Primero, un giro hacia la izquierda, <strong>los</strong> guantes firmes en la guardia, <strong>los</strong> hombros a manera <strong>de</strong> escudo y la cabeza contraída que a<strong>com</strong>pañan el movimiento <strong>com</strong>o un todo, <strong>com</strong>o si el cuerpo fuera un bloque macizo y homogéneo aunque también flexible, listo para la exp<strong>los</strong>ión <strong>de</strong>l <strong>golpe</strong> o la reacción amortiguada <strong>de</strong>l bloqueo. Enseguida, con el mismo impulso, para apuntar con precisión, un quiebre <strong>de</strong> cintura que se hace sentir <strong>com</strong>o una punzadita en el oblicuo. El lanzamiento es <strong>com</strong>pacto, corto, rinconero, difícil <strong>de</strong> ver, con el brazo curvo, el puño levemente recostado y <strong>los</strong> nudil<strong>los</strong> por <strong>de</strong>lante, para clavarse entre el hueso <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>ra y las costillas. Los <strong>no</strong>rteamerica<strong>no</strong>s llaman a este <strong>golpe</strong> gancho izquierdo al cuerpo. En México, don<strong>de</strong> <strong>no</strong> se inventó pero sí alcanzó una perfección difícil <strong>de</strong> ver en otras geografías –su D’Artagnan primigenio fue Kid Azteca, el que aparece en Último round <strong>de</strong> Cortázar– y sobre todo un estatus <strong>de</strong> cliché cultural y <strong>de</strong> muletilla idiomática, lo co<strong>no</strong>cemos <strong>com</strong>o gancho al hígado. Es un <strong>golpe</strong> que <strong>dice</strong> <strong>mucho</strong> sobre nuestra manera <strong>de</strong> boxear, o quizá <strong>mucho</strong> sobre <strong>no</strong>sotros y punto. A discreción Cuando Richard Ford habla <strong>de</strong> sus experiencias <strong>com</strong>o <strong>golpe</strong>ador, llama a su texto “In the Face”, “En la cara”, una muletilla muy gringa. En México preferimos hablar <strong>de</strong> hígados. El gancho al hígado es muchas cosas. Es una frase lapidaria que <strong>no</strong> logramos metabolizar o una <strong>no</strong>ticia repentina y <strong>de</strong>vastadora. Pero también se conecta un gancho al hígado cuando se engaña al otro, cuando lo enredamos, cuando lo sorpren<strong>de</strong>mos. Y es que lo <strong>dice</strong>n campeones <strong>com</strong>o Marco Antonio Barrera o Guti Espadas, más versados en sutilezas pugilísticas que idiomáticas –aunque saben <strong>de</strong> ambas–, y lo <strong>de</strong>muestra <strong>com</strong>o nadie el Ratón Macías: este gancho es el <strong>golpe</strong> mexica<strong>no</strong> por excelencia, un resumen en centésimas <strong>de</strong> segundo <strong>de</strong> la manera nacional <strong>de</strong> pelear. Un asesi<strong>no</strong> Es un <strong>golpe</strong> discretísimo pero <strong>de</strong> efectos <strong>de</strong>vastadores, legal, sí, pero apostado en el borroso límite con la trampa. Se siente <strong>com</strong>o una aguja en el costado a la que sigue un aflojamiento <strong>de</strong> las piernas, convertidas <strong>de</strong> pronto en natillas, en hi<strong>los</strong> sueltos (tampoco está mal <strong>de</strong>scribirlo <strong>com</strong>o un dolor que crece en círcu<strong>los</strong>, similar a <strong>los</strong> que <strong>de</strong>ja una piedra en el agua). Es cruel, es machacón. Es efectivo: “Pega abajo que la cabeza cae sola”, se <strong>dice</strong> una y otra vez en <strong>los</strong> ambientes boxísticos. En general, se intenta una y otra vez durante toda la pelea y sirve para <strong>no</strong> dar respiro, para mantener al otro ocupado e impedirle que se concentre en sus <strong>golpe</strong>s al tiempo que se le chupan las fuerzas. A veces, simplemente entra franco, preciso, perfecto, y la pelea se termina: el sistema nervioso ha colapsado. Pero esto ocurre muy <strong>de</strong> vez en cuando. El gancho abajo tiene un problema, y es que resulta difícil <strong>de</strong> conectar. Hay que pelear <strong>de</strong> maneras muy peculiares para meterlo con <strong>com</strong>odidad. Pelear a la mexicana, toda una forma <strong>de</strong> ser. En ese cuento brillante, ridículo y terrible que es “El mexica<strong>no</strong>”, Jack London visualizó muy a<strong>de</strong>lantadamente algo <strong>de</strong>l –perdonarán el terminajo– ethos boxístico nacional. No era su intención. El paisa<strong>no</strong> nervudo y cobrizo que financia el alzamiento antiporfiria<strong>no</strong> con <strong>los</strong> puños <strong>no</strong> es tanto un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> buen peleador <strong>com</strong>o un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> buen revolucionario. Es un asesi<strong>no</strong> implacable, con la sangre a <strong>mucho</strong>s grados bajo cero, sin otra motivación que la causa <strong>de</strong>l pueblo; una especie <strong>de</strong> proto-superhombre bolchevique que <strong>no</strong> siente amor ni por un individuo, incluido él mismo, ni aun por una colectividad, si<strong>no</strong> sólo por un i<strong>de</strong>al que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> con una sociopatía autoinducida que se traduce, en el ring, en esa voluntad <strong>de</strong> hierro que pue<strong>de</strong> vencer cualquier obstáculo y a cualquier rival. Esto incluye al gringo más gran<strong>de</strong> y mejor entrenado al que acaba por triturar pese a esa inferioridad <strong>de</strong> partida, al réferi y al enco<strong>no</strong> racista <strong>de</strong>l entor<strong>no</strong>, un público wasp que hostiliza con <strong>de</strong>jos linchadores al inmutable Pauli<strong>no</strong> Rivera, que ni así ceja en la ofensiva. Aunque sin afanes revolucionarios, si<strong>no</strong> mera y honradamente lucrativos, esta historia la hemos visto repetida una y otra vez con nuestros <strong>com</strong>patriotas. A London le gustaban <strong>los</strong> boxeadores blancos y sobre todo <strong>no</strong> le gustaban <strong>los</strong> negros –fue socialista y racista–. De <strong>mexica<strong>no</strong>s</strong> habrá sabido poco o nada, entre otras cosas porque entonces, en el Porfiriato, había numerosas prohibiciones contra la dulce ciencia <strong>de</strong>l <strong>golpe</strong>o. Sin embargo, a través <strong>de</strong> Rivera, <strong>los</strong> vio con anteojos <strong>de</strong> profeta: un poco inevitablemente, representan el triunfo <strong>de</strong> la voluntad. Nuestros boxeadores están cortos <strong>de</strong> velocidad y <strong>de</strong> alcance. Por eso aquí se baila poco en el ring, <strong>com</strong>o suelen hacer <strong>los</strong> pugilistas <strong>no</strong>rteamerica<strong>no</strong>s negros formados en al escuela olímpica, se <strong>golpe</strong>a con más contun<strong>de</strong>ncia y <strong>no</strong> se retroce<strong>de</strong>. Conforme a la más pura ortodoxia boxística, se avanza siempre, se encima al rival, se le agobia, se le persigue, se le cortan las salidas, con técnica pero sobre todo con ánimo, siempre clavando <strong>golpe</strong>s abajo, mientras se bloquea y se aguanta castigo. Vean a Julio César Chávez mientras caza al insoportable Macho Camacho: siempre a<strong>de</strong>lante, abajo, abajo, abajo, uppercut al mentón. (Aceptemos que el Macho fue un macho: <strong>no</strong> ganó un round, pero aguantó sin caerse). Para explicarlo <strong>com</strong>o Dios manda, vamos con otro gringo, u<strong>no</strong> que sabe <strong>de</strong>l tema: James Ellroy. El tema, claro, <strong>no</strong> es sólo el box. Por dólares Como toda su literatura, las crónicas <strong>de</strong> Ellroy para GQ tienen raíces en lo autobiográfico. Asesinada su madre, quedó a cargo <strong>de</strong>l padre, un farsante gracioso y testosterónico que lo llevaba al boxeo, particularmente, claro, Nuestros boxeadores están cortos <strong>de</strong> velocidad y <strong>de</strong> alcance. Por eso aquí se baila poco en el ring, <strong>com</strong>o suelen hacer <strong>los</strong> pugilistas <strong>no</strong>rteamerica<strong>no</strong>s negros formados en al escuela olímpica, se <strong>golpe</strong>a con más contun<strong>de</strong>ncia... 38 d í a s i e t e 482 <strong>diasiete</strong>.c o m 39