />

mucho en <strong>un</strong> siglo, es de nuevo objeto de <strong>un</strong> prof<strong>un</strong>do<br />

debate.<br />

Conferencias<br />

Se encuentra desde ahora confrontada a la persistencia<br />

del hecho religioso, sea bajo formas tradicionalmente implantadas<br />

en Francia —cristianismo y judaísmo— o bajo formas<br />

nuevas como budismos de diversas creencias o nuevos movi-<br />

29


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

mientos religiosos. Además, está desde hace poco enfrentada<br />

con nuevas situaciones planteadas por la importante com<strong>un</strong>idad<br />

musulmana que se desarrolla de forma espectacular expresando<br />

sus propias reivindicaciones de expresión pública de<br />

lo religioso.<br />

Es <strong>un</strong> fenómeno nuevo en el paisaje francés: el islam, que<br />

es la seg<strong>un</strong>da religión del país debido a la importante inmigración<br />

de estos últimos años, está ahora incontestablemente<br />

presente con sus organizaciones, su cultura y su historia. Y al<br />

no tener experiencia de la pluralidad de las religiones ni de la<br />

secularidad de las instituciones, padece alg<strong>un</strong>as dificultades<br />

para encontrar su sitio en <strong>un</strong>a sociedad laica a la francesa.<br />

Corre el riesgo de cerrarse en su identidad y de manifestar<br />

su especificidad con signos exteriores «ostentatorios» que<br />

pueden parecer provocaciones que no cesan de agravar la inevitable<br />

inflación mediática. De ahí los esfuerzos del Gobierno<br />

para ayudarles a estructurarse. Por ello, se empieza a plantear<br />

la preg<strong>un</strong>ta, aquí o allí, referente al plan de la laicidad del<br />

Estado.<br />

2. LA DECLARACIÓN DE LOS OBISPOS<br />

DE FRANCIA<br />

Re<strong>un</strong>idos en Asamblea Plenaria del 13 al 15 de j<strong>un</strong>io de<br />

2005, nosotros, los Obispos de Francia, hemos deseado expresarnos<br />

públicamente con ocasión del centenario de la ley<br />

que establece la Separación de las Iglesias y del Estado, de<br />

1905.<br />

El mismo año de la conmemoración del centenario de<br />

esta ley, era importante mostrar que las relaciones entre la<br />

30


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

Iglesia católica y el Estado eran posibles y tranquilas, que las<br />

negociaciones y los ajustes efectuados durante el siglo XX habían<br />

permitido establecer entre el Estado y la Iglesia <strong>un</strong>a situación<br />

equilibrada que preserva, en el respeto mutuo, la autonomía<br />

de la Iglesia. La feliz solución que prevalece actualmente,<br />

con lo que implica de rechazo a la ingerencia recíproca, no<br />

suscita, por ello, <strong>un</strong> mutismo frío de la Iglesia cuando se encuentra<br />

confrontada a proyectos de leyes gubernamentales o<br />

a problemas de sociedad que atentarían gravemente contra la<br />

dignidad del hombre y el respeto de sus derechos.Tales intervenciones<br />

en estos ámbitos no serían percibidas como presiones<br />

indebidas sino como propuestas de reflexión que forman<br />

parte del libre debate democrático.<br />

En este marco, por lo tanto, hemos expresado <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to<br />

de vista positivo sobre la laicidad, queriendo así confirmar la<br />

contribución de la Iglesia católica a la vida de nuestro país.<br />

Es decir, que en <strong>un</strong> siglo, hemos pasado de situaciones extremadamente<br />

violentas, después tensas, a relaciones serenas;<br />

de forma que hoy, el Estado francés manifiesta <strong>un</strong>a vol<strong>un</strong>tad<br />

de armonía cordial y de contacto provechoso con los diferentes<br />

cultos, particularmente con la Iglesia católica.<br />

De hecho, en cien años, la ley de «Separación de las Iglesias<br />

y del Estado» ha conseguido facilitar el ejercicio del culto. Se<br />

han dado muchos encuentros y negociaciones que han permitido,<br />

en definitiva, ofrecer soluciones razonables a problemas<br />

delicados.<br />

Éste es, a día de hoy, el sentido prof<strong>un</strong>do de la laicidad en<br />

Francia: el Estado es neutral con respecto a las Iglesias, pero su<br />

neutralidad no significa ni ignorancia ni exclusión, sino más<br />

bien no ingerencia en los as<strong>un</strong>tos de las Iglesias.<br />

Conferencias<br />

31


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

Al tener a su cargo el garantizar el ejercicio del culto, el Estado<br />

asume el diálogo y el acuerdo con las diferentes organizaciones<br />

religiosas. A lo largo de los tiempos ha sabido desarrollar <strong>un</strong>a<br />

neutralidad activa y positiva en el tema religioso. La Constitución<br />

francesa garantiza en su preámbulo de 1946, y en su artículo 2<br />

de 1958, que Francia: «Asegura la igualdad ante la ley de cada ciudadano<br />

sin distinción de origen, de raza o de religión», llegando hasta<br />

precisar: «Francia respeta todas las creencias». Estas afirmaciones<br />

positivas se han traducido concretamente en hechos y medidas<br />

favorables como el hacerse cargo de las capellanías de liceos,<br />

de hospitales y de prisiones, la libertad de la instrucción religiosa<br />

tomando en cuenta la ley dictada por Debré de 1959, y el reconocimiento<br />

del carácter propio de los centros católicos.<br />

Por otro lado, a<strong>un</strong>que la República «no dé salarios ni subvencione<br />

ningún culto», excepto en Alsacia y Mosela, donde<br />

perdura el concordato firmado en 1801 por el Papa Pío VII y<br />

el Emperador Napoleón I, la realidad más exacta es que: las<br />

instituciones públicas ponen a disposición de los fieles, para el<br />

ejercicio del culto, los edificios incautados en 1905 y aseguran<br />

su mantenimiento.<br />

Además, el acta del 25 de diciembre de 1942 mantenida<br />

en la Liberación en 1944, dispone que el Estado y las colectividades<br />

locales pueden financiar reparaciones en los edificios<br />

abiertos al público.<br />

Por fin, <strong>un</strong>a ley de 1978 ha aprobado para el clero católico<br />

y los celebrantes musulmanes que no están afiliados al régimen<br />

general de la Seguridad Social —que no sean asalariados,<br />

a diferencia de alg<strong>un</strong>os pastores y rabinos— <strong>un</strong> régimen<br />

especial de Seguridad Social que cubre los riesgos de enfermedad,<br />

de invalidez y de vejez.<br />

32


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

Añadir que las asociaciones cultuales nacidas de la ley de<br />

1905 pueden recibir donativos y legados y se benefician<br />

de medidas fiscales como la exoneración de la tasa fiscal y de<br />

los derechos sobre los donativos y legados, o de reducciones<br />

de impuestos para los donantes.<br />

He evocado todas estas medidas tomadas a lo largo de<br />

decenios para mostrar la evolución de la laicidad durante este<br />

siglo en el que las relaciones Iglesia-Estado han permitido <strong>un</strong>a<br />

amplia contribución de las religiones a la vida cultural, social y<br />

económica del país.<br />

A esto, se añade el hecho que existe, desde el año 2000,<br />

<strong>un</strong>a comisión de diálogo entre el Gobierno y la Iglesia, presidida<br />

por el Primer Ministro y el N<strong>un</strong>cio apostólico con el Presidente<br />

de nuestra Conferencia Episcopal, para resolver los problemas<br />

de la Iglesia de Francia. Como podéis ver, se trata de<br />

<strong>un</strong>a situación sui géneris. Si hay que separar la Iglesia del Estado,<br />

sin embargo jamás se podrá separar la Iglesia de la Sociedad.<br />

Los problemas se solucionan sin cesar, con disposiciones<br />

reglamentarias o convenciones que constituyen <strong>un</strong> corpus de<br />

más de 1.000 páginas que hacen jurisprudencia.<br />

Conferencias<br />

3. LA CONCEPCIÓN DE LA LAICIDAD<br />

El centenario de la ley de 1905 en Francia sobre la Separación<br />

de las Iglesias y del Estado suscita entonces múltiples tomas<br />

de posición. En el debate de fondo está el concepto de<br />

laicidad.<br />

En Francia, este concepto deriva de los principios de la no<br />

confesionalidad del Estado y de su no competencia en mate-<br />

33


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

ria de fe religiosa y de organización interna de las com<strong>un</strong>idades<br />

religiosas.<br />

Nadie se extrañará de que la concepción de la laicidad<br />

que hemos desarrollado en la Declaración de la Asamblea Plenaria<br />

de nuestra Conferencia Episcopal de j<strong>un</strong>io de 2005, se<br />

distinga radicalmente de la posición de los que estiman que las<br />

religiones son nefastas, que hay que limitar su influencia y separarlas<br />

en <strong>un</strong> solo ámbito de convicciones individuales y de<br />

la esfera de lo privado.<br />

Para nosotros, por el contrario, la verdadera laicidad es<br />

acogida y tolerancia.<br />

En lo sucesivo, tenemos que admitir que el Estado reconoce<br />

la libertad legítima de las expresiones que resultan de ella,<br />

mientras el orden público no se vea perturbado. Este reconocimiento<br />

emana del carácter transcendente de la persona humana<br />

y de su libertad, que ha sido proclamado <strong>un</strong>iversalmente<br />

por la Carta de las Naciones Unidas, firmada en San Francisco,<br />

en 1945.<br />

Implica que el Estado permita a las diferentes voces de las<br />

conciencias y, por lo tanto, de las instituciones religiosas que<br />

les representan, el expresarse verdaderamente en el debate<br />

público.<br />

Hoy en día, de la misma manera que son necesarios valores<br />

com<strong>un</strong>es para <strong>un</strong>ir nuestra nación como com<strong>un</strong>idad de<br />

destino, igualmente, es normal que los católicos aporten a su<br />

patria las contribuciones de su fe y de su sentido del hombre.<br />

Nadie pondrá en duda que en Francia como en Italia, España<br />

y en cualquier lugar, la Iglesia católica ha contribuido ampliamente<br />

a lo largo de los siglos a dar forma, con otros, a la<br />

34


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

cultura de nuestros países, a f<strong>un</strong>dar los valores que han sido la<br />

base de su bien común.<br />

Actualmente, en nuestras sociedades multiculturales, quiere<br />

seguir participando en la promoción de <strong>un</strong> «vivir j<strong>un</strong>tos»<br />

que sea respetuoso con cada persona y que favorezca la apertura<br />

a los demás antes que el encerrarse en sí misma.<br />

Conferencias<br />

4. LA PALABRA PÚBLICA DE LA IGLESIA<br />

Este <strong>reto</strong> de la Iglesia de promover en nuestra sociedad <strong>un</strong><br />

«vivir j<strong>un</strong>tos», pasa por ofrecer <strong>un</strong>a palabra pública y <strong>un</strong>a acción<br />

sobre el terreno en favor de la paz, de la justicia y de la<br />

solidaridad, con el fin de favorecer <strong>un</strong>a sana comprensión de<br />

la libertad en <strong>un</strong> conj<strong>un</strong>to nacional compuesto de com<strong>un</strong>idades<br />

humanas y religiosas diferentes y contrastadas. Naturalmente,<br />

hay que comentar que la primera com<strong>un</strong>idad es la familia,<br />

que está tan a debate hoy en día.<br />

¿La Iglesia católica consigue hacerse entender en los temas<br />

de la sociedad?<br />

Muy a menudo, nos hacemos esta preg<strong>un</strong>ta. Nos la plantean<br />

frecuentemente.<br />

Me temo que la Iglesia es demasiadas veces más escuchada<br />

que entendida, incluso si su opinión es esperada.<br />

Alg<strong>un</strong>os estiman que la Iglesia no debería expresarse con<br />

relación a ciertos temas. Otros —cuando no habla— le reprochan<br />

su silencio.<br />

Cierto es que en la mentalidad actual, la palabra de la Iglesia<br />

católica es más esperada o solicitada en cuanto a problemas<br />

35


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

económicos, sociales y en cuanto a cuestiones internacionales<br />

de paz, de justicia o de defensa de los derechos del hombre.<br />

Lo es menos en cuestiones de moral personal, como la sexualidad,<br />

la vida de pareja, la interrupción vol<strong>un</strong>taria de embarazo<br />

y otras más.<br />

Sin embargo, la Iglesia no tiene por qué callarse en estos<br />

temas. Cuando toma la palabra en cuestiones como el PACS<br />

(Pacto Civil de la Solidaridad) o la <strong>un</strong>ión civil de los homosexuales,<br />

quiere dar <strong>un</strong>a luz sobre lo que está en juego, haciendo<br />

valer <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de vista que puede acercarse a la conciencia<br />

tanto de creyentes como la de no creyentes.<br />

En el seno de la Conferencia Episcopal de Francia pensamos<br />

que los valores que nos inspira la fe, especialmente: la<br />

igualdad del hombre y de la mujer, el carácter estructurado de<br />

la diversidad, la dignidad de la persona humana desde la concepción<br />

hasta la muerte natural, pueden contribuir a la reflexión<br />

que ayude a la adopción de las leyes cuyo objetivo sea el<br />

Bien común.<br />

Cuando sentimos que los f<strong>un</strong>damentos de nuestras sociedades<br />

están en tela de juicio, expresamos nuestro desacuerdo.<br />

Ahora bien, la Iglesia católica debe velar siempre por cuidar<br />

su com<strong>un</strong>icación, por explicar las razones de sus posiciones y<br />

no dar <strong>un</strong>a impresión de autoritarismo. No debería olvidar que<br />

es portador de <strong>un</strong>a visión global del hombre. Por ello no deja<br />

de aportar <strong>un</strong>a contribución significativa en el ámbito de la<br />

educación en el que su amplia experiencia histórica puede servir,<br />

particularmente con la enseñanza del hecho religioso.<br />

Asimismo, al dialogar con los artistas, contribuya a favor de<br />

<strong>un</strong>a cultura que transmita razones de vivir.<br />

36


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

Por fin, cuando se compromete sin reserva en el ámbito<br />

de la salud, donde lo que está en juego, en nuestra época, es<br />

determinante para el futuro.<br />

En todo caso, fiel a su misión, la Iglesia católica se dedica,<br />

respetando las conciencias, a proponer la fe, a favorecer el encuentro<br />

con Cristo.<br />

Al no ser ya religión de Estado como lo fue en Francia durante<br />

siglos, no tiene por objetivo imponerla a las instituciones<br />

públicas. Su única preocupación desde ahora es participar en<br />

el debate público y aportar la luz y las exigencias del Evangelio,<br />

y asumir, en toda circ<strong>un</strong>stancia, la defensa de la persona humana.<br />

Así es como en su Carta a los católicos de Francia de 1996,<br />

nuestra Conferencia Episcopal ha declarado lo siguiente: «Por<br />

nuestra parte, en nombre de nuestros ciudadanos y de nuestra fe,<br />

queremos contribuir a la vida de nuestra sociedad y mostrar activamente<br />

que el Evangelio de Cristo está al servicio de la libertad<br />

de todos los hijos de Dios».<br />

Conferencias<br />

5. LA LIBERTAD RELIGIOSA<br />

Al tratarse específicamente de la libertad religiosa, las terribles<br />

experiencias del siglo XX —empezando por la indecible<br />

tragedia de la Shoah— han hecho medir a las generaciones<br />

contemporáneas el carácter precioso y frágil de la libertad y la<br />

necesidad de traducir, en textos que obliguen, los derechos<br />

f<strong>un</strong>damentales de cada persona humana.<br />

La libertad religiosa, como derecho de expresarse, libremente<br />

y públicamente, acto de fe personal en <strong>un</strong>a trascenden-<br />

37


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

cia divina, sobrepasa la libertad de conciencia o la libertad de<br />

opinión. Ella es parte integrante, pero a la vez más alta y prof<strong>un</strong>da<br />

porque <strong>un</strong>e el hombre a Dios, entidad trascendente y<br />

sagrada que ningún poder humano puede someter.<br />

La libertad religiosa es <strong>un</strong> derecho inherente a la naturaleza<br />

humana que el Estado tiene el deber de reconocer porque<br />

es anterior y superior a él.<br />

Un Estado de derecho no se podría contentar con ejercer,<br />

respecto a la libertad religiosa, <strong>un</strong>a simple tolerancia. Es responsabilidad<br />

suya defenderla, preservarla, promoverla.<br />

Si hay <strong>un</strong> debate sobre la libertad religiosa, no se trata tanto<br />

sobre la necesidad de respetarla sino de favorecer su desarrollo.<br />

Es decir, que le incumbe al Estado, encontrar soluciones<br />

y fijar con todas las confesiones religiosas, las modalidades<br />

de estas circ<strong>un</strong>stancias, las soluciones y posibilidades que contribuyan<br />

claramente al bien común y que no son consideradas<br />

como privilegios, sino como derechos democráticos.<br />

El Estado no ignora el provecho que saca, por ejemplo, de<br />

las inmensas contribuciones de las religiones en las obras<br />

de enseñanza, de educación y de beneficiecia expresadas en<br />

<strong>un</strong>a multitud de acciones caritativas de reparto y humanitarias<br />

de desarrollo. Podemos, sin duda alg<strong>un</strong>a, establecer <strong>un</strong> análisis<br />

de las múltiples contribuciones que las religiones —y especialmente<br />

la Iglesia católica, aportan para ayudar la com<strong>un</strong>idad<br />

nacional y a los países del Tercer y Cuarto m<strong>un</strong>dos—.<br />

Siempre, el ámbito social ha sido <strong>un</strong> sector de acción natural<br />

de las religiones, pero, en las últimas décadas, muchos<br />

más ámbitos de cooperación han aparecido, incluso en el espacio<br />

político, por ejemplo, en 1989, <strong>un</strong>os religiosos han sido<br />

38


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

acreditados por el Gobierno francés para participar en las negociaciones<br />

de Nueva Caledonia.<br />

Conferencias<br />

6. LA ENSEÑANZA DEL HECHO RELIGIOSO<br />

EN LA ESCUELA<br />

Frecuentemente se trata del hecho religioso y de la perspectiva<br />

de su enseñanza en la escuela, perspectiva apoyada en<br />

Francia por el Informe al Gobierno del Sr. Régis Debray, de febrero<br />

de 2002. Preconiza el paso de <strong>un</strong>a laicidad de incompetencia<br />

a <strong>un</strong>a laicidad de inteligencia. Formula a propósito de su<br />

enseñanza en la escuela <strong>un</strong>as recomendaciones sobre los programas<br />

escolares, la formación de los profesores y los enfoques<br />

pedagógicos, diferenciando la catequesis y la cultura religiosa.<br />

La primera tiene como destinatarios a los creyentes en<br />

su inicio o en crecimiento espiritual. La seg<strong>un</strong>da ap<strong>un</strong>ta únicamente<br />

a <strong>un</strong>a aprensión del m<strong>un</strong>do cercano y de esa manera a<br />

<strong>un</strong>a comprensión neutral del hecho religioso.<br />

Sí conviene establecer <strong>un</strong>a distinción entre las ciencias de<br />

las religiones, que dif<strong>un</strong>den los conocimientos relativos al hecho<br />

religioso, y la teología, que fija la doctrina correspondiente<br />

al hecho religioso. Lo que está en juego en la enseñanza del<br />

hecho religioso, tal y como está enfocado en Francia, podría<br />

cubrir los tres aspectos siguientes:<br />

● En primer lugar, existe <strong>un</strong> interés por conocer las religiones<br />

que han formado al Occidente, con el fin de poder<br />

acceder al patrimonio y a la cultura de hoy en día<br />

que está prof<strong>un</strong>damente marcada por la aportación de<br />

las religiones y del cristianismo en particular. Se trata en<br />

gran parte de nuestra identidad cultural actual.<br />

39


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

¿Qué sería de los pueblos si perdieran la memoria?<br />

● Después, es necesario conocer las religiones que están<br />

presentes en el territorio nacional para contribuir a reforzar<br />

el vínculo social. No hay nada peor que la ignorancia<br />

del otro, de su cultura, de su religión, para generar<br />

el miedo, el rechazo y alg<strong>un</strong>as veces el conflicto. En<br />

la estructura social de Francia de hoy en día, no es posible<br />

ignorar los datos elementales referentes al cristianismo,<br />

el judaísmo, el islam.<br />

● Por fin, abordar la cuestión de religiones en <strong>un</strong>a enseñanza<br />

apropiada contribuirá también a la preg<strong>un</strong>ta del<br />

sentido de vivir j<strong>un</strong>tos. Cierto es que las religiones no<br />

tienen el monopolio del sentido, pero no se quedan sin<br />

aportar contribuciones notables en este ámbito. Entonces<br />

es razonable pensar que se hace <strong>un</strong> favor precioso<br />

a las generaciones presentes y futuras el no callar que<br />

es posible dar <strong>un</strong> sentido a su vida, y que, para hacerlo,<br />

la experiencia religiosa es <strong>un</strong> camino practicable.<br />

EN CONCLUSIÓN<br />

«La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong>».<br />

¿En definitiva, qué quiere decir?<br />

Reflexionar sobre esta preg<strong>un</strong>ta es <strong>un</strong>a forma de estar en línea<br />

con el llamamiento del concilio Vaticano II que nos invita a<br />

«escudriñar los signos de los tiempos y de interpretarlos a la luz del<br />

Evangelio para responder, de manera adaptada a cada generación,<br />

a las cuestiones eternas de los hombres sobre el sentido de la vida<br />

presente y futura y sobre sus relaciones recíprocas» (G.S. n.º 4).<br />

40


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

Las religiones, hoy en día, copan todos los medios de com<strong>un</strong>icación.<br />

Lo acabamos de vivir con la muerte del Papa Juan<br />

Pablo II y la elección de su sucesor Benedicto XVI, así como<br />

en las recientes Jornadas M<strong>un</strong>diales de la Juventud de Colonia.<br />

La Iglesia católica ha aparecido entonces como lo que es realmente:<br />

católica, es decir, <strong>un</strong>iversal, abierta a todos los pueblos,<br />

gracias al amor infinito de Dios manifestado en Jesucristo a<br />

nuestra humanidad.<br />

De ahí resultan para nosotros, miembros de la Iglesia católica,<br />

responsabilidades particulares, de las cuales dos me parecen<br />

capitales. Pienso especialmente en dos responsabilidades<br />

inseparables:<br />

● nuestra primera responsabilidad de católicos, en <strong>un</strong>a<br />

sociedad plural, compuesta por ciudadanos cuyas culturas<br />

y convicciones son tan diversas, nos impone ser<br />

abiertos a las preg<strong>un</strong>tas com<strong>un</strong>es que emanan de las finalidades<br />

de nuestra vida en común.<br />

— ¿Qué queremos realmente para nuestra sociedad?<br />

— ¿Por qué y cómo luchar en contra de todo lo que<br />

amenaza deshumanizarla?<br />

— ¿En nombre de qué afirmar y defender la dignidad<br />

de todo ser humano?<br />

Conferencias<br />

● nuestra seg<strong>un</strong>da responsabilidad implica que, cuanto<br />

más participamos en estas reflexiones com<strong>un</strong>es,<br />

más tenemos el deber de ser, en nuestra sociedad,<br />

hombres y mujeres que dan cuenta de su fe. Esto implica:<br />

— trabajar en la rectitud de la actitud cristiana, actitud<br />

únicamente basada en el Evangelio,<br />

41


Conferencias<br />

André Lacrampe<br />

— vivir la Iglesia en los lugares de encuentro y de diálogo,<br />

abriendo espacios donde se comparta la búsqueda<br />

de humanidad,<br />

— interpretar la fe cristiana hoy, preocuparnos por expresar<br />

la fe que recibimos de la Iglesia con palabras<br />

de vida que recibimos de los demás.<br />

El tesoro del Evangelio lo llevamos como lo indica el apóstol<br />

Pablo «en <strong>un</strong>as vasijas de barro para que esta fuerza tan extraordinaria<br />

sea de Dios y no nuestra» (2 Co 4,7).<br />

En el m<strong>un</strong>do actual, m<strong>un</strong>dializado o globalizado, se mezclan<br />

<strong>un</strong>a secularización y <strong>un</strong>a desregulación religiosa que nos obligan<br />

a desarrollar la creatividad.<br />

Todos debemos trabajar, para poder llevar a cabo las bases<br />

de la vida cristiana que respondan hoy a la misión que hemos<br />

recibido tanto los hombres como las mujeres, los jóvenes y los<br />

más mayores.<br />

En la sociedad plural francesa en régimen de laicidad,<br />

los f<strong>un</strong>damentos no pueden venir del poder público —Estado,<br />

Región, M<strong>un</strong>icipio—, sino de la única vitalidad de<br />

los componentes de la Iglesia, es decir, de la vitalidad espiritual<br />

de los católicos, en otros términos, de su relación con<br />

Dios, Padre, Hijo, Espíritu, lo que es el corazón de nuestra<br />

misión.<br />

En los demás países, en régimen concordatarios o no, las<br />

disposiciones jurídicas ofrecidas por el poder público, no son<br />

más que casillas a rellenar. La vitalidad de la Iglesia se encuentra<br />

también en la vitalidad de sus componentes, es decir, de<br />

sus católicos, cada <strong>un</strong>o en f<strong>un</strong>ción de su propia responsabilidad.<br />

Éste es el <strong>reto</strong> común para todos nosotros.<br />

42


La laicidad francesa y las religiones: <strong>un</strong> <strong>reto</strong><br />

En esta condición cristiana, vemos la urgencia y la exigencia<br />

de la misión expresada por Charles Péguy en estas palabras:<br />

«Depende de nosotros el que la esperanza se haga presente<br />

en este m<strong>un</strong>do».<br />

Conferencias<br />

43


LOS FUNDAMENTOS<br />

TEOLÓGICOS DE LA RELACIÓN<br />

IGLESIA–SOCIEDAD<br />

Conferencias<br />

SANTIAGO MADRIGAL TERRAZAS, S. J.<br />

Universidad Pontificia Comillas<br />

INTRODUCCIÓN. LAS DOS CABEZAS DEL<br />

ÁGUILA: DEVOTOS Y CIUDADANOS<br />

Esta exposición intenta responder a <strong>un</strong>a cuestión que estuvo<br />

en el corazón del Vaticano II y en la elaboración de la<br />

constitución pastoral, <strong>un</strong>a cuestión sempiterna que no ha perdido<br />

<strong>un</strong> ápice de actualidad: ¿qué significa desde la tradición de<br />

la fe bíblica la presencia cristiana en el m<strong>un</strong>do? Podemos ejemplificar<br />

esta actualidad permanente con la ayuda de J. J. Rousseau.<br />

El filósofo ilustrado habla en su Contrato social de «las<br />

dos cabezas del águila» para destacar que la Iglesia daría a los<br />

hombres «dos legislaciones, dos jefes, dos patrias, les somete a<br />

deberes contradictorios, y les impide ser a <strong>un</strong> tiempo devotos<br />

y ciudadanos». Como ciudadanos, los creyentes estaríamos impelidos<br />

—diríamos hoy— a cumplir nuestras tareas de participación<br />

en la vida social y política en medio de <strong>un</strong>a sociedad<br />

plural; como devotos, los creyentes sentimos presidida nuestra<br />

vida por <strong>un</strong> sistema de fe, que es <strong>un</strong>a opción personal guiada<br />

por ciertos lemas evangélicos que insisten y quieren mantener<br />

a su manera esa duplicidad: «Mi reino no es de este m<strong>un</strong>do»<br />

(Jn 18, 36); «No podéis servir a dos señores» (Mt 6, 24); ahí<br />

está también el mandato evangélico: «Dad al César lo que es<br />

45


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21). El filósofo<br />

ilustrado proponía «reducirlo todo a la <strong>un</strong>idad política, sin la<br />

cual n<strong>un</strong>ca se podrá constituir debidamente ni el Estado ni el<br />

Gobierno» (1). La solución roussea<strong>un</strong>iana acaba decapitando<br />

al águila y al cristiano, que ha leído en el evangelio de Juan la<br />

exhortación de Jesús «a estar en el m<strong>un</strong>do sin ser del m<strong>un</strong>do»<br />

(Jn 17, 11.16), y que Pablo formula de esta manera: «No<br />

os amoldéis al m<strong>un</strong>do presente» (Ro 12, 2). Aquella solución<br />

del filósofo le dejará prof<strong>un</strong>damente insatisfecho, sobre todo<br />

cuando repase en su corazón el imperativo que se le propone<br />

en otro lugar: «dad razón de vuestra esperanza a todo el<br />

que os la pida» (1 Pe 3, 15).<br />

En esta longitud de onda se situaba conscientemente el<br />

Concilio Vaticano II. Así lo ilustran, por ejemplo, las siguientes<br />

palabras de Pablo VI, pron<strong>un</strong>ciadas el 21 de noviembre de<br />

1964, con ocasión de la clausura del tercer período conciliar:<br />

Quisiéramos, finalmente, que la doctrina de la Iglesia irradiara<br />

también, con algún reflejo de atracción, al m<strong>un</strong>do profano<br />

en el que vive y del que está rodeada; la Iglesia debe ser<br />

el signo alzado en medio de los pueblos para ofrecer a todos<br />

la orientación de su camino hacia la verdad y la vida. Como<br />

todos pueden observar, la elaboración de esa doctrina, ateniéndose<br />

al rigor teológico que la justifica y la engrandece, no<br />

se olvida n<strong>un</strong>ca de la humanidad que se da cita en la Iglesia,<br />

o que constituye el ambiente histórico y social en que se desarrolla<br />

su misión. La Iglesia es para el m<strong>un</strong>do. La Iglesia no<br />

ambiciona otro poder terreno que el que la capacita para<br />

servir y amar a los hombres. La Iglesia santa, perfeccionando<br />

su pensamiento y su estructura, no trata de apartarse de la<br />

experiencia propia de los hombres de su tiempo, sino que<br />

(1) Cit. por H. DE LUBAC, Meditación sobre la Iglesia, Madrid 1980, 135.<br />

46


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

pretende de <strong>un</strong>a manera especial comprenderlos mejor,<br />

compartir mejor con ellos sus sufrimientos y sus buenas aspiraciones,<br />

confirmar el esfuerzo del hombre moderno hacia su<br />

prosperidad, su libertad y su paz (2).<br />

Conferencias<br />

En aquella sesión ya se había discutido el esquema sobre la<br />

Iglesia en el m<strong>un</strong>do de nuestro tiempo, que debía ser, en expresión<br />

del Papa Montini, «la corona de la obra del Concilio». El<br />

texto citado encierra todo <strong>un</strong> programa, <strong>un</strong>a declaración de intenciones,<br />

<strong>un</strong> lema: la Iglesia es para el m<strong>un</strong>do. Este m<strong>un</strong>do en el<br />

que la Iglesia vive es el m<strong>un</strong>do de las sociedades pluralistas, es el<br />

m<strong>un</strong>do donde el Estado con su autoridad tiene <strong>un</strong>a f<strong>un</strong>ción totalmente<br />

distinta de aquella que tenía en <strong>un</strong>a sociedad que<br />

era ideológicamente homogénea, es el m<strong>un</strong>do del cristianismo<br />

dividido en familias confesionales, es el m<strong>un</strong>do de las muchas<br />

culturas y religiones no cristianas, es el m<strong>un</strong>do globalizado<br />

—presentido en la Gaudium et spes— al que complementa la<br />

catolicidad más radical de la Iglesia, esa que va inscrita en el<br />

mandato misionero del Señor: Id al m<strong>un</strong>do entero y an<strong>un</strong>ciad el<br />

Evangelio.<br />

La Iglesia para el m<strong>un</strong>do es la fórmula abreviada que permite<br />

expresar el cambio de perspectiva incoado por el Concilio<br />

Vaticano II, sobre todo si se toma como p<strong>un</strong>to de referencia<br />

el Syllabus (de 1864), cuyo famoso número 80 rechaza globalmente<br />

el progreso y niega que el Romano Pontífice deba<br />

reconciliarse con el liberalismo y la cultura reciente (3).Tenien-<br />

(2) Cito estos textos pontificios, ahora y en adelante, según la versión<br />

castellana reproducida en: Vaticano II. Documentos conciliares completos (Biblioteca<br />

«Razón y Fe» de Teología), Madrid, 1967, 1.195. El texto completo<br />

del discurso en: AAS 56 (1964), 1.007-1.018.<br />

(3) Cf. J. M. ROVIRA, «Significación histórica del Vaticano II», en: C. FLORIS-<br />

TÁN-J. J.TAMAYO (eds.), El Vaticano II, veinte años después, Madrid, 1985, 17-46.<br />

47


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

do como trasfondo el 40º aniversario de la constitución pastoral<br />

Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, voy a señalar los<br />

principios teológicos que presiden esta forma de estar la Iglesia<br />

en la sociedad. Para ello, seguiré dos caminos: el primero,<br />

de tipo narrativo, recapitula los impulsos que han hecho nacer<br />

la cuarta constitución del Vaticano II; en este sentido, recurriré<br />

a las aportaciones de Juan XXIII y de Pablo VI. El seg<strong>un</strong>do camino,<br />

de naturaleza más sistemática, atiende al capítulo IV de<br />

la primera parte de Gaudium et spes, que ya desde su título<br />

asume la labor de explicar cuál es la tarea de la Iglesia en el<br />

m<strong>un</strong>do de hoy. Habrá que explicarlo por dentro. En <strong>un</strong> tercer<br />

y último momento, de conclusión, quisiera hacer <strong>un</strong>a evaluación<br />

de la solidez teológica de estos argumentos, a la luz de alg<strong>un</strong>as<br />

objeciones realizadas en el época conciliar, pero que a<br />

su vez siguen dejando abierto el interrogante acerca de la relación<br />

Iglesia-sociedad y que anida en la vieja preg<strong>un</strong>ta de Tertuliano,<br />

Quid ergo Athenis et Hierosolymis?: qué tiene que ver Jerusalén<br />

con Atenas. El icono de Jerusalén es la cruz, el icono<br />

que identifica a Atenas es el ágora. ¿Qué tiene que decir Jerusalén<br />

a Atenas?<br />

1. EL ESPÍRITU QUE ALENTÓ LA GESTACIÓN<br />

DE GAUDIUM ET SPES<br />

Se ha convertido en <strong>un</strong> tópico la afirmación de que la<br />

constitución pastoral era el documento no previsto al comienzo<br />

del Vaticano II, pero que expresa lo que verdaderamente<br />

Juan XXIII quería para su concilio, cuando le quiere imprimir el<br />

sesgo de <strong>un</strong> magisterio pastoral. Bien se puede decir, por otro<br />

lado, que es la obra propia del Concilio, en cuanto que la<br />

constitución pastoral se ha ido gestando a lo largo de sus cua-<br />

48


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

tro sesiones, sin que hubiera <strong>un</strong> esquema previamente definido.<br />

Al mismo tiempo, hay que decir que Pablo VI ha <strong>reto</strong>mado<br />

el testigo en la presidencia de la asamblea ecuménica y ha<br />

prolongado de forma consecuente esta tarea con todas sus<br />

consecuencias, contra viento y marea. Su discurso programático,<br />

al comienzo de la seg<strong>un</strong>da sesión, incluía expresamente el<br />

diálogo de la Iglesia con los hombres de nuestro tiempo como<br />

<strong>un</strong>o de los objetivos principales del Vaticano II.<br />

Conferencias<br />

1.1 Espíritu pastoral y aggiornamento: la identidad<br />

del Concilio<br />

La última constitución aprobada en el Vaticano II reasume<br />

y encarna aquel carácter «pastoral que Roncalli quiso imprimir<br />

a su Concilio y que, j<strong>un</strong>to al rasgo del aggiornamento,<br />

constituyen sus notas más características». Ya la constitución<br />

apostólica Humanae salutis, del 25 de diciembre de 1961,<br />

por la que se convocaba oficialmente el Concilio para el año<br />

siguiente, decía: «Se trata, en efecto, de poner en contacto<br />

con las energías vivificantes y perennes del Evangelio al m<strong>un</strong>do<br />

moderno». La contribución que la Iglesia quiere ofrecer al<br />

m<strong>un</strong>do a través del Concilio requiere saber distinguir «los<br />

signos de los tiempos» (Mt 16, 4). En el famoso radiomensaje<br />

del 11 de septiembre de 1962, justo <strong>un</strong> mes antes de la<br />

apertura del Concilio, volvemos a encontrar en estado de<br />

germen alg<strong>un</strong>os temas de la constitución pastoral: «La Iglesia<br />

desea ser buscada tal como ella es, en su estructura íntima,<br />

en su vitalidad ad intra, presentando a sus propios hijos, ante<br />

todo, los tesoros de fe esclarecedora y de gracia santificante.<br />

Pero queremos considerar también a la Iglesia en relación<br />

con su vitalidad ad extra». Y poco después p<strong>un</strong>tualizaba: «El<br />

49


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

m<strong>un</strong>do tiene necesidad de Cristo, y es la Iglesia quien tiene<br />

que transmitirle a Cristo al m<strong>un</strong>do. El m<strong>un</strong>do tiene sus problemas.<br />

Muchas veces busca con angustia <strong>un</strong>a solución (...)<br />

Estos problemas tan graves siempre han estado en el corazón<br />

de la Iglesia. Los ha hecho objeto de <strong>un</strong> estudio atento,<br />

y el concilio ecuménico podrá ofrecer, en <strong>un</strong> lenguaje claro,<br />

las soluciones que reclaman la dignidad del hombre y su vocación<br />

cristiana» (4).<br />

Para Juan XXIII el Concilio era <strong>un</strong>a oport<strong>un</strong>idad de aproximación<br />

y de encuentro entre Cristo y la entera humanidad.<br />

Hay que referirse, por ello, a la alocución inaugural del Vaticano<br />

II, Gaudet Mater Ecclesia, del 11 de octubre de 1962, donde<br />

el Papa insistía en que el objetivo del Concilio no era la<br />

discusión sobre determinados artículos de fe, sino la transmisión<br />

más adecuada de la fe. Establecía, en consecuencia, la distinción<br />

entre la sustancia de la fe, o depositum fidei, y la formulación<br />

de la que aquélla se reviste. De ahí deducía Juan XXIII<br />

la necesidad de <strong>un</strong> magisterio de carácter eminentemente<br />

pastoral. Gaudium et spes pondrá en obra la vol<strong>un</strong>tad y deseo<br />

papales de aquel discurso de apertura: que la doctrina mire y<br />

atienda a la vida y que la vida se articule conforme a la doctrina.<br />

Por otro lado, resulta que a la Iglesia no sólo le obliga<br />

<strong>un</strong>a mirada hacia el interior, para contemplar desde sí misma<br />

al m<strong>un</strong>do exterior que le rodea, sino que también le obliga<br />

<strong>un</strong>a perspectiva exterior, de modo que desde fuera mire su<br />

propio interior. Así las cosas, la cuarta constitución aprobada<br />

(4) Cf. R. TUCCI, «Introducción histórica y doctrinal a la constitución<br />

pastoral», en:Y. M.-J. CONGAR-M. PEUCHMAURD (dirs.), La Iglesia en el m<strong>un</strong>do<br />

de hoy. Constitución pastoral «Gaudium et spes», t. 2, Madrid, 1970, 37-41. La<br />

constitución apostólica «Humanae salutis» puede verse en: AAS 54 (1962),<br />

5-13.<br />

50


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

por el Vaticano II estaba llamada a recoger la intención pastoral<br />

querida por su artífice. De hecho, la única cita directa que<br />

de aquel discurso se registra en los documentos conciliares se<br />

halla en el número 62 de Gaudium et spes, cuando habla de<br />

los nuevos <strong>reto</strong>s que las adquisiciones científicas, filosóficas o<br />

históricas plantean a la investigación teológica. A los teólogos<br />

se les invita a buscar el modo más adecuado para com<strong>un</strong>icar<br />

la doctrina al hombre de hoy, «porque <strong>un</strong>a cosa es el depósito<br />

de la fe o de sus verdades y otra cosa el modo de en<strong>un</strong>ciarlas»<br />

(5).<br />

Es de sobra conocido que las conversaciones entre Juan<br />

XXIII y el cardenal Suenens, antes y durante el concilio, han<br />

sido decisivas para la clarificación de la agenda conciliar. El<br />

mensaje radiofónico aludido más arriba estuvo ya bajo el famoso<br />

binomio propuesto por Suenens y que tomará carta de<br />

ciudadanía en la estructura prof<strong>un</strong>da del Vaticano II: la Iglesia<br />

ad intra y la Iglesia ad extra. En la primavera de 1962, la «Nota<br />

sobre el Concilio», que el cardenal de Malinas presentó al<br />

Papa, estaba impregnada por la exigencia «pastoral» para que<br />

el Concilio fuera de veras «apostólico» (6). En este contexto<br />

se sitúa la memorable intervención del cardenal de Malinas en<br />

el aula conciliar, el 4 de diciembre de 1962, proponiendo <strong>un</strong><br />

plan estratégico para el Concilio en razón de la doble articulación<br />

de Iglesia hacia dentro e Iglesia hacia fuera. Era la misma<br />

clave presente en el radiomensaje de Juan XXIII, donde se insinúan,<br />

en germen, las dos grandes constituciones del Vaticano<br />

II: la constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, y la<br />

Conferencias<br />

(5) El texto de Gaudet Mater Ecclesia en: AAS 54 (1962), 785-795.<br />

(6) Véase: S. MADRIGAL, Vaticano II: remembranza y actualización. Esquemas<br />

para <strong>un</strong>a eclesiología, Santander 2002, 15-40: «El Concilio Vaticano II en<br />

las memorias del Cardenal Suenens».<br />

51


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

constitución pastoral, Gaudium et spes. En aquel plan la sección<br />

que se ocupaba de la Iglesia ad extra iba introducida con estas<br />

palabras del pasaje mateano: docentes eos servare quaecumque<br />

mandavi vobis (Mt 28, 20). El p<strong>un</strong>to de partida era <strong>un</strong><br />

amplio interrogante acerca de los problemas y las necesidades<br />

de los hombres en el m<strong>un</strong>do de hoy: ¿qué buscan los hombres?<br />

¿Qué tiene la Iglesia que aportar? Suenens sugería que el<br />

Concilio se centrara en estos cuatro campos: la sociedad familiar,<br />

la sociedad económica, la sociedad civil, la sociedad internacional.<br />

En cada <strong>un</strong>o de estos ámbitos detectaba problemas<br />

de gran calado: la moral conyugal y el control de la natalidad,<br />

el com<strong>un</strong>ismo ateo y la tragedia de los países subdesarrollados,<br />

las relaciones Iglesia-Estado y la libertad religiosa, la guerra<br />

y la paz internacional. De este modo la idea de la futura<br />

constitución Gaudium et spes entraba expresamente en el horizonte<br />

del Concilio y quedaban ap<strong>un</strong>tados los temas que iban<br />

a ser desarrollados en la seg<strong>un</strong>da parte de la Constitución<br />

pastoral.<br />

En otras palabras: Juan XXIII ha querido colocar al Concilio<br />

en la perspectiva de <strong>un</strong>a respuesta cristiana a las exigencias<br />

de <strong>un</strong>a humanidad que experimenta <strong>un</strong>a transformación prof<strong>un</strong>da<br />

y global. El principio del aggiornamento constituye la<br />

orientación sintética que el Concilio debía marcar para la Iglesia.<br />

Según la autorizada opinión de G. Alberigo, no se trata tanto<br />

de <strong>un</strong>a reforma institucional o de <strong>un</strong>a modificación de la<br />

doctrina, cuanto de <strong>un</strong>a inmersión y prof<strong>un</strong>dización en la tradición,<br />

con el objetivo de conseguir <strong>un</strong> rejuvenecimiento de la<br />

vida cristiana y de la Iglesia: «<strong>un</strong>a fórmula que estaba destinada<br />

a permitir la conjugación de la tradición y de la renovación<br />

profética; la lectura de los “signos de los tiempos” debía entrar<br />

en sinergia recíproca con el testimonio del an<strong>un</strong>cio del Evan-<br />

52


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

gelio» (7). Lo más específico del concilio pastoral será aceptar<br />

el inquietante <strong>reto</strong> de <strong>un</strong>a confrontación de la realidad humana<br />

con la Palabra de Dios en el escenario del misterio de la<br />

historia.<br />

Conferencias<br />

1.2 La marcha del Concilio hacia la caridad:<br />

amor a Dios, amor a la Iglesia, amor al género<br />

humano<br />

El discurso programático con el que Pablo VI abrió la seg<strong>un</strong>da<br />

sesión del Vaticano II, el 29 de septiembre de 1963, incluía<br />

<strong>un</strong> homenaje a la memoria de su predecesor. Por ello,<br />

hizo resonar alg<strong>un</strong>os fragmentos de Gaudet Mater Ecclesia<br />

acerca del propósito pastoral del Concilio: «nuestra obra no<br />

mira como fin primario a que se discuta de alg<strong>un</strong>os p<strong>un</strong>tos<br />

importantes de la doctrina eclesiástica, sino más bien a que se<br />

investigue y exponga de la manera que requiere nuestro tiempo».<br />

De ahí surgía el imperativo antes citado: «hay que introducir<br />

las formas que más se adapten al magisterio, cuya índole<br />

es ante todo pastoral». En la parte central de aquel discurso<br />

expresó los cuatro fines principales del Concilio: «la noción<br />

o, si se prefiere, la conciencia de la Iglesia, su renovación, la<br />

re<strong>un</strong>ificación de todos los cristianos, y el diálogo de la Iglesia<br />

con los hombres del nuestro tiempo» (8). Es esta última tarea<br />

la que aquí y ahora nos interesa; las pautas trazadas por Montini<br />

nos suministran importantes f<strong>un</strong>damentos de la relación<br />

(7) Cf. G. ALBERIGO, «Vatican II et son héritage», en: M. LAMBERIGTS - L. KE-<br />

NIS, Vatican II ans its Legacy, Lovaina, 2002, 1-24; aquí: p. 6.<br />

(8) Vaticano II. Documentos conciliares, 1154. El texto puede verse en:<br />

AAS 55 (1963), 841-859.<br />

53


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

Iglesia-sociedad, de ese intento del Concilio para tender <strong>un</strong><br />

puente al m<strong>un</strong>do actual:<br />

Mientras la Iglesia, intensificando su vitalidad interna por<br />

obra del Espíritu Santo, se diferencia y separa de la sociedad<br />

profana circ<strong>un</strong>dante, al mismo tiempo aparece como fermento<br />

vivificador e instrumento de salvación de esa misma sociedad<br />

humana, descubriendo y reafirmando su vocación misionera, su<br />

destino y legado esencial de an<strong>un</strong>ciar el Evangelio con ardiente<br />

entusiasmo a toda la humanidad sin discriminación alg<strong>un</strong>a (9).<br />

Aquí aparecen pergeñados los elementos f<strong>un</strong>damentales de<br />

la orientación de la Iglesia al m<strong>un</strong>do: la condición sacramental<br />

de la Iglesia y su irren<strong>un</strong>ciable vocación misionera y de evangelización<br />

de la humanidad. Como veremos, sobre estas dos claves<br />

está construido también el capítulo IV de la constitución<br />

pastoral (GS 40-45). Pablo VI recuerda cómo esta orientación<br />

ya se había plasmado en <strong>un</strong> gesto conciliar original y admirable<br />

que lleva fecha del 20 de octubre de 1962. Se trata del Mensaje<br />

enviado por los Padres a todos los hombres, nada más comenzado<br />

el Vaticano II. Merece la pena detenerse <strong>un</strong> momento en<br />

ese texto que, desde su brevedad, nos ofrece los f<strong>un</strong>damentos<br />

bíblicos, y por ende, más radicales de esa orientación de la Iglesia<br />

al m<strong>un</strong>do, que es <strong>un</strong>a teología breve de la caridad (10).<br />

Varios textos de la escritura guiaban aquellas reflexiones:<br />

por <strong>un</strong> lado, es la caridad de Cristo que nos apremia (2 Cor 5,<br />

14), y ello afecta a todo lo que tiene que ver con la dignidad<br />

(9) Ibíd., 1160. Véase: G. COTTIER, «Intervention de Paul VI dans l’élaboration<br />

de Gaudium et spes», en Paolo VI e il Rapporto Chiesa-mondo al<br />

Concilio. Colloquio internazionale di Studio (Roma, 22-24 settembre, 1989),<br />

Brescia 1991, 14-31.<br />

(10) Ibíd., 1136-1139; AAS 54 (1962), 822-824.<br />

54


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

humana, pues, quien viendo a su hermano pasar necesidad le cierra<br />

sus entrañas, ¿cómo mora en él la caridad de Dios? (1 Jn 3,<br />

17). Aquella apelación a la caridad se h<strong>un</strong>día en el misterio del<br />

Dios <strong>un</strong>o y trino: «creemos —decía aquel mensaje— que el<br />

Padre amó tanto al m<strong>un</strong>do que para salvarlo entregó a su<br />

propio Hijo y que por medio de este mismo Hijo suyo nos liberó<br />

de la servidumbre del pecado reconciliando por medio de<br />

Él todas las cosas consigo, pacificándolas por la sangre de su cruz<br />

(Col 1, 20) hasta el p<strong>un</strong>to que nos llamamos y somos hijos de<br />

Dios. El Padre, además, nos da el Espíritu Santo, para que, viviendo<br />

la vida de Dios, amemos a Dios y a nuestros hermanos,<br />

con quienes somos <strong>un</strong>a sola cosa en Cristo». Dos aspectos<br />

muy conc<strong>reto</strong>s, recordando la encíclica Mater et Magistra<br />

del Papa Bueno, espoleaban aquellas consideraciones: la paz<br />

entre los pueblos y la justicia social. En este compromiso en<br />

los trabajos terrenos el modelo y el ejemplo del Maestro es<br />

determinante: no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28).<br />

Esta actitud de Iglesia servidora es como <strong>un</strong>a línea transversal<br />

que recorre la constitución pastoral (cf. GS 3).<br />

Pablo VI proclamaba que la nota característica de este<br />

Concilio, bebiendo de la caridad <strong>un</strong>iversal de Cristo, es la caridad<br />

amplia y apasionada, el servicio, no la vol<strong>un</strong>tad de dominio;<br />

de ahí dimanaba <strong>un</strong>a actitud de simpatía hacia nuestro<br />

m<strong>un</strong>do: porque no envió Dios a su Hijo al m<strong>un</strong>do para juzgar al<br />

m<strong>un</strong>do, sino para que el m<strong>un</strong>do se salve por Él (Jn 3, 17). La mirada<br />

del Concilio se extiende a toda la humanidad y la Iglesia<br />

quiere lanzar su grito de esperanza, consciente de que Dios<br />

quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento<br />

de la verdad (1 Tim 2, 4).<br />

La constitución pastoral del Concilio Vaticano II recibe su<br />

forma definitiva y aprobación en el cuarto periodo de sesio-<br />

Conferencias<br />

55


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

nes. En el discurso de inauguración, del 14 de septiembre de<br />

1965, Montini expresó varias veces, enfáticamente, su alegría<br />

hacia la asamblea cuando entraba en su fase final: ¡Gran cosa<br />

es ciertamente este Concilio! Ahí <strong>reto</strong>mó aquella teología de<br />

la caridad a la que acabamos de aludir, al tiempo que le indicaba<br />

al Concilio el sentido de sus trabajos: «Esta marcha progresiva<br />

de la caridad debe ser la nota característica de esta última<br />

parte de nuestro Sínodo Ecuménico. Es preciso que nos<br />

esforcemos cuanto podamos por que en nosotros se complete<br />

este proceso de la caridad». El Papa deseaba imprimir al<br />

Concilio Vaticano II «el carácter de <strong>un</strong> acto de caridad: de <strong>un</strong><br />

acto de caridad intensa y triple: hacia Dios, hacia la Iglesia, hacia<br />

el género humano» (11).<br />

La convocatoria del Concilio, vista al cabo del tiempo<br />

transcurrido, ha despertado la necesidad y la obligación de<br />

confesar públicamente nuestra fe, de celebrar las alabanzas de<br />

Dios, de adherirnos enteramente a Cristo, de an<strong>un</strong>ciar al m<strong>un</strong>do<br />

el misterio de la revelación y de la redención. Todo ello<br />

nace del amor a Dios: hemos creído en la caridad que Dios nos<br />

tiene (1 Jn 4, 16). El Concilio nos ha enseñado que la Iglesia es<br />

<strong>un</strong>a sociedad que se apoya en la <strong>un</strong>idad de la fe y en la <strong>un</strong>iversalidad<br />

del amor, nos ha enseñado que no estamos solos,<br />

sino que somos el pueblo de Dios. He aquí otra forma de la<br />

caridad: la Iglesia, mientras se celebraba el Concilio, amaba con<br />

espíritu misional y con espíritu ecuménico. El amor que proviene<br />

de Dios enseña a la Iglesia a buscar la <strong>un</strong>iversalidad, a<br />

proclamar ante todos los hombres, de cualquier raza y cultura,<br />

esa <strong>un</strong>iversalidad del amor: decir la verdad en la caridad<br />

(Ef 4, 15). Esta obligación ante todo el género humano arran-<br />

(11) Vaticano II. Documentos conciliares, 1204; el discurso en AAS 57<br />

(1965), 794-805.<br />

56


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

ca de <strong>un</strong> compromiso adquirido en el que se expresa con todas<br />

sus consecuencias el precepto de la caridad: la caridad de<br />

Cristo nos apremia (2 Cor 5, 14).<br />

Pablo VI comentaba aquellos textos bíblicos: la Iglesia no es<br />

<strong>un</strong> fin en sí misma, sino que está al servicio de todos los hombres.<br />

Su tarea específica y su misión es la de hacer a Cristo<br />

presente a todos y cada <strong>un</strong>o de los hombres y de los pueblos.<br />

La Iglesia, a través de los trabajos conciliares, se ha hecho más<br />

consciente de su naturaleza íntima y de su misión: ¿qué otra<br />

cosa puede hacer la Iglesia, qué otra cosa podemos hacer nosotros<br />

sino contemplar el m<strong>un</strong>do y amar al m<strong>un</strong>do? Dios ha<br />

amado al m<strong>un</strong>do y la Iglesia proclama el vínculo del amor. Esta<br />

teología de la caridad encontró su plasmación en la visita y en<br />

el discurso que Pablo VI pron<strong>un</strong>ció ante la Asamblea General<br />

de las Naciones Unidas, el 4 de octubre de 1965. En sus palabras<br />

finales se encuentran ecos de los análisis que de la sociedad<br />

moderna hizo la constitución pastoral y la justifica en sus<br />

pretensiones de colaborar en la construcción de <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do<br />

más justo y más humano: «N<strong>un</strong>ca como hoy, en <strong>un</strong>a época de<br />

tanto progreso humano, ha sido tan necesaria la llamada a la<br />

conciencia moral del hombre. Porque el peligro no viene ni<br />

del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, antes podrán<br />

resolver <strong>un</strong> gran número de graves problemas que acometen<br />

a la humanidad. El verdadero peligro está en el hombre, que<br />

dispone de instrumentos cada vez más poderosos, aptos lo<br />

mismo para la ruina que para la más elevadas conquistas»<br />

(12). Pablo VI, que había hablado sin alardes de <strong>un</strong>a Iglesia «experta<br />

en humanidad», consideraba que había llegado la hora<br />

de repensar en común nuestro origen humano, nuestra histo-<br />

Conferencias<br />

(12) Ibíd., 1224. El texto en AAS 57 (1965), 877-885.<br />

57


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

ria, nuestro destino, a la luz del texto paulino: vestíos del hombre<br />

nuevo creado según Dios en justicia y santidad verdaderas (Ef<br />

4, 23). No es, pues, de extrañar que la constitución pastoral sitúe<br />

<strong>un</strong>a reflexión antropológica, a la luz del misterio de Cristo,<br />

como puente, principio y f<strong>un</strong>damento, para establecer el diálogo<br />

con el m<strong>un</strong>do de hoy.<br />

A su regreso de los Estados Unidos, com<strong>un</strong>icando sus impresiones,<br />

les recordaba a los padres conciliares la obligación<br />

de colaborar al establecimiento de la paz civil y de <strong>un</strong>a caridad<br />

verdadera y actual, justamente cuando estaban trabajando en<br />

la clarificación de las relaciones entre la Iglesia y el m<strong>un</strong>do actual.<br />

Al concluir el Concilio, subrayaba que <strong>un</strong>a característica<br />

propia del Vaticano II, dentro de su intención primordialmente<br />

religiosa, había sido su vivo interés por el estudio del m<strong>un</strong>do<br />

moderno. El Concilio ha tenido lugar en <strong>un</strong> tiempo en el que<br />

el olvido de Dios se hace habitual, en el que la persona humana<br />

se pron<strong>un</strong>cia a favor de su autonomía más absoluta, en el<br />

que el laicismo parece la consecuencia lógica del pensamiento<br />

moderno. En definitiva: <strong>un</strong> tiempo más orientado hacia la conquista<br />

de la tierra que del reino de los cielos. Ello realza este<br />

interés vivo por el m<strong>un</strong>do moderno. En distintos tonos recapitulaba<br />

Pablo VI esta actitud, el 7 de diciembre de 1965, próxima<br />

ya la clausura del Vaticano II:<br />

58<br />

Tal vez n<strong>un</strong>ca como en esta ocasión ha sentido la Iglesia<br />

la necesidad de conocer, de acercarse, de comprender, de penetrar,<br />

de servir, de evangelizar a la sociedad que la rodea; de<br />

acogerla, casi de acompañarla en su rápido y continuo cambio.<br />

(...) La religión, es decir, el culto del Dios que se ha querido<br />

hacer hombre, se ha encontrado con la religión del<br />

hombre que se quiere hacer Dios. ¿Qué ha sucedido? ¿Un<br />

choque, <strong>un</strong>a lucha, <strong>un</strong> anatema? Podía haber sido así, pero no


