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Cartas al Editor<br />

37<br />

El libro <strong>de</strong> la vida<br />

Hasta ahora pensaba que,<br />

como cristiano nacido <strong>de</strong> nuevo,<br />

según Juan 5:24, 1 Juan 5:13 y<br />

Romanos 10:9, uno estaría inscrito<br />

en el Libro <strong>de</strong> la Vida, y que<br />

nunca más podría ser borrado <strong>de</strong><br />

allí. Pero, ¿no se contradice esto<br />

con la carta a la iglesia <strong>de</strong> Sardis<br />

en Apocalipsis 3:5? Allí dice: “…y<br />

no borraré su nombre <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> la<br />

vida…” ¿Significa esto que el Señor<br />

pue<strong>de</strong> borrar nombres <strong>de</strong>l libro<br />

<strong>de</strong> la vida, y que lo hará?<br />

Por lo que nosotros enten<strong>de</strong>mos,<br />

todas las personas están inscritas<br />

en el Libro <strong>de</strong> la Vida. Consi<strong>de</strong>remos<br />

que Dios no quiere “que ninguno<br />

perezca, sino que todos<br />

procedan al arrepentimiento” (2 P.<br />

3.9). ¡Pero el ser humano tiene<br />

que <strong>de</strong>cidir si quiere o no tener la<br />

vida eterna! Y, por eso, a cada<br />

persona, como mínimo, “en una o<br />

en dos maneras habla Dios” (Job<br />

33.14), para que “se vuelva el impío<br />

<strong>de</strong> su camino, y que viva”<br />

(Ez.33:11). Si una persona toda<br />

su vida se endurece, le dice no a<br />

toda voz <strong>de</strong> Dios y rechaza la obra<br />

<strong>de</strong>l Espíritu Santo en su corazón y<br />

en su conciencia, llega el momento<br />

en que Dios, finalmente,<br />

también tiene que <strong>de</strong>cir no a esa<br />

persona, quien es borrada <strong>de</strong>l Libro<br />

<strong>de</strong> la Vida. Tenga en cuenta,<br />

por favor, lo que dice Moisés al<br />

respecto: “Que perdones ahora su<br />

pecado, y si no, ráeme ahora <strong>de</strong> tu<br />

libro que has escrito. Y Jehová respondió<br />

a Moisés: Al que pecare contra<br />

mí, a éste raeré yo <strong>de</strong> mi libro”<br />

(Éx.32.32-33). Para ilustrar esto,<br />

un pequeño episodio que nos sucedió<br />

durante una licencia en Inglaterra:<br />

Visitamos el Castillo <strong>de</strong><br />

Windsor y allí, entre otras cosas,<br />

también la gran Sala <strong>de</strong> los Caballeros.<br />

Colgados en el cielorraso se<br />

encuentran todos los escudos <strong>de</strong><br />

la caballería inglesa, cientos <strong>de</strong><br />

hermosos y espléndidos escudos.<br />

Pero, entremedio <strong>de</strong> todos ellos,<br />

notamos algunos que se les había<br />

pasado pintura blanca por arriba.<br />

Nos indicaron que dichos escudos<br />

provenían <strong>de</strong> algunos que habían<br />

cometido hechos indignos <strong>de</strong> su<br />

estatus <strong>de</strong> caballero, y que <strong>de</strong> ese<br />

modo habían perdido el <strong>de</strong>recho<br />

al título y la función. ¡Ellos habían<br />

perdido el <strong>de</strong>recho a ser caballeros!<br />

Ese episodio me hizo<br />

recordar el Libro <strong>de</strong> la Vida. Es<br />

verdad que todos somos llamados:<br />

“Venid a mí todos los que estáis trabajados<br />

y cargados, y yo os haré <strong>de</strong>scansar”<br />

(Mt.11:28). Pero,<br />

lamentablemente, son muy pocos<br />

los que vienen. Sólo unos pocos<br />

se <strong>de</strong>jan reconciliar con Dios y dicen<br />

que sí al ofrecimiento <strong>de</strong> salvación<br />

<strong>de</strong>l Señor. Dios quiere,<br />

¿pero será que yo también quiero?<br />

Y por eso, un día, ante el gran<br />

trono blanco se dirá: “Y vi a los<br />

muertos, gran<strong>de</strong>s y pequeños, <strong>de</strong> pie<br />

ante Dios; y los libros fueron abiertos,<br />

y otro libro fue abierto, el cual<br />

es el libro <strong>de</strong> la vida; y fueron juzgados<br />

los muertos por las cosas que estaban<br />

escritas en los libros, según sus<br />

obras. Y el mar entregó los muertos<br />

que había en él; y la muerte y el Ha<strong>de</strong>s<br />

entregaron los muertos que había<br />

en ellos; y fueron juzgados cada uno<br />

según sus obras. Y la muerte y el<br />

Ha<strong>de</strong>s fueron lanzados al lago <strong>de</strong><br />

fuego. Esta es la muerte segunda. Y<br />

el que no se halló inscrito en el libro<br />

<strong>de</strong> la vida fue lanzado al lago <strong>de</strong><br />

fuego” (Ap. 20:12-15). La gente no<br />

quiso, y por eso fue raída <strong>de</strong>l Libro<br />

<strong>de</strong> la Vida. ¡Qué trágico!<br />

S.R.

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