LA SOLUCIÃN 7 MINUTOS - Ediciones B
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la solución 7 minutos<br />
el corazón va despacio. Cuando hacemos ejercicio, el ritmo cardíaco<br />
se incrementa hasta el nivel adecuado para satisfacer la demanda.<br />
No tenemos conciencia de ello, no pensamos en ningún<br />
momento: “Mejor será que acelere el ritmo del corazón.” Más<br />
bien es el corazón quien cambia de comportamiento según lo que<br />
se le pide en un momento u otro. Al igual que el corazón, la vida<br />
también está preparada para darnos exactamente lo que le pidamos.»<br />
Con el rítmico latido de un corazón como fondo, formuló<br />
una pregunta que espero respondamos ahora mismo: «¿Qué le<br />
pediréis a la vida»<br />
¡Qué afirmación más vigorosa! «La vida está preparada para<br />
darnos exactamente lo que le pidamos.» En este libro pediré que<br />
contemplemos nuestra vida en profundidad. ¿Sabemos qué queremos<br />
obtener realmente de ella ¿Sabemos que la vida podría<br />
ser diferente si sacáramos el mejor provecho de la mente, de la<br />
nutrición, del sueño, del estudio y del tiempo<br />
Queremos una vida más plena, pero ¿le pedimos realmente a<br />
la vida que nos dé lo mejor que tiene<br />
Reeves continuó su sermón tomando una gran piedra que<br />
tenía cerca. Aquella losa informe debía medir unos ochenta centímetros<br />
de ancho por cincuenta de alto, y pesaría sus buenos<br />
quince kilos. Mientras sostenía la piedra describió lo que le había<br />
costado traerla: como le resultaba imposible cargar con ella y<br />
abrir la puerta al mismo tiempo, había tenido que dejarla en el<br />
suelo, abrir la puerta, sostenerla con el pie, inclinarse, tomar la<br />
piedra, apoyar la espalda contra la puerta y maniobrar para pasar<br />
adentro. Desde allí había cargado con la piedra unos cien metros,<br />
hasta que había tenido que habérselas con una puerta más. Al<br />
final, sudoroso, había podido dejar su carga allí, procurando no<br />
estropear el suelo de madera.<br />
A medida que narraba el incidente la piedra parecía aumentar<br />
de peso, y la tensión se reflejaba en sus brazos y manos.<br />
«No estamos diseñados para ir todo el día cargando piedras<br />
pesadas —dijo, mientras la depositaba con cuidado en el suelo—.<br />
Ya ni me siento los dedos, y los brazos me duelen. Sencillamen