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

lo ha sido. La antigua historia del Samaritano ha sido la pauta<br />

de la espiritualidad del Concilio (13).<br />

Conferencias<br />

Reconocía, por otro lado, que el Concilio había adoptado<br />

muy a conciencia <strong>un</strong>a postura optimista, de afecto, de admiración<br />

hacia el m<strong>un</strong>do moderno; en vez de fustigar a la cultura<br />

contemporánea con diagnósticos deprimentes y presagios f<strong>un</strong>estos,<br />

ha querido proponer remedios alentadores y mensajes<br />

de esperanza. Ha querido reconocer sus valores, y la orientación<br />

de su doctrina, que ha adoptado la forma de la caridad<br />

pastoral, se vuelca en esa dirección que declara a la Iglesia servidora<br />

de la humanidad.<br />

1.3 A modo de recapitulación<br />

En el arranque de estas reflexiones, así como en la misma<br />

génesis de la constitución pastoral, se halla la vitalidad de la Iglesia<br />

ad extra, según el plan de conj<strong>un</strong>to sugerido por el cardenal<br />

Suenens y asumido por Juan XXIII en su mensaje radiofónico<br />

del 11 de septiembre de 1962. El Papa deseaba poner al Concilio<br />

en continuidad con la orden del Señor: Id, pues, y haced discípulos<br />

a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y<br />

del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar cuanto yo<br />

os he mandado (Mt 28, 19-20). Esta exhortación del Maestro<br />

sostiene la misión evangelizadora de la Iglesia.Y es que, a decir<br />

verdad, la primera tarea de la Iglesia con respecto a la sociedad<br />

en la que vive es la de buscar su conversión al Evangelio: es la<br />

misión (y las misiones), mediante la cual los seres humanos son<br />

invitados a incorporarse al pueblo de Dios (cf. LG 17).<br />

(13) Ibíd., 1245.1246.1247; el texto completo en AAS 58 (1966), 51-59.<br />

59


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

Pablo VI le marcó al Concilio esta misma consigna: la<br />

Iglesia es para el m<strong>un</strong>do. Sus discursos permiten destilar las<br />

claves sobre las que pivota la apertura de la Iglesia al m<strong>un</strong>do:<br />

la Iglesia que toma conciencia de sí misma por obra del<br />

Espíritu Santo, se sabe en la diferencia y en la separación<br />

frente a la sociedad profana circ<strong>un</strong>dante, pero al mismo<br />

tiempo se percibe como fermento vivificador e instrumento<br />

de salvación de esa misma sociedad humana; desde su<br />

vitalidad ad intra descubre y reafirma su vocación misionera,<br />

su destino y legado esencial de an<strong>un</strong>ciar el Evangelio con<br />

renovado entusiasmo a toda la humanidad sin discriminación<br />

alg<strong>un</strong>a.<br />

Vamos a ver seguidamente el modo preciso de esta apertura<br />

de la Iglesia al m<strong>un</strong>do, tal y como está registrado en el capítulo<br />

IV de la primera parte de Gaudium et spes. Un buen conocedor<br />

del Vaticano II, el dominico Chenu, ha escrito que ese<br />

capítulo es la «clave» para entender la constitución pastoral.<br />

Su supresión hubiera significado hacer caducar todo el esquema<br />

XIII. Es significativo que dicho capítulo lleva el mismo título<br />

que el conj<strong>un</strong>to de la Constitucón; sólo que se le añade la<br />

palabra m<strong>un</strong>us, que alude a la tarea, a la misión de la Iglesia;<br />

este capítulo «por encima de las razones de conveniencia u<br />

oport<strong>un</strong>idad, determina la razón prof<strong>un</strong>da, consubstancial, de<br />

la relación del pueblo de Dios y del género humano» (14).<br />

Este capítulo presupone toda <strong>un</strong>a visión renovada de la encarnación<br />

de Cristo en su dimensión total, <strong>un</strong>a recapitulación de<br />

la historia de la salvación.<br />

(14) M. D. CHENU, «Misión de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do contemporáneo»,<br />

en: G. BARAÚNA (dir.), La Iglesia en el m<strong>un</strong>do de hoy, Madrid, 1967,<br />

379-399.<br />

60


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

2. LA APERTURA DE LA IGLESIA AL MUNDO:<br />

PRINCIPIOS TEOLÓGICOS<br />

Entramos, por tanto, en ese momento sistemático al<br />

que aludía en la presentación de estas reflexiones. La primera<br />

parte, de carácter narrativo, nos ha permitido dos cosas:<br />

por <strong>un</strong> lado, recoger el espíritu que Juan XXIII y Pablo<br />

VI quisieron insuflarle, y que se deja sintetizar en <strong>un</strong>a fórmula<br />

bien sencilla, caridad pastoral: teología de la caridad<br />

(Pablo VI) y magisterio pastoral (Juan XXIII); y por otro, hemos<br />

anticipado los elementos o contenidos esenciales de la<br />

constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el<br />

m<strong>un</strong>do de hoy. Este texto es el documento más largo elaborado<br />

por el Concilio; en realidad, su estructura se puede<br />

describir de <strong>un</strong>a manera muy clara después del recorrido<br />

que hemos hecho: este documento, que se abre con <strong>un</strong><br />

proemio, donde se recoge esa intención de apertura y de<br />

diálogo, de servicio y de solidaridad con la familia humana<br />

(GS 1-3), presenta <strong>un</strong>a introducción en la que se quiere reflejar<br />

la situación histórica del presente al hilo de los «signos<br />

de los tiempos» (GS 4-10); sobre este presupuesto<br />

ofrece <strong>un</strong>a suma de antropología cristiana (primera parte<br />

de GS, nn. 11-39) que, a partir de <strong>un</strong>a sección transitoria,<br />

donde reflexiona sobre la tarea de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do<br />

de hoy (GS 40-45), da paso a <strong>un</strong>a exposición de los problemas<br />

centrales del m<strong>un</strong>do actual desde el ethos cristiano (seg<strong>un</strong>da<br />

parte de GS). Por tanto, entre estos dos grandes bloques<br />

—antropología cristológica y problemas actuales más<br />

urgentes— se sitúa la parte que para nosotros resulta central<br />

y decisiva: sobre la misión de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do de<br />

hoy. No voy a describir su contenido, sino que voy a presentar<br />

—conforme al objeto formal de esta ponencia— los<br />

Conferencias<br />

61


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

presupuestos teológicos y los principios doctrinales de esta<br />

apertura de la Iglesia al m<strong>un</strong>do (15).<br />

Los principios f<strong>un</strong>damentales que desarrollaré sumariamente<br />

son los siguientes: (a) el reconocimiento de la relación<br />

interna entre fe e historia, de donde (b) deriva el carácter<br />

condicionado y contextual de la misión evangelizadora de la<br />

Iglesia conforme a la orientación de los signos de los tiempos;<br />

c) el presupuesto del diálogo de la Iglesia con esta sociedad<br />

nuestra es <strong>un</strong>a visión del hombre de naturaleza cristológica;<br />

d) <strong>un</strong>a visión y noción sacramental de la Iglesia.<br />

2.1 Fe e historia: la Iglesia en el m<strong>un</strong>do de hoy<br />

La expresión «historia de la salvación», que recibió su espaldarazo<br />

en el Concilio Vaticano II, viene a reflejar la dimensión<br />

histórica de la revelación de Dios. Porque la relación entre<br />

Dios y la humanidad se inscribe en el horizonte de la historia.<br />

Es el emblema y el eje de <strong>un</strong>a teología concreta e histórica.<br />

Esta orientación ha ayudado a superar la teología neoescolástica,<br />

es decir, esa ambiciosa pretensión de establecer las<br />

bases para <strong>un</strong>a teología <strong>un</strong>itaria que fuera atemporal y normativa<br />

para la Iglesia <strong>un</strong>iversal. Nótese que el título de la constitución<br />

pastoral y el título del capítulo IV no hablan de la relación<br />

entre la Iglesia y el m<strong>un</strong>do, sino de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do.<br />

Tiene, pues, ante sí la Iglesia al m<strong>un</strong>do, esto es, la entera<br />

familia humana con el conj<strong>un</strong>to <strong>un</strong>iversal de las realidades en-<br />

(15) Véase S. MADRIGAL, «Las relaciones Iglesia-m<strong>un</strong>do según el Concilio<br />

Vaticano II», en: G. URÍBARRI (ed.), Teología y nueva evangelización, Bilbao-<br />

Madrid, 2005, 13-95.<br />

62


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

tre las que ésta vive; el m<strong>un</strong>do, teatro de la historia del género<br />

humano, con sus afanes, fracasos y victorias; el m<strong>un</strong>do, que<br />

los cristianos creen f<strong>un</strong>dado y conservado por el amor del<br />

Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado<br />

por Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del<br />

demonio, para que el m<strong>un</strong>do se transforme según el propósito<br />

divino y llegue a su consumación (GS 2).<br />

Conferencias<br />

Esta historicidad de la fe cristiana es <strong>un</strong>a idea-clave de la<br />

alocución Gaudet Mater Ecclesia y ha dejado impresa <strong>un</strong>a huella<br />

prof<strong>un</strong>da e imborrable en la constitución pastoral. Juan<br />

XXIII subrayó el significado histórico del cristianismo (16). El<br />

eco de esta convicción resuena en el arranque de la constitución<br />

pastoral: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias<br />

de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los<br />

pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas,<br />

tristezas y angustias de los discípulos del Cristo. La Iglesia se<br />

siente por ello íntima y realmente solidaria del género humano<br />

y de su historia» (GS 1).<br />

Esta solidaridad de la Iglesia con la humanidad ha quedado<br />

expresada en el proemio de la constitución en dos conceptos:<br />

diálogo y cooperación. Los grandes avances del género humano,<br />

como resultado de sus conquistas, de sus descubrimientos, no<br />

han dado solución a los problemas verdaderamente humanos,<br />

sino que las grandes preg<strong>un</strong>tas sobre el sentido de la existencia<br />

y sobre el sentido absoluto de la humanidad siguen abiertas.<br />

El Concilio proclama su vol<strong>un</strong>tad de entrar en <strong>un</strong> diálogo<br />

sincero con la humanidad acerca de esas tres cuestiones, que<br />

(16) Sobre el influjo de Gaudet Mater Ecclesia en la Constitución pastoral,<br />

véase: V. BOTELLA, El Vaticano II ante el <strong>reto</strong> del tercer milenio. Hermenéutica<br />

y teología, Salamanca-Madrid, 1999, pp. 197-218.<br />

63


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

se abordan sucesivamente en la primera parte: sobre la dignidad<br />

humana, sobre la com<strong>un</strong>idad humana, sobre la actividad<br />

humana. Tal es la mayor prueba de «solidaridad, respeto y<br />

amor hacia la familia humana». La oferta de diálogo y cooperación<br />

pone a la Iglesia en la misma actitud de servicio de su<br />

F<strong>un</strong>dador: «(El Concilio) ofrece —dice en su número 3— al<br />

género humano la sincera cooperación de la Iglesia para lograr<br />

la fraternidad <strong>un</strong>iversal que responda a esta vocación. No se<br />

mueve la Iglesia por ambición terrena alg<strong>un</strong>a. Sólo pretende<br />

<strong>un</strong>a cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra del mismo<br />

Cristo, que vino al m<strong>un</strong>do para dar testimonio de la verdad,<br />

para salvar y no para juzgar, para servir, no para ser servido».<br />

2.2 La misión evangelizadora de la Iglesia:<br />

atención a los signos de los tiempos<br />

La eclesiología de la misión depende de <strong>un</strong>a cristología de<br />

la misión. Un criterio muy claro de la apertura de la Iglesia al<br />

m<strong>un</strong>do deriva de la forma específica en la que el Dios trinitario<br />

se ha abierto al m<strong>un</strong>do: la apertura del Dios al m<strong>un</strong>do, en<br />

Cristo, se realiza en la forma del envío (missio), con el fin de<br />

penetrarlo todo con su amor. Por consiguiente, la apertura<br />

eclesial al m<strong>un</strong>do es continuación de ese envío o misión y gesto<br />

del amor desinteresado como el amor de Dios que se derrama<br />

a<strong>un</strong>que quede sin respuesta (17). Pablo VI había hablado<br />

del Concilio como <strong>un</strong> acto de amor. La Gaudium et spes es<br />

(17) En torno al tema de la misión ofrece <strong>un</strong>a excelente síntesis de<br />

los contenidos doctrinales del Concilio J. RATZINGER en su trabajo: «Declaraciones<br />

conciliares acerca de las misiones, fuera del Dec<strong>reto</strong> sobre la actividad<br />

misionera de la Iglesia», en: El nuevo pueblo de Dios, Barcelona, 1972,<br />

417-446.<br />

64


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

exponente de <strong>un</strong> modo de apertura a los interrogantes de la<br />

humanidad entera.Toda la sección introductoria no hace sino<br />

ofrecer <strong>un</strong> visión de la «situación del hombre en el m<strong>un</strong>do de<br />

hoy» (GS 4-10).<br />

Conferencias<br />

Para cumplir su misión, es deber permanente de la Iglesia<br />

escrutar a fondo los signos de los tiempos de la época e interpretarlos<br />

a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose<br />

a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes<br />

interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la<br />

vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación<br />

entre ambas. Es necesario, por ello, conocer y comprender el<br />

m<strong>un</strong>do en que vivimos… (GS 4).<br />

Si la misión es la actualización y la traducción del designio<br />

salvífico a <strong>un</strong>a determinada situación histórica, es ineludible<br />

solventar <strong>un</strong>a preg<strong>un</strong>ta irrefrenable: ¿cómo aprehender esta situación<br />

en <strong>un</strong>a historia siempre nueva y cambiante? La óptica<br />

pastoral de Gaudium et spes reclama, como correlato metodológico,<br />

<strong>un</strong>a interpretación teológica de la historia contemporánea<br />

a partir de <strong>un</strong>a lectura de los signos de los tiempos. La<br />

expresión, que tiene <strong>un</strong>a raíz evangélica (cf. Mt 16, 4), fue utilizada<br />

por Juan XXIII en la constitución Humanae salutis<br />

(1961) y en la encíclica Pacem in terris (11 de abril de 1963).<br />

Como método teológico y pastoral ha sido prof<strong>un</strong>dizado por<br />

Pablo VI en Ecclesiam suam (1964). El desarrollo y articulación<br />

en Gaudium et spes encuentra <strong>un</strong>a prolongación en la carta<br />

apostólica Octogesima adveniens (1971) (18). Ahora bien, sin<br />

(18) Pueden verse los estudios relativos a esta categoría en los textos<br />

conciliares de F. HOUTART, «Los aspectos sociológicos de los “signos de<br />

los tiempos”», en: CONGAR-PEUCHMAURD, o. c. t. II, 211-251; M. -D. CHENU,<br />

«Los signos de los tiempos. Reflexión teológica», en ibíd., 253-278. CL.<br />

65


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

salir de la Constitución pastoral, las mejores indicaciones sobre<br />

el significado de la categoría «signo de los tiempos» se encuentran<br />

en GS 11, donde se habla del «discernir los signos<br />

verdaderos de la presencia o de los planes de Dios», «en medio<br />

de los acontecimientos, exigencias y deseos». Esta metodología<br />

consiste en <strong>un</strong>a lectura atenta de la realidad y del dinamismo<br />

histórico. Arranca, pues, de <strong>un</strong> primer momento inductivo<br />

que exige <strong>un</strong> conocimiento riguroso de la realidad. Seguidamente,<br />

los resultados de ese primer momento han de<br />

ser confrontados con el Evangelio y con la praxis de Jesucristo,<br />

que f<strong>un</strong>cionan como instancias críticas. Este momento interpretativo<br />

del método se encaminará a discernir lo verdadero<br />

y lo falso de la realidad histórica examinada. Finalmente, el<br />

método entra en <strong>un</strong>a fase de actuación. Es el momento práctico<br />

que establecerá <strong>un</strong>a estrategia de actuación evangelizadora.<br />

Sujeto de dicho discernimiento es el pueblo de Dios, movido<br />

por la fe, guiado por el Espíritu del Señor, «pues la fe lo<br />

ilumina todo con <strong>un</strong>a nueva luz y manifiesta el divino propósito<br />

sobre la vocación integral del hombre, y por eso dirige la<br />

inteligencia hacia soluciones plenamente humanas».<br />

La situación de esta humanidad está entretejida de dramáticos<br />

contrastes: el esplendor y la ab<strong>un</strong>dancia económica se<br />

topan con el hambre y la miseria que afligen a <strong>un</strong>a parte grandísima<br />

de la humanidad; el avance cultural colisiona con el in-<br />

BOFF, Segni dei tempi, Roma, 1983. En la bibliografía reciente: R. FISICHELLA,<br />

«Signos de los tiempos», en: R. LATOURELLE, R. FISICHELLA, S. PIÉ, Diccionario de<br />

Teología F<strong>un</strong>damental, Madrid, 1992, 1360-1368. M. GELABERT, Revelación, signos<br />

de los tiempos y magisterio de la Iglesia. Teología espiritual 34 (1990),<br />

231-255; X. QUINZÁ, Los signos de los tiempos como tópico teológico: Estudios<br />

Eclesiásticos 65 (1990), 457-468; R. BERZOSA, Una nueva articulación de<br />

los «lugares teológicos» en la teología conciliar y postconciliar. Burgense 34<br />

(1993), 96-110.<br />

66


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

contable número de analfabetos; el sentido de libertad topa<br />

con la emergencia de nuevas formas de esclavitud social y psicológica;<br />

las corrientes de solidaridad <strong>un</strong>iversal se ven contrarrestadas<br />

por fuerzas antagónicas de signo racial, político, económico,<br />

ideológico, etc. La prof<strong>un</strong>da transformación de las<br />

condiciones de vida y los cambios progresivos que afectan globalmente<br />

a la humanidad dejan sin solucionar las más hondas<br />

inquietudes del ser humano que se preg<strong>un</strong>ta por la evolución<br />

actual del m<strong>un</strong>do. Conviene no olvidar que el análisis corresponde<br />

a los años sesenta y, como ya se indicó en fechas próximas<br />

a la clausura del Concilio, su perspectiva es demasiado<br />

occidental, del primer m<strong>un</strong>do, y demasiado optimista, copartícipe<br />

de <strong>un</strong>a cierta euforia del progreso técnico.<br />

Conferencias<br />

La mentalidad científica y técnica, marcada por la revolución<br />

en las ciencias matemáticas, naturales y humanas, los<br />

progresos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales,<br />

son signo de esta mutación permanente, que sirve para mejorar<br />

las condiciones de la vida humana al tiempo que crea<br />

nuevos problemas. «El m<strong>un</strong>do moderno aparece, a la vez,<br />

poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, mientras se<br />

abre ante él la encrucijada entre la libertad y la servidumbre,<br />

el progreso y el retroceso, la fraternidad y el odio. El hombre<br />

se está, además, haciendo consciente de que le toca a él dirigir<br />

rectamente las fuerzas que él mismo ha desencadenado<br />

y que pueden oprimirle o servirle. Por ello se interroga a sí<br />

mismo» (GS 9). En <strong>un</strong>a palabra: la actual evolución del m<strong>un</strong>do<br />

revierte en esa problemática trascendental sobre el hombre,<br />

sobre el significado del dolor, del mal, de la muerte, sobre<br />

el sentido de la vida, sobre la esperanza en el más allá.<br />

Gaudium et spes afirma al final de este capítulo —y así lo<br />

hará, respectivamente, al final de los otros capítulos y de las<br />

67


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

otras secciones— que Cristo, muerto y resucitado por todos,<br />

es «la clave, el centro y el fin de toda la historia humana».<br />

Frente a los que han tachado a la Constitución pastoral<br />

de horizontalismo, inmanentismo o sociologismo, hay que subrayar<br />

que el Concilio se propone ilustrar el misterio del<br />

hombre a la luz de quien es la imagen del Dios invisible y el<br />

primogénito de toda la creación (GS 10). Ahora bien, la razón<br />

más prof<strong>un</strong>da de esta referencia cristológica tiene que<br />

ver con la misma comprensión de los «signos de los tiempos»:<br />

Jesucristo es la huella de la actuación divina en los<br />

acontecimientos humanos. Él es el gran «signo» de la historia<br />

y de la presencia de Dios en ella.<br />

2.3 El misterio del hombre a la luz del misterio<br />

del Verbo encarnado (GS 22)<br />

La primera sección doctrinal de Gaudium et spes responde<br />

al título de «La Iglesia y la vocación del hombre» (GS 11-45).<br />

Recorre sucesivamente estos capítulos: 1) La dignidad de la<br />

persona humana (GS 12-22); 2) La com<strong>un</strong>idad humana (GS<br />

23-32); 3) La actividad humana en el m<strong>un</strong>do (GS 33-39); 4)<br />

Misión de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do contemporáneo (GS 40-45).<br />

Hay que notar de entrada que de la Iglesia como tal sólo se<br />

habla muy tardíamente, en el capítulo cuarto, tras haber desarrollado<br />

esos tres artículos que componen <strong>un</strong>a antropología<br />

breve. En la arquitectura de la constitución pastoral, utilizando<br />

<strong>un</strong>a comparación plástica, podemos imaginar esos tres capítulos<br />

como tres firmes pilares o columnas que sustentan la cúpula<br />

que despliega esa reflexión sobre la tarea de la Iglesia en<br />

el m<strong>un</strong>do de hoy. Las siguientes palabras de la Constitución recapitulan<br />

y anticipan esta lógica:<br />

68


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

¿Qué siente la Iglesia del hombre? ¿Qué recomendaciones<br />

se han de hacer para la edificación de la sociedad contemporánea?<br />

¿Cuál es el significado último de la actividad humana<br />

en el m<strong>un</strong>do? Éstas son las preg<strong>un</strong>tas que esperan respuesta;<br />

ello hará aparecer con mayor evidencia la reciprocidad<br />

del servicio entre el pueblo de Dios y el género humano<br />

en que está inmerso; con ello se mostrará la misión de la<br />

Iglesia como misión religiosa y, por lo mismo, sumamente humana<br />

(GS 11).<br />

Conferencias<br />

Un repaso de los tres primeros capítulos de GS debería<br />

poner de relieve que esa visión antropológica, de cuño cristiano,<br />

es el presupuesto para el diálogo con el m<strong>un</strong>do; la antropología<br />

o el humanismo es la plataforma que utiliza la constitución<br />

pastoral para entablar el diálogo prof<strong>un</strong>do entre la Iglesia<br />

y el m<strong>un</strong>do, entre la fe revelada y la cultura humana. El<br />

Concilio persiguió el encuentro entre los ideales de la visión<br />

cristiana del hombre con los del humanismo. Pablo VI se refirió<br />

a ello con fuerza en su discurso del 7 de diciembre de<br />

1965. Precisamente, porque la Iglesia tiene algo que decir sobre<br />

esas tres grandes cuestiones antropológicas, tiene asimismo<br />

contraída <strong>un</strong>a importante tarea, m<strong>un</strong>us, con respecto a<br />

este m<strong>un</strong>do. «De conformidad con el método inductivo seguido<br />

en esta primera parte de Gaudium et spes, se quiso no afirmar<br />

simplemente que la Iglesia tiene <strong>un</strong>a tarea con respecto al<br />

m<strong>un</strong>do, sino mostrarlo» (19).<br />

No voy a repasar esos parágrafos de la constitución pastoral,<br />

alg<strong>un</strong>os de gran prof<strong>un</strong>didad y belleza. Sólo quisiera hacer,<br />

como botón de muestra, <strong>un</strong>a breve consideración acer-<br />

(19) Y. CONGAR, «El papel de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do de hoy», en:<br />

CONGAR-PEUCHMAURD, o.c., t. II, 373-403; aquí: 374.<br />

69


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

ca de la fe cristiana y la imagen del hombre, que es el núcleo<br />

de esa primera sección dedicada a la dignidad de la persona<br />

humana. En su discurso ante las Naciones Unidas Pablo VI señaló<br />

que «el verdadero peligro está en el hombre», como si<br />

actualizara para aquellos años de la guerra fría, temerosos de<br />

la catástrofe atómica, la sentencia inquietante de la Antígona<br />

de Sófocles: «Muchas cosas son terribles, pero ning<strong>un</strong>a es<br />

más terrible que el hombre». Gaudium et spes hace <strong>un</strong>a consideración<br />

del ser humano que ya estuvo an<strong>un</strong>ciado en su<br />

comienzo: «Es, por consiguiente, el hombre, pero el hombre<br />

todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia<br />

y vol<strong>un</strong>tad, quien centrará las explicaciones que van a seguir»<br />

(GS 3). La constitución pastoral va a subrayar el carácter<br />

paradójico de la existencia humana, sin incurrir en <strong>un</strong><br />

mero reduccionismo humanista; en este sentido habla el número<br />

22: «En realidad el misterio del hombre sólo se esclarece<br />

con el misterio del Verbo encarnado, porque Adán, el<br />

primer hombre, es su figura».<br />

Para <strong>un</strong>a lectura correcta del texto habría que ser conscientes<br />

de esa tensión interna y polar: Gaudium et spes asume,<br />

por <strong>un</strong> lado, lo que hoy sabemos, como hombres, sobre el ser<br />

humano, por lo que nos dice la cultura, la ciencia, la técnica. En<br />

otras palabras: la Iglesia acepta el saber que es patrimonio común<br />

de la sociedad contemporánea. Y, por otra parte, quiere<br />

declarar lo que es privativo suyo, bebido de la revelación divina,<br />

que se resume en esta convicción de fe: esa misma humanidad<br />

es la humanidad de Dios, que se ha revelado en Jesucristo<br />

y es, por tanto, <strong>un</strong>a humanidad trascendida llamada a ser y<br />

a devenir Dios. La constitución pastoral presenta el fenómeno<br />

humano sin incurrir en <strong>un</strong>a pura concepción optimista; por<br />

eso tampoco está ausente la reflexión sobre el pecado huma-<br />

70


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

no, que es algo de lo más genuino de la antropología bíblica y<br />

cristiana. El hombre puede ser lo más terrible. En cualquier<br />

caso, el centro del debate y del diálogo de la Iglesia con el<br />

m<strong>un</strong>do es el ser humano y su dignidad, su socialidad y su aventura<br />

histórica. El hombre es, antropológicamente, <strong>un</strong>a preg<strong>un</strong>ta:<br />

«Todo hombre sigue siendo para sí mismo <strong>un</strong> problema no<br />

resuelto, sentido confusamente, pero no hay nadie que en alg<strong>un</strong>os<br />

momentos, al menos, de la vida, sobre todo en los sucesos<br />

más trascendentales, logre escapar del todo al inquietante<br />

interrogativo» (GS 22).<br />

Entender todo esto hondamente es capital para la inteligencia<br />

ulterior del capitulario de la constitución pastoral, para<br />

entender qué es la libertad y la dignidad humana, y cómo han<br />

de ser garantizadas en la vida política, económica, social. El<br />

hombre tiene derecho a responder a los interrogantes más<br />

radicales de su vida; incluso a ese mysterium fascinans et tremendum<br />

que es Dios, esa incógnita a<strong>un</strong> mayor que el mismo<br />

interrogante humano. La antropología evangélica precede a<br />

<strong>un</strong>a visión eclesiológica que se apoya sobre el principio de la<br />

com<strong>un</strong>ión de la familia de los hijos de Dios y en el desarrollo<br />

del designio <strong>un</strong>iversal y cósmico de la salvación. La Iglesia sabe<br />

que al final de la interrogación no existe el vacío de <strong>un</strong>a interrogación<br />

sin respuesta o sin sentido. La historia y su final glorioso<br />

están anticipadamente dados en Cristo. El es el sí de<br />

Dios a las preg<strong>un</strong>tas humanas. Desde aquí arranca también el<br />

capítulo IV:<br />

Conferencias<br />

Cuanto hemos dicho sobre la dignidad de la persona humana,<br />

sobre la com<strong>un</strong>idad de los hombres, sobre el prof<strong>un</strong>do<br />

significado de la humana actividad, constituye el f<strong>un</strong>damento<br />

de la relación entre la Iglesia y el m<strong>un</strong>do y la base de <strong>un</strong> mutuo<br />

diálogo (GS 40).<br />

71


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

2.4 La concepción sacramental de la Iglesia<br />

Es importante subrayar al final de este recorrido, <strong>un</strong>a vez<br />

ya instalados en el capítulo cuarto de la Constitución pastoral,<br />

la reciprocidad bajo la que se establece la relación Iglesia-m<strong>un</strong>do:<br />

la posibilidad de recibir del m<strong>un</strong>do significa que el modelo<br />

de relación es radicalmente dialogal, pues el m<strong>un</strong>do también<br />

aporta siempre algo, su parte. No es la relación <strong>un</strong>idireccional<br />

del médico con el enfermo, o del maestro con el alumno. El<br />

diálogo siempre comporta reciprocidad o, en otro caso, ha dejado<br />

de existir. La Iglesia aporta (cf. GS 41-43). El m<strong>un</strong>do aporta<br />

(GS 44). Y es que la Iglesia y el m<strong>un</strong>do buscan la misma<br />

cosa: la perfección o realización del ser humano. Ello obedece<br />

a la complicidad que se establece entre el tema de la <strong>un</strong>idad<br />

de la humanidad y la sacramentalidad de la Iglesia, entre los<br />

valores de la creación y la Iglesia.<br />

Esta perspectiva había sido an<strong>un</strong>ciada al comienzo de la<br />

constitución pastoral: «El Concilio Vaticano II, tras haber prof<strong>un</strong>dizado<br />

en el misterio de la Iglesia, se dirige ahora no sólo a<br />

los hijos de la Iglesia católica y a cuantos invocan a Cristo, sino<br />

a todos los hombres, con el deseo de an<strong>un</strong>ciar a todos cómo<br />

entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do actual»<br />

(GS 2). En realidad, se puede rastrear cómo ya en el discurso<br />

Gaudet Mater Ecclesia se hallan entreverados el tema de<br />

la <strong>un</strong>idad de toda la humanidad y el de la sacramentalidad de<br />

la Iglesia. Gaudium et spes es tributaria, como ningún otro texto<br />

conciliar, de la conciencia acrecida de la catolicidad de la<br />

Iglesia por la que ella se sabe enviada para la salvación de los<br />

hombres (20).<br />

(20) Sobre este p<strong>un</strong>to, véase: J. M. R.TILLARD, «La Iglesia y los valores<br />

terrenos», en: BARAÚNA, o. c., pp. 247-286.<br />

72


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

Ahora bien, ¿hasta dónde llega la prof<strong>un</strong>didad de esta com<strong>un</strong>ión<br />

con el género humano? La naturaleza de esta relación<br />

está f<strong>un</strong>dada últimamente en el corazón de la visión cristológica.<br />

Cristo ha sido puesto en medio de esta historia como <strong>un</strong><br />

nuevo principio de existencia, de modo que en Él se aúnan y<br />

anudan la naturaleza y la gracia, la creación y la redención. En<br />

Él se reconcentran los recursos cuasi infinitos de la naturaleza<br />

humana. Su plenitud es para la naturaleza y para el m<strong>un</strong>do. El<br />

misterio de la encarnación exige que se haga renacer continuamente<br />

el Verbo desde abajo. Cristo es «el fin de la historia<br />

humana, el p<strong>un</strong>to de convergencia de los deseos de la historia<br />

y de la civilización, el centro del género humano», «el Alfa y el<br />

Omega», «el principio y el fin» (GS 45).<br />

¿Qué implica y significa <strong>un</strong>a visión sacramental de la Iglesia? La<br />

Iglesia no existe para sí misma. J. Ratzinger, en <strong>un</strong>a presentación<br />

sintética de la eclesiología del Vaticano II, lo ha expresado bellamente:<br />

«La primera palabra de la Iglesia es Cristo, y no ella misma;<br />

la Iglesia se conserva sana en la misma medida en que concentra<br />

en El su atención. El Vaticano II ha puesto esta concepción<br />

en el centro de sus consideraciones, y lo ha hecho de <strong>un</strong> modo<br />

tan grandioso, que el texto f<strong>un</strong>damental sobre la Iglesia comienza<br />

justamente con las palabras: Lumen gentium cum sit Christus:<br />

Cristo es la luz del m<strong>un</strong>do; por eso existe <strong>un</strong> espejo de su gloria,<br />

la Iglesia, que refleja su esplendor. Si <strong>un</strong>o quiere comprender rectamente<br />

el Vaticano II, debe comenzar por esta frase inicial» (21).<br />

El misterio de Cristo encuentra su prolongación en la misión que<br />

ha adquirido la Iglesia, como forma visible, histórica, social y pública<br />

de la vol<strong>un</strong>tad divina de salvación.Aquella solidaridad de la com<strong>un</strong>idad<br />

eclesial con las gentes y los pueblos de la humanidad<br />

Conferencias<br />

(21) J. RATZINGER, Iglesia, ecumenismo y política, Madrid, 1986, 7.<br />

73


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

proclamada al comienzo de la Constitución adquiere toda su<br />

hondura teológica a la luz de la <strong>un</strong>idad f<strong>un</strong>dada en Cristo y se ve<br />

ahora reformulada en esa expresión tan típica y característica del<br />

Vaticano II: la Iglesia se concibe como el sacramento <strong>un</strong>iversal de<br />

salvación (22). La Iglesia se presenta al m<strong>un</strong>do con la intención<br />

de servirle, porque es sierva del designio de Dios en el misterio<br />

de Jesús, el fiel servidor de la vol<strong>un</strong>tad del Padre (Mc 10, 45).<br />

Esta Iglesia visible tiene la f<strong>un</strong>ción de ser signo o p<strong>un</strong>to de emergencia<br />

del trabajo misterioso de la gracia en la prof<strong>un</strong>didad de la<br />

historia de lo humano; ahí radica asimismo, dentro de su condición<br />

sacramental, su carácter de instrumento de redención. La<br />

meta hacia la que ap<strong>un</strong>ta escatológicamente el proyecto salvador<br />

de Dios es la <strong>un</strong>idad del género humano entre sí y la com<strong>un</strong>ión<br />

del género humano con Dios, que coincidirá con la plenitud de la<br />

creación glorificada. Así lo recoge el texto que cierra esta primera<br />

parte de la constitución pastoral:<br />

La Iglesia, al prestar ayuda al m<strong>un</strong>do y al recibir del m<strong>un</strong>do<br />

múltiple ayuda, sólo pretende <strong>un</strong>a cosa: el advenimiento<br />

del Reino de Dios y la salvación de toda la humanidad.Todo<br />

el bien que el Pueblo de Dios puede dar a la familia humana<br />

al tiempo de su peregrinación en la tierra, deriva del hecho<br />

de que la Iglesia es “sacramento <strong>un</strong>iversal de salvación”, que<br />

manifiesta y al mismo tiempo realiza el misterio del amor de<br />

Dios al hombre (GS 45).<br />

(22) Cf. O. SEMMELROTH, Die Kirche als «sichtbare Gestalt der <strong>un</strong>sichbaren<br />

Gnade»: Scholastik 18 (1953), 23-29; Íd., La Iglesia como sacramento original,<br />

San Sebastián 1963; P. SMULDERS, La Iglesia como sacramento de salvación,<br />

en: G. BARAÚNA (ed.), La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la<br />

constitución conciliar sobre la Iglesia, Barcelona, 1968, 377-400; O. SEMMEL-<br />

ROTH, La Iglesia como sacramento de la salvación, en: Mysterium Salutis IV/1,<br />

Madrid 1973, 321-369; L. BOFF, Die Kirche als Sacrament im Horizon der Welterfahr<strong>un</strong>g,<br />

Paderborn, 1972.<br />

74


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

En esta noción de «sacramento <strong>un</strong>iversal de salvación» se<br />

produce la intersección entre la constitución dogmática sobre<br />

la Iglesia y la constitución pastoral sobre la Iglesia en el m<strong>un</strong>do<br />

de hoy. Podemos y debemos contemplarla como el f<strong>un</strong>damento<br />

doctrinal último subyacente a la doble preg<strong>un</strong>ta que<br />

animó al seg<strong>un</strong>do concilio del Vaticano, qué es la Iglesia y qué<br />

hace la Iglesia, según la doble tarea reflexiva que le marcara el<br />

cardenal Suenens: Iglesia ad intra e Iglesia ad extra. El lenguaje<br />

sacramental sirve para expresar la relación entre los aspectos<br />

visibles e invisibles de la Iglesia, por <strong>un</strong> lado, y su manera de estar<br />

en el m<strong>un</strong>do y en la historia, por otro. Esta fórmula de<br />

«Iglesia sacramento» permite establecer <strong>un</strong>a relación entre su<br />

naturaleza institucional y su naturaleza en el orden de la gracia.<br />

«Signo de la salvación del m<strong>un</strong>do». Es la primera vez que<br />

<strong>un</strong> documento magisterial empleaba esta expresión, casi sin<br />

advertir lo que realmente se estaba diciendo. Esta fórmula<br />

confiesa la autoconciencia de ser la f<strong>un</strong>dación de Dios, de<br />

Cristo, el Señor de la historia, de ser portadora de <strong>un</strong> mensaje<br />

de salvación eternamente válido. Desde su condición sacramental,<br />

la Iglesia es signo de la salvación del m<strong>un</strong>do incluso<br />

donde todavía no es Iglesia y quizá n<strong>un</strong>ca llegue a serlo, ya que<br />

es lugar donde se manifiesta de forma perceptible e histórica<br />

la gracia de Dios; en ella Dios ha com<strong>un</strong>icado su gracia y su<br />

perdón, su reconciliación con el género humano, su cercanía<br />

absoluta (23). La gracia de Dios opera por doquier, a nadie exluye.<br />

La Constución pastoral, por su parte, habla de los cristianos<br />

como miembros dela ciudad eterna llamados a formar en<br />

Conferencias<br />

(23) Cf. K. RAHNER, «Doctrina conciliar de la Iglesia y realidad futura<br />

de la vida cristiana», en: Escritos de Teología, VI, Madrid, 1969, 472-472.<br />

75


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

la historia del género humano la familia de los hijos de Dios<br />

(GS 40-41), dejando constancia de la compenetración entre la<br />

ciudad celeste y la ciudad terrena.<br />

En este lenguaje sacramental resuena la dinámica de la idea<br />

agustiniana expresada en su De civitate Dei: de <strong>un</strong>a manera misteriosa,<br />

sólo accesible a la visión de la fe, sabemos que en esta<br />

historia humana se va construyendo el reino de Dios, la ciudad<br />

de Dios en la realidad humana. Dos amores hicieron dos ciudades.<br />

¿Acaso abandona el cristianismo este m<strong>un</strong>do a su suerte<br />

para volverse, en el marco de la liturgia y de la oración, hacia <strong>un</strong><br />

porvenir mejor situado más allá del tiempo de este m<strong>un</strong>do, o<br />

bien trabaja por edificar <strong>un</strong> porvenir temporal mejor donde se<br />

prepara el porvenir escatológico? El p<strong>un</strong>to de partida para estipular<br />

la ayuda que la Iglesia quiere prestar a la sociedad en la<br />

que vive tiene que ver con la tarea de los cristianos como ciudadanos<br />

de la ciudad eterna y de la ciudad celeste (cives utriusque<br />

civitatis), descartando cualquier disociación entre la vida religiosa<br />

y los deberes terrenos; de ahí, esta amonestación: «La<br />

ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria de muchos<br />

debe ser contada como <strong>un</strong>o de los errores más graves de<br />

nuestro tiempo» (GS 43). Es la forma específica en la que Gaudium<br />

et spes toma postura ante la dualidad de las dos cabezas<br />

del águila, devotos y ciudadanos, de la que partíamos al comienzo<br />

de estas reflexiones. E. Schillebeeckx hablaba, por su parte,<br />

de cómo la construcción de la «ciudad de los hombres» experimenta<br />

desde Jesucristo, desde el misterio de su muerte y resurrección,<br />

<strong>un</strong>a tensión dialéctica entre la relativización (trascendencia)<br />

y la radicalización (inmanencia del reino de Dios) (24).<br />

(24) E. SCHILLEBEECKX, «Fe cristiana y espera temporal», en: AA.VV.: La<br />

Iglesia en el m<strong>un</strong>do actual. Constitución Gaudium et spes. Comentarios al esquema<br />

XIII, Bilbao, 1968, 113-151.<br />

76


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

3. CONCLUSIÓN: JERUSALÉN Y ATENAS,<br />

FRENTE A FRENTE<br />

El Vaticano II representa <strong>un</strong> cambio de orientación en la<br />

relación Iglesia-m<strong>un</strong>do que podemos expresar a modo de tesis<br />

y de síntesis con estas luminosas apreciaciones de Y. Congar<br />

referentes a la Constitución pastoral: «Si fuera preciso resumir<br />

en <strong>un</strong>a sola fórmula la intención de conj<strong>un</strong>to del Vaticano<br />

II, no se engañaría <strong>un</strong>o, creemos nosotros, diciendo que<br />

por él, y dentro del espíritu de Juan XXIII, la Iglesia ha querido<br />

ser para el m<strong>un</strong>do, y para el m<strong>un</strong>do tal como es hoy» (25). La<br />

Constitución pastoral ha modificado sustancialmente la autocomprensión<br />

de la Iglesia como institución de salvación autosuficiente<br />

y exclusiva, y ello se debe en buena parte a la adopción<br />

de <strong>un</strong> nuevo modo de hacer teología, según el cual los<br />

«signos de los tiempos» se convierten en lugares teológicos y<br />

las cuestiones más concretas y contingentes del m<strong>un</strong>do moderno<br />

entran a formar parte de su agenda y de su reflexión.<br />

La teología no se ocupa sólo de verdades eternas, sobre las<br />

que interroga a la tradición y a la revelación, sino que escruta<br />

revelación y tradición para orientar la reflexión a la acción<br />

cristiana y eclesial, asumiendo el riesgo de dictaminar sobre lo<br />

provisional, lo contingente, lo conc<strong>reto</strong> (26). La novedad estriba,<br />

por tanto, en la solidaridad con la entera humanidad en<br />

<strong>un</strong>a atención permanente a los «signos de los tiempos». Ello<br />

significa <strong>un</strong> serio replanteamiento de la relación entre la fe y la<br />

Conferencias<br />

(25) Y. CONGAR, «Iglesia y m<strong>un</strong>do en la perspectiva del Vaticano II»,<br />

en: CONGAR-PEUCHMAURD, o. c., t. III, 33.<br />

(26) V. BOTELLA, Una teología en f<strong>un</strong>ción de los «signos de los tiempos».<br />

Reflexiones en torno a la metodología teológica de la «Constitución pastoral<br />

Gaudium et spes sobre la Iglesia en el m<strong>un</strong>do actual del Concilio Vaticano II»:<br />

Teología espiritual 41 (1997), 103-129.<br />

77


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

historia: que la experiencia humana y la historia es para la Iglesia<br />

<strong>un</strong> lugar teológico (cf. GS 44.46).<br />

A la hora de concluir quisiera evocar la tarea permanente<br />

inscrita en la misma entraña de la Constitución pastoral, <strong>un</strong> legado<br />

y <strong>un</strong> <strong>reto</strong> que Juan Pablo II recogió en su carta apostólica<br />

Tertio millennio adveniente (1994): «Un interrogante f<strong>un</strong>damental<br />

debe también plantearse sobre el estilo de las relaciones<br />

entre la Iglesia y el m<strong>un</strong>do. Las directrices conciliares<br />

—presentes en la Gaudium et spes y en otros documentos—<br />

de <strong>un</strong> diálogo abierto respetuoso y cordial, acompañado, sin<br />

embargo, por <strong>un</strong> atento discernimiento y por el valiente testimonio<br />

de la verdad, siguen siendo válidas y nos llaman a <strong>un</strong><br />

compromiso ulterior» (n. 36). En definitiva, esta tarea siempre<br />

está inacabada, es la tarea del aggiornamento, de la actualización<br />

de lo cristiano, como el impulso más genuino que puso<br />

en marcha el trabajo conciliar. La constitución más larga del Vaticano<br />

II, que hizo de su tema central «el m<strong>un</strong>do de hoy», es<br />

como <strong>un</strong>a sinfonía inacabada, pues <strong>un</strong>a y otra vez nos encontramos<br />

ante la tarea de determinar cuál es el lugar del cristiano<br />

en el m<strong>un</strong>do que vive.<br />

Es la vigencia de la preg<strong>un</strong>ta de Tertuliano: Quid ergo Athenis<br />

et Hierosolymis? ¿Qué tiene que ver Jerusalén con Atenas?<br />

¿Qué tiene que ver la Iglesia de Jesucristo con la cambiante<br />

sociedad? El icono propio de ese símbolo cultural de Atenas<br />

es el ágora, la plaza pública; el emblema que preside Jerusalén<br />

es la cruz. Se ha achacado a la Gaudium et spes respirar inconscientemente<br />

el espíritu optimista de los años sesenta del<br />

siglo pasado, esa euforia ebria de la época Kennedy. Son críticas<br />

que alcanzaron gran virulencia al cabo de <strong>un</strong>a década.<br />

Todo ello habría conducido a <strong>un</strong>a apertura indiscriminada de<br />

la Iglesia al m<strong>un</strong>do. Estas críticas, que ya emergieron en el aula<br />

78


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

y en el debate conciliar, merecieron la reprobación de Pablo VI<br />

en su homilía del 7 de diciembre de 1965, en la que defendió<br />

esa postura de apertura de la Iglesia al m<strong>un</strong>do:<br />

Conferencias<br />

Esta actitud, determinada por las distancias y las rupturas<br />

ocurridas en los últimos siglos, en el siglo pasado y en éste<br />

particularmente, entre la Iglesia y la sociedad profana, actitud<br />

inspirada siempre por la esencial misión salvadora de la Iglesia,<br />

ha estado obrando fuerte y continuamente en el Concilio,<br />

hasta el p<strong>un</strong>to de sugerir a alg<strong>un</strong>os la sospecha de que <strong>un</strong><br />

tolerante y excesivo relativismo al m<strong>un</strong>do exterior, a la historia<br />

que pasa, a la moda actual, a las necesidades contingentes,<br />

al pensamiento ajeno, haya estado dominando a personas y<br />

actos del Sínodo ecuménico a costa de la fidelidad debida a<br />

la tradición y con daño de la orientación religiosa del mismo<br />

Concilio (27).<br />

También advertía que este vivo interés de la Iglesia por el<br />

m<strong>un</strong>do moderno no ha sido <strong>un</strong> mero sucumbir a la orientación<br />

antropocéntrica de la cultura moderna. La Iglesia —enfatizaba<br />

Pablo VI— no ha desviado su mente, ha vuelto su mente<br />

hacia los valores humanos y temporales. Ahora bien, n<strong>un</strong>ca<br />

ha claudicado de su interés religioso más auténtico. La Iglesia<br />

se inclina sobre el hombre y sobre la tierra, pero así se eleva<br />

al reino de Dios. El papa Montini respondía ya entonces a<br />

aquellas objeciones desde los mismos principios teológicos<br />

que le había insuflado a su Concilio:<br />

Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro<br />

Concilio ha sido principalmente la caridad, y nadie podrá tacharlo<br />

de irreligiosidad o de infidelidad al Evangelio por esta<br />

(27) Vaticano II. Documentos completos, 1245.<br />

79


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

principal orientación, cuando recordamos que el mismo Cristo<br />

es quien nos enseña que el amor a los hermanos es el carácter<br />

distintivo de sus discípulos (Jn 13, 35), y cuando dejamos<br />

que resuenen en nuestras almas las palabras apostólicas:<br />

la religión pura e inmaculada ante Dios Padre es visitar a los<br />

huérfanos y a la viudas en sus tribulaciones y conservarse sin<br />

mancha en este m<strong>un</strong>do (Sant 1, 27); y todavía: el que no ama<br />

a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien<br />

no ve (1 Jn 4, 20) (28).<br />

El examen de las repercusiones históricas de la Gaudium et<br />

spes nos llevaría muy lejos a través de ese doble itinerario que<br />

va desde la afirmación teológica de la presencia de la Iglesia en<br />

el m<strong>un</strong>do hasta la opción preferencial por los pobres, y desde<br />

la antropología y ethos cristianos, descritos en la primera parte<br />

de la Constitución, hasta el desafío de la evangelización de<br />

la cultura postmoderna (29). En estos dos escenarios, de la<br />

construcción de <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do más justo y del diálogo con la cultura<br />

secularizada y laica —y ciertamente en tonos menos optimistas<br />

que hace cuarenta años—, sigue abierta la preg<strong>un</strong>ta:<br />

qué hace el cristiano en el m<strong>un</strong>do, cuál es la tarea de la Iglesia<br />

en la sociedad actual; y sigue abierta la diferencia entre Jerusalén<br />

y Atenas. Atrás quedó el puro abrazo de la indiscriminada<br />

fusión o simbiosis de la cristiandad medieval entre sacerdocium<br />

e imperium; tampoco vale la retirada integrista al ghetto, que<br />

elude toda responsabilidad histórica en los debates socio-políticos<br />

y culturales del presente. Hace alg<strong>un</strong>os años, el actual<br />

papa, preg<strong>un</strong>tándose por la renovación conciliar, y situado en<br />

el debate acerca de la Iglesia y m<strong>un</strong>do, asumía <strong>un</strong>a opinión de<br />

80<br />

(28) Ibíd., 1245-1246.<br />

(29) S. MADRIGAL, Las relaciones Iglesia-m<strong>un</strong>do, 73-92.


