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opinión<br />
Carta abierta a mi<br />
Hermano Mayor<br />
Manuel Filpo<br />
dulce nombre<br />
“Recuerdo aquel día<br />
en el que te salió un<br />
sollozo, abrumado<br />
por esa prensa cainita<br />
que aventa los<br />
defectos y oculta las<br />
virtudes”<br />
Te escribo instalado desde la incertidumbre<br />
porque tu sencillez puede ponerle<br />
serias cortapisas a estas letras. No<br />
obstante, recuerdo tus palabras en el Cabildo<br />
General Ordinario de Cuentas: "Es mi intención<br />
ser flexible y desde la corrección dar libertad para<br />
que todo hermano se exprese...".<br />
Algunas calles del barrio podrían testificar<br />
casuales encuentros y mis reiterativas razones<br />
para que no te presentases como candidato a hermano<br />
mayor. Manolo, como viejo amigo, desde el<br />
mucho afecto, no debo animarte. Tienes mucho<br />
trabajo, tendrás que renunciar a una vida familiar<br />
normal, quizá tengas perdido el ritmo a los interiores<br />
de una junta de gobierno, las hermandades<br />
entraron en una dinámica mimética a la de los<br />
partidos políticos, en la nuestra hay una extraña<br />
atmósfera a los normales relevos, falta una conciencia<br />
o coherencia para asumir el deseado lugar<br />
fraternal, los retos económicos son apabullantes...,<br />
y así una retahíla de argumentos que se<br />
estrellaban contra lo que yo definiría como castrense<br />
decisión derivada de tus años de militar en<br />
el Ejército del Aire.<br />
Cuando te dejaba caía en pesadumbres, pensando<br />
en el chaparrón a tantas ilusiones y proyectos,<br />
y sólo por desearte como amigo lo mejor. Sin<br />
embargo, desde mi sentir como hermano situado<br />
entre la primera decena de los más antiguos, tenía<br />
la certeza de que lo harías bien por una serie de<br />
cualidades personales y, sobre ellas, tu sólida formación<br />
religiosa.<br />
Aseguraría que tantas e indefinibles susceptibilidades,<br />
sentimientos que quisiera atribuirlos a<br />
excesos de porfía en el amor, no sólo han conmovido<br />
a los que militamos en la tierra sino,<br />
seguro, a la otra parte de la Hermandad que nos<br />
espera en la casa del Padre. Me imagino a nuestros<br />
padres y los veo con una sonrisa de bondad<br />
mezclada con una santa ironía, viendo nuestras<br />
infantiles controversias mientras observan la<br />
incesante llegada de las almas de niños que<br />
murieron por no disponer de una vacuna de valor<br />
irrisorio, de la legión de los fallecidos por hambre,<br />
o de tantos a los que les arrebataron la existencia<br />
el egoísmo de unos pocos... ¡Cuánto me<br />
gustaría escuchar sus tertulias celestiales!<br />
Pero volviendo a la realidad terrenal, también<br />
recuerdo aquel día en que te salió un sollozo,<br />
abrumado por esa prensa cainita que aventa los<br />
defectos y oculta las virtudes. Entonces lamenté<br />
profundamente que mis profecías se cumpliesen,<br />
emocionado ante tu sufrimiento, brotándote la<br />
necesidad humana de pedirle a Él que te apartase<br />
un cáliz de hiel envuelto por un enjambre de raras<br />
abejas atraídas por el amargor. A la salida del<br />
ambulatorio, mientras guardaba camino de casa<br />
las recetas para paliar mis crónicos achaques,<br />
pensé en nuestras torpezas y empeños en seguir<br />
maniatando a Jesús como unos 'anases'<br />
cualquiera.<br />
Por último, quisiera que me permitieses compartir<br />
esta carta abierta para darle las gracias a<br />
todos, especialmente al hermano Carlos Lora por<br />
su interés en servir a nuestra Hermandad y desearle<br />
a Jesús Rodríguez, anterior Hermano Mayor,<br />
un merecido descanso después de ocho largos<br />
años de dedicación y esfuerzo. Manolo, paciencia,<br />
que el Maestro esté con tu espíritu y con el de<br />
todos.<br />
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