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Homilia Fiesta de Tránsito de San Benito (C) - Abadia de Montserrat

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FIESTA DEL TRÁNSITO DE SAN BENITO (C)<br />

Homilía <strong>de</strong>l P. Josep M. Soler, abad <strong>de</strong> <strong>Montserrat</strong> <br />

21 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 2013 <br />

Gén 12, 1-4; Flp 4, 4-9; Jn 17, 20-26 <br />

Presbíteros <strong>de</strong> las parroquias vecinas <strong>de</strong> <strong>Montserrat</strong>, hermanos y hermanas, queridos<br />

todos en el Señor:<br />

La gran familia benedictina celebra hoy el tránsito, el paso <strong>de</strong> san <strong>Benito</strong> a la casa <strong>de</strong>l<br />

Padre. Al término <strong>de</strong> su vida, el gran Padre <strong>de</strong> monjes vio como se cumplían para él<br />

aquellas palabras <strong>de</strong> Jesús que acabamos <strong>de</strong> escuchar en el evangelio: Padre, este<br />

es mi <strong>de</strong>seo: que los que me confiaste estén conmigo, don<strong>de</strong> yo estoy y contemplen<br />

mi gloria. Nos llena <strong>de</strong> alegría saber que aquel que es nuestro maestro <strong>de</strong> vida<br />

monástica ya disfruta <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Cristo resucitado y que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí, nos es<br />

intercesor. Lo es, no sólo para quienes hemos tomado su Regla como norma <strong>de</strong> vida,<br />

sino para todo el Pueblo <strong>de</strong> Dios, porque los santos son patrimonio <strong>de</strong> toda la Iglesia.<br />

<strong>San</strong> <strong>Benito</strong> <strong>de</strong>jó este mundo hace más <strong>de</strong> mil quinientos años. Pero nos ha legado un<br />

texto lleno <strong>de</strong> sabiduría, la Regla, que sintetiza todo su espíritu <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong><br />

discípulo <strong>de</strong> Jesús, <strong>de</strong> servidor <strong>de</strong>l Evangelio. Es un texto que todavía habla a los<br />

hombres y mujeres <strong>de</strong> hoy. Y nos enseña no sólo cómo <strong>de</strong>bemos trabajarnos para<br />

llegar a la madurez humana y espiritual, y a la alegría interior, sino también cómo<br />

<strong>de</strong>bemos orar a Dios, cómo hemos <strong>de</strong> convivir con los <strong>de</strong>más, cómo <strong>de</strong>bemos utilizar<br />

las cosas materiales y incluso con qué criterios <strong>de</strong>bemos gestionar la economía. Y<br />

esta enseñanza vale tanto a pequeña escala en una comunidad monástica o religiosa<br />

y <strong>de</strong> una familia como a gran escala en las relaciones sociales. Con su intercesión y<br />

con las palabras <strong>de</strong> su código <strong>de</strong> vida, san <strong>Benito</strong> sigue siendo patrón, protector, <strong>de</strong><br />

Europa, <strong>de</strong> nuestra Europa que ahora se encuentra en una crisis profunda.<br />

Los criterios <strong>de</strong> relación con los <strong>de</strong>más que ofrece la Regla benedictina, se inspiran en<br />

los que hemos encontrado en san Pablo en la segunda lectura, cuando <strong>de</strong>cía: que<br />

vuestra mesura la conozca todo el mundo; [...] todo lo que es verda<strong>de</strong>ro, noble, justo,<br />

puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuneta. Son palabras<br />

antiguas pero siempre nuevas, que ensanchan el corazón y aportan aire fresco en el<br />

contexto social presente. Son palabras <strong>de</strong> la sabiduría cristiana que durante muchos<br />

siglos han imbuido el comportamiento <strong>de</strong> mucha gente, hasta <strong>de</strong> muchos que a pesar<br />

<strong>de</strong> no compartir nuestra fe, han bebido en el humanismo cristiano.<br />

Son, sin embargo, palabras que contrastan con muchas <strong>de</strong> las realida<strong>de</strong>s actuales;<br />

que contrastan, por ejemplo, con los escándalos <strong>de</strong> corrupción tan numerosos que se<br />

convierten en insultantes para la gente que pasa dificulta<strong>de</strong>s económicas, que<br />

contrastan con la constatación <strong>de</strong> que los salarios y el po<strong>de</strong>r adquisitivo <strong>de</strong> la gente<br />

sencilla baja mientras los sueldos <strong>de</strong> muchos <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s directivos aumentan<br />

<strong>de</strong>sproporcionadamente, por no hablar <strong>de</strong> la aparente impunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminados<br />

<strong>de</strong>litos. En este panorama, la confianza ciudadana se va <strong>de</strong>gradando, más aún cuando<br />

nos damos cuenta <strong>de</strong> que hay abusos <strong>de</strong> utilización interesada <strong>de</strong> los mecanismos<br />

<strong>de</strong>mocráticos. La consecuencia <strong>de</strong> todo ello es una sensación generalizada <strong>de</strong> crisis,<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto, <strong>de</strong> pesimismo. De mucha preocupación social, con situaciones aquí y<br />

allá <strong>de</strong> tensión creciente. Esta <strong>de</strong>sconfianza afecta, a<strong>de</strong>más, a las instituciones y a los<br />

organismos que <strong>de</strong>berían dar soli<strong>de</strong>z a la convivencia <strong>de</strong>mocrática y <strong>de</strong>berían regular<br />

la gestión financiera. Sí, nuestro mundo está enfermo.<br />

Los cristianos, sin embargo, no <strong>de</strong>bemos resignarnos ante este panorama tan grave y<br />

tan preocupante. El Evangelio <strong>de</strong> Jesucristo nos da pautas para po<strong>de</strong>r poner remedio


a esta situación. Y, como buen discípulo <strong>de</strong>l Evangelio, san <strong>Benito</strong> nos sigue<br />

proponiendo su mensaje <strong>de</strong> trabajo por la verdad, por lo que es justo, limpio, y digno<br />