Los F<strong>un</strong>damentos Teológicos de la relación Iglesia-Sociedad<br />

H. Urs von Balthasar que siempre seguirá dando que pensar:<br />

«con apertura al m<strong>un</strong>do, aggiornamento, dilatación del horizonte,<br />

traducción de lo cristiano a <strong>un</strong>a lengua y mentalidad inteligibles<br />

para el m<strong>un</strong>do de hoy, sólo se ha hecho <strong>un</strong>a mitad.<br />

La otra es por lo menos tan importante. Únicamente la reflexión<br />

sobre el propio cristianismo, el purificar, prof<strong>un</strong>dizar y<br />

centrar su idea nos hace aptos para representarla, irradiarla<br />

y traducirla luego de manera fidedigna» (30).<br />

Estos vaivenes, se juzguen como se juzguen, vienen a poner<br />

de manifiesto —como se dice en Tertio millennio adveniente—<br />

la necesidad de <strong>un</strong> serio discernimiento. La Iglesia quiere<br />

ofrecer al m<strong>un</strong>do el Evangelio, la palabra de Dios. La renovación<br />

cristiana, el aggiornamento, no puede ser la pura adaptación<br />

mimética a las modas del tiempo, sino que ha de beber<br />

siempre de las fuentes genuinas y afirmarse desde su vitalidad<br />

interior. Ha de nacer de la preg<strong>un</strong>ta por lo específicamente<br />

cristiano. Esta preg<strong>un</strong>ta es indisociable de la situación histórica<br />

concreta. La preg<strong>un</strong>ta acerca de lo específicamente cristiano<br />

no puede hacerse sin tener a la vista la situación de la sociedad<br />

actual. La misión del cristiano debería consistir no en estar<br />

en actitud negativa j<strong>un</strong>to al m<strong>un</strong>do de hoy, sino en purificar,<br />

exorcizar y liberar con la caridad cristiana el m<strong>un</strong>do actual<br />

tecnificado y cruento, deshumanizado y cerrado sobre sí, desde<br />

la locura y el escándalo de la cruz, desde ese amor que en<br />

la cruz se ha convertido en crisis y en esperanza para el m<strong>un</strong>do.<br />

Así, Jerusalén tiene <strong>un</strong>a palabra que decir en Atenas.<br />

El mensaje o palabra final de Gaudium et spes es <strong>un</strong> mensaje<br />

altamente humilde, porque reconoce sus límites y su mismo<br />

carácter de tarea inacabada. Una verdad encarnada —na-<br />

Conferencias<br />

(30) J. RATZINGER, El nuevo pueblo de Dios, Barcelona, 1972, 298.<br />

81


Conferencias<br />

Santiago Madrigal Terrazas, S. J.<br />

cida bajo el espíritu del magisterio pastoral— presenta <strong>un</strong> rostro<br />

finito y deja la puerta entreabierta al objetivo previsto en<br />

este curso acerca de la presencia de la Iglesia en <strong>un</strong>a sociedad<br />

plural; en las páginas finales de Gaudium et spes, de hace ya<br />

cuarenta años, se dice: «Ciertamente, frente a la inmensa variedad<br />

de situaciones y culturas, la enseñanza aquí expuesta<br />

presenta intencionadamente sobre numerosos p<strong>un</strong>tos <strong>un</strong> carácter<br />

muy general; más aún, a<strong>un</strong>que an<strong>un</strong>cie doctrinas generalmente<br />

ya recibidas en la Iglesia, como no pocas veces se<br />

trata de problemas sometidos a incesante evolución, habrá de<br />

ser aún continuada y ampliada». (GS 91).<br />

82


RELIGIÓN,<br />

PROGRESO Y MODERNIDAD<br />

Conferencias<br />

JOSÉ MARÍA MARDONES<br />

CSIC. Madrid<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Me han propuesto <strong>un</strong> tema muy amplio: «Religión, progreso<br />

y modernidad». Permítanme cambiarlo <strong>un</strong> poco y eliminar<br />

esa palabra «progreso». Para mi forma de entender y proponer,<br />

la reflexión sería mejor: «Religión, humanización y modernidad».<br />

Con este pequeño matiz o sesgo voy a adentrarme en<br />

<strong>un</strong> tema realmente muy vasto.<br />

He entendido que el objetivo f<strong>un</strong>damental de esta exposición<br />

es situar, brevemente, la religión en el contexto de la modernidad.<br />

Hablamos desde donde estamos situados: inevitablemente,<br />

de la religión cristiana, católica, en nuestro caso español.<br />

Desde aquí hablamos y desde aquí nos preg<strong>un</strong>tamos acerca<br />

de la relación de la religión con la modernidad, a<strong>un</strong>que tengamos<br />

en cuenta teorizaciones y generalizaciones que se<br />

aplican, sobre todo, al contexto europeo.<br />

Voy a intentar decir algo acerca de esta relación entre la<br />

religión y la modernidad, y después sacar alg<strong>un</strong>as consecuencias<br />

acerca de las posibilidades y tareas de humanización que<br />

tiene hoy la religión cristiana, que es lo mismo que ap<strong>un</strong>tar<br />

dónde podemos estar los cristianos hoy, o qué <strong>reto</strong>s, qué desafíos<br />

y qué tareas se nos plantean en esta situación de la religión<br />

en la sociedad moderna. Tendré que proceder señalan-<br />

83


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

do los grandes trazos del proceso, ya que cada <strong>un</strong>a de las<br />

cuestiones se prestaría a muchísimos matices. Es decir, voy a<br />

proceder más a través de la sugerencia que del desarrollo de<br />

los temas que exigirían bastante más precisiones y desarrollo.<br />

1. RELIGIÓN Y MODERNIDAD<br />

Hablemos <strong>un</strong> poquito de esta relación y recordemos alg<strong>un</strong>os<br />

p<strong>un</strong>tos. Religión y modernidad o la religión en la modernidad,<br />

que también se puede presentar así, equivale a decir<br />

qué le sucede a la religión en la modernidad. Una mirada, reconozcámoslo,<br />

muy eurocéntrica.<br />

Una aclaración sobre la modernidad<br />

Cuando hablamos de modernidad hablamos de <strong>un</strong> concepto<br />

enormemente amplio, esto es, <strong>un</strong>a especie de comodín que<br />

abarca doscientos o trescientos años.Téngalo en cuenta cuando<br />

leen y cuando escuchan. Modernidad es <strong>un</strong>a especie de<br />

término resumen que se utiliza dentro del argot de los que se<br />

dedican o nos dedicamos a escribir sobre estas cosas. Pero<br />

entiendan que la modernidad es más bien <strong>un</strong> proceso; <strong>un</strong> proceso<br />

histórico, complejo, y <strong>un</strong> proceso en el cual, sobre todo,<br />

ocurre <strong>un</strong> cambio f<strong>un</strong>damental de la lógica o del dinamismo<br />

que impulsaba anteriormente a la sociedad y cultura. Claro,<br />

esto no sucede n<strong>un</strong>ca de la noche a la mañana. Estos procesos<br />

tienen sus antecedentes, sus raíces, y su continuación posterior.<br />

Pero quédense con esto: la modernidad es <strong>un</strong> concepto<br />

amplio para describir <strong>un</strong> proceso histórico donde tienen lugar<br />

<strong>un</strong>a serie de cambios socio-culturales, económicos, políti-<br />

84


Religión, progreso y modernidad<br />

cos, estructurales y mentales, en los cuales todavía vivimos y<br />

que van a incidir fuertemente sobre la religión.<br />

Otra precisión más, consecuencia de lo dicho. Hay varias<br />

modernidades. Aquí voy a hablar, al menos, de dos. Una es la<br />

primera modernidad o inicio del proceso de la modernización<br />

—así se habla hoy entre los analistas sociales— y, la seg<strong>un</strong>da,<br />

en la que parece que estamos, es la modernidad tardía.<br />

Ya casi no hablamos de posmodernidad. (Lo siento, me<br />

han presentado diciendo: «este señor habla de la posmodernidad»,<br />

pues ya ven, también en el análisis social vivimos de<br />

modas). No se agarren fijamente a las palabras y sí a lo que<br />

se pretende decir con ellas. Lo importante es lo que estamos<br />

diciendo o lo que queremos decir con las palabras que estamos<br />

utilizando.<br />

Modernidad entonces es este concepto tan amplio que<br />

describe <strong>un</strong> enorme proceso que supone <strong>un</strong> cambio f<strong>un</strong>damental<br />

en el dinamismo social y mental, que es casi <strong>un</strong> terremoto<br />

histórico. K. Jaspers hablaría —y así lo denominó— de<br />

<strong>un</strong> cambio axial. Mirando hacia atrás, vemos el enorme cambio<br />

que supone el entrar en <strong>un</strong> tipo de sociedad totalmente distinta<br />

de la sociedad que denominamos tradicional o premoderna.<br />

Conferencias<br />

El proceso de secularización<br />

¿Qué le pasa a la religión, en este enorme giro que supone<br />

la entrada en <strong>un</strong> tipo de sociedad que estamos denominando<br />

sociedad moderna? ¿Qué le pasa a la religión cristiana?<br />

Qué le pasa a la religión en Europa, porque aquí es donde se<br />

produce este cambio social y mental tan extraordinario.<br />

85


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

Hay <strong>un</strong>a teoría, la de la secularización, que trata de decir<br />

algo acerca de lo que le sucede a la religión en este proceso<br />

de cambio. Es <strong>un</strong>a teoría muy amplia. Se suele decir entre los<br />

estudiosos que no es <strong>un</strong>a visión y explicación <strong>un</strong>iversalizable o<br />

extrapolable a otros lugares. Parece adecuada para la situación<br />

de la modernidad europea, pero no para la norteamericana,<br />

por ejemplo. Pero nos puede servir bastante bien para contextualizar<br />

el cambio acontecido en la religión cristiana en el<br />

paso de <strong>un</strong>a sociedad tradicional a <strong>un</strong>a moderna.<br />

Unas cuantas afirmaciones, cinco o seis, servirán para señalar<br />

este cambio. Son los trazos más definitorios o f<strong>un</strong>damentales<br />

de la transformación que experimenta la religión en esta<br />

sociedad moderna.<br />

Del centro a la periferia<br />

La primera afirmación o el primer cambio que experimenta<br />

la religión en esta sociedad moderna respecto a la anterior,<br />

a la denominada tradicional, es la siguiente: la religión cristiana<br />

deja el centro de la sociedad y pasa a la periferia. En <strong>un</strong>a sociedad<br />

tradicional la religión ocupaba el centro, el núcleo, era algo<br />

así como la aduana a través de la cual tenían que pasar necesariamente<br />

casi todas las actividades sociales, llámense políticas,<br />

económicas, culturales, artísticas. Prácticamente todo, desde<br />

los motivos artísticos de los pintores a las grandes decisiones<br />

políticas, tenían <strong>un</strong> sabor religioso. Esto es lo que va a<br />

cambiar.<br />

Ahora que se habla de la globalización, recordemos que<br />

los españoles y portugueses somos los primeros globalizadores<br />

en la modernidad. El año 1492, si quieren poner esa fecha<br />

86


Religión, progreso y modernidad<br />

del descubrimiento del Nuevo M<strong>un</strong>do, supone el inicio de<br />

<strong>un</strong>a visión distinta del m<strong>un</strong>do, más amplia y planetaria, al menos<br />

para los occidentales. Una forma de entender el m<strong>un</strong>do<br />

más política. La «nueva ciencia» moderna, lógico experimental,<br />

va a suponer también <strong>un</strong> nuevo modo de ver la realidad.<br />

Los intercambios comerciales van a revolucionar la economía…<br />

Resumimos todos estos cambios estructurales en su impacto<br />

sobre la religión diciendo que la religión va a ser desplazada<br />

del centro de la sociedad. Es descentrada; es quitada del<br />

centro, por la política. La política, y más tarde la política y la<br />

economía, como vio Hegel, serán las instancias importantes de<br />

la sociedad moderna.Todo lo realmente importante pasa, obtiene<br />

su visto bueno, desde los intereses político-económicos.<br />

Esta es <strong>un</strong>a de las consecuencias más importantes que va a tener<br />

este descentramiento de la religión.<br />

La religión pasa ahora del centro a la periferia, es decir, ya<br />

no va a ser el centro de las relaciones sociales; ya no va a dar<br />

el visto bueno a la política, la economía, la cultura, el arte, etc.<br />

Cada <strong>un</strong>a de esas esferas o dimensiones de la sociedad deja la<br />

tutela de la religión y se van autonomizando, se van haciendo<br />

independientes; cada <strong>un</strong>a de ellas va a tomar conciencia de su<br />

propia lógica y comienza a no pedirle permiso a la religión<br />

para su f<strong>un</strong>cionamiento. Esta autonomía de los diversos aspectos<br />

de la sociedad y la vida no va a ser, hasta el día de hoy, fácilmente<br />

aceptada por la religión, o mejor, por el poder de las<br />

iglesias.<br />

Dense cuenta, asimismo, que la religión en <strong>un</strong>a sociedad<br />

tradicional era más que religión. ¿Por qué? Porque ejercía f<strong>un</strong>ciones<br />

de integración y de legitimación, de dar el visto bueno,<br />

Conferencias<br />

87


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

a aspectos de tipo político-económico, social, cultural; las mismas<br />

guerras, expolios, tenían <strong>un</strong> cierto visto bueno de la religión.<br />

La pérdida de estas f<strong>un</strong>ciones legitimadoras supone <strong>un</strong>a<br />

purificación de la religión. La religión que pasa a la periferia social,<br />

será <strong>un</strong>a institución más entre otras, pero será <strong>un</strong>a religión<br />

que puede ser más propiamente religión.<br />

Esta consecuencia es importantísima.Voy a insistir en este<br />

abandono por parte de la religión de su f<strong>un</strong>ción de legitimador<br />

social, porque siempre estamos viendo este proceso secularizador,<br />

o corremos el peligro de verlo, como <strong>un</strong>a pérdida<br />

creciente: la religión pierde poder, pierde centralidad, pierde<br />

influencia social… Pero también gana: también se purifica<br />

y deja f<strong>un</strong>ciones ideológicas político-sociales muy espúreas;<br />

también es más ella misma o puede serlo. En ese sentido podemos<br />

decir ahora que la religión (cristiana) dejar de ser<br />

«más que religión» y comienza a ser «sólo religión». La modernidad<br />

le trae, por tanto, a la religión <strong>un</strong>a cierta purificación.<br />

La pérdida del monopolio cosmovisional.<br />

Pluralismo de visiones<br />

El seg<strong>un</strong>do elemento que quiero señalar es la denominada<br />

llegada de <strong>un</strong> pluralismo cosmovisional o, visto desde la religión,<br />

la pérdida del monopolio cosmovisional o del sentido/ visión del<br />

m<strong>un</strong>do y de la vida. La religión en la situación tradicional f<strong>un</strong>cionaba<br />

como la visión del m<strong>un</strong>do y de la vida. La religión era<br />

el donador general de sentido. Decía cómo se explicaba la realidad,<br />

como se entendía la vida, es decir, las clásicas preg<strong>un</strong>tas<br />

«últimas» acerca de dónde venimos a dónde vamos, por qué<br />

nos esforzamos, por qué sufrimos, por qué penamos y, final-<br />

88


Religión, progreso y modernidad<br />

mente, morimos. Las respuestas a estas cuestiones de sentido<br />

del m<strong>un</strong>do y la vida las daba la religión. La religión era la cosmovisión,<br />

la visión del m<strong>un</strong>do, aceptada prácticamente por todos.<br />

La modernidad va a suponer la pérdida de este monopolio<br />

de sentido por parte de la religión. Al descentramiento de<br />

la religión le sigue que a la religión le salen competidores a la<br />

hora de explicar la realidad y la existencia: aparecen propuestas<br />

humanistas, llámense ideológicas, cientistas, etc. Asistimos a<br />

<strong>un</strong> proceso, que en el correr del tiempo, va a sustituir la religión<br />

por visiones y explicaciones puramente seculares o inmanentes.<br />

A la religión le salen contrincantes que van a disputarle<br />

ese espacio del sentido y del sentido último. La religión va a<br />

dejar de tener el monopolio de la visión del m<strong>un</strong>do. Ésta es la<br />

consecuencia a la que quiero llegar y que quiero acentuar. Entramos<br />

en <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do donde comienza <strong>un</strong> pluralismo de visiones<br />

del m<strong>un</strong>do, de explicaciones de la vida, fuera del marco<br />

religioso.<br />

Conferencias<br />

Autonomización y diferenciación social<br />

El tercer aspecto que quisiera comentar se refiere a la ya<br />

señalada autonomización creciente de las distintas esferas sociales.<br />

Cuando había <strong>un</strong>a cosmovisión dominante y <strong>un</strong>itaria como<br />

era la religiosa cristiana, entonces aparecía la sociedad como<br />

<strong>un</strong>a <strong>un</strong>idad. La sociedad era <strong>un</strong> entretejido de instituciones, de<br />

personas con sus roles o papeles en ella, su orden y jerarquía,<br />

sus valores… <strong>un</strong>a especie de ordenamiento <strong>un</strong>itario que tenía<br />

como cemento la religión. Cuando este cemento o argamasa<br />

se rompe o diluye están dadas las condiciones objetivas para<br />

que cada <strong>un</strong>a de las esferas, de los distintos aspectos o instituciones<br />

de la sociedad, se vayan independizando. Se independi-<br />

89


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

za, como ya dijimos, primeramente, la política, después la ciencia,<br />

el derecho, la economía, después, también, lo estético, el<br />

arte, etc. A la altura de finales del siglo XVIII, Kant lo va a traducir<br />

racionalmente, mediante la distinción de las tres críticas o<br />

dimensiones de la razón: la teórica, la ciencia; la práctica, la moral<br />

y, finalmente, la crítica del juicio, la estética. Cada <strong>un</strong>a de estas<br />

dimensiones de la razón o racionalidades se van independizando,<br />

descubrimos que cada <strong>un</strong>a de estos aspectos de la<br />

razón <strong>un</strong>a, tiene su propio estatuto de validez, su propia lógica,<br />

etc. A principio del siglo XX <strong>un</strong> M.Weber, verá consumadas<br />

e institucionalizadas estas divisiones.<br />

Este proceso de autonomización y diferenciación social no<br />

se detiene. Está todavía f<strong>un</strong>cionando. Posteriormente hemos<br />

asistido a la autonomización o la independencia cada vez de<br />

más y más aspectos: la moral social o cívica se presenta como<br />

autónoma; la familia, el modo de entenderla, su estilo, configuración,<br />

se va independizando; la sexualidad sale del ámbito del<br />

matrimonio y camina independiente… Todos estos cambios<br />

institucionales, reflejo de su autonomización creciente, causan<br />

muchísimos malestares de cabeza, sin duda ning<strong>un</strong>a, a los creyentes<br />

y a nuestra Iglesia.<br />

Insisto, captemos el movimiento o dinamismo estructural<br />

de fondo que lleva consigo la modernidad: hay <strong>un</strong>a autonomización<br />

de la razón y <strong>un</strong>a autonomización de los distintos aspectos<br />

sociales.Y cuando decimos autonomización e independencia<br />

queremos decir que se descubren con <strong>un</strong>a lógica propia,<br />

autónoma, ya no dependiente de otra cosa y, sobre todo,<br />

que se van desprendiendo de esa especie de tutela o de petición<br />

de legitimación que ejercía lo religioso sobre ellas. La religión,<br />

en este caso la cristiana, deja de ejercer su tutela (y dominio<br />

o control) sobre cada <strong>un</strong>a de ellas.<br />

90


Una moral social autónoma<br />

Religión, progreso y modernidad<br />

En el cuarto aspecto de la secularización, quiero insistir sobre<br />

<strong>un</strong>a consecuencia socio-política y cultural que ha traído la<br />

secularización o descentramiento de la religión en la sociedad<br />

moderna: la aparición de <strong>un</strong>a moral autónoma. La aparición de<br />

<strong>un</strong>a ética cívica o ética social autónoma es <strong>un</strong>a consecuencia<br />

de la nueva centralidad social de la política. En adelante la sociedad<br />

se organiza desde la política sin pedirle permiso a la religión.<br />

Este hecho supone la creciente formación de <strong>un</strong>a ética<br />

o comportamiento social, cívico, independiente de la religión.<br />

Esta autonomización de la moral ha tenido muchísimas consecuencias,<br />

y las sigue teniendo todavía. Hay ya <strong>un</strong>a forma de entender<br />

la responsabilidad ciudadana, la responsabilidad en la<br />

sociedad y la responsabilidad moral en general, desde el p<strong>un</strong>to<br />

de vista puramente político, ciudadano o social.<br />

La moral cívica aparece ya desligada, o crecientemente<br />

desligada, de lo religioso. Entiéndase bien: no necesariamente y<br />

totalmente tiene que excluir lo religioso, pero se sitúa fuera de<br />

la tutela de lo religioso. Una ética autónoma, <strong>un</strong>a ética civil<br />

moderna, es <strong>un</strong>a ética que acompaña a la autonomización de<br />

lo político respecto a lo religioso. Una autonomización que, se<br />

advierte ya a la altura de I. Kant, se independiza racionalmente.<br />

Se plantea como <strong>un</strong>a reflexión puramente racional acerca<br />

del comportamiento de los seres humanos y con pretensión<br />

de <strong>un</strong>iversalidad. Es decir, lo que se afirma como moral o justo<br />

socialmente, lo podemos afirmar a través de argumentos y<br />

razones y postulamos, además, que sean aseveraciones aceptables<br />

por todo individuo con <strong>un</strong> mínimo de sensatez.<br />

Esta autonomía de la moral cívica ha costado mucho digerirla<br />

a las Iglesias. Ha costado mucho y cuesta. Hasta el día de hoy,<br />

Conferencias<br />

91


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

todas estas cuestiones de la moral civil, de si existe <strong>un</strong>a ética cívica,<br />

<strong>un</strong>a «ética de mínimos», se entienden con mucha dificultad.<br />

Sin embargo, este proceso tiene <strong>un</strong>a larga historia ya. Y habrá<br />

que aceptar que, sencillamente, desde el p<strong>un</strong>to de vista racional<br />

existe <strong>un</strong>a moral social, cívica, autonomizada de la religión. Lo<br />

cual no quiere decir que no tenga muchas raíces o inspiraciones<br />

religiosas cristianas ni podamos dejar de entrar en diálogo y hacer<br />

aportaciones a su formación y contenido. Pero hemos de<br />

ser muy conscientes de que no tenemos ya el monopolio de la<br />

moral y que vivimos en <strong>un</strong>a sociedad y cultura que ha descubierto<br />

la autonomía de la moral cívica. A esto me refiero. Por<br />

tanto, adelantemos ya que nuestro modo de entrar en diálogo e<br />

influir en la ética cívica será desde posturas no de imposición<br />

confesional, si no de la razonabilidad de nuestras propuestas.<br />

La purificación ideológica<br />

Quinto aspecto acerca de la secularización. Volvemos sobre<br />

el proceso mismo en su incidencia sobre la religión y su valoración<br />

negativa, como conj<strong>un</strong>to de pérdidas. Habitualmente,<br />

cuando se suele abordar el proceso de secularización en homilías,<br />

se suele escuchar <strong>un</strong>a visión negativa. Al final, las relaciones<br />

entre religión y modernidad se salda con <strong>un</strong> juicio muy<br />

negativo.Y, desde <strong>un</strong>a visión evangélica y racional, no todo son<br />

pérdidas. Hemos perdido la centralidad social, el monopolio<br />

de la cosmovisión, se han independizado cada <strong>un</strong>a de las instituciones<br />

y de las dimensiones de la racionalidad, etc. Da la<br />

sensación primera y poco reflexiva —y, además, esto fue vivido<br />

así históricamente, en la mayoría de los casos— que todo<br />

el proceso fue <strong>un</strong>a agresión contra la religión por parte de la<br />

modernidad y <strong>un</strong> ingente número de derechos perdidos o<br />

92


Religión, progreso y modernidad<br />

arrebatados a la religión. La modernidad aparece, así, como la<br />

gran enemiga de la religión cristiana. Se comprende el proceso<br />

de retraimiento de la religión en la modernidad y hasta el<br />

rechazo de la modernidad por la sensibilidad de muchos responsables<br />

religiosos y creyentes.<br />

Hay <strong>un</strong> cierto p<strong>un</strong>to de verdad, vistas las cosas con la<br />

mentalidad religiosa de predominio social. Se pasó de ocupar<br />

la centralidad social a la periferia de la sociedad. Sin duda ning<strong>un</strong>a,<br />

hay <strong>un</strong>a contracción social, pero también, como dijimos,<br />

<strong>un</strong>a purificación de la religión. Hay, por tanto, ganancias. En esta<br />

especie de juicio y queja, de valoración religiosa de la modernidad,<br />

existen purificaciones dolorosas que, finalmente, aparecen<br />

como despojos que dejan más libre a la religión cristiana<br />

y más apta para ejercer su f<strong>un</strong>ción crítica, orientadora, solidaria<br />

y liberadora en esta sociedad.<br />

Conferencias<br />

La reacción defensiva: eclesiastización y rechazo<br />

de la modernidad<br />

¿Qué ganancias hay en este encuentro/ desencuentro entre<br />

religión y modernidad? La primera, ya ha sido señalada: la religión<br />

cristiana deja de ser <strong>un</strong> legitimador ideológico. Se purifica<br />

su actuación y mensaje; se centra mucho más en el mensaje<br />

evangélico de liberación del ser humano. El mensaje evangélico<br />

tiene la posibilidad de ser realmente él, remitido a la salvación.<br />

Digámoslo siguiendo el proceso de autonomización descubierto<br />

en la modernidad: la religión tiene la oport<strong>un</strong>idad de ser<br />

también autónoma, de f<strong>un</strong>cionar críticamente frente a la centralidad<br />

social que es ahora la política y la economía. Puede den<strong>un</strong>ciar<br />

lo injusto, lo inhumano, las desigualdades, y arbitrariedades<br />

que los intereses políticos y económicos hacen y no dejan<br />

93


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

de ejercer en este m<strong>un</strong>do. Esta oport<strong>un</strong>idad de crítica social de<br />

la religión y de libertad frente a los poderes de esta sociedad,<br />

se dice menos. Hay que subrayarlo frente a la reacción defensiva<br />

que tuvo históricamente y predominantemente, nuestra Iglesia<br />

católica.Ya es <strong>un</strong> tópico señalar el Syllabus de 1884 como el<br />

compendio práctico de nuestro anti-modernismo. Fuimos casi<br />

anti-todo: anti-modernos, anti-demócratas, anti-liberales… Es<br />

comprensible históricamente que se viera de esa manera: era<br />

difícil reaccionar de <strong>un</strong> modo no defensivo ante lo que fue vivido<br />

con la sensación de arrinconamiento, de pérdida, etc. Sabemos<br />

que los procesos históricos no son lineales, ni mucho menos,<br />

y donde hay ambigüedades por ambas partes. Nos indica,<br />

además, que difícilmente se está a la altura de las circ<strong>un</strong>stancias<br />

cuando se está enredado en los mismos intereses que se defienden.<br />

El resultado y la consecuencia peor para los creyentes<br />

y la Iglesia ha sido <strong>un</strong>a postura defensiva y de rechazo a la modernidad<br />

que ha costado mucho levantarla.<br />

De esta historia venimos. Además, los españoles, franceses,<br />

etc., tenemos <strong>un</strong>a aportación genuina a lo que denominamos<br />

hoy neo-fudamentalismo. Hemos producido <strong>un</strong>a actitud religioso-social<br />

integrista. Ahora que hablamos tanto, con preocupación,<br />

del integrismo islámico, haríamos bien en recordar de dónde<br />

venimos. Nosotros también tenemos en nuestra historia <strong>un</strong>a<br />

tradición y reacción integrista, en la cual se trataba de ver todos<br />

los aspectos sociales desde la religión. Y cuando las cosas no<br />

aparecían al modo religioso integrista eran descalificadas, no se<br />

era español, etc. El error no tenía derechos. Hasta la corrección<br />

del Concilio Vaticano II todo eso llevó a <strong>un</strong> cierre eclesial, a <strong>un</strong>a<br />

postura defensiva y de rechazo de la modernidad.<br />

La reacción defensiva condujo a <strong>un</strong> reforzamiento institucional,<br />

confesional, interno. Un analista alemán, X. Kaufman, de-<br />

94


Religión, progreso y modernidad<br />

nomina eclesiastización, al hecho de la institución eclesial, que<br />

se siente acorralada y eleva muros defensivos, en forma de<br />

clericalización, reforzamiento de la autoridad, dogmatización,<br />

como modo de defenderse del peligro moderno.<br />

Conferencias<br />

La as<strong>un</strong>ción crítica de la modernidad<br />

Después de más de <strong>un</strong> siglo de experiencia, el aprendizaje<br />

costoso de todo este proceso es que no vale el rechazo ni<br />

tampoco la aceptación pura. La modernidad es <strong>un</strong> fenómeno<br />

tan complejo que hay que tener <strong>un</strong>a actitud crítica y avisada,<br />

pero no de rechazo. Así cumplimos mejor aquello de que<br />

«Dios amó tanto a este m<strong>un</strong>do que le dio a su Hijo único»<br />

(Jn, 3, 16); a este m<strong>un</strong>do, no a otro.<br />

La paradoja de la modernidad es que <strong>un</strong> proceso que<br />

nace en el seno de <strong>un</strong>a sociedad y cultura cristiana, hija de <strong>un</strong><br />

dinamismo racional y creativo que h<strong>un</strong>de sus raíces en la concepción<br />

cristiana de Dios, no fue reconocido por su madre.<br />

La modernidad es <strong>un</strong>a hija, alg<strong>un</strong>os dirán bastarda del cristianismo<br />

y, visto desde el otro lado, desde la Iglesia, ésta es <strong>un</strong>a<br />

madrastra. La modernidad está ya in nuce, en semilla, en la misma<br />

afirmación de que Dios es creador. Significa que Dios es el<br />

no-m<strong>un</strong>do, es otra cosa distinta, con lo cual lo creado es lo<br />

no-Dios y queda entregado a nosotros. Si, además, el Creador<br />

es la Inteligencia con mayúsculas y la Verdad plena, entonces el<br />

m<strong>un</strong>do tiene que tener rasgos de este Creador. No es extraño<br />

que estudiosos como M. Weber y R. K. Merton hayan visto<br />

desde aquí el despliegue de <strong>un</strong>a creciente aplicación de la<br />

inteligencia humana al dominio de este m<strong>un</strong>do a través de<br />

la tecnociencia y la racionalización económica, alg<strong>un</strong>as veces<br />

95


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

hasta la expoliación como vemos hoy. La inteligencia aplicada<br />

al conocimiento de las leyes de este m<strong>un</strong>do, la búsqueda de libertad,<br />

de dignidad, y tantos elementos de la misma sociedad<br />

moderna se muestran deudores de los impulsos cristianos. Por<br />

tanto, cuando tratamos de que la religión cristiana no rechace<br />

elementos de la modernidad, esta postura no es por estar a la<br />

moda ni por parecer modernos —porque si no, nos llaman<br />

trogloditas—, sino porque en el proceso mismo de la modernidad<br />

están f<strong>un</strong>cionando semillas y elementos que son cristianos,<br />

que son plenamente humanos, que conducen hacia <strong>un</strong>a<br />

humanización mejor. La tendencia hacia <strong>un</strong>a mayor autonomía,<br />

mayor libertad, mayoría de edad, es <strong>un</strong>o de estos dinamismos<br />

que tiene raíces cristianas.<br />

Es decir, la modernidad no hay que asumirla como «desde<br />

fuera», sino «desde dentro», como fruto del dinamismo del<br />

Espíritu. Un sencilla pneumatología, diría: ahí está Dios actuando,<br />

en el corazón de los procesos humanos y, por tanto, de la<br />

modernidad. El dinamismo del Espíritu está trabajando, n<strong>un</strong>ca<br />

sin nosotros, siempre con nosotros, en la misma búsqueda humana<br />

en pro de la humanización. Porque, como diría Pablo,<br />

dónde está la presencia y el dinamismo de Dios, si no es en<br />

nuestras propias búsquedas, con todas las ambigüedades que<br />

se quiera, pero ahí está pugnando el Espíritu por llevar la creación<br />

hasta su plenitud (Rm, 8, 19s).<br />

2. LA RELIGIÓN EN LAS SOCIEDADES<br />

DEMOCRÁTICAS<br />

Ya es hora de hablar de la modernidad de nuestros días o<br />

modernidad tardía. Hasta ahora me había quedado en el siglo<br />

XIX y comienzos del XX. Lo haré más sintéticamente.<br />

96


Religión, progreso y modernidad<br />

Actualmente se habla de que nos encontramos en <strong>un</strong>a<br />

nueva fase de la modernidad que denominamos tardía. De<br />

nuevo repito que lo que importan no son las palabras con las<br />

que denominamos los procesos, sino los procesos mismos a<br />

los que se ap<strong>un</strong>ta. Dígase posmodernidad, modernidad tardía,<br />

seg<strong>un</strong>da modernidad, o tiempo copulativo, para utilizar <strong>un</strong>a famosa<br />

frase de Kandinsky —el famoso pintor, que intuyó que<br />

estamos en <strong>un</strong> momento cultural no de las adversativas o las<br />

oposiciones drásticas y polares, sino en <strong>un</strong> tiempo de conj<strong>un</strong>ciones<br />

copulativas— lo que importa es captar algo del dinamismo<br />

de nuestro tiempo.<br />

Esta modernidad tardía, vista desde nuestra perspectiva<br />

occidental, europea, ap<strong>un</strong>ta a <strong>un</strong>a sociedad en la que están<br />

asentados dos elementos de los que voy a hablar brevemente.<br />

Conferencias<br />

La sociedad democrática<br />

La sociedad de la modernidad tardía presenta la centralidad<br />

de lo político-económico, incluso, de lo económico independizándose<br />

de lo político. El capitalismo globalizado, financiero,<br />

neoliberal, es su matriz económica, predominante hasta<br />

la extenuación. Desde el p<strong>un</strong>to de vista político adopta la forma<br />

democrático parlamentaria y desde la perspectiva cultural,<br />

ofrece <strong>un</strong> pluralismo de visiones, voces e ideologías. Así tendríamos<br />

descrito estructuralmente el núcleo de esta modernidad<br />

tardía<br />

Aquí me voy a fijar en la dimensión político democrática.<br />

Nos interesa para nuestras consideraciones respecto a la situación<br />

de la religión en las sociedades democráticas.<br />

97


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

La neutralidad del Estado en cuestiones<br />

de sentido y creencia<br />

Se dice que <strong>un</strong>a característica de esta situación democrática<br />

es la separación entre Iglesia y Estado. Después de las<br />

guerras de religión, se llegó a la conclusión de que el mejor<br />

modo de evitarlas era separando las cuestiones religiosa de<br />

las políticas, la Iglesia del Poder político. Las cuestiones de<br />

sentido y de sentido último acerca de la existencia y de la realidad<br />

eran cuestiones que tenía que dirimir el individuo. Son<br />

cuestiones metafísico-religiosas que hay que dejar al individuo.<br />

El Estado no tiene que meterse en ese terreno; no le<br />

compete. El Estado es neutral en cuestiones de sentido último<br />

y creencia.<br />

Estas reflexiones y tomas de posición llevan consigo dos<br />

consecuencias: <strong>un</strong>a, es la separación Iglesia-Estado, de ahí sale<br />

la laicidad. La laicidad es sobre todo <strong>un</strong>a cuestión de poder<br />

más bien. Se comprende a luz de lo dicho anteriormente que<br />

dada la centralidad social de la religión hubo <strong>un</strong> momento en<br />

que la religión le disputó al poder político dicho puesto social<br />

central. Era <strong>un</strong>a disputa de poder.<br />

Actualmente, la religión ya no le disputa el poder al Estado.<br />

Pueden existir alg<strong>un</strong>as escaramuzas, pero no le disputa ya<br />

el poder. Hay ya clara <strong>un</strong>a aceptación del poder del Estado o<br />

<strong>un</strong>a separación. Esto supone por parte de la religión y los creyentes,<br />

que va calando dentro de las mentalidades la laicidad<br />

en el sentido de esta separación de poderes. En ese sentido<br />

somos ya los creyentes, la mayoría, laicos. Aceptamos la laicidad.<br />

Aceptamos el hecho de que el Estado sea neutro desde<br />

el p<strong>un</strong>to de vista de las creencias y sobre todo desde el p<strong>un</strong>to<br />

de vista de la definición de la realidad, su sentido, etc. Acep-<br />

98


Religión, progreso y modernidad<br />

tamos algo así como que crecientemente tenemos que ir<br />

arrumbando «el proyecto de cristiandad».<br />

Hoy estamos asistiendo a <strong>un</strong> descenso de la práctica religiosa<br />

y a <strong>un</strong> descenso de la influencia de la religión católica en<br />

la sociedad española. Las previsiones para el futuro no parecen<br />

contar con la detención de este proceso. Este hecho marca<br />

el fin del proyecto de cristiandad, si por cristiandad entendemos<br />

<strong>un</strong> concepto para intentar decir algo sobre el estilo de<br />

fe cristiana que recorre más de mil quinientos años del proceso<br />

de cristianización en Europa occidental. Un proceso que,<br />

como dirá Ch. Duquoc, trata de hacerse configurando <strong>un</strong> tipo<br />

de sociedad, <strong>un</strong> tipo de cultura, <strong>un</strong> tipo de pensamiento, hasta<br />

<strong>un</strong> tipo de política y de poder «cristianos». Este proyecto religioso-cultural-político<br />

grandioso y con enormes y ambiguos<br />

logros se está desmoronando delante de nuestros ojos. Estamos<br />

ante su fin. Todavía quedan rastros de su dinamismo o<br />

nostalgia en <strong>un</strong>a sociedad democrática y pluralista que lo imposibilita<br />

por definición.<br />

Conferencias<br />

¿Dónde está hoy socialmente la religión?<br />

La sociedad civil<br />

¿Cómo se sitúa la religión en <strong>un</strong>a sociedad democrática? Se<br />

sitúa ya no a nivel del poder político, sino en la sociedad civil.Ya<br />

no está a nivel del poder político o de las estructuras del Estado,<br />

ya que éste se sitúa de <strong>un</strong>a forma neutral en las cuestiones<br />

metafísico-religiosas de sentido último. Cada ciudadano<br />

tiene que dilucidar como entiende la realidad y la vida, no es<br />

cuestión de que venga nadie a decir qué es lo que yo tengo<br />

que entender para mi realización personal, o cómo quiero entender,<br />

o como puedo entender, el desagarro de la realidad,<br />

99


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

etc., mientras no signifiquen <strong>un</strong> peligro para terceros.Todas estas<br />

cuestiones no son competencia del Estado son competencia<br />

del individuo. El individuo es el que tiene que decidir y el<br />

Estado es neutro o neutral en estas cuestiones.<br />

Sabemos, con todo, que existen grupos cuya comprensión<br />

de la realidad y la vida representan <strong>un</strong>a amenaza social. Existen<br />

también laicistas ideológicos beligerantes que ven en toda<br />

búsqueda de influencia religiosa en la sociedad <strong>un</strong> peligro y<br />

hasta <strong>un</strong>a amenaza para el poder estatal. Hay <strong>un</strong> fallo de comprensión:<br />

no se le disputa el poder al Estado, sino que el creyente<br />

y las com<strong>un</strong>idades religiosas no ren<strong>un</strong>cia a tener <strong>un</strong>a<br />

presencia e influjo social. Alg<strong>un</strong>os hacen <strong>un</strong> proyecto de <strong>un</strong>a<br />

configuración irreligiosa de la sociedad, estos son los laicistas<br />

beligerantes. Sencillamente, no respetan el principio de la laicidad<br />

que, como estamos viendo, supone la neutralidad en las<br />

cuestiones de sentido y creencia últimas. Es decir, se sienta el<br />

principio del pluralismo como principio democrático. El laicista<br />

beligerante, como el religioso fanático, no lo respetan.<br />

Volvamos sobre el lugar de la religión en esta sociedad democrática<br />

y pluralista. No está ya en la disputa de poder o de<br />

influencia ideológica sino que está en lo que llamamos sociedad<br />

civil. Es decir, estamos en el m<strong>un</strong>do que no pertenece al<br />

ámbito de lo estatal, al m<strong>un</strong>do de las instituciones dependientes<br />

del Estado, sino de la iniciativa de los individuos, de los ciudadanos,<br />

desde el p<strong>un</strong>to de vista de lo deportivo, artístico, cultural,<br />

religioso. Es <strong>un</strong> espacio social importantísimo a la hora<br />

de configurar <strong>un</strong> estilo de vida, marcar la identidad personal y<br />

colectiva, como de lograr la integración social, la resolución de<br />

conflictos, dilucidar cuestiones de la vida y la muerte, el género,<br />

etc. La sociedad civil, hoy día se dice cada vez más, es lo<br />

prepolítico, que es muy importante, decisivo incluso, para la<br />

100


Religión, progreso y modernidad<br />

política. Sin ciudadanos participativos, responsables, con iniciativas<br />

varias, sencillamente, con la pura organización e ingeniería<br />

social del Estado, no puede llegar a solucionar cantidad de<br />

problemas de esta sociedad moderna desde la soledad de los<br />

ancianos hasta la seguridad en el tráfico. Sin <strong>un</strong>a elevación moral<br />

e implicativa de los ciudadanos no hay posibilidad de hacer<br />

más vivible esta sociedad moderna. Este aspecto va a ser muy<br />

importante de cara al futuro y sus <strong>reto</strong>s sociales. Sin duda ning<strong>un</strong>a,<br />

la religión cobrará mayor incidencia e importancia, sobre<br />

todo, ante estos problemas de la identidad y el comportamiento<br />

democrático de los ciudadanos. La religión, como hemos<br />

visto, ha perdido reconocimiento social de sus símbolo,<br />

roles, etc. Pero desde el p<strong>un</strong>to de vista de la influencia en las<br />

cuestiones de sentido personal, identidad y actitudes quizás lo<br />

ha ganado crecientemente. Desde este p<strong>un</strong>to de vista de las<br />

decisiones individuales y grupales, que responden a búsquedas<br />

de sentido y de respuesta ante problemas éticos y culturales<br />

actuales, la religión puede jugar <strong>un</strong> rol importante y humanizante.<br />

Puede influir también en esa ética cívica que, por otra<br />

parte, se ha independizado, ya de su tutela. Puede dar y recibir,<br />

enriquecerse y ayudar pero hay que saber jugar en el espacio<br />

público: hay que entrar sin pretensiones monopolísticas,<br />

sino dialogalmente, aportando ofertas y razones para poder<br />

solucionar los graves problemas que existen en nuestra sociedad<br />

actual.<br />

Conferencias<br />

Los inevitables roces con la política<br />

El diseño teórico de la neutralidad del Estado parece evitar<br />

todo roce de la religión con la política. La realidad no es<br />

tan pura. Lo que nos pasa, o lo que nos ha pasado, en esta so-<br />

101


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

ciedad española, cercanamente, dice lo contrario. No se pueden<br />

evitar los roces con la política o no existe la relación pura<br />

entre política y religión. ¿Por qué?<br />

Porque el Estado en las políticas sociales, en determinadas<br />

políticas sociales, vemos que arrastran <strong>un</strong>a sensibilidad que lleva<br />

consigo <strong>un</strong>a visión del ser humano, de la realidad, de la sociedad,<br />

etc. Todo lo que hoy se llama «nueva política» y que<br />

camina mucho por el lado de las políticas sociales —piensen<br />

como actualmente están otra vez en el candelero social los<br />

temas del origen de la vida y de la muerte, están politizándose<br />

elementos de la integración social de los «otros», de los venidos<br />

de otro lugar, cultura, religión, etc.—, todos estos problemas,<br />

son objeto de política sociales y tocan comprensiones del<br />

m<strong>un</strong>do y de la vida. Rozan, inevitablemente, con visiones del<br />

m<strong>un</strong>do, que, por otra parte, tampoco le son ni le pueden ser<br />

indiferentes a <strong>un</strong>a política, y tampoco a la religión. Luego, finalmente,<br />

se ve la confrontación o roce que surge entre la política<br />

y la religión.<br />

De <strong>un</strong>a laicidad incompetente hacia <strong>un</strong>a laicidad<br />

inteligente<br />

Insisto, estas cuestiones no son baladíes para la política democrática.<br />

El que empujen a sus ciudadanos a <strong>un</strong> tipo de prácticas<br />

sociales u otras, léase todo lo que nos está sucediendo<br />

con el tema del islamismo, no es <strong>un</strong>a cuestión irrelevante. Es<br />

decir, al final, el Estado y la religión están condenados a entenderse.<br />

No se puede tener <strong>un</strong>a especie de división de competencias<br />

tan puramente, que no haya roces. El Estado es incompe-<br />

102


Religión, progreso y modernidad<br />

tente en los p<strong>un</strong>tos de vista de sentido último; ahí es competente<br />

la Iglesia y ésta no es competente, o la religión no es<br />

competente en nada ni tiene que decir nada en políticas sociales.<br />

No es así. La solución no es aferrarse a <strong>un</strong> reparto de<br />

incompetencias. Hay que pasar de <strong>un</strong>a laicidad de la incompetencia<br />

a <strong>un</strong>a «laicidad inteligente».<br />

La propuesta no es mía, es de <strong>un</strong> filósofo y ensayista francés<br />

que en su tiempo fue bien izquierdoso, Régis Debray, y, recientemente,<br />

se ha ocupado con interés y sugerencia de las<br />

cuestiones religiosas, de Dios, de la religión en la escuela, etc.<br />

Este pensador propone justamente este paso en la cuestión<br />

de las relaciones entre Estado y religión.<br />

Es decir, actualmente, las cuestiones político sociales son<br />

más sutiles y estamos condenados a entendernos. Me parece<br />

sugerente la expresión de «la laicidad inteligente». Invita a la<br />

reflexión, al diálogo y al entendimiento. Los creyentes, la Iglesia,<br />

claro, tiene mucho que cambiar y aportar para alcanzar<br />

esta laicidad inteligente.<br />

La Religión cristiana puede hacer <strong>un</strong>a aportación seria a la<br />

democracia. Desde el p<strong>un</strong>to de vista del sentido, la religión<br />

ofrece <strong>un</strong> venero de tradición y sentido. La prof<strong>un</strong>dización democrática<br />

no se llevará a cabo fuera de estas fuentes de la<br />

motivación hacia la solidaridad y el sentido, hacia la fraternidad<br />

y la acogida del otro, como han visto desde J. Habermas hasta<br />

M. Gauchet.<br />

Actualmente, estamos viviendo <strong>un</strong>a ideología cancerosa<br />

respecto a la vida social: <strong>un</strong> individualismo desvinculado, que<br />

se cree y vive desligado de todo vínculo social. Ya lo hemos<br />

dicho suficientemente, sin los elementos de participación y<br />

preocupación por el bien general de todos, en <strong>un</strong>a sociedad<br />

Conferencias<br />

103


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

con <strong>un</strong> consumismo materialista e individualista, se dan las<br />

condiciones para la desocialización y fragmentación social. La<br />

exclusión social producida por <strong>un</strong>a economía de <strong>un</strong> capitalismo<br />

que se presenta sin limitaciones ni trabas, sólo puede producir<br />

rupturas, segmentaciones y exclusiones.<br />

No es extraño que se clame por <strong>un</strong>a «tercera revolución<br />

democrática» (R. Dahl). Necesitamos <strong>un</strong>a tercera revolución<br />

democrática —la primera, la de Pericles, y la seg<strong>un</strong>da,<br />

la del siglo XVII liberal, se han quedado cortas—, en este momento<br />

estamos viendo la insuficiencia de <strong>un</strong>a democracia<br />

que no controla a la economía, que no puede evitar la desocialización<br />

ni exclusión dentro de las sociedades nacionales<br />

y a nivel m<strong>un</strong>dial. La producción de parias es ingente (Z.<br />

Bauman). Si no se quiere seguir por este camino debe crecer<br />

la etización de la globalización, el control democrático<br />

de la economía, <strong>un</strong>a mayor preocupación por los problemas<br />

m<strong>un</strong>diales de la desigualdad, del hambre, del deterioro de la<br />

naturaleza.<br />

¿Dónde crecerá la motivación e impulso para este tipo de<br />

política y acción social? ¿De dónde provienen los elementos<br />

compasivos, críticos e impulsores hacia <strong>un</strong>a participación, <strong>un</strong>a<br />

mayor responsabilidad, <strong>un</strong>a mayor visión de los problemas com<strong>un</strong>es?<br />

Esto, repito, no es ingeniería social; esto es sentido<br />

moral y humano, de donde bebe la propia democracia. (Aquí<br />

hay hoy <strong>un</strong>a discusión interesantísima y fascinante: la de si la<br />

democracia únicamente se motiva y se salvaguarda desde la<br />

pura argumentación o razones, o precisa de <strong>un</strong> «plus» cosmovisional.<br />

Hasta <strong>un</strong> Habermas que ha defendido <strong>un</strong>a postura radicalmente<br />

racionalista, últimamente es consciente del déficit<br />

motivacional y lo matiza <strong>un</strong> poquito más. J. B. Metz y Ch.Taylor<br />

le apoyarían ahora más).<br />

104


Religión, progreso y modernidad<br />

No hay duda de que necesitamos ciudadanos implicados,<br />

responsables y fraternos. En este p<strong>un</strong>to la fe cristiana puede<br />

aportar mucho a la humanización de la política actual y de la<br />

sociedad. Puede aportar sensibilidad, participación, compromiso,<br />

seriedad; puede aportar <strong>un</strong>os ojos que ven los rincones oscuros<br />

de la sociedad y <strong>un</strong>a compasión realmente movilizadora.<br />

Conferencias<br />

3. TENTACIONES Y OCASIONES<br />

DE HUMANIZACIÓN<br />

Resumo ya mis propuestas<br />

1. La tentación de la nostalgia: la tentación «religiosa» de recuperar<br />

la centralidad, el monopolio ético o cosmovisional, etc. En<br />

último término, que siguiéramos apostando por <strong>un</strong> proyecto<br />

de cristiandad. Éstas son posturas nostálgicas, que ya son imposibles<br />

e inviables en la sociedad europea y española actual.<br />

No parece que tengamos a la vista <strong>un</strong> cataclismo tal que permita<br />

volver a <strong>un</strong>a centralidad de la religión en nuestras sociedades<br />

occidentales. Estas actitudes ya no se debieran tener. Lo<br />

que procede es vivir buscando creativamente ser fieles al<br />

mensaje evangélico y significativos en esta sociedad de la modernidad<br />

tardía.<br />

2. La tentación del adaptacionismo, o mejor, de la adaptación<br />

total que pierde la identidad cristiana. Esto conduciría a diluirnos<br />

en la modernidad tardía y ser inservibles como creyentes. El<br />

desafío y la tarea es adaptarse, ser modernos y prof<strong>un</strong>damente<br />

religiosos.Vivir a Dios en medio del m<strong>un</strong>do de hoy. Se trata<br />

de ser nosotros mismos en esta realidad, asumiendo lo que<br />

en esta realidad misma es humano, que es también lo divino,<br />

según la ley de la Encarnación. Ni la postura adaptacionista<br />

105


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

que nos liquida ni la defensa a ultranza que nos conduce al<br />

gheto. Hay que optar por la postura difícil, que tiene <strong>un</strong> equilibrio<br />

inestable, que está buscando permanentemente el equilibrio.<br />

Es la postura del espíritu crítico, que siempre está avizorando<br />

qué es lo que humanamente se está jugando y dónde<br />

podríamos nosotros vivir nuestra fe impulsando lo auténticamente<br />

humano, porque ahí aletea también el Espíritu de Dios.<br />

3. Las guerras de laicidad actual. Así titulé <strong>un</strong>a colaboración<br />

hace ya <strong>un</strong> año, cuando estaba más álgida la confrontación entre<br />

Iglesia y Estado. Sobre estas guerras de laicidad, por lo menos<br />

vistas desde España, quisiera acentuar solamente <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to:<br />

no caigamos en la trampa de defender los pres<strong>un</strong>tos valores<br />

con olvido de la justicia.Y pongo <strong>un</strong> ejemplo: la elección de G.<br />

W. Bush. Casi todos los analistas han dicho que realmente ha<br />

tri<strong>un</strong>fado por que le votaron muchos ciudadanos conservadores<br />

de las religiones, evangélicos, sobre todo, y también católicos<br />

y judíos. Los evangélicos más conservadores o casi diríamos<br />

neof<strong>un</strong>damentalistas, estos son relativamente pobres; proceden<br />

del llamado EE. UU. prof<strong>un</strong>do. Estaban en contra del<br />

aborto, y de los matrimonios homosexuales. Sin embargo, fueron<br />

sordos o no tuvieron en cuenta todo el programa económico,<br />

político o más bien militar y social del señor Bush que les<br />

perjudicaba y que apoyaba mucho más a los intereses de los<br />

demócratas y republicanos «sólo de nombre» del Este, de<br />

mentalidad mucho más emancipada y mucho más libres y mucho<br />

más contemporizadores con el aborto y el matrimonio de<br />

los homosexuales, etc. Asistimos así a <strong>un</strong>a curiosa paradoja o<br />

curiosa inversión que casi estaríamos viéndola reflejada en alg<strong>un</strong>os<br />

acontecimientos de nuestra sociedad. No nos ocurra aquí<br />

lo mismo.Ya sé que mi juicio es discutible. Pero cuando escucho<br />

entre nosotros la defensa de la familia, incluso a nuestros<br />

106


Religión, progreso y modernidad<br />

obispos, y no escucho a continuación que se den<strong>un</strong>cie, al mismo<br />

tiempo, la precariedad del trabajo, el consumismo y materialismo,<br />

el encarecimiento de la vivienda, la competitividad, es<br />

decir, cuando no se dice en qué condiciones sociales estamos y<br />

cuáles es el tipo de sociedad que estamos haciendo los españoles,<br />

no me vale. Hoy, tras el experimento social de la Sra.<br />

Thatcher, ya se sabe que estas condiciones laborales y sociales<br />

doblan los divorcios y la degradación de la familia. Miren, la Iglesia<br />

está perdiendo la ocasión de estimular la política social de<br />

<strong>un</strong> partido que se dice socialdemócrata. El señor Solbes está<br />

calladito, agazapado, no sale casi en los periódicos, no es noticia.<br />

Qué lástima que estemos criticando al gobierno y no le critiquemos<br />

y estimulemos en aquello que es lo más peculiarmente<br />

socialista. Por favor, ataquemos las cuestiones a fondo.<br />

4. Dialogar críticamente en <strong>un</strong>a sociedad democrática y laica<br />

para ayudar a su humanización. Nos toca vivir en <strong>un</strong> tipo de<br />

sociedad democrática laica y pluralista. Tenemos que demostrar<br />

que la religión puede ayudar decisivamente a la prof<strong>un</strong>dización<br />

democrática y a humanizar esta sociedad.<br />

1) Frente al individualismo desligado y desentendido. Esta sociedad<br />

necesita poner coto a este individualismo desligado,<br />

desentendido, que se despreocupa del otro. No<br />

es cristiano ni democrático.<br />

2) Solidaridad frente a la globalización neoliberal actual y sus<br />

víctimas. Un m<strong>un</strong>do globalizado desigual e injusto espera<br />

<strong>un</strong>a solidaridad m<strong>un</strong>dial, <strong>un</strong>a sensibilidad por los pobres<br />

y excluidos de este m<strong>un</strong>do. Los datos últimos del<br />

PNUD van empeorando: casi la mitad de la humanidad<br />

vive con nuestros cafés; esta realidad tiene que interpelar<br />

a la fe cristiana y a la responsabilidad democrática,<br />

ciudadana.<br />

Conferencias<br />

107


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

3) Resistencia frente al consumismo de objetos y sensaciones.<br />

Una aportación de la religión a la educación ciudadana<br />

es enseñarla a no retirar la vista de los rincones<br />

oscuros de nuestra sociedad; resistir a esta especie<br />

de ola neoliberal consumista que nos está viviendo<br />

sin dejarnos ser nosotros mismos. Rechazar <strong>un</strong><br />

estilo de vida que es enormemente antievangélico.<br />

Cuando a veces me piden hablar de la religión hoy, al<br />

final digo con <strong>un</strong> poco de ironía y con comillas: la religión<br />

actual más predominante es la del consumismo,<br />

la de los centros comerciales, quítenle a los europeos,<br />

a los españoles, los centros comerciales, el<br />

fútbol, y cuatro cosas más y esto queda convertido<br />

en <strong>un</strong> desierto.<br />

Lutero decía que Dios es aquello que más quiere<br />

nuestro corazón. Hoy, mayoritariamente lo que más<br />

quiere nuestro corazón es el consumismo materialista<br />

que lleva hacia la indiferencia.<br />

4) Aceptación del otro en el pluralismo.Vivimos <strong>un</strong> pluralismo<br />

religioso e ideológico inevitable en esta sociedad<br />

democrática. Estadísticamente no es demasiado relevante<br />

el hecho de que haya <strong>un</strong> 2 % de otras religiones,<br />

pero sí que es muy nuevo y relevante desde el<br />

p<strong>un</strong>to de vista de la situación social que configura:<br />

cambia nuestro <strong>un</strong>iformismo católico, nos invita a convivir<br />

con otros, sobre todo desde el p<strong>un</strong>to de vista<br />

ideológico, etc. Estamos desafiados a <strong>un</strong>a verdadera<br />

tolerancia: a interesarnos por el otro, a aprender del<br />

otro y también a disentir de él en aquello que creemos<br />

no podemos aceptar. Se sientan así las bases del<br />

auténtico diálogo.<br />

108


Religión, progreso y modernidad<br />

5) Ayudar a laicizar la laicidad. Sólo Dios es el Absoluto. Estamos<br />

asistiendo en nuestro m<strong>un</strong>do a hechos que nos<br />

dejan perplejos y que ya no creíamos posibles: el uso<br />

religioso, legitimador, de guerras preventivas y de violencias,<br />

inmolaciones en nombre de Dios.<br />

Dirán eso sucede en EE. UU. y con el integrismo<br />

islámico. Pero es indicador de las derivas fanáticas a<br />

las que puede conducir la religión. Debemos ser muy<br />

conscientes de la peligrosidad de la religión para<br />

tener <strong>un</strong>a actitud atenta y vigilante. Y, desde luego,<br />

rechazar enérgicamente los usos ideológicos, legitimadores,<br />

de la religión. Los creyentes, ahora en nombre<br />

de la laicidad, de la autonomía de lo político y religioso,<br />

debemos negarnos a cualquier manipulación política<br />

de lo religioso. No hay justicias infinitas ni ejes del<br />

bien y mal. El único absoluto es Dios. De ahí para<br />

abajo todo es penúltimo. Ni patrias, ni civilizaciones, ni<br />

ideologías, ni partidos, ni naciones, nada es sagrado<br />

ni Absoluto. El creyente es <strong>un</strong> desacralizador radical,<br />

precisamente porque sólo acepta <strong>un</strong> único Absoluto.<br />

6) Dialogar con los no religiosos para buscar lo «verdaderamente<br />

humano» y avanzar hacia <strong>un</strong> conciencia humana<br />

<strong>un</strong>iversal. Los no creyentes empiezan a ser notorios.<br />

Su contacto, en muchos casos, nos enseña por donde<br />

camina lo humano en esta sociedad moderna. Nos<br />

pueden ayudar también a detectar lo que puede ser<br />

<strong>un</strong>iversalizable.Tomémoslos en cuenta; discutamos, veamos<br />

que alg<strong>un</strong>as veces nos muestran, mejor que los<br />

creyentes, dónde está la conciencia del <strong>un</strong>iversal humano,<br />

en la defensa de la naturaleza, en la justicia, en<br />

Conferencias<br />

109


Conferencias<br />

José María Mardones<br />

<strong>un</strong>a ética cívica, etc. Podemos aprender y caminar con<br />

ellos.<br />

7) Ser lo que somos: entrar dentro de la «catedral»: mística y<br />

justicia.<br />

Finalmente, entremos dentro de la religión en serio: hemos<br />

vivido mucho tiempo fuera o en sus aledaños. Un teólogo alemán<br />

Eugen Biser, dice esto, con razón y con cierta gracia: utiliza<br />

<strong>un</strong>a imagen. Nuestro cristianismo ha vivido muy «desde fuera»<br />

la religión. Es como si estuviéramos, dice él, contemplando <strong>un</strong>a<br />

hermosísima catedral, pero desde el exterior. Pero de lo que se<br />

trata es de «entrar dentro», contemplar desde dentro el Misterio.<br />

Hay que vivir más intensamente la presencia oculta del dinamismo<br />

de Dios presente en nuestras vidas y en toda la realidad.<br />

Hoy hay hambre de Misterio en nuestra sociedad; mucha<br />

gente busca sentido por los caminos más dispares. Frecuentemente<br />

nos encontramos con avizoradores del Misterio deliberadamente<br />

fuera de la tradición cristiana. Es penosa esta pérdida de<br />

confianza en que la Iglesia católica les pueda descubrir algo del<br />

Misterio de Dios. Prefieren, a menudo, circular por vericuetos y<br />

tradiciones lejanas. Hay búsquedas y hay bastante desorientación.<br />

Los creyentes, debemos aportar, sobre todo, acercamiento<br />

a la experiencia de Dios. Desde la vivencia personal que no<br />

estamos solos y que alguien nos acompaña continuamente,<br />

debemos ofrecer el testimonio de que este Dios ama a este<br />

m<strong>un</strong>do, se ha encarnado en él y está a nuestro lado cuando<br />

luchamos por la causa del hombre.<br />

Ojalá alg<strong>un</strong>as de estas tareas las sepamos abordar y ofrezcamos<br />

alg<strong>un</strong>as respuestas significativas. Se lo deseo a ustedes y<br />

a mí mismo.<br />

110


BIBLIOGRAFÍA<br />

Religión, progreso y modernidad<br />

U. BECK, La sociedad del riesgo, Paidós, Barcelona, 1998.<br />

P. L. BERGER, Para <strong>un</strong>a teoría sociológica de la religión, Kairós, Barcelona,<br />

1.ª ed. 1971.<br />

Ídem, Una gloria lejana. La búsqueda de la fe en época de credulidad,<br />

Herder, Barcelona, 1994.<br />

J. BAUBÉROT, Historia de la laicidad francesa, Colegio Mexiquense, México,<br />

2005.<br />

M. GAUCHET, La religión en la democracia, El Bronce, Barcelona, 2002.<br />

J. MARDONES, La indiferencia religiosa en España. ¿Qué futuro tiene el<br />

cristianismo?, HOAC, Madrid, 2.ª ed., 2004.<br />

Ídem, La transformación de la religión. Cambio en lo sagrado y cristianismo,<br />

PPC, Madrid, 2005.<br />

A. TOURAINE, Un nuevo paradigma para comprender el m<strong>un</strong>do de hoy,<br />

Paidós, Barcelona, 2005.<br />

Conferencias<br />

111


EL SILENCIO EN TORNO<br />

A DIOS EN LA CULTURA<br />

ACTUAL<br />

Conferencias<br />

MIGUEL GARCÍA-BARÓ<br />

Universidad Pontificia Comillas<br />

RESUMEN<br />

El prof<strong>un</strong>do silencio en torno a Dios que realmente existe<br />

en la cultura actual está tapado por <strong>un</strong> estruendo extraordinario<br />

alrededor de Su Nombre. Pero este recurso continuo<br />

y variopinto al Nombre de Dios no representa muchas<br />

veces más que <strong>un</strong>a entre las secuelas, presentes por todas<br />

partes, de la llamada «muerte de Dios». Este fenómeno de<br />

gran alcance, que se encuentra en trance de globalizarse,<br />

sólo puede ser interpretado por los hombres religiosos de<br />

hoy en términos de <strong>un</strong> especial eclipse u oscurecimiento del<br />

Rostro divino, que invade la misma existencia de los individuos<br />

religiosos y de las com<strong>un</strong>idades religiosas. La presencia<br />

de lo inconsolable en medio de la realidad postnihilista es <strong>un</strong><br />

lugar absolutamente central para la recuperación de la existencia<br />

religiosa en la forma de la pasión infinita, de la esperanza<br />

absoluta. A la vivencia íntima de esta esperanza absoluta<br />

le corresponde la necesidad de transformar paulatinamente<br />

las iglesias en auténticas sociedades contrastantes, sin las<br />

cuales no cabe testimonio creíble sobre Dios, sino nada más<br />

que nuevas formas de tomar Su Nombre en vano y contribuir<br />

a la desesperación y la injusticia.<br />

113


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

1. EL ESTRUENDO SOBRE DIOS EN<br />

EL MUNDO DE HOY<br />

No podemos decir que haya demasiado silencio, aparentemente<br />

al menos, en torno a Dios hoy. Más bien, ocurre todo<br />

lo contrario.<br />

Si echamos <strong>un</strong>a mirada a la situación de la sociedad española,<br />

los conflictos en materia de educación religiosa están a la<br />

orden del día, pero aún son más enconados los que afectan a<br />

as<strong>un</strong>tos en los que de modo constante se apela en <strong>un</strong>o u otro<br />

sentido a lo religioso: el matrimonio entre homosexuales y la<br />

posibilidad de conceder algo así como <strong>un</strong> perdón a los crímenes<br />

por terrorismo causados por ETA, sin duda están en el<br />

primer término. Perdón, amor, educación que se refiera o no a<br />

Dios, nos ocupan a diario como ciudadanos españoles.<br />

Pero es incuestionable que mucho de lo más arduo en estos<br />

debates lo está introduciendo el acontecimiento global de<br />

mayor importancia desde la caída del Muro: la guerra declarada<br />

por <strong>un</strong> sector del islam a Occidente, contestada en términos<br />

bélicos correspondientes. Se ha querido presentar esta<br />

guerra como <strong>un</strong> conflicto entre Sur y Norte, entre explotadores<br />

y explotados, entre gente sin alma y gente sin esperanza;<br />

pero paulatinamente se extiende la convicción de que el colonialismo<br />

y sus secuelas están, claro que sí, en el fondo lejano<br />

de los sucesos, pero ni mucho menos nos entrega este recuerdo<br />

histórico la condición suficiente del ataque a las Torres<br />

Gemelas, a la estación de Atocha o al transporte público de<br />

Londres. No están haciéndose la guerra dos civilizaciones enfrentadas<br />

e incompatibles, pero las hostilidades formales han<br />

procedido de <strong>un</strong> bando para el que la justificación religiosa es<br />

esencial, y en múltiples ocasiones quienes dirigen el bando<br />

114


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

opuesto se refieren también a la religión, a<strong>un</strong>que sólo sea para<br />

intentar recordar que el suicidio asesinando no puede ampararse<br />

en ningún código moral que se diga religiosamente inspirado.<br />

Incluso cuando se trata sólo o primordialmente de hacer<br />

descender el nivel de la presión llamada religiosa en la<br />

nueva guerra, la apelación a Dios es continua y se ha hecho<br />

necesaria.<br />

La muerte de <strong>un</strong> papa popular, conocido en todos los rincones<br />

del orbe, ha suscitado <strong>un</strong>o de los fenómenos de multitudes<br />

más tremendo de que se guarda memoria, y no es posible<br />

dejar de pensar que ha tenido en ello que ver el modo<br />

como lo religioso se ha adelantado a la primera página de la<br />

prensa en todos los países.<br />

De manera que no se puede hablar, en algún sentido trivial,<br />

de silencio en torno a Dios hoy, sino, al contrario, de estruendo<br />

que crece y que amenaza con rompernos a todos los<br />

tímpanos.<br />

Naturalmente, la cuestión está en saber si estas explosiones<br />

no constituyen quizá el aspecto más vistoso y conf<strong>un</strong>dente<br />

del eclipse de Dios al que se refería ya hace décadas Buber,<br />

en la situación del m<strong>un</strong>do que recibía la plena revelación del<br />

