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Homilia Fiesta de Tránsito de San Benito (C) - Abadia de Montserrat

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a esta situación. Y, como buen discípulo <strong>de</strong>l Evangelio, san <strong>Benito</strong> nos sigue<br />

proponiendo su mensaje <strong>de</strong> trabajo por la verdad, por lo que es justo, limpio, y digno<br />

<strong>de</strong> elogio porque proviene <strong>de</strong> la honestidad <strong>de</strong> vida, <strong>de</strong> la virtud cultivada en el trabajo<br />

interior, <strong>de</strong> la superación <strong>de</strong> la superficialidad y <strong>de</strong>l afán por el dinero fácil. En este<br />

sentido, es bueno recordar una norma benedictina, basada en el mandamiento <strong>de</strong>l<br />

amor solidario que nos <strong>de</strong>jó Jesús. Que nadie busque lo que le parezca útil par sí, si<br />

no más bien lo que lo sea para los otros (cf. Regla, 72, 7). ¡Cuán necesario, en la<br />

situación actual, que todos buscaran el bien común y no el propio o el <strong>de</strong> un grupo!<br />

La Iglesia es servidora <strong>de</strong> la sociedad. Por eso sus miembros, los cristianos, <strong>de</strong>bemos<br />

contribuir a favorecer una reflexión serena sobre la situación actual, que ayu<strong>de</strong> a evitar<br />

la crispación y la agresividad, particularmente la verbal <strong>de</strong> la que somos testigos cada<br />

día. Debemos ayudar a que cada uno tome la responsabilidad que le correspon<strong>de</strong> en<br />

bien <strong>de</strong>l conjunto y para superar la situación presente.<br />

<strong>San</strong> <strong>Benito</strong>, Padre y Patrón <strong>de</strong> Europa, continúa enseñándonos sobre la necesidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scubrir la dimensión espiritual <strong>de</strong> la persona humana. La causa <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong><br />

situaciones que han llevado a la crisis actual, económica y aún más fundamentalmente<br />

ética, es la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la vida interior y el pensar sólo en el bien material como<br />

fuente <strong>de</strong> felicidad. En otros momentos que se han dado situaciones similares, ha sido<br />

el retorno a la dimensión espiritual, y concretamente en la espiritualidad cristiana que<br />

ha sido el alma <strong>de</strong> la sociedad europea, lo que ha permitido la superación <strong>de</strong> la crisis.<br />

Frente a la situación actual y <strong>de</strong> un <strong>de</strong>terminado laicismo exacerbado que reseca el<br />

corazón humano y niega el más allá, los cristianos tenemos que insistir una y otra vez<br />

en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l amor, <strong>de</strong> un amor que tiene su fundamento en el amor <strong>de</strong> Dios, y que<br />

cree en la dimensión trascen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> cada ser humano (cf. G. Magalhaes, Vida<br />

Nueva, 04/01/13, p. 44-45). Los cristianos hemos <strong>de</strong> testimoniar que el horizonte hacia<br />

el cual avanza la persona es la eternidad, la vida más allá <strong>de</strong> la muerte. Sólo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

este horizonte, que hoy celebramos cumplido en <strong>San</strong> <strong>Benito</strong>, po<strong>de</strong>mos encontrar la<br />

felicidad auténtica.<br />

El camino que conduce a esa felicidad no está exento <strong>de</strong> dificulta<strong>de</strong>s, pero, según la<br />

Regla benedictina se pue<strong>de</strong> recorrer con el corazón ensanchado, con amplitud <strong>de</strong><br />

espíritu, en "la dulzura inefable <strong>de</strong>l amor" si nos nutrimos <strong>de</strong> la fe en Jesucristo ( cf.<br />

Prólogo, 49). Por ello, formados en la "escuela <strong>de</strong>l servicio divino" establecida por san<br />

<strong>Benito</strong> (cf. ibí<strong>de</strong>m, 45), los monasterios hemos sido y somos sitios don<strong>de</strong>, acogiendo el<br />

amor inmenso <strong>de</strong> Dios, procuramos ofrecer amor a las personas, en forma <strong>de</strong> acogida,<br />

<strong>de</strong> escuela <strong>de</strong> oración, <strong>de</strong> ayuda material o espiritual, <strong>de</strong> enseñanza, <strong>de</strong> arte y <strong>de</strong><br />

cultura. No es ningún mérito nuestro, es fruto <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios hacia la humanidad<br />

que se sirve <strong>de</strong> nosotros -y <strong>de</strong> muchos otros- para transmitir su solicitud hacia todos.<br />

En el momento presente, queremos infundir en nuestra sociedad, que vive un periodo<br />

difícil, el anhelo <strong>de</strong>l bien y <strong>de</strong> la bondad, que es el anhelo <strong>de</strong> un mundo mejor<br />

anticipando <strong>de</strong> alguna manera la realidad futura <strong>de</strong> la fraternidad en el reino <strong>de</strong><br />

Jesucristo (cf. Regla, Prólogo, 50).<br />

Una realidad que ahora, en la Eucaristía, ya se hace presente porque, haciendo<br />

Iglesia, nos pone en la presencia <strong>de</strong> la divinidad y nos permite cantar la alabanza<br />

divina unidos a las voces <strong>de</strong> los ángeles y <strong>de</strong> los santos (cf. Regla, 19, 5-6), mientras<br />

acogemos el fruto <strong>de</strong>l Misterio pascual <strong>de</strong> Jesucristo.

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