Premio Ascensores Enor 2014 / Texto Fredy Massad.pdf

Autocrítica. Resistencia
haberse mantenido consciente e inmune, o prudente, a esos efectos y haber
podido plantear para sí misma una distinta identidad de acción). Puede
decirse que, hasta entonces, si bien la noción del arquitecto famoso podía
excepcionalmente alcanzar un nivel de figura pop, conocida más allá del
estricto ámbito de la profesión, el prestigio arquitectónico se basaba en un
consenso crítico más o menos general respecto a una serie de méritos que
habían sido acreditados por un examen riguroso sobre la obra producida.
El efecto Guggenheim marcó el punto de inflexión hacia una transformación
no sólo de la percepción a nivel general de la figura del arquitecto sino
también dentro de los propios parámetros de la profesión. Súbitamente,
tanto el edificio icónico como el arquitecto icónico se convirtieron en la
condición a ensalzar. Así, figuras de prestigio fueron reformuladas para un
mercado de consumo en el que la arquitectura se convertía en sofisticado
producto, se reafirmaban como visionarios, creadores de visiones únicas
cuya marca de individualidad se reforzaba mediante la adjudicación de
diferentes carismas cuidadosamente construidos sobre todo desde las
presentaciones mediáticas. Recalcar ciertos malditismos, excentricidades
y vanidades con una función seductora, cautivadora, jugó un papel fundamental
en lograr la entronización de estas figuras que conformaron la
primera generación de star-architects. Un Olimpo de omnipotentes arquitectos
se convertía en absoluto centro de atención, sus rostros devenían
carne de portada. Posiblemente el momento en que El Croquis decide
comenzar a publicar en sus portadas efigies de arquitectos en sus monografías
en lugar de imágenes de edificios suponga la corroboración de esa
difuminación entre la postura de reflexión intelectual respecto a la arquitectura
y la fascinación ante el aura del personaje, el acatamiento de esa
alegada superioridad suya. Se daba así un peligroso golpe de timón a los
fundamentos y contenidos de la arquitectura y comenzaba a desarmarse
así toda posibilidad de (incordiante) injerencia de la crítica, menoscabada
cada vez más por la velocidad de surgimiento/producción de nuevas
estrella para nutrir un mercado mediático que se incrementaba exponencialmente
cada vez de manera más acelerada, donde la información debía
ser cada vez más impactante, sensacionalista y rápidamente descartable
y en los que las imágenes (fantasías de renders) preponderaban sobre los
cada vez más marginales textos. El discurso se iconografizaba, pero en una
iconografía carente de fundamento conceptual.
La pertinaz obsesión de los principales beneficiarios de la famacracia
arquitectónica por seguir manteniéndose en sus pedestales (¿en su
autoritarismo?) ha evidenciado su lado más endeble y a la vez cínico en el
momento en que su sentido y supervivencia han sido puestos en cuestión
por el estado de recesión económica, por las frecuentes controvertidas
28
Fredy Massad