Holocausto judío cuando estaba recién sacudido por las bombas<br />

atómicas que rindieron al Japón.<br />

Conferencias<br />

2. SECUELAS DE LA «MUERTE DE DIOS»<br />

Una vez que fue posible vincular los gritos sobre la muerte<br />

de Dios de hace ahora <strong>un</strong> siglo con las manifestaciones de<br />

barbarie más monstruosas que se habían conocido (el nazismo,<br />

el GULAG, la colosal represión en el interior sec<strong>reto</strong> de<br />

115


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

China, el jmer rojo), según la pauta de Henri de Lubac en su<br />

célebre estudio —seguida por la mayoría de los comentaristas<br />

cristianos de la situación cultural contemporánea—, la reclamación<br />

de <strong>un</strong> siglo místico, de <strong>un</strong>a nueva época en la que la<br />

autenticidad de la experiencia sería la entrada obligada en el<br />

ámbito real de lo religioso, parece haber sido apenas <strong>un</strong> deseo<br />

intenso y santo.<br />

Los desastres que ha comportado esta muerte de Dios<br />

casi oficial han llegado a ser, como en bastantes casos predijo<br />

Nietzsche, los signos apocalípticos de <strong>un</strong> tiempo de nihilismo<br />

radicalmente novedoso y para el que nadie, ni individuos ni<br />

pueblos, podía estar suficientemente preparado. La inmensa<br />

estatua que se desmorona aplasta paisajes innumerables y llena<br />

de polvo y tinieblas todo el territorio que se libra de su<br />

golpe directo.<br />

Una de las formas más esperables que adopta este nihilismo<br />

es la exasperación de la pertenencia a <strong>un</strong>a iglesia cualquiera<br />

y la transformación de la fe religiosa en <strong>un</strong>a ideología que<br />

sustituye incluso a la ciencia, de la misma forma que a Taciano,<br />

a<strong>un</strong> siendo el heredero de la cátedra de san Justino en Roma,<br />

o sea, de aquel que murió como <strong>un</strong> Sócrates cristiano, le parecía<br />

abominación confiar en que algo como la técnica médica<br />

pueda curar zonas importantes de la vida del hombre. Por<br />

lo menos, hemos de entender que el convencimiento no formulado<br />

pero muy real de que Dios está muerto, conduce,<br />

como <strong>un</strong>a de sus consecuencias inevitables, inmediatas, a que<br />

muchos se apoderen de su cadáver y defiendan, con <strong>un</strong>a especie<br />

de materialismo o de empirismo a ultranza, que sólo<br />

Dios está vivo todavía, que él ocupa todo el espacio de la realidad,<br />

y que escépticos o ateos o, lo que aún es peor, hombres<br />

cultos que se dicen todavía religiosos y andan en la tarea<br />

116


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

de reformar prof<strong>un</strong>damente sus iglesias, son gentes que de<br />

mala fe se resisten a la evidencia masiva de que el Único, el Todopoderoso,<br />

es el sujeto exclusivo de todos los derechos<br />

y, por ello mismo, el dueño absoluto de la vida y los destinos<br />

de sus esclavos.<br />

Conferencias<br />

Una nueva forma, realmente postmoderna, de guerra de<br />

religión se podía prever como secuela de la desaparición<br />

de Dios. No es descabellado opinar que justamente porque<br />

Dios ha muerto es por lo que se explica lo que está sucediendo,<br />

de modo que si las cosas no hubieran tomado este giro,<br />

sería señal potente de que era falso que Dios hubiera muerto.<br />

Está ocurriendo lo que tenía que ocurrir como confirmación<br />

de la inexistencia real de Dios. Nada es más lógico, si todos<br />

están impregnados de la conciencia de semejante verdad,<br />

que el hecho de que nos comportemos globalmente como lo<br />

estamos haciendo: apelando a textos intocables, que han descendido<br />

directamente del cielo ya interpretados; restando<br />

cualquier valor a la vida de los familiares más próximos, de las<br />

personas más queridas, para no hablar de la consideración en<br />

que se tiene al extraño; saqueando los recursos del m<strong>un</strong>do<br />

natural como si hubieran ya sonado las trompetas del Juicio Final<br />

y supiéramos que nos espera la nada a todos a la vuelta<br />

de la esquina; y por supuesto, olvidando o prostituyendo la<br />

vida del espíritu: el pensamiento por el puro pensamiento, la<br />

oración, el arte lejos de todo interés publicitario. Un viejo midrás<br />

veía naturalísimo el diluvio de los tiempos de Noé simplemente<br />

porque el m<strong>un</strong>do estuviera lleno de ladrones, ya<br />

que el que roba, y así viola <strong>un</strong> mandamiento f<strong>un</strong>damental, de<br />

ning<strong>un</strong>a otra manera podría negar con más decisión y efectividad<br />

a Dios: ¡está proclamando que lo que conviene no es<br />

obedecerlo, sino transgredir su ley!<br />

117


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

Y así debiéramos siempre entenderlo: el verdadero negador<br />

de Dios es el que actúa sacando las consecuencias inevitables<br />

de su convicción respecto de que Dios no existe; mientras<br />

que en absoluto lo es el que, por ejemplo, después de dedicar<br />

su vida a la verdad, llega, según las fuerzas de su discurso,<br />

a sostener que, en efecto, Dios no existe. Cuando Espinosa<br />

proclamó, bien avanzado el siglo XVII, esta verdad elemental,<br />

a<strong>un</strong>que lo hizo en <strong>un</strong> tratado erudito que se cuidó de publicar<br />

anónimo y fingiendo que salía de <strong>un</strong>a imprenta muy lejana,<br />

los piadosos recensores inmediatamente notaron que aquello<br />

no podía haberlo escrito sino el judío renegado, con la ayuda<br />

del Diablo en persona; porque en aquel libro se llegaba a decir<br />

que toda la fe en Dios consiste en el amor y la justicia que<br />

se viven realmente para con todos los hombres próximos e<br />

incluso para consigo mismo; y que <strong>un</strong>a parte esencial de este<br />

amor y esta justicia es la libertad de pensamiento acerca de<br />

Dios, porque toda prof<strong>un</strong>dización en lo que es verdadero ya<br />

significa avanzar en el conocimiento de Dios.<br />

La historia del m<strong>un</strong>do en el último siglo, tomada en cada<br />

<strong>un</strong>o de sus hitos más sobresalientes, más bien confirma clamorosamente<br />

que no refuta la muerte de Dios. Apenas podríamos<br />

haber previsto a priori <strong>un</strong> desarrollo de los acontecimientos<br />

que hablara más rot<strong>un</strong>damente en favor de que Dios no<br />

existe que el curso que realmente han seguido éstos.<br />

Y aún no he mencionado lo que da <strong>un</strong> testimonio más patético<br />

y claro sobre la cuestión. Me refiero al hecho, difícilmente<br />

discutible —pero yo no soy <strong>un</strong> sociólogo—, de que por todas<br />

partes a nuestro alrededor la desaparición de Dios de la<br />

cultura vivida, del m<strong>un</strong>do de la vida cotidiana de las gentes,<br />

está produciendo no sólo la liberación de las neurosis a las<br />

que tanto se refirieron —con notoria razón— la crítica ilustra-<br />

118


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

da y la novelística burguesa, sino <strong>un</strong> nuevo género de enfermedad<br />

que es nuevo en la humanidad. Si vivir bajo la presión<br />

de autoridades eclesiásticas como aquel magistral de la catedral<br />

de Vetusta hace enfermar mentalmente a cualquiera que<br />

no esté ya de antemano loco, el ensayo contemporáneo de vivir<br />

sin el referente de Dios enferma también, sólo que de otro<br />

modo, a <strong>un</strong> porcentaje altísimo de la población. Los ulemas<br />

desvían y pudren la raíz de la eternidad en el espíritu; la nueva<br />

convicción de que lo eterno es <strong>un</strong>a ilusión enfermiza, trata,<br />

sin poder lograrlo del todo, de quitar cualquier riego vital al<br />

germen de eternidad que hay en el centro esencial de cada<br />

hombre. Es como preparar por todos los medios <strong>un</strong> campo<br />

de sembradura absolutamente seco, para que la simiente que<br />

indefectiblemente ha de caer se agoste nada más nacida. Pero<br />

si el procedimiento tiránico y monstruoso de los ulemas de<br />

cualquier tendencia o iglesia ayudaba a dirigir a mala parte el<br />

anhelo de Dios, este régimen de negación de aguas necesarias<br />

no puede impedir que al menos nos quede a todos ese anhelo<br />

como <strong>un</strong> muñón inútil, como <strong>un</strong> órgano ya sin f<strong>un</strong>ción, que<br />

nos perturba.<br />

Conferencias<br />

Los que todavía nos atrevemos a pensar, con certeza y<br />

con toda paz, que somos personas religiosas e incluso que potencial<br />

y algo más que potencialmente todo hombre lo es, no<br />

tenemos otro remedio que interpretar los signos de esta época<br />

en <strong>un</strong>a doble dirección: Dios recurre con frecuencia, en ritmos<br />

de sentido insondable, a lo que los sabios de Israel llaman<br />

héster panim, el Oscurecimiento del Rostro de bendición; pero<br />

este eclipse de la luz que ha de iluminar los caminos de todo<br />

hombre que viene a este m<strong>un</strong>do no tiene sino <strong>un</strong> significado<br />

providencial: es a su vez la manera en que conviene a la historia<br />

ahora que Dios la visite, y lo esencial es no desatender la<br />

119


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

visitación divina en el momento casi sec<strong>reto</strong>, sutilísimo, como<br />

la brisa, en el que se produce.<br />

La reacción religiosa sólo puede ser de máxima atención a<br />

lo que sucede, de máxima sinceridad respecto de las señales<br />

históricas, porque esto es sólo <strong>un</strong>a parte irren<strong>un</strong>ciable de la fidelidad<br />

a Dios mismo.Y si se pone a los hombres religiosos en<br />

la difícil posición de obligarlos a decir alg<strong>un</strong>a palabra, la primera<br />

que sale de nuestros labios es, indefectiblemente, el recuerdo<br />

de cómo está prohibido con toda seriedad tomar en vano<br />

el nombre de Dios. Todo este ruido espantoso alrededor de<br />

Su nombre es casi por entero <strong>un</strong>a blasfemia colosal. Pero no<br />

es que Dios se calle o sea simplemente silencio vacío. El silencio<br />

es sólo la primera condición para poder distanciar de nosotros<br />

el estrépito, para poder reconocerlo como tal y en sus<br />

rasgos característicos, y para, sobre todo, atender, desde esta<br />

distancia, a la voz infatigable de Dios, que precisamente es<br />

quien abre la separación entre nosotros y los estampidos de<br />

las bombas de cada día.<br />

3. CÓMO NO TOMAR HOY EN VANO EL<br />

NOMBRE DE DIOS: LA URGENCIA DE QUE<br />

LA IGLESIA CONSTITUYA REALMENTE<br />

UNA SOCIEDAD DE CONTRASTE SEGÚN<br />

LAS BIENAVENTURANZAS<br />

No tomar en vano ahora mismo el nombre de Dios significa,<br />

me atrevo a afirmar, explorar lo que quiere decir esperanza<br />

absoluta.<br />

A fin de cuentas, <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do como el que he descrito es,<br />

sobre todo, <strong>un</strong> lugar de donde la esperanza en sus sentidos<br />

120


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

más tensos y gloriosos ha huido; y el hombre religioso, por lo<br />

mismo, se experimenta en la duplicidad de esta falta de esperanza<br />

que se ha hecho también carne de su carne de alg<strong>un</strong>a<br />

manera, y, por otro lado, su mantenerse como sujeto de la esperanza<br />

en plenitud: la esperanza de la eternidad. Porque sería<br />

empezar dando el peor de los pasos en falso suponer que el<br />

nihilismo o la negación de Dios se han instalado limpiamente<br />

fuera de nosotros, de modo que nuestra posición es la de críticos<br />

desde la barrera de los males ajenos.<br />

No hay, pues, hoy otra receta que la que ha habido y habrá<br />

siempre: reconocer prof<strong>un</strong>damente en qué grado se es<br />

hijo del propio tiempo y establecer, como en el otro extremo<br />

del arco de la existencia, la autenticidad de lo que significa <strong>un</strong>a<br />

vida ante Dios, para permanecer en adelante en el trabajo de<br />

esa tensión.<br />

Por cierto, no hay modo de evitar <strong>un</strong> problema peculiar: la<br />

expresión social de la religión que son las iglesias, a las cuales<br />

se pertenece en <strong>un</strong>a tensión complementaria, que también es<br />

inevitable y esencial.<br />

Por <strong>un</strong> lado, el individuo no tiene derecho a desdeñar<br />

compartir la celebración de su fe con nadie que se lo proponga,<br />

sin que deba antes entrar en ningún examen de las respectivas<br />

calidades de la experiencia religiosa. La verdad, y <strong>un</strong>a verdad<br />

esencial, es que el cristiano forma parte integral de esta<br />

sociedad que es imagen de la Encarnación de la Divina Palabra,<br />

pero este su ser parte está bajo el compromiso infinitamente<br />

serio de ejercer su propia sinceridad crítica. Se existe<br />

ante Dios mismo, es decir, en la culminación de lo que significa<br />

el término seriedad, y este modo de estar en el m<strong>un</strong>do<br />

obliga de <strong>un</strong>a manera absoluta a <strong>un</strong>a fidelidad a la sociedad de<br />

Conferencias<br />

121


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

la iglesia que compromete, con rigor máximo, a ejercer plena<br />

y sincerísima libertad crítica.<br />

La estructura de la Encarnación introduce de lleno la existencia<br />

cristiana en la ambigüedad de la historia. Así es y así<br />

debe ser, y es <strong>un</strong> gozo, a<strong>un</strong>que muy difícil, no hallarse en <strong>un</strong>a<br />

com<strong>un</strong>idad de cátaros, sino de católicos. Pero a esta parte de<br />

la verdad la complementa esta otra: es casi imposible sentirse<br />

plenamente identificado con ning<strong>un</strong>a opción colectiva en absoluto,<br />

sobre todo cuando estamos hablando de la existencia<br />

religiosa, o sea, de la existencia que intenta absolutamente ser<br />

llevada adelante en la presencia de lo Absolutamente Santo. Si<br />

calla alg<strong>un</strong>o de los miembros de la iglesia acerca de cualquier<br />

cuestión de alcance que en conciencia le exija hablar, se instala<br />

en <strong>un</strong>a hipocresía insufrible y, desde luego, incompatible con<br />

el espíritu de las Bienaventuranzas cristianas. Guardar silencio<br />

es ya de hecho asentir realmente; es <strong>un</strong> asentir más real que<br />

cualquier pres<strong>un</strong>ta disidencia libre mantenida tácitamente.<br />

Es evidente que contra nadie se debe ser más crítico que<br />

contra sí mismo y respecto del propio círculo más íntimo;<br />

pero también es evidente que este deber se extiende en seguida<br />

a nada menos que aquella sociedad donde se pretende<br />

de modo público que se pone en práctica real la existencia<br />

cristiana integral. Hay <strong>un</strong> deber urgente y terrible de abrirse a<br />

la corrección fraterna en los dos sentidos: estar del todo dispuesto<br />

a analizar los posibles errores de la propia postura<br />

cuando nos son caritativamente señalados, en el espíritu de la<br />

verdad; pero también ejercer la crítica en este mismo espíritu.<br />

Quiero decir, resumidamente, en este seg<strong>un</strong>do p<strong>un</strong>to central<br />

de mi exposición, que no sólo no es extraño, sino que es,<br />

por el contrario, esencial el peligro que tiene la forma de per-<br />

122


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

tenencia a <strong>un</strong>a iglesia en la extensión del fenómeno contemporáneo<br />

—y, en gran medida, contemporáneo de todos los<br />

hombres en todas partes— del eclipse de Dios. Siento muchos<br />

fenómenos de la vida en el interior de las iglesias como<br />

manifestaciones de este mismo nihilismo dentro del cual estamos<br />

todos en alg<strong>un</strong>a medida presos. No hace falta la perspicacia<br />

de <strong>un</strong> gran sociólogo para advertir cuántos gestos de las<br />

iglesias constituidas en cuerpos sociales de férrea jerarquía se<br />

entienden demasiado bien desde la desesperación de la autoafirmación<br />

vacía.<br />

Las iglesias están condenadas a contribuir al estruendo<br />

donde la voz de Dios se puede perder, de la misma manera<br />

que cualquier individuo religioso está condenado a la posibilidad<br />

de suscitar más escándalo que fe a su alrededor.<br />

Las iglesias cristianas están gozosa y dolorosamente introducidas<br />

en el problema capital de la esperanza dentro de la<br />

historia, e incluso este problema es <strong>un</strong>a zona central de su<br />

vida sacramental misma, y no <strong>un</strong> adorno o <strong>un</strong> complemento.<br />

El sujeto de la redención es la naturaleza, la historia y, por lo<br />

mismo, el hombre entero en cada <strong>un</strong>o de los aspectos de su<br />

ser. Mirad con sinceridad y con paz y fe a vuestro alrededor y<br />

decidme si no veis, como yo, que la presencia histórica del<br />

cristianismo se está volviendo no ya evanescente, sino ridícula,<br />

y hasta prof<strong>un</strong>damente escandalosa.Y este escándalo no está<br />

sólo siempre en los ojos perversos de quienes odian el Bien,<br />

porque su número no puede ser grande, dado que semejante<br />

odio es <strong>un</strong>a monstruosidad, <strong>un</strong> mal diabólico, que la propia<br />

dogmática reserva sabiamente a muy pocos.<br />

Existe la necesidad, como supo bien el primer cristianismo,<br />

de que la iglesia constituya, con toda modestia, <strong>un</strong>a sociedad<br />

Conferencias<br />

123


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

que, por su propia naturaleza, tienda a ser <strong>un</strong> grupo contrastante<br />

dentro del conj<strong>un</strong>to de los demás grupos sociales.<br />

Una sociedad contrastante, llena del espíritu de la humildad<br />

propiamente religiosa, pero cierta de tener <strong>un</strong>a misión<br />

histórica gravísima que acometer a favor de la obra divina de<br />

la redención, empieza por constituirse sobre la evidencia de<br />

que las relaciones inmediatas entre sus miembros sólo pueden<br />

basarse en el amor fraternal y la justicia estricta: <strong>un</strong> recinto de<br />

verdad y de paz, de amor solidario y de libertad. Sobre todo,<br />

<strong>un</strong> ámbito de verdad ansiosamente buscada y celebrada, porque<br />

la vida hacia la verdad es la condición primera de las demás<br />

notas características de <strong>un</strong>a auténtica sociedad contrastante<br />

según el espíritu de las Bienaventuranzas de Cristo.<br />

Y no se diga que las posibilidades de algún éxito histórico<br />

palpable son remotísimas. Por supuesto, ha habido mártires incontables<br />

de <strong>un</strong> trocito de semejante vida del cielo dentro, ya<br />

mismo, de la historia; pero la extensión antigua de la esperanza<br />

cristiana, en la medida en que podamos conocer a esta distancia<br />

alg<strong>un</strong>a verdad sobre el pasado lejano, ya sabemos que<br />

se debió en alg<strong>un</strong>a importante medida a que fue patente, durante<br />

siglos, que los cristianos se amaban y sacaban las consecuencias<br />

históricas inevitables, o sea, sabían emprender las<br />

obras del amor.<br />

4. VIVIR ELIMINANDO LA ETERNIDAD:<br />

LA IMPORTANCIA CRUCIAL DE LOS<br />

MALES INCONSOLABLES<br />

Este ensayo nuevo que nuestro m<strong>un</strong>do cultural realiza hoy<br />

—el de vivir positivamente sin eternidad— ha sido ya descri-<br />

124


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

to de varias maneras, entre las que me parece que destacan<br />

dos principales.<br />

Por <strong>un</strong>a parte, se ha hablado de <strong>un</strong> instalarse cómodo en la<br />

inmanencia, al modo de quien sólo tiene que aprender determinados<br />

movimientos y la ren<strong>un</strong>cia a otros, hasta quedar ajustado<br />

casi físicamente dentro de los límites de <strong>un</strong> espacio que se ha<br />

reducido de pronto. Por otra parte, y con prof<strong>un</strong>didad inigualablemente<br />

mayor, se ha utilizado <strong>un</strong>a metáfora opuesta: por primera<br />

vez se libera enteramente el horizonte de lo puramente<br />

humano, hasta el p<strong>un</strong>to de que el nuevo Dios que nace de la<br />

muerte del antiguo es justamente el hombre mismo que soporta<br />

la purificación del nihilismo: el hombre crecido fuera de cuanto<br />

se ha sabido hasta ahora de él, el ultrahombre. Para este<br />

Dios recién nacido, la vida finita es su misma divinidad, desde el<br />

momento en que la acoge con la plenitud del que acepta que<br />

ella es todo, en su condición tragicómica.<br />

Un hombre más allá del hombre, más allá del cristianismo<br />

y del nihilismo negativo, además de convertirse en <strong>un</strong> seg<strong>un</strong>do<br />

Dióniso inocente, experimenta lo que <strong>un</strong> novelista pedante<br />

pero eficaz ha denominado la levedad del ser, cuya versión<br />

más filosófica —y no menos pedante— es la debilidad del<br />

pensamiento. Estas levedad y debilidad significan la conversión<br />

de las catástrofes inconsolables de antaño en simples episodios<br />

pasajeros hogaño. Una vez que se recupera acrecentada<br />

la vieja conciencia de Anaximandro y Heráclito sobre el ritmo<br />

de los tiempos, los lotes inexorables del destino y los giros en<br />

la rueda de la fort<strong>un</strong>a, y se vuelve a entender, tras la pesadilla<br />

judeocristiana, que la finitud es para <strong>un</strong> hombre todo, porque<br />

él mismo sencillamente consiste en <strong>un</strong>o de los fugaces avatares<br />

del Fuego o Guerra o Juego que es el ciclo del ser, la vida<br />

cambia y las valoraciones se transmutan de arriba abajo.<br />

Conferencias<br />

125


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

Los polos de la orientación se invierten de pronto. El temple<br />

del ánimo de los estoicos, mezclado, como de hecho lo estaba<br />

en Séneca, con el de los epicúreos estrictamente fieles al<br />

maestro, regresa al primer plano de la historia y derrota definitivamente<br />

las ensoñaciones platónicas. Las ilusiones místicas<br />

son sustituidas por la celebración de la vida en su impenetrable<br />

consistencia, en su movimiento absoluto e inexplicable, del<br />

que ahora reconocemos por completo que sobran las teorías<br />

que intenten reducir la maravilla, el misterio, el milagro: el único<br />

milagro que de veras se da, y que es, precisamente, la vitalidad<br />

de la vida <strong>un</strong>iversal.<br />

Sólo que, más que entregarse el hombre a la naturaleza<br />

como la parte en los brazos del todo, gana, respecto de los<br />

viejos filósofos griegos, la perspectiva de que él mismo y su<br />

circ<strong>un</strong>stancia vital entera son la única divinidad que subsiste. Ni<br />

siquiera la historia, sino tan sólo el centro de conciencia de mí<br />

mismo, que se atreve a querer con la constancia y la entereza<br />

de <strong>un</strong> sí absoluto, sin sombra ning<strong>un</strong>a de negación, lo que de<br />

verdad es, o sea, mi vida.<br />

La clave de esta situación ultrahumana está en la desaparición<br />

de lo inconsolable, o sea, en la disminución de los<br />

males a pasajeras incomodidades, como ya decían los sabios<br />

estoicos. Si realmente es posible erradicar lo inconsolable<br />

de la vida humana, entonces esta ideología postcristiana no<br />

será tal sino la verdad misma; porque la disminución de lo<br />

inconsolable, su domesticación, su comprensión, en último<br />

término, desintegran la idea de redención o salvación, desarman<br />

y desconstruyen algo así como <strong>un</strong>a esperanza absoluta,<br />

y en ese mismo instante destrozan el corazón de la religión<br />

o, mejor dicho, muestran que su sancta sanctorum estaba<br />

vacío.<br />

126


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

Puede parecer <strong>un</strong>a paradoja afirmar que el fracaso de eso<br />

mismo que estuvo por siglos en el centro del pensamiento<br />

cristiano, a saber, la teodicea, es la condición indispensable para<br />

refutar en el pensamiento y, lo que es mucho más importante,<br />

en la existencia, la ontología nietzscheana, fondo común de<br />

Heidegger y Ortega, de K<strong>un</strong>dera y Vattimo. Sin embargo, no se<br />

trata sino de recordar con la fuerza necesaria que la cruz y la<br />

resurrección, el escándalo y la superrealización de las esperanzas<br />

más locas, están en el centro del monoteísmo bíblico y siguen<br />

siendo la clave más honda de la lectura de la historia.<br />

Sin esperanza propiamente absoluta, la religión está muerta<br />

y no posee más realidad que la de la política. Sin este factor<br />

de revolución desmedida, de crítica tan infinitamente radical<br />

como amorosa, sin el varón de dolores y de deseos, las<br />

iglesias no son más que grupos de presión conservadores, dedicados<br />

a poner parches de vejez a la irrupción volcánica de la<br />

verdad postmoderna, o sea, postcristiana y postnihilista. Es en<br />

torno a la existencia o a la imposibilidad de la esperanza absoluta<br />

donde se juega todo en la religión, y este as<strong>un</strong>to es <strong>un</strong>a<br />

incumbencia absolutamente individual, en primer término, de<br />

cada persona. Sólo en <strong>un</strong> seg<strong>un</strong>do momento pasa a ser también<br />

cosa de com<strong>un</strong>idades. Pero primordialmente rompe las<br />

casas y las familias y separa la uña de la carne.<br />

La antigua forma cristiana de la teodicea pudo ser muchas<br />

veces demasiado ingenua, en su tendencia a disolver en el saber<br />

la esperanza absoluta y sus secuelas: la confianza absoluta<br />

y el amor incondicional. Pero siempre mantuvo <strong>un</strong>a reserva<br />

que, en el caso de Leibniz, su más prof<strong>un</strong>do representante, se<br />

expresa en la idea de la presencia inexorable en todas partes<br />

del llamado mal metafísico. Leibniz ap<strong>un</strong>taba con esto a que,<br />

incluso reconocida la inmensa altura ontológica del alma racio-<br />

Conferencias<br />

127


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

nal humana, la mera finitud es ya en sí <strong>un</strong> desgarro inconsolable<br />

que está a la espera de ser curado en la reas<strong>un</strong>ción o recapitulación<br />

de todas las cosas en Dios. La distancia entre la<br />

eternidad y el tiempo, entre Dios y su criatura, es ya bastante<br />

como para mantener a la creación entera en los dolores de<br />

<strong>un</strong> largo parto, hasta el nacimiento de la redención definitiva,<br />

o sea, hasta la plenitud de la participación en la vida misma de<br />

Dios.<br />

Hoy ya no se parte de la evidencia de la diferencia entre<br />

eternidad y tiempo, sino que se niega la eternidad. A<strong>un</strong> suponiendo<br />

que no haya manera de demostrar que existe la eternidad<br />

—Rosenzweig hubiera dicho que no porque las pruebas<br />

sean deficientes, sino meramente porque <strong>un</strong>a prueba no es<br />

más que <strong>un</strong>a prueba, y eso es infinitamente poco respecto de<br />

la eternidad—, es esencial, en el debate en torno a Dios, el<br />

testimonio existencial e intelectual a favor de la esperanza absoluta,<br />

puesta precisamente en la eternidad. No de otra cosa<br />

trató, a<strong>un</strong>que con claridad y éxito variables, Miguel de Unam<strong>un</strong>o<br />

toda su vida, desde al menos la crisis de 1897; tal fue, sobre<br />

todo, el tema único de la indagación de Sören Kierkegaard,<br />

por quien todavía hoy, en mi opinión, es preciso que<br />

empiece orientándose cualquier filosofía cristiana.<br />

El testimonio —que primero, indefectiblemente, repito, se<br />

reduce a la propia conciencia individual y su fuero interno— a<br />

favor de la esperanza absoluta, de aquello mismo que Kierkegaard<br />

se atrevía a llamar pasión infinita, es ya en adelante la<br />

única forma de filosofía de la religión no negativa que cabe y,<br />

si se quiere decir así, por aproximar lo más nuevo a lo clásico,<br />

también la única forma que le queda a la teodicea: <strong>un</strong>a teodicea<br />

casi infinitamente indirecta y, desde luego, infinitamente<br />

discreta o humilde.<br />

128


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

Contra la tesis de que el bien es esencialmente fragilidad,<br />

se opone la postura que sigue sosteniendo que el bien es<br />

esencialmente eternidad. Eso sí, desde esta seg<strong>un</strong>da tesis, los<br />

bienes frágiles, en su condición de indispensables alimentos terrenales,<br />

son plenamente reconocidos, dentro de aquello mismo,<br />

en última instancia, que ya Agustín llamaba el orden de<br />

toda la creación. No se da más la perniciosísima tendencia a<br />

eso que Nietzsche o Feuerbach, con exceso de razón, tacharon<br />

de calumnia de la finitud y del m<strong>un</strong>do: contemptus m<strong>un</strong>di,<br />

fuga m<strong>un</strong>di. Al hacer manierismo y barroco de san Agustín, se<br />

ha terminado por olvidar que la libido de la que él hablaba es<br />

amor, sólo que desordenado; de modo que sigue siendo amor,<br />

pero ya perfectamente justificado, <strong>un</strong>a vez que se lo ajusta, en<br />

el orden del corazón, dentro de la escala de la esperanza, donde<br />

el primer puesto es para aquella que vengo llamando absoluta<br />

—y que coincide con la virtud teologal de la esperanza,<br />

desde luego—.<br />

La tesis clásica es y sigue siendo que no hay <strong>un</strong>a sola realidad<br />

creada que no merezca amor en alg<strong>un</strong>a forma, porque lo<br />

único no amable es la negatividad del mal en sus variantes<br />

moral y física. Mientras no se haga real o existencialmente<br />

compatibles en armonía perfecta al amor del m<strong>un</strong>do y el<br />

amor de Dios, mientras no se vea que de hecho se exigen<br />

el <strong>un</strong>o al otro como el haz y el envés de la misma realidad, se<br />

está en las formas ideológicas, políticas y muertas de la religión.<br />

Existe, de hecho, <strong>un</strong> argumento ontológico: el que empleaba<br />

Simone Weil, que difiere bien poco del anselmiano, a<strong>un</strong>que<br />

sólo hoy, en la escuela de los mejores pensadores judíos<br />

contemporáneos, percibimos suficientemente los peligros de<br />

acercar demasiado el ser y el bien.Y es que la inexistencia del<br />

Conferencias<br />

129


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

bien perfecto en el m<strong>un</strong>do, evidencia de todas las evidencias,<br />

exige absolutamente que exista el bien perfecto fuera del<br />

m<strong>un</strong>do. No se puede saber con certeza insuperable, como de<br />

hecho lo sabemos, que nada en el m<strong>un</strong>do es lo bastante bueno,<br />

más que si, además de que poseamos nosotros algún conocimiento<br />

sobre esto absolutamente bueno, ello existe en<br />

realidad; porque el anhelo del bien absoluto es imposible si no<br />

está, justamente, dirigido al mismísimo bien absoluto. Eso sí:<br />

no es el mismo el modo de la realidad del bien que el modo<br />

de la realidad de los entes o seres. Lo que el anhelo no prueba<br />

respecto de <strong>un</strong> ente, lo prueba respecto del bien. Luego lo<br />

divino, lo eterno, lo perfecto, se presenta primordialmente<br />

bajo las especies del bien infinitamente atractivo, infinitamente<br />

hermoso, si se quiere neoplatonizar prof<strong>un</strong>damente este dato<br />

básico. No existe la atracción sin su polo, a<strong>un</strong>que pueda existir<br />

el viaje sin tierra donde termine. El ideal existe; puede no<br />

existir —y de hecho no debe existir— <strong>un</strong> ente intermedio en<br />

quien se realice con tanta fuerza que tape la luz original del<br />

prototipo y nos calme definitivamente la sed de la eternidad.<br />

Ha de haber, eso sí, desde luego, símbolos, hitos en la ruta de<br />

la esperanza absoluta; pero no han de sobrepasar el nivel de<br />

las señales que empujan siempre, enérgicamente, a más allá de<br />

ellas mismas.<br />

Estos símbolos, estas marcas de la belleza y la bondad perfectas,<br />

pueblan la realidad creada, a<strong>un</strong>que estén inmersos todos<br />

en su peculiar gravedad. Obedecen las leyes más hondas<br />

de la gracia, pero no dejan de crecer en medio de este m<strong>un</strong>do,<br />

como árboles, dice <strong>un</strong>a vez Simone Weil, cuyas raíces se<br />

pierden en la densidad del cielo, pero cuyas copas dan sombra<br />

fresca al desierto de la grave necesidad que es todo este<br />

m<strong>un</strong>do de suertes mecánicas, de enfermedades y males que<br />

130


El silencio en torno a Dios en la cultura actual<br />

se pueden explicar todos, en definitiva, con las solas leyes de<br />

la química y la física.<br />

La misma Simone Weil era capaz de ver en el espectáculo<br />

de esta necesidad <strong>un</strong>iversal la belleza impersonal y casi perfecta<br />

que simboliza la realidad, tras todo él, de la gracia.Yo tiendo<br />

a pensar que el lugar donde mejor se enciende la conciencia<br />

de la esperanza absoluta tiene menos que ver con la belleza y<br />

mucho más, en cambio, con la lucha moral, con el heroísmo<br />

del combate contra el mal, cuya condición es la máxima lucidez<br />

posible respecto de la maldad insondable del mal. Sólo<br />

<strong>un</strong>a sensibilidad extremadamente abierta a las heridas del mal,<br />

al dolor en todas sus formas, puede de verdad alcanzar hoy la<br />

experiencia de algo a lo que se atreva a llamar esperanza absoluta<br />

sin estar por ello tomando en vano el nombre de Dios,<br />

objeto de la esperanza auténticamente absoluta.<br />

No hay que temer, en as<strong>un</strong>to de religión, algo así como la<br />

acusación de que quien aún dice vivirla es <strong>un</strong> mero soñador<br />

de imposibles. Justamente sucede lo contrario: es imposible la<br />

existencia religiosa si no está llena de sueños sobre imposibles,<br />

o sea, si no está sustentada en <strong>un</strong>a esperanza más allá de toda<br />

esperanza, es decir, más allá de toda probabilidad; de la cual<br />

derivan <strong>un</strong> amor más allá de toda correspondencia y <strong>un</strong>a confianza<br />

en el futuro de Dios que sólo puede parecer locura o<br />

infantilismo a quien no percibe existencialmente en dónde<br />

arraiga. Lo que debemos temer es lo contrario: <strong>un</strong>a vida que<br />

se dice religiosa porque defiende instituciones que se dicen<br />

religiosas, y que está llena del buen sentido del que colabora<br />

calculando con <strong>un</strong>os y otros partidos que aspiran a tímidas reformas<br />

para que todo siga igual; <strong>un</strong>a vida que se diga religiosa<br />

pero para la que la eternidad, el bien absoluto, el amor absoluto,<br />

no sean realidades que modifiquen su propia estructura.<br />

Conferencias<br />

131


Conferencias<br />

Miguel García-Baró<br />

El peor de los silencios culturales alrededor de Dios es aquel<br />

en el que, como dijo Kierkegaard, se encuentra mucha cristiandad<br />

pero ningún cristianismo.<br />

Y hay cristianismo real sólo cuando existen hombres que<br />

en el sec<strong>reto</strong> de su intimidad se atreven a esperar de verdad<br />

lo imposible. De la misma manera que no era posible que <strong>un</strong><br />

ajusticiado con el suplicio del esclavo fuera resucitado por<br />

Dios mismo, en contra de la expectativa de los peritos en religión,<br />

de esa misma manera es imposible hoy que la tendencia<br />

destructiva de la historia se detenga y se invierta. Es imposible<br />

que los derrotados en tantos siglos de violencia sean rescatados<br />

y que su dolor no sólo se olvide, sino que se borre.<br />

Es imposible que lo ya sucedido sea aniquilado. Es imposible<br />

que los traicionados recuperen la confianza en la humanidad.<br />

Es, sobre todo, imposible y escandaloso que los pecadores vayan<br />

a ser convidados al banquete eterno del perdón y se sienten<br />

al lado de los justos sacrificados, a<strong>un</strong>que se les haya convocado<br />

a toda prisa, pasada la hora <strong>un</strong>décima. Es imposible<br />

que las oport<strong>un</strong>idades perdidas en todas las vidas se repitan,<br />

regresen, sean recuperadas. En definitiva, es imposible el reino<br />

de los cielos y no distinguimos con qué prudente política podríamos<br />

atraerlo a nuestra historia, tan real ella y tan macizamente<br />

posible. Justamente porque todo esto es imposible, lo<br />

esperamos en la actividad de <strong>un</strong>a esperanza plena que tiene<br />

que ser también actividad incesante. Si creyéramos que lo imposible<br />

es posible, no sólo no miraríamos a los ojos al mal,<br />

sino que nos recostaríamos a esperar del combate entre los<br />

dioses del maniqueísmo <strong>un</strong>a solución final para nuestra historia.<br />

Sólo <strong>un</strong>a libertad asumida hasta las últimas consecuencias<br />

habla aún elocuentemente de Dios en medio de las ruinas.<br />

132


LA CONTRIBUCIÓN<br />

DEL CRISTIANISMO<br />

A LA CULTURA EUROPEA<br />

Conferencias<br />

DALMACIO NEGRO PAVÓN.<br />

Universidad San Pablo CE<br />

1. Es obvio que Europa se encuentra en <strong>un</strong>a situación de<br />

descristianización. La descristianización está ligada a <strong>un</strong> proceso,<br />

no menos obvio, de deshistorificación, deseuropeización y<br />

descivilización. No se trata de <strong>un</strong> cambio histórico ni si quiera<br />

de <strong>un</strong> cambio social, cambios que, ciertamente, acompañan a<br />

la crisis presente, pero por sí solos no la explican. Si se atiende<br />

a lo que está sucediendo con la natalidad no es que se<br />

vaya hacia otra forma de civilización como pretende el progresismo.<br />

Parece más bien <strong>un</strong>a enfermedad de las que acaban<br />

con las civilizaciones.Toynbee decía que no mueren por asesinato,<br />

sino porque se suicidan. No se trata sólo de la natalidad:<br />

en el caso más optimista se estaría yendo hacia <strong>un</strong>a forma de<br />

civilización completamente desconocida, que no se sabe en<br />

qué va a consistir. Es como <strong>un</strong>a especie de huida hacia la nada.<br />

Cambios históricos y cambios sociales ha habido muchos<br />

a lo largo de la historia europea, pero el êthos sustantivo, del<br />

que la tradición es la forma dinámica, estaba siempre detrás<br />

de ellos. Prescindiendo de hacer ejercicio de prognosis, el<br />

problema central de nuestra situación es que se está abandonando<br />

el êthos tradicional.Y como este êthos estaba informado<br />

por el cristianismo, cabe pensar que su crisis es consustan-<br />

133


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

cial a la crisis de civilización, constituyendo tal vez su causa eficiente.<br />

2. ¿Esto significa que el cristianismo ya no es capaz de influir<br />

en la civilización europea? Hoy es preciso utilizar la palabra<br />

consenso para todo, a<strong>un</strong>que esté muy gastada por su mal<br />

uso, al emplearse para designar el acuerdo explícito, vol<strong>un</strong>tario,<br />

<strong>un</strong>ánime o por mayorías, cosa que no es. Ahora bien, entre<br />

la mayor parte de los autores que se han ocupado de ello,<br />

existe pues, en este sentido, <strong>un</strong> consenso en que toda civilización<br />

depende de <strong>un</strong>a religión. Las religiones son las claves de<br />

la cultura, lo que da forma a la cultura, lo que informa la cultura<br />

dándole su estilo peculiar. Pues cultura, como pensaba Eugenio<br />

d’Ors, solamente hay <strong>un</strong>a, al ser cultura todo lo que<br />

hace el hombre, ya que sólo existe <strong>un</strong>a naturaleza humana, al<br />

operar sobre la naturaleza. Como ese modo de operar sobre<br />

la naturaleza no es <strong>un</strong>iforme, puesto que el hombre es <strong>un</strong>a<br />

esencia libre, <strong>un</strong>a persona, la acción propiamente humana no<br />

es instintiva, meramente reactiva, sino específicamente creadora.<br />

Así, pues, han existido, existen y existirán muchas culturas<br />

particulares o civilizaciones, lo que dicho sea de paso, nada tiene<br />

que ver con el multiculturalismo, <strong>un</strong>a ideología tout court<br />

a<strong>un</strong>que esté muy en boga, utilizada como arma para destruir<br />

las naciones históricas, las culturas y las civilizaciones.<br />

Estas culturas particulares o civilizaciones dependen, pues,<br />

del modo en que los hombres se relacionan con la naturaleza,<br />

incluida la naturaleza humana.Y el modo de relacionarse el<br />

hombre con la naturaleza depende a su vez de lo que cree y<br />

piensa sobre la naturaleza y sobre sí mismo y, en último análisis,<br />

sobre la divinidad, la realidad de realidades. El hombre es<br />

<strong>un</strong> animal de realidades, decía Zubiri. La naturaleza y los otros<br />

hombres son para él realidades. Pero su visión totalizadora,<br />

134


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

comprehensiva de la realidad, se la da lo que imagina, reflexiona,<br />

cree y piensa sobre la divinidad. De ahí la transcendencia<br />

de la religión para entender las culturas y las civilizaciones.<br />

3. La cultura y el proceso de civilización comienzan por<br />

el culto a la divinidad, la forma originaria de toda cultura.Y el<br />

culto propio de Europa, su forma de cultura, lo determina la fe<br />

cristiana, origen del cristianismo como religión. Hasta el p<strong>un</strong>to<br />

de que Ernesto Troeltsch llegó a pensar en <strong>un</strong>a vinculación tan<br />

estricta entre Europa y cristianismo, que consideró esta religión<br />

la religión propia de Europa. No es así, porque el cristianismo<br />

es por su esencia <strong>un</strong>a religión <strong>un</strong>iversal, que rebasa<br />

todo espacio y tiempo conc<strong>reto</strong>s. Hoy mismo, mientras en Europa<br />

está en crisis o decae, progresa <strong>un</strong>iversalmente, como si<br />

su espíritu, para decirlo hegelianamente, huyese de aquí para<br />

encarnarse en el resto del m<strong>un</strong>do. El cristianismo ya no parece<br />

capaz de influir en la cultura europea y, por tanto, en su civilización<br />

y seguramente por esto es la descristianización la<br />

causa principal de su decadencia y de la descivilización. Se dice<br />

que la causa última es el nihilismo. Pero cabe preg<strong>un</strong>tarse: ¿el<br />

nihilismo es la causa o la lógica de la descivilización europea?<br />

4. ¿Por qué no es ya capaz el cristianismo de influir en la<br />

cultura europea? Las causas son, sin duda, múltiples. Como<br />

decía Hans Freyer, es imposible comprender todas las causas<br />

que concurren en los procesos históricos. Eso sin contar con<br />

la acción, inescrutable, de la Providencia, de la que se ocupa la<br />

teología de la historia. Una de las causas profanas, a mi entender<br />

la más importante, es la politización. Ha tenido lugar <strong>un</strong><br />

proceso histórico en el que la religión ha sido sustituida paulatinamente<br />

en su f<strong>un</strong>ción configuradora por la política.Y esto<br />

tiene que ver con <strong>un</strong> hecho, la aparición del Estado y su crecimiento.<br />

Conferencias<br />

135


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

Se puede decir que hasta el siglo XVI, lo sugirió hace tiempo<br />

el gran historiador belga Henri Pirenne, cabe explicar sintéticamente<br />

la historia de Europa como historia de la Iglesia.<br />

En el siglo XVI, con la consolidación del Estado como Estado<br />

Soberano empezó a no ser así. La Iglesia tuvo que inventar la<br />

doctrina de su potestas indirecta sobre el Estado; <strong>un</strong>a doctrina<br />

por lo menos equívoca. Por <strong>un</strong>a parte, no soluciona el auténtico<br />

problema, que es el de la auctoritas, sino que lo abandona.<br />

Por otra, la potestas no es lo mismo que el poder. Maquiavelo,<br />

dando testimonio de la situación de su tiempo, había<br />

liberado la potestas de sus limitaciones como mera facultad de<br />

origen jurídico sometida a la auctoritas eclesiástica y la había<br />

convertido en poder. El poder, en sí mismo, no tiene más límites<br />

que el propio poder; y éste tiende siempre a crecer absorbiendo<br />

todo, como mostró Jouvenel en su célebre, <strong>un</strong>o de los<br />

libros clave del siglo, Sobre el poder. Historia natural de su crecimiento.<br />

El poder dejado a sí mismo se autolegitima; su único límite<br />

es otro poder.<br />

5. Según esta perspectiva, el p<strong>un</strong>to de inflexión sería la<br />

famosa paz de Westfalia en 1648. El Estado, <strong>un</strong> aparato que<br />

hace como de recipiente o casa del Poder, salió de ella legitimado<br />

además por la doctrina de la soberanía. La estatalidad<br />

aparece ahora en primer lugar y la Iglesia concierta con ella<br />

concordatos, convenios. El Estado, que como «orden territorial<br />

cerrado» es particularista, se relacionó con la Iglesia, que<br />

es <strong>un</strong>iversalista, de igual a igual en el plano de la potestas. Es<br />

claro que aquí se habla de la Iglesia en general, pues habría<br />

que distinguir las Iglesias o confesiones protestantes de la católica.<br />

En las primeras, la doctrina aceptada es que forma parte<br />

del Estado Monárquico conforme al principio cuius regio<br />

eius religio. En las católicas se mantuvo cierto equilibrio me-<br />

136


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

diante la famosa <strong>un</strong>ión del Trono y el Altar, el Trono en primer<br />

lugar. El significado de la paz de Westfalia a este respecto es<br />

que con la soberanía se legitimó el principio de que la summa<br />

potestas, la soberanía, pertenece el Estado.<br />

Conferencias<br />

Prescindiendo de detalles, en la práctica, la Iglesia, las Iglesias,<br />

conservaron su influencia o auctoritas en la Sociedad, otro<br />

concepto artificial que sustituyó al de pueblo natural igual que<br />

su pendant, el Estado, sustituyó al gobierno natural. El primer<br />

interesado en que la Iglesia conservase su auctoritas entre el<br />

pueblo, en la Sociedad, fue durante mucho tiempo el poder<br />

político estatal, a fin de garantizar la moralidad. La religión instrumentum<br />

regni. Salvo en cuestiones de moralidad, la auctoritas<br />

de la Iglesia se redujo a legitimar las dinastías, el derecho<br />

divino de los reyes característico de las Monarquías estatales o<br />

absolutas. El derecho divino de los reyes, de origen pagano,<br />

era <strong>un</strong>a religion royale paralela a la cristiana confusamente mezclada<br />

con ella. En apariencia, el êthos no cambió nada, salvo las<br />

naturales alteraciones históricas. La antigua fórmula rex ex gratia<br />

Dei, seguía siendo la misma; sin embargo, con tres diferencias<br />

sustanciales en el trasfondo. La primera, que los reyes disponían<br />

del Estado y el Estado es por definición <strong>un</strong> mecanismo<br />

idóneo para concentrar el poder, toda clase de poder. La seg<strong>un</strong>da,<br />

que las Monarquías estatales son particulares, se circ<strong>un</strong>scriben<br />

a <strong>un</strong> territorio, el territorio estatal sometido a su<br />

derecho, que ya no es el derecho común, sino el derecho legislado,<br />

el derecho político o público, estatal, creado por el Estado.<br />

Los Estados Monárquicos se diferenciaban del Imperio, liquidado<br />

de hecho en la paz de Westfalia, porque el poder de<br />

este último, limitado por la auctoritas de la Iglesia, era sólo la<br />

potestas vinculada a la defensa de la Cristiandad en su f<strong>un</strong>ción<br />

de katechon o dique temporal frente a los embates del Anti-<br />

137


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

cristo. La tercera, que el Estado genera su propia ratio, la ratio<br />

status, la razón del poder, forma de la razón completamente<br />

autónoma e independiente, frente a la que la ratio ecclesiae es<br />

ineficaz; la ratio status separa los intereses del Estado de cualquier<br />

otra consideración.<br />

6. Europa ya no era, pues, la Cristiandad debido en parte<br />

a la ruptura protestante, y, sobre todo, a que los intereses particulares<br />

de los Estados Monárquicos se enfrentaban continuamente<br />

entre sí de poder a poder mientras creaban a partir del<br />

espacio de la soberanía <strong>un</strong> ámbito laico, secular, dependiente<br />

de ellos, el de la Sociedad, cada vez más importante, que no es<br />

ya el Pueblo, en el que penetraba el modo de pensamiento estatal<br />

igual que antaño penetrara en el Pueblo —el pueblo de<br />

Dios— el modo de pensamiento eclesiástico. La estatalidad es<br />

analíticamente <strong>un</strong> conj<strong>un</strong>to de monopolios expresos o tácitos,<br />

completos o incompletos. Uno de los principales, pues constituye<br />

<strong>un</strong>a exigencia de su naturaleza, el monopolio de la política.<br />

La política monopolizada por el Estado, al penetrar en la<br />

Sociedad la impregna de su ratio estatal, <strong>un</strong>a ratio estrictamente<br />

secular, temporal, la ratio natural del poder, sin más finalidad<br />

que los intereses del Estado y la eficacia sin consideración al<br />

Bien. La acción estatal sobre la Sociedad, que se intensificó en<br />

el Estado Monárquico Despótico, la impregnó de su específica<br />

politicidad, guiada sólo por intereses temporales.<br />

No obstante, el êthos dominante en la Sociedad siguió<br />

siendo cristiano, lo que moderaba la acción del poder. Casi todos<br />

los pensadores, Montesquieu por ejemplo, insistían por<br />

eso en las costumbres, en el êthos de la Nación Histórica,<br />

como la principal limitación del poder.<br />

7. El momento en que el poder estatal se enfrentó al<br />

êthos tradicional y comenzó a imponer conscientemente su<br />

138


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

propia moralidad, la moralidad del Poder, fue la Revolución<br />

Francesa. Los revolucionarios hicieron expresamente <strong>un</strong> nuevo<br />

calendario que, como símbolo de que comenzaba <strong>un</strong><br />

tiempo nuevo, absolutamente laico, empezaba en el año cero<br />

—el de la revolución— y sustituyeron no menos significativamente<br />

las fiestas cristianas por fiestas seculares, laicas, de su<br />

religión civil, a<strong>un</strong>que no llegaron, por cierto, a sacralizar ning<strong>un</strong>a<br />

Constitución. Para la renovación moral que soñaban a fin<br />

de realizar el ideal de la Ciudad Perfecta, se propusieron acabar<br />

con la Iglesia y el cristianismo. A<strong>un</strong>que reconocían <strong>un</strong> Ser<br />

Supremo, inventaron <strong>un</strong>a nueva religión cuya diosa era la diosa<br />

Razón.Voegelin creía ver en todo ello la mano del gnosticismo;<br />

es muy posible, pero no es éste el lugar de comentarlo.<br />

La revolución no logró plenamente sus objetivos; se lo impidió<br />

la contrarrevolución de Napoleón dentro de la revolución<br />

para contener el caos; sin embargo, señaló el camino a la<br />

posteridad. Logró, en cambio, aumentar de modo incomparable<br />

el poder estatal creando el Estado-Nación, de cuya consolidación<br />

se encargó Bonaparte. Se politizó la Nación Histórica<br />

haciendo de la Nación Política la encarnación de la Sociedad<br />

como el sujeto de la soberanía en lugar del rey. A<br />

tal fin, atribuyó y trasladó emocionalmente a la Nación el<br />

carácter de com<strong>un</strong>idad que antes representaba la Iglesia, com<strong>un</strong>itaria<br />

por naturaleza, <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad cuyo centro era<br />

Cristo. El Estado se convirtió en el centro en torno al cual se<br />

re<strong>un</strong>ía y vivía la Nación, cuya moralidad política, el nacionalismo<br />

como religión civil, era la de lo público en lugar de la religión.<br />

La revolución inventó el nacionalismo, <strong>un</strong>a ideología de<br />

la emancipación colectiva, madre de todas las ideologías. El<br />

nacionalismo es <strong>un</strong>a religión política que sustituyó poco a la<br />

poco a la religión tradicional a medida que el culto al Estado-<br />

Nación se infiltraba en la Sociedad.<br />

Conferencias<br />

139


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

8. El interés por la política entre el pueblo había ido en<br />

aumento desde el Renacimiento con el Estado. Los historiadores<br />

y los sociólogos comentan con frecuencia, que antes de la<br />

aparición del Estado, prácticamente casi nadie se interesaba<br />

por eso que se llama la política, interesándose más por la religión,<br />

que era lo público. Importaba más la seguridad de la salvación<br />

eterna. De hecho, los conflictos políticos eran siempre<br />

disputas jurídicas. Con el interés por la política aumentó la<br />

atracción por las cosas temporales, el interés por la vida en<br />

este m<strong>un</strong>do disminuyó la atracción por las cosas espirituales.<br />

Como síntoma del cambio de actitud, señalaba Müller-Armack<br />

que anteriormente, y durante más tiempo en los países católicos,<br />

nadie se preocupaba mucho por la seguridad temporal<br />

que, en cierto modo, facilitaba la Iglesia. Pero bajo el Estado,<br />

<strong>un</strong>a institución máximamente securitaria, comenzó a desarrollarse<br />

el negocio de los seguros, consecuencia lógica del aumento<br />

del interés por la seguridad temporal. Idea que, por<br />

otra parte, constituye <strong>un</strong>a justificación principal del gobierno, y<br />

que lógicamente hizo suya el Estado con la máxima intensidad<br />

y en cierto sentido con más eficacia que el antiguo gobierno.<br />

El Estado debió gran parte de su prestigio y su arraigo a ser<br />

<strong>un</strong> factor de seguridad general e impersonal que cumplía bastante<br />

bien este objetivo, en parte, por supuesto, porque le interesaba<br />

mucho a él mismo.<br />

9. En fin, <strong>un</strong>ida el ansia de seguridad suscitada por las<br />

guerras civiles de religión a otros factores como la revolución<br />

industrial, desde la revolución francesa, se intensificó la inversión<br />

del interés en la relación entre la política y la religión. A<br />

partir del Romanticismo, con el nacionalismo la política empezó<br />

a ser lo más importante en la vida de los hombres, por lo<br />

menos en su vida exterior. No obstante, se agudizó el conflic-<br />

140


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

to entre el hombre exterior como ciudadano, el citoyen, otra<br />

invención de la revolución en la forma de entender la ciudadanía,<br />

y el hombre interior. El Estado de Derecho, con su tajante<br />

distinción entre derecho público —el derecho estatal—<br />

y derecho privado —el derecho tradicional—, siendo el primero<br />

<strong>un</strong> ius eminens, dio primacía a la ciudadanía, <strong>un</strong> concepto<br />

político, en detrimento del hombre libre. Este último podía<br />

seguir siendo creyente, bien entendido que ante el Estado lo<br />

que cuenta es el ciudadano, el miembro de la Nación Política.<br />

La misma Iglesia, allí donde no estuviese <strong>un</strong>ida al Estado como<br />

<strong>un</strong>a especie de departamento suyo en los países protestantes,<br />

pasó a ser considerada <strong>un</strong>a asociación civil, disolviéndose toda<br />

la doctrina de la potestas indirecta, a<strong>un</strong>que subsistiera en la<br />

práctica jurídica bastante tiempo. Completamente monopolizado,<br />

pues lo público, cuyo espacio ocupaba ahora la política a<br />

la vez que se contraía cada vez más la religión al ámbito privado,<br />

comenzó a crecer imparablemente conforme a la lógica<br />

inherente al poder dejado a sí mismo y al ansia de seguridad<br />

debida a los grandes cambios en la Sociedad.<br />

Conferencias<br />

10. Todo esto es consecuencia de la formación y auge<br />

del Estado, siendo la Revolución Francesa el momento clave<br />

en la inversión de la relación entre la religión y la política. Esta<br />

relación existe siempre, es indestructible e inexorable,<br />

pues religión y política forman <strong>un</strong>a <strong>un</strong>idad dialéctica al referirse<br />

ambas a la vida: la primera a la vida eterna, en el allende y<br />

la seg<strong>un</strong>da a la vida temporal, en el aquende. No hay religión<br />

sin política ni política sin religión. Lo que puede ocurrir es que<br />

<strong>un</strong>a absorba a la otra: la religión politizándose como en las teocracias,<br />

la política haciéndose religión política, cuya expresión<br />

contemporánea son las ideologías. Las ideologías derivan de la<br />

emancipación. La revolución, aplicándola a la Nación, le dio <strong>un</strong><br />

