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su cordialidad y simpatía. Vendían, según<br />

dicen los viejos barranquilleros, el mejor<br />

arroz con pollo del mundo. Poseía unas<br />

instalaciones maravillosas, con un amplio<br />

patio cercado con una verja de guadua<br />

trenzada y lleno de palmeras “susurrantes”<br />

y otra profusa y fresca vegetación. En<br />

carnaval, se celebraban allí alegres y<br />

muy concurridos bailes. Su pudín de<br />

mantequilla era una de sus mayores<br />

delicias. Se hacían celebraciones de todo<br />

tipo y los hombres de empresa “cerraban<br />

negocios” en sus mesas. Lugar de tríos de<br />

serenateros y amanecedero. Funcionó allí<br />

de 1935 a 1965. Entonces se trasladó a la<br />

que es su actual sede: carrera 49 entre<br />

calles 72 y 74.<br />

Atravesando la calle 72, entre ésta y la<br />

calle 74, en la carrera 46, estaba el Chow<br />

Mein. Su propietario era Alberto Ow. Su<br />

plato estrella: el chow fan especial.<br />

También en la calle 72, pero en la esquina<br />

nororiental de la carrera 43, estaba El<br />

Deportivo. Muy elegante, ofrecía comida<br />

gourmet internacional. “Famoso por su<br />

mixed-grill y por los mariscos”, recuerda<br />

también Alfonso Fuenmayor.<br />

En la misma calle 72, entre las carreras<br />

47 y 48, estuvo por muchos años y<br />

aproximadamente desde comienzos<br />

de la década de 1960, El Mediterráneo,<br />

perteneciente a las familias griegas<br />

Tarchoupulos y Sideris. En las tardes<br />

y noches, la gente acudía allí para<br />

degustar, ya fuera en su salón o en su<br />

espléndida terraza, un delicioso pollo a la<br />

plancha, un rico helado o un pie de uvas<br />

pasas y de limón, en un grato y cordial<br />

ambiente. Fue también un conocido<br />

tertuliadero de periodistas y políticos.<br />

La Casa del Recuerdo, en el barrio<br />

Chiquinquirá, estaba especializado en<br />

chicharrones. Era de propiedad del<br />

cartagenero Adán Moreno Salaregui, el<br />

popularísimo Negro Adán, ex boxeador y<br />

ex conductor de la línea Loma Fresca por<br />

los años 1930. Un personaje carismático,<br />

mamagallista, de grueso vocabulario.<br />

Mencionado por García Márquez en la<br />

novela El otoño del patriarca.<br />

En el barrio Ciudad Jardín, en la carrera<br />

42 con calle 79, fue célebre durante la<br />

segunda mitad del siglo XX el recostadero<br />

Peñita, cuyo propietario, Luis Miguel Peña<br />

––natural de Calamar, Bolívar––, era un<br />

hombre reconocido por sus apuntes<br />

festivos y sus anécdotas. Peñita contaba<br />

con una innumerable y fiel clientela, que<br />

incluía distinguidas personalidades de<br />

la ciudad y que apreciaba mucho sus<br />

chicharrones, chuletas, arepas de huevo,<br />

buñuelos de fríjol, carimañolas y otras<br />

frituras típicas de la Costa Caribe.<br />

En la esquina de la calle 62 con carrera<br />

44, se halla desde hace casi medio siglo<br />

La Tiendecita. Al principio era sólo eso:<br />

una tiendecita. Pero el escritor Álvaro<br />

Cepeda Samudio, que era ejecutivo de<br />

Restaurante Chop Suey<br />

Alfonso Fuenmayor<br />

Cervecería Águila, la transformó en un bar-restaurante. El propio Cepeda preparaba allí<br />

“en ocasiones sus famosos sancochos de gallina, de rabo y de costilla”, según cuenta<br />

Heriberto Fiorillo en su libro La Cueva, crónica del Grupo de Barranquilla.<br />

El restaurante Mi Vaquita se hallaba en el número 35 de la carrera 46 entre calles 70<br />

y 72, al lado del también extinto teatro Maruja. Su eslogan era: “El lugar de su cita”.<br />

Su propietario era Pepe Bejman. Un patio enorme con chozas de paja. Se celebraban<br />

cumpleaños y se ofrecían banquetes empresariales. Su menú incluía platos regionales e<br />

internacionales. Brindaba el servicio de parrilladas a domicilio.<br />

En la avenida Veinte de Julio, al norte de la ciudad, fue también famosa La Silla Coja,<br />

una tasca española donde se servían comida típica y vinos de la Madre Patria, y donde<br />

se presentaban artistas del tablao hispano.<br />

En la esquina de la calle Murillo con carrera 36 (San Roque), sobresalía un pintoresco<br />

restaurante cuyo propietario era conocido como el Mono Avendaño. Su especialidad<br />

era el arroz de cerdo. Se dice que se presentaban colas impresionantes de carros en que<br />

los clientes esperaban su turno para adquirir ese delicioso plato típico.<br />

Ya para terminar y yéndonos a las afueras de Barranquilla, no se pueden dejar de<br />

mencionar dos sitios inolvidables. Uno es el Hotel Pradomar, que era algo así como la<br />

sede campestre del Hotel El Prado. Tuvo auge cuando dicho hotel era manejado por la<br />

cadena hotelera Intercontinental. Su restaurante permanecía completamente lleno los<br />

fines de semana. Se presentaban orquestas. Se celebraban matrimonios y otros eventos<br />

sociales. Hoy se encuentra allí la discoteca Kilimanjaro.<br />

El otro es el Hotel Esperia, cuya terraza marina (una plataforma de concreto erigida en<br />

el mar y a la que se llegaba por una pasarela) era muy famosa y apetecida por los<br />

años 1940 y 1950. Allí solían llegar Jorge Eliécer Gaitán y otras personalidades. Era de<br />

propiedad de un ciudadano alemán sobre el cual corría la leyenda de que, a bordo de<br />

una lancha que se internaba en altamar, les vendía combustible a los submarinos de la<br />

armada nazi.

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