<strong>de</strong> elogio porque proviene <strong>de</strong> la honestidad <strong>de</strong> vida, <strong>de</strong> la virtud cultivada en el trabajo<br />

interior, <strong>de</strong> la superación <strong>de</strong> la superficialidad y <strong>de</strong>l afán por el dinero fácil. En este<br />

sentido, es bueno recordar una norma benedictina, basada en el mandamiento <strong>de</strong>l<br />

amor solidario que nos <strong>de</strong>jó Jesús. Que nadie busque lo que le parezca útil par sí, si<br />

no más bien lo que lo sea para los otros (cf. Regla, 72, 7). ¡Cuán necesario, en la<br />

situación actual, que todos buscaran el bien común y no el propio o el <strong>de</strong> un grupo!<br />

La Iglesia es servidora <strong>de</strong> la sociedad. Por eso sus miembros, los cristianos, <strong>de</strong>bemos<br />

contribuir a favorecer una reflexión serena sobre la situación actual, que ayu<strong>de</strong> a evitar<br />

la crispación y la agresividad, particularmente la verbal <strong>de</strong> la que somos testigos cada<br />

día. Debemos ayudar a que cada uno tome la responsabilidad que le correspon<strong>de</strong> en<br />

bien <strong>de</strong>l conjunto y para superar la situación presente.<br />

<strong>San</strong> <strong>Benito</strong>, Padre y Patrón <strong>de</strong> Europa, continúa enseñándonos sobre la necesidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scubrir la dimensión espiritual <strong>de</strong> la persona humana. La causa <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong><br />

situaciones que han llevado a la crisis actual, económica y aún más fundamentalmente<br />

ética, es la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la vida interior y el pensar sólo en el bien material como<br />

fuente <strong>de</strong> felicidad. En otros momentos que se han dado situaciones similares, ha sido<br />

el retorno a la dimensión espiritual, y concretamente en la espiritualidad cristiana que<br />

ha sido el alma <strong>de</strong> la sociedad europea, lo que ha permitido la superación <strong>de</strong> la crisis.<br />

Frente a la situación actual y <strong>de</strong> un <strong>de</strong>terminado laicismo exacerbado que reseca el<br />

corazón humano y niega el más allá, los cristianos tenemos que insistir una y otra vez<br />

en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l amor, <strong>de</strong> un amor que tiene su fundamento en el amor <strong>de</strong> Dios, y que<br />

cree en la dimensión trascen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> cada ser humano (cf. G. Magalhaes, Vida<br />

Nueva, 04/01/13, p. 44-45). Los cristianos hemos <strong>de</strong> testimoniar que el horizonte hacia<br />

el cual avanza la persona es la eternidad, la vida más allá <strong>de</strong> la muerte. Sólo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

este horizonte, que hoy celebramos cumplido en <strong>San</strong> <strong>Benito</strong>, po<strong>de</strong>mos encontrar la<br />

felicidad auténtica.<br />

El camino que conduce a esa felicidad no está exento <strong>de</strong> dificulta<strong>de</strong>s, pero, según la<br />

Regla benedictina se pue<strong>de</strong> recorrer con el corazón ensanchado, con amplitud <strong>de</strong><br />

espíritu, en "la dulzura inefable <strong>de</strong>l amor" si nos nutrimos <strong>de</strong> la fe en Jesucristo ( cf.<br />

Prólogo, 49). Por ello, formados en la "escuela <strong>de</strong>l servicio divino" establecida por san<br />

<strong>Benito</strong> (cf. ibí<strong>de</strong>m, 45), los monasterios hemos sido y somos sitios don<strong>de</strong>, acogiendo el<br />

amor inmenso <strong>de</strong> Dios, procuramos ofrecer amor a las personas, en forma <strong>de</strong> acogida,<br />

<strong>de</strong> escuela <strong>de</strong> oración, <strong>de</strong> ayuda material o espiritual, <strong>de</strong> enseñanza, <strong>de</strong> arte y <strong>de</strong><br />

cultura. No es ningún mérito nuestro, es fruto <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios hacia la humanidad<br />

que se sirve <strong>de</strong> nosotros -y <strong>de</strong> muchos otros- para transmitir su solicitud hacia todos.<br />

En el momento presente, queremos infundir en nuestra sociedad, que vive un periodo<br />

difícil, el anhelo <strong>de</strong>l bien y <strong>de</strong> la bondad, que es el anhelo <strong>de</strong> un mundo mejor<br />

anticipando <strong>de</strong> alguna manera la realidad futura <strong>de</strong> la fraternidad en el reino <strong>de</strong><br />

Jesucristo (cf. Regla, Prólogo, 50).<br />

Una realidad que ahora, en la Eucaristía, ya se hace presente porque, haciendo<br />

Iglesia, nos pone en la presencia <strong>de</strong> la divinidad y nos permite cantar la alabanza<br />

divina unidos a las voces <strong>de</strong> los ángeles y <strong>de</strong> los santos (cf. Regla, 19, 5-6), mientras<br />

acogemos el fruto <strong>de</strong>l Misterio pascual <strong>de</strong> Jesucristo.

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