141


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

contenido colectivo. La ideología de la Nación, el nacionalismo,<br />

es ya <strong>un</strong>a ideología colectivista, que dio lugar a su vez a las ideologías<br />

de la clase o de la raza, que salieron a la luz en las revoluciones<br />

de 1848.<br />

En lo que concierne a la relación entre religión y política,<br />

obviamente habría que matizar más. Por ejemplo, distinguiendo<br />

las teocracias según sean paganas o cristianas, el confesionalismo,<br />

etc., o bien, en otro sentido, teniendo en cuenta las<br />

religiones seculares, religiones de la política, etc. Habría que<br />

distinguir, asimismo, si en el campo político se trata del Estado<br />

o de otras formas de gobierno y si la Iglesia o el sacerdocio<br />

tiene poder, no sólo auctoritas o potestas como en el discutido<br />

caso del papa Bonifacio VIII, etc. Pero la precisión f<strong>un</strong>damental<br />

de la que derivan las demás, consiste en que religión y<br />

política forman <strong>un</strong>a <strong>un</strong>idad dialéctica. Lo expresó muy bien<br />

Donoso Cortés con la ley histórico-política del termómetro,<br />

expuesta en su famoso discurso Sobre la Dictadura: «No hay<br />

más que dos represiones posibles; <strong>un</strong>a interior y otra exterior,<br />

la religiosa y la política. Éstas son de tal naturaleza, que cuando<br />

el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión<br />

está bajo, y cuando el termómetro religioso está bajo,<br />

el termómetro político, la represión política, la tiranía, está alta».<br />

11. Desde la revolución ha ido bajando el termómetro<br />

religioso y subiendo el termómetro político. El siglo XX ha sido<br />

el siglo del Estado Totalitario, que Jouvenel prefería denominar,<br />

quizá con mayor precisión cualitativa, el Estado Minotauro.<br />

Hoy cumple ese papel el Estado de Bienestar: está en todas<br />

partes y fagocita a la sociedad. Es la forma que adopta el eterno<br />

estatismo, que aparece siempre, como si fuese <strong>un</strong>a ley inexorable,<br />

en el ocaso de las civilizaciones. Pero el estatismo<br />

del Estado —hay aquí <strong>un</strong> juego de palabras inevitable debido<br />

142


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

al uso ambiguo de la palabra Estado— es muy peculiar. Allí<br />

donde hay Estado la política se antepone radicalmente a la religión<br />

si no la expulsa. En la cultura occidental, que es donde<br />

se puede hablar con propiedad del Estado, este último se ha<br />

apoderado del ámbito de lo laico y aspira a extenderlo por<br />

doquiera, haciéndose campeón de la laicidad. La actual ofensiva<br />

laicista constituye <strong>un</strong> intento para erradicar definitivamente<br />

la religión de cualquier ámbito de la vida, sirviéndose del poder<br />

del Estado. Que este laicismo se sustente en el nihilismo<br />

que ha devenido <strong>un</strong> lugar común de las sociedades europeas,<br />

sólo contribuye a aclarar la cuestión: en sociedades nihilistas,<br />

de êthos nihilista, el Estado, que en sí mismo es nihilista en tanto<br />

pretende ser absolutamente neutral, objetivo, se acomoda<br />

al êthos nihilista. La política es, después de todo, como decía<br />

Michael Oakeshott, la custodia de <strong>un</strong>a manera de vivir. La consideración<br />

de si el nihilismo ha aparecido por ensalmo o por<br />

vías propias o si el Estado —el modo de pensamiento estatal—<br />

constituye su vía o su fuente principal, excede los límites<br />

de esta nota. Dando por sentado que Europa se encuentra en<br />

<strong>un</strong> proceso acelerado de descivilización y que el cristianismo<br />

que podría contenerlo o encauzarlo ya no es capaz de influir<br />

en la cultura, el gran problema histórico-político-religioso consiste<br />

en si están todavía vivas o en estado latente las ideas cristianas<br />

que constituyen el sustrato del espíritu europeo.<br />

Conferencias<br />

A continuación se consideran sucintamente alg<strong>un</strong>as de<br />

esas ideas o conceptos que, obrando como ideas creencia en<br />

el sentido de Ortega, constituyen su sustrato. Es posible que,<br />

desfiguradas, se revuelvan ahora contra el cristianismo del que<br />

traen su origen configurando lo que se conoce por secularismo,<br />

como la forma más intensa de la politización, que rebasa<br />

ampliamente y claramente lo propio de la política.<br />

143


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

12. Estamos en <strong>un</strong> momento de intensa politización,<br />

cualquier cosa es política, pues el Estado con su solicitud securitaria<br />

se inmiscuye explícitamente en todo; ideologías frustradas<br />

que ya no tienen nada que decir apelan a problemas que<br />

son puramente morales o algo por el estilo para poder condicionar<br />

todavía la política, al mismo tiempo que aparecen<br />

multitud de bioideologías como la ideología de la salud, probablemente<br />

la más inhumana de todas.Todo el m<strong>un</strong>do está politizado<br />

velis nolis. La religión está en baja en Europa y la política<br />

está en <strong>un</strong> máximo. Se podría decir que la religión está en<br />

su mínimo histórico y la política, degenerada en politización,<br />

en su máximo histórico.<br />

La política es ahora lo común, lo público, mientras que en<br />

otro momento o en otras sociedades, lo común es siempre la<br />

religión. En Europa, el Estado aspira a someter a la Iglesia y<br />

la religión a su política. Es el problema que se ha suscitado con<br />

ocasión del proyecto de Constitución para Europa, de la que<br />

se dice que es <strong>un</strong>a especie de golpe de Estado.<br />

Lo anterior se refiere al presente en tanto condicionado<br />

por el pasado. Pero lo que interesa ahora son aquellas ideas<br />

creencia del pasado que de <strong>un</strong> modo u otro todavía están<br />

presentes. Se trata de alg<strong>un</strong>os, sólo alg<strong>un</strong>os, de los elementos<br />

con que ha contribuido sobremanera el cristianismo a la cultura<br />

europea. Se podría plantear así: ¿qué le debe Europa al<br />

cristianismo?<br />

13. Paul Johnson, <strong>un</strong>o de los historiadores actuales más<br />

estimables, afirma que Europa le debe al cristianismo absolutamente<br />

todo, hasta los menores detalles. Es verdad que hay el<br />

precedente griego, el precedente romano; pero éstos han sido<br />

aceptados <strong>un</strong>a vez cristianizados. La Iglesia que ha sido <strong>un</strong>a<br />

144


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

gran institución pedagógica, es la que ha educado a Europa,<br />

por no decir que es la institución que la ha creado, adaptando<br />

la cultura clásica, la cultura grecorromana y las culturas autóctonas<br />

del suelo europeo, al cristianismo. Europa le debe todo,<br />

hasta su irreligiosidad, a la Iglesia y al cristianismo.<br />

El cristianismo, <strong>un</strong>a religión de origen semítico que se refiere<br />

al hombre interior, a hombres conc<strong>reto</strong>s, no a colectividades<br />

como las religiones paganas o las ideologías, introdujo la<br />

revolución más grande y permanente de las revoluciones. En<br />

lenguaje político, el cristianismo es objetivamente, se comparta<br />

o no la fe cristiana, la más grande revolución que han conocido<br />

los siglos. Esta revolución <strong>un</strong>iversal comenzó en Europa.<br />

Ha salido de ella como <strong>un</strong>a crisálida para dif<strong>un</strong>dirse por todo<br />

el m<strong>un</strong>do. Quiérase o no, de esa revolución salió la cultura europea.<br />

Atacar al cristianismo es destruir la civilización europea<br />

y atacar a la civilización europea en tanto auténticamente europea,<br />

es destruir el cristianismo.<br />

14. Consideremos, en primer lugar, la Encarnación, fuente<br />

de innumerables ideas creencia. El misterio de la Encarnación,<br />

según el cual Dios, el Hijo de Dios se hace hombre, es la<br />

clave del cristianismo. Aparte de confirmar el misterio f<strong>un</strong>damental<br />

de la Creación, en sí mismo, objetivamente, es capital<br />

para la cultura europea, porque de ello resulta por lo pronto<br />

que el hombre es <strong>un</strong>a imagen de Dios. Esto es algo que no se<br />

encuentra en ning<strong>un</strong>a cultura o civilización; solamente en la<br />

cristiana. Evidentemente, el hombre es imagen de Dios por<br />

analogía; no es idéntico o igual a Dios, pero es <strong>un</strong>a imagen de<br />

Dios: es deiforme, decía Zubiri Por tanto, es el dueño de la naturaleza<br />

como dice la Biblia, el libro sagrado del cristianismo.<br />

Todo esto es más que <strong>un</strong>a cuestión religiosa. Implica para empezar<br />

la atribución de <strong>un</strong> valor supremo a la vida humana. Si<br />

Conferencias<br />

145


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

producen tanto horror los Konzentrationlager —Auschwitz,<br />

Dacha—, los Gulag, es precisamente porque se han producido<br />

en Europa, para cuyo êthos la vida humana tiene <strong>un</strong>a dignidad<br />

suprema. Sin embargo, y éste es el contraste con la situación<br />

presente, hoy casi nadie se escandaliza de genocidios sistemáticos,<br />

como el del aborto o, previsiblemente, la eutanasia; genocidios<br />

legítimos según la legalidad coherente con la moral<br />

estatista, que al mismo tiempo proscribe esquizofrénicamente<br />

la pena de muerte o, incitada por la todopoderosa bioideología<br />

de la salud persigue a los fumadores y a los que no se atan<br />

dentro de los automóviles.<br />

15. Pero no se trata sólo del valor supremo de la vida<br />

humana. Es que el hombre es señor de la naturaleza, del m<strong>un</strong>do<br />

creado. El hombre está sobre la Naturaleza, no es <strong>un</strong> ser<br />

natural a<strong>un</strong>que tenga <strong>un</strong>a naturaleza; pero ésta es humana. Lo<br />

dice el Génesis: imago Dei, imagen de Dios, es el rey de la creación.<br />

La idea de Creación es enteramente judeocristiana. Tampoco<br />

se encuentra en ning<strong>un</strong>a otra cultura, civilización o religión.<br />

Dios, <strong>un</strong> Dios transcendente, es decir, que está fuera del<br />

m<strong>un</strong>do y no necesita del m<strong>un</strong>do para existir, como los dioses<br />

grecorromanos o de las demás religiones, que simbolizan fuerzas<br />

de la naturaleza. El Dios cristiano ha creado por amor. Bien<br />

entendido que lo creado no es divino o sagrado. Hablando<br />

con propiedad, para el cristianismo sólo Dios, el Santo, es divino,<br />

sagrado. Para el cristianismo todas las demás sacralizaciones<br />

son por analogía, no reales. Por ejemplo, ni la Virgen ni los<br />

santos son seres divinos o sagrados; son seres naturales humanos<br />

especialmente cualificados por sus méritos. Por eso distingue<br />

la teología entre el culto de Dios como lo Santo por excelencia,<br />

culto de latría, y el culto de dulía e hiperdulía a la Vir-<br />

146


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

gen y los santos. En otras palabras, el cristianismo es radicalmente<br />

desmitificador: desmitifica todo, restituyendo a la razón<br />

su lugar, como dice Ratzinger. El cristianismo es <strong>un</strong>a religión racional;<br />

de ahí, por ejemplo, el singular racionalismo europeo,<br />

que lleva al extremo las posibilidades de la razón. Por supuesto,<br />

el Dios cristiano no es <strong>un</strong> ser mítico; el mito es radicalmente<br />

ajeno y contrario al cristianismo. La razón cristiana, cuyo<br />

modelo es el Logos juánico, la Palabra del evangelio de San<br />

Juan, se opone a la razón naturalista que René Girard simboliza<br />

en el logos heracliteano, el logos de los griegos. Se puede<br />

decir, con Hegel, que en el plano de la historia de la civilizaciones,<br />

la civilización europea en tanto historia de la razón es historia<br />

de la libertad, porque opone su propio logos, influido o<br />

determinado por el Logos juánico, a los logoi o formas de la razón<br />

de las demás culturas y civilizaciones.<br />

16. Sin la actitud que se desprende de ahí hubieran sido<br />

impensables la ciencia y la técnica europeas, que no son igual<br />

que en otros lugares. Por lo que se sabe, ciencia ha existido<br />

más o menos casi siempre; en su orígenes fue la magia; en<br />

otro nivel, la sabiduría. En rigor, los primeros científicos fueron<br />

los chinos, pero no supieron qué hacer con la ciencia. En cuanto<br />

a al técnica ha existido siempre; es tan consustancial al<br />

hombre, que Spengler lo definió como homo technicus y Ortega<br />

afirmaba que la técnica nace con el hombre; es consecuente<br />

al Paraíso. Sin técnica —técnicas de la Naturaleza, técnicas<br />

del alma, técnicas del espíritu— el hombre no existiría.<br />

La ciencia y la técnica europeas son cualitativamente distintas:<br />

al presuponer que el hombre es señor de lo creado, el europeo<br />

le ha perdido el miedo ancestral a la Naturaleza y puede<br />

actuar libremente sobre ella, sobre su alma, sobre el espíritu;<br />

puede hacer lo que quiera, hasta imitar a Dios como crea-<br />

Conferencias<br />

147


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

dor; el mito de Fausto. Otra cosa son los límites de lo que<br />

pueda hacer y lo que deba hacer en tanto ser religioso o moral.<br />

La técnica europea responde a <strong>un</strong>a actitud completamente<br />

distinta a la de la techkné griega. El griego tenía tanto respeto<br />

a la naturaleza, considerándola algo divino, la fuente de<br />

todo, que sólo se creía capaz de darle formas, de inf<strong>un</strong>dirle<br />

formas bellas y nada más. El europeo actúa sobre la Naturaleza,<br />

no ciertamente enfrentándose a ella, sino para sacar a la luz<br />

la bondad de la Naturaleza, puesta por Dios a su disposición.<br />

Es esto algo que no comprenden la mayoría de los ecologistas,<br />

que son pesimistas. Puedan tener alg<strong>un</strong>a razón en relación<br />

con determinados excesos; pero en general no se preocupan<br />

por los relacionados con la manipulación de la vida humana<br />

o por la llamada «cultura de la muerte»; curiosamente, esto<br />

no les preocupa. Intelectualmente, el ecologismo es <strong>un</strong> fenómeno<br />

muy interesante por lo que tiene de regreso a la Naturaleza,<br />

a la divinización y el culto a la naturaleza, al paganismo.<br />

Por otra parte, la técnica no es lo mismo que la ciencia; la<br />

técnica se refiere a la acción y la ciencia a la contemplación. La<br />

técnica, en sí misma no es sistemática, pero la ciencia hace posible<br />

aplicarla sistemáticamente dando lugar a la tecnología. Se<br />

dice que hoy estamos en la Era Tecnológica. Quizá por eso<br />

está en baja la contemplación.<br />

17. En lo que respecta a la ciencia, en primer lugar, el<br />

cristianismo liberó al hombre del temor a los demonios o a<br />

los espíritus, del temor a la Naturaleza, de las supersticiones.<br />

En seg<strong>un</strong>do lugar, en tanto deiforme se siente capaz de conocer<br />

los sec<strong>reto</strong>s de la Naturaleza. En tercer lugar, el m<strong>un</strong>do<br />

creado por Dios, <strong>un</strong> Dios de amor, es bueno por Naturaleza.<br />

En cuarto lugar, para el cristiano, contemplar el orden de la<br />

Naturaleza es <strong>un</strong> modo de contemplar el Bien, la obra de<br />

148


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

Dios, la posibilidad de conocerle a través de sus obras: las cosas<br />

son vestigia trinitatis decía San Buenaventura. En quinto lugar,<br />

como sabe que Dios ha creado el m<strong>un</strong>do, el hombre presupone<br />

que lo ha creado racionalmente, con <strong>un</strong> orden, cuyas<br />

leyes puede investigar libremente para comprender el orden;<br />

Gott würfelt nichts, Dios no juega a los dados decía Einstein,<br />

por lo que tiene que haber racionalidad en el m<strong>un</strong>do, es decir,<br />

determinismo, que es la condición de la ciencia; pues la<br />

ciencia tiene que ser determinista a<strong>un</strong>que pueda ser útil emplear<br />

en ella el principio de indeterminación como en la física<br />

de los quanta, pero siempre como <strong>un</strong>a forma de determinismo;<br />

el indeterminismo científico simplemente ignora las leyes<br />

del movimiento de los cuerpos y en su propósito de conocerla<br />

emplea las matemáticas para conseguir <strong>un</strong> cierto determinismo.<br />

En resumen, la ciencia europea se desarrolló a partir de la<br />

actitud cristiana ante el m<strong>un</strong>do, completamente distinta a la de<br />

los antiguos y otras culturas y civilizaciones.Y la ciencia, como<br />

ciencia aplicada, impulsó la técnica ofreciéndole nuevas perspectivas<br />

y nuevas posibilidades. Pues como Dios es infinito y,<br />

para el hombre, la Creación es infinita, la infinitud implica <strong>un</strong><br />

m<strong>un</strong>do lleno de posibilidades inéditas, que exploran tanto la<br />

ciencia como la técnica.<br />

Los grandes científicos que crearon la ciencia europea eran<br />

todos creyentes. Copérnico, al que puede considerarse el f<strong>un</strong>dador<br />

de la ciencia, emprendió sus investigaciones astronómicas<br />

para atender el requerimiento de la Iglesia que necesitaba<br />

modificar —modernizar— el calendario. Tras Copérnico vino<br />

Keplero. A Keplero le preocupaba e interesaba más la teología<br />

que la ciencia, pero sus teorías confirmaron y desarrollaron las<br />

ideas de su antecesor. Lo mismo le pasaba a Newton, perso-<br />

Conferencias<br />

149


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

nalmente más interesado en la Biblia que en la ciencia. No en<br />

vano era <strong>un</strong>a creencia corriente en la época que el Libro de<br />

los Libros contenía los sec<strong>reto</strong>s de la Naturaleza. Galileo estaba<br />

seguro de que la Naturaleza era como <strong>un</strong> Libro paralelo, el<br />

Libro de la Naturaleza, cuyas leyes eran tan deterministas en<br />

tanto diseñadas por Dios, que estaban inscritas en ella con<br />

símbolos matemáticos, etc. La ciencia europea, la técnica europea,<br />

son impensables sin la actitud cristiana ante la realidad. El<br />

mismo Darwin, cuya doctrina de la evolución se puso de<br />

moda esgrimiéndola contra el cristianismo y sigue estándolo,<br />

decía que no contradecía al cristianismo.<br />

18. Así, pues, volviendo a la Encarnación, <strong>un</strong> hecho histórico,<br />

la creencia en ella al hacerse Dios humano eleva al hombre,<br />

ser natural, sobre lo creado, haciendo de él <strong>un</strong>a especie<br />

de ser sobre-natural, <strong>un</strong>a persona; atestigua la Creación, la omnipotencia<br />

de Dios, la transcendencia y la infinitud de Dios,<br />

además de su misericordia, su justicia, etc. Pero ahora se está<br />

hablando mucho del laicismo, y el laicismo tiene mucho que<br />

ver con la Encarnación.<br />

El misterio de la Encarnación significa que el cristianismo<br />

es la única religión en que Dios, su Hijo, se hace hombre; y hay<br />

que recalcar que se trata de <strong>un</strong> hecho histórico, no de <strong>un</strong><br />

mito. El que para los no cristianos creyentes Jesús no sea el<br />

Hijo de Dios, no invalida el hecho histórico de que aparece<br />

como Hijo de Dios. Esto no ocurre en ning<strong>un</strong>a otra civilización,<br />

en ning<strong>un</strong>a otra cultura. Ciertamente hay mitos semejantes,<br />

pero sin valor histórico y sólo parecidos son eso, mitos.<br />

Ahora bien, la Encarnación implica, justamente, el laicismo.<br />

La Encarnación realza el espacio profano, paradójicamente<br />

porque desdiviniza la naturaleza, pues en Cristo hay dos natu-<br />

150


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

ralezas, la divina y la humana. Antes del cristianismo, al margen<br />

del Antiguo Testamento que se opone a los ídolos, la naturaleza,<br />

como se dijo antes, era divina; el <strong>un</strong>iverso era <strong>un</strong> todo cerrado,<br />

natural, siempre sometido a la ley del eterno <strong>reto</strong>rno u<br />

otra semejante, algo que no permitía hablar de distintos horizontes<br />

fuera de él, fuera de lo que se percibía; recordemos los<br />

griegos, los romanos, los dioses, todo el panteón, etc., eso que<br />

está volviendo a reaparecer, la divinización de la naturaleza,<br />

por parte de ciertos ritos y en cierto ecologismo, en el culto<br />

al cuerpo, especialmente al sexo, etc., para no hablar de la<br />

Carta de la tierra de la Onu. Se está volviendo a divinizar las<br />

fuerzas de la naturaleza; por ejemplo, todo lo de Kioto y sus<br />

derivaciones carece de f<strong>un</strong>damento científico. El calentamiento<br />

de la tierra, el cambio climático, son fenómenos naturales por<br />

ahora inexplicables. Pero mezclando ideas cristianas con el<br />

cientificismo, <strong>un</strong>a fuente de supersticiones, se da por hecho<br />

que el hombre técnico puede no sólo modificar la Naturaleza,<br />

sino producir e incluso crear contra la naturaleza. Se diviniza la<br />

Naturaleza al afirmar que hay que respetarla a<strong>un</strong>que sea costa<br />

del progreso humano.También alienta el cientificismo la idea<br />

hoy tan corriente en las ciencias sociales que extrapolan métodos<br />

y resultados de las ciencias naturales, de que el hombre<br />

no es más que <strong>un</strong> animal, o que los animales son iguales a los<br />

hombres. En alg<strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad australiana se les da la com<strong>un</strong>ión<br />

a los perros y ya es normal y hasta políticamente correcto<br />

hablar de los derechos de los animales, como si los animales<br />

pudieran ser sujetos del Derecho.<br />

Conferencias<br />

19. Está en marcha <strong>un</strong>a cierta divinización mítica a través<br />

de la naturaleza frente al cristianismo que desdiviniza radicalmente<br />

todo lo natural. Indirectamente es <strong>un</strong>a consecuencia de<br />

la Encarnación, que realza lo natural porque Dios no ha teni-<br />

151


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

do inconveniente en hacerse hombre y el hombre tiene <strong>un</strong>a<br />

parte de ser natural. Pero en realidad, lo que realza es el hombre<br />

como ser sobre-natural, como persona, porque el propio<br />

Dios no tiene inconveniente en hacerse hombre.<br />

Esto implica la liberación del espacio profano, el espacio<br />

profano es bueno, pero no es divino. Atestigua su bondad el<br />

Evangelio con la famosa frase «dad a Dios lo que es de Dios<br />

y al César lo que es del César». Es decir, el cristianismo propugna<br />

el laicismo; el laicismo del que tanto se habla es de origen<br />

cristiano y tampoco es posible encontrarlo en ning<strong>un</strong>a<br />

otra cultura o civilización. Es estrictamente cristiano, pues tampoco<br />

se da en el Antiguo Testamento. El laicismo es el reconocimiento<br />

de los derechos de lo profano, de que lo natural en<br />

cuanto creado es bueno, así como todo lo que hace el hombre<br />

de acuerdo con el orden natural creado por Dios. O sea,<br />

la vida natural del hombre es perfectamente aceptable dentro<br />

del orden de la Creación. Dentro de ésta el hombre, <strong>un</strong> ser<br />

ontológicamente libre como confirma el pecado original, tiene<br />

autonomía. Si no fuera pecador, no sería libre y es pecador<br />

porque es libre. En realidad esto es lo que quería decir Lutero<br />

con su famosa imprecación ip eca fortiter crede fortiter!,<br />

¡peca fuertemente y cree fuertemente! Hay <strong>un</strong>a relación de<br />

causa-efecto entre la disminución del sentimiento de pecado y<br />

la disminución de la libertad.<br />

La Encarnación y las palabras de Cristo confirman la autonomía<br />

y la libertad natural del hombre. Por eso Dios lo transciende,<br />

está más allá de lo natural que respeta. Hasta la Naturaleza<br />

en el sentido más estricto tiene autonomía, siendo esto<br />

lo que en verdad puede significar la teoría de la evolución.<br />

Científicamente, puede ser correcta o no, pero en todo caso<br />

su supuesto es la autonomía que le reconoce el Creador a su<br />

152


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

Creación. La evolución sin Creación no tiene sentido, es <strong>un</strong>a<br />

boutade cientificista.<br />

20. El laicismo tiene, pues, su origen en el cristianismo.<br />

Sin el cristianismo resulta ininteligible y es imposible. Por ende,<br />

el problema que se está suscitando es <strong>un</strong> falso problema:<br />

sin el cristianismo al fondo es no sense, absurdo.<br />

En realidad, lo que sucede es que, en el m<strong>un</strong>do influido<br />

por creencias cristianas, cuando crece lo temporal, lo político<br />

en este caso, cuando crece el Estado que da seguridad en este<br />

m<strong>un</strong>do, crece el interés por lo temporal, y llega <strong>un</strong> momento<br />

en que el Estado, concentración del Poder divinizada a través<br />

del nacionalismo, quiere emanciparse del cristianismo y de la<br />

Iglesia, independizar lo natural de lo que se siente señor absoluto,<br />

de toda referencia religiosa o al orden natural. En este<br />

momento, aprovechando la debilidad de la religión cristiana se<br />

considera quizá maduro y pretende imponerse a la religión, a<br />

la Iglesia, etc., creando su propia cultura y su propia civilización.<br />

Pero esta sería <strong>un</strong>a cultura sin f<strong>un</strong>damento, <strong>un</strong>a cultura de lógica<br />

nihilista, que es lo que hay detrás del auge del laicismo político<br />

actual. Pues su único f<strong>un</strong>damente es la Encarnación, la<br />

vida de Jesús, en definitiva, el Evangelio.<br />

21. El tercer p<strong>un</strong>to que quisiera tocar en cierto sentido<br />

es el del cristianismo como <strong>un</strong>a religión absoluta. En realidad<br />

ya lo he ap<strong>un</strong>tado. El judeocristianismo es <strong>un</strong>a religión monoteísta,<br />

la única religión monoteísta, con la particularidad de que<br />

Dios es trascendente, está fuera del m<strong>un</strong>do, pues el Dios cristiano<br />

no necesita en absoluto de este m<strong>un</strong>do; ni para existir,<br />

como suponen explícita o implícitamente las doctrinas panteístas.<br />

Lo dioses que necesitan del m<strong>un</strong>do son los de las culturas<br />

paganas o no cristianas.<br />

Conferencias<br />

153


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

Si Dios creó el m<strong>un</strong>do hay que entender que fue por<br />

amor a los hombres, por amor al m<strong>un</strong>do, no por amor a sí<br />

mismo, puesto que no tiene necesidad de él. Que el Dios bíblico<br />

no necesita para nada del m<strong>un</strong>do es <strong>un</strong>a evidencia lógica,<br />

porque según Él mismo el m<strong>un</strong>do se extinguirá. Si lo necesitase,<br />

ya que lo ha creado tendría también poder para hacer<br />

que fuese eterno, pues no sólo creó el espacio y las innumerables<br />

cosas que contiene, sino también el tiempo. ¿Qué tiene<br />

que ver esto con Europa? Tiene que ver que la singularidad del<br />

cristianismo es la causa f<strong>un</strong>damental de que la civilización europea<br />

sea también la más singular de todas las que han existido<br />

y las que existen, y tiene que ver asimismo con su <strong>un</strong>iversalidad,<br />

con su tendencia a ser la única civilización <strong>un</strong>iversal<br />

igual que el cristianismo es <strong>un</strong>iversal.<br />

22. Al mencionar que el judeocristianismo es la única religión<br />

monoteísta, es oport<strong>un</strong>o recalcar en las circ<strong>un</strong>stancias<br />

presentes, que es la única, a fin de evitar la confusión con el islam,<br />

que está tan de moda. Es normal decir que el islam es <strong>un</strong>a<br />

religión bíblica porque es monoteísta y acepta la Biblia, cuya<br />

historia culminaría, por así decirlo, en el Corán. Ateniéndose a<br />

la literalidad de los textos sagrados cristianos y musulmanes<br />

podría parecer que es <strong>un</strong>a religión bíblica, hecho probado precisamente<br />

por ser monoteísta. Es incluso el monoteísmo más<br />

radical de todos. Ahora bien, en realidad, el islam toma elementos<br />

de la Biblia, empezando por el monoteísmo bíblico.<br />

Pero son como préstamos o plagios literarios. El islam es pagano.<br />

Su originalidad dentro de las religiones paganas estriba<br />

en que en vez de afirmar que hay <strong>un</strong>a pluralidad de dioses<br />

afirma la <strong>un</strong>icidad de Dios. Desde su p<strong>un</strong>to de vista, esto es<br />

muy respetable, pues no cabe dudar de la buena fe; se están<br />

exagerando muchas cosas del islam. Mahoma, igual que todos<br />

154


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

los f<strong>un</strong>dadores de religiones animados por <strong>un</strong> auténtico espíritu<br />

religioso, no era <strong>un</strong> falsario, <strong>un</strong> impostor o <strong>un</strong> embaucador,<br />

como quienes inventan religiones —no es lo mismo f<strong>un</strong>dar<br />

que inventar—, por ejemplo, para hacerse ricos. Sentado esto,<br />

el islam no es <strong>un</strong>a religión bíblica ni <strong>un</strong>a herejía del cristianismo<br />

o del judeo cristianismo como creyó por ejemplo, en el siglo<br />

VII san Juan Damasceno. Mahoma, en vez de la pluralidad<br />

de dioses corriente en las religiones paganas, tomó de la Biblia,<br />

de los elementos judeo-cristianos, la idea de <strong>un</strong> único<br />

Dios, de manera que en lo que cree el islam no es propiamente<br />

en Dios, sino en la <strong>un</strong>icidad de Dios que no es lo mismo;<br />

la máxima Dios es Dios, y Mahoma su profeta, quiere decir<br />

esto que Dios está aislado de todo y que lo único que sabemos<br />

de Él es lo que ha revelado al profeta, no a los hombres<br />

en general, directamente o a través de la razón natural, y<br />

que lo más importante de lo revelado es que es único. El islam<br />

cree en la <strong>un</strong>icidad de Dios, pero no en el Dios cristiano,<br />

en el Dios bíblico. Alá es, por decirlo así, como <strong>un</strong>a síntesis del<br />

Panteón romano.<br />

Por supuesto, el islam rechaza el trinitarismo cristiano.<br />

Justamente por esto, para él es el cristianismo es <strong>un</strong>a religión<br />

politeísta, pagana. Difiere también de esta religión en otros<br />

aspectos muy importantes que se siguen lógicamente de ese<br />

específico monoteísmo, confirmando su carácter de religión<br />

pagana.<br />

23. La única religión monoteísta es, pues, la cristiana, <strong>un</strong>a<br />

religión trascendente. Pero Dios no está desligado del m<strong>un</strong>do.<br />

En sí mismo, el m<strong>un</strong>do, la Creación, es contingente y perecedero<br />

y si Dios es Dios lo ha creado con <strong>un</strong> propósito. Por tanto,<br />

nada le es indiferente, hay <strong>un</strong>a Providencia, Dios mismo cuidando<br />

de su obra. Por ello no ocurre nada sin la permisión de<br />

Conferencias<br />

155


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

Dios y sin que se cuide de ello. No se trata de <strong>un</strong> destino inexorable<br />

como la ananké griega, el fatum romano o el kismet<br />

musulmán. Para el cristiano, desde <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de vista secular lo<br />

que hay es el azar, que es la manera de designar lo que ignora,<br />

pero que no es imprevisible para la Providencia divina. Por<br />

eso confía en ella, lo que le da la íntima seguridad que se manifiesta<br />

en la singular dinamicidad de la historia europea en<br />

comparación con la historia de otras culturas o civilizaciones<br />

que, vistas en conj<strong>un</strong>to, parecen estáticas en el tiempo. Si ahora<br />

resurgen es porque el cristianismo las ha movilizado.<br />

24. La distancia entre Dios y el hombre es espacialmente<br />

infinita. Entre las muchas ideas creencia que pueden mencionarse<br />

en este brevísimo repaso está la de infinitud. Sin la<br />

idea de infinitud, que tanto asusta al pensamiento débil del<br />

postmodernismo, hubiera sido imposible la ciencia. El invento<br />

del cálculo infinitesimal por Descartes, <strong>un</strong> pensador que acudió<br />

sinceramente al santuario de Nuestra Señora de Lo<strong>reto</strong><br />

para darle gracias por haberle inspirado el Discurso del método,<br />

constituye <strong>un</strong>a consecuencia de la apertura al m<strong>un</strong>do de la<br />

trascendencia al m<strong>un</strong>do de la posibilidad. Mediante ese cálculo<br />

pudo comenzar a operar en el m<strong>un</strong>do de lo posible, de lo<br />

infinito. Gracias al famoso eje de las x y las y, el eje de coordenadas,<br />

abierto al infinito, pudo operar y desarrollarse la ciencia<br />

moderna y puede prosperar el conocimiento, etc. Hizo posible<br />

que Newton descubriese la ley de la gravedad, la clave de la<br />

física teórica y de la ciencia natural hasta que Einstein propuso<br />

la teoría de la relatividad. Por cierto, que la «dictadura del<br />

relativismo» den<strong>un</strong>ciada vigorosamente por Benito XVI, debe<br />

en gran parte su expansión y aceptación como creencia a que<br />

parece <strong>un</strong>a actitud justificada por esa teoría. Es otro ejemplo,<br />

parecido al del darwinismo, de conceptos estrictamente cien-<br />

156


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

tíficos que, al divulgarse, se convierten injustificadamente en<br />

creencias vitales.<br />

En fin, Dios en cuanto el ser transcendente, la realidad de<br />

realidades, es infinito en comparación con el hombre. Y el<br />

hombre necesita acercarse a Dios. Su naturaleza es religiosa<br />

como reconocía y afirmaba rot<strong>un</strong>damente nada menos que<br />

Comte, <strong>un</strong>o de los padres más vigorosos de la increencia y seguramente<br />

el mayor adversario del cristianismo, no tanto por<br />

su positivismo como por su religión de la humanidad ampliamente<br />

dif<strong>un</strong>dida, por ejemplo, en la forma de los derechos humanos.<br />

El europeo moderno buscó acercarse a Dios de <strong>un</strong>a<br />

manera que se vislumbraba ya en las postrimerías de la Edad<br />

Media, cuando la idea de infinitud, operando en el plano de las<br />

ideas creencia, suscitó las catedrales góticas, culminación del<br />

arte gótico como arte cristiano, cuyas torres tienden a perderse<br />

en el infinito.<br />

25. La infinitud se relaciona íntimamente con la trascendencia<br />

de Dios. Y el hombre en tanto deiforme es <strong>un</strong> ser<br />

transcendente. La distancia infinita entre el hombre y la divinidad<br />

le hace considerar normal al hombre europeo ir más allá<br />

de lo inmediato, de lo dado. Su visión del <strong>un</strong>iverso es la de <strong>un</strong><br />

m<strong>un</strong>do que está más allá, fuera del alcance de los sentidos. Es<br />

<strong>un</strong> infinito que puede transcender con sus propios actos; tal es<br />

la f<strong>un</strong>ción de la ciencia.Y cada hombre puede trascenderse a<br />

sí mismo, siendo esta la f<strong>un</strong>ción de la filosofía, <strong>un</strong>a de sus formas<br />

máximas como la poesía. El hombre cristiano y el europeo,<br />

en tanto de cultura cristiana, están abiertos al futuro. Si<br />

algo ha caracterizado a la civilización europea entre todas las<br />

demás civilizaciones es esa dinamicidad, fruto de la acción lanzada<br />

hacia el futuro. La globalización, <strong>un</strong>a palabra absurda que<br />

se ha hecho corriente, en cierta manera se podría decir<br />

Conferencias<br />

157


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

que tiene su origen en Adán y Eva. Recibió <strong>un</strong> impulso decisivo<br />

del <strong>un</strong>iversalismo cristiano; el m<strong>un</strong>do se está globalizando<br />

desde la pérdida de la inocencia original y del Paraíso. Recibió<br />

otro impulso material decisivo en el siglo XV y comienzos del<br />

XVI, cuando los pueblos peninsulares, españoles y portugueses,<br />

descubrieron y empezaron a explorar la parte del ecumene<br />

fuera hasta entonces de la órbita de la Cristiandad. Entonces,<br />

la civilización europea, que había fraguado en la Edad Media<br />

actuando de catalizador el cristianismo, llegada a su madurez<br />

se expandió por la esfera terrestre, obedeciendo al mismo impulso<br />

f<strong>un</strong>damental <strong>un</strong>iversalista del cristianismo. La globalización<br />

en sentido estricto significa más bien la realización de la<br />

<strong>un</strong>idad del m<strong>un</strong>do, la <strong>un</strong>idad de todas las razas y culturas sin<br />

perjuicio de su variedad, siguiendo el mandato bíblico de poblar<br />

la tierra y dominar la Naturaleza.<br />

El impulso <strong>un</strong>iversalista cristiano está también detrás del<br />

intento actual de explorar el <strong>un</strong>iverso entero. Esto es porque<br />

para el europeo el m<strong>un</strong>do no se limita a lo visible. Igual que<br />

hay <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do real, el del aquende, <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do invisible, que es<br />

el del más allá, siendo el aquende <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do de peregrinaje,<br />

para el europeo hay lo visible y lo invisible, siendo lo invisible<br />

parte de la realidad; y no como algo fantasmagórico o cosa<br />

por el estilo, sino como <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do que todavía desconoce<br />

pero puede ser legítimamente conocido y confía en lograrlo.<br />

De ahí otra vez la ciencia y la técnica, creaciones europeas<br />

como los medios o instrumentos del activismo europeo. El<br />

europeo busca siempre algo que no hay en sentido de que<br />

sea sensible, perceptible, sino de saber que existe <strong>un</strong>a realidad<br />

oculta en el futuro; es <strong>un</strong> hombre fáustico, que busca siempre<br />

realizar algo más, que busca ir más allá. N<strong>un</strong>ca está conforme<br />

consigo mismo y por eso la cultura europea se ha desparra-<br />

158


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

mado por todo el m<strong>un</strong>do, lo ha globalizado, pretende explorar<br />

el cosmos entero, es autocrítica y critica todo. En realidad,<br />

su modelo es la Iglesia, <strong>un</strong>a de cuyas f<strong>un</strong>ciones consiste en criticar<br />

las realidades m<strong>un</strong>danas cuando se apartan del orden<br />

creado. Bajo el mismo impulso, el europeo busca también la<br />

Ciudad Perfecta, la perfecta vida en común, a<strong>un</strong> a costa de extraviarse<br />

en la utopía, que en realidad es ucronía.<br />

26. Es muy posible que, en este momento, a<strong>un</strong>que el<br />

cristianismo esté en baja como religión muy concreta, y hay<br />

quien opina que en rebajas, lo que se llama globalización, con<br />

todos los defectos que se quiera, consiste en que el cristianismo,<br />

y a eso responde, me parece a mí, el espíritu del último<br />

Concilio, el Vaticano II, precisamente por eso tan deficientemente<br />

entendido y aplicado, se ha hecho definitivamente <strong>un</strong>iversal,<br />

no solamente occidental en el sentido de prolongación<br />

de Europa.<br />

El marxismo, por ejemplo, es ateo, a<strong>un</strong>que el ateísmo<br />

como concepto queda todavía dentro del campo de la religión;<br />

es <strong>un</strong>a negación de Dios que presupone a Dios. Sin embargo,<br />

el marxismo, <strong>un</strong>a idea, herejía, religión secular o política<br />

judeocristiana fraguada en Europa, ha llegado por ejemplo a<br />

China —y a otras partes— y con él muchas ideas temporales<br />

fruto del cristianismo. China les parece hoy a muchos <strong>un</strong>o de<br />

los grandes países —Grandes Espacios—, del porvenir. Pero<br />

allí, sin el marxismo, no habría dinamicidad, la idea de que el<br />

m<strong>un</strong>do está al servicio del hombre, de que el hombre es<br />

el rey de la creación y de que los hombres son iguales porque<br />

son libres. Chesterton, el famoso escritor católico inglés, decía<br />

que las ideas modernas son ideas cristianas que se han vuelto<br />

locas. Y no es exagerado afirmar que a través del marxismo<br />

—enemigo mortal del cristianismo— ha penetrado la idea<br />

Conferencias<br />

159


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

—y ya es bastante, pues a la larga todo depende de las<br />

ideas—, de que los hombres son iguales en tanto libres, la idea<br />

de que el poder no es para gozarlo, sino para servir a lo común,<br />

etc., a<strong>un</strong>que bajo el marxismo político, no mucho menos<br />

que en la democracia estatista que prevalece en Europa, no<br />

sean más que palabras. Pero las palabras remiten a La Palabra.<br />

Eso, o la modernización con la industrialización y la formación<br />

de sociedades de clases medias se debe al cristianismo, que se<br />

está dif<strong>un</strong>diendo por todo el m<strong>un</strong>do, muchas veces por vías<br />

absurdas, contradictorias, disparatadas, crueles e inhumanas,<br />

etc. Ésta es la realidad, creo yo, como decía antes, a la que ha<br />

querido responder el Vaticano II, considerando que, no ciertamente<br />

por primera vez, pero sí definitivamente, el cristianismo<br />

ha salido de lo que llamaba Toynbee su crisálida europea y<br />

se ha hecho espacialmente <strong>un</strong>iversal a través de la política, incluso<br />

mediante la politización, su gran enemigo moderno.<br />

Pues, a<strong>un</strong>que Occidente es más amplio que Europa, todo ello<br />

ha salido de Europa, y en este sentido es europeo, en tanto en<br />

el trasfondo de su civilización se oculta el cristianismo por<br />

muy laico y neutral que se presente. La misma reacción actual<br />

del islam presionando sobre Europa se debe seguramente en<br />

gran parte a que percibe tras el «liberalismo» occidental, que<br />

detesta pero conmueve la civilización islámica, esa presencia<br />

del cristianismo, su rival ancestral. Por ejemplo, simplemente<br />

los medios de com<strong>un</strong>icación que atraviesan, trascienden, las<br />

fronteras, lleva a todas partes la idea de la libertad de las mujeres.<br />

En esa rivalidad, no hay que olvidarlo, se forjó Europa,<br />

por lo que se podría decir que la Europa cristiana y el islam<br />

forman <strong>un</strong>a <strong>un</strong>idad dialéctica.<br />

Lo más grave que ocurre en Europa es que ha ido más allá<br />

del ateísmo. Abandonando toda religión, toda transcendencia,<br />

160


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

el sentido de la creación, se está extendiendo en ella como<br />

<strong>un</strong>a metástasis del ateísmo la increencia. Es posible, que la revitalización<br />

de Europa, por decirlo así su recristianización o reevangelización,<br />

dependa como en otros tiempos de aquella<br />

dialéctica entre el cristianismo y el islam, ante la necesidad de<br />

oponerle a <strong>un</strong>a religión otra religión. Pues, a la larga, son las religiones<br />

las que vencen. Pero aventurarse más allá de esta<br />

constatación de <strong>un</strong> hecho histórico sería tanto como pretender<br />

escrutar los designios de la Providencia; esto es <strong>un</strong> as<strong>un</strong>to<br />

de la teología de la historia, el campo de los teólogos. Lo único<br />

que se podría sugerir aquí es que quizá le competa ahora<br />

a la Iglesia hacer en Europa de kat-echon, de dique frente a la<br />

descivilización.<br />

27. También resulta ininteligible sin el cristianismo la decisiva<br />

idea de progreso. Una idea común en la Europa moderna<br />

y en Occidente completamente extraña a cualquier otra<br />

cultura. Sin contar la Encarnación, el mismo drama de la Redención,<br />

<strong>un</strong> salto cualitativo, significa <strong>un</strong> progreso. En este sentido,<br />

el cristianismo es «progresista». La idea de progreso se<br />

relaciona con la conciencia histórica del europeo.<br />

En Europa existe aún la conciencia histórica a consecuencia<br />

de la visión cristiana de la historia como historia de la salvación,<br />

historia salutis, el caminar de la humanidad en el tiempo<br />

hacia su destino final, la eternidad. Es otro síntoma muy<br />

grave que parezca estarse perdiendo. La pérdida de la conciencia<br />

histórica, o su falsificación atizada, por cierto, por los<br />

poderes públicos, constituye <strong>un</strong> síntoma conc<strong>reto</strong> de la mentalidad<br />

totalitaria de tipo orwelliano. Está ligada a la descristianización.<br />

Sin el cristianismo, abierto al futuro, no habría historia<br />

más o menos en el sentido en que todavía la entendemos<br />

todos. Hay, sin duda, <strong>un</strong>a historia griega, romana, egipcia, china,<br />

Conferencias<br />

161


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

india, japonesa, azteca, etc.; los egipcios escribían sus litografías,<br />

los griegos escribían historia, los romanos escribían sus anales.<br />

Sin embargo, carecían de conciencia histórica. El tiempo era<br />

para todos ellos <strong>un</strong> presente eterno; les importaba muy poco,<br />

por ejemplo, distinguir entre hechos y acontecimientos. Así, a<br />

los egipcios les daba lo mismo mencionar en <strong>un</strong>a de sus litografías<br />

a Ramsés II como sucesor de Tutankamon y en otra al<br />

revés. Lo importante eran los hechos pero sin la conciencia de<br />

la diferencia entre el presente, el pasado y el futuro como entre<br />

nosotros.<br />

Originariamente, los griegos empleaban la palabra mythós,<br />

mito, para referirse a lo que se cuenta, lo que se dice sobr algún<br />

acontecimiento pasado. La posterior palabra griega istorie<br />

de donde viene historia, que aparece en Homero, significa<br />

cuento, contar <strong>un</strong> cuento como <strong>un</strong>a historia, algo que no es ni<br />

leyenda ni cuento, ni verdad, sino algo de todo ello. La istorie era<br />

como <strong>un</strong> mito en el que se cree, pero sin creer del todo, tomando<br />

distancia de lo que se cree.<br />

El inicio de la historia como progreso sería la Encarnación<br />

que abre el camino de la salvación de la historia salutis. Se ha<br />

dicho que el mayor progreso de todos es el mismo hecho de<br />

la Encarnación, el que Dios se haga hombre. Esto es <strong>un</strong> progreso<br />

infinito sobre lo anterior, del que arranca la concreta<br />

idea moderna de progreso. Idea que, tomando otros derroteros,<br />

ha degenerado lo que se llama progresismo, que no es<br />

más que nihilismo porque, ya que estamos con ello, Europa le<br />

debe tanto al cristianismo que le debe hasta el nihilismo.<br />

28. Con el cristianismo hay <strong>un</strong> antes; en realidad, varios<br />

antes: el antes de la creación en que todo es eterno, y a partir<br />

de la Creación, que incluye la creación del tiempo, aconte-<br />

162


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

cimientos y tiempos cualificados. El primero es el de la Creación.<br />

El Génesis lo narra en fases sucesivas, como si Dios, según<br />

alg<strong>un</strong>os teólogos, quisiera que lo creado se fuese acostumbrando<br />

al tiempo. El tiempo, en sí mismo no existe, existe en<br />

la conciencia histórica de dónde pasó al m<strong>un</strong>do físico. Para los<br />

físicos el tiempo no es más que <strong>un</strong>a forma de medir el espacio<br />

y el tiempo es sólo <strong>un</strong> concepto, <strong>un</strong>a herramienta mental.<br />

El tiempo no existe por sí mismo; lo que existe es la eternidad,<br />

interrumpida, por decirlo así, por la Creación. A partir de<br />

aquí irrumpe la idea de tiempo, de temporalidad, apareciendo<br />

momentos tan cualificados como el de la creación, el del pecado<br />

original con el que comienzan la libertad y la historia<br />

como historia de la libertad, el de la Encarnación, el de la crucifixión<br />

y redención, el de los tiempos finales, etc. Es decir, la<br />

historia se inserta en la temporalidad de la existencia humana<br />

y de la Creación, con <strong>un</strong> pasado que cualifica al presente y<br />

que, sin determinarlo, en el sentido de conocido o previsible<br />

para el hombre, se relaciona con <strong>un</strong> futuro. De ahí además la<br />

tendencia al futurismo, que es otra concausa de la dinamicidad<br />

europea, y a la utopía.<br />

Conferencias<br />

29. La situación de Europa es nihilista. Por lo menos impera<br />

<strong>un</strong>a lógica nihilista. Aparte de las concretas causas históricas<br />

de todo género, que pueden haber llevado a esta situación,<br />

resulta relativamente fácil de entender por qué sin salir<br />

del cristianismo. Si a la expresión creatio ex nihilo (Dios «creó<br />

de la nada») se le quita la fe en la creación, en la intervención<br />

de Dios, queda únicamente ex nihilo, la nada. Y eso es,<br />

probablemente, lo que está ocurriendo en la cultura europea:<br />

la decadencia de la fe cristiana y de la religión cristiana, en definitiva,<br />

de la fe en Dios y en el hombre en cuanto deiforme;<br />

bien porque, para el europeo, Dios haya muerto (Nietzsche),<br />

163


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

bien porque Dios esté en el exilio (Manfred Frank), bien por<br />

el hecho mismo de la increencia, que hace que al europeo no<br />

le quede más que la Nada. Hay <strong>un</strong>a literatura sobreab<strong>un</strong>dante<br />

en el sentido amplio de la palabra, teológica, filosófica, literaria,<br />

artística, etc., cuyo trasfondo es la Nada. Algo inédito por<br />

ejemplo para los griegos y lo romanos, que no tenían la menor<br />

idea de la Nada, pues esta aparece j<strong>un</strong>to con la Creación,<br />

también inaudita para la mente de todos los hombres de culturas<br />

ajenas a la judeocristiana.<br />

Esta actitud espiritual del europeo arranca de la revolución<br />

francesa y del Romanticismo. En tiempos más recientes, sus<br />

manifestaciones son el existencialismo, el estructuralismo, el<br />

deconstruccionismo y buena parte del postmodernismo; se<br />

perciben muy bien en el arte, en el que ha desaparecido la<br />

forma, «la alegría de la forma», decía Goethe. En este momento,<br />

casi todos los autores y artistas de cierto relieve, o por lo<br />

menos aquellos a quiénes los medios de com<strong>un</strong>icación se<br />

lo dan, a tono con los tiempos son prácticamente nihilistas. El<br />

nihilismo está en todas partes debido a la ausencia de la creencia,<br />

como creencia viva, en el hecho divino en la creación,<br />

por la decadencia de la fe cristiana.<br />

30. Europa ha sido el Continente de la libertad. El cristianismo<br />

es <strong>un</strong>a religión de la libertad, la religión de la libertad<br />

absoluta, en el sentido de que para el cristiano, deiforme,<br />

la libertad es prioritaria; no, por cierto, como <strong>un</strong>a libertas indifferentiae,<br />

que sólo se puede predicar de Dios, sino dentro<br />

del orden creado, conforme a la verdad. La libertad, el atenerse<br />

a la realidad, es consustancial con la verdad, que es<br />

prácticamente lo mismo que la realidad. «La verdad os hará<br />

libres», decía Cristo. La libertad no hace verdadero a nadie,<br />

como le han dicho que diga a <strong>un</strong> político majadero que qui-<br />

164


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

zá deba a su estolidez y a su nihilismo su importante cargo<br />

político.<br />

Ontológicamente, el cristiano es <strong>un</strong> ser absolutamente libre<br />

porque se relaciona directamente como persona, por sí<br />

mismo, con Dios, <strong>un</strong> Dios personal. Al cristiano no le salva nadie,<br />

se salva él mismo. Ni siquiera la Iglesia salva a nadie. La<br />

Iglesia es mediadora, <strong>un</strong>a mediación indispensable según la fe<br />

cristiana, puesto que fue f<strong>un</strong>dada directamente por el Cristo<br />

como el sacramento de la salvación. El cristiano se salva por<br />

los méritos de Cristo, por su fe en Él manifestada prácticamente<br />

en las obras. No sucede como en otras culturas, civilizaciones,<br />

religiones, donde el rito es lo esencial. El culto tiene<br />

<strong>un</strong>a f<strong>un</strong>ción principal en el cristianismo; la liturgia, la palabra de<br />

Dios, la forma externa de la oración de la Iglesia, es importantísima,<br />

es capital; pero el culto cristiano requiere la participación<br />

activa, intencionada, vol<strong>un</strong>taria y racional, no ritual. Es <strong>un</strong>a<br />

participación del hombre interior que altera radicalmente la<br />

mera participación ritual del hombre exterior. Una manifestación<br />

extremada de todo esto, <strong>un</strong> radicalismo como toda herejía,<br />

que extrema <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de la doctrina, es el protestantismo,<br />

en el que hombre se salva por la sola fides (la fe en Cristo),<br />

la sola gratia, la gracia de Dios como <strong>un</strong> don enteramente<br />

gratuito, y la sola Scriptura, la palabra de Dios.<br />

En suma, el hombre cristiano es absolutamente libre en<br />

cuanto se sabe ontológicamente libre; de él depende el salvarse<br />

o condenarse. Esa es la raíz de todas las libertades<br />

europeas: de la libertad de constricción y de la libertad para<br />

actuar haciendo el bien (o el mal); de las libertades personales<br />

(la libertad de la conciencia, la libertad religiosa, y la libertad<br />

del pensamiento, la libertad de expresarlo), las libertades sociales<br />

o civiles (la libertad de acción, concretada en la libertad de<br />

Conferencias<br />

165


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

asociarse, de la propiedad, del trabajo, etc.), y las libertades políticas<br />

(la libertad de controlar al gobierno y de poder desempeñar<br />

cualquier magistratura, para garantizar las otras libertades).<br />

En fin, el derecho a hacer lo que quiera sin más límite<br />

que la responsabilidad (de responder, ante Dios en primer lugar).<br />

La libertad del cristiano es lo que iguala a los hombres: la<br />

libertad les hace iguales entre sí; son iguales porque son seres<br />

libres y porque ante Dios, todos son iguales ya que, en tanto<br />

libres, deiformes, responden por igual.<br />

31. De ahí otra serie de ideas ligadas a la libertad como,<br />

por ejemplo, el derecho a la resistencia al poder injusto o tiránico<br />

conforme a criterios objetivos. Este derecho, capital en la<br />

historia europea, es <strong>un</strong> derecho muy olvidado, debido al Estado.<br />

El Estado es <strong>un</strong>a forma política que al ser por definición la<br />

antítesis de la guerra civil elimina toda resistencia y el derecho<br />

a resistirle. Frente a él, solamente cabe el hecho de la resistencia.<br />

En el Estado no existe tal derecho porque el derecho público<br />

pertenece al Estado y, en <strong>un</strong> Estado bien organizado, es<br />

imposible resistirse al poder constituido. Lo único que cabe, si<br />

entramos en la política, es el Putsch, el coup d’État, el golpe de<br />

Estado; o la resistencia pasiva; por ejemplo, mediante la abstención<br />

en el único acto en el que el europeo, sometido al<br />

consenso entre los partidos, tiene hoy, aparentemente, libertad<br />

política: absteniéndose de votar.<br />

En relación con las libertades, hay que insistir siempre, de<br />

manera especial en este momento, que en el cristianismo la libertad<br />

f<strong>un</strong>damental es la libertad de la conciencia. Si los griegos<br />

descubrieron la libertad de pensamiento, la gran aportación<br />

del cristianismo fue a este respecto la libertad de la conciencia.<br />

No es que fuera de los griegos no existiera el pensamiento<br />

ni que fuera del cristianismo no exista la conciencia,<br />

166


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

que, por cierto, no hay que conf<strong>un</strong>dir con la consciencia, de<br />

lo que se quejaba con toda razón Unam<strong>un</strong>o. El momento culminante<br />

de la consciencia es la libertad de pensamiento. Pero la<br />

libertad de pensamiento por sí sola, como entre los antiguos,<br />

es <strong>un</strong>a libertad manqué: se refiere sólo al hombre exterior. El<br />

p<strong>un</strong>to culminante de la conciencia es en cambio la libertad religiosa<br />

como libertad evangélica, la libertad del hombre interior<br />

regulada por la ley evangélica. La distinción entre el hombre<br />

exterior y el hombre interior, consustancial a la cultura europea<br />

está ya en el Evangelio y explícitamente en San Pablo, pero su<br />

concreción se debe, como es sabido, a San Agustín.<br />

32. El hombre interior es el hombre de la conciencia; la<br />

auténtica vida humana, lo que distingue a la naturaleza humana<br />

de otras formas naturales de existencia, es la vida del hombre<br />

interior; por decirlo de <strong>un</strong> golpe, la del hombre que ora a<br />

