Premio Ascensores Enor 2014 / Texto Fredy Massad.pdf

Autocrítica. Resistencia
Sin duda, uno de los que primero olfateó esta necesidad fue Andres Lepik,
que entendió como una oportunidad el dar un giro de apariencia radical
ideológica —que muchos han comprendido como una oportunidad de
maquillar el cadáver y abrir así una nueva vía que permita mantener intactas
las estructuras de ese sistema—. La exposición Small Scale, Big Change 5
rompía con la hegemonía del mundo de los edificios de grandes presupuestos
y los arquitectos que vestían de negro, para llamar la atención sobre las
arquitecturas construidas en las periferias del primer mundo y que constituirían
un referente edificante sobre una arquitectura totalmente carente
de las codiciosas ambiciones de la arquitectura icónica y sus artífices.
Frente a ese panorama, que ya empezaba a dar signos claros no sólo de
agotamiento sino de podredumbre, se presentaba una apuesta atractiva y
oportuna pero que acabó haciendo que el necesario tema de una arquitectura
que recuperase como principio su responsabilidad para con la sociedad,
que propusiera soluciones desde una austeridad entendida como una
esencialidad de alta calidad, se convirtiera en un nuevo producto de consumo
que revitalizara y reinventara el panorama famacrático, generando
un panteón de nuevas figuras que, desde la aparente complacencia en su
estrenado protagonismo, siguen produciendo más inmovilismo y perpetuando
una ideología que insiste en simplificar y monopolizar las posibilidades
de acción para la arquitectura.
iv.
Uno de los aparentes frentes de regeneración de la credibilidad intelectual
de la arquitectura y la crítica de arquitectura que han surgido en este
periodo ha sido el de la figura del curador, apoyada en la afirmación de que
la curadoría constituye la nueva forma de crítica.
Ante, pero no contra, esa gran parte de la crítica que se había transformado
en una máquina de propaganda servil a muchos poderes muchos
prefirieron refugiarse en sus nichos de poder intentando no poner demasiado
en entredicho ese sistema en desmoronamiento, algunos tal vez con
la intuición de que cuando las cosas volvieran a su condición precrisis (a
veces con un optimismo iluso) no habrían reventado ni puesto demasiado
en juego demasiado su espacio vital. O quizá también porque quepa sospechar
que, convencidos de la inevitabilidad de ese desmoronamiento, recurrir
a la baza del prestigio intelectual era la mejor y menos estigmatizable vía
de la famacracia y solventar esto creando no pensamiento, sino mercancía
intelectualoide.
Lo que en un principio se presentaba como un campo de reacción para
proponer y replantear las formas críticas del pensamiento arquitectónico
y afrontar temas que exigían una revisión y reflexión fue delatando su
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Fredy Massad