Dios, que habla con Él. Gracias a la conciencia, a la libertad de<br />

la conciencia, la libertad de pensamiento distingue entre el<br />

bien el mal, entre lo bello y lo feo, entre lo verdadero y lo falso.<br />

La síntesis de la libertad de la conciencia y la libertad del<br />

pensamiento es la libertad de la persona, la libertad personal<br />

fuente de todas las libertades.<br />

Es, sobre todo, esta forma de las libertades, las libertades<br />

personales, la que está hoy en juego en Europa. Mediante la<br />

tolerancia, se está utilizando la libertad de pensamiento para<br />

atacar la libertad de la conciencia, adormeciéndola, ofuscándola<br />

o destruyéndola. La tolerancia es la actitud normal, natural,<br />

de los hombres en sus relaciones entre sí como miembros de<br />

la misma especie, como seres sociales por naturaleza; convertida<br />

en <strong>un</strong>a pseudovirtud política, como si las virtudes personales<br />

fuesen distintas de las públicas o políticas, neutraliza la<br />

conciencia. Esto es lo esencial del fenómeno que se conoce<br />

Conferencias<br />

167


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

por totalitarismo. Se dice que en Europa, la libertad de conciencia<br />

es hoy <strong>un</strong>a especie de cajón de sastre o lecho de Procusto.<br />

32. Espigando entre las múltiples ideas europeas que deben<br />

su existencia y consistencia al cristianismo en relación con<br />

la libertad, hay que señalar <strong>un</strong> fenómeno muy interesante<br />

por la relevancia que ha tomado desde la revolución francesa<br />

y que puede ser de los más engañosos: el de la ciudadanía.<br />

Pues actualmente no se habla de la Europa de los cristianos o<br />

de los hombres libres, sino de la Europa de los ciudadanos.<br />

La ciudadanía es <strong>un</strong> concepto jurídico, no político; mejor dicho,<br />

jurídico-político. Metafóricamente, sólo el cristiano es, por<br />

el bautismo, <strong>un</strong> ciudadano <strong>un</strong>iversal de la Cristiandad puesto<br />

que la Iglesia es la única institución, en realidad com<strong>un</strong>idad, <strong>un</strong>iversalista.<br />

La Iglesia es <strong>un</strong>a complexio oppositorum que acoge incluso<br />

al pecador; únicamente excluye el pecado. De ahí su aparente<br />

ambigüedad en muchas ocasiones, al operar la ratio ecclesiae<br />

de manera muy distinta a la particularista y economicista<br />

ratio status. Los bienes espirituales son, obviamente, de otra<br />

naturaleza que los bienes temporales y materiales.<br />

En la Edad Media, en la época de la res pública christiana,<br />

<strong>un</strong>a <strong>un</strong>iversitas prácticamente limitada al ámbito de la Cristiandad,<br />

era el bautismo lo que confería carta de nacionalidad.<br />

Sólo la Iglesia tenía libros para inscribir a los bautizados. El ser<br />

cristiano era como <strong>un</strong> título jurídico que luego se apropiaron<br />

laicizándolo los particularistas Estados Nacionales. Algo así<br />

como lo que se mencionaba antes de cómo, a través del marxismo,<br />

penetran en China y otros lugares ideas cristianas.<br />

En la revolución francesa, que reservó la nacionalidad para<br />

el Estado, la ciudadanía adquirió <strong>un</strong>as connotaciones bajo la<br />

168


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

imagen idealizada del polités, el ciudadano griego, que hicieron<br />

del ciudadano algo distinto, algo así como la forma más perfecta<br />

de ser hombre, en detrimento de la idea común del hombre<br />

como <strong>un</strong> ser libre. O sea, se empezó a contraponer el ciudadano<br />

miembro del Estado-Nación al hombre libre.<br />

De la revolución francesa salió, pues, bajo la influencia del<br />

calvinista Rousseau influido a la vez por esa idealización del polités<br />

y sus vivencias como miembro de la Iglesia-com<strong>un</strong>idad<br />

calvinista de Ginebra que confería por el bautismo lo equivalente<br />

a la cualidad de ciudadano, el citoyen, el hombre ideal del<br />

Estado-Nación. El ciudadano como <strong>un</strong>a propiedad ontológica<br />

del miembro de la Nación-Estado contrapuesto al hombre<br />

cristiano no nacionalista. El ciudadano que rinde culto a la Nación<br />

antes que a Dios. Un ciudadano es el citoyen que se f<strong>un</strong>de<br />

en <strong>un</strong> plano colectivo, colectivista, homogeneizador, de<br />

igualdad absoluta con los demás ciudadanos. Igualdad supuestamente<br />

democrática que la democracia colectivista —lo que<br />

luego se llamará la democracia social— antepone a la democracia<br />

política, formada esta última por hombres libres que tiene<br />

la condición jurídica, no ontológica sino adjetiva, de ciudadanos.<br />

Esa idea de la ciudadanía ha decidido el destino de la<br />

democracia en Europa. Pues la revolución francesa fue, en<br />

cierto modo, la culminación de la tendencia iniciada bajo el<br />

cristianismo a salir de lo que llamó Tocqueville el estado u<br />

orden social aristocrático de la sociedad y pasar al estado<br />

u orden social democrático.<br />

33. La ciudadanía <strong>un</strong>iversal del cristiano es el origen de<br />

este gran cambio histórico. Sin embargo, hoy la democracia<br />

f<strong>un</strong>ciona en Europa como <strong>un</strong>a religión en la que se atribuyen<br />

al ciudadano muchas de las características del creyente cristiano;<br />

se dice enfáticamente vivir en democracia como quien<br />

Conferencias<br />

169


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

dice vivir en el cielo, no en la democracia. Por ejemplo, es<br />

normal que se diga que a <strong>un</strong>a manifestación contra el terrorismo<br />

se convoque a todos los demócratas, excluyendo así a<br />

los no demócratas, a<strong>un</strong>que sean más decentes. La democracia<br />

se ha convertido en Europa en <strong>un</strong>a religión política cuyo<br />

dogma principal es la igualdad, que sustituye al cristianismo. En<br />

el orden social aristocrático, se puede ser <strong>un</strong>a persona decente,<br />

honrada, sin ser <strong>un</strong> aristócrata y en el orden social democrático<br />

lo mismo sin necesidad de ser políticamente demócrata.<br />

La democracia f<strong>un</strong>ciona en Europa como <strong>un</strong>a superstición.<br />

Se ha convertido en <strong>un</strong>a religión de la política estrechamente<br />

<strong>un</strong>ida a la mitología del ciudadano como <strong>un</strong>a especie<br />

de hombre nuevo cualificado por su pertenencia a <strong>un</strong>a<br />

colectividad política.<br />

La democracia, el orden social democrático, no es, sin embargo,<br />

<strong>un</strong>a religión, a<strong>un</strong>que su posibilidad tiene origen cristiano.<br />

Lo explicó muy bien Tocqueville en su famosa introducción<br />

a La democracia en América. Lo sustancial consiste en el salto<br />

de la humanidad del estado social aristocrático, en el que se<br />

partía del supuesto, a<strong>un</strong>que fuese con matices, de que había<br />

hombres que por naturaleza eran desiguales a otros, al estado<br />

social democrático, en el que se considera a todos los hombres<br />

iguales por ser libres. Lo nuevo es el estado social democrático,<br />

no la democracia como régimen político. No hay que<br />

con-f<strong>un</strong>dir la democracia como régimen político con el orden<br />

social democrático. En <strong>un</strong> estado social democrático puede haber<br />

formas aristocráticas de gobierno, formas democráticas de<br />

gobierno, formas monárquicas de gobierno o combinaciones<br />

de esas formas. Es más, hay que contar con <strong>un</strong>a realidad ineludible<br />

que es la ley de hierro de la oligarquía según la cual todo<br />

gobierno es oligárquico, consistiendo el gran problema político<br />

170


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

en controlarlo. Es aquí donde aparece la democracia como<br />

forma política. En fin, lo importante es que la transición del estado<br />

social aristocrático al democrático se debe al impulso del<br />

cristianismo, impulso que, naturalmente, va ligado a la técnica,<br />

a la ciencia, etc. Pero, sobre todo, y esto es lo principal, a la<br />

idea cristiana de que todos los hombres son iguales antes<br />

Dios en tanto imagen suya y destinados a salvarse según sus<br />

méritos. Iguales porque son libres. En el cristianismo, es muy<br />

importante tener en cuenta que se es igual porque se es libre<br />

ya que por creación, por naturaleza, el hombre es libre; otra<br />

vez: todos los hombres son deiformes y no es que se sea libre<br />

por ser igual. Ésta es la inversión que hace la religión de la democracia.<br />

Se es libre porque se es igual a los ojos de Dios, etc.<br />

Estas ideas cristianas fueron penetrando en todas partes<br />

bajo la acción de la Iglesia. Por ejemplo, a ellas se debe la evolución<br />

de las sociedades europeas hacia sociedades de clases<br />

medias, clases dependientes de sí mismas, de su trabajo, que,<br />

en <strong>un</strong> momento dado, empezaron a imponerse social y políticamente.Y<br />

las clases medias son como la sustancia del orden<br />

social democrático de la sociedad. En la Summa theologica (1-<br />

2, q. 105 a. 1) anticipa Santo Tomás su idea de lo que podría<br />

se <strong>un</strong>a forma de gobierno democrática en el orden social democrático.<br />

34. El cristianismo, la religión judeocristiana, es <strong>un</strong>a religión<br />

única entre las siete mil y pico religiones que se han podido<br />

censar. Es la religión absoluta, sobre todo porque es creacionista.<br />

Es <strong>un</strong>a religión en la que el m<strong>un</strong>do es creado, procede<br />

de la nada; no es algo producido como en las demás religiones,<br />

para lo que se inventan múltiples explicaciones míticas.<br />

Ni siquiera el budismo tiene idea de la nada, a pesar de que<br />

en nuestra manera de hablar le atribuyamos al budismo, o a<br />

Conferencias<br />

171


Conferencias<br />

Dalmacio Negro Pavón<br />

cualquier otra religión, esa idea. La idea de la Nada en que se<br />

asienta el nihilismo, ajena a cualquier otra religión, ha quedado<br />

firmemente impresa en el acervo cultural europeo.<br />

El cristianismo es creacionista, el m<strong>un</strong>do es creado, y la<br />

creación supone <strong>un</strong>a idea de orden; de <strong>un</strong> orden objetivo en<br />

tanto creado por Dios. La idea de orden, lo contrario del caos,<br />

es f<strong>un</strong>damental. Condiciona todos los sentimientos, los pensamientos<br />

y las acciones, la vida entera. Europa ha vivido y prosperado<br />

bajo esta idea de orden hasta tiempos relativamente<br />

recientes, cuando a partir de la revolución francesa el Estado,<br />

como Estado-Nación libre de toda atadura empezó a imponer<br />

su propio orden, el orden estatal. Históricamente, habría<br />

que remontarse, como se dijo más arriba, al siglo XVI cuando<br />

el Estado se hizo Estado Soberano, acontecimiento confirmado<br />

jurídicamente en la paz de Westfalia, en la que el Estado se<br />

impuso jurídicamente sobre la Iglesia dentro de su propio orden,<br />

el orden estatal. Entonces se configuró el derecho público<br />

europeo que sólo reconocía como sujetos de derecho a<br />

los Estados Soberanos, a<strong>un</strong>que siguió subsistiendo el viejo ordenalismo,<br />

bajo cuya influencia el Derecho todavía era capaz<br />

de contener al poder en pleno crecimiento. A partir de la<br />

Gran Guerra reempezó a abandonar el derecho público europeo<br />

y, desde entonces el poder del Estado, el orden estatal se<br />

ha impuesto en todas partes sin apenas cortapisas.<br />

35. El auge del laicismo es probablemente el acto final<br />

del orden estatal, <strong>un</strong> orden artificial, para eliminar a cualquier<br />

rival. Sería la lucha, quizá definitiva, entre el orden estatal como<br />

puro orden nihilista y el ordenalismo que subsiste en la Iglesia<br />

y en la conciencia cristiana. Intelectualmente, en esta contienda<br />

el tema central es, a mi entender, ¿cuál es el verdadero orden?<br />

Esto es capital al ser imposible pensar y vivir sin <strong>un</strong>a idea<br />

172


La contribución del cristianismo a la cultura europea<br />

objetiva de orden por muy inconsciente o inconsistente que<br />

sea. El conflicto actual entre el cristianismo y la política, entre<br />

la Iglesia y el Estado, entre la ratio ecclesiae y la ratio status, en<br />

torno a la concepción del orden reproduce la vieja dialéctica<br />

entre la autoridad espiritual y el poder temporal gracias a la<br />

cual la historia de Europa pudo ser la historia de la razón y<br />

la libertad. Conflicto que es de nuevo, en <strong>un</strong>a situación, sin<br />

duda, difícil para la Iglesia y el cristianismo, <strong>un</strong>a lucha, también<br />

más aguda y definitiva que en anteriores ocasiones, por la auctoritas.<br />

36. No obstante, del creacionismo deriva el optimismo<br />

cristiano, la seguridad vital que da esta religión. Si el <strong>un</strong>iverso<br />

ha sido creado por Dios, el m<strong>un</strong>do sólo es relativamente <strong>un</strong><br />

valle de lágrimas; lo que está diciendo la Salve es que el verdadero<br />

m<strong>un</strong>do es el otro, lo cual implica <strong>un</strong>a actitud optimista<br />

y no pesimista. Además, al ser creado, el cristianismo implica<br />

otra cosa muy explícita en los Evangelios, la resurrección de<br />

los muertos, asimismo algo completamente distinto e inconf<strong>un</strong>dible<br />

con la inmortalidad ni siquiera con la resurrección hebrea,<br />

el sheol. Al dogma de la resurrección de los muertos se<br />

debe la esperanza cristiana que ha impulsado a Europa a mirar<br />

sobre todo al futuro.<br />

La cultura europea, toda la cultura occidental, descansa aún<br />

en las tres virtudes teologales: en la fe, la esperanza y la caridad.<br />

Conferencias<br />

173


LAS RELACIONES<br />

IGLESIA-ESTADO. DE LA UNIÓN<br />

A LA MUTUA INDEPENDENCIA<br />

Y COLABORACIÓN<br />

Conferencias<br />

JOSÉ MARÍA DÍAZ MORENO, S. J.<br />

Universidad Pontificia de Comillas. Madrid<br />

1. NOTAS PREVIAS<br />

1.1. Las relaciones Iglesia-Estado en España,<br />

como historia vivida y narrada<br />

En el tema que se me ha asignado y que debo exponer,<br />

tendré que referirme a planteamientos doctrinales y situaciones<br />

que a los más jóvenes puede parecer que se trata de referencias<br />

y alusiones a tiempos que se pierden en la lejanía y<br />

que ya sólo pertenecen a la historia de las instituciones y del<br />

pensamiento jurídico.<br />

Para prevenir y evitar, de alg<strong>un</strong>a manera, esa posible impresión,<br />

debo comenzar afirmando que el tema de las Relaciones<br />

Iglesia-Estado ha sido objeto de mi atención desde<br />

el lejano año de 1956, cuando —como alumno de la Facultad<br />

de Teología de Granada— me acerqué, por primera<br />

vez, a la teoría y realidad de las relaciones Iglesia-Estado, y<br />

he permanecido atento a este tema y a este problema, hasta<br />

mi jubilación como profesor de esa asignatura en diver-<br />

175


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

sas facultades <strong>un</strong>iversitarias, en las postrimerías ya del siglo<br />

veinte.<br />

Durante once años fui miembro de la Comisión de la N<strong>un</strong>ciatura<br />

que, como <strong>un</strong>a de las partes negociadoras, elaboró los<br />

acuerdos vigentes entre la S. Sede y el Estado Español, hace<br />

ahora XXV años.<br />

Por tanto, en <strong>un</strong>a buena parte, lo que el tema tiene necesariamente<br />

de histórico, en mi caso, se trata de <strong>un</strong>a historia vivida<br />

y ahora narrada.<br />

Cuando inicié el estudio del Derecho Público Eclesiástico y<br />

de su complemento el Derecho Concordatario, tanto en la<br />

Facultad de Teología de Granada (1955-1959), como en la Facultad<br />

de Derecho Canónico de la Universidad Gregoriana de<br />

Roma (1960-1964), simplificando los términos, puede decirse<br />

que el núcleo vital de ese estudio se centraba, por <strong>un</strong> lado, en<br />

la naturaleza de la Iglesia, como sociedad jurídica perfecta y superior<br />

al Estado y, por otro, en el estudio, análisis y valoración<br />

de los clásicos sistemas de relación entre la Iglesia y el Estado. En<br />

estos sistemas que entonces defendíamos, como doctrina iuspublicista<br />

de la Iglesia católica, se encuadraban determinados<br />

postulados católicos sobre p<strong>un</strong>tos tan vitales como la <strong>un</strong>ión de<br />

la Iglesia y el Estado, la teoría de la tesis e hipótesis como aplicación<br />

práctica y concreta de esa <strong>un</strong>ión, la confesionalidad católica<br />

del Estado, y la conveniencia de los Concordatos.<br />

El Concilio nos exigió, afort<strong>un</strong>adamente y con urgencia, <strong>un</strong><br />

cambio de pensamiento y de mentalidad. Fue <strong>un</strong> cambio substancial.<br />

Ni se logró, desde el principio, <strong>un</strong> justo equilibrio entre<br />

lo que había que abandonar por inservible y lo que era necesario<br />

conservar, a<strong>un</strong>que sólo fuese por la elemental prudencia<br />

de evitar vacíos jurídicos, que a nadie podían beneficiar.<br />

176


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

Este cambio no nos resultó nada fácil a los que en los años<br />

inmediatamente posconciliares (1965-1975) comenzábamos la<br />

enseñanza <strong>un</strong>iversitaria del Derecho Público de la Iglesia en las<br />

Facultades de Teología, de Derecho Canónico y de Derecho<br />

en las Universidades de la Iglesia. Sin <strong>un</strong> esquema que nos sirviese<br />

de apoyo, con <strong>un</strong>os textos conciliares todavía desnudos<br />

de comentarios y reflexiones y en medio de tantos recelos<br />

por parte de quienes nos habían precedido en la enseñanza<br />

de esa materia, no es de extrañar que no fueran raros los casos<br />

de quienes no quisieron seguir en la enseñanza y cultivo<br />

de esta parte del Derecho de la Iglesia.<br />

En este ambiente y con estas dificultades los hombres de<br />

mi generación —la generación del Concilio— intentamos<br />

abrirnos paso, sabiendo muy bien de dónde veníamos e intentando<br />

orientarnos sobre el futuro que se avecinaba con <strong>un</strong>a llamativa<br />

celeridad. Estábamos convencidos de que con el Vaticano II<br />

habían quedado superados los sistemas de concesión mutua<br />

de privilegios, de la potestad indirecta de la Iglesia sobre el Estado,<br />

y de la confesionalidad católica del Estado, como maneras<br />

de llevar a la práctica las relaciones entre la Iglesia y la Com<strong>un</strong>idad<br />

política y que había llegado el momento de iniciar<br />

<strong>un</strong>a nueva etapa caracterizada por la mutua independencia y<br />

leal colaboración, al servicio de la persona humana.<br />

El recuerdo de estos datos no tienen, aquí y ahora, otra finalidad<br />

que justificar, de algún modo, esta primera anotación<br />

previa de mi exposición, en cuanto que el cambio de los sistema<br />

de <strong>un</strong>ión entre Iglesia y Estado y el tránsito definitivo a<br />

<strong>un</strong> sistema de mutua independencia y colaboración no es algo<br />

que conocemos por haberlo leído en Manuales e Historias del<br />

Derecho Público de la Iglesia, sino que se trata de algo intensamente<br />

vivido.<br />

Conferencias<br />

177


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

Por la fuerza del tiempo y por ley de vida, cada vez quedamos<br />

menos testigos directos del cambio efectuado en la doctrina<br />

católica sobre las relaciones Iglesia-Estado. Por ello, creo<br />

que es <strong>un</strong> deber testimoniar nuestra vivencia y procurar<br />

así que no se pierda la memoria histórica de hechos que, de alg<strong>un</strong>a<br />

manera, todavía condicionan el presente en que vivimos.<br />

1.2. Sentido y límites de mi exposición<br />

La materia que cabe, bajo el título que se me indicó para<br />

mi intervención, sin mayores precisiones, es sencillamente inmensa<br />

y susceptible de <strong>un</strong>a gran variedad de posibles enfoques.<br />

Se impone, por tanto, <strong>un</strong>a primera y necesaria acotación.<br />

Al encuadrarse esta intervención en <strong>un</strong> Curso de Doctrina<br />

Social de la Iglesia, me ha parecido muy conveniente, echar<br />

<strong>un</strong>a mirada a la historia para poder entender el p<strong>un</strong>to inicial<br />

del cual arrancó el cambio de la doctrina católica y de la sistemática<br />

jurídica de las Relaciones Iglesia-Estado. Nada parte<br />

de cero y, se quiera o no, es imposible entender el presente,<br />

que nos ocupa y preocupa, sin tener en cuenta sus antecedentes<br />

mediatos e inmediatos, ni tampoco es posible configurar el<br />

futuro sin tener en cuenta el pasado, a<strong>un</strong>que sólo sea para evitar<br />

repetir errores. Esto justifica la rápida mirada a la historia y,<br />

sobre todo, el análisis de las consecuencias de la doctrina del<br />

Vaticano II. La mirada al futuro, obviamente, está transida de<br />

subjetivismo y, quizás, de deseos personales de <strong>un</strong> nuevo o renovado<br />

camino del Derecho Público de la Iglesia, al no sentirme<br />

plenamente satisfecho de los cambios operados. Pero ésa<br />

es <strong>un</strong>a tarea que ya no pertenece a mi generación y que hay<br />

que dejar a los que, en el presente e inmediato futuro, tengan<br />

como centro de atención el cultivo de esa parte del Derecho<br />

178


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

de la Iglesia que, por su evidente repercusión, es también <strong>un</strong><br />

capítulo importante de la Doctrina Social de la Iglesia.<br />

En mi exposición intentaré más que <strong>un</strong> análisis detallado<br />

de cada <strong>un</strong>o de los p<strong>un</strong>tos a que me refiera, <strong>un</strong>a presentación<br />

de los mismos, en forma de síntesis y mirada global. Otra<br />

cosa no es posible en el espacio de tiempo asignado.<br />

Queda así enmarcada mi reflexión y, de alg<strong>un</strong>a manera, expresados<br />

los límites en que voy a desarrollarla. Mis reflexiones<br />

se moverán obviamente en el campo preciso de lo jurídico,<br />

como relación de derechos-deberes, en la vertiente que configura<br />

el Derecho Público Eclesiástico (DPE), pero sin olvidar<br />

n<strong>un</strong>ca el trasfondo social y pastoral que tiene que estar presente<br />

en cualquier tratamiento y exposición del Derecho eclesial.<br />

Conferencias<br />

1.3. Tres posibles acepciones<br />

Para fijar los términos de nuestra reflexión, y por encontrarnos<br />

en <strong>un</strong> Curso de Doctrina Social de la Iglesia, es conveniente<br />

precisar, desde el comienzo, las diversas acepciones que<br />

puede tener la expresión Relaciones Iglesia-Estado, porque<br />

—con frecuencia— se cae en <strong>un</strong> equivocismo nefasto que es<br />

causa de lamentables confusiones o imprecisiones.<br />

La expresión relaciones Iglesia-Estado es susceptible de<br />

tres acepciones que conviene distinguir muy exactamente:<br />

1. Puede significar, en primer lugar las relaciones entre cristianismo<br />

y política, es decir, las relaciones que existen<br />

entre el cristianismo como fe y como moral y la condición<br />

política de la persona humana. En esta primera<br />

179


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

acepción la relación indicada se verifica y realiza, primordialmente,<br />

mediante el influjo de los cristianos en<br />

la vida de la sociedad en que viven. El ámbito de ese<br />

influjo es ante todo ético, ya que el ciudadano que<br />

profesa la fe cristiana tendrá, si es consecuente, con su<br />

fe, <strong>un</strong> comportamiento que dejará su impronta en<br />

muchas de sus actuaciones. Esta relación ha sido y es<br />

conflictual en <strong>un</strong>a doble y posible dirección: 1) si el<br />

cristiano intenta imponer su fe y su moralidad a los<br />

que no comparten su fe; 2) si la normativa estatal impide,<br />

mediante leyes injustamente restrictivas, la manifestación<br />

y verificación social de la fe cristiana.<br />

180<br />

2. Puede entenderse también con esa expresión, las relaciones<br />

entre la jerarquía de la Iglesia y los as<strong>un</strong>tos políticos,<br />

cuando éstos tienen <strong>un</strong>a relación directa o indirecta<br />

con los postulados y exigencias de la fe cristiana.<br />

Se trata de <strong>un</strong>a vertiente esencialmente teológica<br />

y se deberá determinar hasta dónde llega, en buena<br />

teología, la competencia del magisterio de la Iglesia,<br />

cuando enjuicia determinados aspectos de la vida política<br />

y social, bien sea en relación con los ciudadanos<br />

de a pie, bien sean actuaciones de los órganos de gobierno<br />

de la com<strong>un</strong>idad política. La conflictividad en<br />

esta vertiente surgirá, y así lo demuestra la historia,<br />

también en <strong>un</strong>a doble vertiente: 1) Cuando la jerarquía<br />

traspasa la línea de <strong>un</strong>a exposición fiel de las exigencias<br />

cristianas, entrando en el terreno de lo opinable,<br />

o cuando a<strong>un</strong> tratándose de exigencias auténticas<br />

del evangelio, pretende imponerlas por la fuerza. 2)<br />

Cuando el poder político declara ilegítimo y hasta p<strong>un</strong>ible<br />

cualquier actuación doctrinal de la jerarquía de


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

la Iglesia, destinado directamente a iluminar la conciencia<br />

cristiana de los fieles, en <strong>un</strong> intento de reducirla<br />

al silencio siempre que no coincide con los p<strong>un</strong>tos<br />

de vista del poder.<br />

3. En tercer lugar, la expresión relaciones Iglesia-Estado,<br />

significan las relaciones entre la Iglesia como com<strong>un</strong>idad<br />

de fe, visible y jeráquicamente estructurada y el Estado o<br />

si se quiere en <strong>un</strong>a formulación quizás menos exacta,<br />

pero más fácilmente comprensible, las relaciones que<br />

deben existir entre la Iglesia como «sociedad religiosa»<br />

y el Estado como «sociedad política». En esta<br />

acepción entran tanto las relaciones entre los vértices<br />

jerárquicos, tanto de la Iglesia, como del Estado, como<br />

las relaciones entre autoridades intermedias de las<br />

dos com<strong>un</strong>idades, como, finalmente, entre los cristianos<br />

legítimamente asociados que quieren vivir com<strong>un</strong>itariamente<br />

las exigencias cúlticas o sociales derivadas<br />

de su fe.<br />

Es claro que voy a referirme exclusivamente a las relaciones<br />

Iglesia-Estado en esta tercera acepción. Al tratarse de relaciones<br />

entre dos com<strong>un</strong>idades orgánicamente estructuradas,<br />

se trata de <strong>un</strong>as relaciones genuinamente jurídicas, es decir, creadoras<br />

de <strong>un</strong> haz de derechos y de deberes mutuamente relacionados.<br />

Tratamos, por tanto, de examinar la configuración<br />

jurídica de esas relaciones teniendo muy en cuenta su desarrollo<br />

histórico, las exigencias del presente y, en cuanto sea<br />

posible, la adivinación del futuro. Pero, de ning<strong>un</strong>a entendemos<br />

que la presencia de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do y, más en conc<strong>reto</strong>,<br />

en la sociedad y dentro de ella, en la com<strong>un</strong>idad política se reduzca<br />

o tenga su principal exponente en el campo del derecho<br />

y de las relaciones jurídicas.<br />

Conferencias<br />

181


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

1.4. Dos p<strong>un</strong>tualizaciones<br />

1.4.1. La original desacralización<br />

Se trata de <strong>un</strong> dato que apenas se tiene en cuenta cuando<br />

se aborda el problema de las relaciones entre la Iglesia y el<br />

Estado. Me refiero al hecho, frecuentemente desconocido o<br />

intencionadamente olvidado, de que la distinción f<strong>un</strong>damental<br />

entre los denominados poderes estatal y religioso es originalmente<br />

cristiana y evangélica.<br />

No basten dos brevísimos ap<strong>un</strong>tes históricos. En el m<strong>un</strong>do<br />

romano, la autoridad estatal tenía dos cometidos y dos finalidades:<br />

la ordenación de la actividad política de los ciudadanos y,<br />

al mismo tiempo, su religiosidad sobre todo en sus manifestaciones<br />

externas. De esta forma, la religión y el Estado permanecían<br />

f<strong>un</strong>didos y conf<strong>un</strong>didos, constituyendo <strong>un</strong> organismo<br />

único. El Estado se sentía competente para ordenar las tareas<br />

religiosas y los Emperadores eran supremas autoridades en el<br />

orden civil y en el orden religioso. No era muy diferente la situación<br />

en el ámbito de la cultura y civilización judía. La teocracia<br />

judía constituía <strong>un</strong> dato consubstancial de su cultura y civilización.<br />

Los representantes del poder religioso eran a la vez<br />

los rectores del orden político, a<strong>un</strong>que existiesen instancias<br />

que cuestionaban, en nombre de Dios, muchas de las actuaciones<br />

del poder político-religioso, como era el profetismo, en<br />

<strong>un</strong> primer intento de desacralización del poder y purificación<br />

de lo religioso.<br />

Ésta es la situación que encuentra el cristianismo en la primera<br />

evangelización y en la que tiene que encarnarse. La difusión<br />

e implantación del Evangelio realiza, al menos doctrinalmente,<br />

<strong>un</strong>a auténtica distinción de lo político y de lo religioso. Porque,<br />

por <strong>un</strong> lado, Cristo reconoce la legitimidad, al menos fáctica,<br />

182


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

de la autoridad política vigente en su tiempo: «Lo que es del<br />

César, devolvédselo al César, y lo que es de Dios, a Dios» (Mc 12,<br />

17). Con esta afirmación, que debió dejar atónitos y perplejos<br />

a quienes le hicieron la preg<strong>un</strong>ta, con <strong>un</strong>a determinada intención,<br />

Jesús en<strong>un</strong>cia <strong>un</strong> principio de máxima importancia en orden<br />

a clarificar las relaciones entre el poder político y el Evangelio<br />

que Él predicaba. Esa afirmación de Jesús, entendida en<br />

su literalidad y en su contexto, no significa que los m<strong>un</strong>dos de<br />

la religión y de la política sean dos esferas totalmente separadas,<br />

sino sólo que son dos realidades distintas a<strong>un</strong>que interconexionadas.<br />

Por <strong>un</strong> lado, reconoce la legitimidad de la autoridad<br />

política y los deberes que lleva consigo ese reconocimiento<br />

pero, al mismo tiempo, establece su necesaria distinción<br />

con los deberes que los hombres tienen respecto a Dios. Así<br />

lo entendió el cristianismo primitivo: son dos órdenes que caminan<br />

paralelos en la historia, que no deben conf<strong>un</strong>dirse, ni ignorarse,<br />

ni mucho menos combatirse, sino que deben mutuamente<br />

respetarse en el ámbito preciso de sus respectivas<br />

competencias.<br />

Conferencias<br />

De esta forma, y como consecuencia, se distinguen y separan<br />

la autoridad política y la autoridad religiosa y los cometidos<br />

propios de cada <strong>un</strong>a de ellas. Se da, como fruto de la doctrina<br />

y experiencia cristiana, <strong>un</strong>a auténtica desacralización de la<br />

autoridad política que, para el cristiano no es ya la suprema autoridad<br />

religiosa. Radica aquí <strong>un</strong>a de las novedades más llamativas<br />

y de mayor influjo en la repercusión social del cristianismo<br />

y que fue el motivo de las más sangrientas persecuciones<br />

por parte de la autoridad política que, al verse despojada de<br />

su dimensión religiosa, se sintió directamente atacada. Esta distinción<br />

entre el orden religioso y el político, original del Evangelio,<br />

se convierte en <strong>un</strong> auténtico principio políticamente<br />

183


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

subversivo y negarse a reconocer la potestad religiosa del poder<br />

político fue causa de persecuciones y muertes (1).<br />

1.4.2. La ineludible dimensión social de la fe cristiana<br />

Tampoco esta seg<strong>un</strong>da p<strong>un</strong>tualización se suele tener muy<br />

en cuenta en el tema que nos ocupa. Me refiero a lo siguiente.<br />

Supuesta y rectamente entendida la distinción entre lo político<br />

y lo cristiano, queda por examinar dónde se encuentra la<br />

raíz misma de las relaciones jurídicas entre estas dos dimensiones<br />

de la persona humana. Se trata de <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de capital importancia,<br />

sobre todo en el tiempo que nos ha tocado vivir y<br />

constituye otro dato a tener en cuenta. Porque no han faltado<br />

a lo largo de la historia —y creo que en nuestro momento<br />

tienen <strong>un</strong>a larga presencia— quienes creen que las relaciones<br />

entre la com<strong>un</strong>idad eclesial y la com<strong>un</strong>idad política son fruto<br />

de contingencias históricas superadas, ya que lo religioso y lo<br />

político son dos <strong>un</strong>iversos de naturaleza y fines tan diversos<br />

que no se relacionan entre sí. Estas tendencias, obviamente,<br />

defienden esa ausencia de relación, <strong>un</strong>as en línea de máxima<br />

ausencia y otras, a<strong>un</strong>que admiten <strong>un</strong> cierto grado de relación,<br />

lo reducen a la mínima expresión posible.<br />

No faltan quienes afirman, doctrinal o fácticamente, que lo<br />

genuinamente religioso, en cuanto religación de la persona a<br />

Dios a través de la fe, el culto y el comportamiento moral, es<br />

contradictorio con lo jurídico y con lo político. Creen que lo<br />

religioso pertenece exclusivamente a la intimidad de la conciencia,<br />

negándole <strong>un</strong>a verdadera dimensión externa y social.<br />

(1) Cf. K. H. SCHELKE, Teología del Nuevo Testamento, III, Barcelona, 1975,<br />

480-481.<br />

184


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

Lo religioso, en cuanto aceptación por fe de su contenido,<br />

pertenece ciertamente a la intimidad de la conciencia y está<br />

fuera de lo que es objeto y finalidad de la normativa jurídica<br />

que no es otro que ordenar según justicia y equidad la convivencia<br />

humana en su vertiente externa y social. Si se diese <strong>un</strong>a<br />

religión cuyo contenido no traspasase en nada lo meramente<br />

íntimo de la conciencia personal, ni tuviese ning<strong>un</strong>a repercusión<br />

en la vida y en los comportamientos sociales de las personas,<br />

habría que decir, en consecuencia, que es algo que pertenece<br />

exclusivamente al orden moral y no tiene por qué ser<br />

objeto de regulación jurídica.<br />

No entramos en la cuestión de si es posible o imposible<br />

esa reducción al campo exclusivamente interno de la conciencia<br />

íntima y personal, sin ningún tipo de expresión externa y<br />

de interrelación con otras personas. La historia de las religiones<br />

parece que demuestra el hecho innegable de su vertiente<br />

social y externa, como son el culto, la educación, la propagación<br />

de <strong>un</strong>a determinada fe. Pero, en relación con la fe cristiana,<br />

es imposible desconocer su ineludible vertiente social. Con la<br />

expresión evangélica a la que hemos hecho referencia —«al<br />

César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»— no<br />

se nos dice que entre el César y Dios no hay relación alg<strong>un</strong>a,<br />

sino que cada <strong>un</strong>o tiene su ámbito preciso de actuación y de<br />

competencia. El evangelio enseña que «la obra de Dios tiene<br />

que acontecer en el m<strong>un</strong>do y en relación con él y que la fe ha<br />

de estar, siempre y responsablemente, al servicio de esa obra,<br />

pues el Reino de Dios está siempre en medio del m<strong>un</strong>do»<br />

(2). No vamos a entrar en el análisis de la naturaleza y estructura<br />

f<strong>un</strong>damental y esencial de la Iglesia que Cristo f<strong>un</strong>da<br />

Conferencias<br />

(2) SCHELKE, ibíd.<br />

185


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

sobre su Palabra y sus Sacramentos, nos baste recoger el dato<br />

de la dogmática católica cuando afirma que esta Iglesia que es<br />

com<strong>un</strong>idad orgánica de personas, los bautizados, no es <strong>un</strong>a invención<br />

poscristiana, sino que tiene su origen en Cristo mismo.<br />

El Concilio Vaticano II, haciendo <strong>un</strong>a síntesis válida del ser<br />

mismo de la Iglesia, afirma que es «<strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad de fe, esperanza<br />

y caridad en este m<strong>un</strong>do, como <strong>un</strong>a trabazón visible [...] sociedad<br />

dotada de órganos jerárquicos [...] re<strong>un</strong>ión visible y com<strong>un</strong>idad<br />

espiritual que [...] forman <strong>un</strong>a única realidad compleja<br />

constituida por <strong>un</strong> elemento humano y otro divino [...] Esta Iglesia,<br />

constituida y ordenada en este m<strong>un</strong>do como <strong>un</strong>a sociedad, se realiza<br />

en la Iglesia católica» (3).<br />

Esta presencia de lo cristiano en la sociedad y, en conc<strong>reto</strong>,<br />

las relaciones de la Iglesia con el poder político es <strong>un</strong> hecho<br />

evidente desde el comienzo del cristianismo y a lo largo<br />

de su historia. Se trata de <strong>un</strong>a dimensión irren<strong>un</strong>ciable del Evangelio<br />

de Jesús y ciertamente fue esta dimensión la que le ocasionó,<br />

también desde el principio, las mayores dificultades para su<br />

implantación y propagación. Dejo a los especialistas en Historia<br />

de la Iglesia determinar el móvil último de muchas de las persecuciones<br />

que por parte del poder político ha tenido y tiene<br />

que padecer la Iglesia. Se trataría de determinar con precisión<br />

si fueron los dogmas cristianos, en sus contenidos puramente<br />

doctrinales, los que crearon el conflicto o fueron más bien las<br />

derivaciones sociales de esos dogmas, desde el de la Trinidad<br />

y su reflejo en el hombre, en todo hombre, creado a su imagen<br />

y semejanza y hermanados en Cristo, hasta el dogma de<br />

la Eucaristía, en cuanto que es, a la vez, creadora y signo de<br />

<strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad fraterna donde lo igual es siempre muy supe-<br />

186<br />

(3) Vat. II, Const. Dogmática Lumen Gentium, 8.


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

rior a lo diferencial y donde la injusticia y la marginación constituyen<br />

siempre <strong>un</strong> pecado de lesa eucaristía. Cabe preg<strong>un</strong>tarse,<br />

al hilo de la historia, si son precisamente estas repercusiones<br />

sociales e irren<strong>un</strong>ciables del dogma cristiano lo que específicamente<br />

han temido, y temen, determinados poderes políticos<br />

ya que constituyen instancias altamente críticas para situaciones<br />

de injusticia, en la estructuración de la sociedad y en<br />

el régimen de relaciones entre los que mandan y los que obedecen,<br />

entre los que tienen demasiado y los que carecen de<br />

lo necesario. Dejamos aquí esta reflexión ciertamente tentadora.<br />

Conferencias<br />

1.5. Tres zonas de necesaria convergencia<br />

Como complemento y última anotación previa, también<br />

de índole esencialmente social, señalamos sólo indicativamente<br />

tres zonas de necesaria convergencia entre la com<strong>un</strong>idad eclesial<br />

y la com<strong>un</strong>idad política. Con ello quisiéramos clarificar otro<br />

dato que no carece de importancia. Las relaciones entre el<br />

cristianismo y la com<strong>un</strong>idad política, entre la Iglesia y el Estado,<br />

para seguir <strong>un</strong>a expresión tan usual y tradicional, no existen ni<br />

son fruto de que por parte de la Iglesia, o por parte del poder<br />

político, se exceden los límites justos y precisos de sus respectivas<br />

competencias. No negamos que esto haya sido y sea<br />

con demasiada frecuencia así, y es, muchas veces, lo que las<br />

convierte en dialécticas y conflictivas, pero no es la última<br />

razón explicativa del carácter y de las características de esas<br />

relaciones. O de otra forma: las relaciones entre la Iglesia y la<br />

com<strong>un</strong>idad política, ni por parte de la Iglesia, ni por parte del<br />

Estado se debe necesariamente a mixtificaciones de sus respectivas<br />

finalidades y respectivos ámbitos de competencia,<br />

187


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

sino que surgen de sus respectivas naturalezas y fines. Son zonas<br />

de necesaria convergencia. Señalamos estas tres:<br />

1. Zona de convergencia sociológica. La Iglesia, como continuación<br />

del Evangelio de Jesús, no puede limitarse a<br />

iluminar y transformar el interior de las personas, ni a<br />

establecer <strong>un</strong> cultivo y <strong>un</strong>as expresiones de la fe meramente<br />

cultuales, sino que, en cuanto com<strong>un</strong>idad y<br />

pueblo orgánicamente estructurado, visible y detectable<br />

en la sociedad está obligada a testimoniar y reclamar,<br />

al menos, el derecho a la expresión pública de esa<br />

fe que debe ser reconocido y eficazmente protegido<br />

por quienes tienen el poder político en la sociedad.<br />

Ya hemos indicado que, si otros credos religiosos<br />

pueden prescindir de esta vertiente social, la Iglesia<br />

católica, en su fidelidad al evangelio, no puede olvidar,<br />

ni prescindir de esta dimensión esencialmente pública<br />

y social, como <strong>un</strong> elemento importate del dogma<br />

cristiano.<br />

2. Zona de convergencia política: Las sociedades se configuran<br />

y estructuran en sistemas políticos, que ofrecen<br />

determinadas posibilidades de intervención y actuación<br />

de los ciudadanos en la gestión de la cosa pública.<br />

Sea cual sea el sistema político que exista y que<br />

configure la vida de <strong>un</strong> pueblo, lo católico y los católicos<br />

tienen absoluto derecho a estar presentes y actuar<br />

como tales, dentro siempre de los límites y de las vías<br />

de actuación establecidas en <strong>un</strong> ordenamiento jurídico<br />

estatal justo. Mediante esa presencia, tienen también<br />

derecho a ejercer su influjo y procurar la vigencia de<br />

los postulados de su fe, dentro siempre de <strong>un</strong> pluralismo<br />

de opciones que excluye cualquier género de monopolio,<br />

188


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

de exclusivismos, de imposiciones a quienes no comparten<br />

la fe, es decir, respetando siempre el derecho f<strong>un</strong>damental<br />

a la libertad ideológica y religiosa. Un sistema<br />

político que rechazara este tipo de presencia de lo específicamente<br />

religioso y católico, por el mero hecho<br />

de serlo, o que obligase, de alg<strong>un</strong>a manera, a quienes<br />

se profesan católicos a que, para actuar en la vida pública,<br />

tuviesen que ocultar su condición de católicos,<br />

dejaría de ser <strong>un</strong> sistema político justo, le faltaría <strong>un</strong><br />

elemento primordial como Estado de derecho y estaríamos<br />

ante <strong>un</strong> caso de tiranía o dictadura, transcendidas<br />

de sectarismo político. Y lo que afirmamos de la<br />

presencia de los católicos lo entendemos de igual forma<br />

en relación con quienes profesan otras religiones o<br />

confesiones religiosas en la proyección externa —social<br />

y personal— de las mismas.<br />

Conferencias<br />

3. Zona de convergencia jurídica: Es <strong>un</strong>a consecuencia de<br />

las dos anteriores, y se puede afirmar que, en buena<br />

parte, constituye su versión práctica. Las relaciones entre<br />

los hombres, en su dimensión social, se realizan, generalmente,<br />

mediante el establecimiento de <strong>un</strong> sistema<br />

orgánico que engendra derechos y deberes. Las relaciones<br />

entre la Iglesia, representada, en última instancia,<br />

por la Jerarquía y la sociedad política, representada<br />

por el poder legítimamente constituido, no pueden<br />

prescindir de este hecho. La configuración concreta de<br />

esta zona de convergencia es algo que permite <strong>un</strong>a<br />

gran flexibilidad y variedad, dependiendo de tiempos,<br />

lugares y personas. Podrían ir desde <strong>un</strong> Estatuto de libertad,<br />

más o menos pactado y a<strong>un</strong> <strong>un</strong>ilateral por parte<br />

del Estado, hasta <strong>un</strong> Concordato, o Acuerdos de<br />

189


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

rango internacional. Pero, en cualquiera de estas posibilidades,<br />

es necesario, para no lesionar la justicia, que<br />

se reconozca a la Iglesia, o como sujeto de Derecho<br />

Internacional o al menos, como corporación de derecho<br />

público, de tal manera que no se le intente relegar<br />

a la esfera de lo meramente privado, individual y cultual.<br />

Complementariamente, exige también que a la Conferencia<br />

Episcopal y a las Iglesias Particulares y otras instituciones<br />

eclesiales se les otorgue <strong>un</strong> rango jurídico,<br />

en el ordenamiento interno del Estado, que traspase<br />

lo meramente privado.<br />

Pero esto se exige no porque sea derivación o consecuencia<br />

de ningún género de confesionalidad formal católica, sino por la<br />

entidad social de esas realidades que hemos mencionado, si<br />

cumplen con los requisitos exigidos en la ley para constituir<br />

personas jurídicas, como sujetos de derechos y de deberes.<br />

Negarles esa consideración, supone, por lo menos, caer en <strong>un</strong><br />

evidente e injusto agravio comparativo, con otras entidades de<br />

menor relevancia en la vida social.<br />

Esta relación jurídica, como veremos, no tiene por qué limitarse<br />

en exclusividad a las relaciones entre las autoridades supremas<br />

de la Iglesia y de la com<strong>un</strong>idad política. Tanto las modernas<br />

configuraciones de muchos Estados (federales o autonómicos)<br />

y la aparición en el Concilio Vaticano II, y en el vigente<br />

Código de Derecho Canónico, de órganos colegiados de gobierno,<br />

como son las Conferencias Episcopales, y la mayor entidad<br />

canónica de las Diócesis y de sus Agrupaciones (provincias eclesiásticas),<br />

permiten, aconsejan y, en determinados supuestos,<br />

hacen necesario que esas relaciones estrictamente jurídicas y<br />

públicas se establezcan a diferentes niveles.<br />

190


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

Con la afirmación de estas tres zonas de irren<strong>un</strong>ciable<br />

convergencia, rechazamos de plano, <strong>un</strong>a vez más, la consideración<br />

de la presencia de lo religioso, y específicamente de lo católico<br />

en la sociedad, como algo que no traspasa la esfera de lo privado,<br />

sin mayor influencia en la vida de la sociedad y de la com<strong>un</strong>idad<br />

política. La verificación concreta de esas relaciones, hacen<br />

necesario o muy conveniente que se establezca <strong>un</strong> determinado<br />

régimen jurídico de relación, según las condiciones de personas,<br />

tiempos y lugares. Es otro dato que nos interesa señalar<br />

y que nos lleva a examinar, a<strong>un</strong>que sea muy sucintamente,<br />

los sistemas que han tenido vigencia a lo largo de la historia.<br />

Conferencias<br />

2. MIRADA A LA HISTORIA. LOS SISTEMAS<br />

DE RELACIÓN Y SU SIGNIFICADO<br />

2.1. Los sistemas establecidos<br />

en el Derecho Público Eclesiástico (DPE)<br />

A) Mirando a la historia de las Relaciones Iglesia-Estado,<br />

encontramos que desde el DPE, como conj<strong>un</strong>to de<br />

principios y normas que regulan, o deberían regular, las<br />

relaciones Iglesia-Estado, se han configurado diversos<br />

sistemas de relación. Estos sistemas, <strong>un</strong>os nacieron de<br />

determinadas elaboraciones doctrinales, que luego fueron<br />

respaldadas por el Magisterio de la Iglesia y otras<br />

veces fueron fruto de determinadas realidades históricas,<br />

que más tarde intentan, de algún modo, justificarse<br />

doctrinalmente. En general, y salvo posturas extremistas,<br />

estos sistemas se apoyan en la doctrina eclesiológica<br />

del momento en que nacen o están en vigor. Alg<strong>un</strong>os de<br />

estos sistemas, que intentan establecer las bases de esa<br />

191


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

coordinación entre el poder político y la Iglesia, llegan<br />

a tener <strong>un</strong>a realización fáctica, mientras que otros entran<br />

más bien en el terreno de los buenos deseos o de<br />

las utopías.<br />

B) Como anotación necesaria para no desvirtuar el significado<br />

de estos sistemas, es necesario tener en cuenta<br />

que las Relaciones Iglesia-Estado, cuando estos sistemas<br />

nacen o se consolidan, salvo excepciones muy<br />

excepcionales, se entienden siempre como relaciones<br />

entre las supremas autoridades de la Iglesia y del Estado.<br />

O si se quiere, entre el poder político y el poder<br />

religioso. Otra forma de entender estas relaciones, durante<br />

la vigencia de la mayoría de los sistemas que vamos<br />

a enumerar, es de muy difícil comprensión. Es<br />

también <strong>un</strong> dato que no se puede olvidar, si se quiere<br />

ser objetivo y exacto. De lo contrario, se juzga el ayer<br />

en categorías de hoy. Lo cual, además de absurdo, es<br />

siempre injusto. Como consecuencia del cambio efectuado<br />

en el modo de entender la Iglesia como sociedad<br />

jurídicamente perfecta y del cambio efectuado también<br />

en el mismo concepto y naturaleza del Estado,<br />

desde los absolutismos regios a los estados representativos<br />

y democráticos, hay que decir que estos sistemas<br />

están substancialmente superados en su validez<br />

para coordinar las relaciones entre la com<strong>un</strong>idad eclesial<br />

y la com<strong>un</strong>idad política.<br />

C) No vamos ni a entrar en los orígenes y vicisitudes de<br />

estos sistemas, ni vamos a enumerarlos todos, sino que<br />

nos limitamos a <strong>un</strong>a rápida en<strong>un</strong>ciación de los que estimamos<br />

más significativos, sin entrar en sus contenidos<br />

y en las tesis que los f<strong>un</strong>damentaban.<br />

192


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

En este momento, para deducir los datos que su historia<br />

nos proporciona, esa especificación no nos es necesaria. Pero<br />

sí creo que es interesante recordarlos, como sistematizaciones<br />

de la presencia y relación de la Iglesia con la sociedad política.<br />

Sobre todo, me interesa subrayar sus derivaciones últimas, que<br />

enlazan el ayer con el hoy, y en el que no faltan zonas oscuras<br />

que urge clarificar, a<strong>un</strong>que sólo sea como necesidad de recoger<br />

<strong>un</strong>a lección de la historia que sería lamentable y peligroso<br />

olvidar.<br />

En la historia de la ciencia del DPE podemos señalar los siguientes<br />

sistemas:<br />

1. El dualismo de potestades. No sé por qué, cuando se<br />

intenta <strong>un</strong>a síntesis de las doctrinas y de los sistemas que han<br />

intentado coordinar las relaciones entre la Iglesia y la com<strong>un</strong>idad<br />

política, no se tiene en cuenta, con más precisión, que lo<br />

primero que aparece, en la doctrina canónica, no fue <strong>un</strong> intento<br />

de absorción de lo político por la Iglesia, con el consiguiente confusionismo<br />

de ambos órdenes. Por fidelidad a la historia, hay<br />

que afirmar que el primer sistema de <strong>un</strong> rudimentario DPE,<br />

está basado en <strong>un</strong> dualismo claramente diferenciador de lo religioso<br />

y lo político. La formulación de este primer sistema, claramente<br />

dualista, la encontramos ya, a finales del siglo V, en la Carta<br />

del Papa Gelasio I a Anastasio, Emperador de Oriente (4).<br />

Para este dualismo, proclamado en el año 494, por el Papa,<br />

como doctrina oficial de la Iglesia, existen dos principios (de poder)<br />

que rigen el m<strong>un</strong>do, la autoridad del Pontífice y la potestad<br />

imperial. Ambas proceden de Dios, pero son independien-<br />

Conferencias<br />

(4) El texto en A. MOLINA MELIA, Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico<br />

del Estado, Fuentes,Textos, Casos Prácticos,Valencia, 1983, 90.<br />

193


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

tes entre sí, en los órdenes respectivos de competencias y fines.<br />

Convergen en la persona humana, porque ésta, en cuanto<br />

ciudadano, está sometida al poder político y, en cuanto creyente,<br />

está sometida a la autoridad de la Iglesia. La jerarquía<br />

eclesial debe obedecer, en sus derechos-deberes de ciudadanos,<br />

al poder político y, de igual forma, los titulares del poder<br />

político están sometidos a la autoridad de la Iglesia, en cuanto<br />

creyentes (5). Sólo cuando, para usar <strong>un</strong>a expresión del Vaticano<br />

II, «el Pueblo de Dios que peregrina a través de las vicisitudes<br />

humanas» (6) pierde o, al menos, oscurece, el sentido<br />

de lo genuinamente cristiano y se deja penetrar por criterios<br />

seculares, este dualismo se transforma en <strong>un</strong>a especie de pugilato<br />

entre el poder de la Iglesia y el poder del Estado, con<br />

<strong>un</strong>a confusión subyacente entre lo religioso y lo temporal.<br />

Pero, es necesario, por fidelidad a la historia, no olvidar esta<br />

primera lección de la historia del DPE. Porque, a<strong>un</strong>que f<strong>un</strong>dándose,<br />

al menos inmediatamente, en otros postulados y principios,<br />

se trata de <strong>un</strong>a concepción sobre las relaciones entre la<br />

Iglesia y el com<strong>un</strong>idad política, que sigue siendo f<strong>un</strong>damentalmente<br />

válida en este comienzo del siglo XXI.<br />

2. Los sistemas de potestad directa. Tienen dos vertientes<br />

correlativas: el hierocratismo y el cesaropapismo. Sobre el denominado<br />

hierocratismo, hay que decir que más bien que de<br />

<strong>un</strong> sistema, definido y claramente estructurado, se trata<br />

de p<strong>un</strong>tuales prevalencias históricas del poder religioso sobre el<br />

poder político, pero con <strong>un</strong> subfondo de f<strong>un</strong>damentación que<br />

va desde la fáctica desaparición del poder político y as<strong>un</strong>ción<br />

(5) Cf. S. Z. EHLER, Historia de las Relaciones entre la Iglesia y el Estado,<br />

Madrid, 1966, 30-33.<br />

(6) Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae sobre la Libertad Religiosa,<br />

12.<br />

194


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

por la Iglesia de sus f<strong>un</strong>ciones, hasta el denominado agustinismo<br />

político, que desborda el equilibrio de poderes en favor<br />

del poder espiritual, al menos en teoría y doctrinalmente, durante<br />

buena parte de la Edad Media (7). Este sistema, o pensamiento<br />

doctrinal, tiene su contraposición en los cesaropapismos<br />

que han prevalecido, o intentado prevalecer, a lo largo de<br />

la historia, como intento doctrinal y jurídico del sometimiento de<br />

lo religioso, y particularmente de la Iglesia, al poder político. Es<br />

<strong>un</strong>a doctrina que arranca de las investiduras medievales y que,<br />

por otras causas, y con otros matices, subyace en todos los regalismos<br />

que han ido apareciendo a lo largo de la historia (8).<br />

Conviene anotar que, así como el hierocratismo hay que<br />

irlo a buscar al medievo, los cesaropapismos, bajo diversos ropajes,<br />

llegan hasta nosotros. Siempre me he preg<strong>un</strong>tado, cuando<br />

media Europa carecía de la más elemental libertad religiosa,<br />

si buena parte de nuestro m<strong>un</strong>do civilizado no estaba viviendo<br />

bajo el influjo de <strong>un</strong> nuevo cesaropapismo, no f<strong>un</strong>dado,<br />

claro está, en el origen de la autoridad y en los sujetos de la<br />

misma, sino f<strong>un</strong>dado en <strong>un</strong>a absoluta prevalencia de determinadas<br />

ideologías que jamás fueron neutrales en el terreno de<br />

lo religioso. Estas ideologías hicieron de su lucha contra la religión,<br />

y específicamente contra el cristianismo y la Iglesia católica,<br />

<strong>un</strong>a verdadera profesión de «fe atea», que se imponía<br />

por medios de evidente coactividad y hasta de persecución<br />

abierta.<br />

Conferencias<br />

(7) Una buena síntesis en A. de la HERA-C. SOLER, Historia de las Relaciones<br />

entre Iglesia y Estado, en Instituto M. de Azpilcueta, «Tratado de Derecho<br />

Eclesiástico», Pamplona, 1994, 52-60.<br />

(8) Cf. Q. ALDEA, S. J., Iglesia y Estado. Presupuestos ideológicos, en Q.<br />

ALDEA-T. MARÍN-J.VIVES, «Diccionario de Historia Eclesiástica de España», II,<br />

Madrid, 1972, 1.117-1.122.<br />

195


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

3. La potestad indirecta de la Iglesia sobre el Estado. Quizás<br />

no sea excesivo definir esta doctrina, y este sistema jurídico,<br />

como el clásico y el más prolongado en la ciencia del DPE.<br />

Aquí la teoría intentó recuperar el terreno perdido en la realidad<br />

de los hechos, cuando la modernidad an<strong>un</strong>cia ya <strong>un</strong>a secularización<br />

irreversible de la sociedad y de la cultura. Se intenta<br />

evitar así el conflicto entre los intereses del sistema político<br />

y las exigencias de la fe cristiana. Este sistema resalta, con<br />

muy diversos matices y f<strong>un</strong>dándose en diversos argumentos,<br />

por <strong>un</strong> lado, la independencia y autonomía del poder político<br />

en el ámbito de su competencia, por otro lado, señala <strong>un</strong>a limitación<br />

que le viene impuesta al poder político, por exigencias<br />

del derecho divino, y que consiste en la supremacía de lo<br />

espiritual (eclesial), cuando, en alg<strong>un</strong>a realidad de interés común<br />

(«res mixtae»), lo político y lo religioso entran en conflicto.<br />

Es ahí donde propiamente se da, a tenor de esta doctrina,<br />

<strong>un</strong>a cierta subordinación del poder político a la Iglesia.<br />

Se trata de <strong>un</strong>a larga teoría doctrinal que busca, además,<br />

situar la presencia de lo religioso en la sociedad política, estableciendo<br />

<strong>un</strong> principio de jerarquía de valores entre dos sociedades<br />

perfectas que se cualifican por sus fines (9). Este sistema,<br />

con diversos matices, es el que comúnmente se defiende<br />

en la ciencia del DPE, desde prácticamente Bonifacio VIII<br />

(«Unam Sanctam», siglo XIV), hasta las vísperas mismas del<br />

Vaticano II.<br />

Hay que recordar también que en esta teoría se encuadran<br />

y f<strong>un</strong>damentan los postulados católicos sobre p<strong>un</strong>tos tan<br />

(9) V. y A. REINA, Lecciones de Derecho Eclesiástico Español, Barcelona,<br />

1983, 83. Cf. A. de la HERA, Posibilidades actuales de la teoría de la potestad<br />

indirecta, en VV. AA., «Iglesia y Derecho», Salamanca 1963, 245-270.<br />

196


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

vitales como la confesionalidad católica del Estado, la teoría de<br />

la tesis e hipótesis como rectora de la <strong>un</strong>ión entre la Iglesia y<br />

el Estado y las bases del sistema concordatario, al menos en sus<br />

comienzos.<br />

Podría decirse que cuando surgen, ya en nuestro tiempo,<br />

los movimientos laicales apostólicos, como la Acción Católica,<br />

éstos encajan, al menos en <strong>un</strong> primer momento, dentro de<br />

esta teoría y de este sistema, como <strong>un</strong>a «longa manus» de la<br />

Iglesia, y especialmente de su jerarquía, dentro de la sociedad<br />

política. En este sentido, se conciben estos movimientos como<br />

<strong>un</strong>a intervención, al menos indirecta, de la Iglesia (su jerarquía)<br />

en la actividad social y política de los pueblos.<br />

4. Una última teoría o sistema nace dentro de determinados<br />

ambientes católicos y acatólicos, quizás como <strong>un</strong> primer<br />

efecto de la secularización de la cultura que arranca de la modernidad.<br />

Nos referimos al sistema de separación y mutuo desconocimiento<br />

entre lo político y la Iglesia. Más que sistema, propiamente<br />

dicho, es <strong>un</strong> postulado que lleva consigo obvias consecuencias<br />

en el terreno de lo jurídico. La parte más negativa<br />

y rechazable de esta teoría, a<strong>un</strong>que no lo confiesen los católicos<br />

que la propugnan, ni sea ésa la finalidad que persiguen con<br />

sus escritos, es que si ese mutuo desconocimiento y separacionismo<br />

se lleva hasta sus últimas consecuencias y no se<br />

compensa con otro tipo de presencia pública, inevitablemente<br />

desemboca en <strong>un</strong>a privatización de lo religioso, reduciendo esta<br />

dimensión religiosa de la persona humana, al ámbito estricto<br />

de la propia conciencia y de la intimidad personal. Es <strong>un</strong>a consecuencia<br />

de acentuar, al máximo posible, no tanto la concordia<br />

y cooperación entre las instituciones públicas estatales y las<br />

católicas o de católicos, para <strong>un</strong> mejor servicio al hombre, sino<br />

sus respectivas independencias y clara distinción. Es verdad<br />

Conferencias<br />

197


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

que lo que se pretendía, sobre todo desde el campo católico<br />

(Maritain, Murray, Pribilla), no era, en principio, otra cosa que<br />

garantizar —jurídicamente— la libertad de la Iglesia y la libertad<br />

del Estado, para que ambos pudiesen realizar sus respectivos<br />

cometidos. Pero, j<strong>un</strong>to a esta primaria intencionalidad, de<br />

hecho, de esta forma de pensar se derivaban determinados corolarios<br />

que, si no se precisaban muy bien, llevaban a la privatización<br />

de lo religioso.<br />

Entre estos corolarios, anotamos sólo dos: rechazo de los<br />

Concordatos o Acuerdos entre la Iglesia y el Estado, lo cual, a<strong>un</strong>que<br />

no se confiese, llevaba consigo la negación de la personalidad<br />

jurídica internacional de la Iglesia católica y la afirmación de<br />

que tanto la Iglesia, como el Estado pierden necesariamente sus<br />

respectivas libertades, con cualquier tipo de mutuo reconocimiento<br />

y cooperación entre ambos. En este p<strong>un</strong>to, nos interesa<br />

resaltar que, apoyados en esos postulados y corolarios, nace<br />

en <strong>un</strong> sector característico del pensamiento liberal (católico o<br />

no católico), <strong>un</strong> prevalente sentido «privatístico», tanto de la<br />

Iglesia en cuanto institución, como de la presencia de los católicos<br />

en la sociedad.<br />

Quizás, hoy por hoy, y de manera especial entre nosotros<br />

los españoles, radica aquí el problema más grave de las relaciones<br />

(jurídicas) entre las instituciones políticas y la Iglesia católica.<br />

En este tipo de mentalidad, lo más que se admite, desde<br />

determinadas ideologías, es que lo político no puede interferirse<br />

en lo religioso, y hasta se concede, sin excesiva dificultad,<br />

que, entre las finalidades y deberes del poder político está<br />

ciertamente proteger el derecho radical e inalienable de la<br />

persona humana a la «libertad de religión o de creencia». Es<br />

decir, libertad para manifestar esa creencia «individual y colectivamente,<br />

tanto en público, como en privado, por la enseñan-<br />

198


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

za, la práctica, el culto y la observancia» (10). Pero se tiene <strong>un</strong>a<br />

gran dificultad —confesada abiertamente, o hábilmente larvada<br />

en <strong>un</strong> significativo silencio— en conceder <strong>un</strong>a auténtica relevancia<br />

pública a la dimensión religiosa de la persona humana<br />

y a la protección de su vivencia, individual y, sobre todo, com<strong>un</strong>itaria,<br />

en <strong>un</strong> sentido que va mucho más allá de lo meramente<br />

cúltico (11). En la práctica, por este camino, se termina por<br />

profesar y defender <strong>un</strong> desconocimiento de la dimensión pública<br />

y social de la fe cristiana, que llega a extremos insostenibles<br />

y claramente injustos, siempre bajo la apariencia de <strong>un</strong>a<br />

aconfesionalidad y neutralidad religiosa de lo político y, sobre<br />

todo, del poder que lo representa. Con no rara frecuencia, esa<br />

aconfesionalidad y pretendida neutralidad se traduce en la negación<br />

palmaria de <strong>un</strong> régimen de igualdad de oport<strong>un</strong>idades en<br />

el terreno de la enseñanza para los Centros docentes y asistenciales<br />

de la Iglesia. Como si el derecho a profesar y a vivir<br />

individual y asociadadamente la fe religiosa, no fuese <strong>un</strong> dere-<br />

Conferencias<br />

(10) Declaración Universal de los Derecho Humanos (París, 10 de diciembre<br />

de 1948), art. 18; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos<br />

(Nueva York, 16 de diciembre de 1966), art. 18; Convención de Salvaguarda<br />

de los Derechos del Hombre y de las Libertades F<strong>un</strong>damentales (Roma,<br />

1950), art. 8. Los textos en A. TRUYOL SERRA, Los Derechos Humanos, Madrid,<br />

1977.<br />

(11) Resulta muy significativo que, en los programas presentados por<br />

los diferentes partidos políticos a sus posibles electores, en las convocatorias<br />

electorales en España no se suele mencionar su «política religiosa». Es<br />

muy posible que esto se deba al hecho de que entre los militantes de los<br />

Partidos, o posibles votantes de los mismos, existe <strong>un</strong>a clara diversidad en<br />

cuanto a las creencias religiosas y esto impide tomar postura ante determinados<br />

problemas políticos de índole religiosa o en conexión con lo religioso.<br />

Pero, también puede ser <strong>un</strong> dato que pruebe o confirme el intento<br />

de marginar la presencia de lo religioso en la sociedad, o <strong>un</strong>a vergonzante<br />

ocultación, por temor a ser clasificado como partido confesional católico.<br />

199


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

cho de la persona y de la com<strong>un</strong>idad humana, al que corresponde<br />

el deber, por parte del poder político, de crear <strong>un</strong>a situación<br />

tal donde no sólo sea posible, sino fácil encontrar para<br />

ello las ayudas necesarias, dentro siempre de <strong>un</strong>a justa igualdad<br />

de oport<strong>un</strong>idades. El reconocimiento por el poder político de<br />

la realidad de las instituciones católicas, como expresión de la<br />

dimensión social de nuestra fe y ejercicio de <strong>un</strong> derecho f<strong>un</strong>damental<br />

humano, y la protección y las ayudas que se les preste,<br />

no puede entenderse como concesiones a <strong>un</strong> cripto-confesionalismo<br />

estatal, o generosas limosnas de <strong>un</strong> Estado dadivoso,<br />

sino como el exacto cumplimiento de <strong>un</strong> deber (12). El Cardenal-Arzobispo<br />

de Madrid se refería a esta cuestión, en <strong>un</strong> interesante<br />

estudio sobre las «Relaciones entre la Iglesia y el Estado<br />

en el siglo XXI»:<br />

El reconocimiento pleno del verdadero ámbito de lo “religioso”<br />

es completamente vital para <strong>un</strong>a adecuada y fec<strong>un</strong>da<br />

presencia de la Iglesia en la sociedad.“Lo religioso” va más allá<br />

de los actos típicos de la predicación y del culto; repercute y<br />

se expresa por su propia naturaleza en la vivencia moral y<br />

humana, que se hace efectiva en los campos de la educación,<br />

del servicio y compromiso sociales, del matrimonio y de la<br />

cultura.Todo ello presupone <strong>un</strong>a aceptación, no recortada jurídicamente<br />

de su significación pública. De este modo se abre<br />

<strong>un</strong> amplio campo de cooperación de la Iglesia con todos los<br />

grupos y fuerzas sociales y, especialmente, con el Estado en la<br />

gran tarea común de servicio al hombre, especialmente al<br />

más necesitado. Urge hoy en España, y en Europa, hablar del<br />

valor social y humanizador de la fe, para que se despierte la<br />

conciencia pública respecto a los nuevos pobres, a la persis-<br />

(12) F. SEBASTIÁN, La Iglesia ante el Estado aconfesional, en Escritos sobre<br />

la fe, la Iglesia y el hombre, Madrid, 1996, pp. 69-96.<br />

200


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

tencia de las situaciones de pobreza extrema en el Tercer<br />

M<strong>un</strong>do, y para que se perciba la necesidad de renovación<br />

moral, de conversión, de verdadera liberación de <strong>un</strong>a vida<br />

materialista y hedonista que nos están llevando a <strong>un</strong> callejón<br />

sin salida demográfica. De otro modo, el fantasma de <strong>un</strong>a sociedad<br />

dura, cruel, egoísta y violenta pudiera convertirse<br />

pronto en cruda realidad. (13).<br />

Conferencias<br />

Se trata de <strong>un</strong> diagnóstico acertado y también de <strong>un</strong>a llamada<br />

a la urgencia de enfocar rectamente este problema.<br />

Contentarse con que el pensamiento, la fe y la praxis cristiana<br />

no sea perseguida es recortar exigencias muy serias del Evangelio.<br />

Más aún, la persecución, abierta o encubierta, es señal de<br />

que el cristianismo es fermento de la sociedad en que vive encarnado<br />

y que se presenta como <strong>un</strong>a constante y sincera interpelación<br />

a tantas aristas de injusticia, falsedad, crueldad e insolidaridad,<br />

como tiene nuestra actual cultura y nuestros comportamientos<br />

sociales. Una cierta incomodidad, activa y pasiva,<br />

de lo cristiano en la sociedad es posiblemente consubstancial<br />

con el Evangelio.<br />

2.2. Los sistemas desde el Derecho Eclesiástico<br />

del Estado.<br />

A) Sin entrar en las precisiones que se exigirían para presentar<br />

<strong>un</strong> concepto lo más exacto posible del denominado<br />

Derecho Eclesiástico del Estado (DEE), lo entendemos,<br />

en este momento, como el conj<strong>un</strong>to de normas<br />

que en los ordenamientos jurídicos estatales reco-<br />

(13) A. M. ROUCO VARELA, Relaciones Iglesia-Estado en la España del siglo<br />

XXI, XX Siglos 28 (1996), 14-15.<br />

201


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

nocen, protegen y regulan el ejercicio del derecho f<strong>un</strong>damental<br />

de Libertad Religiosa y el régimen de las Religiones,<br />

Iglesias y Confesiones en su proyección social<br />

y política.<br />

B) Desde f<strong>un</strong>damentos doctrinales, más o menos precisos,<br />

y, sobre todo, analizando los sistemas vigentes en el derecho<br />

constitucional comparado, pueden distinguirse<br />

tres sistemas:<br />

1. Opresión (persecución): El poder político considera<br />

todo lo religioso, y específicamente lo<br />

católico, como <strong>un</strong> elemento negativo. Este sistema,<br />

que ha tenido su vigencia a lo largo de<br />

la historia, estaba vigente en buena parte<br />

de Europa hasta hace pocos años («Caída del<br />

Muro de Berlín», en 1989 y nueva Constitución<br />

de Albania en 1997), tiene todavía, desgraciadamente,<br />

<strong>un</strong>a amplia presencia en el<br />

oriente medio y en determinadas naciones<br />

africanas. Ha tenido, y tiene, muy diversos matices,<br />

tanto en la teoría, como en la práctica.<br />

Pero, pueden sintetizarse estos sistemas en<br />

dos versiones:<br />

a) Ateísmo confesional e intolerancia o/y persecución<br />

religiosa. No sólo prohibición,<br />

sino penalización de las manifestaciones<br />

extremas de religiosidad y culto.<br />

b) Confesionalidad religiosa excluyente de la<br />

libertad, total o parcial del derecho a profesar<br />

otras religiones, que no sea la que se<br />

proclama como religión del Estado.<br />

202


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

2. Sometimiento o Desconocimiento (privatización) del hecho<br />

religioso. Es <strong>un</strong>a consecuencia de los:<br />

Absolutismos y totalitarismos estatales, de diverso<br />

signo que pretenden, abierta o solapadamente, <strong>un</strong> sometimiento<br />

de las confesiones religiosas al Estado.<br />

Liberalismos políticos radicales que consideran lo religioso<br />

como algo carente de relevancia social y civil,<br />

reduciéndolo a la esfera meramente privada de la persona<br />

(conciencia).<br />

Conferencias<br />

3. Sistemas de coordinación positiva:<br />

Tienen como nota común el reconocimiento (constitucional)<br />

de la Libertad Religiosa (LR), a<strong>un</strong>que difieren<br />

en el valor que otorgan al hecho religioso (sociológico).<br />

Atendiendo a esta nota diferencial, se puede establecer<br />

la siguiente división:<br />

a) Confesionalidad religiosa (se declara a <strong>un</strong>a religión,<br />

como propia del Estado), pero con reconocimiento<br />

de la LR. A su vez, este reconocimiento de la LR<br />

puede ser:<br />

— pleno: no hay ning<strong>un</strong>a discriminación, ante los<br />

derechos civiles, por razón de la religión que<br />

se profesa.<br />

— limitado: en cuanto que el factor religioso se<br />

exija para la verificación de determinados derechos:<br />

v. gr. para ocupar la jefatura del Estado.<br />

b) Neutralidad o aconfesionalidad religiosa: a su vez,<br />

y por diversas causas que lo justifican, se dividen<br />

en:<br />

203


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

Estados aconfesionales con Acuerdos entre la Iglesia o Iglesias<br />

y el Estado: en estos Acuerdos se garantiza siempre la LR<br />

y la no discriminación por razones religiosas.<br />

Estados aconfesionales sin Acuerdos, pero, generalmente,<br />

con ley (constitucional) que garantiza la libertad de las religiones<br />

y confesiones religiosas y le otorgan <strong>un</strong> reconocimiento<br />

(público), dentro de la legislación estatal (14).<br />

3. LA APORTACIÓN ORIGINAL<br />

Y FUNDAMENTAL DEL VATICANO II.<br />

LA DOCTRINA DE GAUDIUM ET SPES (N. 73-76)<br />

3.1. El cambio en la terminología y su significado<br />

La expresión Iglesia-Estado, durante tanto tiempo expresión<br />

tradicional en los tratados de DPE, significaba, de forma<br />

primordial, que se trataba de estudiar, definir, sistematizar las<br />

relaciones entre dos poderes, el civil-estatal y el eclesial, encarnados<br />

en sus supremas autoridades.<br />

El Concilio Vaticano II abandona, al menos en parte, esa<br />

terminología y se refiere a las relaciones entre la Iglesia y la com<strong>un</strong>idad<br />

política (15). No deja de ser curioso —y siempre refiriéndome<br />

al campo del DPE— que es el término Estado el<br />

(14) Cf. C. CORRAL SALVADOR, S. J., Sistemas vigentes de Relaciones de<br />

la Iglesia y el Estado, en C. CORRAL (Dir.)-J. M. URTEAGA, Diccionario de Derecho<br />

Canónico, 2.ª ed., Madrid, 2000, 593-603.<br />

(15) Const. «Gaudium et Spes», 76. El título de este número en la edición<br />

latina de los documentos conciliares es Comm<strong>un</strong>itas politica et Ecclesia.<br />

204


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

que se substituye por el de «com<strong>un</strong>idad política». Cabe preg<strong>un</strong>tarse<br />

por qué el término Iglesia que, a lo largo de la historia<br />

de sus relaciones con los Estados ha significado, ante todo,<br />

la jerarquía y, generalmente, la jerarquía suprema entendida<br />

como poder religioso, no ha sufrido <strong>un</strong>a evolución semejante<br />

al compás y al ritmo de la purificación del origen, del sentido<br />

y de la finalidad de la jerarquía y de la autoridad en la Iglesia.<br />

En conc<strong>reto</strong>, por qué —sin negar en absoluto la existencia de<br />

la autoridad en la Iglesia y su inexcusable actuación— no se ha<br />

dado <strong>un</strong>a evolución, en el plano de la misma terminología,<br />

substituyendo el término Iglesia por el de com<strong>un</strong>idad eclesial.<br />

Porque teniendo muy presente y sin ocultar lo más mínimo la<br />

diferencia esencial entre la autoridad que existe en la Iglesia,<br />

que no nace del pueblo y la del Estado, que nace del pueblo,<br />

ese cambio habría sido útil para significar, desde <strong>un</strong> primer<br />

acercamiento a las relaciones entre la Iglesia y la com<strong>un</strong>idad<br />

política, dos cosas. En primer lugar, que se trata, en definitiva, de<br />

establecer las relaciones entre dos com<strong>un</strong>idades que no pueden<br />

ignorarse y que, como diremos más adelante, tienen como finalidad<br />

común el servicio a las personas humanas que son, a<br />

la vez, bautizados y ciudadanos, es decir, miembros de la com<strong>un</strong>idad<br />

eclesial y de la com<strong>un</strong>idad política.Y, en seg<strong>un</strong>do lugar,<br />

que esas relaciones no se pueden limitar, única y exclusivamente,<br />

a las relaciones entre las autoridades supremas que rigen<br />

esas com<strong>un</strong>idades, sino que su ámbito es mucho más amplio.<br />

Conferencias<br />

No creemos que se trate de <strong>un</strong>a mera cuestión de terminología,<br />

sin mayor trascendencia.Y, desde luego, si se quiere<br />

ser consecuentes con el cambio efectuado en la terminología<br />

y no atribuir éste a <strong>un</strong> capricho, <strong>un</strong>a moda o a algo puramente<br />

coy<strong>un</strong>tural, hay que admitir que es muy diferente la<br />

205


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

postura de quien se acerca al examen y estudio de la relación<br />

Iglesia-Estado, como a <strong>un</strong> juego de intereses entre dos<br />

poderes, que quien considera la relación Iglesia y Estado<br />

como la que debe existir entre dos com<strong>un</strong>idades constituidas<br />

por personas humanas que buscan en ellas, dentro de<br />

sus respectivas y complementarias finalidades, la verificación y<br />

el ejercicio de <strong>un</strong> haz de derechos y deberes f<strong>un</strong>damentales<br />

e inalienables.<br />

Quede aquí indicado este primer dato para <strong>un</strong>a acertada<br />

interpretación del cambio efectuado en los principios rectores<br />

de las relaciones entre la Iglesia y el Estado (16).<br />

3.2. El f<strong>un</strong>damento válido: servicio a la vocación<br />

personal y social de los mismos hombres<br />

Con el Concilio Vaticano II, creo que han quedado superados<br />

los sistemas de concesión mutua de privilegios, de la<br />

potestad indirecta de la Iglesia sobre el Estado, la confesionalidad<br />

católica (doctrinal) del Estado y el radicalismo que exige<br />

<strong>un</strong> total y mutuo desconocimiento entre la Iglesia y el Estado.<br />

El único f<strong>un</strong>damento válido de las Relaciones entre la<br />

Iglesia y el Estado, en la doctrina conciliar, es el mejor y más<br />

eficaz servicio a los hombres que, en la práctica, se concretan<br />

en dos términos, llenos de sentido: mutua independencia y<br />

leal cooperación. La Iglesia y el Estado deben servir al hombre,<br />

y deben ayudarle a obtener su vocación personal y social.<br />

(16) No obstante, esta evolución terminológica que anotamos, a lo<br />

largo de nuestra exposición usaremos indistintamente las expresiones Relaciones<br />

Iglesia-Com<strong>un</strong>idad política y Relaciones Iglesia-Estado.<br />

206


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

Este es el auténtico p<strong>un</strong>to de encuentro entre la Iglesia como<br />

com<strong>un</strong>idad visible, y jerárquicamente estructurada, y el Estado,<br />

como legítimo representante de la com<strong>un</strong>idad nacional.<br />

En la persona humana se encuentra la clave de la necesaria<br />

interacción de la Iglesia y el Estado. El fin del Estado es la realización<br />

del bien común y éste no puede prescindir del aspecto<br />

religioso del hombre, porque es <strong>un</strong> elemento substancial<br />

de ese bien común y de la promoción total del hombre.<br />

Por ello, el Estado no puede desconocer esta dimensión religiosa<br />

del hombre, ni puede abstenerse de promoverla, no directamente,<br />

como si el Estado tuviese <strong>un</strong>a f<strong>un</strong>ción estrictamente<br />

religiosa, sino cumpliendo con su deber de promocionar<br />

al hombre en su totalidad y de crear <strong>un</strong>as condiciones<br />

sociales en las cuales a los hombres no sólo les sea posible,<br />

sino fácil desarrollar las exigencias de su fe religiosa. Por eso,<br />

el Estado tiene la obligación de respetar la religión de cada<br />

hombre y debe proteger jurídicamente el ejercicio —individual<br />

y asociado— de la fe religiosa de cada <strong>un</strong>o de los ciudadanos,<br />

dentro de los límites justos del orden moral y del<br />

orden público.<br />

Conferencias<br />

Por su parte, la Iglesia no tiene como finalidad propia realizar<br />

el bien temporal de los creyentes en Cristo, sino su religiosidad;<br />

pero esta religiosidad no alcanza sólo la vertiente interior<br />

del hombre, sino el hombre total. De aquí que la Iglesia<br />

esté obligada, a iluminar el orden político y social humano<br />

con los principios evangélicos, sin intentar imponerlos a quienes<br />

no se profesan católicos. Esta concepción de la Iglesia y el<br />

Estado al servicio del desarrollo total del hombre exige trazar<br />

<strong>un</strong> nuevo tipo de relaciones entre ellos, donde no exista <strong>un</strong><br />

nocivo confusionismo, ni <strong>un</strong> total y mutuo desconocimiento<br />

que prive al hombre —creyente y ciudadano a la vez— de<br />

207


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

<strong>un</strong>as ayudas eficaces en la realización de su misión individual<br />

y social (17).<br />

3.3. Consecuencias del principio de independencia<br />

y colaboración<br />

Teniendo en cuenta esta perspectiva personalista, el Vaticano<br />

II ha establecido este principio f<strong>un</strong>damental que deberá informar<br />

las relaciones jurídicas de la Iglesia con cualquier tipo<br />

de Estado:<br />

La com<strong>un</strong>idad política y la Iglesia son en sus propios<br />

campos independientes y autónomas la <strong>un</strong>a respecto de<br />

la otra. Pero las dos, a<strong>un</strong> con diverso título, están al servicio<br />

de la vocación personal y social de los mismos hombres.<br />

Este servicio lo prestarán con tanta mayor eficacia,<br />

cuanto ambas sociedades mantengan entre sí <strong>un</strong>a sana colaboración,<br />

con atención a las circ<strong>un</strong>stancias de lugares y<br />

tiempos (18).<br />

Las consecuencias de este f<strong>un</strong>damento y de estos principios<br />

son:<br />

1. Reafirmación del dualismo: Iglesia y Estado, son realidades<br />

independientes y autónomas en el ámbito de sus<br />

fines específicos y en sus actuaciones (religiosa, por<br />

parte de la Iglesia y política, por parte del Estado).<br />

(17) Textos básicos para conocer la doctrina conciliar sobre las Relaciones<br />

entre la Iglesia y la Com<strong>un</strong>idad política son, entre otros, la Constitución<br />

«Gaudium et Spes» (nn. 73-76) y la Declaración «Dinitatis humanae»<br />

sobre la Libertad Religiosa, n. 6.<br />

(18) Const. Gaudium et Spes, 76.<br />

208


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

2. Independencia mutua: La Iglesia, como consecuencia<br />

de su naturaleza y de su misión, no está ligada a ning<strong>un</strong>a<br />

forma particular de cultura humana, ni tampoco<br />

a ningún sistema político, económico o social,<br />

sino que, más bien, por su <strong>un</strong>iversalidad, es <strong>un</strong> vínculo<br />

de <strong>un</strong>ión entre las diferentes com<strong>un</strong>idades humanas.<br />

La Iglesia, consecuentemente, «no pone sus<br />

esperanzas en los privilegios que puede ofrecerle el<br />

poder civil y ren<strong>un</strong>ciará al ejercicio de ciertos derechos<br />

legítimamente adquiridos, cuando conste que su uso<br />

puede empañar la sinceridad de su testimonio» (19).<br />

Pero reclama, para los creyentes y para sus instituciones,<br />

los derechos que deben reconocérseles, y<br />

otorgárseles en <strong>un</strong> auténtico ejercicio de la libertad<br />

religiosa y de <strong>un</strong>a verdadera igualdad de oport<strong>un</strong>idades,<br />

en ordenada concurrencia con los demás ciudadanos,<br />

sin ningún tipo de discriminación por motivos<br />

religiosos.<br />

El Estado no tiene por qué ser confesional en lo<br />

religioso y «si en atención a peculiares circ<strong>un</strong>stancias del<br />

pueblo, se otorga a <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad religiosa <strong>un</strong> reconocimiento<br />

civil especial en el ordenamiento jurídico de la sociedad<br />

política, es necesario que j<strong>un</strong>tamente se reconozca<br />

a los demás ciudadanos y com<strong>un</strong>idades religiosas, y se<br />

les respete su derecho a la libertad en lo religioso» y «el<br />

poder civil tiene que evitar que la igualdad jurídica de los<br />

ciudadanos —que es también <strong>un</strong> elemento del bien común<br />

de la sociedad— jamás, ni abierta ni solapadamente<br />

se vea lesionada por motivos religiosos, o que se haga<br />

Conferencias<br />

(19) Ibíd.<br />

209


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

discriminación entre ellos» (20). Al mismo tiempo, la<br />

Iglesia reconoce la autonomía propia de los as<strong>un</strong>tos y<br />

de orden temporal, ya que los hombres, salvando<br />

siempre los derechos inalienables de Dios y de la persona<br />

humana, son libres en la construcción del orden<br />

temporal.<br />

3. Libertades f<strong>un</strong>damentales. Como consecuencia obvia<br />

de la mutua independencia y de la leal colaboración<br />

en bien de las personas, la Iglesia reclama el reconocimiento<br />

y eficaz protección de la libertad:<br />

1. Para cumplir con su misión de an<strong>un</strong>ciar la palabra<br />

de Dios, administrar los sacramentos, educar<br />

la fe, y enseñar su doctrina social.<br />

2. Para emitir juicios morales obligatorios para los<br />

católicos en el momento de tomar sus decisiones<br />

en conciencia y que pueden ser compartidos<br />

por quienes, no siendo católicos, son,<br />

sin embargo, sensibles a los derechos inalienables<br />

de la persona humana.<br />

La Iglesia no reclama estas libertades como <strong>un</strong> privilegio dentro<br />

del ordenamiento civil, ya que las exige no sólo para ella,<br />

sino que, al f<strong>un</strong>damentarla en la «dignidad de la misma persona<br />

humana», las reclama y exige en toda su amplitud, de tal<br />

forma que todo hombre —individual y com<strong>un</strong>itariamente—<br />

pueda dar culto a Dios según el dictamen de su propia conciencia.<br />

210<br />

(20) Dignit. humanae, 7.


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

3.4. La libertad Religiosa y las derivaciones<br />

jurídicas de su aceptación, reconocimiento<br />

y protección (21)<br />

Conferencias<br />

En la configuración y estructuracion de las relaciones Iglesia-Estado,<br />

tras el Vaticano II, j<strong>un</strong>to a la doctrina a la que acabamos<br />

de referirnos de la Constitución Gaudium et Spes, hay que<br />

tener muy en cuenta la doctrina conciliar sobre la Libertad Religiosa<br />

(LR) tal y como se expone en la Declaración Conciliar<br />

Dignitatis humanae. Se trata de <strong>un</strong> documento doctrinal y dispositivo<br />

de la máxima importancia. No me cabe la menor duda<br />

de que no se exagera, si se afirma que, al menos en lo que respecta<br />

a la imagen de la Iglesia, en relación con el m<strong>un</strong>do en el<br />

que vive encarnada, el Concilio Vaticano II puede ser definido<br />

como el Concilio de la LR. Con esta Declaración adquirió carta<br />

de ciudadanía en la Iglesia el personalismo como <strong>un</strong>a doctrina<br />

teológica, filosófica y jurídica que proclama dos verdades, quizás<br />

oscurecidas en la vida de la Iglesia durante demasiado tiempo:<br />

1) la dignidad e igualdad entre las personas, sin discriminaciones<br />

f<strong>un</strong>damentales por razón de raza, sexo, cultura, etc.; 2) la libertad<br />

de la persona, como <strong>un</strong> don de Dios, que es la base f<strong>un</strong>damental<br />

de su dignidad y de su grandeza. De esta forma, la Iglesia<br />

se despojó de <strong>un</strong>a actitud exageradamente defensiva frente<br />

a las conquistas que el hombre de nuestro tiempo había hecho<br />

en el campo de su propia libertad, como fruto y reacción,<br />

(21) Resumimos en este tercer apartado lo que expusimos en nuestro<br />

trabajo sobre <strong>un</strong>a nueva vertebración del Derecho Público de la Iglesia.<br />

Cf. Católicos en la Vida Pública. Hacia <strong>un</strong>a nueva estriucturación del Derecho<br />

Público Eclesiástico, Lección inaugural del Curso Académico 1996.1997,<br />

en la Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 1996, 49-66. No hacemos<br />

otra cosa que aplicar lo que allí decimos en general sobre el DPE, al caso<br />

conc<strong>reto</strong> de las Relaciones entre la Iglesia y la Com<strong>un</strong>idad política.<br />

211


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

ante tiranías insoportables. Se trata de <strong>un</strong> dato que hay que tener<br />

en cuenta para lograr <strong>un</strong>a exacta valoración de lo que significó<br />

esta doctrina del Vaticano II. Estamos, por tanto, ante <strong>un</strong>o<br />

de los datos más importantes, clarificadores y transcendentales<br />

que hay que tener en cuenta para justa valoración del pasado<br />

presente y futuro de las Relaciones Iglesia-Estado.<br />

La aceptación de la LR, como derecho f<strong>un</strong>damental de<br />

toda persona humana, en su derivación más específicamente jurídica<br />

y pública, lleva consigo, entre otras, las siguientes consecuencias<br />

para <strong>un</strong>a conciencia católica:<br />

1) La necesidad de defender y proclamar la verdad de<br />

nuestra fe, sin ningún tipo de agresión, en relación con<br />

aquellas personas que no la comparten.<br />

2) Despojarse de los pseudoproteccionismos, por parte<br />

de las autoridades y de los poderes políticos en la<br />

proclamación y propagación de la fe católica.<br />

3) Proclamar, frente a los disidentes de la fe católica, que<br />

es mucho más en lo que coincidimos que en lo<br />

que discrepamos, cuando se admite la fe en <strong>un</strong> Dios<br />

trascendente.<br />

4) Admitir, sin reticencias, los rastros de auténtica verdad<br />

que se encuentran en otras concepciones religiosas.<br />

5) Respetar, sincera y eficazmente, los agnosticismos y los<br />

ateísmos que, en el fondo, esconden siempre ese misterio<br />

que es el hombre y su libertad. Libertad que<br />

Dios, misteriosamente, respeta y que nosotros debemos<br />

también respetar.<br />

Basten estas consecuencias, aducidas como ejemplo de<br />

otras que podrían señalarse, de claro contenido jurídico y ius-<br />

212


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

publicista. Todas ellas deberán tenerse muy presentes en el<br />

momento de configurar jurídicamente las relaciones entre la<br />

Iglesia y el Estado. En realidad, la LR no constituye sólo <strong>un</strong> primer<br />

eje de esas relaciones, sino su misma columna vertebral.<br />

Hoy ya es difícil hacerse a la idea de lo que supuso la proclamación<br />

del derecho de la persona humana a la LR, dentro<br />

del acervo doctrinal católico. Esta recepción doctrinal supuso<br />

que, de manera definitiva, la Iglesia tomaba posición frente a<br />

cualquier tipo de totalitarismo de signo nazista, fascista, marxista<br />

o capitalista, y cobraba nuevas y actualizadas fuerzas su misión<br />

de estar en cabeza de los luchadores por la libertad y por<br />

la desaparición de cualquier género de esclavitud, llámese racismo<br />

o bolsas de miseria moral o/y material. En esta lucha<br />

por la libertad, es de suma importancia iniciar e institucionalizar<br />

<strong>un</strong> diálogo sincero con todos los hombres de buena vol<strong>un</strong>tad,<br />

que se oponen a <strong>un</strong> burdo materialismo, del signo que<br />

sea, que pretende borrar la huella de Dios en la historia y acaba<br />

por negar la fraternidad entre los hombres. Este diálogo<br />

tiene que estar jurídicamente reconocido como <strong>un</strong> derecho,<br />

abierto y protegido.Y ésa es también <strong>un</strong>a finalidad de las relaciones<br />

jurídicas entre la Iglesia y el Estado en <strong>un</strong> momento de<br />

la historia humana en el que los derechos f<strong>un</strong>damentales de la<br />

persona, todavía están muy lejos de haber alcanzado la plenitud<br />

de su reconocimiento y, sobre todo, su eficaz protección<br />

jurídica.<br />

Si la Declaración conciliar sobre la LR, resultó de <strong>un</strong>a apasionante<br />

actualidad, hoy es necesario afirmar que esa actualidad<br />

sigue permanente y desafiante. La amenaza de agresivos y<br />

violentos f<strong>un</strong>damentalismos y laicismos intolerantes, hace que,<br />

desde otro ángulo, de no menor importancia, la LR sea <strong>un</strong> necesario<br />

centro de atención para todos aquellos, que, a diversos<br />

Conferencias<br />

213


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

niveles, y de manera especial en el campo del derecho, luchan<br />

y se esfuerzan por construir <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do más justo y <strong>un</strong>a civilización<br />

más humana (22).<br />

Cuanto acabamos de afirmar y ap<strong>un</strong>tar es suficiente y bastante<br />

para demostrar la importancia central, f<strong>un</strong>damental y<br />

fontal de la LR en la vertebración de las relaciones Iglesia-Estado,<br />

a tenor de la doctrina del Concilio Vaticano II.<br />

4. MIRADA AL FUTURO<br />

4.1. Dos ejes vertebradotes de las relaciones<br />

Iglesia-Estado<br />

Sólo <strong>un</strong>as notas y <strong>un</strong>os breves ap<strong>un</strong>tes indicativos acerca<br />

de los dos ejes sobre los cuales creemos que debe vertebrarse<br />

<strong>un</strong> renovado DPE y, por consiguiente, las relaciones Iglesia-<br />

Estado.<br />

(22) «Existe <strong>un</strong>a agresividad ideológica secular que puede ser preocupante.<br />

En Suecia, <strong>un</strong>a Pastor protestante que había predicado sobre la homosexualidad,<br />

basándose en <strong>un</strong> pasaje de la Escritura, ha pasado <strong>un</strong> mes en la<br />

cárcel. El laicismo ya no es aquel elemento de neutralidad que abría espacios<br />

de libertad a todos. Comienzo a transformarse en <strong>un</strong>a ideología que se impone<br />

a través d la política y no concede espacio público a la visión católica y cristiana,<br />

que corre el riesgo de convertirse en algo puramente privado, y en el fondo,<br />

mutilado. En este sentido, existe <strong>un</strong>a lucha y debemos defender la libertad<br />

religiosa contra la imposición de de <strong>un</strong>a ideología que se presenta como si<br />

fuese la única voz de la racionalidad, cuando sólo es expresión de <strong>un</strong> cierto racionalismo.<br />

[...] La justa laicidad implica la libertad de religión. El Estado no impone<br />

<strong>un</strong>a religión, sino que deja espacio libre a las religiones con <strong>un</strong>a responsabilidad<br />

hacia la sociedad civil, y, por tanto, permite a estas religiones ser factores<br />

de construcción de la vida social». (Card. Ratzinger, entrevista en el Diario<br />

La Repubblica, reproducida en HUELLAS (Rev. De CyL, dic., 2004, p. 30).<br />

214


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

4.1.1. Al primer eje<br />

Nos acabamos de referir y no es otro que el reconocimiento<br />

y la protección jurídica efectiva del derecho inalienable<br />

de la persona humana a la LR, tanto en público, como en privado,<br />

tanto individual como asociadamente, sin más límites, en<br />

su ejercicio, que el orden moral y bien público. Esto lleva consigo<br />

la obligación por parte de los poderes públicos de facilitar<br />

y proporcionar los medios necesarios para llevar a efecto<br />

ese derecho inalienable en los diversos sectores de la vida pública,<br />

desde la educación, hasta el respeto f<strong>un</strong>damental en los<br />

medios de com<strong>un</strong>icación de masas del Estado. Entendemos<br />

que, en buena filosofía política, la aceptación plena o recortada<br />

del ejercicio de este derecho f<strong>un</strong>damental, califica a <strong>un</strong> estado,<br />

como estado de derecho.<br />

Conferencias<br />

4.1.2. Seg<strong>un</strong>do eje: la presencia de seglares católicos<br />

en la vida pública<br />

No entramos en precisiones, y discusiones, sobre la significación<br />

del término laico, tanto en la doctrina del Vaticano II,<br />

como en el Código de Derecho Canónico y en los varios y<br />

valiosos documentos de la Conferencia Episcopal <strong>Española</strong><br />

(23). Para nuestro cometido en este momento, entendemos<br />

como sinónimos los términos laico y seglar. Hay que lamentar<br />

que, no obstante la aportación ciertamente muy enriquecedora<br />

del Sínodo de los Obispos de 1987 y, sobre todo, de la Exhortación<br />

Apostólica «Christifideles laici» de Juan Pablo II, la<br />

teología, y sus derivaciones prácticas, tiene todavía aquí mucho<br />

camino que andar y mucha tarea urgente que rematar. Porque<br />

(23) «Testigos del Dios vivo» (1985), «Los católicos en la vida pública»<br />

(1986); «La Verdad os hará libres» (1990).<br />

215


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

no creemos que sea <strong>un</strong> lugar común más, ni <strong>un</strong> eslogan del<br />

momento, afirmar que el signo de lo cristiano, en el siglo que<br />

acabamos de iniciar, será prevalentemente seglar. No dudamos<br />

que ese signo será no sólo prevalente en la actuación del seglar<br />

«ad extra» de la Iglesia, sino en la misma vida interna de la<br />

Iglesia. Pero esta seg<strong>un</strong>da e importantísima vertiente, cae fuera<br />

absolutamente de nuestro propósito en este momento. En<br />

la referencia que ahora estamos haciendo, me fijo única y exclusivamente,<br />

en lo que se refiere a la presencia de seglar católico<br />

en la com<strong>un</strong>idad política, con lo que ello lleva de pluralidad,<br />

de responsabilidad y de exigencias de formación. Me limito a<br />

aducir el canon 227 del vigente Código de Derecho Canónico.<br />

En este texto legal, que hoy es ley en la Iglesia, se afirma y<br />

dispone que los seglares católicos «tienen derecho a que se les<br />

reconozca en los as<strong>un</strong>tos terrenos aquella libertad que compete<br />

a todos los ciudadanos». Supone este texto legal que la misión<br />

de los seglares en la Iglesia tiene tres notas de singular importancia:<br />

1) vivir plenamente en el m<strong>un</strong>do, 2) comprometidos en<br />

las realidades temporales y 3) buscando así la construcción del<br />

reino de Dios (24). En ese preciso contexto, del ser y del actuar<br />

del seglar cristiano, es donde el Código les reconoce ese<br />

derecho a <strong>un</strong>a libertad de opción. Opción que entendemos es<br />

doble: <strong>un</strong>a ad intra y otra ad extra. Dentro de la Iglesia, a tenor<br />

de este texto f<strong>un</strong>damental, hay que abrir los necesarios y convenientes<br />

cauces jurídicos para que el seglar católico pueda vi-<br />

(24) Cf. VV. AA., I laici nel Diritto della Chiesa, LEV, Città del Vaticano<br />

1987; L. MOREIRA NEVES, I laici cristiani: essere e agire alla luce del Concilio Vaticano<br />

II, Angelicum 64 (1987) 551-552; A. GANOCZY, El apostolado de los<br />

laicos después del Concilio, Salmant 25 (1988) 103-118; E. NAVARRO ÁLVA-<br />

REZ, El compromiso democrático de los católicos, Palabra, n.º 377-378 (1966)<br />

38-42; P. HENRIOT, Los cristianos deben influir en política, Progressio, n.º 3<br />

(1996), 19-23.<br />

216


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

vir <strong>un</strong> sano pluralismo religioso y católico, donde puedan coexistir<br />

diversas opciones políticas. Y ad extra, el canon reclama<br />

para el seglar católico el derecho a la libertad actuación sociopolítica,<br />

en la máxima amplitud de significado y de contenido.<br />

Este doble derecho, o si se quiere, con mayor precisión, este<br />

derecho con doble vertiente y esta autonomía del seglar, en la<br />

Iglesia y desde la Iglesia, no está en contradicción con los límites<br />

que el mismo canon señala: 1) El Magisterio de la Iglesia,<br />

como <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de necesaria referencia en la formación de la<br />

propia conciencia antes de aceptar compromisos en <strong>un</strong>a determinada<br />

opción política y 2) la propia responsabilidad que<br />

no intenta comprometer a la Iglesia, en lo que es perfectamente<br />

opcionable. Tenemos aquí todo <strong>un</strong> programa y <strong>un</strong>a<br />

nueva versión de la encarnación del mensaje social y político<br />

del evangelio, en este momento preciso de la historia.<br />

Es claro, y así aparece repetidamente enseñado y declarado<br />

en la doctrina católica conciliar y posconciliar, que los seglares<br />

católicos, atendiendo al dictamen de su propia conciencia,<br />

en cuya formación habrán tenido en cuenta el magisterio de<br />

la Iglesia, son perfectamente libres para crear aquellas asociaciones<br />

que crean necesarias o convenientes para impregnar y<br />

hacer presente el «espíritu cristiano» en el «orden temporal» (canon<br />

298) (25). Es también claro y obvio que la Iglesia, como<br />

tal, no queda, en ningún modo, comprometida con la actuación<br />

de esos seglares católicos, a<strong>un</strong>que permanezca, obviamente,<br />

el derecho de la jerarquía de la Iglesia a emitir su juicio<br />

en determinados contextos en los que se vea implicada la fe<br />

o la moral cristiana. El que, dentro de <strong>un</strong>a determinada asocia-<br />

Conferencias<br />

(25) L. F. NAVARRO, Comentario al canon. 298, en Inst. Martín de Azpilcueta,<br />

«Comentario exegético al Código de Derecho Canónico» II, Pamplona,<br />

1996, 424-425.<br />

217


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

ción o partido político, se niegue la posibilidad de pertenecer<br />

a él, por el hecho de manifestarse católico, es <strong>un</strong> problema<br />

que habrá que dilucidar en relación con los derechos reconocidos<br />

en la Constitución, la ley de asociaciones y los estatutos<br />

de cada <strong>un</strong>a de ellas. Se trata de <strong>un</strong> derecho que le compete<br />

como ciudadano en <strong>un</strong> Estado de derecho, donde los que se<br />

profesan públicamente católicos en sus comportamientos y actuaciones,<br />

no son ciudadanos de seg<strong>un</strong>da clase.<br />

4.2. Referencia a otros ejes complementarios<br />

Creemos que en la presencia institucional de la Iglesia tendrán<br />

<strong>un</strong>a capital y muy significativa importancia, tanto las Conferencias<br />

Episcopales, como las mismas Iglesias particulares y sus<br />

agrupaciones. Basta echar <strong>un</strong>a mirada a ese medio centenar<br />

largo de Acuerdos y Convenios, tanto entre el gobierno y la<br />

Conferencia Episcopal, como los establecidos entre las Provincias<br />

Eclesiásticas y las Diócesis con las respetivas Autonomías.<br />

No dudamos en afirmar que, sea el que sea el futuro de los<br />

Acuerdos vigentes entre la Iglesia y el Estado Español, el fruto<br />

más relevante de los mismos está en esos Acuerdos y Convenios<br />

menores en su calificación jurídica, pero no de menor importancia<br />

fáctica (26).<br />

La presencia, cada vez mayor, de estos ejes vertebradores<br />

complementarios de las relaciones Iglesia-Estado, no significa<br />

ningún cambio substancial en la doctrina general teológica y<br />

jurídica de la Iglesia, sino que son simple y sencillamente mues-<br />

(26) Cf. S. NIETO NÚÑEZ, Legislación Eclesiástica estatal y autonómica,<br />

Madrid, 1997.<br />

218


Las Relaciones Iglesia-Estado. De la <strong>un</strong>ión a la mutua independencia…<br />

tras fehacientes de <strong>un</strong>a lógica y bienhechora descentralización<br />

orgánica, tanto por parte de la Iglesia, como por parte del Estado<br />

que en nada deberían afectar, ni a la <strong>un</strong>idad de la Iglesia,<br />

ni del Estado, sino que deberían ser signos válidos de <strong>un</strong>a recta<br />

aplicación del principio de subsidiariedad.<br />

Conferencias<br />

5. EPÍLOGO PARA ESPAÑOLES<br />

En relación precisa con la situación de las relaciones Iglesia-Estado<br />

en España, teniendo en cuenta, tanto el inmediato<br />

pasado del que partimos, como el presente, tan confuso y ambiguo,<br />

como el inmediato futuro tan problemático, nos atrevemos<br />

a establecer estas tres afirmaciones que, desde luego, someto<br />

a cualquier otro parecer mejor f<strong>un</strong>dado.<br />

1. Es <strong>un</strong>a exigencia del Evangelio su encarnación y presencia<br />

en la historia y, como efecto de la misma, es<br />

consubstancial con el cristianismo su dimensión social y<br />

pública que va mucho más allá de lo que queda reservado<br />

al ámbito de la conciencia del creyente en Jesús.<br />

Por consiguiente, la tendencia que advertimos a negar<br />

a la Iglesia Católica, como com<strong>un</strong>idad visible de creyentes,<br />

<strong>un</strong>a presencia pública, entendemos que es <strong>un</strong> atentado<br />

al ejercicio del derecho f<strong>un</strong>damental a la LR.<br />

2. La creación de <strong>un</strong> régimen de igualdad de oport<strong>un</strong>idades,<br />

si es justo, no puede dar lugar a determinadas discriminaciones,<br />

abiertas o encubiertas, por el hecho de<br />

tratarse de instituciones, sean de enseñanza, sean<br />

de asistencia social, que la Iglesia ha creado y ha mantenido,<br />

como ejercicio lícito de su misión en <strong>un</strong> Estado<br />

de derecho.<br />

219


Conferencias<br />

José María Díaz Moreno, S. J.<br />

3. En cuanto a los acuerdos vigentes entre la Iglesia y el<br />

Estado español, creo poder afirmar lo siguiente:<br />

1.º Las dudas sobre su constitucionalidad, entiendo<br />

que no resisten <strong>un</strong> análisis objetivo y sensato.<br />

2.º Esos acuerdos fueron, en su momento, necesarios,<br />

oport<strong>un</strong>os y, en líneas generales, acertados<br />

como lo demuestra su vigencia efectiva y positiva<br />

durante más de <strong>un</strong> cuarto de siglo.<br />

3.º No creemos que pueda negarse, dentro de <strong>un</strong>a<br />

valoración muy positiva, <strong>un</strong> cierto carácter coy<strong>un</strong>tural<br />

de los mismos que posiblemente pueden<br />

exigir <strong>un</strong>a revisión objetiva y razonada de alg<strong>un</strong>as<br />

de sus disposiciones.<br />

4.º Una de las razones por las que, en su momento,<br />

y puedo dar testimonio de ello, se eligió la vía de<br />

acuerdos parciales y se prefirió a la de <strong>un</strong> Concordato<br />

completo y de tesis, era su posibilidad y<br />

mayor facilidad de revisión y acomodación.<br />

5.º En los mismos acuerdos y en las normas del Derecho<br />

Internacional, existen medios adecuados<br />

para esa revisión, si se cree oport<strong>un</strong>a o necesaria.<br />

Cualquier otra visión de los acuerdos, con la continua<br />

amenaza de que el Estado corte <strong>un</strong>a ayuda<br />

económica, de muy distinto f<strong>un</strong>damento y finalidad,<br />

presentada siempre de modo global e inexacto,<br />

entendemos que no es otra cosa que<br />

pura y dura demagogia.<br />

220


ACTUALIZACIÓN<br />

DE LA CONSTITUCIÓN<br />

GAUDIUM ET SPES PARA<br />

LA IGLESIA Y PARA LA<br />

SOCIEDAD, HOY<br />

Conferencias<br />

SERGIO BERNAL RESTREPO, S. J.<br />

Universidad Gregoriana de Roma y<br />

Consultor del Consejo Pontificio Justicia y Paz<br />

I. UNA REFLEXIÓN ACTUALIZADA<br />

DE LA CONSTITUCIÓN PASTORAL<br />

GAUDIUM ET SPES<br />

Hace cuarenta años la Iglesia re<strong>un</strong>ida en Concilio hacía suyos<br />

los gozos y las esperanzas de la humanidad, sin ignorar las<br />

tristezas y las angustias, que eran vistas tal vez en tono menor.<br />

Ya durante los trabajos del Concilio y en los años trascurridos<br />

desde entonces, alg<strong>un</strong>os han considerado excesivo el optimismo<br />

conciliar. Sin negar algo de razón a la crítica, hay que reconocer<br />

positivamente en esta visión la nueva actitud de la<br />

Iglesia que quiere dialogar con el m<strong>un</strong>do, rompiendo con <strong>un</strong>a<br />

actitud secular caracterizada por <strong>un</strong>a actitud excesivamente<br />

apologética que hacía difícil la apertura a nuevas realidades y<br />

a la comprensión de las mismas. Estaba presente el espíritu<br />

del Papa Bueno, el cual, con su docilidad a la acción del espíritu<br />

por encima de su mentalidad conservadora, supo ver en<br />

221


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

medio de las tinieblas no pocos indicios que nos abrían a la<br />

esperanza de tiempos mejores para la Iglesia y para la humanidad.<br />

(1)<br />

Hoy, quizás, habría que invertir el orden de la introducción<br />

de la Constitución Pastoral, y así lo constató el Sínodo extraordinario<br />

de 1985 dedicado a la reflexión sobre el Vaticano<br />

II al referirse en su Mensaje al Pueblo de Dios a las crisis y<br />

a los dramas del m<strong>un</strong>do que centraron la reflexión de los Padres.<br />

En la breve descripción del m<strong>un</strong>do de entonces se constataba<br />

que los signos de los tiempos habían cambiado parcialmente<br />

en los veinte años trascurridos desde el Vaticano II,<br />

siendo mayores aún los problemas y las angustias, como eran<br />

la presencia del hambre, la opresión, la injusticia, las guerras, los<br />

sufrimientos, el terrorismo y otras formas de violencia.<br />

No se podía esperar que el Concilio desarrollara todos los<br />

temas que hoy son importantes, ni que pudiera presentar de<br />

manera definitiva argumentos que se refieren a la historia<br />

cambiante de la humanidad. Es f<strong>un</strong>ción de la Iglesia considerada<br />

en su totalidad, no identificada solamente con la jerarquía,<br />

completar y poner al día el Concilio en <strong>un</strong> proceso que no<br />

puede detenerse, como tampoco puede detenerse el proceso<br />

de la historia. Con esta premisa haremos <strong>un</strong> intento de lectura<br />

de la Constitución pastoral, tocando alg<strong>un</strong>os p<strong>un</strong>tos que<br />

considero importantes para comprender el impulso que el Espíritu<br />

quiso dar a la Iglesia a través de la experiencia colegial.<br />

Un primer ejemplo tiene que ver con <strong>un</strong>a de las angustias<br />

mayores de la humanidad actual como es la pobreza en que<br />

se debaten billones de seres humanos hoy. Juan XXIII había<br />

222<br />

(1) Cf. Humanae salutis, 4.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

declarado que la Iglesia es la Iglesia de todos, pero sobre todo<br />

la Iglesia de los pobres. No obstante, la insistencia de alg<strong>un</strong>os<br />

padres conciliares y el estímulo dado por el Papa, los pobres<br />

no lograron la atención que pedía el Evangelio, a pesar de que<br />

en la introducción de la Gaudium et spes se declarara que las<br />

angustias, especialmente de los pobres y los que sufren son<br />

las de los discípulos de Cristo (2). Hay que reconocer que el<br />

Vaticano II no logró superar completamente <strong>un</strong>a visión de la<br />

Iglesia demasiado identificada con Europa. Será necesaria la<br />

contribución de los Papas encargados de interpretar y orientar<br />

la puesta en práctica del Concilio, para llevar estos deseos<br />

al plano de la realidad. Pero el gran impulso en este sentido<br />

vino de la periferia, sobre todo de la Iglesia que está en América<br />

Latina, que desde la praxis, comprendió que vivir el Evangelio<br />

y an<strong>un</strong>ciarlo en cumplimiento de su misión suponía hacer<br />

<strong>un</strong>a opción radical por los pobres, primeros destinatarios<br />

del mensaje de Jesús de Nazaret. Esta opción entró a ser parte<br />

de la Iglesia <strong>un</strong>iversal gracias a los Sínodos del 71 y del 74,<br />

cuando los Obispos de la periferia pudieron hacer oír su voz<br />

con <strong>un</strong> acento pastoral en el que vibraban las voces de millones<br />

de hijos de la Iglesia que forman tales pueblos como fue reconocido<br />

por Pablo VI (3).<br />

La constitución pastoral Gaudium et spes fue la expresión<br />

de <strong>un</strong> cambio radical en la Iglesia. La experiencia conciliar vivida<br />

en los cuatro años de sesiones fue trasformando el esquema<br />

previo pensado originalmente como <strong>un</strong>a especie de tratado<br />

de moral tradicional, hasta lograr <strong>un</strong>a toma de conciencia<br />

del significado de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do y de su misión evan-<br />

Conferencias<br />

(2) El Sínodo del 85 reconoció que <strong>un</strong>o de los temas particulares del<br />

Vaticano II es la opción por los pobres.<br />

(3) Evangelii N<strong>un</strong>tiandi 30.<br />

223


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

gelizadora. Pero esto suponía reflexionar también sobre el<br />

m<strong>un</strong>do para poderlo entender y así an<strong>un</strong>ciar eficazmente<br />

el Evangelio. Una de las grandes novedades de Gaudium et<br />

spes fue haber comprendido que la Iglesia tiene que responder<br />

a los desafíos del m<strong>un</strong>do y a los que Cristo pone al m<strong>un</strong>do, lo<br />

cual supone hoy aceptar los desafíos del orden social, político y<br />

económico, de la falta de respeto por la vida humana, de la supresión<br />

de las libertades civiles y religiosas, del desprecio por<br />

los derechos de la familia, la discriminación racial, los desequilibrios<br />

económicos, el peso de la deuda, los problemas de la seguridad<br />

internacional y la carrera armamentista (4).<br />

No hay duda de que la encíclica de Pablo VI sobre el diálogo,<br />

Ecclesiam suam, tuvo <strong>un</strong> impacto decisivo sobre los trabajos<br />

de la comisión encargada de redactar la propuesta de<br />

constitución que fue aprobada después de <strong>un</strong> camino tortuoso<br />

donde se enfrentaron visiones contrastantes de la Iglesia y<br />

su misión. Partimos del principio que el Vaticano II debe ser<br />

tomado integralmente (5), aceptando la <strong>un</strong>idad y la riqueza de<br />

todas las constituciones, dec<strong>reto</strong>s y declaraciones. Con todo,<br />

no se puede negar que Gaudium et spes ocupa <strong>un</strong> lugar privilegiado<br />

y que se puede considerar como la clave de lectura de<br />

todo el Concilio, pues, más que <strong>un</strong> documento, se trata de la<br />

expresión de <strong>un</strong> espíritu que debe animar y renovar la vida de<br />

la Iglesia, expresión de la fe vivida en la praxis de cada día.<br />

Quizás en ello estriba la dificultad de su aceptación integral.<br />

(4) Cf. Mensaje al Pueblo de Dios del Sínodo de 1985.<br />

(5) El Sínodo del 85 insistió en la necesidad de buscar <strong>un</strong>a interpretación<br />

teológica de la doctrina conciliar que tuviera en cuenta todos los<br />

documentos en sí mismos y en su íntima interrelación, de tal manera que<br />

el sentido integral de las afirmaciones conciliares, a veces complejas, pudieran<br />

ser comprendidas y expresadas (cf. n.5).<br />

224


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

La Iglesia se había definido a sí misma en la constitución<br />

Lumen gentium, pero no bastaba esta definición. Gaudium et<br />

spes ayudará a descubrir el sentido de su existir en el m<strong>un</strong>do<br />

y del vivir y actuar con él. Los Obispos re<strong>un</strong>idos en Sínodo en<br />

1985 reconocieron que la lectura que se hizo de la constitución<br />

sobre la Iglesia considerada solamente como <strong>un</strong>a institución,<br />

habló demasiado de la renovación de las estructuras, y<br />

menos de Dios y de Cristo. Pero, más importante aún, se reconoció<br />

la falta del discernimiento para distinguir entre la<br />

apertura legítima del Concilio al m<strong>un</strong>do y la aceptación de<br />

<strong>un</strong>a mentalidad secularizada con relación a los valores (6).<br />

Y aquí tocamos el núcleo de <strong>un</strong>o de las cuestiones que<br />

han estado presentes en la Iglesia desde su f<strong>un</strong>dación. Gaudium<br />

et spes fue <strong>un</strong> tentativo de resolver el problema de la relación<br />

Iglesia-M<strong>un</strong>do, ya intuido por el mismo Jesús cuando pedía<br />

al Padre no que nos sacara del m<strong>un</strong>do, sino que nos librara<br />

del mal. En dos mil años de historia no hemos logrado librarnos<br />

completamente de la concepción maniquea del m<strong>un</strong>do<br />

y, por tanto, el problema subsiste. Pablo VI en su magistral<br />

encíclica Ecclesiam suam, se ocupó de él (7).<br />

El problema, con todo, está en saber hasta qué p<strong>un</strong>to debe<br />

acomodarse la Iglesia a las circ<strong>un</strong>stancias históricas en que<br />

desarrolla su misión. Benedicto XVI, al comienzo de su ministerio<br />

ha manifestado su preocupación por el desafío que el relativismo<br />

pone a la Iglesia hoy. Es interesante notar la coincidencia<br />

de su pensamiento con el de Pablo VI, que en 1964 se<br />

ponía la preg<strong>un</strong>ta sobre cómo precaverse de <strong>un</strong> relativismo<br />

que pudiera afectar la identidad de la Iglesia.<br />

Conferencias<br />

(6) Cf. n.4 del Documento Final.<br />

(7) ES. 25.<br />

225


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

Pero ¿cómo hacerse al mismo tiempo capaz de acercarse a<br />

todos para salvarlos a todos, según el ejemplo del Apóstol: me<br />

hago todo para todos, a fin de salvar a todos? Desde fuera no se<br />

salva al m<strong>un</strong>do. Como el Verbo de Dios que se ha hecho hombre,<br />

hace falta hasta cierto p<strong>un</strong>to hacerse <strong>un</strong>a misma cosa con<br />

las formas de vida de aquellos a quienes se quiere llevar el mensaje<br />

de Cristo; hace falta compartir —sin que medie distancia de<br />

privilegios o diafragma de lenguaje incomprensible— las costumbres<br />

com<strong>un</strong>es con tal que sean humanas y honestas, sobre todo<br />

las de los más pequeños, si queremos ser escuchados y comprendidos<br />

(8).<br />

Juan XXIII había dirigido a todos los hombres de buena<br />

vol<strong>un</strong>tad su mensaje de paz, refiriéndose a aquello que todos<br />

tenemos en común: la humanidad. Pablo VI recogió esta idea<br />

enriquecida por el Concilio cuando afirmó que para la Iglesia<br />

nadie es extraño a su corazón. Nadie es indiferente a su ministerio.<br />

Nadie le es enemigo, a no ser que él mismo quiera serlo.<br />

No sin razón se llama católica, no sin razón tiene el encargo de<br />

promover en el m<strong>un</strong>do la <strong>un</strong>idad, el amor y la paz (9).<br />

Con todo, es claro que no se trata de identificarse con el<br />

m<strong>un</strong>do, pero tampoco de crear barreras o distancias que imposibilitan<br />

el diálogo. Pablo VI, de nuevo, nos ilustra con meridiana<br />

claridad: esta diferencia no es separación. Mejor, no es indiferencia,<br />

no es temor, no es desprecio. Cuando la Iglesia se distingue<br />

de la humanidad, no se opone a ella, antes bien se le <strong>un</strong>e<br />

(10). La Iglesia adquiría mayor consciencia de su estar en el<br />

m<strong>un</strong>do, de hacer parte de él, de caminar con la humanidad y<br />

226<br />

(8) ES. 33.<br />

(9) ES. 35.<br />

(10) ES. 25.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

compartir con ella la historia. Más aún, comprendió que no solamente<br />

tenía algo que ofrecer al m<strong>un</strong>do, sino que podía recibir<br />

algo de él.<br />

Ahora bien, el nuevo estilo de relación de la Iglesia con el<br />

m<strong>un</strong>do es el diálogo. El Concilio lo propuso, pero hacía falta<br />

<strong>un</strong>a mayor claridad a la que contribuyó Pablo VI, sobre todo<br />

indicando la actitud de base que debe tener la Iglesia si quiere<br />

de veras entablar <strong>un</strong> diálogo con el m<strong>un</strong>do:<br />

Conferencias<br />

Hace falta, a<strong>un</strong> antes de hablar, escuchar la voz, más aún, el<br />

corazón del hombre, comprenderlo y respetarlo en la medida de<br />

lo posible y, donde lo merezca, sec<strong>un</strong>darlo. Hace falta hacerse<br />

hermanos de los hombres en el mismo hecho con el que queremos<br />

ser sus pastores, padres y maestros. El clima del diálogo es<br />

la amistad. Más todavía, el servicio. Hemos de recordar todo esto<br />

y esforzarnos por practicarlo según el ejemplo y el precepto que<br />

Cristo nos dejó (11).<br />

Conviene aclarar que la Iglesia del Concilio entendió el<br />

m<strong>un</strong>do antropológicamente, como el lugar donde se desarrolla<br />

la historia de la humanidad que puede ser vista como <strong>un</strong><br />

grandioso drama con sus afanes, fracasos y victorias; el m<strong>un</strong>do<br />

donde se encarnó el Verbo del Padre y en el cual se obró la<br />

Redención. Más que <strong>un</strong> escenario físico se trata de la humanidad<br />

y sus circ<strong>un</strong>stancias. Sólo así se entiende que la Iglesia<br />

pueda dialogar con el m<strong>un</strong>do. Este p<strong>un</strong>to, en<strong>un</strong>ciado por el<br />

Concilio, pero tal vez no suficientemente comprendido, en<br />

parte por las oposiciones que tuvo que vencer en el aula conciliar,<br />

fue descrito maravillosamente por Pablo VI.<br />

(11) ES. 33.<br />

227


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

Hay <strong>un</strong> primer círculo, inmenso, cuyos límites no alcanzamos<br />

a ver; se conf<strong>un</strong>den con el horizonte: son los límites que circ<strong>un</strong>scriben<br />

la humanidad en cuanto tal, el m<strong>un</strong>do. Medimos la distancia<br />

que lo tiene alejado de nosotros, pero no lo sentimos extraño.<br />

Todo lo que es humano tiene que ver con nosotros. Tenemos<br />

en común con toda la humanidad la naturaleza, es decir, la vida<br />

con todos sus dones, con todos sus problemas: estamos dispuestos<br />

a compartir con los demás esta primera <strong>un</strong>iversalidad; a<br />

aceptar las prof<strong>un</strong>das exigencias de sus necesidades f<strong>un</strong>damentales,<br />

a aplaudir todas las afirmaciones nuevas y a veces sublimes<br />

de su genio.Y tenemos verdades morales, vitales, que debemos<br />

poner en evidencia y corroborar en la conciencia humana,<br />

pues tan benéficas son para todos. Dondequiera que hay <strong>un</strong><br />

hombre que busca comprenderse a sí mismo y al m<strong>un</strong>do, podemos<br />

estar en com<strong>un</strong>icación con él; dondequiera que se reúnen<br />

los pueblos para establecer los derechos y deberes del hombre,<br />

nos sentimos honrados cuando nos permiten sentarnos j<strong>un</strong>to a<br />

ellos. Si existe en el hombre <strong>un</strong> anima naturaliter christiana, queremos<br />

honrarla con nuestra estima y con nuestro diálogo. Podríamos<br />

recordar a nosotros mismos y a todos cómo nuestra actitud<br />

es, por <strong>un</strong> lado, totalmente desinteresada —no tenemos ning<strong>un</strong>a<br />

mira política o temporal— y cómo, por otro, está dispuesta a<br />

aceptar, es decir, a elevar al nivel sobrenatural y cristiano, todo<br />

honesto valor humano y terrenal; no somos la civilización, pero sí<br />

promotores de ella (12).<br />

La visión del m<strong>un</strong>do que tuvo el Concilio era <strong>un</strong>a visión<br />

realista que descubría la presencia simultánea del bien y del<br />

mal, de la bondad de los progresos logrados por el ingenio<br />

humano y de los efectos no siempre positivos que dicho progreso<br />

trae consigo. En el m<strong>un</strong>do se da <strong>un</strong>a dura batalla contra<br />

el poder de las tinieblas, que durará hasta el día final. Enzarza-<br />

228<br />

(12) ES. 36.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

do en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para<br />

acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda<br />

de la gracia de Dios, es capaz de establecer la <strong>un</strong>idad en sí mismo<br />

(GS 37).<br />

Consecuente con esta concepción del m<strong>un</strong>do, la atención<br />

de la Constitución se centra sobre el hombre y sus problemas,<br />

el hombre y su dignidad que tiene que ser respetada, pues ella<br />

manifiesta la imagen del Creador. En este contexto se entiende<br />

la afirmación de que los diez primeros números de la<br />

Constitución contienen la esencia de todo el documento. En<br />

ellos se comienza con <strong>un</strong>a lectura sociológica de la realidad, se<br />

hace luego <strong>un</strong>a lectura moral de la misma y se concluye con<br />

las grandes preg<strong>un</strong>tas cuya respuesta puede encontrarse solamente<br />

en Cristo Jesús (13). Este modo de leer Gaudium et<br />

spes puede dar respuesta a la acusación que han hecho alg<strong>un</strong>os<br />

de la falta de <strong>un</strong>a cristología e, incluso, del riesgo de hacer<br />

de ésta <strong>un</strong>a ideología.<br />

El proceso de los diez primeros números obedece a <strong>un</strong>a<br />

razón pedagógica. Era evidente que para dialogar con el m<strong>un</strong>do,<br />

no solamente con los creyentes, era necesario usar <strong>un</strong> lenguaje<br />

comprensible que abriera el camino al an<strong>un</strong>cio, y así se<br />

hizo, ofreciendo <strong>un</strong>a lectura moral de las situaciones que constituyen<br />

motivos de angustia para la humanidad y llevan a los<br />

hombres y mujeres que no han sucumbido al materialismo<br />

práctico a plantearse cuestiones f<strong>un</strong>damentales sobre el sentido<br />

de la vida, del dolor, del papel del hombre en la sociedad,<br />

e inclusive sobre si hay algo después de esta vida temporal.<br />

Conferencias<br />

(13) Cf. RAPHAEL GALLAGHER, S. Sc. R., From Conciliar Texts to Moral Contents:<br />

The Methodological Challenge of Gaudium et spes. http//www.sttho<br />

mas.edu/gaudium/papers.htm<br />

229


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

Al llegar a este p<strong>un</strong>to la constitución pastoral pudo ofrecer la<br />

clave de interpretación de todo el documento, afirmando que:<br />

Bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes,<br />

que tienen su último f<strong>un</strong>damento en Cristo, quien existe<br />

ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios<br />

invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos<br />

para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el<br />

hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas<br />

de nuestra época (GS 10).<br />

Este número, que es f<strong>un</strong>damental, hay que leerlo en relación<br />

con el número 22 en donde se afirma que el misterio del<br />

hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado<br />

quien revela plenamente el hombre al hombre y le descubre<br />

la sublimidad de su vocación. En Él hay que buscar las respuestas<br />

a los grandes interrogantes que se hace la humanidad. Los<br />

Padres conciliares consideraban que esto valía para todos los<br />

hombres y mujeres de buena vol<strong>un</strong>tad, en cuyo corazón obra<br />

la gracia de modo invisible.<br />

Este intento de diálogo se ha hecho hoy casi imposible. Las<br />

voces que los Padres conciliares creían escuchar y en las cuales<br />

descubrían los grandes interrogantes, hoy han sido acalladas<br />

por las de los poderosos que dominan la escena m<strong>un</strong>dial,<br />

por la afirmación del súper hombre del mercado, <strong>un</strong>idimensional<br />

y absolutamente horizontal, cerrado a cualquier tipo de<br />

trascendencia.<br />

Otra consecuencia para la Iglesia de la renovada conciencia<br />

de su identidad y de la nueva concepción del m<strong>un</strong>do fue<br />

la de haber experimentado la necesidad de hacerse solidaria<br />

con él. Pero, ¿cómo se entendió esa solidaridad?<br />

230


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

El Concilio, testigo y expositor de la fe de todo el Pueblo de<br />

Dios congregado por Cristo, no puede dar prueba mayor de solidaridad,<br />

respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar<br />

con ella acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la<br />

luz del Evangelio y poner a disposición del género humano el poder<br />

salvador que la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, ha recibido<br />

de su F<strong>un</strong>dador. Es la persona del hombre la que hay que<br />

salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar. Es, por<br />

consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y<br />

alma, corazón y conciencia, inteligencia y vol<strong>un</strong>tad, quien será el<br />

objeto central de las explicaciones que van a seguir (GS 5).<br />

Conferencias<br />

De esta manera se entendía la presencia de la Iglesia en el<br />

m<strong>un</strong>do y se ofrecía la colaboración para lograr la fraternidad<br />

<strong>un</strong>iversal, continuando bajo la guía del Espíritu, la obra misma<br />

de Cristo, quien vino al m<strong>un</strong>do para dar testimonio de la verdad,<br />

para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido<br />

(GS 3).<br />

La presencia de la Iglesia en el m<strong>un</strong>do no es pasiva, por<br />

tanto, sino que se percibe como <strong>un</strong>a misión que supone el<br />

continuo discernimiento de la presencia y de los planes de<br />

Dios sobre el hombre y el m<strong>un</strong>do. Ella piensa que puede llevar<br />

adelante su misión porque dispone de <strong>un</strong> instrumento privilegiado,<br />

la fe, que todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el<br />

plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta<br />

la mente hacia soluciones plenamente humanas (GS 11).<br />

Para lograr este propósito es necesario el discernimiento<br />

que no es <strong>un</strong> fin en sí mismo, sino <strong>un</strong> instrumento para llevar<br />

adelante la misión de servicio al m<strong>un</strong>do, <strong>un</strong>a misión que es religiosa<br />

y, por lo mismo (y esto constituyó <strong>un</strong>a gran novedad),<br />

plenamente humana. La Revelación ilumina la realidad del<br />

231


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

hombre y su acción en el m<strong>un</strong>do y esa comprensión constituye<br />

el f<strong>un</strong>damento para el diálogo, pues no basta comprender<br />

al hombre y dar de él <strong>un</strong>a definición, sino que, por sentirse fermento<br />

y alma de la sociedad, la Iglesia quiere ayudarle curando<br />

y elevando la dignidad de la persona, consolidando la firmeza de<br />

la sociedad y dotando a la actividad diaria de la humanidad<br />

de <strong>un</strong> sentido y de <strong>un</strong>a significación mucho más prof<strong>un</strong>dos<br />

(GS 40). La Iglesia cree así poder dar <strong>un</strong> sentido más humano<br />

al hombre y a su historia.<br />

Pablo VI p<strong>un</strong>tualizó aún más el sentido de la oferta de la<br />

Iglesia al m<strong>un</strong>do:<br />

Pero la Iglesia sabe que es semilla, que es fermento, que es<br />

sal y luz del m<strong>un</strong>do. La Iglesia comprende bien la asombrosa novedad<br />

del tiempo moderno; mas con cándida confianza se asoma<br />

a los caminos de la historia y dice a los hombres:Yo tengo lo<br />

que vais buscando, lo que os falta. Con esto no promete la felicidad<br />

terrena, sino que ofrece algo —su luz y su gracia— para<br />

conseguirla del mejor modo posible y habla a los hombres de su<br />

destino trascendente. Y mientras tanto les habla de verdad, de<br />

justicia, de libertad, de progreso, de concordia, de paz, de civilización.<br />

Palabras son éstas, cuyo sec<strong>reto</strong> conoce la Iglesia, puesto<br />

que Cristo se lo ha confiado.Y por eso la Iglesia tiene <strong>un</strong> mensaje<br />

para cada categoría de personas (14).<br />

Un gran paso adelante fue la toma de conciencia de que<br />

la Iglesia no solamente ayuda al m<strong>un</strong>do, sino que con humildad<br />

reconoce que recibe de él <strong>un</strong>a gran ayuda para su misión. Así<br />

se llega a la conclusión que no sólo es necesario adaptar la<br />

predicación de la palabra revelada a las cambiantes realidades,<br />

232<br />

(14) ES. 35.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

sino que para poder comprender al m<strong>un</strong>do la Iglesia necesita<br />

de modo muy peculiar la ayuda de quienes por vivir en el m<strong>un</strong>do,<br />

sean o no sean creyentes, conocen a fondo las diversas instituciones<br />

y disciplinas y comprenden con claridad la razón íntima de todas<br />

ellas (GS 44). Esta ayuda es necesaria para el verdadero<br />

discernimiento que es propio de todo el Pueblo de Dios. Aquí<br />

convendría notar que Pablo VI completó la expresión conciliar<br />

que afirmaba que el discernimiento debe ser hecho principalmente<br />

por los pastores y los teólogos. Para el Papa, corresponde<br />

a la com<strong>un</strong>idad cristiana discernir, en com<strong>un</strong>ión con los<br />

pastores, las opciones que hay que tomar en cada momento<br />

de la historia y en la gran diversidad de situaciones que viven<br />

los cristianos (15). Con todo, Pablo VI aceptó el sentido que el<br />

Concilio había dado al discernimiento que consiste en<br />

Conferencias<br />

Escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la<br />

luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación,<br />

pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de<br />

la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida<br />

futura y sobre la mutua relación de ambas (GS 4). El Pueblo de<br />

Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce<br />

es el Espíritu del Señor, que llena el <strong>un</strong>iverso, procura discernir<br />

en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales<br />

participa j<strong>un</strong>tamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos<br />

de la presencia o de los planes de Dios (GS11).<br />

La experiencia conciliar ayudó también a superar dicotomías<br />

que venían de muy atrás y que todavía no han sido superadas<br />

completamente. Fue significativo el progreso de haber<br />

comprendido la dimensión humanizante de la acción de la<br />

Iglesia, sin haber conf<strong>un</strong>dido la evangelización con la obra civi-<br />

(15) Cfr. Octogesima adveniens 4.<br />

233


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

lizadora, pues el Concilio intentó liberar a la Iglesia de su identificación<br />

con formas particulares de civilización humana, sistemas<br />

políticos, económicos o sociales. Pero, ciertamente, ayudar<br />

al hombre a comprenderse integralmente, es ayudarlo a crecer<br />

en humanidad. Por ello, a<strong>un</strong>que hay que distinguir cuidadosamente<br />

progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin<br />

embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor<br />

la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios<br />

(GS 39).<br />

El Sínodo del 85 afirmó <strong>un</strong>a vez más la necesidad de aplicar<br />

la letra y el espíritu del Concilio. Ahora bien, hablando de<br />

Gaudium et spes, y en coherencia con cuanto hemos dicho<br />

más arriba, quizás podríamos afirmar que, habiendo cambiado<br />

radicalmente en muchos aspectos la situación del m<strong>un</strong>do a la<br />

cual se refiere la seg<strong>un</strong>da parte de la Constitución, hoy habría<br />

que privilegiar la aplicación de su espíritu en la lectura de los<br />

signos de los tiempos actuales para sacar las consecuencias<br />

que exige el compromiso del Pueblo de Dios.<br />

Contrariamente a cuanto sostienen alg<strong>un</strong>os, los cambios<br />

que ha vivido el m<strong>un</strong>do en los años trascurridos desde el<br />

Concilio no quitan en absoluto validez a la Constitución, más<br />

aún, la refuerzan. Consciente de ello fue Juan Pablo II, quien<br />

hizo de todo su magisterio <strong>un</strong>a maravillosa catequesis de la<br />

Constitución pastoral.<br />

II.<br />

LA CONTRIBUCIÓN DE JUAN PABLO II A<br />

LA ACTUALIZACIÓN DE GAUDIUM ET SPES<br />

La premisa de esta seg<strong>un</strong>da parte es que la Constitución<br />

Gaudium et spes puede ser vista como el documento más au-<br />

234


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

torizado de doctrina social de la Iglesia. En ella se resumió<br />

cuanto afirmado por los Papas, desde León XIII hasta Juan<br />

XXIII, pero abriendo caminos nuevos en cuanto a la metodología<br />

y la impostación teológica. Es cierto que también estos<br />

aspectos ya se habían insinuado en el magisterio de Juan XXIII,<br />

pero no se desarrollaron suficientemente. Más aún, en Máter<br />

et magistra encontramos todavía <strong>un</strong>a concepción filosófica del<br />

discurso social de la Iglesia. Durante el Concilio, según Juan Pablo<br />

II, estaba presente la preocupación de la Iglesia, que inspiró<br />

todo el trabajo conciliar —de modo particular la Constitución pastoral<br />

Gaudium et spes— en la labor de coordinar y desarrollar alg<strong>un</strong>os<br />

temas de su enseñanza social (16).<br />

Los problemas prácticos tratados por Gaudium et spes no<br />

ofrecen gran novedad en relación con el discurso social anterior.<br />

Es novedosa, en cambio, la propuesta del discernimiento<br />

con la cual se abre el camino a <strong>un</strong> proceso nada fácil que debe<br />

combinar la inducción y la deducción y es nueva la impostación<br />

teológica que, sin embargo, requerirá <strong>un</strong>a mayor elaboración.<br />

Juan Pablo II relanzó la doctrina social después de años de<br />

crisis causada por fuerzas internas y externas a la Iglesia. Él<br />

comprendió la importancia que este discurso tiene para la misión<br />

de la Iglesia y supo, como ningún otro pontífice, dar a<br />

todo su magisterio <strong>un</strong> carácter social. Basta leer cualquiera de<br />

sus encíclicas para encontrar en ellas referencias explícitas a las<br />

situaciones que vive la humanidad y que constituyen desafíos<br />

al hombre y, por tanto, a la Iglesia.<br />

Desde los comienzos de su pontificado el Papa insistió en la<br />

fidelidad al Vaticano II y esta fidelidad creativa acompañó todo<br />

Conferencias<br />

(16) Sollicitudo rei socialis 6.<br />

235


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

su ministerio pastoral. Una de las intervenciones más significativas<br />

en el marco de la doctrina social y del Concilio fue el discurso<br />

pron<strong>un</strong>ciado en la apertura de los trabajos de la tercera<br />

conferencia general del Episcopado Latino Americano en Puebla<br />

en enero de 1979. Allí el Papa relanzó la doctrina social.<br />

Con <strong>un</strong> evidente paralelismo con Gaudium et spes Juan Pablo<br />

ponía la preocupación por el hombre en el centro de la misión<br />

de la Iglesia. Este p<strong>un</strong>to es f<strong>un</strong>damental, pues yo creo que<br />

se puede afirmar sin temor a errar, que todo el magisterio del<br />

Papa estuvo orientado a responder al mayor desafío del m<strong>un</strong>do<br />

actual, ofreciendo la propuesta de la antropología cristiana:<br />

Quizás <strong>un</strong>a de les más vistosas debilidades de la civilización<br />

actual esté en <strong>un</strong>a inadecuada visión del hombre. La nuestra es,<br />

sin duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el<br />

hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin<br />

embargo, paradójicamente, es también la época de las hondas<br />

angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamiento<br />

del hombre a niveles antes insospechados, época de<br />

valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes.<br />

(...)<br />

Frente a otros tantos humanismos, frecuentemente cerrados<br />

en <strong>un</strong>a visión del hombre estrictamente económica, biológica o<br />

síquica, la Iglesia tiene el derecho y el deber de proclamar la Verdad<br />

sobre el hombre, que ella recibió de su maestro Jesucristo.<br />

Ojalá no impida hacerlo ning<strong>un</strong>a coacción externa. Pero, sobre<br />

todo, ojalá no deje ella de hacerlo por temores o dudas, por haberse<br />

dejado contaminar por otros humanismos, por falta de<br />

confianza en su mensaje original (17).<br />

(17) JUAN PABLO II, Discurso a la III Conferencia General del Episcopado<br />

Latinoamericano, Puebla, México, 28 de enero de 1979, 9.<br />

236


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

Aquí podemos encontrar el inicio de <strong>un</strong> gran magisterio<br />

que parte de Gaudium et spes. El Papa afirmaba a continuación<br />

que esta verdad completa sobre el hombre constituye el<br />

f<strong>un</strong>damento de la doctrina social de la Iglesia.<br />

En este discurso Juan Pablo II dejó muy en claro cuanto el<br />

Concilio quiso afirmar con relación a la misión de la Iglesia, a<br />

su presencia en el m<strong>un</strong>do, al diálogo con éste, y a la contribución<br />

que la Iglesia puede ofrecer al m<strong>un</strong>do. La situación del<br />

m<strong>un</strong>do de entonces, descrita dramáticamente por el Papa, exigía<br />

a la Iglesia concretar su misión en la defensa de los derechos<br />

humanos conculcados en tantas maneras en los dos<br />

m<strong>un</strong>dos de entonces. Pero era necesario, en la línea del Concilio<br />

y de Pablo VI, dejar muy en claro la identidad de la misión.<br />

Conferencias<br />

Si la Iglesia se hace presente en la defensa o en la promoción<br />

de la dignidad del hombre, lo hace en la línea de su misión,<br />

que a<strong>un</strong> siendo de carácter religioso y no social o político, no<br />

puede menos de considerar al hombre en la integridad de su ser.<br />

(...) Tengamos presente, por otra parte, que la acción de la Iglesia<br />

en terrenos como los de la promoción humana, del desarrollo,<br />

de la justicia, de los derechos de la persona, quiere estar<br />

siempre al servicio del hombre; y al hombre tal como ella lo ve<br />

en la visión cristiana de la antropología que adopta. (...) No es<br />

pues por oport<strong>un</strong>ismo ni por afán de novedad que la Iglesia, «experta<br />

en humanidad», es defensora de los derechos humanos. Es<br />

por <strong>un</strong> auténtico compromiso evangélico, el cual, como sucedió<br />

con Cristo, es compromiso con los más necesitados (18).<br />

A<strong>un</strong>que el Papa aceptó y habló frecuentemente de la opción<br />

por los pobres, parece indicar que hoy día la forma que<br />

(18) JUAN PABLO II, Discurso... o. c.<br />

237


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

esa opción asume es la defensa de los derechos humanos. En<br />

realidad, la pobreza constituye la más evidente violación de éstos.<br />

Después de años en que se evitó utilizar el término «doctrina<br />

social», incluso en el Concilio, Juan Pablo II la propuso<br />

abiertamente a la Iglesia. Decía el Papa en su discurso: Permitid,<br />

pues, que recomiende a vuestra especial atención pastoral la<br />

urgencia de sensibilizar a vuestros fieles acerca de esta Doctrina<br />

social de la Iglesia.<br />

Las situaciones de injusticia creciente hacen cada día más<br />

dramática la urgencia de la doctrina social en su doble dimensión<br />

de an<strong>un</strong>cio y den<strong>un</strong>cia. Fue notable, entonces, la claridad<br />

con que Juan Pablo II habló de la responsabilidad de los laicos.<br />

Tal vez es <strong>un</strong> ejemplo de lo que podría ser la respuesta a la<br />

preg<strong>un</strong>ta lanzada por el Sínodo del 85 sobre si el principio de<br />

subsidiaridad era aplicable a la Iglesia. La mayoría de los canonistas<br />

se han apresurado a dar <strong>un</strong>a respuesta negativa. Por ello<br />

vale la pena presentar aquí el texto completo del Papa:<br />

Competen a los laicos propiamente, a<strong>un</strong>que no exclusivamente,<br />

las tareas y el dinamismo seculares». Es necesario evitar<br />

suplantaciones y estudiar seriamente cuándo ciertas formas de<br />

suplencia mantienen su razón de ser. ¿No son los laicos los llamados,<br />

en virtud de su vocación en la Iglesia, a dar su aporte en<br />

les dimensiones políticas, económicas, y a estar eficazmente presentes<br />

en la tutela y promoción de los derechos humanos? (19).<br />

Si el laico recibe su misión en el bautismo, de la misma surgen<br />

los derechos para poderla llevar adelante. Se trata, por tan-<br />

238<br />

(19) JUAN PABLO II, Discurso... o. c.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

to, de respetar esos derechos, sin interferir indebidamente, y sin<br />

violar el principio de subsidiaridad. Los laicos han contribuido en<br />

el pasado al progreso de la doctrina social, como fue el caso de<br />

la Rerum novarum. Hoy día es necesario que ellos sean reconocidos<br />

como sujetos de esta doctrina, naturalmente, respetando<br />

los carismas y las f<strong>un</strong>ciones propias de cada <strong>un</strong>o.<br />

El documento que hace de puente entre el Concilio y el<br />

Magisterio de Juan Pablo II es la encíclica Redemptor hominis,<br />

en la que encontramos prácticamente todo cuanto el Papa<br />

desarrollará en sus largos años de servicio. Se puede decir que<br />

en esta carta encontramos <strong>un</strong> pequeño tratado sobre el número<br />

22 de Gaudium et spes y su aplicación a la misión de la<br />

Iglesia. En la seg<strong>un</strong>da de las tres encíclicas dedicadas a la Trinidad,<br />

la Dives in misericordia, el mismo Papa nos dio la clave de<br />

lectura de Redemptor hominis: Siguiendo las enseñanzas del<br />

Concilio Vaticano II y en correspondencia con las necesidades particulares<br />

de los tiempos en que vivimos, he dedicado la Encíclica<br />

Redemptor Hominis a la verdad sobre el hombre, verdad que nos<br />

es revelada en Cristo, en toda su plenitud y prof<strong>un</strong>didad (20).<br />

La comprensión de Redemptor hominis es condición necesaria<br />

para la recta interpretación de todos los documentos del<br />

Papa. La centralidad de la persona humana, el hombre y la mujer,<br />

tomados en su realidad histórica, con todas su circ<strong>un</strong>stancias<br />

(21), lleva a concluir que ellos son el camino que la Iglesia<br />

tiene que recorrer en el cumplimiento de su misión (22).<br />

Con esta encíclica el Papa da la respuesta a la objeción de<br />

la falta de reflexión cristológica de la Constitución pastoral y<br />

Conferencias<br />

(20) DM. 1.<br />

(21) Cf. RH. 13.<br />

(22) RH. 14.<br />

239


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

completa maravillosamente el documento conciliar. No estaba<br />

todavía preparada <strong>un</strong>a asamblea de tales dimensiones ni estaban<br />

maduros los tiempos para lograr la prof<strong>un</strong>didad necesaria.<br />

Pero fueron esos mismos Padres quienes abrieron el camino,<br />

y ello confirma la validez de Gaudium et spes.<br />

La ideología dominante hoy se presenta también como antropocéntrica.<br />

Pero hace del hombre el centro en <strong>un</strong> sentido<br />

equivocado. Hemos vuelto al tiempo de las luces que quiso<br />

crear el súper hombre sustituto de la divinidad. La ciencia y el<br />

mercado son omnipotentes y por sí solos creen poder dar<br />

respuesta a todos los problemas de la humanidad. A esta propuesta<br />

ha querido responder Juan Pablo II inspirándose en la<br />

gran intuición del Concilio, desarrollando <strong>un</strong> discurso antropológico,<br />

sin espíritu apologético, que quiere ser <strong>un</strong>a respuestapropuesta<br />

a la antropología cerrada que propone la civilización<br />

del mercado, la cual con diversos pretextos trata de convencerlo<br />

de su independencia de toda ley y de Dios mismo, encerrándolo<br />

en <strong>un</strong> egoísmo que termina por perjudicarle a él y a los demás<br />

(23). En este discurso es central la defensa de la vida<br />

desde su concepción hasta la muerte natural y el personalismo<br />

que f<strong>un</strong>damenta la defensa de los derechos humanos y<br />

acentúa la responsabilidad. La sociedad está constituida por<br />

personas, no es <strong>un</strong>a simple suma de individuos. Por ello la defensa<br />

de la subjetividad de la sociedad ha sido importante,<br />

como respuesta a las amenazas provenientes, tanto de la concepción<br />

colectivista, como del individualismo propio de la<br />

ideología occidental al que responde el Papa defendiendo<br />

la prioridad de la persona sobre las cosas, del espíritu sobre la<br />

materia, de la ética sobre la técnica.<br />

240<br />

(23) CA. 55.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

Todos éstos son temas que estaban presentes en Gaudium<br />

et spes, pero requerían <strong>un</strong>a mayor reflexión. Son muchos los<br />

argumentos que se pueden presentar en este contexto de la<br />

contribución de Juan Pablo II a la Constitución pastoral. Ante<br />

la imposibilidad de abarcarlos todos, me limitaré a <strong>un</strong>os pocos<br />

que considero especialmente significativos.<br />

Hemos visto que la apertura al discernimiento supone<br />

<strong>un</strong>a nueva metodología de análisis, que incluye la inducción,<br />

además de la deducción propia del método teológico. Juan<br />

Pablo II ha sabido combinar inducción y deducción sin, por<br />

ello, haber dado marcha atrás, como pretenden alg<strong>un</strong>os.<br />

Pero para comprender esta innovación es necesario comprender<br />

también el estilo propio del Papa. Las aparentes repeticiones<br />

en sus escritos no son otra cosa que prof<strong>un</strong>dizaciones<br />

sobre <strong>un</strong> mismo tema. Uno de los ejemplos más evidentes<br />

de este estilo es la encíclica sobre el trabajo en la<br />

que el Papa, repitiendo, aparentemente, los temas ya tratados<br />

por sus predecesores, nos ofrece <strong>un</strong> documento absolutamente<br />

novedoso y, en alg<strong>un</strong>os aspectos, casi revolucionario.<br />

Es <strong>un</strong>a prueba de cuanto el Papa ha afirmado en muchas<br />

ocasiones sobre la continuidad y renovación de la doctrina<br />

social.<br />

El uso de la Escritura es parte de esta nueva metodología<br />

en la que Juan Pablo II logra tomar <strong>un</strong> texto como fuente<br />

de inspiración sin perder el contacto con la realidad ni<br />

perder de mira el propósito de discernirla. Los tres grandes<br />

misterios de la creación, la encarnación y la redención constituyen<br />

la base sobre la cual construye su discurso. Ellos le<br />

ofrecen la luz para comprender en mayor prof<strong>un</strong>didad al<br />

hombre y al m<strong>un</strong>do y el sentido de su trascendencia. En ellos<br />

descubre la misión de la Iglesia que es la de que todo hombre<br />

Conferencias<br />

241


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con<br />

cada <strong>un</strong>o el camino de la vida (24).<br />

Pero, además, la incorporación de la Palabra revelada<br />

como f<strong>un</strong>damento de la reflexión hace parte de la nueva impostación.<br />

Según el Papa, la doctrina social de la Iglesia es la<br />

aplicación de la Palabra de Dios a la vida de los hombres y de la<br />

sociedad así como a las realidades terrenas, que con ellas se enlazan,<br />

ofreciendo «principios de reflexión», «criterios de juicio» y<br />

«directrices de acción» (25).<br />

Juan Pablo afirma que en <strong>un</strong> documento pastoral, como<br />

son los documentos sociales de la Iglesia, <strong>un</strong> análisis limitado<br />

únicamente a las causas económicas y políticas de <strong>un</strong> fenómeno<br />

sería incompleto. Es, pues, necesario individuar las causas de<br />

orden moral (26). La situación del hombre en el m<strong>un</strong>do hace<br />

que sus acciones y omisiones tengan <strong>un</strong> carácter ético y esta<br />

valoración es de por sí positiva, sobre todo si llega a ser plenamente<br />

coherente y si se f<strong>un</strong>da en la fe en Dios y en su ley, que<br />

ordena el bien y prohíbe el mal (27). Existe, por tanto, <strong>un</strong>a diferencia<br />

entre el análisis de los documentos sociales de la Iglesia<br />

y <strong>un</strong>a simple lectura sociopolítica de los hechos sociales. Sin<br />

negar, más aún, aceptando la necesaria contribución de las<br />

ciencias sociales, la Iglesia añade el componente de reflexión<br />

teológica. Por ello, el Papa pudo declarar que la doctrina social<br />

pertenece al campo de la teología moral.<br />

Durante el Concilio se vivió la dificultad de incorporar la<br />

reflexión sobre la realidad como parte esencial de la misión<br />

242<br />

(24) RH. 13.<br />

(25) SRS. 8.<br />

(26) SRS. 35.<br />

(27) SRS. 36.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

de la Iglesia y de aceptarla como materia de <strong>un</strong> Concilio. Se<br />

había llegado, incluso, a proponer que el esquema XIII fuera<br />

<strong>un</strong>a especie de apéndice o <strong>un</strong> mensaje a la humanidad, pero<br />

no <strong>un</strong> documento conciliar. Ello explica las carencias de la<br />

Constitución y acentúa el valor de la contribución de Juan Pablo<br />

II quien ha propuesto con absoluta claridad, y en coincidencia<br />

con Pablo VI y el Sínodo del 71 sobre la justicia, que la<br />

doctrina social es <strong>un</strong>a parte esencial de la evangelización y fruto<br />

del discernimiento que es f<strong>un</strong>ción ineludible de los pastores<br />

y de todo el pueblo de Dios (28).<br />

No obstante esta dificultad, el Concilio presentó <strong>un</strong>a visión<br />

de la actividad humana en el m<strong>un</strong>do que para alg<strong>un</strong>os tal vez<br />

era demasiado optimista. Este optimismo, como hemos visto,<br />

se entiende en el contexto de apertura al diálogo con la humanidad<br />

y de ruptura con <strong>un</strong>a visión demasiado negativa del<br />

m<strong>un</strong>do que había dominado por siglos. Pero, además, este<br />

optimismo se encuadra en la tradición de la Iglesia: es posible<br />

encontrar en la enseñanza patrística <strong>un</strong>a visión optimista de la<br />

historia y del trabajo, o sea, del valor perenne de las auténticas realizaciones<br />

humanas, en cuanto rescatadas por Cristo y destinadas<br />

al Reino prometido (29). Sin ren<strong>un</strong>ciar a esta visión, con<br />

gran realismo Juan Pablo II constata que en el m<strong>un</strong>do dominado<br />

por el progreso de la técnica no se ha dado <strong>un</strong> desarrollo<br />

proporcional de la moral y de la ética. La preg<strong>un</strong>ta que surge<br />

espontáneamente es si este progreso hace la vida del hombre<br />

sobre la tierra en todos sus aspectos, más humana.<br />

En la primera parte observábamos el riesgo de identificar<br />

el progreso humano con el reino de Cristo o de identificar la<br />

Conferencias<br />

(28) Cf. SRS. 41.<br />

(29) SRS. 31.<br />

243


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

evangelización con la civilización. Era oport<strong>un</strong>o, por tanto, aclarar<br />

el concepto de humanización. Juan Pablo II entiende <strong>un</strong>a<br />

vida más humana, como hacer del hombre <strong>un</strong> ser de veras mejor,<br />

es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la<br />

dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los<br />

demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles,<br />

más disponible a dar y prestar ayuda a todos (30).<br />

Éste es el tipo de persona que el Papa pone como ideal y<br />

con ello contribuye también a aclarar el concepto de la naturaleza<br />

social de la persona que no quedaba del todo claro en<br />

la Constitución conciliar. En la tradición del discurso social tal<br />

vez prevalecía <strong>un</strong>a visión demasiado inmanentista de la sociabilidad.<br />

Se partía de las limitaciones de la persona que necesitaba<br />

de los demás para poderse realizar. Se hablaba de <strong>un</strong> ser<br />

social que no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse<br />

con los demás (GS 12). Ciertamente se añade más<br />

adelante que <strong>un</strong>a cierta semejanza con la <strong>un</strong>ión de las personas<br />

divinas y la <strong>un</strong>ión de los hijos de Dios demuestra que el<br />

hombre no puede encontrar su propia plenitud sino en la entrega<br />

sincera de sí mismo a los demás (GS 24). Con todo, este<br />

argumento se aplica a la solidaridad, no a la naturaleza social<br />

de la persona.<br />

Juan Pablo II se ha encargado de elaborar ambos principios<br />

separadamente, no obstante la íntima relación que los <strong>un</strong>e. Es<br />

claro en su magisterio que la sociabilidad de la persona hay<br />

que verla como vocación al don gratuito de sí, habiendo comprendido<br />

el sentido prof<strong>un</strong>do de la palabra de Jesús que nadie<br />

tiene mayor amor que el que da la vida por el hermano. El<br />

Papa logra ir en prof<strong>un</strong>didad partiendo del presupuesto que el<br />

244<br />

(30) RH. 15.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo <strong>un</strong><br />

ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela<br />

el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta<br />

y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente,<br />

Cristo Redentor, como se ha dicho anteriormente, revela<br />

plenamente el hombre al mismo hombre.Tal es —si se puede<br />

expresar así— la dimensión humana del misterio de la Redención<br />

(31). Y el amor está en el don de sí. Llamado al amor, el<br />

hombre se realiza solamente amando.<br />

Una aplicación concreta y original de esta concepción de<br />

la sociabilidad la encontramos en la encíclica sobre el trabajo<br />

donde el Papa afirma que, aceptando la fatiga propia del trabajo<br />

el hombre puede en cierta manera participar en el amor<br />

a la obra redentora de Cristo (32). En la encíclica sobre el<br />

desarrollo, el Papa es todavía más explícito cuando afirma que<br />

las estructuras de pecado, concepto novedoso introducido<br />

por él, y fruto de la reflexión teológica sobre la realidad social,<br />

solamente se vencen —con la ayuda de la gracia divina— mediante<br />

<strong>un</strong>a actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien<br />

del prójimo, que está dispuesto a «perderse», en sentido evangélico,<br />

por el otro en lugar de explotarlo, y a «servirlo» en lugar de<br />

oprimirlo para el propio provecho (33).<br />

El Concilio, hablando de la com<strong>un</strong>idad humana, puso su<br />

f<strong>un</strong>damento teológico en cierta analogía con el misterio trinitario.<br />

En este contexto habló de solidaridad, pero sin prof<strong>un</strong>dizar<br />

sobre su sentido. Juan Pablo II dio <strong>un</strong> gran paso adelante,<br />

haciendo de la solidaridad <strong>un</strong>o de los conceptos f<strong>un</strong>da-<br />

Conferencias<br />

(31) RH. 10.<br />

(32) LE. 27.<br />

(33) SRS. 38.<br />

245


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

mentales de todo su magisterio, en respuesta a <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do entonces<br />

dividido en dos grandes bloques ideológicos ambos<br />

dominados por <strong>un</strong>a concepción equivocada de la persona y la<br />

sociedad. Entonces la conciencia de la paternidad común de<br />

Dios, de la hermandad de todos los hombres en Cristo, «hijos en<br />

el Hijo», de la presencia y acción vivificadora del Espíritu Santo,<br />

conferirá a nuestra mirada sobre el m<strong>un</strong>do <strong>un</strong> nuevo criterio para<br />

interpretarlo (34). El f<strong>un</strong>damento de la solidaridad para Juan Pablo<br />

II es el misterio de la encarnación mediante el cual el Verbo<br />

se hace solidario con la humanidad y hace de todos los<br />

hombres, sin distinción, hermanos que comparten <strong>un</strong> destino<br />

común y <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do creado para todos (35).<br />

La solidaridad es <strong>un</strong>a virtud cristiana que responde hoy día<br />

al hecho de la interdependencia del m<strong>un</strong>do globalizado. No se<br />

trata de <strong>un</strong> vago sentimiento de compasión por las desgracias<br />

ajenas, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse<br />

por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada <strong>un</strong>o, para<br />

que todos seamos verdaderamente responsables de todos (36).<br />

La solidaridad, por tanto, aparece en íntima relación con la naturaleza<br />

social del hombre y la mujer y exige <strong>un</strong> compromiso<br />

práctico que debe traducirse en acciones concretas.<br />

El Papa completa así, y en cierta manera corrige, el concepto<br />

de sociabilidad que venía de atrás:<br />

246<br />

La solidaridad nos ayuda a ver al «otro» —persona, pueblo<br />

o Nación—, no como <strong>un</strong> instrumento cualquiera para explotar a<br />

poco coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo<br />

cuando ya no sirve, sino como <strong>un</strong> «semejante» nuestro,<br />

(34) SRS. 40.<br />

(35) Cf. RH. 8; 13.<br />

(36) SRS. 38.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

<strong>un</strong>a «ayuda» (cf. Gén 2, 18. 20), para hacerlo partícipe, como<br />

nosotros, del banquete de la vida al que todos los hombres son<br />

igualmente invitados por Dios. De aquí la importancia de despertar<br />

la conciencia religiosa de los hombres y de los pueblos (37).<br />

Conferencias<br />

Otro p<strong>un</strong>to importante del magisterio de Juan Pablo II es<br />

el modo de tratar el concepto de propiedad privada. Gaudium<br />

et spes, siguiendo la línea de Juan XXIII, abrió a diversas formas<br />

de propiedad adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos,<br />

según las circ<strong>un</strong>stancias diversas y variables (GS 69). Con<br />

ello se corregía, en cierta manera, la concepción que dominaba<br />

la doctrina social, a mi manera de ver más cercano a <strong>un</strong>a<br />

visión capitalista que a los valores del Evangelio.Tal vez la excesiva<br />

fidelidad al pensamiento neoescolástico no permitía <strong>un</strong>a<br />

consideración más objetiva de la realidad histórica de la distribución<br />

de los bienes de la tierra. El énfasis excesivo en la defensa<br />

del derecho a la propiedad parecía obnubilar su dimensión<br />

social.<br />

Juan Pablo II ha puesto el énfasis en la destinación <strong>un</strong>iversal<br />

de los bienes, como lógica consecuencia del valor dado a<br />

la Palabra revelada. Pero, además, el Papa demostró <strong>un</strong>a gran<br />

honestidad que evitó que su actitud crítica ante el socialismo<br />

real lo llevara a embarcarse en la corriente anticom<strong>un</strong>ista que,<br />

entre otras cosas, permitió el desarrollo del materialismo occidental<br />

que hoy domina la escena m<strong>un</strong>dial. Ya en Puebla el<br />

Papa habló de la hipoteca social de la propiedad privada, expresando<br />

en términos modernos la dimensión social de la<br />

misma. En Laborem exercens llegó incluso a proponer tímidamente<br />

la socialización de alg<strong>un</strong>os medios de producción, con<br />

(37) SRS. 39.<br />

247


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

tal de que se asegurase la subjetividad de la sociedad mediante<br />

cuerpos intermedios que impidiesen caer en formas totalitarias<br />

políticas y económicas. Pero es especialmente en Centesimus<br />

annus donde encontramos la superación de las ambigüedades<br />

de la época anterior.<br />

Ya en la encíclica sobre el trabajo se abre el camino a la<br />

nueva reflexión. Partiendo del libro del Génesis, el Papa ve en<br />

la creación la primera donación hecha a toda la humanidad<br />

y la considera como <strong>un</strong> gran banco sobre el cual trabaja el<br />

hombre. Con esta visión resulta imposible aceptar <strong>un</strong> concepto<br />

absoluto de propiedad. Quien trabaja lo hace sobre el<br />

fruto de la obra creadora y del trabajo de generaciones y<br />

debe trabajar para las generaciones futuras en actitud solidaria.<br />

El capital mismo es, en fin de cuentas, trabajo acumulado,<br />

pues es el fruto del trabajo de muchas personas. El capital, por<br />

tanto, j<strong>un</strong>to con los otros medios de producción, debe servir<br />

al trabajo. Los medios de producción no pueden ser poseídos<br />

contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer,<br />

porque el único título legítimo para su posesión —y esto ya sea<br />

en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad<br />

pública o colectiva— es que sirvan al trabajo (38).<br />

La misma idea es expresada en forma muy radical al conmemorar<br />

los cien años de la Rerum novarum:<br />

248<br />

La propiedad de los medios de producción, tanto en el campo<br />

industrial como agrícola, es justa y legítima cuando se emplea<br />

para <strong>un</strong> trabajo útil; pero resulta ilegítima cuando no es valorada<br />

o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener <strong>un</strong>as ganancias<br />

que no son fruto de la expansión global del trabajo y de<br />

la riqueza social, sino más bien de su compresión, de la explota-<br />

(38) LE. 14.


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

ción ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en<br />

el m<strong>un</strong>do laboral. Este tipo de propiedad no tiene ning<strong>un</strong>a justificación<br />

y constituye <strong>un</strong> abuso ante Dios y los hombres (39).<br />

Conferencias<br />

N<strong>un</strong>ca antes <strong>un</strong> Papa había hablado con palabras tan claras<br />

que no dejan lugar a falsas interpretaciones. Ciertamente,<br />

esta manera de expresarse significa <strong>un</strong> gran salto con relación<br />

a la primera encíclica sobre la cuestión social. No se trata de<br />

negar la tradición católica, pero sí, ciertamente, de <strong>un</strong> llamado<br />

a cuestionar seriamente, en nombre del Evangelio, la institución<br />

de la propiedad privada en su forma actual (40).<br />

Un último p<strong>un</strong>to que también ha contribuido a la claridad<br />

de la posición de la Iglesia ante la realidad sociopolítica y económica<br />

del m<strong>un</strong>do tiene que ver con los sistemas. La doctrina<br />

social se movió, tradicionalmente, entre <strong>un</strong> no rot<strong>un</strong>do al socialismo<br />

y <strong>un</strong> no atenuado al capitalismo, dejando siempre el<br />

interrogante si lo que se proponía era <strong>un</strong>a tercera vía. Además,<br />

quedaba siempre la sombra de duda sobre <strong>un</strong>a cierta<br />

preferencia por el capitalismo, visto como el antídoto al com<strong>un</strong>ismo.<br />

Juan Pablo II, habiendo sentido en propia carne los rigores<br />

del socialismo real, manifestó <strong>un</strong>a gran libertad de espíritu.<br />

En la encíclica sobre el trabajo alaba como <strong>un</strong> ejemplo de<br />

solidaridad, la lucha de los trabajadores que en el siglo XIX respondieron<br />

al grito lanzado por Marx y Engels a la <strong>un</strong>ión (41).<br />

En su reflexión sobre el trabajo, se aproxima mucho a la visión<br />

marxiana, sin conf<strong>un</strong>dirse con ésta. En las tres encíclicas dedicadas<br />

a los temas sociales pone ambos sistemas sobre el mis-<br />

(39) CA. 43.<br />

(40) Los despidos masivos hechos por las grandes corporaciones son<br />

<strong>un</strong> ejemplo de <strong>un</strong> capital que no está al servicio del trabajo.<br />

(41) Cf. LE. 8.<br />

249


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

mo plano de economicismo materialista, radicalmente opuesto<br />

a la concepción cristiana del hombre y de la sociedad. Se<br />

atreve a aceptar en Laborem exercens <strong>un</strong>a posible socialización<br />

de alg<strong>un</strong>os medios de producción y en Sollicitudo rei socialis se<br />

ponía la preg<strong>un</strong>ta sobre <strong>un</strong>a posible «conversión» de ambos<br />

sistemas a formas más humanas.<br />

Juan Pablo II descubre el capitalismo liberal y su expresión<br />

más moderna en la economía de mercado, como <strong>un</strong>a ideología,<br />

como <strong>un</strong> sistema ético y cultural que, por negar la necesaria<br />

relación de la libertad a la ética, resulta inaceptable (42).<br />

Muchas falsas interpretaciones se han hecho de su pensamiento,<br />

pero ellas obedecen a <strong>un</strong>a equivocada hermenéutica del<br />

mismo, como se indicó anteriormente. El número 42 de la<br />

Centesimus annus es la conclusión de las críticas que el Papa<br />

hace al mercado, a la ganancia, a la empresa, después de haber<br />

aceptado elementos positivos en ellos. Pero, además, la recta<br />

interpretación de esta encíclica, que más que <strong>un</strong> documento<br />

sobre la economía es <strong>un</strong> documento de carácter antropológico,<br />

supone el conocimiento de todo el pensamiento del Papa,<br />

comenzando con su primera encíclica. El mismo Papa, en más<br />

de <strong>un</strong>a ocasión advirtió que la encíclica no significaba la aceptación<br />

del capitalismo que ha generado nuevas formas de alienación<br />

(43) y que en ella mantenía la posición crítica que la<br />

doctrina social siempre ha tenido ante el sistema.<br />

(42) Cf. CA. 42.<br />

(43) Cf. SRS. 27; CA 36; 41. Fueron numerosas las alusiones críticas al<br />

capitalismo, al neroliberalismo e, incluso, al sistema de libre mercado. Entre<br />

otras tiene especial valor el discurso pron<strong>un</strong>ciado en Riga (Latvia) y publicado<br />

en el L’Osservatore Romano del sábado 11 de septiembre de 1993.<br />

Este texto, del mismo Papa, da la clave de lectura de Centesimus annus y<br />

de interpretación de su pensamiento.<br />

250


Actualización de la Constitución Gaudium et spes para la Iglesia y …<br />

CONCLUSIÓN<br />

Gaudium et spes significó <strong>un</strong> momento histórico en la historia<br />

de la misión de la Iglesia. Siguiendo el llamado de Juan<br />

XXIII de ponerse al día volviendo a las fuentes de inspiración,<br />

los Padres conciliares abrieron de nuevo las puertas al m<strong>un</strong>do<br />

e invitaron al Pueblo de Dios a vivir el mismo espíritu de continua<br />

renovación en fidelidad a los orígenes. La Iglesia se ha ido<br />

expresando en el lenguaje del m<strong>un</strong>do en que vive y ha empleado<br />

los hallazgos de las diversas culturas para dif<strong>un</strong>dir y explicar<br />

el mensaje de Cristo en su predicación a todas las gentes (GS<br />

58). Pero este hecho, como toda realidad histórica, es ambivalente<br />

y ha hecho que el mensaje a veces asuma ciertos elementos<br />

de la cultura que no están en perfecta sintonía con los<br />

valores del Evangelio. La doctrina social, precisamente por<br />

ocuparse de los fenómenos de la vida del hombre y la mujer<br />

en la sociedad con todos los condicionamientos que ello supone,<br />

no ha podido liberarse completamente de esta contaminación,<br />

y por tanto, es absolutamente necesario el discernimiento,<br />

no solamente de los hechos históricos, sino también<br />

de las mismas expresiones de la doctrina para hacerla cada día<br />

más inteligible en contextos cambiantes y para purificarla de<br />

todo lo que puede significar contradicción con el testimonio<br />

evangélico.<br />

Conferencias<br />

La Constitución Gaudium et spes impulsó esta tarea de poner<br />

al día el patrimonio social de la Iglesia y fue al mismo tiempo<br />

el primer intento de hacer de ella <strong>un</strong>o de los instrumentos<br />

de diálogo con el m<strong>un</strong>do. No se podía esperar que en pocos<br />

meses de sesiones y entre <strong>un</strong> número tan elevado de personas<br />

provenientes de contextos diversos, la mayoría con <strong>un</strong>a<br />

formación teológica tradicional, se pudiera elaborar <strong>un</strong> docu-<br />

251


Conferencias<br />

Sergio Bernal Restrepo, S. J.<br />

mento que pudiera considerarse perfecto. Haciendo parte del<br />

magisterio pastoral, por su misma naturaleza estaba sujeto a<br />

<strong>un</strong>a continua revisión, tanto en su expresión, como en los contenidos<br />

de los temas referidos a la economía, la política, la cultura<br />

e, incluso, la familia.<br />

Los principios basilares conservan su validez y han sido reformulados<br />

con mayor actualidad por Pablo VI y por Juan Pablo<br />

II. Pero ha sido este último quien se ha tomado el trabajo<br />

de poner al día, tanto en expresión como en contenidos la<br />

Constitución pastoral. Debemos agradecer a este gran pontífice<br />

su contribución a mantener vivo el espíritu de Gaudium et<br />

spes y haber puesto al día los temas que, por las cambiadas situaciones<br />

del m<strong>un</strong>do, exigían <strong>un</strong>a revisión y actualización, siempre<br />

con la conciencia de que no atañe al Magisterio dar juicios<br />

definitivos sobre la realidad (CA 3).<br />

Todo el Magisterio de Juan Pablo II ha enseñado a la Iglesia<br />

el valor de Gaudium et spes como fuente de inspiración<br />

para el discernimiento y para comprender lo que significa vivir<br />

nuestra fe como <strong>un</strong> testimonio de la amorosa presencia de<br />

Dios en el m<strong>un</strong>do.<br />

252


Seminario 1<br />

Los protagonistas<br />

de la sociedad plural:<br />

los medios de com<strong>un</strong>icación,<br />

los poderes públicos,<br />

las <strong>un</strong>iversidades, los partidos<br />

políticos…<br />

DIRECTOR:<br />

VÍCTOR RENÉS<br />

<strong>Cáritas</strong> <strong>Española</strong><br />

INTERVIENEN:<br />

FÉLIX GARCÍA MORIYÓN<br />

Universidad Autónoma de Madrid

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